Capítulo veintitrés
Leon
—Pronto estarás a kilómetros de esta ciudad... —murmuró mi madre, viéndome con nostalgia desde el otro lado de la mesa—. Aun no puedo creer que pronto tengas que marcharte lejos de aquí.
—Vendré a verte seguido —dije con la mirada fija en mi plato.
La comida no me sabía a nada, tampoco sentía emoción por irme a Chicago a pesar de que ese siempre fue mi sueño. Debería estar feliz de haber quedado en el equipo que siempre quise, pero en vez de ello, estaba aquí sintiéndome vacío.
—Lo más importante es que te concentres en ti. Yo estaré bien —sonrió mi madre, acariciando el dorso de mi mano—. Lo único que me preocupa ahora es verte así. No te ves bien últimamente.
—Son solo tonterías —intenté lucir mejor, pero ante los ojos de mi madre no podía mentir.
—¿Hay algo de lo que quieras hablar, hijo? —preguntó sin caer ante el engaño a pesar de que me esforcé por sonreír.
—No es nada —le resté importancia—. Pronto me iré de aquí y ya nada va a importarme.
—¿Y Michelle? —la mención de su nombre hizo que me tensara—. ¿Qué pasará con ella?
Por supuesto, mi madre aun no estaba enterada de nuestro quiebre. Y no dije nada, porque no quería que ella pensara mal de mí al enterarse de las razones por las que Mimi ya no era mi novia.
Todas las cosas horribles que hice, quería mantenerlas lejos de mi madre, porque no soportaría recibir su rechazo.
—Nuestros sueños y metas van en direcciones diferentes. Por eso, nosotros ya no seguiremos juntos —mentí, sintiendo nuevamente ese sabor amargo en mi paladar.
Además, a ella ya ni siquiera le importo...
Pensé que... si me acercaba a Mimi para contarle que me habían aceptado en el equipo de Chicago, entonces ella quizás se compadecería de mí. Después de todo, una vez que me marchara lejos de Boston, nosotros no volveríamos a cruzar nuestros caminos nunca más. Pero ella actuó como si no le importara nada de mí. No, en realidad, a ella no le importaba en absoluto.
—Lamento que hayan roto —mi madre me miró con compasión—. Me hubiese gustado conocerla.
Probablemente, ella y mi madre se habrían llevado bien de haberse conocido cuando Mimi aun me amaba. Pero ya no servía de nada pensar en ello, porque ya no la tenía conmigo. Y me dolía pensar en todo lo que perdí; la seguridad que antes me caracterizaba se había ido en el instante en que Mimi desapareció.
Cuando las cosas salían mal, ella estaba ahí para decirme que todo mejoraría. Y sabía que no eran solo palabras al azar, porque Mimi realmente, creía en mí. Pero fallé, la traicioné, y ella no volvería a confiar en mí nunca más.
—Como sea... —suspiré, levantándome de la mesa—. Saldré a correr...
—Pero no comiste casi nada... —mi madre apuntó hacia mi plato el cual apenas probé.
—Lo terminaré cuando regrese. Ahora solo quiero... salir —murmuré, alejándome de ella para terminar con esa conversación.
Tomé mis llaves y mi celular antes de salir del apartamento. Lo único que podía despejar mi mente era ejercitarme, pero a veces, incluso en medio de los entrenamientos me sentía atrapado en recuerdos. Estúpidamente, esperaba que Mimi apareciera sentada en las gradas, viéndome entrenar como en el pasado.
Pero su puesto seguía vacío y ella jamás regresó a verme.
Ni siquiera sabía por qué seguía esperando. Supongo que una parte de mí continuaba aferrándose a la idea de que Mimi pudiese perdonarme. No era su culpa que lo arruinara todo, pero estaba arrepentido.
Troté cerca de la playa hasta llegar a la pista de atletismo Evans Field. El viento de la costa chocaba contra mi rostro y aquello me ayudó a respirar algo de aire fresco.
En dos semanas estaría lejos de esta ciudad. En dos semanas dejaría todo atrás. En dos semanas... sería el cumpleaños de Mimi...
¡Mierda! ¿por qué seguía pensando en ella?, ¿por qué tenía que seguir metida en mi mente tan dolorosamente?
¡Vete de mi cabeza de una puta vez!
Realmente, lo intenté. Corrí todo lo que pude y ni siquiera así, pude dejar de pensarla.
Las cosas continuaron igual al día siguiente. O pensé que así sería, sin embargo, lo primero que vi al pisar el campus, fue al grupo de literatura alrededor del césped.
Mimi estaba ahí, sentada en el suelo con un cuaderno sobre sus piernas y su mirada inmersa en él. Su bolígrafo se movía con fluidez sobre la hoja y de vez en cuando daba golpecitos sobre sus labios.
Había buen clima y por ello, lucía un bonito vestido que dejaba sus hombros descubiertos y su cabello se encontraba atado con una pinza del mismo color.
Se veía guapísima...
Incluso descubrí a algunas personas mirándola al cruzar el campus y aquello despertó ese sentimiento que hace tiempo comenzaba a apoderarse de mí; celos.
Celos de que Josh estuviese acechándola. Celos de que ella le correspondiera. Celos de cualquiera...
Avancé hasta donde se encontraba sin detenerme a reflexionar lo que eso provocaría. Mimi estaba demasiado concentrada como para darse cuenta de que estaba centímetros de ella y no fue hasta que me incliné, quedando a su altura, cuando notó mi presencia.
Dejó su bolígrafo de lado y su mirada se alzó en mi dirección. Así, tan cerca, me sentí aún más aturdido de verla, incluso mis pensamientos se nublaron cuando bajé hasta sus labios pintados de un color que los hacía resaltar.
—Hey... —la saludé, admirando su rostro.
—Hola... —contestó con esa indiferencia que me mataba.
Mi corazón dolió, pero no lo suficiente como para alejarme. Eran pocas las oportunidades en que nuestros caminos se cruzaban desde que terminamos y no quería desaprovechar esta.
—¿Qué estás... haciendo? —pregunté, intentando sacar un tema de conversación.
—Estamos en el taller de escritura y nos permitieron salir al campus para inspirarnos... —declaró y mi mirada se posó sobre las hojas entre sus dedos.
Me causó curiosidad saber qué había escrito allí y ella al parecer no tenía intención de enseñármelo, puesto que cerró su libro de golpe, disponiéndose a levantarse del césped e irse.
—¿Ya te vas?
—Iré a un lugar más tranquilo —contestó, tomando su cartera—. Adiós.
—¿No puedes quedarte un poco más? Prometo que no voy a molestarte... solo quiero verte un momento.
—Debo terminar esto antes de las cinco y sé que no voy a poder concentrarme si estás aquí. Por favor, no insistas ¿sí?
Dicho eso, me dio la espalda, comenzando a avanzar lejos de mí.
Nuevamente, ese sentimiento se encendió en mí, mezclado con la ira. No podía soportar que me ignorara, porque a pesar de todo, nosotros seguíamos teniendo sentimientos por el otro aunque ella no quisiera admitirlo.
Si no sintiera nada por mí, no estaría huyendo así como lo estaba haciendo ahora.
Tenia una maldita corazonada latiendo dentro de mí, y sabía que no era nada bueno.
—Supe que te has estado quedando en casa de un amigo... —dije al llegar a ella, caminado de espaldas para poder ver su expresión—. ¿Es eso cierto?
—Déjame en paz —soltó, molestándose al verme otra vez.
—Me has ignorado por semanas y ahora tengo muchas preguntas —declaré, colocando ambas manos en mis bolsillos—. Entonces... ¿vas a responder?
—No tengo por qué hacerlo —contestó, avanzando cada vez más rápido, pero mis pasos la alcanzaron sin esfuerzo.
—¿Ya le hiciste el favor a Josh, no? —pude percibir que mi rostro estaba ardiendo al igual que mi pecho.
Ella parpadeó varias veces, mientras su mirada parecía oscurecerse al posarse sobre mí.
—¿Cuánto tiempo llevan juntos, eh?, ¿dos semanas?
No me importó demostrar mis celos, porque cada que se cruzaba la imagen de ellos dos juntos, sentía esas malditas punzadas clavándose en el centro de mi pecho. Tan solo pensar en que Mimi le estuviese brindando la misma atención que a mí, lo volvía todo aun peor. No podía soportarlo más.
—¿Acaso importa? —arqueó una de sus cejas, luciendo cabreada—. Mi vida ya no es de tu incumbencia.
—Lo es —declaré, plantándome frente a ella—. Puede que haya cometido un error, pero sigues importándome.
—Si te importara tan siquiera un poco mis sentimientos, entenderías que lo que quiero es verte lejos de mí. Entenderías que lo nuestro se acabo y que seguir juntos solo nos hará más daño. Deja de seguirme y de intentar relacionarte conmigo, porque no te voy a dar el gusto, Leon.
Sus palabras me abofetearon en el rostro y ella continuó su camino, subiendo las escaleras para entrar a la biblioteca. Mimi no detuvo su paso, pero no iba a dejarla ir tan fácilmente.
—¿Por qué confías en alguien a quien no viste en tres años?, ¿por qué tendrías que creerle? —pregunté desesperado.
Yo estuve tres años a su lado y lo fui todo para ella. ¿Por qué ahora tenía que desecharme sin darme la oportunidad de enmendarlo?
—Porque si me hubieras visto como él lo hace, jamás me habrías engañado —declaró, defendiéndolo—. Mientras tú te preocupabas solo por ti, Josh estuvo ahí para cuidarme y en menos de un mes hizo todo lo que tú nunca hiciste en nuestra relación. Me ayudó a reparar mi confianza, me ayudó a superar tu engaño e hizo que volviese a sentirme bien, incluso más que cuando estaba contigo.
Cada palabra se sintió como un maldito puñal. Y lo peor, era que no había forma de que pudiese negarlo...
Yo jamás fui competencia para Josh. Tuve suerte al enamorar a Mimi y eso era lo único que me hacía sentir superior él. Pero ahora... ya no tenía nada.
—Tú solo quieres tener un pañuelo de lágrimas que te consuele cuando no puedes lidiar con tus problemas. Pero ni siquiera fuiste capaz de detener por un minuto a pensar en mí. Incluso ahora, sigues pensando en ti mismo —suspiró con cansancio—. Y me arrepiento de no haberlo visto antes... —negó con la cabeza.
—Mimi...
Su nombre escapó de mis labios en un susurro débil, el cual se perdió en el aire ya que ella giró para darme la espalda.
Fue entonces cuando entendí que... aunque me marchara lejos de Boston, no podría dejar de sentirme culpable.
****
Salimos como equipo hacia el exterior de los camarines, siendo yo quien iba a la cabeza en la formación. La mirada de todos se centró en nosotros siendo recibidos con una gran ovación. El equipo contrario ya había llegado y estaban al otro lado de la cancha preparándose, lanzando hacia la canasta con tiros certeros y pases rápidos.
—Bien, hagan el calentamiento antes de comenzar a lanzar —indicó el entrenador dando la señal para que empezáramos a trotar desde la mitad de cancha.
Miré hacia las gradas inútilmente. Sí, ya sabía que ella no vendría, pero lo hacía de forma automática...
—Tienen nuevo lanzador. —murmuró Nick mirando hacia el equipo contrario. —. Al parecer, tenerlo a él ha vuelto al equipo mucho más fuerte.
Me volteé hacia el otro equipo, encontrándome con el nuevo jugador. Era más alto que todos nosotros, pero la diferencia de altura no fue motivo para preocuparme.
Los minutos avanzaron y el sonido del silbato nos indicó que el tiempo del calentamiento había finalizado. Era el momento de dar inicio al partido, así que, dimos nuestro grito de equipo y nos posamos en nuestras respectivas posiciones a la espera de que el arbitro lanzara el balón.
El juego comenzó y el equipo contrincante tomó la delantera. Me tocó enfrentarme al jugador nuevo, el cual a esta distancia era aún más enorme. Intenté arrebatarle el balón, interponiéndome cada que intentaba encestar. Sé que eso lo estaba exasperando, ya que comenzó a empujarme con más fuerza cada vez, he incluso sentí sus pisadas sobre mis zapatillas en un intento de hacerme caer.
No buscaría una pelea con él, porque eso podría costarme una falta. Sin embargo, yo también estaba a punto de perder la paciencia al sentir sus constantes codazos y empujones que me tambaleaban.
Recibí un pase y corrí a toda velocidad en dirección al aro al ver despejado el camino. Sin embargo, al momento de dar los dos pasos antes del salto, sentí un fuerte golpe en mi espalda que me hizo soltar el balón y caer al suelo de golpe.
El silbato se hizo presente seguido del grito del arbitro.
—¡Falta!
El dolor punzante en mi espalda se extendió a lo largo de mi cuerpo provocando que se masificara y me hiciera apretar los dientes con fuerza al intentar levantarme. Fue como si me aplastaran con un muro de concreto y ahora no podía contener el dolor.
¡Maldita sea!
Mis ojos por inercia se movieron nuevamente hacia las bancas. Uno de mis amigos me ayudó a levantarme y mis ojos captaron la mirada burlona del jugador que me había empujado.
Intenté continuar con el partido, esforzándome para no quedar mal frente a todos. Esto era lo único que me quedaba y no quería perderlo.
Volví a marcar al mismo jugador, pero el nivel de fuerza que él ejercía provocaba que tensara aún más mi cuerpo. Aquello estaba ocasionando efectos colaterales y el dolor seguía expandiéndose por el resto de mi cuerpo.
No pude impedir que él recibiera el balón, así como tampoco que girara con tanta fuerza, provocando que volviese a caer al suelo, esta vez sintiendo que el dolor era simplemente insoportable. Me quejé cerrando mis ojos con fuerza y rápidamente los demás corrieron hasta mí, intentando ayudarme.
—¡Tiempo!
No pude evitar dejar escapar el gruñido que emití desde el fondo de mi garganta al no poder soportarlo.
—Ven aquí, Leon —El entrenador me sentó sobre la banca y respiré hondo queriendo apaciguar el malestar que cruzaba mi espina dorsal —Levanta tu camiseta, te pondré una compresa fría.
Respiré hondo, conteniendo los quejidos al sentir las punzadas en mi espalda.
—¿Crees poder continuar? —preguntó.
—Solo necesito descansar un momento...
Me levanté de la banca para poder ir al baño. Me sentía furioso, quería golpear algo pronto para descargar mi frustración, pero la voz de Roxy resonando dentro del camarín, hizo que detuviera mi puño que estaba a punto de impactar contra mi casillero.
—¿Estás bien? —preguntó abrazándome de improvisto—. ¿Quieres que te dé un masaje? eso podría ayudar a que puedas jugar pronto otra vez.
—No —negué esquivando su mirada—. ¿Qué haces aquí?
—¿Acaso no es obvio? Me preocupo por ti.
—Pensé que ya habíamos acabado —declaré.
—Pero al parecer estás quedándote solo... —murmuró—. Así que, estaré aquí por si me necesitas.
No, yo no la necesitaba a ella.
Y la persona a la que quería en este momento no vendría.
—No quiero verte, Roxy...
—Oh, pero de seguro querrás escucharme cuando te cuente lo que tengo planeado —sonrió maliciosamente—. Quizás eso te sirva para llevarte a Mimi lejos de aquí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro