Capítulo 36: Allanamiento
"La mejor manera de ocultar algo, es hacerlo muy evidente"
Caym Sybarloch.
Caym sabía que el detective Morrison lo estaba observando de reojo y que su discreta mirada lo estaba juzgando de arriba abajo. Tener en casa a un posible sospechoso de su lista era, sin duda, una sensación peliaguda para Gabriel. Sentía la curiosidad de interrogar al varón, de escuchar de su boca qué respuestas podría darle. Estaba tan seguro que el chico pisó la casa de la tía de Melissa, como también lo estaba de la descripción que dio el vagabundo al mencionar la existencia de un joven embelesado, con una belleza esplendida. ¿A quién sino pudo referirse con un chico guapo, vestido todo de negro? Morrison intuía que describió al muchacho, pero no podía corroborarlo. Nada podía corroborar sus sospechas ante la carencia de pruebas. Los actos que cometió eran dignos de alabanza, pues hasta el momento Caym salió impune de todo.
—¿Siempre has vivido en esta ciudad? —preguntó el detective.
El joven lo miró y respondió con seguridad.
—Sí.
—¿Seguro que no estuviste en Fennoith?
El presentimiento de que Caym sí estuvo en aquel internado se mantenía latente en Morrison, aunque este lo hubiera negado rotundamente.
—¡Seguro! Y me alegro de no haber estado. Dada la reputación que tenía y la que se ha ganado, cualquiera saldría peor de lo que ha entrado, ¿verdad? ¡Qué internado más extraño!
—Cierto.
—He oído que el director huyó. ¿Se sabe algo de él? Es bastante extraño que aquel hombre haya huido de algo tan responsable como llevar a cabo un internado, porque, por lo que tengo entendido, era el dueño de la institución.
Morrison guardó silencio, escuchándolo. Él siguió hablando.
—Elliot me contó que el director estuvo casado con una mujer llamada Marie. Su matrimonio decayó por la obsesión de mantener firme su internado, dejando de lado su vida personal. Lo que quiero decir es que, si el director fue capaz de dejar enfriar su matrimonio y que este se rompiera por tal de permanecer vigilando las paredes mohosas de aquel internado, ¿por qué huiría de lo que protegió con tanto esmero?
Sus ojos grises miraban con firmeza el rostro taciturno del detective, el cual hizo que aquel comentario lo dejara muy pensativo. El muchacho siempre hablaba con mucha seguridad y se expresaba con riqueza, sin titubeos ni desvíos de miradas. Eso lograba que ni un ápice de vulnerabilidad, embuste o antipatía se mostrara en su expresion facial. Era audaz, sabía con quién hablaba y cómo hacerlo.
Elliot bajó las escaleras de la casa, después de haber solucionado las cosas con Maddie. Como solo fue una visita, los jóvenes se despidieron de Morrison con educación. Su padre sabía que su hija no estaba de buen humor, e intuía que se trataba de su pequeño trabajo, pues llegó a casa antes de lo previsto. No había salido del dormitorio desde que entró por la puerta, como tampoco bajó a comer.
—Buenas noches, señor Morrison. Nosotros ya nos vamos.
—¿Maddie está bien? —preguntó.
—Está triste. Ha sido despedida de Babinie esta mañana —informó.
Morrison soltó un suspiro, alicaído. Horas atrás dedujo que su hija había sido despedida de Babinie por la actitud angustiada con la que llegó a casa. Con la afirmación de Elliot, la deducción resultó ser cierta.
—Adiós, detective —se despidió Caym con una sonrisa cínica.
Cualquiera diría que aquel demonio se despidió con una sonrisa amigable y benevolente, pero cierto era que se mofaba con altanería del detective.
☠
Eran las diez y media de la noche cuando Victoria y Lucas se hallaban ocultos tras un arbusto. Habían salido del apartamento con la misión de espiar a la persona que creía que guardaba tantos secretos como las pirámides de Egipto. La primera observaba con ojo avizor la vivienda que tenía justo enfrente, y el segundo estaba inquieto por estar allí.
—¿Por qué hemos venido a vigilar la casa del profesor Dwayne? —preguntó el varón, curioso.
—Ya te lo he dicho, Lucas: no hemos venido a vigilar, sino a allanar su casa. La psicóloga cree que Dwayne mantiene el diario de su hermano escondido, y el detective Morrison lo está buscando. Si Morrison está detrás de Dwayne, es por algo. Solo queremos saber dónde lo esconde.
—¿Y si no encontramos el diario?
—Entonces nos iremos, no sin antes registrar su casa.
La enemistad que sentía Victoria por el profesor Dwayne siempre fue la misma. Nunca le mostró confianza, por mucho que el hombre insistiera en mostrarse afable, intuía que había algo oculto en él, pero no podía discernir el qué. Puede que su despiadado hermano Bellamy fuese la razón para etiquetarlo de forma similar, y eso podría ser un error, ya que nunca mostró indicios de ser del mismo calibre. Sin embargo, la joven prefería pensar de ese modo, pues tenía muy claro que jamás debía asumir algo, todo merecía ser cuestionable.
Dwayne permaneció en casa por poco tiempo, pues desde que los jóvenes habían llegado, había apagado las luces del hogar. Saliendo por la puerta principal, abrió el garaje, se montó en su auto y se dirigió a alguna parte. Victoria frunció su ceño siguiéndolo con la mirada. Luego dijo:
—¿A dónde irá a estas horas?
—Es un hombre soltero y de vacaciones, lo raro sería que no saliera de casa un fin de semana —contestó Lucas.
—Voy a entrar por la ventana trasera del patio —informó—. Tú quédate aquí escondido. Envíame un mensaje si Dwayne vuelve, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
La joven anduvo con cautela hasta la parte trasera de la casa. Tenía luces en el patio que se encendían con la presencia de cualquier persona y eso le resultó curioso. Forcejeó con mucho cuidado la ventana en la que quería entrar y, una vez dentro, tuvo mucha discreción cuando pisó el suelo de la vivienda, creía que la alarma antirrobo se activaría, pero, para su fortuna, no fue así. La oscuridad del hogar hizo que la visibilidad por donde caminaba le resultase difícil, así que, con la ayuda de su teléfono móvil, alumbró cada zona que inspeccionaba.
Empezó primero por las estanterías, siendo meticulosa en no desordenar los libros por orden, pero la presencia del cuaderno de Bellamy no la encontró allí. También miró por los cajones de los muebles bajos y por las cajas de almacenaje decorativas que adornaban los estantes. No encontró nada.
«Si tiene garaje, hay sótano», pensó.
Era una casa muy grande con dos plantas y un sótano. Buscó la puerta que llevaba al sótano, sin embargo, estaba bajo llave. Intentó forzar la cerradura, aunque fue inútil.
—¡Mierda! —maldijo con frustración.
Subió las escaleras con la ayuda de la luz de su móvil y estudió las habitaciones restantes. La habitación del profesor estaba entornada a diferencia de otras, en esta buscó la presencia del cuaderno bajo el colchón de la cama, por los armarios, la ropa, e incluso por su mesita de noche.
Estaba muy segura que el cuaderno lo tenía él... pero, ¿dónde?
La siguiente puerta también estaba cerrada, que estaba justo al lado de su dormitorio. Intentó mirar por el ojo de la cerradura, y pudo vislumbrar un lienzo de pintura con su caballete. Parecía un cuarto para su hobbie o su pasatiempo.
«¿Por qué cerraría esta puerta?»
Siguió inspeccionando la casa durante diez minutos, sin encontrar lo que buscaba. Ya casi se había rendido cuando la vibracion de su teléfono la alertó al recibir un mensaje. Pensó que era de su amigo, avisándole de la presencia del profesor, pero no, era de Jenkins. Había adjuntado en ese mensaje una fotografía.
«Alguien sabe lo que hicimos con el profesor Bellamy. He recibido esta nota bajo mi puerta».
La mujer envió el mensaje al grupo de chat que los adolescentes estaban metidos.
Ni siquiera pudo responder al oír el motor y la puerta del garaje abrirse. Acto seguido, Lucas le avisó de la presencia del hombre.
No podía escapar por donde había venido porque se encontraba en el piso de arriba y Dwayne ya estaba entrando en casa. La única alternativa que encontró, fue ocultarse bajo su cama hasta que la situación le permitiera huir.
Lucas esperaba impaciente la presencia de su compañera salir de allí.
El hombre, al entrar en casa, vio la ventana del salón abierta. Quedó observándolo durante algunos segundos, luego dejó la caja de pizza que había comprado encima de la isla de la cocina. Subió las escaleras paulatino y entró en su dormitorio. Parecía saber que alguien había entrado en su vivienda y este se ocultaba allí. La joven Victoria se tapó con la palma de su mano la respiración, para que no pudiera sentirla.
Dwayne se acercó a su cama y se sentó en ella. Los segundos pasaban y la situación se volvía más estresante. De pronto, el rostro sonriente del hombre se asomó bajo la cama y dijo:
—¿Qué estás haciendo aquí, Victoria?
Ella se encontró con su mirada, sin habla. Apretó su mandíbula matándolo de pensamiento. Él siguió hablando.
—Anda, sal —comentó sosegado.
No estaba enfadado, ni mucho menos sorprendido de que ella se encontrará allí. Sonaba apaciguador, tranquilo y amigable. Le tendió la mano para que saliera del escondite, pero ella quiso salir sin su ayuda.
—Has venido por una razón, ¿no? Cuéntamela.
—Sé que oculta información, Dwayne.
—¿Tú también desconfías de mí? Parece que nunca voy a librarme de eso.
—Tiene dos habitaciones echadas bajo llave.
—El sótano está bajo llave porque he tenido una plaga de ratas, Victoria. Recién fumigué, eché veneno y no quiero que ninguna se escape por ahí. Odio las ratas. La segunda habitación está bajo llave por las pinturas, no quiero que se me sequen. Me gusta pintar en lienzos en mi tiempo libre.
Ella guardó silencio y él siguió hablando.
—¿De verdad puedes pensar que soy el tipo de persona que en su casa tiene una sala de torturas, llena de sangre y putrefacción?
—Sí —respondió.
—Victoria —nombró acercándose a la chica-, quiero que creas en mí, por favor. Sabes que yo estoy de tu parte, pretendo ayudarte. Nunca te demostré un mínimo de rechazo ni desconfianza. Siempre te defendí y lo sabes.
—¿Dónde está el diario? —inquirió.
—¿Qué?
—El diario de Bellamy.
—Lo dejé en Fennoith.
—Qué bien miente.
Dwayne suspiró.
—Puedes creerme o no hacerlo. Si has venido a buscar el diario, en mi casa no lo encontrarás. La pizza se me está enfriando, así que, te invito a comer, o puedes irte con tu amigo detrás del arbusto.
«¡Maldito Lucas y su nula discreción!».
Dwayne bajó las escaleras y Victoria siguió sus pasos segundos después. Una vez en el salón, la joven siguió observando la puerta que conducía al sótano.
—Estás desconfiando de la persona incorrecta, Victoria. A mí también me han dejado notas —dijo.
Justo después, la chica hizo caso omiso a sus palabras –a pesar de que las oyó a la perfección– y salió de la casa.
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