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Capítulo 8: Acuerdos

Daren

Los siguientes días luego de que Gabriela aceptara el trato, ambos nos hablábamos a diario por teléfono detallando la perfecta historia de amor que le contaríamos a mi madre. La conozco a la perfección, y sé que la atacará a preguntas cuando vea a la futura novia.

El contrato matrimonial era simple, solo pedía tres cosas.

Confidencialidad.

Fingir ser una pareja feliz frente al público.

Y Fidelidad.

No quería que mientras estuviera "casada conmigo" la vieran con otro hombre, se podría malinterpretar la situación y surgirían chismes.

Pero Gabriela no pensó lo mismo que yo.

Aún recordaba la cara de Gabriela cuando leyó "Fidelidad" en grande, juraría que podría haberme apuñalado si hubiera tenido la oportunidad. Se sentía muy ofendida, dijo que le había dicho entre letras que era una chica fácil.

Tuve que pedir perdón con una caja de donas llenas de crema para poder seguir leyendo el resto del contrato.

Juntos acompañamos al abogado que se encargó de todo el proceso legal y pagó la numerosa deuda de los Rangel.

Ella recuperó su casa y su libertad. Y yo había ganado la esposa que me daría la empresa por la que tanto había trabajado.

Tras un mes de papeleo, acordamos los detalles de cuándo sería el día de la boda, pero Gabriela no mostraba emoción cada vez que hablábamos de eso, y me daba paz mental que lo estuviera llevando de forma profesional y no lo viera como si fuera algo real.

Gracias a Alex mi madre comenzó a notar cosas raras, él se encargó de sembrar la duda de una posible novia. Y eso era perfecto, necesitaba que lo creyera ciegamente y no dudara ni un segundo de la señora De Villiers.

Comencé a ir al restaurante más seguido y luego de que Gabriela saliera del trabajo hablábamos de nuestros gustos, sería extraño que ella no supiera qué comida no me gusta o que no supiera que tuviera una reunión.

Ella debía saberlo todo.

—Hola hermanito —estaba tan ocupado en estos días que apenas lo había visto—. ¿Cómo te está yendo con la chiquilla?

Alex se acomodó en mi sofá de tercio pelo y como si estuviera en su habitación se quitó los zapatos, listo para escuchar.

—Podría decirse que bien —digo sin despegar la vista del portátil, necesito terminar esto para hoy—. No ha mostrado señales de querer echarse para atrás, pero la noto muy desconfiada aún.

—¿Qué esperabas? ¿Qué se lanzara a tus brazos como si fueras su héroe?

Las palabras de Alex me golpean el ego, ahora que lo pensaba, ella ya no me miraba de la misma forma que en el restaurante.

Me levanto para acercarme al minibar y me sirvo un vaso de whisky para calmarme un poco.

—¿Cómo la convenciste para que fuera la flamante esposa De Villiers? —Alex me hablaba, pero la mitad de su atención estaba puesta en Julián que seguía a mi madre como un cachorrito entrenado.

—Justo antes de que cruzara al ascensor, le recordé lo hundida que estaba.

El sentimiento de culpa me azotó al recordar ese día.

Fue una jugada terrible, pero fue la única carta que tenía luego de verla correr.

—Golpe duro señor De Villiers.

Ese día había sonado como un desalmado, y ella tenía razón al decir que había intentado comprarla, porque al final de todo lo había hecho. Y para su mala suerte mi propuesta era su última oportunidad de salir del fango.

No le quedo otra alternativa más que ser mi "novia"

Alex comenzó a mirarme como si quisiera ver a través de mí, había algo que quería preguntar.

Con lentitud me acerqué con un trago para él y para mí.

—¿Qué? —dije entregándole el vaso con el líquido color ámbar—. ¿Por qué me miras de esa forma?

—Entiendo que estés buscando una esposa para heredar la empresa y que con eso te libres de mamá un tiempo. Pero por qué casarte con esa chica que es una simple mesera.

—No es por nada especial, solo la escogí y ya —le di una calada a mi trago recordando lo atractiva que se ve con el uniforme—. Solo es un negocio, no tengo tiempo que perder. Además, no tengo espacio en mi vida para el amor.

—¿Es eso, o el fantasma de ya sabes quien aún te atormenta?

Me sentí terriblemente acorralado ante esa pregunta. Alex sabía que aún no me olvidaba de ella a pesar de lo que había hecho.

Ignorando la pregunta volví a mi escritorio y cambié el tema, no quiero hablar de ella.

—Mejor háblame de lo que tienes con el asistente de mamá —Alex solo me sonrió, se puso de pie y con sus zapatos en la mano se marchó.

Por lo que veo, tampoco le gusta hablar de eso.


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