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32. Las cicatrices al aire libre se curan mejor (2)

— Pásame los mejillones — me pidió doña Cécile.

— ¡Y también pásale los condones! — oí que gritaba Marcos de lejos.

— ¡Marcos! — lo regañé yo.

Si antes se hablaban poco, entonces ya se hablaban lo que viene a ser nada. Solo lo hacían para lanzarse pullitas. Sobre todo, de parte de mi hermano.

Marcos no asimilaba que mi madre saliera con alguien. Menos con una mujer. ¡Y me daba muchísima rabia! Podía ser que el hecho que fuera la mismísima Astrid Ocaña, la madre de mi archienemiga, me hiciera cuestionarme el sentido de la vida y las estadísticas de la buena suerte. Pero, jamás negaría a mi madre que fuera feliz.

Doña Cécile bramó. Estaba cansada de discutir con su hijo. Decidí dar mi brazo a torcer e ir hablar yo con Marcos. Me quité el delantal, que no estaba sirviendo para nada porque yo de cocinar poco, y me dirigí a la habitación de mi querido hermano. Piqué tres veces, como de costumbre.

— Estoy ocupado.

— ¿Te estás estimulando?

— ¿Qué? — alzó la voz.

— ¿Masturband...?

— ¡Claro que no! — gritó antes de que yo terminara de decir la palabra. Le salió un gallo.

— Entonces no estás ocupado, paso.

Abrí la puerta sin esperar ningún tipo de aprobación. Marcos me fulminó con la mirada, pero, aborrecido de toda aquella situación, se levantó de la cama y se sentó en la silla del pequeño escritorio dispuesto a escucharme.

Era una habitación más pequeña que la mía. Su lámpara y varios muebles me habían pertenecido en un pasado. Ya se dice que los hermanos pequeños heredan todo lo que tienen los mayores. Las predes estaban llenas de posters de animes.

— ¡Si qué estás aburrido! Tienes la habitación como una patena — exclamé impresionada. Estaba todo muy limpio.

— ¿Qué quieres?

Suspiré y me senté en la cama. Los muelles estaban algo rotos. Nota mental: ahorrar, junto a mi madre, para comprarle un colchón nuevo.

— Me podrías explicar, querido hermano de mi corazón... — tanteé.

— Al grano.

— ¿Por qué te comportas así con mamá? ¿No te alegras que sea feliz?

Él puso los ojos en blanco y levantó la vista hacia el techo.

— No es eso...

— ¿Pues? — me quejé —. Nuestra madre ha estado la mitad de su vida luchando para que saliéramos adelante después de que ese hombre nos abandonara.

Estaba bastante enfadada.

— Y sé que ha estado poco tiempo en casa, Marcos. Soy consciente que la mayor parte de las veces nos hemos cuidado el uno al otro. ¡Pero ella se ha esforzado muchísimo para que podamos tener esta vida! ¡Para que podamos tener un futuro! Deberías estar agradecido.

— Lo sé...

— ¿Entonces?

— Está bien... Lo que pasa es que mis amigos se enteraron antes que yo.

— ¿Y? — arqueé una ceja.

— Las encontraron dándose el lote por el barrio, ¡y se pasan el puto día riéndose de mí! Dicen que ahora tendré dos madres MILFS y estoy hasta los cojones, la verdad.

Arqueé una ceja.

— ¿MILFS?

— Madres maduras que...

— ¡Entendido, entendido! No quiero saber más — corté exasperada —. Ahora en serio, cabeza de chorlito. ¿En serio has dejado de hablar con nuestra madre por esta chorrada?

— Solo que...

— ¿Qué? ¿Qué?

Cogió aire y lo soltó de carrerilla.

— ¡No quiero que nos volvamos a quedar solos! Ni me acuerdo del hombre que debería haber sido nuestro padre... Se largó cuando yo nací, ¿no? Se fue con otra. Y no quiero que mamá lo haga. Sé que es una tontería, ¡pero, joder! No me lo quiero ni imaginar.

Me relajé. Me levanté de la cama y me arrodillé delante de él. Le cogí las manos, con cariño. Marcos podía tener 16 años, pero aún seguía siendo un niño que le asustaba las relaciones que iban en serio. ¡¿Qué demonios?! Si me asustaba hasta a mí.

— Marcos, escúchame bien lo que te voy a decir — hablaba lento, queriendo que Marcos estuviera bien atento —. Jamás de los jamases te vas a quedar solo. Me tienes a mí. Tienes a mamá.

— Lo sé...

— ¡Y nuestra madre nos quiere! Por suerte, la tenemos con nosotros. Hay muchísima gente que no puede decir lo mismo — dije en voz baja para que Doña Cecile no nos escuchara —. La tenemos que cuidar, y, sobre todo, estar felices porque ella lo está. Independientemente de quién sea su pareja.

Marcos asintió y se levantó, dispuesto a ir al comedor para hablar con Cécile. Pero antes se giró y me miró preocupado.

— Siempre te voy a tener a mi lado, ¿verdad?

— Verdad. Y aunque algún día esté lejos, siempre estaré cuando lo necesitas — sonreí.

Me quedé sola en la habitación, pensativa. En pocos meses todo había cambiado demasiado. Alek había llegado a nuestras vidas; mi madre salía con la madre de mi "súper amiga del alma"; Ronnie había regresado y se estaba reconstruyendo; Oliver tenía un supuesto corazón roto a causa del rubio influencer y... Él.

Él. La misma persona que había odiado, en ese momento había trastocado toda mi vida, mis planes y mi corazón.

Recibí un mensaje al mismo momento que llamabaN a la puerta. Miré primero el móvil.

— ¿Estás bien? He oído gritos.

Me enterneció que Noel se hubiera preocupado por mí. Las paredes de ese edificio eran de papel. Muchas veces también se oían gritos desde su casa, y aunque él aún no me había contado nunca nada, me podía imaginar el por qué. Noté un escalofrío.

— Sí, ya te contaré — fue una respuesta escueta.

Me dirigí al comedor. Se me hacía muy raro encontrarme allí a Astrid y Jolene, ambas vestidas con un traje de marca. El dinero se olía en el aire.

— ¡Lena! ¡Qué mayor! — sonrió Astrid. Era clavada a Jolene, no me extrañaba que mi madre se hubiera fijado en ella —. Estás guapísima. Jo, ¿ya la has saludado?

— La saludo cada día — arqueó una ceja, retándome con la mirada. Asentí —. Mi queridísima hermana.

Bufé incomoda. ¡Qué me calcinara un rayo! Astrid y doña Cécile se fueron al comedor. Marcos ya estaba sentado en la mesa.

— Así que esta es tu casa...

— Bienvenida a nuestra humilde morada — le susurré a Jolene. El sarcasmo corría por mis venas.

Nos dirigimos al comedor. La mesa estaba preparada con un pica-pica inicial. Desde los famosos mejillones, hasta nachos y teques de queso. Astrid nos había traído un vino tinto y uno blanco. Su familia llevaba una bodega bastante conocida en España.

— ¡Qué aproveche! — dijimos todos.

— Y qué por el culo lo eche — murmuró Marcos. Le di una suave patada por debajo de la mesa, aunque estaba intentando que no se me escapara la risa.

Astrid y mi madre compartieron risas y achuchones. Se las veía muy bien juntas, me alegré por ellas. Pero, aun así, la velada fue lenta. ¡Demasiado lenta! Parecía que el tiempo, en vez de correr, fuera de rodillas. Marcos solo dejaba ir quejidos, para ver si así le daban permiso para irse a la habitación a jugar con el ordenador. Finalmente, llegaron los postres. Santo Tiramisú.

— Lena, ¿por qué no le enseñas tu habitación a Jolene?

— La tengo desordenada — contesté con la boca manchada de chocolate.

Mi madre me lanzó una mirada de advertencia y me pasó una servilleta. Qué tiquismiquis.

— Eso no es verdad, si eres la persona más sumamente organizada y limpia que conozco — soltó Marcos, sin saber que me estaba haciendo un flaco favor —. ¡Incluso desinfecta todos los muebles un par de veces por semana! Es una crack.

Lo que tenía que ser un elogio se convirtió en mi pesadilla. Me lamenté en secreto, pero llevé a Jolene a mi habitación. Ella me seguía, contoneándose y moviendo la melena negra de un lado a otro como si fuera una modelo de Victoria Secret.

— ¿En serio tienes un póster de Ron Weasley? — hizo una mueca desagradable. — Qué friqui.

Al menos sabía quién era Ron. Medio punto para ella.

— ¿Y tú no sientes que deberías pensar antes de hablar?

Punto para mí. Me tiré encima de la cama, observando como curioseaba por toda la habitación. Esperándome cualquier frase mordaz. Así que no me esperé aquella.

— Me gustaría tener una vida como la tuya, ¿sabes? Pasas desapercibida y si te quieren es de verdad — confesó —. Nadie te pide que seas perfecta.

Me senté con las piernas cruzadas encima de la cama. Arqueé ambas cejas.

— Jolene, todo el mundo me pide que sea perfecta — expresé. Era la verdad —. Creen que una sabelotodo como yo tiene las ideas claras. Piensan que soy capaz de hacer cualquier cosa, que no me puedo equivocar. Y créeme que lo hago mucho. Me equivoco cada día, pero aprendo.

Jolene seguía cotilleando mi cuarto. Pasaba el dedo encima de los muebles, tranquila.

— ¿Y no estás cansada de que te pongan esa etiqueta? A mí sí que me cansa. La etiqueta de niña de mamá, de la popular y zorra del instituto. Llevo una máscara para tapar mis emociones. Para imponer. Para que no me falten el respeto.

Negué con la cabeza.

— Lo que me cansa es que la gente tenga este estereotipo de mí. Pero yo jamás me esconderé detrás de una fachada,

— En definitiva... Tú y yo no somos tan diferentes. Solo que tú eres más rarita que yo.

Cogió unos papeles al azar. Cuando vi cuáles eran me mordí la lengua. ¡Cómo se me había pasado por alto! La maldita beca.

— Vaya, la sabelotodo quiere una beca en... ¡¿París?! — ató cabos y se giró como un resorte —. ¿Y Noel?

— No creo que aplique a esta beca... Es demasiado lejos — resoplé —. Aunque a Noel tampoco le importaría. Pero, por favor, no se lo digas a nadie.

— Joder, tía. Qué pesados.

— ¿Gracias? — ironicé.

— ¡Qué está pillado de ti hasta las trancas, niña! A ver si lo pillas de una vez — medité sus palabras. Me costaba creerlas —. Ahora, eso no quiere decir que dejes de perseguir tus sueños. Y, tranquila hermanita, no se lo voy a decir a nadie.

Yo sólo me había quedado con la primera frase.

— ¿En serio está pillado de mí?

Ella asintió.

— Se le nota a leguas, jamás lo había visto así. Tan dedicado a alguien — se río —. Es fuerte, eh. Quién diría que la rarita le ha quitado la coraza al chico malo.

Yo jamás lo consideré un chico malo. Solo un chico roto y perdido.

— ¿Y tu no estás enamorada de él?

— Yo... Yo solo creo que tengo un proceso bioquímico en el hipotálamo debido a la segregación de dopamina.

— ¿Qué?

— Qué creo que me estoy enamorando — solté.

Lo peor es que era cierto. Me estaba enamorando de él. De su alma y eso era jodidamente irreparable.

🌟 Nuevo capítulo. 🌟

Ya queda nada para el final... Solo 6 capítulos más. Así que para la semana que viene se terminará. NO ESTOY PREPARADA, no dejo de llorar al pensar que la historia de Noel y Lena está a punto de terminar.

Capítulo 4/10 ♥

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🥰 Le dedico este capítulo a . El próximo capítulo lo dedicaré a la primera persona que comente. (no repetiré dedicaciones para que todos podáis participar.) Y quiero hacer una mención especial a por estar siempre, adoro tus comentarios.

🌟 PREGUNTAS COTILLAS 🌟

→ Jolene cada vez tiene más protagonismo ♥

→ ¿Entendéis por qué Marcos estaba enfadado?

→ Entre Jolene, Oliver, Cristian y Verónica: ¿quién es vuestro favoritoNos vemos el lunes con más capítulos. 

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