Capítulo 57: Contra el tiempo
♫ All I want - Olivia Rodrigo
Gabriela
Limonadas estrelladas contra el suelo, entregas de platos incorrectos, órdenes con errores en los ingredientes y todas las constantes equivocaciones eran gracias a qué mi cabeza no paraba de pensar en que Daren se iba esta tarde. Sí, lo sabía por Jared que no había podido callar, y me hubiera gustado no saberlo.
De alguna manera, detestaba esa parte de mí que se veía afectada, porque a pesar de todo lo que intenté odiarlo y olvidar que lo amaba, no pude hacerlo.
—Gabi, te quiero y me caes muy bien —dijo Denis tocándose la sien—. Pero no puedo permitir que sigas atendiendo así de distraída.
—Lo siento.
—Prefiero que subas al segundo piso, hay un evento a las 06:00 y tiene que estar listo para entonces, ocúpate de eso —Denis molesta se dio la vuelta y regresó a la caja en donde algunos clientes la esperaban para que les cobrara lo que habían consumido.
Con la cabeza hecha un caos subí sin pasar por alto la risita burlesca de Adriana, estaba más que feliz porque me llamaran la atención. Era igual a una serpiente de cascabel, venenosa, mezquina y envidiosa.
El segundo piso del restaurante por lo general se ocupaba como salón de eventos, venían muchas empresas externas a celebrar cumpleaños, aniversarios o cualquier celebración que requiriera beber hasta las trancas y quedar tieso de tanto comer.
Al ver el desastre que estaba en el piso y en las mesas, suspiré fastidiada, pero al menos era un buen pasatiempo para no pensar.
Recogí los platos, cubiertos, vasos y lo llevé hasta el carrito que más tarde llevaba a la cocina el copero para lavar y dejar reluciente para el día siguiente. Guardé las botellas retornables y deseché todas las de plástico que no servían más que para contaminar. Quité los manteles blancos que habían quedado terriblemente manchados y subí las sillas sobre las mesas para poder barrer y trapear a profundidad, el piso gritaba "por favor límpiame" con suma urgencia. Estaba lleno de sobras, cerveza y de algo que podría ser barro.
Llena de energía pasé el trapero peludo por todos lados, logrando que la cerámica negra volviera dejar a la vista el efecto marmoleado. Una vez seco bajé las sillas, puse manteles rojos y cuando estaba por terminar de doblar las servilletas una voz melosa se escuchó a mi espalda.
—Gabriela, necesito que bajes a atender a un cliente.
—Aún no termino, ¿no puede ir Adriana? —pregunté algo enfadada, esa perezosa desde que llegué no hace más que meterse en el camerino a chatear con sus amigas y solo atendía cuando algún cliente le llamaba la atención.
—Lo intentó —contestó Denis cruzándose de brazos—. Pero él dijo que quería que fueras tú a su mesa.
—¿Yo?
—Sí, tú —dijo con una risita pícara en el rostro.
Al ver su sonrisa, el único rostro que se cruzó por mi mente fue el de Daren, ¿acaso no se había marchado?
—Por lo que veo no te faltan admiradores, porque el hombre que está allá abajo tiene a media clientela femenina dirigiéndole su atención.
La niebla de la desilusión se instaló en mi pecho al darme cuenta de que no hablaba de Daren. Si hubiera sido él, Denis habría entrado corriendo y gritando sin poder contener la emoción.
—Hubieras visto la cara de Adriana cuando él le dijo "no nena, no eres tú la que quieren ver mis ojos" —dijo Denis haciendo una mala imitación de un hombre rudo.
—¿No había venido antes?
—No que yo recuerde —manifestó saltando en su lugar—. Pero no te quedes aquí y ve.
Al ver el afán de Denis, no pude vencer mi curiosidad y con la idea de un hombre en mente, bajé los escalones, avancé por el pasillo y sigilosamente me asomé a recorrer las mesas con la vista. No vi a nadie conocido así que salí de mi escondite hacia la terraza encontrándome con la última persona que pensé que vendría.
—¿Qué haces aquí? —pregunté confundida, no sabía nada de él desde que Ian presentó mi divorcio.
—Hola corazón —dijo con una gran sonrisa—. Hace mucho tiempo que no veía esa cara tan hermosa y ese genio de mierda.
Soporté su mal comentario porque no podía echarlo luego de todo lo que había hecho por mí y estaba muy agradecida, pero Hansel seguía siendo una piedra en el zapato.
—Hansel, ¿qué haces aquí?
—Es lo mismo que yo me estoy preguntando —dijo poniéndose de pie.
—¿Qué quieres decir?
—¿No lo sabes? —arrugué las cejas y me crucé de brazos—. Por tu cara veo que no, pero no te preocupes, hoy he venido a solucionarte la vida.
—Ve al grano, no estoy de humor.
—Tu ex está en camino al aeropuerto justo ahora.
Todo el día evitando el tema, engañando a mi mente con trabajo para que venga este idiota justo ahora a recordármelo.
—Ya lo sabía —afirmé.
—¿Y vas a dejar que se vaya? —la voz de Hansel se escuchaba desilusionada, quizá esperaba ver algo de tristeza en mí.
—Es lo mejor.
—¿Lo mejor? —se rio—. Lo mejor que le pudo a pasar a ese idiota fue contratarte como esposa, y si no me equivoco siempre fuiste especial para él, incluso antes de ofrecerte ese contrato.
—¿De qué estás hablando?
—Daren venía desde hace tiempo a este cuchitril, en varias ocasiones lo vi aquí sentado y siempre te seguía con la mirada.
—No es posible, antes no era mesera y salía poco de la cocina.
—Eso no significa que no te haya visto —sonrió.
Estaba logrando que mi corazón saltara de emoción con sus palabras, pero no podía permitir que cediera. La decisión ya estaba tomada, no podía arrepentirme ahora luego de haberlo rechazado tantas veces.
—Bueno, solo vine a decirte eso —dijo avanzando hasta la salida perezosamente—. Es una lástima que lo de ustedes terminara así, puedo ver cuanto lo amas todavía.
—No lo amo.
Hansel se rio con más energía apuntándome con el dedo.
—Eres muy mala mentirosa, no olvides que investigo cosas y soy un detector de mentiras andante.
—Eres un mentiroso andante.
—Como digas —dijo dándose la vuelta antes de irse—. Sé que no soy nadie para darte consejos, y mucho menos consejos de amor cuando no tengo la capacidad de estar con la misma mujer dos veces. Pero después de todo lo que vi en estos meses, puedo asegurar que lo de ustedes no fue un negocio en un papel, se aman, y están siendo un par de tontos por dejar que el orgullo les gane. Se merecen una segunda oportunidad, o al menos intentarlo.
Al ver a Hansel marcharse, me senté en la mesa con la mente aturdida con tantas cosas que me susurraba, me sentía entre la espada y la pared. El sentido del deber me decía que no, que no fuera, que me quedara aquí y que el tiempo me ayudaría a olvidar, la otra parte, estaba a punto de correr al primer taxi que viera para ir por él.
Me reí por no llorar y recordé las palabras de mamá.
"Haz todo lo que tengas que hacer para ser feliz"
Aquellas palabras fueron suficientes para empujarme a correr hacia la puerta y bajar lo más rápido posible las escaleras, sin importarme nada corrí y corrí hacia la calle en busca de un bus, un taxi o lo que fuera que me llevara al aeropuerto.
No sabía exactamente qué le diría o cómo reaccionaría al verme ahí, pero todo lo que sabía era que lo había perdonado hace tiempo, quizá fue el día que lo vi afuera de mi casa, dispuesto a darme la cara y sin importar que la lluvia lo mojara con tal de verme unos minutos.
Me peiné el cabello hacia atrás y miré en todas direcciones, pero no venía nada en ninguna dirección. Ahora es cuando más rabia me daba no tener un teléfono más actualizado, perfectamente podría pedir un Uber, pero el cacharro en mis manos solo servía para llamar y recibir mensajes de textos.
De la nada escuché la bocina de un auto que se detuvo justo delante de mis narices, y no cualquier auto, sino un lujoso Aston Martin en color gris, bajó despacio la ventana y la sonrisa burlona que había visto hace unos minutos me saludó.
—¿Te llevo a alguna parte? —dijo subiéndose los lentes de sol a la cabeza.
—¡Tú, maldita rata, sucia, mentirosa y arrogante!
Al verlo no pude contener mi coraje, por su culpa estaba aquí afuera.
—Mis sentidos de investigador me dicen que vas directo al aeropuerto, y lamento decirte muñeca, que en un taxi no vas a lograr llegar a tiempo.
Con duda miré la puerta del auto, estaba agradecida con Hansel, pero no confiaba del todo en lo juguetonas que podían ser sus manos y en la sonrisa que me causaba cierto disgusto.
—No lo pienses más Gabriela, el vuelo sale en menos de treinta minutos a Berlín y puede que allá no puedas alcanzarlo de las garras de otra —ágilmente se estiró hasta la puerta del copiloto y la abrió—. Sube o te subiré yo.
Las garras de otra, me resonó en la cabeza hasta que la rabia y los celos se me subieron a la cabeza y subí al auto sin pensarlo más. Ya me había salvado una vez, podía confiar un poco más en él.
—Cómo me toques un solo cabello, te la corto —dije sacando un cuchillo de mantequilla del delantal del uniforme.
—Guarda tus amenazas Gabrielita, no planeo hacer nada.
Rápidamente, me puse el cinturón de seguridad sin quitarle la vista de encima a las manos de Hansel por si intentaba algo, y él con una sonrisa inocente en su rostro, pisó el acelerador tan fuerte que mi cabeza quedó pegada en el respaldo del asiento.
¡Dios mío! Este animal nos va a matar.
Cerré los ojos con fuerza y me sujeté de la puerta mientras que Hansel esquivaba autos, y a los pocos que no podía evitar les tocaba la bocina para que abrieran el paso. Odiaba ir tan rápido, me provocaba náuseas y mareos, por esa misma razón Daren siempre conducía con cuidado y me hablaba todo el camino para que me olvidara de que íbamos en movimiento. Hansel no era Daren, no podía esperar delicadeza de su parte.
—Veo que la pequeña charla que tuvimos fue efectiva —dijo con un tono sugerente.
Con un brusco movimiento salió a toda velocidad hacia la caletera para entrar en la autopista en donde podía correr libremente. Con el tráfico de las calles habíamos perdido tiempo, teníamos diez minutos exactos para llegar al aeropuerto o lo perdería para siempre.
—Espero que mi travesura haya logrado retrasarlo un poco, o mejor aún, que se baje del avión.
—¿Qué travesura? —arrugué el ceño y miré en su dirección.
—Luego de la pequeña charla motivacional que te di, sabía que irías detrás de él, así que tomé algunas precauciones asegurándome de que Daren tuviera un pequeño contratiempo en caso de que tardaras mucho en tomar la decisión de ir.
—¿Contratiempo?
—Sí, una vieja amiga me está ayudando.
—Tú no tienes amigas Hansel —dije afirmándome más fuerte.
—Eso es verdad, pero creo que esta vez puede que tenga una —dijo dándome un rápido vistazo—. Eres la única que se ha resistido a mis encantos.
Si él no fuera tan mujeriego y lanzado con toda mujer que ve, podríamos ser buenos amigos, pero estábamos hablando de Hansel, no es capaz de mantener cercanía con una mujer sin mantener su pene a raya bajo los pantalones.
—Lamento poner en duda tus buenas intenciones, pero ¿quién me garantiza que no quieres nada a cambio?
—No quiero nada, solo busco enmendar mi error —algo en la mirada perdida de Hansel, me dio indicio de que estaba diciendo la verdad—. Antes fui el peor amigo que pudo tener Daren, le quité a su novia y perdí su amistad en el proceso. Llevarle a la mujer testaruda que ama de vuelta, es mi forma de pedirle perdón y de apaciguar algo de la culpa que todavía está dentro de mí.
Sonaba sinceramente arrepentido, habían tenido una amistad larga y duradera hasta Teresa, e imagino lo duro que fue el peso de la traición.
—Llegamos —dijo estacionando el auto en frente de la entrada del aeropuerto, rápidamente me quité el cinturón, pero antes de bajar Hansel me tomó del brazo—. Espera, ten esto.
Observé el sobre en mis manos un momento y volví a mirarlo.
—Gracias por todo —susurré con una genuina sonrisa.
Sin imaginarlo, por primera vez en mi vida, vi a Hansel nervioso con un ligero rubor en las mejillas.
Sujeté el sobre con fuerza, bajé lo más rápido posible y crucé la puerta del aeropuerto corriendo hacia la recepción en donde me darían información del vuelo de Daren.
Solo espero que no sea demasiado tarde.
Había una eterna fila de personas en la recepción que ignoré por completo saltándome a todas las molestas caras que me observaban.
—El vuelo de Berlín/Alemania, ¿dónde está? —exigí agitada y sudorosa. La mujer me miró de arriba abajo y levantó una ceja.
Al ver mi reflejo en la parte de atrás me di cuenta por qué la recepcionista me miraba con una cara poco amigable. Mi vestimenta era un uniforme tan pequeño que hasta con la más mínima brisa lo enseñaría todo. Gracias Denis por el uniforme tan poco profesional que me daba apariencia de mujer de la vida alegre.
La recepcionista señaló hacia una pantalla en donde salía el listado de todos los vuelos de la tarde.
—Señorita —dijo con un tono altanero—. Si pensaba abordar ese avión, lamento decirle que llegó tarde, salió hace cinco minutos.
La noticia me cayó como un balde de agua fría y con los ojos impregnados en lágrimas me alejé de la recepción.
Caminé sin ganas hacia los asientos a punto de llorar y miré en todas direcciones creyendo que quizás seguía en alguna parte del aeropuerto. Al no localizarlo, me di cuenta de que tardé demasiado tiempo en encontrar las respuestas a lo que realmente quería, él se cansó de esperar y se marchó.
El sonido antiguo del teléfono me alertó y desganada lo saqué del delantal. Era un número desconocido que no tenía registrado así que lo ignoré, pero continúo mandando mensajes de textos una y otra vez hasta que furiosa abrí uno.
«Te ves patética llorando en medio del aeropuerto, ve el maldito sobre que para eso te lo di. Con amor, Hansel»
Al leer las palabras llenas de comprensión de mi nuevo amigo, abrí el sobre que me había dado antes de bajar del auto. Grande fue mi sorpresa al encontrar un pasaporte y dos boletos sin retorno en primera clase a Berlín/Alemania.
Un minuto me tardé en reaccionar con el boleto en mis manos y salté del asiento alegrada porque aún no había perdido. No llevaba nada más que mis documentos, teléfono y el inmenso amor que sentía por él, y esperaba que eso fuera suficiente para arreglar lo nuestro.
Lo que necesito ahora es ropa, no puedo viajar luciendo como una mujer que cobra servicios afectivos por horas, y para colmo, la única persona que podía ayudarme era mi mejor amiga.
Sin rumbo di vueltas de un lado a otro hasta que terminé afuera de un Starbucks tratando de avisarle a Abigail, que me iría del país en menos de tres horas a buscar al hombre con el que quería pasar el resto de mi vida, sin que me gritara lo estúpida que estaba siendo.
A sabiendas de que quizá deje de hablarme por mi decisión, marqué su número y nerviosa esperé a que contestara.
—¿Hola?
No contesté, estaba muy nerviosa para decirle una sola palabra.
—¡Con un maldito demonio! —gritó dándose cuenta por sí misma en donde estaba, los anuncios de la salida de los vuelos me delataron—. ¿Fuiste a buscarlo?
No me sorprendía que estuviera enfadada, no quería saber nada de Daren y podría decir que había albergado algo de odio hacia él.
—No quiero que me grites —dije cerrando los ojos—. Abi, dime que estoy haciendo lo correcto.
—¡No me preguntes eso a mí, tonta! —gritó molesta, estaba muy molesta—. ¿Vas a perdonarlo?
—Sí.
Abigail se mantuvo en silencio en la línea y todo lo que podía oír era su respiración enojada.
—No voy a decirte lo que tienes que hacer, pero todo lo que te voy a decir es que es sin dolor, nada de lágrimas o de quejas si llegas a volver aquí —al escuchar su regaño volví a respirar—. Y dile a ese tonto que si te hace llorar, que se prepare, porque esta vez no será su cara lo que golpearé, si no sus bolas y las voy a dejar de adorno en mi mesita de noche.
—Solo espero que no sea tarde, porque si es así no tendrás tiempo para cortar sus partes.
—¿Tarde? —dijo con sarcasmo—. Ese tonto está tan enamorado de ti que hasta un ciego se daría cuenta, solo ve por él con un demonio.
Antes de cada decisión, siempre tenía la mala costumbre de darle demasiadas vueltas y lo reflexionaba tanto que al final me arrepentía y dejaba pasar la oportunidad. Abi siempre estaba ahí para empujarme hacia lo nuevo o lo desconocido, y agradecía que lo hiciera una vez más, aunque no estuviera de acuerdo.
—Abi necesito pedirte un último favor.
—¿Qué quieres?
—¿Puedes traerme una maleta con ropa?, no tengo nada.
—Maldita sea, ¡Jared levántate! —gritó molesta, y contuve una carcajada para no cabrearla más—. Gabi esto te costará muy caro, arruinaste mi polvo de la tarde.
—Perdóname, estaré en la sala de espera, te quiero.
—Si yo también, adiós.
Colgué el teléfono y lo guardé en el delantal, solo me quedaba esperar un par de horas para ir a gritarle a Daren cuanto lo amaba todavía, pero mis planes de esperar en un asiento con tranquilidad se vieron interrumpidos al encontrarme unos ojos muy asombrados mirándome.
Mi pulso se volvió tan acelerado que pensé que estaba sufriendo taquicardia, estaba feliz, no, lo siguiente. No tenía palabras para explicar mi sentir al ver a Daren sentado en el Starbucks, tomando un Frapuccino que podía deducir que era de caramelo, era su favorito.
No tuve que hacer nada para que se acercara, porque tan pronto como salió de su asombro, se puso de pie y salió tan rápido que no tuve tiempo de pensar cuando lo tenía en frente de mí.
—Creí que te habías ido —fue lo único que logré formular al verlo tan cerca.
—Contratiempo de última hora, me iré en el siguiente vuelo —respondió con los ojos apagados.
Se veía cansado y vestía con un traje informal de color beige que hacía resaltar el verde de sus ojos, tenía la barba tan larga como la última vez que lo vi y el cabello más largo haciendo que sus risos se ondearan mejor. Estaba a punto de convertirse en Tarzán, pero eso no me importaba en lo más mínimo, detrás de esa apariencia desaliñada para mí seguía siendo el mismo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con duda.
No sabía por dónde empezar.
¿Debía abrazarlo? ¿Besarlo? O todo junto a la vez.
A la mierda, ya había perdido demasiado tiempo y no iba a seguir perdiéndolo en darle muchas vueltas.
—Vine por ti.
Tenía dos opciones, que me aceptara de vuelta o en el peor de los casos, que me rechazara y tenga que marcharme a casa a llorar a escuchar todos los "te lo dije" de Abigail.
—Gabriela, lo que teníamos no puede seguir como antes.
Al escuchar sus frías palabras todo el valor que tanto me había costado reunir se evaporó en el aire y me encogí en mi lugar.
—Desde el principio lo que empezamos estaba destinado a terminar.
El dolor me invadió el cuerpo en miles de agujas y me estaba costando trabajo no llorar.
—Tienes razón —no podía más, me rendí y dejé que las lágrimas salieran, ya estaba cansada de ser fuerte e ignorar lo que sentía mi corazón—. Será mejor que dejemos las cosas como están.
—No he terminado —dijo sujetando mi mano de forma cariñosa impidiendo que me fuera—. Creo que no me expliqué bien, no estoy renunciando a ti, renuncié al contrato con lo que empezó nuestra relación.
El corazón me saltó del pecho al oír su corrección y me mantuve en silencio porque no podía emitir palabras sin llorar, podía sentir la presión en mi garganta.
—Cuando te vi por primera vez debí haber pedido tu número para invitarte a salir, debí llevarte a una linda cita en un parque para poder hablar, tomar un helado y conocernos mejor. Debí llevarte a la playa para pedirte que fueras mi novia y cuando estuvieras loca e irrevocablemente enamorada de mí, te habría pedido que te casaras conmigo.
Cada palabra suya estaba devolviendo mi alma al cuerpo, cerrando las heridas que se habían mantenido abiertas todo este tiempo.
—Porque desde que te vi por primera vez metida en esa cocina sentí algo por ti, y cuando te vi vestida como mesera casi me muero en el asiento del restaurante, estabas demasiado guapa —con su dedo pulgar, acarició mi mano transmitiéndome lo que estaba sintiendo—. Estuve todo ese tiempo loco por ti, pero tenía tanto miedo de aceptar mis propios sentimientos que los reprimí en el fondo de mi ser. A los pocos días me vi en la "obligación" de contratar una esposa y de inmediato pensé en ti.
No recordaba haberlo visto antes hasta cuando salí de mesera por primera vez, pero recuerdo muy bien cuando lo vi cruzar la puerta del restaurante, casi se me cayeron los calzones cuando lo vi.
—Al comienzo tenerte cerca era suficiente, pero el pasar del tiempo solo hizo que mis sentimientos por ti crecieran y fueran más fuertes y genuinos. No te puedo ofrecer lo que teníamos antes, pero sí te puedo ofrecer comenzar de nuevo sin un contrato de por medio, como si fuera la primera vez que hablamos.
Quería todo eso, quería comenzar de nuevo, pero esta vez sin condiciones y sin reglas que limiten nuestra relación.
—Me llamo Gabriela Rangel y soy una mesera —dije entre lágrimas y llanto.
—Daren De Villiers, soy empresario y diseñador de modas, mucho gusto en conocerla.
Estaba demasiado cerca, a tan solo unos centímetros de mi boca y como si fuera la primera vez esperaba mi aprobación para romper el espacio que nos separaba. Se supone que en las primeras instancias de conocer a alguien no lo besas, esperas un tiempo para que la tensión entre ambos se haga más grande y el momento sea más intenso, pero había pasado tanto tiempo desde la última vez que había tocado sus labios que me moría por volver a sentir su sabor.
—No sabes lo mucho que te extrañé, meine liebe —dijo con los ojos brillando en lágrimas.
Al escuchar meine liebe sonreí, no sabía cuánto había deseado escuchar esas dos palabras salir de sus labios.
Con un ligero movimiento sellamos nuestro nuevo pacto, que esta vez, era solo por amor. Un beso que estaba cargado de muchos sentimientos, uno en donde su lengua rozando la mía con avidez me decía todo lo que me seguía amando.
—Te amo —dije abrazándolo fuerte.
—No sabes cuanto te amo a ti, meine liebe —me susurró en el oído.
Aún atada a sus brazos abrí los ojos, encontrándome con un rubio sonriente que sabía muy bien quién era. Hansel a la distancia, admiraba la escena con una mujer a su lado que no dejaba de hablarle y tirarle el brazo para que se fueran de una vez, pero antes de irse moduló algo que solo yo pude entender.
"Que seas feliz querida, te lo mereces"
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