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Capítulo 58: Juntos al fin

Daren

La gente pasaba y nos miraba con rostros extrañados, unos murmuraban, y había otros que no podían evitar quedarse espiando la escena que les parecía tierna con una sonrisa.

En cuanto a mí, todos ellos podían seguir su camino y dejarme disfrutar en paz la felicidad tan grande que apenas podía aguantar en el pecho. Tenerla así de cerca y poder besarla aún era irreal, pensé que no volvería a verla nunca más y estaría el resto de mi vida condenado a estar sin sus besos, abrazos y su calor.

—¿De verdad estás aquí? —pregunté dudoso todavía. No sabía si estaba soñando, pero quería continuar haciéndolo y no despertar.

—Sí —contestó sujetada a mi cuello con firmeza—. Y no pienso irme.

En mis sueños siempre me rechazaba a pesar de mis súplicas constantes por su perdón, lograba que me arrastrara y que perdiera todo mi orgullo, pero ahora estaba aquí, justo aquí.

—Gracias por volver —me aferré a su cuerpo sujetándola con fuerza de la cintura.

Me sentía como si hubiera estado sumergido un largo tiempo bajo el agua y apenas ahora pude volver a tomar aliento. Todo el tiempo que pasé sin ella, estuve muerto en vida, la extrañaba tanto que odiaba despertar cada mañana y darme cuenta de que seguía en esa pesadilla. La extrañé cada día, cada hora y cada minuto que estuvimos separados y ahora me dolía mucho más no poder quedarme. No contaba con que Gabriela se presentaría en el aeropuerto con ese maldito uniforme de mesera que era mi perdición. No podía ignorar lo guapa que se veía, se me estaban saliendo los ojos recorriendo la perfecta forma de sus piernas.

—Gabi, tengo que irme.

—¿Qué? —abruptamente se separó de mí y me observó con una sonrisa amarga.

—Meine liebe, no puedo quedarme.

Tenía responsabilidades a las que no podía darle la espalda, debía irme, había muchas cosas en la empresa de Alemania que no andaban como debería y requerían supervisión directa de la familia. Hace una semana me había comprometido en ir para ver de cerca a la administración de la empresa, últimamente llegaban quejas constantes de empleados alegando las injusticias por parte de la administración actual. Y eso era algo que no podía pasar por alto.

—Pensé que ya no te irías —dijo con la voz quebrada.

Ver el temor en sus ojos, me partía en mil pedazos, pero no podía quedarme.

—Tengo obligaciones que cumplir.

No quería irme luego de que ella viniera por mí, y no podía llamar al socio de Alemania que ya tenía todo preparado para mi llegada. Mi sentido de la responsabilidad por el trabajo y mi corazón se estaban peleando.

—No voy a dejar que vayas —dijo decidida apretando mi mano—. Al menos no solo, voy contigo, no quiero volver a separarme de ti.

Su pequeño acto de amor logró que mi corazón diera un vuelco, estaba dispuesta a dejar todo con tal de permanecer a mi lado. Eso me demostraba una vez más la forma incondicional en que Gabriela me amaba.

—Prometo no molestar cuando estés trabajando, solo déjame ir contigo.

—¿Irías conmigo?

—Por supuesto, no pienso dejar que te vayas solo —arrugó el ceño—. Hansel ya me contó sobre todas las lagartonas que hay allá y no pienso dejar que toquen lo que es mío.

Ese idiota, seguía estando cerca y salvándome una vez más de mi miseria. No cabe duda de que él había regresado a ser mi mejor amigo.

—¿Él te trajo hasta aquí?

—Sí y me dio esto, para que fuera por ti en caso de que no pudiera alcanzarte aquí —del bolsillo sacó los pasajes y el pasaporte que le daba pase libre.

Maldito Hansel, no sabía si darle un beso de agradecimiento o depositar en su cuenta de inmediato los boletos en primera clase que le había comprado.

—¿Regresaron a ser uña y mugre? —preguntó Gabi con burla.

Asentí con la cabeza.

—Sé que él no te agrada del todo, pero Hansel es una buena persona, crecí con él como si fuera mi hermano y no sabes lo mucho que me alegra tenerlo cerca de nuevo.

—Sí, ese tonto a pesar de ser un patán de primera es bueno, en el fondo, pero bien en el fondo.

El teléfono en mi bolsillo comenzó a sonar y sonreí al ver el nombre de Hansel en la pantalla.

—Hablando del rey de roma.

Por lo que veo te gustó mi regalo.

—Estoy enamorado de él —contesté mirando a Gabriela—. Sigo acumulando deudas contigo.

Así parece Darencito, pero no te preocupes, ya llegará el día en que tengas que devolverme el favor y no podrás decirme que no.

—¿Vas a venir a vernos alguna vez?

—Puede ser, siempre y cuando me tengas a una hermosa alemana esperándome en lencería.

—No, para eso no necesitas ayuda.

Lo sé, soy irresistible —la risa de Hansel se escuchó a través del teléfono—. Cuídense y toma los pasajes como un regalo para la pareja enamorada y como una disculpa por mi mal comportamiento en el pasado.

—Olvida eso, ya está perdonado y gracias, te voy a extrañar idiota.

—Solo asegúrate de ser feliz, te lo mereces... y también te voy a extrañar.

Colgué el teléfono algo extrañado, Hansel nunca decía palabras bonitas o daba algo sin nada a cambio, era un gran paso para él y me agradaba que rompiera esa barrera que tenía con todo el mundo.

—Hansel dijo que había enviado a una amiga para retrasar tu vuelo. ¿Qué pasó con ella?

—Así que ese dolor de cabeza era de parte suya.

No me resultaba nada difícil adivinar cómo había averiguado en que avión me iría, Hansel era un investigador y muy bueno. No solo había logrado retrasar el vuelo, sino que también consiguió que me bajara del avión y gracias a ese detalle, recuperé a Gabriela.

—Esa mujer era muy problemática, causó muchos problemas momento antes del despegue. Como resultado echaron a otro pasajero, a esa mujer y a mí por estar sentado a su lado.

—Recuérdame darle las gracias.

—¿Por qué?

—Porque si no hubiera hecho un escándalo, no estaríamos juntos ahora.

—Tienes razón, le debemos mucho a esa mujer, pero es una lástima que no volvamos a verla. Ya sabes cómo es Hansel.

—Es un mujeriego de primera, pero créeme, en algún momento encontrará a alguien que esté igual de loca que él, y espero estar en mis cinco sentidos para verlo terriblemente enamorado.

—Eso espero —dije tomándola de la mano y caminar hacia la tienda de ropa femenina que había visto hace un rato—. Ahora vamos a una tienda, necesitas ropa.

—¿Te avergüenza como estoy vestida? —preguntó.

—Claro que no, es por tu seguridad —aclaré avanzando sin soltar su mano, sentía la necesidad de tenerla cerca, pensaba que si la soltaba me daría cuenta de que me había vuelto loco y que ella estuviera a mi lado en este momento no era más que una ilusión.

—¿Por mi seguridad?

—Sí.

—¿Qué quieres decir? —dijo con una sonrisa.

A veces Gabriela era muy inocente e ignoraba algunas cosas, pero ahora no lo era, sabía muy bien a que me refería e intentaba a toda costa sacarme la verdad bajo esa ingenuidad que no me convencía en lo absoluto.

—Quiero hacer las cosas bien —dije tratando de convencer a mis ojos para que dejaran de ver a través del uniforme—. Y si sigues vestida así cinco minutos más terminaré llevándote a algún rincón del aeropuerto y te arrancaré el uniforme con los dientes.

—No me molesta la idea.

Me detuve en seco y cerré los ojos intentando no pensar con la cabeza de abajo, pero estaba siendo demasiado difícil. Luego de saber cómo era el sexo con ella no podía evitar desearlo, solo ella había logrado hacerme llegar a ese punto en donde perdía la cabeza.

—¡Oye tú!

Al oír el grito los pensamientos calenturientos desaparecieron en segundos y por acto reflejo me oculté detrás de Gabriela. Esa voz la conocía y muy bien, y para ser franco, le tenía algo de miedo.

—¿Estás sorda? Llevo más de diez minutos llamando a ese cacharro de teléfono que tienes.

Abigail se veía molesta, despeinada y con ropa holgada, como si estuviera a punto de meterse a la cama a dormir. Me ignoraba por completo, solo miraba a Gabriela que estaba entre risa, nervios y vergüenza, tenía las mejillas rojas.

—¿Vas a tomar tus cosas o no? —dijo sujetando la manilla de la maleta.

—Gracias Abi, te prometo que voy a compensar el mal rato.

—Eso espero, porque no desperdicié una tarde tranquila en un jacuzzi por venir hasta aquí.

Jared detrás de ella le masajeaba los hombros y me dio una mirada perversa que me dio el motivo del porqué la molestia de su novia. No pensaban dormir en lo absoluto, y la pinta desastrosa de Abi era porque estaban en otras... actividades recreativas.

—Y tú —gruñó apuntándome con el dedo—. Pórtate bien y trátala como a una reina, porque si me entero de que la hiciste llorar voy a cortarte las pelotas y te las voy a cocer en la garganta. ¿Te quedó claro?

—Como el agua.

—Bien —suspiró y le dio una sonrisa con tristeza a Gabi—. No sabes lo mucho que voy a extrañarte.

—No te pongas así, voy a volver —Gabriela la abrazó con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Cuándo?

—No lo sé, el tiempo lo dirá.

—Ese es el problema —dijo con la cabeza escondida en su cuello—. No sé cuándo volveré a verte.

Abigail no era solo su mejor amiga, tenían un vínculo que superaba al sanguíneo por mucho, era la hermana que no tuvo y por eso la protegía de todo lo que intentara hacerle daño. Entendía su preocupación a que se fuera lejos y su miedo a que volviera a lastimarla. Aunque no tenía de qué preocuparse, no pensaba hacer eso, al contrario, quería hacerla feliz, verla crecer como persona, que estudie una carrera y que siga dibujando los diseños que estaba haciendo en una servilleta. Sin saberlo Gabriela era un diamante en bruto que podía pulirse y ser uno de los más brillantes, pero eso es algo que solo ella debe decidir.

—Amor, no te pongas así —dijo Jared acercándose y apartarla de Gabi—. Podemos ir a verlos si quieres, ¿estás de acuerdo?

Abi en silencio lo abrazó por la cintura y asintió mirándolo.

—Tenemos que irnos —dije despacio, logrando que Abigail llorara de nuevo—. Gabriela tiene que cambiarse y pasar por la revisión de equipaje antes de subir al avión.

—Abi, esto no es un adiós, es un hasta pronto —Gabriela la abrazó y le sobó la espalda—. Te quiero.

—Yo más a ti y cuídate, y si el tonto a tu lado te hace llorar, llámame, con gusto iré a dejarle morado el otro ojo.

—Te aseguro que no hará falta —respondí a la amenaza.

—Prometo que te llamaré a diario para contarte todos los detalles de cómo es allá.

—Sería mejor una videollamada —alegó Abi dándome un vistazo, era una clara orden de «cómprale algo decente para hablar con ella».

—Abigail, te aseguro que podrá hacerte videollamada todos los días —contesté antes de que me golpeara.

Del equipaje de mano busqué algo de lo que no había podido deshacerme, ese pequeño objeto tenía muchos recuerdos y era algo que ella apreciaba mucho, por esa misma razón lo traía conmigo.

—Oh dios mío —dijo Gabi al verlo intacto, igual a como ella lo devolvió—. ¿Lo guardaste todo este tiempo?

—Sí —aclaré entregándole el teléfono de vuelta—. ¿Cómo podría tirarlo después de todo lo que adorabas a esa cosa?

—Y sigue con su carcasa rosa de corazones —contestó con voz cariñosa.

Gabriela, Abi y Jared se dieron un último abrazo y luego ella me tomó de la mano para ir a nuestro nuevo destino. A la distancia se despidió de Abi que la observaba emocionada al verla marcharse hasta que ya no pudimos verla.

Se veía muy nerviosa por viajar a un lugar del que no conocía nada, pero más que nada, estaba decidida a irse sin pensarlo y comenzar desde cero. Eso era algo que me llenaba por dentro, y me daba la oportunidad de hacer todo de la forma correcta, sin contratos, acuerdos o reglas que me limitaran a estar con ella en diferentes formas.

Ahora solo quería irme con ella lejos y recuperar todo el tiempo que había perdido. Gabriela es la mujer con la que siempre soñé y se merecía el cielo y las estrellas.

Y yo, iba a dárselo.


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