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Capítulo 10: Presentación

Daren

Gabriela salió como la digna novia que sería dentro de un mes, con elegancia y la belleza de una mujer que está profundamente enamorada de su prometido.

Intenté parecer frío y distante, pero una vez la vi de cerca no pude evitar sonreír. Estaba acostumbrado a verla con su uniforme y verla tan elegante fue una gran impresión.

—Si fueras el diablo, con gusto ardería contigo en el infierno.

Al ver el sonrojo de ella, me di cuenta de que no había sido un pensamiento, sino que había dicho eso fuerte y claro.

—Gracias, señor De Villiers —dijo mientras abría la puerta del auto—. Pero debemos irnos. Tu auto no pasa desapercibido y la gente es muy chismosa por aquí.

Ella subió en el auto dejando una estela de un perfume floral con un toque dulce. Cerré los ojos y me maldecí internamente, olía muy bien.

Con el olor de su perfume aún pegado en mi nariz, me di la vuelta desabotonando los primeros botones de la camisa, hacía mucho calor.

Por el camino la conversación fue estrictamente profesional.

Juntos recodábamos cada detalle de nuestra supuesta historia de amor, pero las manos de Gabriela me ponían de los nervios, desde que subió al auto no dejó de cortar un trozo de servilleta. Enroscaba su cabello en su dedo se miraba en el espejo cada dos segundos y volvía a la servilleta.

—¿Nerviosa? —pregunté sin despegar los ojos del camino. Sentía pena por el papel picado sobre sus piernas.

—No puedo evitarlo, tu familia es de un mundo totalmente diferente al mío.

—No te preocupes por eso —sostuve su mano, estaba muy fría—. Para mí eres perfecta y eso es todo lo que tienen que saber.

Al escucharme se giró a verme y apretó mi mano.

—Finges muy bien, te felicito.

—Tengo que hacerlo para que lo crean —digo dándole un vistazo. Gabi me sostuvo la mirada un segundo y volvió a mirar el camino.

No volvió a decir nada, y gracias a eso, el ambiente se volvió tan incómodo que lo único que quería era llegar lo antes posible a la mansión.

Al divisar las primeras luces de la residencia mis nervios comenzaron a aumentar, y me preguntaba si todo saldría bien esta noche.

Gabi parecía muy impresionada por todo lo que la rodeaba, y su respiración se volvió tan errática que por un momento me asustó.

—¿Llegamos?

—Así es.

—¡Creo que no puedo hacerlo! —gritó y con desesperación jaló el cinturón de seguridad con fuerza—. ¡Tengo que irme!

—¡Gabi! —dije tratando de detenerla, se terminaría lastimando a este ritmo—. ¡Gabi, mírame!

La sujeté de las mejillas con fuerza y pude ver el pánico que había en sus ojos, estaba muy agitada. Entendía su miedo, igual lo tenía, pero haríamos esto juntos.

—Tranquila, respira —sus ojos brillaban bajo la oscuridad, y su olor ahora parecía más intenso que antes—. Puedes hacerlo, Gabi.

Poco a poco comenzó a calmarse, pero no dejó de mirarme.

Por un minuto tuve el atrevimiento de admirarla, era una chica muy fuerte, había sobrevivido a la muerte de su madre, a un padre que se olvidó completamente que tenía otra razón para vivir, y a un idiota que la había comprado para obtener una herencia.

No quería hacerla sufrir más de lo que ya había sufrido.

—No voy a obligarte a entrar hoy si no quieres —dije todavía sujetándola. Puede que hoy no pase nada, pero ella debe cumplir su parte del trato en algún momento.

Gabi se mantuvo en silencio y se relamió los labios.

—Soy la futura señora De Villiers, puedo con esto.

Oír su decisión me devolvió mi tranquilidad y me hizo reír.

De pronto recordé lo que estaba haciendo, la distancia era mínima, tanto, que con el mínimo movimiento la besaría.

—Qué hacen ahí tortolitos —los golpes en la ventana nos hacen dar un brinco en el asiento. Y agradezco al metiche de mi hermano por interrumpir—. Bajen de una vez, la familia está reunida en la sala. Ya quiero ver la cara de Atenea cuando se entere de la noticia.

Gabi me mira con la duda en la frente, pero entiende en seguida que Alex lo sabe todo.

Al acercarnos a la entrada sostengo la mano de Gabi que parece más nerviosa, y al sentir mi contacto ella me sonríe agradecida.

—Que comience el show —dice Alex empujando la puerta. Ella me sujeta con fuerza y entrelaza sus dedos con los míos.

Con nuestra presencia la abuela Pilar deja su regadera en el suelo y nos observa algo curiosa. Ella es mayor, y su único pasatiempo es decorar la casa con plantas, según sus creencias ellas se encargaban de alejar las malas energías y envidias de la gente.

Siempre había sido algo esotérica.

Nunca se había interesado por alguien que viniera de visita, pero en cuanto vio que no venía solo su instinto la hizo acercarse. Sostuvo la mano de Gabriela y la analizó como si fuera su mazo de tarot.

—Tienes un Aura muy bonita —le dice sonriendo—. ¿Cómo te llamas, linda?

—Gabriela.

—Es un gusto conocerte.

La abuela observó a Gabi una vez más y me miró sonriendo.

—Es ella —dijo juntando la mano de Gabi con la mía y se dio media vuelta.

A veces dudaba que la abuela Pilar tuviera todos los tornillos bien puestos, había veces que decía cosas sin sentido que me dejaban pensando.

—Ignora a la abuela, ella está algo... loca —dijo Alex para calmar a Gabi que tenía cara de espanto—. Vamos a la sala antes que todos se vayan.

Avanzo con Gabi a mi lado, que me suelta en cuanto oye las voces risueñas de la sala.

Tal y como había dicho Alex, toda la familia estaba reunida en la sala. Mamá estaba sentada tan derecha que parecía una estatua, la abuela tomó asiento justo a su lado, y Alex se tiró en el sillón más largo a ver el espectáculo.

—Cariño, que bueno que llegas —dice sin mirarme. Su atención fue robada por Gabi que parecía un cachorrito asustado a mi lado—. ¿Quién es esta muchacha tan encantadora?

Sostengo de la mano a Gabi con suavidad, y me acerco hasta el sillón donde está mamá que mira expectante.

—Ella es Gabriela —digo acercándola un poco más a mi cuerpo—. Mi novia.

En cuanto veo que mi madre suelta la taza de té, me preocupo. Si algo odia en esta vida es ensuciar su adorada alfombra de tercio pelo.

—Daren, ¿Esto es una broma? —dice recogiendo la taza que afortunadamente no se rompió, y con la tela que cubría sus piernas secó el té derramado.

A pesar de ser una mujer fina, Atenea jamás había sido una tirana con las empleadas de la casa, cada vez que le pasaba algo así se encargaba ella misma de limpiar.

—No lo es madre, llevo tiempo saliendo con Gabriela y no te lo había querido cont...

No me dejó terminar.

Saltó a los brazos de Gabi y le dio un gran abrazo.

—Querida no sabes lo feliz que me haces, llevo tanto tiempo esperando a que este desconsiderado me traiga una nuera.

Gabriela estaba muy impresionada por la reacción de Atenea, se había esperado cualquier cosa menos eso. La pobre me daba una mirada de auxilio al verse rodeada de tanta atención.

Alex a la distancia levantó una botella de Romanée Conti 1945 que había guardado para una ocasión especial. Y esta celebración lo ameritaba, porque al parecer todos se estaban creyendo mi enorme mentira.

Nos habíamos burlado descaradamente de mi madre y todo gracias a que Gabriela decidió entrar.

—Es un gusto señora, estoy muy agradecida por su cálida bienvenida —respondió tan tímida que apenas podía oírla.

—Querida, por favor solo dime Atenea o suegra —aclaró rápidamente, odiaba con toda su alma que la llamaran señora—. Ahora linda, dime lo más importante, ¡Cuando se van a casar!

Alex escupió un poco de vino al tratar de contener la risa. A veces mamá era muy "intensa"

—Esa es la otra noticia que quería darte madre —interrumpí rescatando a Gabriela de las manos de mi madre. La sujeté de la cintura y la miré como un loco enamorado—. Nos casamos el mes siguiente.

Mi madre que había estado esperando este momento desde hace tiempo, gritó y saltó de felicidad. La abuela Pilar soltaba algunas lágrimas de felicidad y el único que sabía toda la verdad se acercó para abrazar a la futura señora De Villiers.

Todo estaba marchando mejor de lo que esperaba.

Mamá había aceptado el compromiso demasiado fácil y adoraba a Gabi. Estaba tan emocionada con lo de la boda, que durante la cena llamó a su amiga Bridget para una cita en la boutique de vestidos de novia. Agendó una cita en las mejores agencias de preparativos de bodas, y entre las dos buscaron posibles ideas para su vestido.

Creo que esta es la primera vez que veo feliz a Gabi con la idea de casarse, pero no era raro, era una mujer joven y de seguro le chifla todo lo que tenga que ver con cosas de chicas.

Mientras admiraba como ellas se reían y chillaban cada vez que encontraban algo mejor, me puse a pensar en lo terrible que sería si todo lo que habíamos planeado saliera a la luz.

Las risas amenas y la emoción fueron interrumpidas por el ruido ensordecedor del timbre, sonaba más fuerte que de costumbre, aún no habían venido a repararlo.

Todos se giraron hacia la puerta una vez que se escucharon voces y risas dirigirse hacia nosotros. Pero yo no estaba feliz con la visita inesperada, conocía a la perfección esas voces y no me alegraba para nada tenerlos en casa el día de hoy.

No sabía cómo tenían el descaro de venir a nuestra maldita casa.

—Buenas noches a todos —dijo la voz femenina.

—Sentimos mucho interrumpir la noche, pero Teresa tenía muchas ganas de venir a saludarte Atenea.

—¡Dios mío! —dijo mamá poniéndose de pie—. Siento que no los he visto desde hace años.

Ella los abrazó a ambos y Teresa era la más contenta de ver a mamá, después de todo siempre se llevaron bien.

En cuanto a él, seguía igual a como lo había visto hace unos meses. Alto, rubio y sonriendo como estúpido.

—¿Daren, no vas a saludarnos? —preguntó él al ver que ignoré que estaba a unos pasos de mí.

Con desgano miré a Hansel que me sonreía sujetando a Teresa de la cintura.

Sentado en la mesa sujeté con fuerza lo primero que encontré en busca de contener la rabia y la ira sofocante que me recorría la sangre.

Ella fue mi novia y la primera mujer de la que había estado enamorado, pero él, era mi mejor amigo.

Y aun así, había decidido ser un traidor.  


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