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Capítulo 52: Un arrepentido y un promiscuo

Daren

Todo el tiempo esperé saber la verdad, anhelaba encontrar al culpable y hacerlo pagar por haberme arrebatado a papá. Y ahora que conseguí que los culpables tomaran su responsabilidad me sentía como una basura.

Odio albergado por años dentro de mí para desquitarlo con los culpables, y terminé descargando toda mi rabia con ella cuando era la única inocente en todo esto.

Merecía el rechazo de su parte, lo entendía.

Gabriela se había quedado sola, perdió a su madre por una enfermedad que la consumió y perdió a su padre luego de que confesara la verdad. David no era un hombre joven que pudiera estar quince años en una cárcel y mantenerse intacto, cuando salga estará tan viejo que quizá ya tenga problemas de salud y no la recuerde por el Alzheimer.

Gabriela desapareció ante mi vista, seguida por Abigail que la seguía como su guardaespaldas, no me permitió hablar con ella y en gran parte me merecía el rechazo de todos sus cercanos luego de lo que hice.

Debí escucharla cuando tuve la oportunidad.

Debí confiar en ella.

Sentía que caía en un agujero sin fondo directo hacia la oscuridad, estaba arrepentido, muy arrepentido por todo lo que hice. Quería arreglar las cosas, pero ya es tarde para eso.

Lamentaba no poder estar con ella en este momento, darle apoyo ahora cuando más lo necesitaba, pero dudo que quiera consuelo de mi parte.

—Dale tiempo —una mano reconfortante se posó en mi hombro.

Tiempo es lo que me faltará para rogarle que me perdone.

—No puedo.

Me quebré y lloré en los brazos de mamá que luego de casi una semana me dirigió la palabra y me abrazó.

—Tranquilo, se arreglará.

—No mamá, la perdí para siempre.

—Te equivocaste tanto, hijo —dijo acariciándome la espalda—. Debiste escucharme.

—Lo sé.

Me quedé en sus brazos desahogando toda mi pena, frustración y rabia conmigo mismo.

Gabriela había atravesado una capa tan profunda de mi ser y ahora no sabía cómo lograría estar sin ella cada día de mi vida.

Todos los recuerdos con Gabriela pasaban por mi mente como una película, desde el momento en que la conocí, como me fui enamorando de ella, hasta ahora, que de no ser por Hansel, habría acabado en la cárcel quizá cuantos años por no haberla escuchado.

—¿Hundido en la mierda, amigo mío?

Al oír su voz solté a mamá, que entendió sin decirle nada que necesitaba un tiempo a solas con este idiota. Tenía una conversación pendiente con él, tenía muchas dudas con respecto a su identidad oculta, pero más que nada quería saber si no estaba en peligro su brazo, el chaleco antibalas no pudo protegerlo de eso.

—¿Estás bien? —pregunté al ver que su brazo seguía sangrando.

—Yo estoy bien, pero ¿tú lo estás? —dijo acercándose con el brazo colgando en un cabestrillo—. Hiciste algo muy grave, puede que Teresa haya hecho todo para manipular las cosas a su favor, pero en ninguna parte puso el nombre de Gabi, la cagaste bien feo.

Me mordí la lengua para no responder, tampoco tenía el valor para defenderme porque tenía razón, estaba hundido en la mierda, en la misma que yo mismo había provocado. No tenía que decirme nada para que me diera cuenta del error tan grande que había cometido, pero él seguía metiendo el dedo en la herida.

—Sigues siendo un grano en el trasero Hansel, pero tengo que agradecer lo que hiciste por ella.

—Sí, soy el bueno.

—Gracias por todo.

Estiré la mano para agradecer y por primera vez en años le sonreí sin albergar ningún tipo de sentimiento negativo.

—Nada de gracias, sabes mejor que nadie que mis servicios no son gratis.

Salvó la libertad de Gabriela y me quitó la venda que tenía puesta, pero seguía siendo un idiota detrás de esa sonrisa.

Hansel apretó mi mano y por un momento el silencio que había entre los dos se volvió incómodo, era raro volver a hablar como dos personas civilizadas, luego de pasar años peleándonos cada vez que nos veíamos.

—¿En serio estás bien? —pregunté al verlo decaído.

Hansel siempre se escondía detrás de una máscara, pero al conocerlo tan bien, sabía cómo ver a través de ella. Su preferida era la de aparentar que todo estaba bien, odiaba verse vulnerable.

—¿Qué quieres que te diga? —sonrió, pero no había felicidad en su rostro—. No voy a decir que estoy arrepentido por todo lo malo, porque no lo estoy, es tarde para arrepentirme de mis errores, pero no cambiaría nada. Me gusta creer que te salvé al quitarte a tu novia, si hubieran seguido juntos serías tú el destruido ahora, fue duro darme cuenta de que la mujer que quería había matado al hombre que consideraba un padre.

Es cierto.

Hansel en el funeral de papá no lloró, se mantuvo firme en todo momento y me ayudó a sujetar a mamá cuando casi se arroja a la sepultura cuando lo estaban bajando, agradecí que ese día estuviera a mi lado, aunque sabía cuánto le dolía verlo partir. Adoraba a mi padre con toda su alma, recibió concejos, cariño y sobre todo amor de su parte, siempre estaba ahí para él cada vez que Alan lo golpeaba o lo rechazaba como hijo.

—¿IB? —pregunté levantando las cejas.

Hansel se tensó y finalmente habló.

—Había muchas cosas que no te contaba, Daren.

—Me doy cuenta.

—Desde niño me gustaban mucho las películas de policías, el misterio y el suspenso.

—Lo recuerdo —dije volviendo atrás para ver al niño rubio que siempre revoloteaba por mi casa—. Siempre decías que serías policía.

—Y tú ibas a ser un gran diseñador —dijo mirándome con nostalgia—. Al menos uno de los dos consiguió lo que quería en el primer intento. Alan no me permitió cumplir mi sueño, al menos no los primeros años que salí del colegio, sabes que estudié administración solo para darle gusto, se supone que este modelo heredará la empresa familiar.

—¿No quieres?

—Estar en un escritorio no es lo mío —dijo burlándose de mí, yo era bueno para quemarme las pestañas en el computador—. Además, si fuera el presidente, la mitad de las mujeres de la empresa estarían en riesgo.

—Es verdad, tendrías muchos herederos.

—Eso nunca, me cuido muy bien —me advirtió apuntando a su amiguito—. Poco me falta sellarme al vacío para que no queden huellas de mi paso por el mundo.

Me alegraba saber que su sentido del humor seguía intacto, era muy propio de él burlarse hasta en los momentos serios.

—¿Cómo lograste que Alan no te descubriera?

—Por tus padres, ellos me cubrieron. Supuestamente, me enviaron a sustituir tu puesto en unos negocios, pero en realidad me fui a escondidas a estudiar criminología y me gradué con honores.

—¿En casi cinco años no se dio cuenta?

—No porque es idiota —en eso se parecían—. Volvía de vez en cuando y nunca descuidé las responsabilidades que me imponía, sin contar que en ese entonces mi hermana vino a ayudarlo, gracias a eso no notó mucho mi ausencia.

Alan toda su vida hizo una diferencia abismal con Hansel y su hermana menor. A ella la adoraba y no había nada que no hiciera por ella, pero con Hansel era totalmente diferente, lo trataba con la punta del pie, le gritaba y por más que trataba de acercarse y de cumplir con todo lo que le pedía, Alan lo rechazaba.

Nunca voy a entender a ese hombre.

Aunque nunca se lo dije, siempre vi a Hansel como un ejemplo. Demostraba fortaleza a pesar de todo y aunque la vida le diera la espalda, siempre tenía una sonrisa dibujada.

De ahí el dicho si la vida te da limones, haz una limonada.

—Daren, dentro de unos días te enviaré una copia del documento.

—No.

Ya estaba harto de papeles.

—Teresa no estaba ocultando solo nuestra relación, había algo más que tu padre descubrió y ella no quería que supieras. Debió estar muy asustada de lo que podía hacer tu padre.

—¿Hacer qué?

—Refundirla en la cárcel porque le estaba robando dinero.

Eso es lo que intentaba decirme papá el día que murió. Teresa no conforme con engañarme con Hansel, se atrevió a robar el dinero del que también formaba parte, era codiciosa, egoísta y sobre todo mala.

—¿Qué pasó con Pablo?

No lo había visto en el juicio y quería que también recibiera todo el peso de la ley por ocultar a Teresa en todo el asunto. Ese hombre era igual de culpable, había cambiado información confidencial a cambio de dinero y favores personales.

—¿Pablo? Fue el primero en caer, no tuvo como defenderse e intentó escapar, pero logramos atraparlo en el aeropuerto. Se merece un par de años en la sombra después de todo lo que hizo.

Hansel no tenía ni un pelo de tonto, se encargó de todo y no dejó cabos sueltos, ahora debía esperar a que se llevara a cabo el juicio de Teresa y que le dieran exactamente lo que merece.

—¿Qué harás con Gabriela?

Sabía perfectamente que preguntar por ella en este momento era meter el dedo en la herida.

—¿Por qué te importa lo que pase con ella?

Mi instinto me decía que algo más había detrás de todo esto, Hansel siempre fue algo insistente con Gabi, pero ella siempre lo rechazó.

—Porque ahora que están separados, puedo acercarme a ella, de forma amistosa por supuesto.

¡Oh no, claro que no!

—Intenta acercarte a ella Hansel y verás como te arranco las entrañas lentamente para luego dártelas de comer.

Si algún idiota cree que porque estamos separados tiene el derecho a cortejarla, está muy equivocado.

Ella es mía y de nadie más.

—Tranquilo, solo era una broma —se rio posando sus ojos en las mujeres que venían por el pasillo—. Confío en que puedan arreglar las cosas y espero que algún día, me cuentes cómo terminaste enamorado de la mujer que contrataste.

Un grupo de enfermeras se acercó hasta Hansel y descaradamente comenzó a quejarse de dolor cuando hace un momento estaba bien.

—Adiós Darencito y no lo olvides, si tengo la oportunidad de darle un cariñito a Gabi, lo haré.

Riendo a carcajadas se fue rodeado de toda esa atención femenina y se despidió de mí diciendo adiós con la mano. Las enfermeras lo manoseaban por todos lados asegurándose de que la única herida era en el brazo, Hansel se dejaba querer y no ponía ninguna resistencia.

Con una sensación extraña me quedé verlo alejarse, pero lo que más me alegraba era que él seguía siendo el mismo de siempre.

No tenía remedio, seguía siendo un prostituto.

Olvidé el pasado luego de años, no tenía razones para seguir odiándolo y aunque me costaba aceptarlo, me alegraba recuperar a mi mejor amigo.



Un mes después del juicio


El padre de Teresa al enterarse del lío tan grande en el que estaba metida su hija, contrató a un buffet completo de abogados para que la exoneraran de todos los cargos. No creía que su "princesa" haya cometido todo de lo que se le acusaba, y aunque todo apuntaba a que ella era culpable, se atrevió a acusar a Hansel argumentando que él había embaucado a su hija.

La jueza Vanesa fue quien llevó a cabo el juicio y sabía de primera mano los alcances de Teresa, se encargó de exponer el documento con las pruebas, la grabación y se contactaron con David que colaboró en todo para acusarla.

Los abogados de su libertad no tuvieron oportunidad, todo estaba tan claro que no les quedó más remedio que intentar disminuir los años de cárcel, pero con ayuda de Hansel, Ian y mi abogado, conseguimos que a Teresa se le negara toda oportunidad de reducir su sentencia.

El padre de Teresa estaba tan decepcionado de su hija y se culpó por malcriarla, se acusó de ser un mal padre y de no haberle enseñado el camino del bien. Fue tanto el impacto que se descompensó al oír la condena de su hija, que fue castigada a cadena perpetua.

Estaría todo lo que le resta de vida atrapada en una celda sucia y llena de pecados igual que ella.

Mi regocijo al escuchar el veredicto fue tanto que me levanté del asiento y todos los que estábamos en su contra celebramos al conseguir la victoria.

Hansel, aunque aún le dolía la traición de Teresa en cuanto salió del juzgado, sacó una botella de whisky del bolsillo e hizo un brindis al cielo. Era más fuerte el amor que sentía por mi padre que fue como el suyo, que su dolor por encerrar a la mujer que amaba.

Por desgracia, no todo era perfecto.

Nadie de mis conocidos sabía de ella y la única persona que podría haberme dicho algo, renunció. Abigail me odiaba tanto o más que Gabriela y no continuó trabajando para la empresa aunque eso significara perder el trabajo y oportunidades.

Mamá intentó buscarla, estaba preocupada por ella luego de verla devastada en el juicio, y en incontables veces fue hasta su casa, pero ella nunca abrió la puerta. Mi madre me obligó a mantener mi distancia a pesar de que el contacto cero me estaba matando y exigió que le diera espacio para pensar las cosas.

No hice caso a sus consejos.

Le rogué a Jared para saber de ella, pero se negó.

Intenté escribirle mensajes.

Llamé a su teléfono más de 100 veces al día, pero siempre era la misma respuesta.

"Lo sentimos, en este momento el número al que está marcando está fuera de cobertura o se encuentra apagado, llame más tarde o deje un mensaje después del tono"

Insistía tantas veces en el día que ya me sabía de memoria el mensaje del contestador.

Mi peor momento del día era cuando tenía que regresar al departamento e inevitablemente debía encontrarme con su ropa y convivir con los recuerdos de ella por cada rincón.

Antes de dormir tomaba el perfume que seguía en el mismo lugar que lo dejó y lo esparcía por el lado derecho de la cama que era su lugar. La almohada aún tenía el aroma de su cabello y cada noche sin falta su fantasma venía a verme en sueños a decirme cuanto me odiaba. Despertaba tan agitado y desesperado que no podía contener las lágrimas y gritaba hasta quedarme sin voz.

Una de esas tantas noches de sueños, hubo uno del que no quería despertar, ella estaba bailando en la sala las horribles canciones que le gustaba escuchar para limpiar. Giraba y giraba sin parar con una sonrisa tan grande que intenté acercarme a ella, me miró y me dedicó unas palabras que no pude oír. Lo sentí tan real que dudé de la realidad al despertar, pensé que mi vida ahora era la pesadilla y el sueño era mi presente.

A la mañana siguiente ordené a María que guardara todas nuestras fotografías, no soportaba la idea de verla y que no estuviera aquí conmigo.

Los días en la oficina se volvieron aburridos y repetitivos, ya no podía escapar del dolor llenándome de trabajo como solía hacerlo antes.

Los golpes en la puerta me recordaron que estaba sentado en mi escritorio, tratando de trabajar.

—Señor —dijo Liliana abriendo la puerta—. Una persona lo busca.

La ilusión me llenó el pecho en medio segundo y pensé que estaba sufriendo un episodio de taquicardia al sentir los latidos a toda máquina.

—Dile que pase —dije levantándome tan rápido que derramé el café sobre el escritorio.

Liliana no preguntaba nada, pero sabía que algo debió pasar para que Gabriela no estuviera aquí. Era una tortura soportar su duda taladrando mi cien cada vez que venía a dejarme informes.

Limpié tan rápido como pude y al escuchar la puerta abrirse, levanté la mirada encontrándome con una repugnante desilusión.

—Buenos días, señor De Villiers.

No lo veía desde el juicio y el único que se aparecía por esa puerta para torturarme era Hansel. Supongo que lo hacía para asegurarse que no me haya tirado por la ventana.

—Hola Ian, pasa, no te quedes en la puerta.

—Dudo que me quieras aquí luego de lo que voy a decirte.

Al escucharlo dejé de lado mi tarea de limpiar el escritorio para prestarle atención.

—¿Qué pasa?

—Vine a traerte esto —dijo estirando un sobre.

Sentí recelo de abrirlo, les tenía miedo a los sobres luego de lo que pasó.

Con las manos temblando lo acepté y antes de abrirlo miré a Ian que bajó la cabeza y no había nada de comodidad en su actitud.

Rompí el sobre y al leer el título de los papeles perdí las fuerzas y tuve que sentarme.

—Mi clienta no exige nada, solo quiere de regreso su libertad.

Las palabras "Demanda de divorcio" en los papeles hicieron que los sorbos de café que había bebido antes me subieran por la garganta.

—Tampoco olvidará las reglas del contrato y espera que cumplas tu parte, te recuerdo que mañana se cumple el año que le pediste —dijo buscando algo en su bolsillo—. Te pagará todo lo que pagaste en el banco y me pidió que te devolviera esto.

Ahora entendía por qué no me respondía los mensajes y las llamadas, los flashbacks me llevaron a un recuerdo, uno a donde ella hizo una promesa.

Señora De Villiers, no cree usted que se verá extraño si te ven usando un ladrillo como teléfono siendo la esposa de un millonario.

—Está bien, lo usaré, pero te lo devolveré una vez termine nuestro acuerdo.

Cualquier otra mujer me habría destruido y hubiera exigido al menos la mitad de todos mis bienes, por todas las calumnias y el maltrato. Luego estaba Gabriela que tenía palabra, y tal y como una vez prometió devolvió el teléfono que le compré, con la funda que tanto adoraba. No recogió nada de lo que estaba en el departamento o de lo que adquirió estando conmigo, devolvió todo y se fue con lo puesto.

Incluyendo el anillo matrimonial que brillaba dentro del sobre.


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