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Capítulo 59: Desde Cero

Gabriela

Nuevo, todo era absolutamente nuevo para mí, no conocía el país, a la gente y mucho menos el idioma. Arriesgarme a tal punto era extraño, pero no imposible, porque sin darle tantas vueltas al asunto me subí al avión dispuesta a dejarlo todo por ir con él. Habíamos pasado tanto tiempo el uno sin el otro que todo lo que quería en este momento era estar a su lado, y olvidar el pasado doloroso que nos había separado y el contrato lleno de reglas y límites que nos había unido en un principio.

El respeto, la confianza, la comunicación y el amor incondicional eran elementos fundamentales para que la relación de pareja funcione. Por esa misma razón estábamos comenzando de nuevo, desde cero, con una única condición que esta vez no estábamos dispuestos a romper. La confianza absoluta el uno en el otro.

—¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —pregunté, mientras que Daren conducía por calles que nunca en mi vida había visto.

—Seis meses —dijo doblando en una calle rodeada de casas hermosas con jardines impresionantes—. Creo que es tiempo suficiente para organizar la empresa y recordarles a ciertas personas cuál es su lugar.

—¿Ocurrió algo?

—Últimamente, llegaban muchas quejas sobre Theo Koch, el presidente sustituto que dejó a cargo mi padre en Alemania. Ese hombre nunca me agradó del todo por su vanidad y por su forma de actuar con mi padre, cada vez que íbamos a ver cómo iba todo, prácticamente le ponía una alfombra roja a papá.

—Un lame suelas.

—Exactamente —Daren sonrió—. En varias ocasiones le comenté de algunas actitudes extrañas de Theo a papá, pero me reprendía diciendo que no podía juzgar a alguien por su personalidad. En eso tenía razón, Theo era bueno en su trabajo y no había tenido que involucrarme en su forma de llevar la empresa, hasta que comenzaron a llegar las quejas de los empleados, gente que lleva años trabajando para la empresa y que son de mi extrema confianza.

—Básicamente, viniste a recordarle quien manda.

—No me gusta hacer ese tipo de cosas —mentiroso, podía ver en su sonrisa cuanto disfrutaba venir a bajarle los humos—. Pero de vez en cuando hace falta.

Daren estacionó el auto afuera de una casa lila, no muy grande, ni muy pequeña, con un jardín lleno de margaritas y podía saborear el árbol de naranjas que estaba a un lado. Se Bajó del auto y caminó directo hacia la puerta de la casa en donde salió una mujer hermosa y sensual, por instinto sentí celos al verla mirar a Daren de arriba abajo. Por su puesto que no me iba a quedar mirando como le coqueteaba en mi cara, bajé del auto tirándome el suéter de lanilla y me acerqué hasta ellos.

—Meine liebe, ella es Scarlett.

—¿Meine liebe? ¿Es tu novia? —preguntó la mujer mirándome hacia abajo, además de guapa era alta.

—Sí es mi nov...

—Soy su mujer, es un placer —sonriendo extendí mi mano de forma delicada.

Si algo había aprendido fingiendo ser la esposa de Daren, era a tratar a las lagartonas que lo rodeaban con la misma clase que una señora de alta alcurnia.

—¡Su mujer! —sorprendida se llevó las manos a la boca y sonrió—. Lissette estará feliz cuando se entere.

Puede que haya sido mi cara de dos metros o mi aura negativa revoloteando entre los tres, pero la lagartona y Daren dejaron de reírse y se dieron una mirada cómplice.

—Gabriela, solo es una vieja amiga —dijo tratando de apaciguar mi rabia creciente.

—No lo malentiendas, Daren no es mi tipo.

Mentirosa, lo vi mirándolo con lascivia.

—Lisette es su esposa —aclaró Daren mirándome con una sonrisa.

Al entender lo que claramente estaban tratando de decirme, sentí el calor subirme por el cuello hasta las mejillas. Estaba siendo una novia posesiva y celosa cuando no había motivo, porque a la mujer hermosa y despampanante que estaba en frente de mí se le quemaba el arroz.

—Para que lo entiendas mejor, no eres tú la que debe sentir celos, es Daren. Me gustan las chiquitas y sobre todo las que son muy bonitas —dijo recorriéndome de la cabeza a los pies.

—No lo tomes a mal, pero no me gustan las almejas.

Scarlett aplaudió y se rio.

—Además de bonita, divertida, ahora entiendo por qué caíste tan fácil —dijo entregándole unas llaves a Daren—. Me voy, tienes mucho ají que cenar está noche, que se diviertan.

Giré sobre mí misma y vi como aquella mujer de la que no tenía nada que temer, se iba dejándome sola con el hombre a mi espalda que llevaba rato tratando de no reírse.

—¿Qué fue eso? —preguntó terminando de soltar la carcajada.

—¿Qué esperabas que hiciera?

—Qué te quedaras en el auto para que no arruinaras la sorpresa.

Al verlo meneando las llaves en mi cara, entendí lo de sorpresa, la casa tan bonita de color lila con un jardín de sueños iba a ser nuestra casa.

—¿Vamos a vivir aquí?

—Por los próximos meses.

Sostuve las llaves riéndome del ridículo que había hecho y las puse en la ranura, el recuerdo de entrar en el departamento la primera vez me llegó a la mente, e igual a aquella vez estaba impresionada con la vista. La casa era preciosa y perfectamente acogedora, emanaba el mismo calor que la casa en la que crecí, si iba a vivir aquí durante los próximos seis meses estaba agradecida.

—Bienvenida a tu casa, meine liebe.



Los primeros meses no podía salir sola a ninguna parte porque no conocía el idioma, pero Daren y Scarlett con paciencia me enseñaron con peras y manzanas hasta que empecé a pillarle el truco al idioma, y logré pronunciar frases completas que lograban comprenderse. Probé diferentes tipos de comidas en restaurantes típicos con Daren, pero a pesar de todos sus intentos de llevarme a probar cosas, el favorito en mi estómago eran los Bretzel para el desayuno que comimos en una cafetería cerca de casa. Visitamos la puerta de Brandemburgo, era enorme, me veía diminuta a su lado y gracias a una amable mujer nos tomamos una foto preciosa que dejé en un cuadro en la entrada de la casa. Paseé en barco en el río Spree, en donde Daren planeó toda una cena romántica con músicos, chef y meseros, mientras que charlábamos de todo y de nada, igual a dos extraños atraídos el uno por el otro que están comenzando a conocerse.

Lo vi adentrarse un poco nervioso en la empresa en donde solo los empleados más antiguos lo conocían y agradecían que estuviera ahí para ayudarlos a desenmascarar a ese tal Theo. Afortunadamente, el hombre estaba en un viaje de negocios y no se enteró de la llegada de Daren, hasta que volvió y lo encontró sentado en su escritorio para que rindiera cuentas de la forma tan cruel de tratar a los empleados, y del aumento de sueldo tan exagerado para los empleados que eran de su confianza.

No tuvo nada que decir, solo tuvo que dar su brazo a torcer y agradecer que no lo despidieran, pero estaría bajo supervisión un tiempo. No le gustó tener a alguien encima de él, mandándolo y que cualquier movimiento que quisiera hacer tuviera que pasar bajo el agudo ojo de Daren.

Cada tarde hablaba por videollamada con Abi mientras que preparaba la cena y estuve feliz cuando me contó que el próximo mes se mudaría a la casa de Jared definitivamente. Prácticamente, tenía todas sus cosas allá y era una completa estupidez ir una o dos veces a su casa y luego volver a la de Jared. No vendería la casa que tanto trabajo le había costado conseguir, solo la arrendaría para generar un ingreso extra y poder ayudar con las cuentas en lo que encontraba un nuevo trabajo.

Daren en las tardes llegaba cansado, pero no por eso llegaba directo a la cama, era como si llegar a la casa y encontrarme ahí lo recargara. Cenábamos riéndonos y escuchaba atentamente la emoción con la que me contaba lo mucho que había mejorado la empresa desde su llegada.

Antes pensaba que enamorarse de la misma persona dos veces era imposible, pero Daren con su forma de amarme me demostró que es posible. Él organizaba diferentes citas fuera y dentro de casa, cada mañana se levantaba temprano dejando una nota y el desayuno listo a mi lado para que cuando despertara fuera lo primero que viera, y cuando menos me lo esperaba, hacia pequeños detalles que lograban que se incrustara más en mi corazón.

Una de las tantas citas de Daren había sido estropeada por el clima, la lluvia era tan intensa ese día que no podíamos salir de la casa, pero no estaba dispuesto a desperdiciar nuestro viernes de cita. Improvisadamente, tomó una sábana y la acomodó frente al televisor enorme que había comprado hace unos meses, puso velas con olor a canela y cenamos viendo Un paseo para recordar. Lloré con el final.

—Gabi, necesito decirte algo —dijo mientras ordenábamos todo antes de ir a la cama.

—Soy todo oídos.

—Theo no aguantó la presión y renunció —me quedé en silencio esperando a que continuara—. Sé que dije que solo serían seis meses, pero no puedo irme y dejar la empresa a la suerte.

—¿Y cuál es el problema?

—¿No te molesta tener que quedarte?

Daren me observaba un poco preocupado.

—Bueno, llevamos meses aquí, un par de años no me matarán. Además, me gusta estar aquí y aprender cosas nuevas, y por esa misma razón tomé una decisión importante.

—¿Cuál?

—Quiero estudiar diseño de modas.

Gracias a Daren que se había encargado de acelerar todo el proceso de mi nacionalidad, ya era una ciudadana más en Alemania y como tal tenía derecho a estudiar, trabajar o cualquier cosa que haría una persona normal.

—Me parece una excelente idea y voy a ayudarte en todo lo que no entiendas.

—Esas son las ventajas de que mi novio sea diseñador.



Daren

El dinero podía ayudarme en negocios, proyectos y en muchas cosas más, pero no a convencer a Gabriela de que no era necesario que trabajara. Insistía en estudiar y trabajar como lo haría cualquier persona, le ofrecí trabajar conmigo en la oficina y no quiso aceptarlo. Era terca, tan terca como una burra, pero aunque le pedí que no lo hiciera, lo hizo de todos modos y no me quedó más remedio que apoyarla.

Sabía mejor que nadie que su motivo para comportarse así, era su orgullo. No quería ser una mujer que dependía en todo sentido de su pareja, y está muy bien que quiera independencia, pero no cuando en lo único que debía ocupar su tiempo ahora era estudiando.

No me hizo caso y pese a todo mis consejos Gabriela encontró un trabajo al que iba el fin de semana, esos días por lo general los utilizaba para ayudarla con el que hacer de la casa, le llevaba el almuerzo al trabajo y regresaba para preparar la cena e ir a buscarla a la salida. De lunes a viernes Gabriela iba a la universidad desde muy temprano y pasaba a recogerla a las 06:00 pm todos los días y me hablaba con emoción de sus clases. De vez en cuando venía a casa Isabella, su amiga más cercana en Alemania, la había conocido en una fiesta en la universidad y desde entonces habían sido inseparables. Me agradaba la amistad que tenía con Isabella, era una mujer un tanto seria y de pocos amigos, pero con un norte muy claro.

Gabriela en las semanas previa a exámenes estudiaba hasta muy tarde y en varias ocasiones la subí en brazos hasta la cama porque se quedaba dormida sobre el computador. Quemarse las pestañas día y noche rindieron frutos y estaba orgulloso de Gabriela, era la mejor de su generación en la carrera, pero había unos cuantos que desacreditaban su esfuerzo por el rumor de que su novio era de uno de los diseñadores más importantes del país.

Sabía mejor que nadie que eso era parte de rumores mal intencionados, mi Gabriela a pesar de que intentaba ayudarla con alguna corrección, no me dejaba ver sus proyectos para sus clases, decía que la acusarían de tramposa por recibir clases de un diseñador profesional ya establecido. Solo pedía mi ayuda cuando no entendía algo dicho en clases, pero de ayudarla a hacer algún diseño, jamás.

Verla cada día sentada en su sala de estudio improvisada en el salón, me llenaba de orgullo, había logrado superarse y aprender en un país extraño del que no conocía nada. Pero debía ser sincero, ahora que Gabriela me entendía a la perfección en alemán me gustaba discutir con ella, se veía terriblemente sexy mirándome con el ceño fruncido sermoneándome.

Y no podía olvidar que aquellas discusiones siempre terminaban en sexo desenfrenado.



"Seis años después"


—Que pase al frente la señorita Gabriela Rangel.

Me puse de pie en cuanto la oradora dijo su nombre y aplaudí orgulloso de la mujer fuerte en la que se había convertido. Consiguió estudiar, terminar su carrera y eso le abría muchas puertas que antes estaban cerradas, ahora tenía el camino libre para alcanzar todo aquello que quiera por su propia cuenta. No habría límites.

Abigail estaba a mi lado gimoteando de alegría, mientras que Jared la abrazaba por los hombros. Los tres la observábamos a la distancia con un grupo de amigas con las que había compartido el último año.

—Quiero decirte algo —dijo Abigail sonándose la nariz.

—Adelante.

—David te envió una carta.

No respondí, me quedé callado mirando a Gabi reírse.

Habían pasado seis años en los que Gabriela no mencionaba a su padre en muchas ocasiones, y lo único que me contó sobre David es que le pidió que se olvidara de él. Respiré hondo y solté todo el aire acumulado, no podía huir del pasado por siempre.

—Dámela.

Abigail rápidamente sacó una carta algo sucia y demacrada que decía mi nombre. Tardé un momento en tomarla, pero finalmente lo hice.

—Daren, no se lo cuentes a Gabi, quizá no te lo dice, pero ella le afecta todo esto.

Abigail tenía razón, llevábamos años juntos compartiendo y había ocasiones en las que Gabriela salía a sentarse al columpio que había hecho en el árbol de naranjas, y se balanceaba muy melancólica. Hablar de David con ella era difícil para mí, por eso jamás hablaba conmigo de él.

Me alejé de la reunión sin que Gabriela lo notara y abrí el sobre que tenía una letra descuidada que me costaba entender. La tinta en el papel cuadriculado estaba corrida y manchada por lo que sabía que eran lágrimas.

Para él:

Sé que es difícil para ti leer esto, mi intención no es molestar o remover malos recuerdos, solo quiero agradecerte por no culpar a mi hija de mis errores. Ella te ama como jamás va a amar a nadie, en varias ocasiones vi la forma en la que la mirabas, sé que su amor es correspondido, amas a mi Gabriela y eso es todo lo que un padre puede pedir para su hija.

Te doy las gracias por ayudar a mi hija y llevarla a donde sé que ahora es feliz, sigue cuidando, amando y protegiendo a mi tesoro más grande y nunca la dejes sola.

No le muestres esta carta a ella, no quiero que me recuerde. Adiós y espero que algún día puedas perdonarme.

Al terminar de leer las palabras de David, un sabor agridulce se me quedó en la boca. De alguna manera no podía culparlo del todo, él había cometido un error por un ser amado al que quería proteger, pero su amor había provocado un accidente y por eso no podía perdonarlo.

—¿Todo bien? —dijo Gabriela a mi espalda. Rápidamente, oculté la carta en la chaqueta, ya tendría la oportunidad para cumplir uno de los deseos de David.

—Sí.

—Abi quiere ir a una discoteca a celebrar.

—¿Y que estamos esperando? Tenemos que celebrar a la nueva diseñadora de modas de la empresa —dije sujetándola de las mejillas.



Gabriela daba pasos lentos y torpes con los ojos vendados agarrada a mi mano, se reía y trataba de adivinar qué estaba planeando.

—¿Dónde estamos?

—En un lugar especial.

Debía agradecerle a Isabella por recomendarme este lugar, era grande, hermoso y romántico para mi plan de esta noche. Supongo que lo hizo para recordarme que era una talentosa paisajista, qué apropósito, ella había diseñado este jardín siendo aún estudiante.

—Quiero que te quedes aquí, no mires —dije dejándola parada justo en el puente que pasaba por encima de un río lleno de peces.

—No lo haré —cantó sujetándose la banda de los ojos.

Tomé aire y coraje para que las palabras que salieran de mi boca esta noche fueran convincentes. Despacio quité la venda de sus ojos y me planté firme delante de ella.

—Gabriela, hemos recorrido un largo camino —hablé parado con una sonrisa nerviosa—. Hemos superado muchas dificultades, que nos han unido más.

—¡Oh dios mío!

No había dicho ni la mitad de mi discurso y ya me había descubierto.

—Desde que te conocí supe que eras la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida y que no quería separarme de ti jamás —Gabriela lloraba en silencio con la vista fija en mis ojos—. Así que he pensado que es el momento de subir de nivel... ¿Quieres casarte con...

No tuve tiempo de terminar mi romántica frase porque ella se lanzó a mis brazos cuál koala gritando, riendo y llorando.

—Creí que no volverías a pedirme matrimonio —chilló sujetándome las mejillas—. ¿No crees que seis años es mucho?

—Quería esperar a que terminaras de estudiar, pero meine liebe, no me has respondido.

—No digas tonterías, por supuesto que voy a casarme contigo.

—Vas a ser mía otra vez.

—Lo soy desde hace tiempo, te recuerdo que tengo una D tatuada en el culo.

No pude evitar reír, hace dos años en una borrachera, Gabi y yo salimos en la madrugada a buscar a un tatuador para hacernos tatuajes de pareja. Cualquiera pensaría que un corazón en la muñeca bastaría, pero Gabriela decidió tatuarse una D en la nalga derecha y motivado por ella, me tatué una cierva en la nalga izquierda.

—Como olvidarlo —me reí poniendo el anillo de diamantes en su mano—. Fue la primera y última vez que le mostré el culo a un hombre, fue tan incómodo.

Gabriela miró el anillo sonriendo y le rodó una lágrima por la mejilla.

—Cumpliste tu promesa mi amor —dijo mirándome de una manera que me hacía sentir especial, me gustaba sentirme así con ella, solo con ella.

—Y no voy a dejar de hacerlo nunca.


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