21. Honestidad
YOON BO-MI
Cuatro años después...
Cuando era pequeña, recuerdo que todas las a mi alrededor añoraban grandes bodas de ensueño, los príncipes galantes y el hermoso vestido blanco.
Yo no.
Yo odiaba todo el espectáculo que conlleva festejar una ceremonia, porque, al cabo de un tiempo, todos los matrimonios que conocí fracasaron hermosamente.
También recuerdo burlarme de Mari-na cada vez que la veía absorta en esos pesados dramas románticos atascados de cliché. Solía decirle que lo único que conseguía al mirarlos era elevar sus expectativas en cuanto a los hombres; siempre creí que esas historias obligaban a las mujeres a anhelar el maravilloso y perfecto cuento de amor como los que aparecían en televisión. WooRi insistió siempre en que me diera la oportunidad de experimentar lo que se siente querer a otra persona. Yo no necesitaba "experimentarlo", ya sabía lo que era amar alguien; quiero decir, la quería a ella como otra parte de mí.
El día que descubrí el sexo fue el momento en que comprendí el porqué de la notoria división entre los seres humanos que mezclan el placer con los sentimientos en busca de algún tipo de conexión, y los que querían evitarla a toda costa haciéndolo primitivo con una centena de cuerpos.
Nunca tuve novio; sólo me acosté con muchos.
Haciendo un recuento, creo que realmente nunca tuve intensión de enamorarme de nadie. Siempre fue seguro de esa manera. Había visto a mi madre tantas veces al borde del suicidio sólo porque un hombre no la quiso, que preferí no tener que verme involucrada nunca en ninguna mierda romántica. Y cuando crecí y me enfrenté al mundo real, me di cuenta de que había tomado la decisión correcta.
Cuando hablamos de amor, ¿a qué nos referimos? No ha nacido la persona cuya definición sea considerada como la correcta o adecuada. Todos tenemos diferentes percepciones sobre el enamoramiento y sobre como amar a nuestros semejantes. Nadie ama con la misma intensidad. Nunca es equitativo. Siempre habrá uno que ame más que el otro. Y siempre habrá dolor. Siempre. No importa que tanto ames a alguien.
Mi filosofía de vida es que los seres humanos en promedio tenemos derecho a romper cuatro corazones antes de encontrar al indicado. ¿Eso en qué tan mala persona me convertía?
La empleada me acercó un espejo apenas terminaron de retocar mi maquillaje. Ese espejo no era lo suficientemente grande para ocultar mi hipocresía dado que existía una verdad indiscutible, incluso para la Yoon Bo-mi del pasado: Amaba a Jang Hyuk. Sabía que lo amaba, pero no estaba lista para ser la esposa de ese hombre.
La esposa de nadie, en realidad.
La vida apestaba, y el amor, apestaba aún más.
—¿Estás lista?
Miré a Mari-na. —¿Parezco lista?
—No realmente. — admitió en voz baja, pero asintió con la cabeza.
—Bo-mi—llamó mi madre—, recuerda sumir el estómago o te verás gorda en las fotos.
Oh Young Hae, la mujer más presuntuosa sobre la faz de la tierra, no podía evitar no hacer un vil comentario sobre mi aspecto ni siquiera el día de mi boda. Se detuvo a mi lado con una copa medio llena en la mano para inspeccionar su envidiable figura en el espejo. Al acercarse a examinar su máscara de pestañas trastabilló hacia adelante, para su fortuna, alguien alcanzó a sostenerla.
—Señora Oh, creo que ha bebido suficiente champaña para toda la noche. —dijo Mari-na retirándole la copa de las manos.
—Tú siempre tan considerada. —pellizcó sus mejillas. —Ojalá mi hija hubiera seguido tus pasos.
Mari-na sonrió incómoda.
—Porque no vas a ver si todo está listo, mamá.
Ella volteó los ojos y chasqueó la lengua en mi dirección. —Bien.
Mi madre tomó su bolso, justó su escote y salió de la habitación dejándonos solas. Cerré la puerta antes de que alguien entrara.
—Recuérdame por qué acepté que mi madre me ayudara hoy.
—Porque te llamó llorando anoche pidiéndote que no la dejaras fuera de todo esto.
—Detesto cuando llora. —Me quejé.
—Lo sé.
—De verdad que no entiendo por qué tanto alboroto con la maldita boda.
—Lo hiciste esperar durante mucho tiempo, Bo-mi—Se acercó a mí abrazándome por la espalda.—, es natural que pierda el control.
—Él tuvo la culpa. —Giré en sus brazos. — Pudo haberme dejado en cualquier momento desde que supo que dormí con Taehyung la noche de tu boda, pero no lo hizo.
—Porque te ama.
—Yo no lo obligué a hacerlo.
La puerta del ala se abrió despacio, la siempre bella y dispuesta asistente de mi prometido asomó la cabeza; flequillos color chocolate adornando sus mejillas rosadas. Con mi ramo de flores entre sus manos nos miró a ambas y sonrió en mi dirección, le echó un vistazo urgente a mi apariencia de arriba a abajo admirando el vestido. Vi en sus ojos una pizca de celos mezclada con añoranza.
—¿Pasa algo?
La señorita MinYoung parpadeó. —Lo siento. Todos la esperan.
—Andando entonces; hay un hombre con el que debo casarme. —le guiñé un ojo cuando pasé a su lado.
Entonces volvió a hacer un mohín, pero esta vez había tristeza en ella. Mi sonrisa cayó. Me recordó a WooRi y la expresión que tenía en el rostro cuando le dije que había tenido sexo con Taehyung. A propósito, la última vez que la vi.
En cuanto salí por el recibidor, los flashes me asaltaron. Había olvidado el asunto de la prensa. ¿Adivinen quién fue el que insistió? Todos serían testigos de este espectáculo, todos menos una.
—La extraño, ¿sabes?
—¿A quién? —Mari-na arrugó la nariz sin comprender, y estuve cerca de abofetearla.
—¿A quién? — fruncí el ceño. —A WooRi, idiota.
—Ah.
—"¿Ah?" ¿Es todo lo que tienes que decir?
—No. Pero ella se fue. Es hora de que lo aceptes.
—¡Mari-na!
—Tenemos que ser realistas y afrontar la verdad: WooRi se marchó a conciencia. Desapareció de nuestras vidas. Nadie salvo sus padres sabe dónde está, y no nos lo van a decir. A menos de que esté muerta, eso significa que está bien.
—No tenía que haberse marchado en primer lugar. Cometió un error, ¿y qué? No es como si Seokjin hubiese sido mejor. No me cabe en la cabeza como una infidelidad te hace querer desaparecer sin dejar rastro durante tanto tiempo. Algo tuvo que haber pasado para que ella no volviera; algo grave.
—Bo-mi, tranquilízate, estás hiperventilando.
Era verdad. Mientras mi amiga me frotaba los brazos de arriba abajo en un inútil intento por calmarme, yo sentía que el pecho se me hacía pequeño y que el aire no conseguía llegar a mí.
—Esto fue un error. No puedo hacerlo, Mari-na. No me quiero casar.
Ella me tomó por los hombros con fuerza al mismo tiempo que la organizadora nos apresuraba para empezar la ceremonia y urgía una botella de agua fría en mi dirección.
—Hagas lo que hagas, sabes que voy a apoyarte— me susurró para después abrazarme.
No eres WooRi, no lo entenderías. Pensé
Apenas di un paso por la pasarela todo el mundo y me miró con absoluta atención. Mantuve los ojos al frente donde Jang Hyuk ya se encontraba sonriéndome. Todo él era perfecto y hermoso. ¿Y lo mejor de todo? Él me amaba.
¿Lo peor?
Él me amaba.
No me detuve, conseguí llegar hasta él, pero sólo entonces lo entendí. No era desdicha lo que sentía, era arrepentimiento.
—¿Todo en orden? —Me miró nervioso cuando me paré a su lado.
No respondí. Por lo menos no de inmediato. Discretamente volteé la cabeza y miré a mi madre; la mujer que desde que yo tenía cuatro años he visto ir de un hombre a otro buscando desesperadamente rencontrarse con la imagen del hombre al que debería llamar papá. ¿Cuántas veces la vi sentada desde el lugar en el que ella estaba mirándome justo ahora? Ya ni siquiera puedo contar con los dedos la cantidad de veces en las que me sentó en su cama, y mientras se agotaba la reserva de vinos del abuelo, decía en su particular matiz ácido:
"No te cases nunca." "El amor es pura mierda, Bo-mi."
"Hija, si algún día te enamoras de un hombre...sólo sal corriendo."
—Cariño...—la voz de Jang Hyuk me hizo mirarlo.
Verlo a los ojos fue la culminación del más puro y grotesco terror que hubiese sentido jamás. No quería ser una esposa, quería ser libre. Jang Hyuk no me quería libre, por eso me haría su esposa. Él me amaría, ¿pero a qué costo?
Una cruda verdad azotó mi conciencia: Jang Hyuk sería a partir de ahora el último hombre al que alguna vez besaría. Nunca más podría ser el mayor objeto de deseo en un club nocturno. Ya no tendría el control de mi sexualidad. Él intentaría dominarme, y cuando se aburriera de la mujer en la que me convirtió, me dejaría. Justo como lo hizo mi padre. Como WooRi lo hizo. Y si yo no quería que terminara abandonándome, debía renunciar a él primero.
—Perdóname. — susurré.
—¿Por qué? — su ceño se contrajo, destilé cierta predisposición de su pregunta.
Mordí mis labios intentando ocultar mi propia repulsión.—Porque voy a terminar de romper tu corazón.
Su rostro empalideció al instante, luego cerró los ojos; sus pestañas cayendo pesadas como cortinas. Fue instintivo, trató de aferrar mis muñecas, pero me alejé. Me odié con igual magnitud que el dolor de mi corazón por no haberlo dejado tocarme.
—Bo-mi, no. .
Escondí la vista en el suelo para no tener que mirarlo mientras se deshacía frente a mí.
—Te amo. No puedo hacer esto.
Era realmente triste porque fue la primera vez que le dije que lo amaba, y se lo dije porque iba a abandonarlo.
—Bo-mi, por favor...
—Te mereces algo mucho mejor que esto. —Me di el valor suficiente para mirarlo por última vez y así poder recordar sus facciones.
—Tú. Tú, Yoon Bo-mi, eres lo único que necesito.
Con el pecho colmado de amor por él, le dije: —Mereces a alguien que no tema comprometerse. Alguien que no sienta que se falló a sí misma cuando firme la licencia de matrimonio. Y definitivamente creo que mereces a alguien que valore la gloriosa vida que sé, puedes darle.
Los murmullos comenzaron a hacer eco por las frías paredes. Miré sobre mi hombro hacia la salida por un momento y luego regresé la vista, Jang Hyuk me acusó de la peor manera.
—Preparaste un plan de escape, ¿no es así?
Tragué con dificultad las lágrimas. No lucía sorprendido, ya lo esperaba.
—Si en verdad me amas, y yo sé que lo haces... —Contradictoriamente me aferré a sus manos. —Vas a dejar que me vaya.
Como si acabara de escuchar una broma de mal gusto, dejó escapar una seca risa.
—Te entregué lo único que prometí sería el mayor tesoro para la mujer que decidiera amar.
—Lo sé. —Mi labio tembló. Comencé a verlo borroso a través de mis ojos acuosos.
—No llores. —Escupió con dolo— Di lo mejor de mí, no tienes derecho a llorar.
—También lo sé.
—Te vas a arrepentir de esto, Yoon Bo-mi, te vas a arrepentir el resto de tu vida. —no fue una amenaza, fue su última suplica...y sentencia.
Esto era mierda real, estaba llorando duro. Pero nadie salvo Jang Hyuk lo notó. Él siempre logró ver más allá de mí. Una razón más por la cual había llegado a amarlo tanto.
Simplemente asentí, luego di la vuelta y salí a toda prisa del lugar con Mari-na pisándome los talones y mi madre gritando como loca mi nombre. De a poco, los invitados fueron arrollados por la impresión mientras yo corría a sus lados por el pasillo. Nadie intentó detenerme. Afuera me enfrenté a la docena de camarógrafos, fotógrafos y personal de seguridad que atestiguaron mi huida. Ante mi sobresalto, los periodistas vieron la perfecta oportunidad de impedirme avanzar. El pánico me invadió. Empezaron a hacer preguntas, los guardaespaldas intentaron empujarlos fuera de mí. Juro que nunca había sentido tanta desesperación como en ese momento. Entonces, como la fresca brisa de la primavera, ella apareció y se abrió paso entre la multitud.
—Te tengo. —Me dijo con su melodiosa voz.
Por un momento creí que había muerto sofocada y ahora me encontraba en el cielo, pero luego comprendí que WooRi realmente se hallaba ahí, conmigo.
Nuevas lágrimas asomaron por mis ojos, ella había llegado a rescatarme como cuando fuimos niñas. La hubiese abrazado hasta olvidarlo todo, pero lo primero que me detuvo fue notar a la pequeña que cargaba en brazos.
Tomándome demandante por la muñeca me arrastró fuera del edificio hasta el parque más cercano, Mari-na logró alcanzarnos un poco más tarde. Las personas que pasaban cerca de mí me miraban sin pudor, el morbo relucía en sus frentes. Sentada en una banca con los tacones llenos de tierra, el vestido sucio por el lodo, la tela rasgada y mi maquillaje parcialmente corrido por el sudor y las lágrimas, sinceramente me importaba un carajo lo que pensaran de mí. Lo único que sabía era que no podía dejar de llorar, no recordaba haber llorado tanto en toda mi vida.
—¿Po qué lloda?— Preguntó la niña. Su pequeño cuerpo oculto detrás de las piernas de WooRi, su redonda cabecita se asomó por el costado.
—Porque...ya no va a... poder ver a una persona que quería mucho. —le respondió acariciándole la fina cabellera negra.
Corrección: lloraba por haber dejado probablemente al único hombre que me habría amado incondicionalmente. Pero no entraríamos en detalles.
—¿Pod qué?
WooRi encogió los hombros y me miró. —Porque a veces los adultos tomamos esas decisiones.
—¿Pod qué? —su rosada carita se arrugó sin poder creer lo que estaba escuchando.
—Ji Na, deja de preguntar, es grosero. —reprendió. — Yo te explico después.
—Sí, mami. —la niña encogió la cabeza y juntó sus manitas sobre su estómago.
Espera, ¿qué?
¿Mami?
¡¿MAMI?!
Dejé de lagrimear casi de inmediato consternada por la respuesta a mi pregunta no formulada.
—WooRi. —empezó a decir Mari-na.
—Hola. —Hizo una mueca parecida a una sonrisa nerviosa.
—Estás de broma, ¿verdad?
En silencio me dijo que no. Volvió la mirada a su hija. — Mi amor, ahí hay columpios como los que tiene tía Malai en casa. Ve a jugar.
La pequeña salió disparada hacia el campo de juegos con su vestido de holanes rojos revoloteando por el viento. Mi boca cayó. Ver a esa niña era como ver a WooRi cuando era menor, salvo por sus ojos. El contorno de su mirada era igual a la de...
—Tienes toda una vida hecha por lo que veo. — Mari-na acusó.
—No si soy honesta, pero Ji Na es mi mundo. —luego carraspeó para cambiar de tema. —¿Cómo está tu hijo? Mis papás me dijeron que se parece a tu hermano.
—Sí, se llama Dongsun.
Estaba harta de todo esto, así que me puse de pie y la encaré.
—¿Dónde estuviste todo este tiempo?
Agachó la cabeza. —Suecia.
—Claro. —farfullé ante lo obvio. Nunca se nos ocurriría buscarla con la familia de su padre, ella lo sabía.
—Malai fue muy buena con nosotras.
—Desapareciste.
—Lo sé y lo lamento, pero en ese momento lo único que pensé fue...
—No te disculpes. — Giré dándole la espalda, caminé hacia la zona de juegos y vi a JiNa jugando con otra niña en los columpios. Me quedé ahí, recargada sobre un árbol viendo a mi sobrina jugar.
No podía creerlo, WooRi tenía una hija. WooRi era mamá. Finalmente, después de tanto, ella era una mamá.
—¿Qué querían que hiciera?
—Primero decirnos por qué te ibas.
—Mari-na, habrían intentado detenerme.
—Hubiéramos buscado una solución.
—No existía una solución. Había dormido con el mejor amigo de mi prometido, Jin confesó haber estado engañándome con su antigua novia de la universidad. Éramos un lodazal de mentiras e hipocresías.
—Déjame ver si comprendo; ¿atravesaste el continente y te ocultaste en otro país sólo porque sentías culpa y tenías roto el corazón? — Cruzada de brazos miré incrédula a WooRi. —Gracias por lo que nos corresponde.
—Bo-mi, por favor, tienes que entender.
—¿Fue por eso que te fuiste? ¿Por esa estupidez nos abandonaste cuatro años, WooRi? ¡Te estás echando toda la culpa! Seokjin no es el hombre perfecto y todos los sabíamos. Yo te lo advertí desde un principio. Taehyung dejó bien claro lo que pensaba de él la mañana siguiente a que te fuiste.
—¿Qué?
—Se volvieron locos. Pelaron a golpes una y otra vez. — Me froté la cara con una mano y solté aire. —Y Taehyung, WooRi...nunca lo había visto así. Seokjin ya furioso dijo unas cuantas cosas y él enloqueció. Habíamos estado bebiendo, todo se salió de control. Tu exnovio le rompió la nariz y tres costillas, pero él tuvo que usar férula en el brazo durante un mes, tenía la cara llena de moretones. Hubo sangre en el piso y la alfombra. Enserio, las cosas se pusieron feas. Mari-na tuvo que sacar todas tus cosas de donde Seokjin porque desde entonces, todo entre nosotros pasó de estar mal, a ser peligrosamente mal.
Mari-na continuó. —Kim Bum dijo que Jin destrozó su apartamento y se perdió bebiendo por varios días.
—Y en cuanto a Taehyung...él estaba completamente perdido. Devastado. Me costó mucho trabajo hacerlo entrar en razón.
—¿Cómo están ahora? —preguntó con voz desesperada.
—Después de casi dos años sin hablarse, dejaron las estupideces a un lado y se dedicaron a buscarte. Pero no tuvieron suerte. Agotaron todas sus fuerzas.
—Lo lamento. Enserio...enserio lo lamento. —Su voz se quebró.
—¡Me alegro! Este es el momento en el que pides perdón por tu maldito egoísmo y yo pido disculpas por todo lo que ocurrió antes, nos abrazamos y juramos nunca más volver a pelear. Nos decimos cosas cursis como: "Te amo, amiga. Perdóname por todo." "Eres mi mejor amiga en todo el mundo, odié tanto no verte, te extrañé" "Lloré de desesperación durante noches enteras porque te habías ido y no lograba encontrarte." Bla...bla...bla.
WooRi escrutó mi cara durante uno momentos, antes de que sus ojos se pusieran brillosos por las lágrimas y una ligera sonrisa reprimida se extendiera en sus labios.
—Eres una maldita perra sin corazón.
Me encogí de hombros. —Ya lo sabía, gracias.
Ella asintió eufórica, corrió hacia mí ahogándome en un fuerte y realmente reconfortante abrazo. La parte de mí que no estaba hecha trizas por haber abandonado al hombre que amaba, gritó de alegría por dentro. Estábamos bien. Mi mejor amiga estaba de vuelta.
Sentí un ligero tirón del vestido a la altura de mi rodilla, bajé la vista y encontré a la pequeña con una expresión de confusión en su cara.
—¿Ya no llodas?
Sacudí la cabeza y sorbí la nariz. —No, ya no más.
WooRi se agachó y se sentó sobre sus talones quedando a la altura de su hija, primero acomodó el cabello de la niña y luego dijo:
— Amor, quiero que conozcas a unas personas muy importantes — Nos señaló. —. Ellas son mis hermanas.
La pequeña nos examinó de pies a cabeza. Supongo que durante su corta vida jamás había visto a una loca vestida de novia lloriqueando a la mitad de un parque. WooRi la incitó a saludarnos con un sutil movimiento de cabeza.
—Soy... Go... Go Ji Na—vaciló llevándose los puños a su boca para después sonreírnos.
—Woori—la miré, sin poder evitar jadear su nombre ante lo que acababa de descubrir. —, tiene sus ojos.
Ella afirmó con la cabeza en silencio.
Fuimos a casa, justo como en los viejos tiempos.
Una hora después, cuando el agua terminó de enfriarse, cerré la llave de la tina y me envolví en una bata. Salí del baño y vi a Mari-na con el teléfono pegado a la oreja dando vueltas por la estancia. Entré a la habitación, WooRi estaba guardando mi vestido blanco en una bolsa negra, de esas que uno usa para desechar la basura. Mi vestido de novia, aquel que debí usar para la ceremonia de esta mañana, no era basura. No lo desecharía. Lo conservaría como un recordatorio de todo lo que pude tener, pero dejé ir por tratar de serle fiel a una promesa que hice cuando era una ingenua niña que vio al matrimonio de su madre fracasar por tercera vez.
—¿Qué piensas?
Derrotada, me dejé caer de espaldas sobre el colchón.
—WooRi—gemí —, he dejado al amor de vida. Nunca me va a perdonar.
Ella se recostó a mi lado, el tirante de su vestido color frambuesa cayó por su hombro, yo me entretuve acomodándolo.
—Dale tiempo, quizá te busque.
Me apoyé sobre mis codos para levantar el torso y mirarla.
—Un hombre como él no puede confiar en una mujer como yo. Y aun así, suponiendo que me busque, ¿qué debería decirle?
—La verdad; que lo amas.
Al decir eso, dirigió su mirada hacia JiNa y sonrió con nostalgia. Dejé caer los hombros y volví a acostarme.
—Eso ya lo sabe.
Escuchamos a alguien aclararse la garganta, ambas levantamos la cabeza encontrando a Mari-na sosteniendo su teléfono en las manos. Me miró dudosa antes de hablar.
—Era mi marido. —Ella y WooRi intercambiaron miradas.
—¿Y?
—Mari-na. —advirtió WooRi.
—Jang Hyuk en verdad te amaba. —concluyó, aunque sé que eso no era realmente lo que quería decirme.
—Y yo a él.
El cuerpo de WooRi se encogió de tristeza y pesar, Mari-na preguntó desde el umbral: —¿Y tú? ¿qué piensas hacer? No puedes seguir escondiéndote de ellos.
Mi mejor amiga le dio un vistazo a su hija que nos observaba con una sonrisa en el rostro.
—Ella tiene que conocer a su papá. — habló en voz baja.
Mari-na sacudió la cabeza. —Seokjin va a volverse loco.
WooRi y yo nos miramos, olvidándonos por un momento de la presencia de Mari-na y Ji Na. Ella sabía que yo lo sabía. En sus ojos vi lo mucho que iba a costarle decir la verdad, pero íbamos a estar bien. Todo terminaría bien.
—No sé qué hacer, Bo-mi.
Le sonreí a medias y apoyé la mejilla en su hombro.
—Somos un desastre, amiga.
¡AYUDAAA! Me va a dar el tramafat (palabra de abuela mexicana) WooRi regresó!!! Manden...no sé, algo, lo que sea, porque esto se va a descontrolar. (Y también abracitos para Bo-mi :( , ¿o cachetadas?)
Les tqm.
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