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Capítulo 29: Sorpresa

Daren

No podía entender cómo era posible que hubiera un problema de energía en el edificio, se supone que había generadores para que este tipo de cosas no pasara. El jefe de mantenimiento para algo estaba encargado de cuidar y mantener en perfecto estado el edificio, y había cientos de eléctricos que trabajan aquí, cómo era posible que ninguno pudiera arreglar el maldito problema.

—Edgar, ahora mismo me vas a explicar qué diablos está pasando.

El jefe de mantenimiento sudaba y desvió la mirada a un muchacho joven que estaba detrás de nosotros a punto de llorar.

—Señor, esta mañana se le hizo mantención al ascensor, pero el chico se equivocó y quemó uno de los chips, desde entonces está así.

—Entonces me estás diciendo que el problema no es eléctrico —ladeé la cabeza mirándolo fijamente—. Si no que uno de tus subordinados cometió un error y tú dejaste que este ascensor siguiera funcionando.

Edgar era un irresponsable de mierda, dejó este incidente en silencio en lugar de clausurar uno de los tantos ascensores que había en este lugar.

—El repuesto es muy costoso y pensé que...

—No te pago para pensar en qué es muy costoso para mi bolsillo, te pago para mantener el maldito edificio en perfecto estado.

Comprar aquel repuesto habría sido como quitarme un pelo de la cola, y el dinero se recuperaría en un abrir y cerrar de ojos, pero la vida de una persona no.

—Lo siento mucho, señor.

—Mi esposa está atrapada en ese ascensor y tú me dices ¿lo siento? —Edgar bajó la cabeza. La rabia me corría por las venas, y apretaba con fuerza los puños para no desquitarme con él, cuando era su culpa que el ascensor estuviera atascado con mi amigo y mi esposa adentro—. Más lo vas a sentir si a ella le pasa algo.

Avancé unos pasos más, pero antes de seguir giré en redondo y dije:

—Edgar —él me miró y al ver mi sonrisa palideció—. Espero que cuando vuelva, lo primero que vea sea la renuncia del responsable de este incidente sobre mi escritorio, junto a la tuya.

Gabriela y Jared llevaban treinta minutos en el ascensor y lo único que me importaba era sacar a esos dos como fuera lugar en una sola pieza. No me daba placer saber que el histérico de Jared, estaba encerrado con Gabi, ella no tenía mucha paciencia y sabía mejor que nadie que si no lo mata el ascensor, lo matará ella por sacarla de quicios.

Al oír la sirena de los bomberos corrí hacia el piso treinta en donde estaban atrapados. El cuerpo de bomberos venía preparado con equipo para sacarlos, metieron dos prensas para estabilizar el ascensor, y uno de los bomberos se metió en el espacio que había para sacarlos mientras que los otros se mantenían alerta a cualquier movimiento extraño.

Jalaron un bulto de cabello largo y la desilusión se asentó en mi pecho al ver la sombra de Jared poniéndose de pie, abriendo los ojos mirando al cielo.

—¡Estoy vivo! —gritó, pero medio segundo después cayó como un costal de papas frente a mí. Los paramédicos que estaban presentes corrieron a darle asistencia, mientras que susurraba cosas sin sentido, sujetando con fuerza un trozo de pan.

—¿Dónde está Gabi? —me acerqué comenzando a desesperarme.

—Por favor señor, guarde la calma y déjenos hacer nuestro trabajo.

A regañadientes retrocedí, pero el terror cayó sobre mis hombros una vez que el ascensor comenzó a romper las prensas.

—¡Sáquenlo de ahí! —gritó uno de los bomberos, y con fuerza jalaron a su compañero y la puerta se cerró.

El pánico me recorrió el cuerpo en diferentes maneras al ver desaparecer ese ascensor y lo único que se me ocurrió fue bajar corriendo por las escaleras buscándola.

Necesitaba sacarla de ahí y ver con mis propios ojos que ella se encontraba bien. No me perdonaría si ella resultaba herida, yo la había enviado con esos malditos papeles a ver a Alex.

Y ahora estaba más arrepentido que nunca por no haber dicho la verdad antes.

Fui muy valiente en el calor de la pelea para gritar que estaba celoso, no pude negarlo al enterarme de que ella estaba sola con Jared sin saber que era parte de mi círculo. Y me acobardé cuando ella estuvo parada justo en frente de mí dispuesta a escuchar una respuesta, ella merecía saber la verdad, y a mí me faltaron pantalones para decírsela.

Los bomberos seguían mis pasos tratando de encontrar rastros de aquel ascensor que mi jefe de mantención no había clausurado, pero al llegar al piso veinte encontramos el ascensor con la puerta abierta y Gabriela estaba hecha una bolita en el suelo abrazándose.

Rápidamente, me acerqué y me quedé a unos pasos de ella sin entrar en el ascensor que seguía inestable.

—Gabi —ella al oír mi voz levantó la cabeza, y estiré la mano para que la sostuviera—. Ven aquí.

Despacio se removió y el ascensor tembló bajando unos centímetros, el miedo cruzó su rostro, y me quebró verla sentada en el suelo tratando de alcanzar mi mano con las lágrimas corriendo por sus mejillas.

—Toma mi mano, cariño —si se movía demasiado el ascensor descendería—. Eso es, despacio.

Al sentir el roce de sus dedos mi corazón comenzó a latir cada vez más fuerte.

—No voy a lograrlo —dijo con la voz plasmada en terror, temía morir de una forma tan horrible.

—Sí, si puedes —con ayuda de los bomberos me estiré otro poco y logré sostener su mano. Gabi sonrío, pero aquel rayo de luz se rompió en cuanto los temblores del ascensor se hicieron más constantes.

—¡Sáquela ahora! —gritó uno de los bomberos detrás de mí.

Con fuerza la jalé hacia mi pecho y por unos segundos logró salir. Gabi miró el lugar donde había estado atrapada hace un instante y comenzó a respirar frenéticamente.

—Tranquila, estoy aquí —le dije abrazándola fuerte, Gabi era tan pequeña a mi lado. Ella se quedó escondida en mi pecho hasta que logró recuperar su respiración normal.

—Mi teléfono se quedó adentro.

—Jesucristo —acaricié su cabello y le besé la frente—. Pasas casi cuarenta minutos encerrada en ese infierno y lo primero que dices es que se quedó tu teléfono.

—Tenía cosas importantes ahí —levantó la cabeza a mirarme con el ceño fruncido.

—Puedo comprarte otro si eso te hace feliz.

—Pero yo quiero ese —dijo apuntando al ascensor—. Acababa de comprarle una funda rosa con corazones, me gustaba mucho.

—No te preocupes, cuando logren estabilizarlo de seguro lo recuperas.

Al ver como su ánimo se levantaba nuevamente me hizo reír, podría haber estado traumatizada un largo tiempo por esto, pero aquí estaba, mirándome como si hubiera cometido un delito por no salvar su teléfono con la funda nueva.

—Meine liebe, no vuelvas hacerme eso —volví abrazarla con fuerza, y sonreí como bobo al sentir el tacto de sus manos recorriendo mi espalda—. ¿Cómo es que siempre estás metida en líos?

—Talento nato, creo.

No sabía exactamente lo que tenía con ella en este momento, pero lo que sí sabía es que para mí ya no era un simple negocio el que me mantenía a su lado.

—¿Dónde está el tonto de Jared? —dijo sin soltarme.

—Inconsciente un par de pisos arriba.

—¿Salió sin problemas y se desmayó? —asentí con la cabeza logrando que Gabriela soltara una de esas carcajadas tan contagiosas—. Es un idiota.

—Lo es. Vamos necesitas descansar, pero debemos pasar por mi oficina antes.

Gabriela miró los ascensores del otro lado con miedo.

—¿Podemos ir por las escaleras?

—Claro que sí, pero será un camino largo.




Al llegar a la oficina recogí mi maletín y mi laptop, pero había algo más sobre el escritorio, algo que veía cada mes con las insignias IB en un sello con cera roja. Observé el sobre con esperanza, espero que esta si sean buenas noticias, lo metí al bolso y caminé hasta la salida, pero el sonido de mi teléfono me hizo detenerme antes de abrir la puerta, y arrugué las cejas al ver un número desconocido.

—Diga.

Hola, soy Abigail la amiga de tu esposa.

—Te recuerdo, Abi.

Qué bueno, ¿qué harás esta noche para ella?

No sabía de qué me estaba hablando, pero mi imaginación se fue directo a otro lado. Últimamente todo lo que estuviera relacionado con Gabi despertaba mi entusiasmo.

—¿De qué hablas?

Pedazo de tonto —que insolente, como podía tratarme con tanta confianza—. Gabi está de cumpleaños hoy.

Me quité el teléfono del oído y vi la fecha.

20 de junio.

—¿Olvidaste el cumpleaños de tu esposa?

—Creo que sí.

Eres el peor esposo de todos.

Me sentía peor al escuchar a su mejor amiga, estaba casado con Gabi, tenía un archivo a detalle de ella y todo lo esencial, y aun así, había olvidado el cumpleaños de la mujer de la que estaba enamorado.

—¿Quieres darle algo que realmente le guste? —dijo con picardía.

Por favor que no sea lo que estoy pensando.

—Soy todo oídos.

Dentro de una semana habrá un concierto de unos metaleros que a ella le gustan. Cómprale una entrada y ella te besará hasta los pies.

—¿Y qué me garantiza que no haya comprado las entradas ella misma?

No tiene dinero.

—Claro que sí, para algo le di una tarjeta de crédito. Puede comprarse hasta una isla si quiere.

Se nota que no has aprendido nada de ella en estos cuatro meses. Ella sería incapaz de gastar un solo peso de esa tarjeta si no es necesario, ella no ve tu dinero como suyo, Daren.

En eso tenía razón, le di la tarjeta de crédito y ella siguió usando ese vejestorio que tenía como teléfono, no compra nada de ropa si yo no sé lo pido, le dije que podía cambiar todo lo que no le gustara del departamento y ella no ha cambiado nada, ni las cosas de su habitación.

—¿Cómo se llama el grupo?

Five Finger Death Punch, se muere por esos gritones.

Puse el teléfono en voz alta y comencé a buscar el famoso concierto, y sin pensarlo dos veces compré dos entradas vip y programé un correo electrónico para que le llegaran las entradas dentro de dos horas a su correo.

—Gracias por el dato, ya están compradas las entradas. De seguro te invitará.

No me van esos grupos, y estoy segura de que será más feliz si tú la acompañas. Bueno te dejo, tengo mesas que atender, adiós.

Al cruzar la puerta Gabriela ya estaba lista para irnos. Liliana la abrazaba acariciando su brazo, mientras le ofrecía un café para llevar por el camino.

—Liliana, cancela todas mis reuniones y no me llames si no es algo que no pueda esperar.

—Sí señor.

Ella se veía realmente preocupada, había hecho buenas migas con Gabi, estoy segura de que se llevarán muy bien y no habrá problema con que ambas lleven mi agenda.

Tenía que admitir que le di ese puesto precisamente porque así pasaría más tiempo conmigo. Estaría prácticamente obligada a pasar las 24 horas del día a mi lado, y me moría de ganas por verla con esa sonrisa brillante afuera de mi oficina cada vez que saliera.

Luego de casi perderla en un ascensor había tomado una decisión, y mi plan de conquista comenzaría esta misma noche, Gabi estaba de cumpleaños y aún no la había saludado, y una cena sorpresa ya sería un punto para mí.

Mientras veía a Gabi bajar las escaleras escribí un rápido mensaje para Cristina, necesitaba que hiciera una cena sencilla y que María decorara el departamento para una velada solo para nosotros.

Esta noche será el inicio de un nuevo comienzo para ambos.

—Vas muy callado.

Habíamos llegado al estacionamiento y no me había dado ni cuenta en qué momento, venía demasiado inmerso pensando en cómo ganármela sin verme desesperado.

—Lo siento —abrí la puerta del Mercedes y Gabi con una ceja levantada se metió al auto. Subí, me puse el cinturón y encendí el motor tratando de no estar nervioso—. ¿Y qué te parece ser mi nueva secretaria?

—Genial, necesito aprender algo más que servir mesas, y esto me servirá para cuando nuestro contrato termine. Quizás después puedo conseguir trabajo de secretaria en otro lado.

Sus palabras me llegaron directo en una daga al pecho, ella ya estaba pensando en irse y aún faltaban meses para que eso pasara.

—¿Y por qué no te quedas en la empresa?

Gabi me dio una mirada irónica.

—¿No crees que será extraño que tu exesposa siga en la empresa después del divorcio?

—No si quedamos en buenos términos.

—Sería extraño —dijo mirándose en el espejo—. Ya no serías mi comprador.

—Yo no te compré.

—¿Y cómo llamas a que hayas pagado todas nuestras deudas?

—Negocios.

—Y todo negocio llega a su fin.

—¿Y si no quiero que termine? —me tensé en el volante y lo apreté con fuerza, estaba siendo demasiado sincero. Y a veces la honestidad dolía más que una mentira.

—¿Qué estás tratando de decir?

Mierda, ya me estaba arrepintiendo, ella me asustaba más que un diseño mal hecho.

—Que me dolerá si te vas, no soy de piedra —no dejé de mirar el camino, necesitaba mantener la vista en las señales de tráfico para no retractarme de mis palabras—. Después de este año, podemos ser ¿amigos?

Eso es, mis padres comenzaron siendo amigos y terminaron terriblemente enamorados, fundando una empresa millonaria, casados y con dos hijos.

—No, no quiero volver a verte luego de que nuestro contrato termine —dejé de ver el camino para ver cómo se reía de mi cara. Eso había sido una jugada muy sucia para probarme—. No es cierto, claro que podemos ser amigos, a pesar de lo insoportable que eres.

—¿Insoportable? ¿Yo?

—Si tú —estacioné el auto, y me quité el cinturón para que me aclarara eso de insoportable—. A veces no te entiendo.

—¿Por qué dices eso?

—Porque hay días en los que pareces que me quieres cerca y otros en los que me haces pensar que soy una peste. Huyes de mí, Daren.

Porque me provocas como nunca pensé que lo haría alguien.

—A veces estoy estresado con el trabajo, es todo —mentí.

Gabriela se quitó su cinturón y se volvió a verme.

—Si vamos a ser amigos, en lugar de huir de mí, podrías contarme lo que pasa.

—Lo prometo.

—Ok subamos, muero de hambre.

Gabi salió del auto con una sonrisa y al caminar juntos enrolló su brazo con el mío. Con ese simple gesto una sensación agradable me recorrió el pecho y no pude evitar sonreír junto con ella.

—¿Qué es eso? —dijo al ver los globos en la entrada de nuestra puerta.

—Una sorpresa.

Gabriela sonrió de oreja a oreja y avanzó con su llave en la mano.

Cristina y María ya deben haberse ido, la mesa debe estar arreglada con velas, la cena lista para llegar y servir, globos rojos con helio alrededor y la luna iluminando nuestra velada.

—¿Lista para entrar? —dije sujetándola de la mano. Gabi se cubrió los ojos y empujó la puerta, pero no había velas, ni cena romántica, ni mucho menos luz de luna.

Estaba toda la familia reunida en la sala de nuestro departamento con globos de diferentes colores, meseros con champaña, y esperaron a que ella se descubriera los ojos para lanzar la serpentina y gritar todos juntos:

—¡Feliz cumpleaños Gabi! 


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