Capítulo 55: Fantasma Nocturno
Daren
Cada tarde luego del trabajo mi rutina era la misma, subir al Mercedes y huir al departamento, ahí me esperaban Cristina y María, que sin decir nada al verme llegar se iban y me dejaban solo. Era un alivio que sin decir nada captaran las señales, no quería saber nada de lo que había allá afuera, solo quería sentarme en la silla solitaria del balcón con mi amiga de batallas, mi botella de whisky.
Una, dos o tres botellas ya no eran suficientes y me veía en la obligación de beber más solo para verla.
—Daren.
Su voz sensual provocó que me quedara tranquilo en la silla y sin voltear, sonreí mirando a la ciudad esperando a que llegara a mi lado.
—Te extrañé —dije viéndola sonreír.
Ella como todas las veces que la veía, tenía el cabello suelto vistiendo el pijama que le hice.
—Yo mucho más a ti —dijo con la voz llena de tristeza—. Pero aún me duele.
La desilusión brotaba en sus ojos y me llenaba de desesperación, no sabía que más podía decirle para que esta noche no me dejara.
—Perdóname, por favor.
Ella parada en frente de mí me observó con seriedad, y al ver que una de las lágrimas que estaba conteniendo se deslizó por mi mejilla, sonrió deleitándose al verme suplicar.
—No —dijo aplastando mi ilusión—. No lo voy a hacer nunca.
Intenté acariciar su mejilla y su fría respuesta fue apartar mi mano de golpe y darse media vuelta e irse. Despacio avanzó por la sala y a tropezones la seguí al lugar en donde se escondía todos los días, y no volvía hasta la noche siguiente.
—Meine liebe, por favor no me dejes.
Afligido me acerqué hasta la que era su habitación, pero ella ya no estaba, todo estaba tan tranquilo que me recordó una vez más, que todo era una ilusión producto del alcohol.
Hace un mes que no entraba en su habitación, era tan extraño no verla ahí, arreglándose el cabello o poniéndose brillo labial, decía que se le resecaban mucho.
Sacudí la cabeza y cerré la puerta, no me atrevía a entrar.
Ante la desesperación abrí otra botella y bebí directo de la boquilla en busca de que regresara, pero no lo hizo. El fantasma nocturno de Gabriela solo venía una vez a torturarme, a recordarme que nunca me iba a perdonar por lo que hice. Los papeles del divorcio seguían encima de la mesa y me negaba a firmarlos, era la única esperanza que me quedaba para que hablara conmigo y temía que si firmaba, ella desaparecería igual que su fantasma.
Me aferré a la botella y me quedé estirado en el suelo de la sala, me empiné la botella un par de veces más y cerré los ojos olvidándome de la dolorosa realidad en la que ella no estaba.
✤
Voces, murmullos y sonidos extraños se oían a la distancia, no podía distinguir qué es lo que decían, e inútilmente intenté abrir los ojos, pero la luz era tan resplandeciente que me segaba.
—Parece qué está despertando —oí, pero no reconocía la voz.
Haciendo un esfuerzo abrí los ojos y vi a mamá sentada a mi lado sujetándome la mano a punto de llorar.
—¿Daren? —dijo con la voz angustiada—. Hijo, ¿puedes oírme?
—¿Qué pasó?
—Estás ingresado en una clínica, bebiste demasiado y sufriste una intoxicación.
No recordaba eso, solo quería que ella volviera, pero veo que mi desesperación por verla me llevó al límite.
—Hijo, no vuelvas a hacerme eso —mamá desconsolada me abrazó—. No sabes el miedo que tuve al pensar que te perdería.
—Perdón —dije con la voz apagada—. No quería preocuparte.
Sin fuerzas sujeté a mamá y la abracé, quería que entendiera que no iría a ninguna parte, no quería verla quebrarse.
Nunca había bebido tanto, nunca para terminar en la cama de una clínica conectado a suero, crucé toda barrera y fui un irresponsable e hice que se preocuparan por mí, sobre todo a mamá.
La puerta se abrió de golpe y por primera vez en mucho tiempo lo vi angustiado, estaba serio parado en la puerta, pero más que nada estaba muy enojado.
—Maldito inconsciente de mierda —dijo acercándose a los pies de la camilla—. No vuelvas a hacer eso, no tienes idea del...
Hansel se quedó con la frase a medias y enrabiado bajó la cabeza aferrándose con fuerza a la base de la camilla. No estaba acostumbrado a demostrar afecto, lo sabía, pero entendía exactamente lo que estaba tratando de decir.
—Perdón —le dije al verlo a punto de echar humo por las orejas.
—¿Perdón?, eso es todo lo que vas a decir.
—No le grites, está tratando de recomponerse.
—Atenea no lo defiendas, debería darle una patada en el culo y dejarlo sentado sobre su propia mierda.
Al oírlo no pude evitar reírme, no podía evitarlo cuando era la primera vez que lo veía tan enojado conmigo. Siempre se tomaba todo a la ligera y me alegraba que si había algo a lo que si le tenía respeto.
—¡No te rías!
—Perdón.
—¡Deja de pedir perdón! —gritó dándose vueltas en círculo—. ¡Casi te mueres!
—No estaba tratando de matarme, solo quería dormir.
—¿Dormir? Podrías haberme llamado y con gusto te habría dejado durmiendo como un bebé de un puñetazo.
De alguna forma, me alegraba que estuviera aquí, que me gritara y que me regañara por ser un idiota.
—Me alegra verlos así —interrumpió mamá.
Mi madre conocía a Hansel desde que era un niño, lo adoraba tanto como a Alex y a mí, para ella era como uno más de sus hijos.
Al oír a mi madre, Hansel se sonrojó y se fue antes de que sus sentimientos lo dejaran en vergüenza, eso era una deshonra para un hombre como él, que gracias a su padre había crecido con la idea de que el amor era una ilusión que te volvía estúpido. Hansel siempre creyó que no tenía sentimientos, pero en el fondo era un pancito dulce lleno de amor y esperaba de todo corazón, que encontrara a alguien que le brindara el mismo amor que él transmite.
—Mamá ¿Cuándo me darán el alta?
—Hoy mismo y te irás directo a la casa conmigo
—Mamá.
—Nada de mamá, te dejo solo cinco minutos y mira los desastres que haces. Te vas conmigo a casa donde pueda vigilarte y sin peros, no hay pero que valga para lo que hiciste, eres un irresponsable.
Y ahora me regaña, gracias Hansel por darle alas a su enojo.
✤
Una vez en casa, Alex, la abuela y mamá me dieron una cálida bienvenida, me acogieron como si fuera un niño enfermo y no me dejaron solo en ningún momento por miedo a que hiciera alguna estupidez. Me mantenían distraído con juegos de mesa, viendo películas en familia y hacer pijamadas, todas las tardes cenábamos juntos con conversaciones banales o con temas tan profundos que me ayudaron a aclarar la mente.
Ya no tenía ganas de tirarme de un puente, no iba a hacerlo, no pensaba morir cuando todavía tenía muchos asuntos pendientes.
Durante mis días en la mansión no trabajé ni un solo día, lo dejé todo en manos de Alex y mamá que luego de unos días trabajaban desde casa sin quitarme los ojos de encima.
Por ser un momento duro me dediqué a vagar en casa, necesitaba unos días para meditar en lo que estaba haciendo con mi vida o que haría de ahora en adelante. Llevaba casi cuatro meses muerto en vida, pensando en cómo recuperarla, si estaba bien o que estaba haciendo ahora que era libre.
Por primera vez en su vida Gabriela era libre, no tenía a su padre chupándole la vida y dejándola que se lleve una mochila de responsabilidades. Para mi mala suerte, en este momento de su vida la única piedra en su zapato era yo y mis intentos por acercarme a ella.
No quería que se sintiera ahogada o forzada a estar conmigo, no si no quería hacerlo. Quería hacer algo para ella o por ella, que siguiera dibujando vestidos en un papel o que viajara buscando aquella felicidad que no pudo tener antes.
Con tristeza tomé el teléfono y marqué el número que tanto temía llamar, oír el tono de espera era una tortura y rogaba que no contestara, pero para mi mala suerte lo hizo.
—Daren, qué gusto oírte.
—Hola Ian, lamento decirte que para mí no es tan agradable oírte.
—Tranquilo, te entiendo perfectamente, pero dime a que se debe tu llamada, ¿firmaste los papeles?
Por un momento me quedé en silencio y estuve a punto de retractarme de mi decisión, pero no podía retenerla toda la vida.
—Aún no los firmo, pero planeo hacerlo.
—Qué bien, tomaste una decisión muy sabia.
—Solo tengo una condición —dije moviendo un lápiz en mi mano—. Quiero ser yo quien le entregue los papeles de divorcio.
—Sabes que eso no es posible.
—Lo sé, pero necesito hablar con ella.
Ian permaneció en silencio y pensó antes de darme una respuesta, recé para que al menos me diera una oportunidad. No iba a pedirle que regresara conmigo, solo quería pedirle perdón una vez más por no haber confiado en ella.
—Está bien, pero déjame hablar con ella de esto.
—Gracias.
—Sí, adiós.
Confiaba en que Ian lograra convencerla, era mi última oportunidad de verla y no quería que nuestra historia terminara con un final tan amargo, al menos quería que supiera que no la culpaba por lo que hizo su padre, no tenía la culpa de sus malas decisiones. También quería decirle que esperaba que en algún momento encontrara en su corazón la forma de perdonarme.
Decidido, dejé de balancear el lápiz y tomé aliento tomando valor, las dudas y el egoísmo me susurraban en el oído, pero esta vez, era más grande mi voluntad y mi amor por ella. Un fuerte dolor me oprimió el pecho y las ganas de llorar me invadieron, pero a pesar de mi sufrimiento sabía que esta era la decisión correcta.
Ver la firma de Gabriela a un lado de la mía, me recordó la vez que firmamos el contrato, fue un negocio de compraventa en donde ella se convirtió en mi propiedad. Ahora quería verla feliz y la única forma que tenía para demostrarle mi amor será devolverle su libertad sin pedirle nada a cambio.
Solo quería que tuviera la oportunidad de escoger su camino sin pensar en nadie más.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro