Narra: Angela (Leona)

Al abrir los ojos ya era de día, juraba no haberlos cerrado más de cinco minutos pero allí estaba el sol, acompañado del frío y un ambiente grisáceo. Seguía temprano. No recordaba la última vez que me había dormido sin darme cuenta y sin sentir el tiempo y la energía ahogarme el cuerpo. Estaba completamente en blanco en todos los sentidos que es posible estarlo, tenía la mirada fija en quién sabe dónde, pensando en quién sabe qué, el sonido no existía, los colores tampoco, todo se veía como el contorno negro de un dibujo en una hoja blanca, o al menos así lo recuerdo.

Pasado un rato fui consciente de que no pensaba en nada, en consecuencia comencé a pensar, a enredar mi mente en el círculo vicioso que eso representaba y luego recordé donde estaba, quien era y lo que había hecho anoche.

El corazón se me aceleró de golpe y me invadió un cosquilleo atemorizante en el pecho. Anoche me sentía fatal, recordaba haber hecho una tontería, es más, lo recordaba todo tan nítido que me sentía estúpida por no haberme inundado lo suficiente en alcohol, no quería poder recordar lo que hice, al menos no esa mañana.

Me senté en la cama y pasé mis manos por mi cara, regañándome mentalmente por haberle dicho todo lo dicho, por haberla besado como la había besado y por haberla mirado como la había mirado. Me sentía como si todo se hubiera alineado para que yo pudiera hacer mis estupideces, incluida ella, que parecía haberse entregado completamente a seguirme la corriente.

Si no habíamos estado oficialmente juntas en todo este tiempo era por algo, si nos habíamos usado todos estos años para limpiarnos la amargura era porque servía, porque con eso podíamos conformarnos y seguir adelante, me inquietaba la idea de haber arruinado lo poco que me quedaba con ella por pedir más de lo que podíamos permitirnos, por no aguantarme el tiempo suficiente a acostumbrarme de nuevo a su ausencia y a la posibilidad de que encontrara a alguien más por millonésima vez.

Desde la última vez que había estado con ella, o tal vez desde la vez anterior a esa, me había estado comiendo la cabeza con la idea de que esa otra persona fuera la definitiva, de que finalmente sus intentos la llevaran a lo que buscaba y yo dejara de ser parte de ella completamente. Solo necesitaba tiempo para acostumbrarme, para darle tantísimas vueltas a ese pensamiento estúpido que dejara de tener sentido y así pudiera ignorar la posibilidad de que ella pudiera olvidarse de mí, pero no, el mundo no estaba de acuerdo con eso y contra todo pronóstico se aseguró de traerla frente a mí cuando menos (o tal vez mas) la necesitaba.

Porque ella nunca puede venir de inmediato cuando le digo que estoy mal, pero esa vez lo hizo, apareció en mi puerta como por obra de magia e instauró en mí una desesperación guardada. Que voluntad tan débil tengo... Al menos con ella.

Cuando volteé ella seguía ahí, aún dormida porque yo soy la que nunca duerme. Volví a mirar a mi alrededor y sentí la pequeñez de mi apartamento...Hacía tanto que no la sentía...

Esa fue la primera mañana