Capítulo veintiuno
—... y para la próxima semana deben traer un ensayo acerca del esteticismo, la moralidad de la época en la que está basada esta obra, y la pugna constante entre moral y hedonismo...
"Cuando me... miras de esa forma... siento que perderé el control de mí mismo..."
Cada que pensaba en esas palabras, mi corazón se agitaba descontroladamente. Pensé una y otra vez en su mirada, en la forma en que el susurro de sus labios acarició mis oídos, o la manera en que sus dedos seguían moviéndose sobre mi pecho...
"¿Quieres que me detenga?"
—¿Señorita Pearson?
Su toque se sentía diferente, ya no era tan delicado como el principio, sino que ahora, podía sentir su necesidad y deseo por ir más allá. Me lo demostró ayer por la noche y continuó demostrándomelo por la mañana al asegurarse de que no hubiese quedado marca sobre mi piel.
Su roce seguía quemando sobre mi pecho incluso después de alejarme de él... incluso ahora...
—Señorita Pearson, su trabajo...
Él estaba jugando conmigo, tentándome hasta llevarme al límite de la cordura. Y lo que más me avergonzaba era haber tenido sueños con él...
—¡Michelle!
Me sobresalté en ese instante, cuando la maestra recalcó mi nombre antes de detenerse frente a mí.
Alcé la mirada hacia ella, encontrándome con toda la clase prestando atención en nuestra dirección e inmediatamente sentí el miedo en cada fibra de mi ser.
—Eh...lo lamento —parpadeé varias veces. No había prestado atención en lo absoluto y no entendía qué era lo que trataba de decirme. —¿Qué decía?
—Está muy distraída hoy, señorita Pearson —frunció los labios y su mirada me analizó a través de sus anteojos. —. A pesar de ello, obtuvo la mejor calificación en el examen —me felicitó con cierto desazón que seguramente estaba relacionado a mi falta de interés de hace unos segundos.
Suspiré aliviada de no haberme visto envuelta en problemas y sonreí ante la noticia de mi calificación. A pesar de todas las distracciones que tuve durante la noche, aún así, había logrado pasar mi examen...
—Felicitaciones —murmuró antes de alejarse de mi lado y regresar a su escritorio.
El timbre resonó en ese preciso instante anunciando el fin de mi última clase del día. Había estado distraída toda la mañana, por lo que las horas pasaron demasiado rápido frente a mí.
Inmediatamente comencé a guardar mis libros dentro de mi bolso y salí del salón con prisa para poder alcanzar el autobús. Sin embargo, un rostro conocido y una visita inesperada hicieron que me detuviera en mitad del pasillo, a solo unos metros de mi casillero.
Se sintió como si hubiese retrocedido en el tiempo, regresando a esos días en que al salir de clases me encontraba con Leon esperando por mí. Y justo ahora, él estaba ahí, de pie junto a mi casillero.
No entendía el por qué de su insistencia cuando ya todo estaba dicho entre nosotros. Ahora que era libre de estar con Roxy o de hacer lo que él quisiera, ¿por qué continuaba queriendo estar en mi vida?
Respiré hondo antes de retomar mi camino. Podía percibir algunas miradas curiosas puestas en nosotros y a mitad de camino oí a alguien murmurar mi nombre.
"De seguro ya volvieron. Después de todo, ella no tiene dignidad"
En toda la semana me había distanciado por completo de las personas que hasta hace un tiempo eran considerados mis amigos, pero algunos en verdad se estaban esmerando por hacerme ver como alguien que no valía la pena.
Leon alzó la mirada en mi dirección y sus ojos brillaron al cruzarse con los míos. Incluso sonrió como no lo hacía en mucho tiempo y me pregunté en ese instante si era yo quien estaba mal.
—Mimi... —mi nombre escapó de sus labios. —¿Cómo estás?
Actuaba como si nada hubiese ocurrido, siendo amigable conmigo y hablándome sin remordimientos. Supuse que era una de sus tantas máscaras para aparentar frente a los demás y fingir que él seguía intacto.
—Estaba... esperando por ti.
—No veo razón para que estés aquí... —contesté, abriendo mi casillero.
—Lo sé, pero... —su sonrisa se desvaneció lentamente. —. Quería... que fueses la primera en saber que... me uniré al equipo de Chicago —murmuró luciendo nervioso por ello. —. Al final conseguí la oferta que quería y podré... jugar en un equipo profesional...
Al ver su expresión supe que él quería obtener eso que siempre le di; el apoyo incondicional y las felicitaciones correspondientes al saber que él al fin había conseguido entrar al equipo de sus sueños. Sin embargo, no podía importarme menos...
—Bien por ti —cerré mi casillero. —. Espero que tengas suerte en Chicago.
Dicho eso, me alejé de su lado y continué mi camino para salir del edificio. Pude ver la decepción en su rostro y el entusiasmo que desbordaba se apagó en cuanto desaparecí. Pero él decidió corregirme y por eso, tomó mi brazo entre sus dedos, deteniéndome justo debajo del umbral de la puerta.
—¿Ni siquiera... vas a felicitarme?
—No sé que más quieres oír de mí —contesté con indiferencia.
—Sabes que este siempre fue mi sueño y esperaba que al menos tú... te sintieras orgullosa de mí.
¿Qué esperaba? ¿que saltara de felicidad y lo abrazara? porque eso no pasaría.
—Al único que debería importarle es a ti —dije, alejando sus manos de mi brazo. —. Te deseo lo mejor de ahora en adelante, pero realmente eso ya no es de mi incumbencia...
Si él era feliz, si le dolía algo, si las cosas no iban bien... Simplemente ya no era mi asunto.
—Claro que te incumbe, Mimi... tú y yo...
—No somos nada, Leon —lo corté antes de que continuara. —. Y es mejor que encuentres a alguien a quien sí le importe...
Aquello último pareció romper algo en su mirada y su expresión decayó al escucharme. La desilusión ensombreció su rostro, decepcionado de no recibir la atención que quería.
—Tú... más que nadie sabe cuánto me he esforzado por esto y... fuiste quien más me apoyó. Solo quería contártelo para que supieras que a pesar de todo... no soy tan malo. Al menos sigo conservando algunas de las cosas que amabas de mí...
—Ya no hay nada que ame de ti, Leon —murmuré, comenzando a alejarme. —. Adiós.
—¡Espera! —me retuvo una vez más, interponiéndose en mi camino. —. No hagas esto, Mimi...
—¿Que no haga qué? —arrugué las cejas.
—Actuar como si yo no te importara. Mirarme de esa forma... y hablarme con tanta... arrogancia.
—¿Desde cuándo establecer limites es ser arrogante? —lo miré directamente a los ojos. —. Estoy manteniendo mi distancia de ti porque eso es lo correcto. Entre nosotros dos ya no existe absolutamente nada y no tengo por qué seguir a tu lado si no quiero.
Su respiración se agitó en ese instante, pero no se alejó ni un centímetro.
—No puedes alejarme de esta forma... —murmuró entre dientes.
Sentía que estaba hablando con alguien que jamás asumiría la realidad. Leon se creía capaz de venir hasta mí y actuar como si nada hubiese ocurrido. Pero yo no tenía la habilidad de forzar mis emociones y hacer como si nada, porque su traición era algo que jamás podría olvidar.
—Deja de creer que mi vida seguirá girando en torno a ti. El día en que te dije que todo había terminado, lo decía con la certeza de que no seguirías siendo parte de mí —declaré. —. Así que, por favor, no sigas creyendo que debo estar contigo, porque no te debo nada...
—Tranquila, de todas formas pronto me mudaré y voy a desaparecer de aquí —soltó con sarcasmo, pero su mirada brillaba con intensidad. —¿Eso te haría feliz, verdad?
—Lo que desees hacer con tu vida y con tu tiempo no influye en mi felicidad. Puedes hacer lo que quieras... —me encogí de hombros. —. Mis razones para ser feliz no tienen nada que ver contigo...
Con ello, volví a avanzar lejos de él sin importarme que mi nombre continuara saliendo de sus labios con necesidad. Antes hubiera sufrido por saber que él se iría lejos de aquí para seguir sus sueños, pero entendí que yo también tenía los míos y era libre de seguirlos al igual que él.
Hasta hace un tiempo no tenía ni idea de qué era lo que realmente quería para mí. Pensaba que con tener un diploma, todo estaría bien, pero ahora me daba cuenta de que mis aspiraciones muchas veces carecían de emoción. Claro, aún quería tener un título universitario y probablemente me iría bien como maestra de literatura, pero en el fondo, aún habían muchas cosas que quería hacer...
Quería viajar por lugares desconocidos, quería volver a cantar en público, aprender a tocar guitarra, incluso soñaba con publicar un libro o un artículo de investigación sobre alguna obra importante en literatura. Anhelaba tener dinero suficiente para comprar mi propio apartamento o quizás, arrendar algo lo suficientemente cerca de la playa en Quincy.
No me había dado cuenta de que quería tantas cosas, pero ahora las ansiaba con cada fibra de mi ser.
****
—Así que... ¿quieres aprender a tocar guitarra? —Josh alzó una de sus cejas, mientras se movía alrededor de la tienda de conveniencia.
Asentí ante ello, mientras metía naranjas frescas en mi bolsa de compras.
—¿Y quieres que yo sea tu tutor? —continuó.
—Ajá —sonreí, girándome hacia él. —. Prueba...
Le extendí un trozo de fruta y él acercó sus labios a mis dedos.
—Siempre he querido aprender a tocar guitarra, pero nunca tuve la oportunidad. Ahora que te tengo a mi lado, quiero aprovecharme de ti al máximo —sonreí, llevando otro trozo de naranja a mi boca.
Su sonrisa se acentuó en ese momento, mientras relamía sus labios para limpiar el rastro jugoso.
—Vale, entonces creo que puedo enseñarte algunas cosas... —aceptó, guiñándome un ojo.
Pasamos a pagar por nuestras compras y posterior a ello, tomamos rumbo hacia su apartamento. Ambos nos tratábamos con mayor familiaridad, acostumbrándonos a la compañía del otro.
—¿Extrañas Wisconsin? —le pregunté, mientras avanzábamos lentamente por la acera.
—La verdad... no —contestó.
—¿Eso significa que no tienes pensado regresar?
—Supongo que en algún momento tendré que volver para visitar a mis padres, pero... por ahora no tengo intención de irme lejos de aquí.
—Estuviste tres años allá... —continué. —, durante ese tiempo ¿tuviste alguna novia?
Sabía que ese era terreno peligroso, pero sentía mucha curiosidad por saber. De todas formas, Josh era un chico atractivo y habían miles de cualidades que lo convertían en el tipo de hombre capaz de atraer la atención de muchas chicas.
—No, en realidad, suelo ser muy solitario —contestó. —. Hubo una chica en particular con quien tuve una buena amistad, pero jamás llegamos a nada serio. De todas formas, estaba demasiado enfocado en mi música como para posar mis ojos en alguien más.
—Entonces... ¿esto es lo que realmente deseas hacer? —continué explorando, mientras anhelaba conocer más sobre él.
—La banda... es un pasatiempo por ahora. Lo que realmente me apasiona es escribir y componer —contestó. —¿Tú puedes ver el tipo de futuro que yo podría tener?
—Pues... puedo imaginarte arriba de un escenario, cantando para el mundo —dije con sinceridad. —¿No te gustaría ser famoso? las personas escucharían tu música y podrían enamorarse de ella...
—Por ahora... solo me importa que una sola persona se enamore de mí —soltó en tono de broma, pero siendo lo suficientemente serio como para causar un escalofrío en mi espina dorsal.
Juguetonamente golpeé mi cadera contra la suya antes de comenzar a correr lejos de él, y rápidamente, lo sentí perseguirme hasta alcanzarme sin mucho esfuerzo.
—Te atrapé —rió, cargándome y rodeando mi cintura.
Mi espalda chocó contra su pecho, y sus dedos no me soltaron en ningún momento.
Llegamos a su apartamento, dejando las bolsas de compras en la cocina y esta vez, tomé el mando para preparar la cena. Así al menos podría procurar cuidar de su salud y prevenir un problema de hipertensión.
—Eso huele bien... —murmuró a mis espaldas.
Estaba preparando carne salteada con verduras y fideos, y mientas eso se cocinaba a fuego lento en la estufa, procuré acompañar nuestra cena con un rico postre de galletes y crema de limón.
—Prueba —le extendí la cuchara con la mezcla.
—Está rico —sonrió, saboreando y lamiendo el rastro de crema.
—Me alegro de que te guste —dije feliz por ello, girándome para continuar cocinando.
—¿Necesitas ayuda con eso? —preguntó.
—Puedes seguir batiendo —señalé.
Rápidamente ató su cabello y lavó sus manos para poder ayudarme. Me gustaba ver su rostro despejado, porque eso me permitía ver cada parte de él en su máximo esplendor.
Cocinamos juntos, moviéndonos en la pequeña cocina, chocando de vez en cuando, pero estando lo suficientemente cerca como para sentirnos cómodos. A veces su brazo rozaba el mío, o su espalda se apoyaba contra la mía, y todas esas pequeñas cosas y detalles hacían que apreciara pasar tiempo con él.
—Te has ganado una lección gratis de guitarra —bromeó, llevándose un gran bocado de comida a los labios.
—¿Qué tal si yo te enseño a cocinar y tú me enseñas a tocar? —señalé.
—Vale, me parece un buen trato —asintió, alzando su vaso para chocarlo con el mío. —¿Te quedarás a pasar la noche? —preguntó.
—No... hoy no —contesté. —. Dana viajará el fin de semana en casa de sus padres, así que... estaré sola.
—En ese caso... ¿por qué no te quedas aquí el fin de semana?
—¿No sería muy atrevido de mi parte? —arqueé una de mis cejas.
—Ya me acostumbré a verte pasear por aquí —sonrió.
—¿En verdad quieres que me quede?
—Puedes permanecer todo el tiempo que desees —asintió sin dudar. —. Te daré mi habitación.
—No quiero privarte de dormir cómodamente. Yo usaré el sofá —me negué.
—Tranquila, está bien para mí —insistió.
—No, Joshi...
Continuamos discutiendo sobre quien usaría el sofá y quien se quedaría en la cama, pero sabía que sus argumentos siempre buscarían mi bienestar. Finalmente, llegué a una sola conclusión y no dudé en decirla en voz alta.
—Entonces, durmamos juntos. Tu cama es grande —puntualicé y el tenedor que iba directo a su boca, se detuvo a medio camino. —. Estoy segura de que podemos caber los dos ¿no?
Josh pareció perder el aliento y mi discurso fue interrumpido por el sonido del horno el cual anunciaba que mis galletas para el postre estaban listas. Así que, me levanté de la mesa y caminé directamente hacia la cocina para sacarlas del horno y comenzar a molerlas.
No había... nada de malo si él y yo dormíamos juntos. De todas formas, podíamos tomar distancia y nada pasaría entre nosotros. Confiaba en él y aunque no le era indiferente a su cercanía, aún así, no quería que él tuviera dolores de espalda por tener que dormir en el sofá.
—¿Estás segura de querer... dormir conmigo? —preguntó.
—Claro —asentí, regresando a la mesa con el postre preparado. —¿Qué es lo peor que podría pasar?
Vi que en sus ojos se cruzaron miles de escenarios, pero no dijo nada al respecto y yo tampoco volví a mencionarlo. Simplemente, decidimos comer en silencio, mientras asimilábamos que esta noche dormiríamos juntos.
****
Uuuy... preparense para lo que se viene jejeje
Pd: Para las que me han preguntado si Josh narrará, pues sí, más adelante saldrá su punto de vista. Pero por ahora será Mimi la protagonista <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro