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Capítulo 29: Oculto

A Dwayne le resultó muy curioso el aspecto físico de la joven Victoria. Estuvo acostumbrado durante un tiempo en verla con uniforme escolar, con su cabello azabache cayendo sobre su espalda y sin una pizca de maquillaje. Ahora una sombra negra resaltaban sus ojos esmeraldas, un carmín rojo y una peluca del mismo color, la hacía lucir más madura para la edad que tenía. Portaba una vestimenta tan oscura como la de su acompañante Caym.

Veía como la joven se acercaba con lentitud hasta observarla a escasos metros de su persona. No se atemorizó por su circunspecta expresión, ni tampoco por sus cejas bien fruncidas con cierto resentimiento. Estaba claro que Victoria tenía sus motivos para actuar así, y el profesor lo entendía. Puede que una explicación pudiera calmar sus demonios internos. Estuvo dispuesto en hablar, pero la chica se adelantó.

—¿Qué es lo que busca? ¿Un conflicto conmigo, o con todos nosotros? No tengo tiempo para sus estúpidas sonrisas y su rostro tan risueño, como si no hubiera roto un plato en su vida —Victoria lo señaló ojeando su aspecto de arriba abajo—. ¿Cree que por portar un lujoso traje formal lo hace ver mejor persona? Los peores psicópatas están gobernando un país y visten igual que usted.

Al profesor le asombró el hecho de que ella lo juzgara de ser un psicópata. No pudo evitar alzar ambas cejas ante la escucha de su discurso.

—No busco ningún conflicto, Victoria —contestó—. Entiendo tu enfado, y sé que no comprendes el por qué, así que, déjame explicarlo.

—Habla.

—Tengo entendido que Melissa está desaparecida. Si le comentaba al detective Gabriel Morrison que fuiste su compañera de cuarto, tiene más motivos para insistir en su búsqueda y hacerla menos ardua, para que así puedan encontrarla cuanto antes. ¿No es eso lo que quieres?

—¡Lo que yo quiera no es de su incumbencia! Ahora, lo que puede que no quiera la persona que tiene retenida a Melissa, es a la polícia de por medio. Por culpa de eso, puede hacer que ella no salga con vida. ¿Ha pensado en eso?

—He visto muchísimos carteles de Melissa pegados por gran parte de la ciudad, ¿crees que la policía no se ha dado cuenta de eso? Tú misma has involucrado a la polícia en asuntos que a ninguno nos concierne.

Dwayne era mucho más alto que la adolescente, pero ella no tuvo ningún recelo en dar un paso al frente y fulminar al adulto con la mirada.

—Si estáis todos metidos en el ajo, es porque ocultais más secretos que las pirámides de Egipto —opinó la joven.

—No soy tu enemigo, Victoria. ¿No crees que si hubiera querido un mal para ti, ya hubiera ido a la policía a contarlo todo?

—¿Y por qué alguien como usted, con sus ideas bien formadas, iba a defender a una asesina? No me creo sus palabras.

—Porque borraste del mapa a personas que no merecían formar parte de este mundo. No eran inocentes, ni mucho menos personas con remordimientos. Tú misma lo sabes bien.

—¿Justificas mis actos retorcidos?

—No. Apoyo tu situación, que es diferente. No conocí en persona a tu padrastro, pero, por lo poco que he escuchado, era una persona horrible.

La muchacha se cruzó de brazos, guardando silencio por algunos segundos. No le resultó verosímil que defendiera a jóvenes con actitudes retorcidas, cuando su hermano Bellamy también formó, en diferente manera, en ser una persona nefasta.

—¿Qué hay de su hermano? También era una persona que merecía borrarse del mapa —comentó Caym, que estaba apoyado en una pared de brazos cruzados, observando la escena.

—Lo que haya hecho mi hermano, no es mi responsabilidad —espetó.

—La mala sangre, en algunos casos, se hereda —siguió hablando el varón.

—No en el mío. He demostrado que jamás compartí las aberraciones que mi hermano pudo causar. Te defendí en Fennoith, Victoria. Intenté que fueras por buen camino cuando todos estaban en contra tuya. Creo que me merezco un voto de confianza.

Cierto era que Dwayne comentó lo que todos esperaban oír. Puede que no estuviera mal brindarle un poco de confianza, pero tampoco lo conocían a fondo como para saber hasta qué punto llegaba su lealtad. Nadie sabía si estaba mintiendo, ni si dijo la verdad en aquel discurso.

—¿Qué hay de esto? —Victoria sacó de su bolsillo del pantalón la nota en rojo que le habían escrito horas atrás. Se la enseñó al profesor esperando a que este pudiera reconocerla.

—¿Alguien os está amenazando? —cuestionó conforme miraba atónito la nota.

—Creemos que es la misma persona que tiene a Melissa. ¿Reconoce la letra?

—Lamentablemente, no. Debe ser alguien que os conozca y esté resentida con lo que, quizás, hubierais hecho en el pasado. Puede que la respuesta esté en vosotros, ¿os habéis preguntado qué hicisteis con anterioridad? Vuestros actos pudieron haber arrebato los sentimientos de una persona.

Los cuatro adolescentes se miraron cómplices guardando silencio, luego Victoria le quitó la nota de las manos al profesor para volver a guardarla y dijo:

—Tenemos que irnos. Es muy tarde.

Dicho aquello, todos pusieron paso firme en salir de allí. El demonio rodeó su brazo por los hombros de la chica y, conforme caminaba, miró al profesor. El hombre se quedó un tanto confuso de la mirada del pelinegro, viéndolo marchar de la vivienda.

    ☠

Maddie estaba en el salón viendo la televisión, cuando vio a su padre entrar por la puerta principal. Llevaba en sus manos una bolsa que la joven dedujo que, dentro de esta, había comida. Ambos se miraron mutuamente y el hombre le sonrió.

—He comprado comida china, ¿te apetece?

—Claro —respondió ella sonriente.

Su padre se sentó a su lado, y le ofreció una cajita blanca, cuyo contenido se encontraba la dicha comida. Antes de que ella comenzase a comer, observó el rostro de su padre. Parecía contento, y eso le extrañaba muchísimo. Empezó a tener curiosidad y quiso indagar en ello.

Gabriel estuvo a punto de sorber sus fideos cuando su hija le habló, interrumpiendo.

—Pareces contento hoy. ¿Ha ocurrido algo? —indagó.

—Estoy contento al avanzar un poco más en esta ardua investigación. Estaba siendo un caso lento y la carencia de información me desmotivaba.

—¿Qué has descubierto? —preguntó, interesada a pesar de que ya lo sabía.

—Resulta que, Victoria Massey, tenía una compañera de habitación en el internado, la cual ahora se encuentra en paradero desconocido.

—¿En serio? Vaya... No hay ninguna persona que no ande desaparecida de aquel sitio.

—A veces me da por pensar que Victoria Massey está siendo ayudada por alguien.

Morrison se llevó una pinchada a la boca al mismo tiempo en el que Maddie se tensaba en aquel sofá.

—¿Qué quieres decir?

Su padre respondió mirando la televisión.

—Bueno, si te pones a pensar, ¿cómo una adolescente puede ingeniárselas sola en una ciudad como esta? Sé que esto no es Detroit, ni mucho menos El Bronx, pero el mundo está muy mal allí fuera como para que ande una chica en soledad.

—Quizá sabe defenderse.

—O quizá tenga cómplices —dijo, observando a su hija.

La morena masticaba su comida, sin dejar de desviar la mirada de Morrison. Por alguna razón se sintió juzgada y sabía que, si apartaba la mirada ante ese comentario, podía sospechar de ella.

—¿Victoria Massey de qué es sospechosa? —Le preguntó.

—De asesinar a su padrastro y el ama de llaves.

—¿Realmente no se sabe si lo hizo ella, u otra persona?

—Carecemos de pruebas suficientes que puedan incriminarla.

—¿Y qué opinas del crimen? Tampoco eran personas honradas.

—Ninguna persona se merece la muerte, por muy mala que hubiera sido —respondió.

Hubo una pausa de silencio. Acto seguido, la chica comentó:

—Pero tú apuntaste con tu arma al amante de mamá, cuando la descubriste engañándote.

Morrison dejó de comer y agachó la mirada. Escuchar eso fue como recibir una patada en el estómago. La joven Maddie tenía ocho años cuando observó, tras la espalda de su padre, el engaño de su madre hacia su marido en su propia casa. Volvían del parque de atracciones cuando sucedió aquel fatídico drama. Ni siquiera Morrison tuvo el valor suficiente para apretar el gatillo.

«Maddie era muy pequeña cuando sucedió aquello, ¿cómo puede acordarse?»

—Maddie... —pronunció—. Todo lo que quise y quiero en esta vida fue protegerte. Tu madre cometió muchas acciones de las que me avergüenzo, pero yo tampoco fui un buen marido; no le dediqué el tiempo ni la atención que se merecía. Lamento que hayas tenido que ver esa faceta de mí.

Los ojos llorosos de su padre le conmovieron.

—Lo entiendo, papá.

La chica le dedicó una sonrisa enternecedora para que su padre no se sintiera tan angustiado por el pasado. De hecho, decidió vivir con él cuando intentó darle muchas oportunidades a su madre, pero no le gustaba la clase de mundo que la rodeaba. Lo mejor que pudo sucederle a Gabriel Morrison fue que su niñita Maddie decidiera quedarse junto a él.

   ☠

Victoria estaba dándose un baño en la madrugada mientras todos dormían. Estaba meciendo con su mano la espuma del agua de su alrededor, cuando la presencia de Caym inundó el pequeño cubículo. El varón se sentó en la taza del vater viendo como la muchacha estaba relajándose. Ella ni siquiera se impresionó, pues al demonio le encantaba invadir el espacio personal de las personas e interrumpirlas. Sabía que tarde o temprano lo haría; era Caym, el demonio más inoportuno del mundo.

El cabello de la joven estaba echado hacia atrás a causa del agua, que de vez en cuando se sumergía bajo ella. Su maquillaje de ojos corrido sobre su rostro enloquecía, de cierta forma, al muchacho. Ambos intercambiaron miradas.

—¿En qué piensas? —indagó ella.

—Ahora, en ti.

Ella esbozó una sonrisa felina.

—¿Qué piensas de mí?

—Que provocas obsesión. Tu maldito rostro, y esos dichosos ojos que enloquecerían al mismísimo Lucifer. Te odio por eso, por crearme esta atracción. No tienes ni idea de las veces que maldigo por tropezar con una belleza como la tuya, por ni siquiera huir sin que me persiga tu estúpida mirada. Por estar anclado junto a ti y por llevar tatuado tu nombre en lo más aberrante de mi ser, maldigo siempre.

—Gracias —comentó ella, sonriente.

Caym le devolvió una sonrisa burlona.

—¿Qué opinas de Dwayne? ¿Crees en su palabra?

—Siempre dudaré de todo, por mucho que me demuestren.

—¿Crees que esconde algo?

—La pregunta sería: ¿Qué no esconden las personas que estuvieron en Fennoith? Todos esconden algo.

Caym se mantuvo en silencio, observándola. De pronto, la joven se puso en pie dejando mostrar su cuerpo desnudo sin que la espuma cubriera parte de este. Él la estudió como si fuera una estatua de la mismísima diosa del amor. Después, enlazó sus brazos por el cuello del él sin importar que lo estaba mojando. Las gotas de su cabello se estaban resbalando por su delicada figura.

—Ojalá me mires así siempre —murmuró ella.

—Ya lo hago.

El teléfono móvil de la joven empezó a vibrar en el lavabo alertando a ambos jóvenes. Eso hizo que Caym lo agarrara para ver quién llamaba a estas horas. Era un número oculto.

Ella se enroscó una toalla blanca sobre su cuerpo al ver el rostro serio de su compañero. Hubo tensión.

—¿Qué pasa?

—Es un número oculto —dijo.

—Contesta.

—¿Sabes que también podría ser la policía? Podrían rastrearte si contestas.

—Pero también podría ser Melissa.

Entonces, como Caym no quiso pulsar el botón verde para atender la llamada, lo hizo Victoria.

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