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31. Firmarte con un beso

— Gracias por venir — dijo el rubio antes de cerrar la puerta.

Llevaba una barba de varios días. Bueno, eso si se le podía considerar así. Apenas era una pelusilla de un adolescente entrando en la pubertad.

— No me las des — añadí. — Los amigos están para las buenas, y para las malas.

Entré en su casa. Cristian estaba solo. Sus padres se habían ido de viaje a Turquía a supervisar varias campañas nuevas para su empresa de máquinas de café. La cocina estaba hecha un desastre: platos apilados, tazas manchadas de café y cajas de pizza.

— No sabía que esa bola de mugre y todas esas cajas de pizza aceitosas son tus nuevos compañeros de piso.

— No he tenido tiempo para limpiar.

— Entiendo que te hayan roto el corazón — Cristian me miró cansado. — O lo que sea que te hayan hecho. ¡Pero es que parece que haya pasado una puta estampida!

— Hazme el favor de callarte y siéntate en el sofá. Voy a cambiarme y a por unos refrescos.

Me tiré encima del sofá y estiré las piernas en la mesilla de madera que estaba delante de mí. En ese preciso instante recibí un WhatsApp. Sonreí como un idiota.

— ¿Dónde te has metido?

— ¿Ya me estás echando de menos, pecosa? — envié el mensaje. Adjunté varios emoticonos de una cara haciéndole ojitos.

— ¡Claro que no! — escribiendo, escribiendo... Dejó de escribir. Me pregunté qué me quería decir. — Solo estoy inquieta por tu integridad moral. ¡Hacer campana no es una buena señal!

Era 23 de abril. Sant Jordi y, por lo tanto, fiesta nacional en Cataluña. Era un día festivo donde se regalaban rosas y libros. Las calles de Barcelona se vestían de letras y flores.

Todo había empezado con una leyenda poco creíble. El caballero mataba al dragón que se comía a las personas para salvar a la princesa, y de la sangre del animal nacía un rosal con unas rosas rojísimas. Yo siempre fui del equipo del Dragón. De algo se tenía que alimentar, ¿no? Pobre bestia.

Ese día del año el Instituto siempre hacía talleres tediosos para un adolescente con las hormonas alteradas. Así que me las había saltado.

— No me mientas, te estás aburriendo y no sabías con quién hablar — le escribí.

— Tienes razón — me mordí el labio. — Es demasiado aburrido ver a los chicos de clase intentando hacer Taichi. No sé qué necesidad tienen de quitarse el jersey para enseñar sus abdominales. ¡Masculinidad frágil!

— Lo que te pasa es que preferirías verme a mí sin camiseta. Solo me lo tienes que pedir, pecosa — tecleé sin pensar. Esa conversación estaba subiendo de tono.

— O igual te dejo sin ojos. Todo depende de la chorrada que me digas — recibí el mensaje junto a un sticker de un perro que me juzgaba con la mirada.

Cristian regresó, se había cambiado de ropa. Al menos ya no parecía un gato mojado. Guardé el móvil, después contestaría a Lena. Él puso música en su tableta. Comenzó a sonar la nueva canción de Nathy Peluso. Gruñí por lo bajini.

— ¿Qué? — me preguntó.

— Mira que eres cansino con esta mujer. Me sé todas las canciones por tu culpa — él abrió mucho los ojos, ofendido.

— Si no te gusta te largas, tan fácil como eso.

Levanté las manos, rendido.

— Estoy tan agotado... Quiero dormir — añadió. Cerró los ojos y se dejó caer a mi lado del sofá.

— Es tan fácil como descansar.

— ¡No te jode! Lo que pasa es que tenía que hablar contigo.

— Hostia, tío. ¿No te das cuenta que esto se parece una relación a punto de romperse? Me vas a destrozar — lloriqueé expresamente. Quería quitar hierro al asunto.

Cristian hacía días que no se movía de casa. Me había enviado un mensaje para que les dijera a los profesores que estaba con gastroenteritis. "Una cosa es cagarla y otra cosa es vivir con diarrea" le había dicho. Me contestó que ya se encargaría él mismo de falsificar las firmas de los médicos.

— Eres gilipollas, Noel.

— Gracias por darte cuenta. ¿Cuándo vas a volver a clase?

— El día que se me caiga la polla.

Estaba peor de lo que pensaba.

— Si quieres te la corto — resoplé. — Ahora en serio. No puedes vivir aquí encerrado. ¡Qué tienes 18 años! Y una polla que te funciona bien y que, por lo visto, debes utilizar bastante.

— Y unos padres homófobos que como se enteren que su único hijo es bisexual se pasarán el día santiguándose, intentando invocar a la Santísima Trinidad de mis santos cojones para que "arregle a su primogénito" — hizo las comillas con los dedos.

— ¿Y eso que tiene que ver con que no puedas ir a clase?

— No quiero que Oliver vaya hablando y se entere todo el Instituto — me palmeé la frente. — ¿Qué? Sí, me lie con él.

Examiné sus palabras. Era la primera vez que reconocía que también le gustaban los chicos. Aunque, obviamente, yo lo sabía gracias a un beso no correspondido. Asimismo, era un gran paso.

— Eso... Ya lo sabía — confesé divertido.

— ¿Qué? ¡Payaso de mierda! Te voy a partir la cara. ¿Cómo que lo sabías? Y yo pasándolo mal porque te lo quería explicar.

— Podemos decir que escuché cierta discusión el día del festival.

Obvié el hecho que los había oído intercambiarse saliva en los baños del instituto.

— Me lo podrías haber dicho — se encogió en el sofá.

— ¿Por qué? ¿Para hacerte sentir peor? Pensé que era mejor esperar a que me lo contaras tú porque te sentías preparado.

— Déjate de tantas palabras ridículas — se quejó. — La cosa es que si voy al instituto voy a ver a Oliver y podemos decir que le dije algo un poco desagradable.

— Le dijiste que no lo querías. Fue un golpe bajo, la verdad. Lo friendzoneaste bien, cabrón.

— ¡No ayudas! — se sentó derecho y me fulminó con la mirada —. Si él me ve puede que se le vaya la lengua. Si se le va la lengua la gente se enterará, y entonces correrá la voz de que estuvimos liados. ¡Y este rumor llegará a mis padres!

— ¿Acaso has estado viendo películas ñoñas estos días? Te has montado un culebrón que flipas.

— ¡Noel! — me golpeó exasperado.

— Vale, vale — levanté las manos. — A ver Cristian, tus padres te quieren y lo sabes.

— Mis padres quieren un heredero, no te engañes — escupió resignado. — Quieren que sea el hijo perfecto. El mujeriego, que sabe de cócteles. Él qué adora escuchar jazz mientras fuma un puro y bebe un Martini. ¡Y adivina! Yo estoy puto pillado de alguien que tiene nabo y odio beber Martini.

— Y que buen nabo... Ideal para enterrar en los huertos — me reí.

Cristian se sonrojó e intentó darme lo que debería haber sido ser un golpe amistoso en las costillas. Se pasó tres pueblos.

— ¡Hijo de puta, que daño! Qué mañana tenemos entrenamiento de básquet — me quejé.

Sin embargo, Cristian agradeció que yo aliviara ese momento de tensión con bromas. Sobre todo, por el hecho que él estaba pillado de mí. Pero era mi mejor amigo, y yo no quería perderlo.

— Te lo merecías — se sentó bien —. Pues eso. Jamás lo entenderían, tío. Ni, aunque Jesucristo bajara de la cruz y les diera dos ostias. Y no me refiero a las galletas que dan en las iglesias.

— Están malísimas esas galletas... — pensé en voz alta.

Bad blood de Taylor Swift comenzó a sonar. Me quedé petrificado. ¡Maldita pelirroja! Me había cambiado el tono de llamada del móvil el día anterior, cuando la acompañé a casa después de clase y me lo pidió para buscar algo de matemáticas en Google.

— Qué canción más pegadiza, pensaba que eras más de reguetón. ¿No vas a contestar?

Incrédulo descolgué la llamada.

— Ahora tenemos problemas — Lena parafraseó la letra de la canción. — Y no creo que los podamos solucionar.

— ¡¿Cómo se te ocurre ponerme esta canción de tono de llamada?!

— Taylor Swift es una reina y a ti te gusta. No lo niegues vecino — parecía divertirse con la situación.

— No. La cosa es que ya me la aprendí porque me obligas a escucharla todo el día.

Cristian frunció el ceño, concentrándose para captar alguna cosa de la conversación que tenía con mi vecina.

— ¿Es Lena? — asentí.

— ¿Pero me estás escuchando? — vociferó la pecas desde el otro lado del interfono.

— Sí.

En realidad, no. Hacía rato que había desconectado, cavilando sobre mis pensamientos y lo extraño que era hablar con ella delante de mi mejor amigo. Mejor: mi mejor amigo que estaba pillado por mí.

— ¿Y que he dicho?

— Qué no me puedes bajar la luna, pero sí los calzoncillos — contesté guasón. Hice mis mejores esfuerzos para intentar poner una voz sensual. — La cosa es que yo te deje hacerlo. No soy tan fácil, cariño.

Cristian dejó ir un grito de sorpresa. "¿Habéis follado?" me preguntó entre susurros. Levanté una mano, instándole a que esperara.

— ¡Yo no he dicho eso! ¡Gorrino! ¡Marrano! Eres peor que una discoteca hetero — Cristian escuchó esa parte y dejó ir una carcajada —. Y te seguiría insultando, pero eres tan básico que te tendría que explicar su significado.

— Si tu miembro viril fuera igual de grande que tu arrogancia... Entonces igual sí que ella te rogaría — soltó Cristian, algo incomodo con la situación.

— No ruegues tanto, Lena — hice oídos sordos a ambos. — ¿Por qué me has llamado? Sé que me echas de menos, pero es mi día libre de ti.

— Gilipollas — sopló —. Te iba a proponer ir a pasear esta tarde por Barcelona. Mis amigos no pueden, y Sant Jordi es mi festividad favorita.

— Así que soy tu segundo plato — me hice el dolido.

— Podríamos decir que eres el postre... — me siguió el juego.

— Obvio. Soy el que está más bueno.

Cristian resopló y puso los ojos en blanco. Lena se calló un momento. Escuché como alguien le hablaba. Me dieron ganas de partir caras cuando oí como le decían "en serio lo besaste. ¿Por eso estás sonriendo tanto? Joder, como te mira. Me corro sola".

Era la voz de Nia, la cotilla de la clase y amiga de Oliver, el cuál era el primo del pelinegro. Até cabos. Puto Alek, putos celos. Lena le susurró un "ahora no", intentando tapar el micrófono. No lo consiguió, lo había oído todo.

— Te paso a buscar en el Instituto cuando terminen las clases. A las tres en punto fuera.

— Perfecto.

Colgué. Cristian me observaba, entre cabizbajo y divertido.

— Creo que la última frase, de la cuál no me he enterado, te ha puesto un poco celoso — inclinó la cabeza. — Bienvenido al club.

— No estoy celoso — me defendí —. Solo un poco hasta la polla del hijo de puta de Alek. Primero Jolene, después me jodió en baloncesto y ahora que he conocido a Lena se pone en medio. Me ha convertido en el hazme reír de la clase.

— ¿Y no tiene nada que ver con que te empiece a molar Lena? — se levantó para encender la tele —. Quién diría que los dos chicos más populares de la clase terminarían enrollados de los pringados.

— No estoy enamorado — protesté.

— Primer síntoma de enamoramiento: cada vez que hablas con ella se te iluminan los ojos. ¡Y no me jodas con que es la lámpara del techo! — comenzó a enumerar.

— Es que me ha entrado polvo en los ojos.

— Segundo: notas mariposas en el bajo vientre. De aquí a que le digas cosas tan sexuales, porque el que realmente lo desea eres tú.

— No son mariposas, es diarrea por la mierda de refresco que me has dado.

— Y tercero — hizo caso omiso. — Estás celoso no, lo siguiente, porque Alek está intentando conquistar a la chica que te gusta. Date cuenta, amigo.

— ¿Es que ahora te crees psicólogo? — suspiré. — Oye, ¿y no te interesaría seducirle para que deje en paz a Lena?

Me dio una colleja y me insultó de mil maneras diferentes.

— Sabes, deberías besarla hoy — cambió de tema. — No creo que te cambie de sapo a príncipe encantador, pero seguro que se te quita esa cara de oler mierda.

Me imaginé besándola despacio. Enroscando mi lengua entre la suya. Cogiéndola de la cintura para que se pegara más a mí. Sintiéndola. Saboreándola. Mordiéndole los labios hasta dejarle claro que no me interesaban ningunos otros.

Igual Cristian tenía razón... ¡Qué horror! Me removí incómodo.

— Ni de coña tío. No lo veo — mentí. Mis mejillas estaban ardiendo. —. Antes que me atropelle un camión.

— Si quieres seguir mintiéndote allá tú. ¿Una partida a la Play?

Asentí. Cristian cogió Call Of Duty, la última versión que habían sacado a la venta. Lo observé de reojo. La tensión entre nosotros había disminuido, pero no podía olvidar sus sentimientos y sus confesiones. Me sentí mal por él.

— Sabes, yo nunca me convertiría en un zombi o vampiro — cogió el mando de la Play.

— ¿Por qué? Si debe molar mazo. Puedes arrancar cabezas — contesté.

— Pero piensa que, si ya cuesta levantarse de la cama, imagínate de una tumba.

☁️ ☁️ ☁️

La esperé fuera del Instituto, apoyado en mi moto y sujetando otro casco para ella. Lena estaba tardando muchísimo, me cogería una rampa en la pierna como siguiera en esa posición. Así que en contra de mis estúpidos principios de chico popular que no se puede codear con pringados, decidí entrar en el Instituto, a ver si la encontraba. Hacía mucho tiempo que había olvidado mis tres normas básicas.

— Vaya, el absentista — era una voz femenina que reconocía demasiado bien.

— Jo — saludé. — ¿La has visto?

No hizo falta decir su nombre. Jolene sabía perfectamente de quién hablaba.

— Sí que te ha pillado fuerte. Quién diría que hace unos meses éramos pareja y lo único que hacíamos era fornicar como conejos — se mofó —. Creo que la ha atrapado Alek al salir de clase. He oído que quería hablar con ella.

Cada vez había más posibilidades de que me pusiera a repartir puñetazos. "Cálmate" pensé.

— Anda, te acompaño a buscarla antes de que le saques los ojos a alguien o lo jodas todo.

La encontramos enfrente de los baños, esos mismos donde hacía pocas semanas habíamos oído a Oliver y Cristian besuquearse. Alek le estaba cogiendo de un mechón de pelo mientras le susurraba algo en la oreja. Lena, en una de las manos, llevaba una rosa más roja que la sangre.

— Van a volar cabezas — canturreó Jolene.

Me hervía la sangre al verlos juntos. Me pasé una mano por el cabello, revoloteándolo. Oh sí. Iban a volar cabezas. Aparté a Jolene a un lado, encaminándome hacía ellos. Alek hizo una mueca con la boca cuando me vio. Lena se incomodó.

— Pensaba que te habías perdido, te estaba esperando fuera — me situé a su lado y le pasé un brazo por los hombros.

Igual sí que el problema lo tenía yo.

— Nos vemos mañana en clase, mi trébol — Alek se largó.

Mi trébol de qué. Pensé que era un payaso. Lena me apartó a un lado y me empujó con las dos manos. La rosa se le cayó al suelo.

— ¡Qué te pasa! ¿Qué ha sido eso de pasarme una mano por los hombros? ¡¿Qué querías demostrar?! ¡Si es que tenéis una masculinidad muy frágil! Flipando me hallo.

Me mordí el labio. Tenía razón. Pero mi cabezonería era algo natural en mí. La agarré de los brazos, impidiendo que siguiera dándome golpes suaves en el pecho. Acerqué mi rostro al de ella.

— No tengo que demostrar nada — le murmuré en la oreja. Mi voz sonó como un ronroneo.

— Tanta tensión en el aire me aburre, a ver si os coméis la boca ya — Jolene se puso una mano en la boca, simulando un bostezo y se situó entre los dos. Los dos la miramos Lena sonrojándose al segundo. — Zanahoria, a ver aprendes de mí, que ahora somos de la misma familia.

— Eso está pasando de castaño a marrón oscuro — protestó la pelirroja, deshinchándose. — No somos hermanas.

— Admítelo. Lo mejor que te podía pasar es que yo fuera tu hermana — sonrió, enseñanando todos los dientes. — Anda, os dejo solos. ¡Y hacedme el favor de hacerlo con protección! No quiero ser tía.

Lena se tapó los ojos, intentando respirar profundo. Aguantándose las ganas de mandarlo a la mierda todo. No llevaba nada bien que Jolene se hubiera convertido en su posible hermanastra; ni tampoco haber pillado a su madre morreándose con otra persona. Encima, me había contado que Marcos estaba muy molesto, hacía meses que sabía lo de Cécile y no lo aceptaba.

— ¿Cómo lo llevas? — ella recogió la rosa que estaba en el suelo, la guardó en la mochila y comenzamos a caminar hacia la salida.

— ¿Lo de que mi madre esté liada con la madre de Jolene? Dicen que el tiempo pone cada cosa en su lugar... ¡Pero es que llevo días intentando que se ordene mi vida y no pasa nada! — estaba casi fuera de sí.

— ¿Te animarían un café en el centro? Sé de un sitio que los hacen buenísimos — propuse.

Sabía que Lena era más de teína que de cafeína, pero tenía la necesidad de animarla. Ella asintió. Nos subimos a la moto. Arranqué y pusimos rumbo al centro de Barcelona, a la Rambla. Por primera vez ella se agarró bien a mí, sin mantener distancias. Nos unimos al tránsito de hora punta y tardamos bastante en encontrar aparcamiento.

— Joder, hay demasiada peña — me quejé. El centro estaba a petar.

— ¿Por qué te sorprendes? Es Sant Jordi, lo extraño es que no hubiera nadie.

Comenzamos a caminar hacia la cafetería. Lena me contaba lo mal que lo estaba pasando en casa después de enterarse que el ligue de su madre era la mismísima Astrid Ocaña, la madre de Jolene. Me explicó que se habían conocido en la reunión de padres de septiembre.

Se sentaron juntas y lo demás ya fue historia. El local estaba lleno, pero conseguimos una mesa. Estábamos sentados en unos taburetes muy pegados. Casi no teníamos espacio, pero no me importó estar cerca de ella.

Pedí un café con leche y Lena un poleo menta. Si es que hasta para eso tenía que ser peculiar.

— Cómo está tu hermano — me extrañé ante su pregunta. Le dio un sorbo a su té. Hizo una mueca desagradable, se había quemado.

— ¿Te acuerdas de él?

— Noel, soy tu vecina desde hace ocho años. Él se fue hace cuatro, ¡pues claro que me acuerdo mequetrefe!

— Pues está bien. Sigue siendo el hijo perfecto y mimado incluso estando lejos... Daría una mano para conseguir lo mismo que ha conseguido él. Irme de casa — era difícil admitirlo.

— Deberías dejar de compararte con los demás. Solo se tú mismo, eso nadie lo podrá superar. Lo anotaré en la guía.

Nos acabamos las bebidas y decidimos ir a caminar. La rambla estaba rebosante de gente. Los turistas no dejaban de hacer fotos a la famosa Casa Batlló de Antoni Gaudí, la cual habían adornado con centenares de rosas. Había tenderetes en todas partes, vendían libros a punta pala y rosas de todos los colores que resplandecían bajo el rocío artificial. Era todo un espectáculo.

— ¡Espera, espera! — Lena se detuvo delante de un tenderete. Resultó ser de una editorial. Comenzó a dar saltitos. — ¿Es la mismísima escritora de No se encaja con cualquiera?

— No sabía que te gustara la romántica — jamás me lo había comentado. — ¿Quieres hacer cola?

— Trata muchísimos más temas que la romántica, Noel — contestó feliz. — Qué va, no nos dará tiempo. ¡Espera! Eso se lo tengo que contar a mi madre. Ella también es muy fan. Espera aquí, ahora vengo.

Se perdió entre uno de los callejones. Sabía que tardaría, ella y su madre hablaban por los codos. La locura jamás había formado parte de mí. Seguramente Lena estuviera pegándome algo, porque me dirigí por detrás de la carpa, dónde firmaba la escritora, y me encontré a una chica morena que estaba organizando sus libros.

— Disculpe, señora.

— ¡No puede estar aquí! — exclamó.

— Lo sé, lo sé... Pero necesito ayuda — me inventé. La chica suspiró y me dio pie para que me explicara.

— Hay una chica que... Bueno. Es una chica peculiar, estrambótica — hablaba demasiado rápido, nervioso —. ¡No se puede ni imaginar cómo se viste! A veces sus conjuntos son una patada para los ojos. Además, adora decir frases raras, siempre avisa a los profesores cuando había deberes y tiene un hurón bastante feo, a decir verdad. Le llama Hei-Hei. Total, que le tuve que pedir ayuda. En realidad, iba medio borracho. Bueno, los dos lo íbamos.

¿Por qué demonios me estaba abriendo con una desconocida? Hablar de Lena con una extraña me liberó.

— Sigue... — me miraba extrañada, asimismo, apareció la sombra de una sonrisa.

— Ahora creo que me tiene conquistado hasta las trancas. O eso dicen mis amigos. No sé explicarlo... Es un sentimiento tan extraño — farfullé —. Es como estar...

No me había dado cuenta que la puerta que daba a la carpa se había abierto y alguien me observaba, ensimismada.

— Es como estar en las nubes — me volteé, la escritora tenía dibujada una sonrisa de oreja a oreja —. Me recuerdas a mí. ¿Cómo se llama la chica?

— Eh... Eso... Lena. Lena Rose, señora.

— Llámame Marta.

Jamás esperé que pudiera pasar. Marta cogió uno de sus libros, el más nuevo, y comenzó a escribir una dedicatoria.

— Cuidaros mucho — me tendió el libro y regresó por donde había venido. ¡Me había regalado el puto libro! Lo abrí, leyendo la dedicatoria.

"Para Lena,

Para cuándo no te acuerdes de que no eres lo que logras; eres lo que superas. Jamás dejes de soñar. Y cuídalo. Personas como él ya no quedan. Tú sabes a quién me refiero. Espero que disfrutes de esta nueva aventura.

Con cariño,Marta".

Agradecí la amabilidad de la chica y, muerto de vergüenza, regresé donde había dejado a Lena. Me agobié cuando no vi su cabeza pelirroja entre la multitud.

— ¡Zoquete! ¿Dónde te habías metido? — me sobresalté. Al ver que era ella volví a relajarme —. Te he estado buscando. ¡Y no contestabas al móvil! ¿Para qué lo tienes? ¿Para adornar?

— Es que tardabas demasiado y... Ven. Vamos a un sitio que no haya tanta gente.

Nos resguardamos en una plaza cerca de La Rambla, camuflados entre el gentío. No lo había planeé, simplemente le tendí el libro.

— ¿Qué es eso? — balbuceó entre las emociones que la embriagaron.

— Hay gente que le llama regalo — no podía casi ni hablar.

Abrió el libro, encontrándose la dedicatoria. La leyó con una mano en la boca y, entonces, saltó encima de mí. Me abrazo tan fuerte que me recompuso.

— ¡Te quiero! ¡Te quiero! — gritó, sin ser consciente que esas palabras a mi me removían por dentro —. Por el amor de mi madre, es tan bonito... Lo voy a guardar para que no se ensucie.

Nos sentamos demasiado juntos en un banco. Intentó guardar el libro en la mochila cuando emitió un grito. Se había pinchado. Aún llevaba la rosa de Alek. Un hilito de sangre comenzó a brotar de su dedo.

— Mierda...

Le cogí el dedo y sin pensar me lo puse en lo boca. Lo besé. Ella abrió mucho los ojos. No soltó palabra, me dejó hacer. Dejó ir un pequeño gemido que no me pasó desapercibido. Le solté el dedo. Inconscientemente, mis ojos se dirigieron a sus labios. Podría haberme lanzado en ese preciso instante... De cabeza y sin paracaídas.

Me levanté, intranquilo. Ella, sabiendo lo que me estaba provocando, también se levantó. Se acercó más a mí.

— He pensado que... También podrías firmármelo tú, me gustaría recordar ese día — sabía que se refería al libro que le había regalado. Sus iris verdes se clavaron en los míos.

Fue ese estallido el que confirmó que me había enamorado de ella. Esa mirada que se colaba entre el pensamiento de "no quiero puto pillarme de nadie".

La quise besar, joder.

— Si quieres... Te puedo firmar con un beso — los nervios a flor de piel. Las palabras salían atropelladas.

La rodeé con los brazos. Situé mi frente encima de la suya. Nuestras respiraciones estaban agitadas. Estaba tan cerca que podría haber contado todas las pecas de su cara. Todas las motas doradas que se camuflaban entre el verde de sus ojos.

— No sé cómo se puede hacer eso... — notaba su corazón martilleándole en el pecho. El mío estaba peor.

Posó la mirada en mis labios. Se los mordió, indecisa. Me acerqué, suavemente. Bésala, y punto. Cerré los ojos. Me agarró de la nuca. Me acerqué más. Notaba su respiración acariciándome.

¡Puto móvil que siempre suena cuando no toca! Fue Lena la primera que se apartó, se cogió de las manos temblorosas. Joder. Miré de quién era la llamada. La sangre dejó de correr por mis venas. Descolgué, frustrado.

— ¿Qué quieres?

— Estoy en casa. ¿Dónde estás?

Me quedé en blanco y olvidé que había estado a nada de besar a Lena Rose. La misma chica de la que había prometido no acercarme.  

🌟 Nuevo capítulo. 🌟

PRIMERA PARTE DEL CAPÍTULO. ¿Qué os ha parecido? ¿Cómo irá la cena con Jolene?

Capítulo 3/10 ♥ 

(Voy un poco atrasada, socorro).

☕Podéis encontrarme en INSTAGRAM, TIK TOK o TWITTER, con el mismo nombre, dónde subo cosas inéditas de mis novelas y hablo de WATTPAD. 

Y TENÉIS UN AESTHETIC DE NOEL Y LENA EN MI INSTAGRAM → @/OnaSpell_ 

🥰 Le dedico este capítulo a emma_01999 . El próximo capítulo lo dedicaré a la primera persona que comente. (no repetiré dedicaciones para que todos podáis participar.) Y quiero hacer una mención especial a por estar siempre, adoro tus comentarios.

🌟 PREGUNTAS COTILLAS 🌟

¿Qué os ha parecido el CASI BESO? 🌚 La verdad es que yo estoy mal. QUIERO QUE SE BESEN YA, JOPEEEEEEEEEEE.

→ Nadie adivinó que la madre de Jolene estaba con la de Lena JSJSJS 😂 (si recuerdan, el capítulo 26 parte dos, Noel le pregunta a Jo como está su madre, y ella le responde que está conociendo a alguien). ¿Qué pensáis de esta relación?

→ Momento Cristian y Noel... SIMPLEMENTE💖💖

¿Quién ha llamado a Noel? Va, esta es fácil 😈

❤️‍🔥

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