Capítulo 6: La llamada
Gabriela
Me había quedado en blanco luego de que aquel hombre con su lujoso traje me dejara una generosa propina y me defendiera de Adriana y su lengua venenosa. La tarjeta era más fina que cualquier cosa que tuviera y mi interés se despertó cuando mencionó un puesto de trabajo.
Aquel hombre podía ser mi salvavidas y la solución a mi enorme problema si el puesto de trabajo que quería ofrecerme era bien pagado.
Las palabras del hombre se repetían en mi cabeza una y otra vez, no perdía nada con llamarlo y preguntar qué clase de trabajo era.
Necesitaba más información para poder considerar la idea.
Llegando a casa dejé la bicicleta en un rincón del patio trasero y entré en casa.
Papá a pesar de estar casi durmiendo en el sillón, sostenía con fuerza la botella de cerveza.
Suspiré frustrada una vez que entré en la cocina, los platos del día estaban hasta arriba en el fregadero, y las moscas volaban alrededor de la olla que olía a vinagre gracias al calor del día.
—Creí que había sido clara cuando te dije que guardaras la comida, papá —le dije a la nada. Sabía perfectamente que no me escuchaba, estaba más ebrio que cuerdo y a lo único que se aferraba era al alcohol y al sillón.
Luego de lavar todos los trastes y limpiar todas las superficies de la cocina, me fui directo a la ducha, solo quería sentir el agua tibia relajando cada parte de mi cuerpo y dormir, porque me esperaba el mismo infierno a la mañana siguiente.
En la cama me daba vueltas y vueltas sin poder dejar de pensar en aquel hombre. Rápidamente, busqué en el primer cajón del velador a un lado de la cama la tarjeta que me había dado, y me recosté boca arriba recorriendo las letras con interés.
—Moda & Estilo —dije en un susurro. No tenía un buen teléfono, computador y mucho menos internet para descartar que todo fuera un engaño. Solo me quedaba confiar en las palabras del hombre y en el número que estaba a punto de marcar.
Con valor cogí el teléfono de teclas que apenas se le veía la pantalla y me lo acerqué al oído. Sonó un par de veces antes que una voz ronca y gruesa contestara el teléfono.
Me asusté tanto que de los nervios colgué.
—¿En qué estoy pensando para llamar a un completo desconocido?
Me tiré en la cama de espaldas y con los ojos cerrados pienso en la estupidez que estoy haciendo. No había nada que hacer para salvarnos.
El viejo sonido del teléfono me hace abrir los ojos y con temor miro la pantalla. No me sorprende que sea el mismo número que acabo de marcar, él sabe que solo yo llamaría para luego colgar arrepentida.
Mi piel se pone de gallina al ver que no deja de sonar y cada vez que entra el buzón, vuelve a llamar, es muy insistente. La pesada voz en mi cabeza me recuerda que podría ser una oferta de trabajo buena, o podría ser un delincuente que intenta estafarme. Bueno, si fuera el caso, sería el delincuente más guapo con la voz más caliente que he escuchado.
—¿Hola? —digo luego de hartarme de oír la canción antigua del Nokia. Me sudaban las manos de los nervios.
—¿Eres la chica del restaurante? ¿Eres Gabriela?
Las palabras se me quedan en la garganta y apenas puedo respirar. Es tan extraño todo esto.
Inhalo profundo y me siento sobre la cama para hallar algo de calma.
—Sí... —mi voz suena en un hilo y me doy un golpe en la frente por parecer una tonta—. Quiero saber qué clase de trabajo es el que quieres ofrecerme.
—Bueno, es algo importante y que estará bien pagado, pero es algo que no te puedo comentar por teléfono.
La duda se clava en mi cabeza como un alfiler.
¿Qué clase de trabajo puede ser para que no pueda decirme nada?
—No lo tomes a mal, pero no me veo con extraños.
Siento su risa a través del teléfono y el calor se me sube desde el cuello hasta las cejas.
—Gabriela, lo único que te diré es que voy a ayudarte, puedo ser la solución a todos tus problemas.
¡Ok!
Ahora si está asustándome, no está diciéndome nada, pero siento como me dice todo con esa frase.
—Creo que ha sido un error llamarte, no tengo tiempo para tonterías —digo algo asustada.
Estaba punto de colgar cuando me empezó a suplicar que no colgara el teléfono.
—¡Tranquila! No lo tomes a mal, discúlpame ¿Sí? —guardo silencio y lo primero que se cruza por mi mente es que este idiota está jugando conmigo—. Solo ven a verme a la dirección que está en la tarjeta, la recepcionista sabe que vas a venir.
Por qué está tan seguro de que voy a ir, yo no he dado ninguna respuesta.
—¿Dime por qué tendría que ir a verte? — si no me decía un argumento válido lo mandaría al diablo.
—Porque sé que estás a punto de perderlo todo —me quedo muda ante su declaración y me levanto en seco de la cama de lo espantada que estaba—. ¿Eso te parece un argumento válido?
No supe qué responder, o más bien no me salían las palabras.
Él lo sabe todo.
—Puedo ayudarte con todos esos problemas a cambio de un trato que es muy beneficioso para ambos. Ven a verme a esa dirección mañana a las 07:00 pm, si no vienes daré por hecho que no estás interesada y no volveré a insistir.
Colgué.
No podía seguir escuchando, era muy extraño.
✤
Al día siguiente le conté todo a Abi, necesitaba hablar con alguien de la locura de anoche, pero hablar con ella era casi como hablar con ese loco, me aconsejaba que fuera a verlo, que quizás fuera algo importante.
—Gabi, tienes que ir, quizás te quiere para algún puesto de secretaria o algo así —siempre tan optimista con todo, no ve la maldad del mundo.
—¿Estás loca? No iría a ver a ese hombre ni por todo el dinero del mundo, quizás qué clase de trato quiere ofrecerme ese puerco.
De tan solo de pensarlo se me erizan todos los bellos del cuerpo.
—¿Piensas que quiere hacer «cositas» contigo? —me pregunta con la voz llena de malas intenciones.
Al escuchar las palabras de mi mejor amiga, mi cabeza vuela y me imagino en cada rincón posible del restaurante con aquel extraño.
Sacudo la cabeza eliminando esas imágenes y recobro el sentido común.
—Estás loca de verdad, yo no haría eso —ignoro la mirada dudosa de Abi repasando las mesas que ya estaban brillando de limpias—. Hablando en serio ¿Crees que sería buena idea ir a verlo?
Estaba cansada física y mentalmente, no sabía qué podía hacer para salir a delante. Había días en los que me daban ganas de golpear a papá, no me ayudaba, él no entendía que estaba viviendo su mismo infierno, pero la única diferencia era que yo no me había olvidado de su existencia.
—Si dijo que podía salvarte, no veo porque no intentarlo —dice abrazándome por la espalda—. Y en el caso de que sea un acosador, una buena patada en las bolas lo arregla.
Mi vida en este momento era un sube y baja.
Podía quedarme abajo y hundirme en el lodo, o subir hasta la cima y sujetar la única mano extendida para sujetarme.
Y por primera vez confiaría en la mano de un extraño.
Confiaría en Daren De Villiers.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro