Capítulo 39: Cena saboteada
Daren
Caminaba de un lado a otro para aliviar mis nervios y mi cabeza no me ayudaba imaginando diferentes escenarios, si seguía dando vueltas terminaría haciendo un agujero en el piso.
La leve flama en la cima de las velas había derretido gran parte de su largo y el chef esperaba pacientemente mi señal para comenzar a preparar la cena.
—Liliana, ¿has sabido algo de ella? —pregunté por tercera vez en media hora.
—No —contestó firme a través del teléfono—. Salió corriendo en cuanto le entregué la nota, no entiendo qué pudo retrasarla.
—Mierda —me restregué con rabia los ojos.
—Quizás está atrapada en el tráfico —dijo tratando de calmar mi preocupación—. Después de las 06:00 pm el tráfico es brutal, no debe tardar en llegar.
—Eso espero, avísame si sabes algo de Gabi.
—Sí señor.
La breve llamada con Liliana había logrado darme un poco de tranquilidad, debe estar atrapada en el tráfico, su teléfono estaba sin batería y por eso no ha podido avisarme.
Sí, debe ser eso y nada más, me repetí una y otra vez.
Ya habían pasado una hora con cuarenta y cinco minutos desde que había salido de la empresa y nadie sabía de ella. Estaba arrepentido de no ir personalmente a recogerla, le pedí a Raúl que fuera como todos los días, para llevarla hasta el restaurante donde todo estaba preparado románticamente.
Nunca pensé que no llegaría.
Mi teléfono volvió a sonar y con desespero lo saqué de mi bolsillo.
—Señor, esto es malo.
—Por el amor de dios, dime que ella está bien.
—Me temo que no puedo decir eso —sentí que las piernas dejaron de responderme y la maravillosa vista del atardecer se volvió oscura y parecía no brillar—. Acabo de salir de la empresa y Raúl está aquí.
—¿Qué?
—La señora Gabriela no está con él —con la velocidad de un rayo me quité el teléfono del oído y me conecté los audífonos para no perder la claridad de la voz de Liliana—. Llegó unos minutos después de las 06:00 pm y esperó a que la señora Gabriela bajara, pero dice que nunca bajó, pensó que estaba un poco retrasada.
—No me cuelgues.
Nada cuadraba.
Liliana decía que ella bajó en cuanto le entregó la nota, pero Raúl dice que nunca bajó.
Despacio retrocedí la grabación de las cámaras de seguridad hasta la supuesta hora en que había salido. Efectivamente, salió del ascensor con una sonrisa encajada en el rostro, pero antes de cruzar la puerta la recepcionista la interceptó y le entregó una nota.
Arrugué el ceño curioso con la actitud de la recepcionista, ella por lo general no se le acercaba a Gabi.
Luego sale a la calle y se va con...
Me mantengo en silencio, levanto la mirada y cierro los ojos con rabia.
El hombre que se llevó a Gabriela lo conocía a la perfección y sabía exactamente para quienes trabaja.
Para la familia Becker.
Dudaba que Alan haya llamado a mi esposa a una entrevista privada, él por lo general no estaba interesado en una mujer que no fuera la tía Anastasia. Aún no sabía cómo es que ella había terminado casada con un hombre tan desagradable como Alan Becker.
Pero no podía decir lo mismo de su hijo.
Hansel tenía un fetiche por meterse con todo lo que era mío y eso no descartaba que quisiera a mi esposa.
—Liliana —dije con voz severa—. No te preocupes y dile a Raúl que vaya a descansar, ya sé en donde está Gabriela.
✤
Manejé con una furia pacífica, no perdí el control y mantuve la vista fija en el camino. No estaba enojado con ella, pero estaba ardiendo en rabia y celos con la idea de que estaba sola con él, porque sabía cómo era Hansel, tenía la capacidad de persuadir hasta la mujer más tenaz y moldearla a su antojo.
En pocas palabras, Hansel Becker era el manipulador y mujeriego más grande que había conocido en mi vida, estaba constantemente escapando de sus acostones casuales y nunca estaba más de un mes en la misma casa, por lo tanto, no tenía un lugar para ir a buscarlo.
Además, si lo encontraba, no podía prometerme a mí mismo que pudiera controlarme, había arruinado mi sorpresa para Gabi y estaba en alguna parte solo con ella. Ahora estaba muy enojado y podría cometer una locura, esperaré, tarde o temprano tendrá que darme la cara, y para ese entonces quizá pueda mantener la compostura y no cruzar su cara con mi puño.
Subí al departamento y tiré las llaves del auto lejos, me tumbé en el sillón y miré el techo.
Mi teléfono volvió a sonar y la ira y la rabia aumento al ver el mensaje.
Me divertí con Gabriela, que tengan una linda noche.
Cinco minutos después, escuché la puerta abrirse y volví la cabeza hacia la silueta parada frente a la puerta.
—Daren —dijo con la voz apagada.
Sentí alivio al verla sana y salva, pero la espina de la molestia seguía clavada en mi costilla.
—Gabriela —notó la frialdad en mi respuesta y sin esperar se acercó.
—No es lo que...
—Sé dónde estabas y con quién.
Los celos me estaban dominando por completo, lo que no me ayudaba en nada.
—¿Qué estás tratando de decirme? —dijo con molestia enderezándose en el sillón.
—Estabas con Hansel ¿O me equivoco?
—Sí, lo estaba, pero no es lo que te estás imaginando —se levantó del asiento quitándose los zapatos y estaba lista para lanzarme uno si volvía hacer sugerencias sobre lo que había estado haciendo.
—Entonces, ilumíname —dije sujetándola del brazo—. ¿Qué estuviste haciendo todo este tiempo y por qué no me llamaste?
—¡Suéltame! —trató de soltarse de mi agarre, pero quería una respuesta y de su brazo pasé a sujetarla con fuerza contra mi cuerpo.
—Estuve esperándote como idiota casi dos horas y nunca llegaste —sus ojos ardían en rabia, pero detrás de toda esa ira seguía ardiendo más fuerte la pasión.
—Tu plan de cena romántica se arruinó porque ese idiota mandó a otro chofer a recogerme.
Ese maldito idiota, siempre metiéndose con lo que es mío.
—Fuiste descuidada, meine liebe —dije acariciando su cabello, pero los celos seguían en la cima—. Debiste darte cuenta de que no era el chofer de la empresa, ¿trabajas ahí o no?
Aquello había sido la gota que rebasó el vaso, y me dio un pisotón tan fuerte que la solté y salió disparada a nuestra habitación.
—¡Gabriela! A dónde crees que vas.
—¡Lejos de ti! —aleteó con los brazos muy molesta, pero antes de que cerrara la puerta puse mi mano y la empujé—. Vete, no quiero oírte, ya tuve suficiente de estupideces de otro idiota.
No era la primera vez que me acusaba de algo, pero esta era la primera vez que sí me había dolido. Me estaba poniendo en el mismo lugar que Hansel y por supuesto no lo iba a tolerar.
—¿Qué quieres decir? —dije entrando finalmente a la habitación escondiendo mi enojo detrás de una sonrisa.
—¡Qué para mí, tú y él son exactamente iguales!
Suficiente, si antes estaba molesto, ahora lo estaba mil veces peor. Me mordí la mejilla por dentro y despacio como un depredador me acerqué hasta ella.
—¿Eso quiere decir que lo miras a él de la misma forma que me miras a mí?
—Yo no he dicho eso, señor De Villiers —dijo en un tono burlón con ambas manos en la cintura.
—Eso espero señora De Villiers, porque si me llego a enterar de que pones esa misma cara cuando estás con él, tendré que enseñarte que eso no se hace —mi voz sonó más como un seductor gruñido que una reprimenda.
—¿Y qué harás al respecto si lo hago?
—Primero voy a azotarte tan fuerte el culo que no podrás ir a trabajar a la oficina por varias semanas —rocé sus labios con los míos provocándola.
—mmm, pues inténtalo —dijo deslizando su dedo por los botones de mi camisa—. Tú, no puedes lastimarme.
En eso estaba en lo correcto.
No podía lastimarla, al menos no de una forma en la que pudiera herirla o hacerla sufrir.
—Es cierto —dije recorriendo con lentitud las costuras de la falda tubo que cubría su cuerpo hasta las rodillas—. No puedo lastimarte, pero sí torturarte.
Toda mi rabia y mis celos parecieron desaparecer paulatinamente y le dio pase libre al deseo y el fuego que me recorría la piel cada vez que estaba cerca de ella.
—Ser diseñador de modas no es solo crear —susurré en su oído—. También es saber cuándo debes destruir algo, para ver el arte.
Sin ninguna delicadeza rasgué las costuras de la falda y la volví dos harapos que dejaron a la vista la lencería fina que llevaba. La tiré a la cama dejándola solo con la blusa y su ropa interior deleitándome con la vista de su piel desnuda, Gabi se mantuvo en silencio con una sonrisa provocadora y con maldad abrió las piernas.
—¿Esto es lo que harás cada vez que me porte mal? —dijo volteándose, dejando su perfecto culito redondo a la vista—. Voy a considerar ser mala más a menudo.
El fuerte golpe de mi mano en su culo me causó ardor en una especie de pinchazos que poco a poco fueron calentando mi piel. Gabriela a pesar del golpe no se quejó y se mantuvo firme ante su castigo.
—Bambi, te lo voy a decir solo una vez y espero que te quede claro —con brusquedad le di otra nalgueada que la hizo arquear la espalda dándome un mejor ángulo de como la tela se perdía en su intimidad—. Eres mía desde que firmaste aquel contrato y solo yo puedo tocarte.
Deslicé despacio mi mano entre sus piernas hasta que mis dedos se encontraron con el punto dulce con el que me había obsesionado, y acaricié lento y en círculos con los ojos fijos en como intentaba no rendirse ante el placer.
—¿Te quedó claro? —comencé a hacerme paso entre su ropa interior hasta que la yema de mis dedos tocó el líquido resvaladillo que recorría su entrepierna.
—Sí.
—Buena chica.
Estaba ha desesperado por sentirla, pero quería seguir disfrutando de como ella estaba dispuesta a todo con tal de que cediera a sus demandas silenciosas. Se movía por voluntad propia sobre mi mano tratando de conseguir un poco más de contacto.
—Por favor, Daren —susurró.
—¿Vas a portarte bien?
—No.
Molesto con su respuesta, la sujeté del cabello y la hice arquear la espalda, bajé lentamente su ropa interior viendo su carne mojada y lista para recibirme. Acerqué mis labios a su espalda y no pudo contener el gemido que se escapó de sus labios, mi ingle me rogaba que liberara la tensión acumulada, pero aún no era momento.
Deslicé uno, dos y hasta tres dedos dentro de su cuerpo y su única respuesta fue moverse ella misma sobre mi piel. Me pedía en silencio con la cabeza y el pecho apoyado sobre la cama, mientras que mantenía el culo levantado para que me la cogiera de una vez.
—Esos son nuevos —dijo al verme sacar un preservativo con texturas.
—Ya verás lo que hacen.
Puse la punta de mi miembro en su entrada y se deslizó con tanta facilidad en su interior que casi me corro en ese mismo momento. Húmedo y caliente es todo lo que sentía y sin poder esperar demasiado comencé con embestidas lentas para que disfrutara de la nueva adquisición que adornaba mi miembro.
—¡Dios! —no pude ocultar la sonrisa al ver el gozo reflejado en su semblante.
Las texturas de aquel condón deben estar jugando con su interior tan deliciosamente que se estaba volviendo loca.
—¡No puedo! —gritó intentando huir.
—No vas a escapar —dije sujetándola de la cadera más fuerte—. Dije que iba a torturarte.
—Pero esto es un premio, no un castigo —gimió apretando las sábanas con fuerza.
Con cada embestida, Gabi gemía más fuerte y parecía no poder más.
—vamos Bambi, córrete para mí —dije manteniendo el ritmo para que pudiera alcanzar el orgasmo.
Por primera vez dejó de ser terca y acató mis palabras, y en medio segundo alcanzó el orgasmo temblando gracias al placer que abordaba todo su cuerpo.
Caí rendido a su lado tratando de recuperar el aliento, había sido la mejor cogida hasta ahora, salvaje y sin ningún tipo de vergüenza.
—Bambi, te quiero muchísimo —ahora que lo pensaba no le había dicho palabras de afecto desde que entró por la puerta.
—Y yo a ti cariño, pero quiero otra ronda, así que no te duermas —me reí.
Había olvidado todos los celos estúpidos que había sentido, ella jamás me haría lo mismo que Teresa. Estaba seguro de su amor por mí, cada parte de ella me lo decía sin emitir una sola palabra.
Ya tendría tiempo de encarar a Hansel por lo que había hecho, pero no quería pensar en eso ahora.
Solo quería pensar en ella, cumplir con cada uno de sus caprichos y recuperar la noche que se me había arrebatado.
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