Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

36. Eras, eres y serás siempre tu

Miré la nota media que me quedaba de segundo de bachiller: un 9'4.

Estaba bien, pero... ¡Qué demonios! Como dirían los mal hablados de mis amigos «estaba de putísima madre».

Me senté bien en el sillón de casa de Oliver. Estábamos él, Alek y yo estudiando. Ronnie se estaba limando las uñas, que tenía tan largas que me hubieran servido de marcapáginas para los apuntes (al menos las tenía limpias). Ella era la única que no se preparaba las pruebas. Había dejado bachillerato porque quería estudiar un ciclo formativo de peluquería el año siguiente.

Era 10 de junio. Selectividad estaba a la vuelta de la esquina, y afirmar que estábamos cagados era poco para lo que realmente sentíamos. Quedaba un día para empezar las pruebas.

— ¿Qué nota os queda? Lo acaban de publicar en el espacio virtual — mis ojos se dirigieron directamente a Alek quien, con toda la parsimonia del mundo, sacó el teléfono y se puso a buscarla.

— ¡Tengo un 7'2! — Oliver levantó la mano para chocarla con la de Ronnie.

— ¡Olé mi zorra que va a triunfar siendo periodista! — exclamó ella.

— Bueno, ahora falta que Selectividad saque buena nota — contestó él.

Lo felicité. Pero yo quería saber si Alek me había superado. Como había terminado nuestra partida de ajedrez. ¿Sería él quién había hecho jaque mate? ¿O sería yo?

— ¿Qué? — no pude quedarme callada. Empezamos un duelo de miradas para ver quién lo decía antes —. ¿Qué has sacado?

— Dilo tú primera.

— ¿Por qué las matemáticas del social no maduran ya? Es hora que resuelvan sus problemas solas — lloriqueó Oliver, ajeno a la batalla que tenía yo con Alek.

Ronnie se fue a buscar unas patatas de bolsa para comérselas. «Eso se va a poner interesante» murmuró para ella misma.

— ¡He preguntado primero! — protesté al borde del colapso mental —. ¡Por el amor de la tabla periódica y las parábolas! Dilo ya, que me vas a provocar un infarto de miocardio.

— ¿Un infarto de qué? — preguntó Ronnie, sentándose otra vez con las piernas cruzadas. Oliver se colocó a su lado y cogió un puñado de patatas. Se divertían a nuestra costa.

Alek contestó por mí.

— Significa un ataque de corazón. Bueno. Está bien... — la sonrisa que se le dibujó en la cara a Alek me confirmó el resultado. Acababa de perder —. Un 9'42.

No podía ser. Se me desencajó la boca. ¿Dos malditas décimas habían marcado la diferencia? ¡Puñetas! Me levanté tan rápido que estuve a punto de tirar todos los apuntes en el suelo. Si es que era un desastre.

— Creo que por su reacción queda claro quién ha ganado — señaló Ronnie.

— ¿Quién? — preguntó Oliver con la boca llena de patatas.

— Pues quién va a ser, mongolo. ¡Lena! Le están a punto de salir los ojos de las orbitas, y no es precisamente porque haya visto a un machoman sexy y sin camisa.

— Gracias Ronnie, me has subido muchísimo la autoestima — reprochó Alek, aún con la sonrisa en la cara. Se la borraría de un zapatazo.

— No te lo tomes a mal, cariño. Estás bueno, pero Zac Efron es otro mundo. Aunque yo me quedaría con Zendaya — nos la quedamos todos mirando —. ¡¿Qué?! Es un pibón de mujer.

— No, si razón no te falta — me expliqué —. Pero de todo lo que has dicho solo un 0'1% tiene sentido.

Ronnie hizo como si se cerrara la boca con una cremallera, rindiéndose.

— ¿Y bien? — Alek se estaba regocijándose con mi mala suerte. Él sabía perfectamente que me había ganado.

— Un 9'4...

— ¿Has perdido por dos décimas? Ni Romeo, ni Julieta eran tan desafortunados — dijo Oliver. Le lancé una mirada furibunda.

Oliver se había leído hacía poco el clásico y, desde entonces, hablaba y soñaba con ella a todas horas. 

— Joder. No me mires así. ¡Es verdad que murieron por ser gilipollas! Si Romeo no se hubiera suicidado siendo más drama que persona, aún seguirían vivos, felices y comiendo perdices.

— Gracias por los ánimos, querido amigo. Y a propósito, la gracia de "Romeo y Julieta" es que es una tragedia. Además, los protagonistas tenían entre 14 y 16 años, a esa edad se cometen locuras — le conté —. Aunque, la verdad, a veces los adultos son peores...

— ¡Pero si eran unos bebés! ¿Quién dejó sola a Julieta con un cadáver y una daga para suicidarse? — exclamó mi mejor amigo —. ¡¿Y quién coño envenenó a esa pobre niña para dormirla?!

Tra-ge-dia. Por eso se llama así, tonto del culo — le contestó Verónica propinándole una colleja.

Oímos una tos seca falsa. Era Alek que nos miraba con el ceño fruncido y repiqueteaba con el móvil en su silla.

— ¿No vamos a comentar el hecho que me debes una cita? — me lo preguntaba a mí. Me sonrojé.

— Lena, esa parte no nos la habías contado — me acusó Oliver, señalándome —. Traidora.

— ¡Es que no va a ser una cita!

— ¿Y por qué el dice que sí? — cuestionó Ronnie.

— Porque sí lo es — iba a matar al pelinegro.

— ¡No lo es! Dijimos que quién ganara la matrícula sería invitado por el otro a una cena.

— Eso, querida mía, se llama cita — murmuró Alek —. ¿El viernes, después de Selectividad?

— Yo creo que tendré la cabeza triturada... — me excusé.

— Qué lástima. Justo ese viernes inauguraban una cafetería y librería a la vez.

— ¡Acepto! — grité. No tenía nada que perder.

Dejamos de estudiar por aquel día. Quería ir a casa y descansar antes de la Selectividad. Darme una ducha fría, beberme una limonada granizada y repasar sin presión. Subí las escaleras que daban al patio de vecinos.

— ¿Lena?

Me giré como un resorte, pensando que mi mente se estaba burlando de mí. Había soñado tanto con esa voz... Noté fuegos artificiales en el estómago. Y, a la vez, el dolor del pecho se intensificó. Llevábamos casi un mes sin hablar. Lo echaba de menos...

— Solo quería decirte que he aprobado... — sonrió nervioso.

Lo imité. Noté el corazón caliente. Lo veía más seguro de si mismo, más feliz.

— ¡Eso es una muy buena noticia, Noel!

— Sí... Solo quería decirte que gracias — incliné la cabeza, sin entenderle —. Me has ayudado mucho este año.

Nos quedamos en silencio, mirándonos. Cuestionando todo lo que habría podido ser y que se había quedado en nada. Lo hubiera abrazado, enterrado mi cabeza en su clavícula; notando su corazón a través de mi piel.

— Eso, me tengo que ir — contestó al final él, rompiendo el momento. Asentí —. Nos vemos...

Me sentía gilipollas porque no había podido soltar palabra. Entré en casa, con un nudo en la garganta. Él siempre tuvo razón. A veces lo mejor era alejarse para crecer.

☁️☁️☁️

— ¡Por fin somos libres! — gritó Oliver.

Estábamos fuera de la Universidad de Barcelona, donde habíamos hecho la Selectividad. Habían sido tres días muy duros. Lágrimas, noches de desvelo y teína en vena.

Me había ido genial. Me había esforzado mucho y estaba orgullosa de mí misma. La perseverancia hace el camino.

No se nos ocurrió nada más que tirar todos los apuntes al aire, entre gritos de júbilo y lágrimas de felicidad. Obviamente, después nos tocó recoger todos los papeles que habíamos tirado. Yo, por suerte, había cogido y tirado los de Oliver. ¡Los míos ni loca! ¿Y si los necesitaba para el futuro?

— Ahora toca ir a comprar los trajes para la graduación — sonrió malicioso Oliver —. Voy a llamar a Ronnie para que venga.

— Pero después me debes mi cita — Alek me empujó suavemente con su hombro, enfatizando las últimas palabras.

— Solo si me invitas primero a un helado de limón, ¿hecho? — intenté ingeniármelas, al menos si tenía que pagarle un café quería conseguir algo a cambio.

— Tramposa — protestó.

— ¿Hecho, o no?

— Hecho.

Nos dirigimos al centro comercial. Ronnie ya estaba allí, fumándose un cigarro. Aún no había conseguido dejar el tabaco, pero tampoco la juzgaba. Una cosa después de la otra. En ese momento, ella estaba en proceso de reconstruirse.

Pensé que ojalá nos pudiésemos querer para siempre, sin baches ni tormentas. Pero, caer de vez en cuando, también forma parte de nuestro aprendizaje.

Oliver fue a coger uno de los cigarros, le piqué en las manos.

— Aguafiestas — hizo un puchero —. ¡Ya soy mayor para hacer lo que quiera!

— Será que eres mayor para lo que quieres.

— Mira calabacita, leí en una revista que dos de cada cinco fumadores mueren. Eso quiere decir que los tres que no lo hacen se convierten en inmortales, ¡y ese podría ser yo!

Suspiré dramáticamente. Ronnie aplastó el cigarro y me agarró del brazo, alejándome de los lamentos de mi mejor amigo. El centro comercial estaba a petar de gente joven que iba a celebrar que se había terminado la Selectividad. Era algo agobiante, pero también lo entendía.

— ¿Ya tienes vestido para la graduación? — me preguntó mi amiga. Negué con la cabeza.

— ¿No puede ser un traje? De esos de colores chillones — sonreí alegre.

— Con traje hará mucho calor, cariño.

— Vaya... Es que ya tengo muchos vestidos y quería probar algo nuevo.

— ¿Y un mono? — soltó Oliver — Es más práctico.

— ¡Por fin tienes una muy buena idea! — chillé de emoción.

Comenzamos a entrar dentro de la tiendas. Hacía un calor que abochornaba, el pelo se me encrespaba, convirtiéndome en una escoba andante.

Me obligaron a probármelo todo. Desde vestidos negros, que me negué porque yo quería algo colorido, hasta vestidos con pedrería y cachivaches incomodos. Hasta que encontré el mono perfecto.

Salí del probador, sintiéndome una diva. Oliver y Ronnie aplaudieron. Alek se limitó a morderse el labio, ruborizado.

— Estarás preciosa, Lena — Ronnie me dio un beso en la mejilla. Me dejó toda la marca —. A ver, saluda como la reina.

Entre risas la imité.

— ¿Y yo no estoy precioso? — preguntó Oliver de brazos cruzados.

— ¡Eres un puto celoso! Pero tú también — repitió la acción del beso —. ¡Estoy tan orgullosa de vosotros! ¡De verdad, os hacéis mayores!

Se secó una lágrima invisible. Pagamos el mono y fuimos a buscar un traje para Oliver. No esperé encontrarme a Noel y Cristian. Mi mejor amigo tampoco se lo esperaba. Moví la nariz, nerviosa. Quise huir.

Noel y Cristian se estaban riendo con otras chicas que iban con ellos. Jamás había sido celosa, pero... Se me rompió más el corazón. Cuando él me vio me sonrío triste. Eso ya me mató.

Necesitaba una última sonrisa de él. Un último abrazo. Un primer y último beso de despedida.

— Vamos a por ese helado... —Alek me cogió del brazo, salvándome de sentirme más humillada —. Oliver, Ronnie id mirando trajes. Ahora venimos.

Nos dirigimos a una de las heladerías que ya estaban abiertas. Alek me indicó que me sentara y se encargó de comprar dos tarrinas de helado. Uno de menta para él, uno de limón para mí. Cuando se volvió a sentar me miró con el ceño fruncido.

— ¿Qué sientes? — esa pregunta me sorprendió.

No podía mentirle. Ni a él, ni a mí.

— Le quiero... — confesé —. Y le quiero tanto que duele, porque él y yo jamás vamos a poder estar juntos.

Él se deshinchó ante mi revelación.

— ¿Te han dicho ya si te aceptan a la Universidad de París? — negué con la cabeza —. Entonces aún tienes una oportunidad.

— ¿No te molesta que hable de eso contigo? — le pregunté. Sentía como si el aire no me llegara a los pulmones.

— Lena, el amor no correspondido es una jodida mierda. Y lo sé de primera mano — se sentía así por mi culpa—. Así que te entiendo.

— ¿Y cómo haces para aguantarlo?

— Me quedo con los momentos bonitos. Con las pequeñas cosas que me han hecho feliz, que provocan que miles de mariposas enfurecidas dominen mi estómago. Pero ese no es el asunto, Lena.

— ¿Y cuál es? — pregunté mientras me comía una cucharada de helado. Tenía la boca seca.

— Qué él está enamorado de ti hasta las trancas. Pero estáis tan ciegos que no os dais cuenta.

— ¿Por qué crees eso? Él está enfadado conmigo.

— Lena, ponte en su piel. No está enfadado, está dolorido por la posibilidad de que te puedas ir de su vida. Por primera vez y seguramente la última, le entiendo.

Lo miré a los ojos. Lo decía en serio.

Nos quedamos callados mientras terminábamos de comernos el helado. Pensando en que podría haber cambiado para que Noel no se hubiera apartado de mí. Necesitaba hablar con él, aunque fuera una última vez.

Oliver y Ronnie nos enviaron un WhatsApp, indicándonos que ya tenían el traje y que se iban a casa. Alek me propuso llevarme a mi casa.

— ¿Y la cita?

Él me sonrió apenado.

— Prefiero quedarme con este momento.

Le dije que prefería ir caminando a casa, para pensar. Antes de irme tenía que hacerle aquella pregunta.

— ¿Por qué yo? — pregunté bajito antes de irme. No sabía si quería oír la respuesta.

Él lo entendió.

— Porque eres magia. Eres de esas personas que te hacen creer que el mundo es bonito. Porque eres tú.

— Gracias por ser un buen amigo.

Le di un último beso en la mejilla y me fui.

El trayecto fue duro. Los nervios de los últimos días y todo lo que había pasado en el centro comercial me consumían. Noel había sido una pieza importante en mi vida. Un amigo que se había convertido en algo más.

Maldita la noche que tuve que vomitarle en los zapatos.

Llegué a casa hecha un manojo de nervios. Mi madre, que estaba con Astrid, me dio un sobre.

— Ha llegado hoy — dijo emocionada —. A ver qué dice.

No podía ser...

— ¿Puedo abrirlo sola? — pregunté al borde del llanto. Demasiadas emociones en pocos días.

Ellas asintieron y se fueron a la habitación, dejándome sola en el salón. Me temblaban las manos, el corazón martilleaba tan fuerte que temí que se viniera todo abajo. Cogí aire.

Era la hora de saber mi futuro.

Abrí la carta. La leí.

Las lágrimas comenzaron a brotar. Saladas. Calientes. No tenía palabras.

En ese momento llamaron el timbre de la puerta, fui a abrir yo. Me olvidé de cómo se respiraba. Y solo quise gritar, abrazarle y decir que le quería.

Llevaba un ramillete de margaritas naranjas, él sabía que era mi color favorito. Iba vestido con un traje que le venía grande. El corazón se me encogió y me quise perder en esos ojos miel, esa sonrisa que debería haber sido eterna.

Él era arte abstracto, y por eso era único. Siempre quise descifrarlo por completo.

— Noel... — susurré —. Pensaba que...

— Antes de que digas nada, lo siento. Siento no haberte dejado explicar, siento haberme apartado de tu lado.

Quería perderme entre esos labios.

— También lo siento. Perdón por no habértelo dicho antes...

Él puso un dedo encima de mi boca, obligándome a callar.

— Sabes, había planeado este momento un centenar de veces. ¡Pero qué demonios! Joder. No sé ni por donde empezar — se trababa al hablar, inquieto —. No sé si ya te han aceptado en París, o no. ¡Pero no me lo digas! No aún.

Reí histérica a través del dolor. Él se acercó a mí y apoyó su frente en la mía.

— Lena, no te voy a pedir que te quedes. Tú estás hecha de polvo de estrella. Brillas con luz propia y tienes que seguir volando. Pero, por favor... — las lágrimas me escocían, él me las limpió y dejó su pulgar encima de mis labios—. Necesito que me regales una última noche a tu lado.

Dio un paso atrás. Me puso el ramillete de margaritas en mis manos.

— Lena Rose. ¿Me condecirías ser tu pareja para el baile de la graduación?

Lo rodeé con los brazos. Una y mil veces sí. Porque, a pesar de todo lo que estaba por venir, si hubiera tenido que volver a empezar siempre lo hubiera elegido a él. Siempre él.

________

🌟 Cuenta atrás: 8/10 🌟

Ya llega el final y no estoy preparada... Nos vemos en unas horas para el penúltimo capítulo: la noche de la graduación. Prepararos (emocionalmente, me refiero). ¿Habéis visto la dedicatoria? 👀

🤩RECUERDO MIS REDES SOCIALES (las tenéis en la biografía de mi perfil): porque allí podréis saber adelantos de mis novelas.

☕Podéis encontrarme en INSTAGRAM, TIK TOK o TWITTER (como Ona Spell).

3. ¡He hecho una playlist de mi novela! Tenéis el link en el link de mi biografía.

Y, en vez de dejaros preguntas cotillas, quería dejaros este aesthetic de Lena y Noel que amo tanto.  (Ya sabéis que estáis invitados a hacer aesthetics / fanarts,  y enviármelos por Instagram, Twitter o correo, seré muy feliz). ♥

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro