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Capítulo 45: Sentimientos y verdades

Gabriela

Este era el cuarto taxi que pasaba afuera de la empresa y no se detenía. Mis nervios obligaban a mi pierna a moverse mientras marcaba una y otra vez el número de Abigail sin ninguna respuesta.

—Vamos Abi —dije volviendo a marcar—. Deberías haber llegado hace media hora.

Daren la había citado a primera hora y aún no llegaba.

No podía llegar tarde el primer día.

El salario que le ofrecería Daren era tres veces mayor a lo que ganaba como mesera en el restaurante de Denis. Al principio pensé que lo hacía por darme en el gusto al traer a mi amiga y ofrecerle un buen ingreso, pero luego me explicó que Abigail era un diamante en bruto que solo se debía pulir bien para ser el mejor.

—Vamos Abi, no me dejes mal parada frente Daren.

Volví a llamar a su celular, pero esta vez me enviaba directo al buzón.

Eso era extraño considerando que Abigail estaba pegada a ese celular como si fuera un tumor.

Parada en medio de la vereda comencé a darme vueltas en círculo, ella dijo que venía de camino, pero era extraño que no me haya enviado un mensaje avisando que venía tarde.

—No pienses estupideces —me dije a mí misma tocándome la frente—. Ella está bien.

Me di media vuelta resignada a que llegaría más tarde, cuando una silueta en la esquina me pareció familiar. Entrecerré los ojos para enfocar mejor y mi alma regresó a mi cuerpo al ver su enorme sonrisa al verme parada a unos pasos de ella.

—¡Hola! —gritó alegre acomodándose la falda.

—¿Dónde diablos estabas? —exigí preocupada.

—Salúdame primero desgraciada —molesta me besó la mejilla y arrugó el ceño—. Llevo caminando tres cuadras en tacones de oficina, y quítate los brazos de la cintura que pareces jarrón de Pomaire.

—Estoy molesta, no me respondes y llegas tarde en tu primer día —gruñí al ver que Abigail ni se molestaba en mostrar algo de seriedad—. Gracias a dios Daren salió a una Reunión.

—No fue mi culpa —se excusó haciendo un puchero—. El asqueroso del taxi quiso pasarse de listo, me tocaba la pierna cada dos segundos y no me quedó más remedio que hacer valer mis clases de defensa personal y darle una paliza a ese maldito.

—Santo dios ¿Estás bien?

—Sí, nada que no pudiera manejar con esto —dijo sacando de su bolso un spray de gas pimienta.

—¿Dónde quedó el desgraciado?

—Unas cuadras más abajo quejándose de dolor.

La culpa me llegó en una oleada, ni siquiera me había tomado el tiempo de preguntar por qué antes de regañarla.

—Lo siento mucho —dije con culpa.

—Tranquila cariño, sé que lo haces porque es una oportunidad muy grande para mí.

—¿Perdonada?

—Perdonada —dijo cruzando su brazo con el mío y entrar en la empresa.

Entrar aquí era normal para mí, pero Abigail era la primera vez que venía y estaba muy asombrada por todo lo que la rodeaba.

Mientras Abigail se tomaba selfies pedí la credencial de visitante.

—¿Desde cuándo tomas clases de defensa personal? —pregunté caminando despacio hasta el ascensor.

—Bueno, luego de terminar con Víctor hice una lista de todas las cosas que había postergado por estar con él.

No compartía mucho con Víctor, pero por lo que me hablaba Abi parecía ser un buen hombre, hasta que la verdad salió a la luz.

—Fuiste una tonta —dije entrando al ascensor con Abigail que parecía algo melancólica—. Enamorada, pero tonta.

—Lo sé —miró a la nada con la espalda pegada en la pared—. Nunca debí dejar de ser yo misma por mantener a Víctor a mi lado. Creo que en el fondo sabía que el término estaba cerca, y creo que la terapia de choque fue buena.

Abigail era una persona alegre y de buen corazón, pero estando con Víctor toda esa alegría se fue apagando poco a poco hasta que solo quedó la sombra de ella. Era el típico macho que no vivía y no dejaba vivir, deseando que nadie brillara más que él.

Egoísta de mierda.

—Me alegra muchísimo que estés haciendo todas esas cosas, que vuelvas a ser Abi, mi Abigail llena de alegría—sonrío entendiendo a que me refería—. Pero cuéntame, ¿Cómo va todo con Jared?

No hizo falta que diera muchos detalles, adiviné que todo iba bien con solo verle el rostro. Mencionar a Jared era motivo para que se transformara en antorcha.

—No sé cómo explicarlo —se rio con las mejillas sonrojadas—. Sé que vas a decir que estoy loca, pero me siento feliz y sobre todo querida como nunca antes. Jared es diferente de todos los hombres con los que he salido, él pone atención a todo lo que digo, es atento, amable, gracioso. Es como si fuera la pieza que le faltaba a mi rompecabezas, y eso me está asustando.

Sonreí al verla.

Hemos sido amigas toda la vida, la conozco mejor que nadie y sé que está asustada por sentir algo tan fuerte cuando hace poco salió de una larga relación.

—Te entiendo totalmente, piensa que es una de esas veces en donde no es el tiempo, sino la persona lo que te hace sentir que estás en el lugar correcto —Abi me observó y sin decirme nada entendió todo lo que trataba de decirle—. ¿Alguna vez te sentiste así con Víctor?

Negó con la cabeza y luego de años de pasar con el hombre que se supone que formaría una familia, entendió que él no era para ella.

No puedes estar con una persona que no quiere verte brillar, y mucho menos que apaga tu vida. Debe ser precisamente con alguien que aliente cada una de tus locuras, que no se avergüence de ti y que si tiene que bailar encima de una mesa para hacerte feliz, lo haga.

—Tienes razón, pero sigo pensando que todo está pasando muy rápido y me asusta que se aburra y se vaya.

—No digas tontearías, te aseguro que Jared está enamorado de ti desde que te vio, y ese tonto no te cambiaría ni por toda la comida del mundo.

Decir eso era todo, porque si algo amaba en este mundo Jared, era comer.

—Ya está decidido, dejemos que todo siga su curso natural y ya veremos qué pasa. Disfrutemos cada momento, sobre todo cada vez que follemos —dijo levantando las cejas.

La campana del ascensor sonó y ambas bajamos del ascensor hablando despacio antes de entrar a la oficina de Daren.

—Desgraciada, ¿ya le soltaste la mona? —Abi se rio de forma silenciosa—. Necesito saber los detalles.

—No, aún no, pero cada vez que nos quedamos a solas le lanzo indirectas y es como si no me entendiera, es demasiado lento.

Pobre peluca, debe sentirse intimidado por Abi y su enorme par de melones.

—Tírale la llave del calzón de castidad en la cara, quizás así lo entienda.

Liliana estaba en el escritorio con el ceño arrugado tan concentrada que ignoró mi voz y la de Abi. Toqué la puerta de la oficina de Daren, pero él estaba con la mirada perdida.

—Hola, Abigail —dijo saliendo del trance.

—Suerte —susurré y los dejé solos.

Quería quedarme a escuchar todos los detalles, pero conocía las reglas. No debía mezclar lo personal con el trabajo.

Regresé a mi escritorio feliz con la idea de ver a Abi más seguido, extrañaba chismear por los rincones con esa loca.

—¿No notaste nada extraño? —preguntó Liliana.

—No.

—El señor Daren salió muy apresurado esta mañana y desde entonces ha estado comportándose extraño.

Cuando entré con Abi parecía estar en las nubes, pero pensé que estaba dejando descansar la mente poniéndola en blanco unos segundos.

—Quizá algún inconveniente en la reunión de esta mañana.

—Esa es la cuestión —rodó la silla para mirarme de frente—. Antes de irse canceló todas las reuniones y salió.

Daren es muy responsable y minucioso con el trabajo, siempre llega a tiempo y a veces exagera llegando una hora antes. Si se atrevió a salir corriendo y cancelar todo, debió ser por algo importante.

—¿No te dijo a dónde iba?

—No, de hecho llegó treinta minutos después y desde entonces me ha tapado en correos —dijo poniendo la cabeza en el teclado. Debe estar agotada.

La preocupación crece en mi pecho pensando en Daren, últimamente las cosas marchan de maravilla. Él parece feliz y no quiero que aquella alegría se vea opacada por algo más.

—Gabi —escucho mirando hacia la puerta de donde sale Abi y Daren—. Llévala donde Marco y preséntale a su nueva modelo.

Se ve como todos los días, pero el trato distante y serio me pone incómoda, ya estoy acostumbrada a verlo sonriendo cuando se dirige a mí.

Me pongo de pie para acercarme a Abigail que brilla de felicidad y parece estar a punto de saltar por todos lados, pero me preocupa la seriedad en Daren.

Es como si estuviera en otra parte.

Sin dirigirme un poco de atención se da media vuelta y cierra la puerta sin emitir una sola palabra, lo que hace que mi preocupación crezca pensando en qué pudo pasarle para que esté comportándose de ese modo.

Con un nudo en mi pecho avanzo hasta Abi que parece no notar el extraño comportamiento de Daren, y la llevo hasta el ascensor nuevamente para llegar al estudio de Marco.

—¡Gabi! —chilla Abi sacándome de las divagaciones de mi mente—. ¿Me estás escuchando?

—Sí, perdona, es que me disocié del mundo de repente.

Mentí para no preocuparla y no arruinar su alegría.

—Como te decía, Daren me ofreció ser una de las modelos de pasarela, estaré a prueba seis meses y dependiendo de mi desempeño me harán contrato indefinido. ¡Estoy tan contenta!

Me alegraba por ella, estaba a punto de comenzar una nueva etapa en su vida. Algo que la llenaría de experiencia en algo que no fuera servir mesas y sonreír a los idiotas para que dejen propina.

Abi siguió parloteando de todos los detalles de la entrevista hasta que llegamos al estudio en donde el aroma a dulce y floral nos invadió el olfato, la música armoniosa me daban ganas de dormir y los aplausos de Marco ponían nerviosa Abi al punto de reírse sola.

—Niñas, reúnanse aquí ahora —dijo al notar mi presencia y la de Abi.

Marco se caracterizaba por ser una más entre las chicas, podía usar tacones tan altos como Lady Gaga y modelar divinamente, chismear con las modelos, enseñarles a ser coquetas con la mirada y de la nada transformarse en el picaflor que era al dejar estas cuatro paredes.

—Mi señora, un gusto verla como siempre —dijo saludándome con un beso en ambas mejillas.

—El placer es mío —respondí haciéndome a un lado para dejar a la vista a Abi—. Te traigo a tu nueva modelo.

No hacía falta que dijera nada, el rostro con una radiante sonrisa confirmaba la felicidad de tenerla en frente de él.

—Si alguna de estas niñas te molesta, tú dime y les daré un par de nalgadas.

Marco manteniendo su sonrisa se dio media vuelta volviendo a poner en marcha al grupito de modelos con las que ya había colaborado Abi.

—Psssss —siseó Abi acercándose a mi oído—. ¿No es una mariposita este hombre?

—No lo es, lleva cinco hijos, cinco matrimonios y cinco divorcios —Abi abrió los ojos y se volvió a ver al hombre muy confundida—. Vete con cuidado y no le des indicios de interés o pronto serás la sexta esposa, madre y divorciada de este hombre.

Todo aquel que escuchaba el historial de bandido de Marco quedaba impresionado. A simple vista, parecía un hombre con cero interés por las mujeres y solo las trataba con cariño. Solo había que mirar con atención para notar que era un promiscuo en alta potencia.

—Te dejo, tengo que terminar de trabajar y no cargarle la mata a la pobre Liliana. Adiós y no olvides lo que te dije.

Avancé en reversa hacia la puerta sin perderme un segundo de la cara de espanto de Abi.

—¡Gabi! —gritó sin lograr conmoverme—. ¡No me dejes!



Al volver a mi escritorio la preocupación volvió a ser una de mis principales molestias, era extraño ver a Daren cruzar por delante de mis narices sin que se volviera a verme ni una sola vez. Siempre solía acercase y darme un beso en la frente antes de entrar a su cueva, y para mi mala suerte la indiferencia me estaba matando.

Desventajas de trabajar con mi novio.

—Hay que entregarle el reporte semanal.

El rechinar del asiento de Liliana me hizo encogerme mi asiento, sabía que estaba tratando de hacer, se aprovechaba de mi cercanía con Daren.

¡Repito, desventajas que tu novio sea tu jefe!

—Por favor, ve tú —le dije a Liliana suplicando que no se aprovechara de mi nobleza.

—No gracias —se burló arrastrando la carpeta con papeles por encima del escritorio hasta a mí—. Tú, eres su esposa.

Resignada despegué mi espalda del asiento y me acomodé el cabello, tomé los papeles y avancé despacio hasta el hombre serio que se escondía detrás de la puerta. Liliana me miraba con una sonrisa malvada, mientras permanecía de pie frente a la puerta sin atreverme a entrar. Esperó que sepa que nunca olvidaré que es una tramposa, fue una jugada muy sucia restregarme en la cara que yo soy su mujer.

Abrí despacio la puerta y el respaldar de su silla me dio la bienvenida y sigilosamente avancé hasta que logré ver su cuerpo. Estaba tan perdido en sus pensamientos que no notó mi presencia a su lado, la vista de la ciudad cubierta por una densa neblina le parecía más atractiva.

—Hola —pronuncié sosteniendo la carpeta—. Vine a traerte esto.

Daren se mantuvo inmóvil, como si su alma estuviera demasiado lejos para oírme.

—¿Pasó algo? —repetí tratando de que hablara conmigo.

Dejé la carpeta sobre el escritorio y me acerqué logrando que pestañeara luego de un largo tiempo.

—El investigador está cerca.

—¿Te encontraste con él?

—Con su asistente —silencio, se mantuvo callado entrelazando los dedos de sus manos sobre su estómago—. Encontraron algo que podría darme un nombre.

—Eso es bueno.

—Por supuesto que lo es —dijo poniéndose de pie y quedar frente a los ventanales que daban a la ciudad—. ¿Sabes lo que eso significa?

Asentí con la cabeza.

El aura que rodeaba a Daren era temible, estaba lleno de un enojo que estaba encerrado dentro de una caja, y sabía que en algún momento el sello se rompería dejando salir toda la rabia que estaba guardada dentro.

Y temía que eso lo destruyera.

—Debo ser paciente y esperar el informe final.

—¿Final? —me abracé a mí misma por el escalofrío que me recorrió el cuerpo.

—El que me enviará con los resultados de unas recientes pruebas que encontró. Cuando todo esté al 100% confirmado, me enviará el nombre del culpable.

Un nombre.

Nombre que decidiría todo.

—Cuando tengas ese nombre ¿Vas a hacer lo correcto?

Sus ojos se giraron a verme por primera vez desde que entré, y el frío en mi cuerpo aumentó. La furia en sus ojos opacaba el verde de su iris y sus hombros se movían de arriba abajo con la respiración agitada.

—¿Lo correcto? —la sonrisa en su rostro no reflejaba ni una gota de felicidad.

Su semblante y el tono de su voz me generó mucha inseguridad.

Daren avanzó hasta a mí y automáticamente retrocedí. Me asustaba el odio que se reflejaba en su mirada.

—¿Qué es lo correcto para ti?

—La cárcel.

—Puede ser, pero quiero torturarlo —dijo deteniéndose a unos pasos de mí—. Hacerlo sufrir y pagar cada una de las lágrimas de mi madre. Me gustaría matarlo con mis propias manos, destruirlo hasta que su alma se vuelva humo y no haya nada de él que llegue al otro lado.

—No hagas eso.

Rogué tratando de convencerlo de no cometer una locura.

—No se merece que ensucies tus manos con él.

Las lágrimas se acumularon en mis ojos y Daren pareció reaccionar de su trance.

—Necesito que entiendas que esto es importante para mí —limpió mis lágrimas y sus ojos volvieron a mirarme con cariño.

—Y yo no quiero verte destruirte.

No quería que diera su vida por venganza.

No quería verlo transformarse en un monstruo.

No quería perderlo.

—Cuando llegue el momento, necesito que estés conmigo —dijo mientras sus ojos se volvieron rojizos por las lágrimas—. No puedo hacerlo sin ti.

Estaba roto, y sabía que no había cura para el dolor que él estaba sintiendo.

—Siempre —dije mirándolo a los ojos.

Las lágrimas finalmente hallaron su camino y Daren me abrazó con tanta fuerza que temí romperme.

Él quería venganza.

Y yo lo quería a él.

Estaría ahí para contenerlo y darle fuerza en su peor momento, pero más que nada.

Para evitar que el odio en su interior lo consumiera. 


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