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Capítulo ocho

Si me entregas tu corazón herido

Sé que encontrare amor en tus cicatrices

****

Podía oír la voz de Josh haciendo eco en la habitación, cantando y tocando su guitarra, mientras mis dedos recorrían su cabello y lo peinaba con delicadeza. Él se encontraba sentado sobre la alfombra y yo estaba justo detrás de él, sentada en el sofá. 

Seguí el ritmo de la canción, acompañándolo en el coro y haciendo dueto como si sus palabras fueran respuestas a las mías.

Mis dedos entrelazaron algunos mechones de su cabello, haciendo una pequeña trenza detrás de su oreja, mientras él parecía relajarse con mi toque al echar su cabeza hacia atrás, incitando a que continuara.

Éramos solo nosotros dos en completa paz y armonía y, por primera vez en mucho tiempo, mi corazón al fin encontró tranquilidad. Cantar me relajaba, pero hacerlo con él me producía sensaciones completamente diferentes.

Y todo lo que puedo saborear es este momento... Y todo lo que puedo respirar es tu vida... —cantó con voz profunda. —...y tarde o temprano, se acaba. Simplemente no quiero echarte de menos esta noche...

Y no quiero que el mundo me vea... porque no creo que lo entiendan... —canté con él. —. Cuando todo está hecho para romperse, solo quiero que sepas quien soy...

Y si sigues haciendo eso, voy a quedarme dormido... —canturreó siguiendo el ritmo de la música, pero cambiando la letra. 

Reí levemente, soltando su cabello.

—Debe ser porque ya llevamos más de dos horas así y debes estar cansado... —dije, admirando su nuevo peinado. —. Te queda bien...

Él detuvo el movimiento de sus dedos contra las cuerdas y dejó a un lado la guitarra, girando su rostro hacia mí. 

—Ya debo irme... —murmuré. 

—¿Ya? —aquello sonó como si no quisiera que me marchara. 

—Son casi las nueve de la noche —apunté hacia el reloj. —. Ya es demasiado tarde. 

Josh se quedó en silencio, y permaneció mirándome fijamente por breves segundos. Sus ojos grises cubiertos por aquellas grandes pupilas, hacían que fuese difícil distinguir aquel color tan característicos de él, el cual se asemejaba al gris de las nubes tras un día lluvioso.

Sus largas pestañas podrían ser la envidia de cualquiera y el lunar sobre su parpado atrapó mi atención al estar así, tan cerca de su rostro. 

—Me la pasé muy bien hoy... 

—Yo también —coincidí. —. Haces que el tiempo vuele y que mi mente se despeje...

—Puedes venir cuando quieras —sonrió levemente. —. Aún nos queda mucho por practicar...

—Tus letras son tan pegadizas, que en mi cabeza se sigue reproduciendo una y otra vez "ella es tan adictiva, tan cálida y atractiva" —canturreé, moviendo mi cabeza al seguir el ritmo. 

Josh rio al escucharme, entrecerrando sus ojos los cuales parecían sonreír también. 

—¿Hay alguna canción que te haya gustado más? —preguntó.

—Todas me gustaron —contesté. —, podría volverme tu fan algun día... 

—Eso sería lindo —asintió. 

Mi celular comenzó a vibrar sobre la mesa, iluminando la pantalla con el nombre de Leon. Josh se giró a observar y simplemente, ignoré la llamada. 

—Bueno, ya es hora —me levanté del sofá y cogí mis zapatillas regadas en el suelo. 

—Iré a dejarte —anunció, levantándose también. 

Ambos salimos del apartamento, avanzando juntos hacia el primer piso del edificio. Josh avanzaba lentamente, como si estuviese alargando nuestro tiempo juntos. 

—El cielo está muy estrellado —comenté, alzando mi mirada mientras avanzábamos por el estacionamiento. —, y la noche está muy cálida...

Podía ver el cielo nocturno completamente despejado y una brisa cálida acarició mi rostro. Josh se mantuvo en silencio, así que, me giré hacia él, encontrándolo con su mirada clavada en mí. Incluso en medio de la penumbra, podía distinguir ese brillo en sus ojos además de su proximidad. Él siempre estaba a mi derecha, muy cerca de rozar mis dedos, muy cerca de tocarme...

—¿Qué? —pregunté al notar que no decía nada, pero sus ojos... sus ojos siempre decían mucho. 

Aquellas orbes grises definitivamente eran puertas a su alma. Aquella tan cálida y amable, que me observaba transmitiendo un sentimiento genuino. 

Sus dedos se acercaron a desordenar mi flequillo al igual que siempre, antes de soltar sus pensamientos.

—En verdad eres muy inspiradora. 

No sonaron como palabras al azar, sino como algo que él había estado pensando por mucho tiempo. Y sin darme explicación alguna, abrió las puertas del vehículo para marcharnos. 

Josh tenía las palabras precisas para confundirme, pero también eran certeras cuando más las necesitaba. Y no me había dado cuenta de toda la falta que me había hecho desde que se había ido. Ahora mi gran temor era volver a perderlo y enterarme que algún día tendría que marcharse otra vez. 

Pero no quería pensar en su despedida, ni tampoco en el vacío que dejaría en mí. Quería seguir disfrutando su compañía, escuchar su voz, leer sus canciones, y hablar con él por horas sin importar que el tiempo a nuestro alrededor continuara avanzando. 

Algún día le diría la verdad de lo que pasó esa noche...

Aquella en la que me salvó.

Aquella en la que regresó e hizo que volviese a pensar que todo este tiempo estuve en el lugar y en el momento incorrecto. 

Algún día nos diríamos muchas cosas... Porque sentía que detrás de nuestras miradas, había algo que no se había confesado.

****

—Bueno. Has llegado sana y a salvo —murmuró Josh al detenerse frente a mi edificio.

—Muchas gracias, Joshi —sonreí, desabrochando el cinturón de seguridad.

Acerqué mi rostro al suyo para despedirme, y él estiró el cuello para que pudiese posar mis labios sobre su mejilla. 

—Que descanses, Mimi. 

—Tú también —dije devuelta, tomando la manilla de la puerta. —. Buenas noches...

Sin más, me bajé del vehículo y volví a girarme hacia él, agitando mi mano en el aire. Y a través de la ventana pude verlo despidiéndose de mí de la misma forma. 

Posterior a ello, crucé la calle y corrí hacia el interior de mi edificio, subiendo hasta la habitación. Dana no se encontraba en el interior, así que, imaginé que esta noche no dormiría aquí. Sin embargo, había dejado un paquete de dulces sobre el escritorio, junto a una tarjeta que decía "Puedes sacar cinco paletas. Solo cinco" .

El mensaje fue claro y no me pude resistir a tomar una, mientras me desvestía para poder irme a la cama. 

Fue entonces cuando unos insistentes golpes hicieron que me sobresaltara en mi lugar, justo cuando estaba pasando la parte superior de mi pijama por mi cabeza. Pensé por un momento que podría ser Dana, así que me apresuré en abrirle la puerta, pero la persona frente a mí no era Dana, sino... Leon...

—¿Qué...

Intenté hablar para preguntarle el por qué de su visita a estas horas de la noche. Pero mis palabras fueron interrumpidas con el choque de su cuerpo contra el mío, al abrazarme con tanta fuerza que creí que perdería el aliento. 

Todo su cuerpo estaba temblando y sus manos se aferraban a mi camiseta, como si no pudiese mantenerse en pie. Estaba hiperventilando, tomando grandes bocanadas las cuales eran entrecortadas y aquello realmente me preocupó, porque jamás lo había visto así.

—¿Leon? —tomé su rostro entre mis manos para poder verlo a los ojos. —¿Qué ocurre?

Respiró agitado, viéndome con ojos brillantes y llenos de desesperación. Las palabras se atascaron en su garganta, impidiéndole poder explicar lo que estaba ocurriendo. Estaba sufriendo una crisis de pánico, su rostro sudaba y sus manos seguían temblando. 

—Respira conmigo... —pedí, sujetando sus manos e intentando calmarlo. 

—Solo... abrázame... por favor —suplicó duras penas y sus manos volvieron a envolverme. 

Y en cuanto le correspondí, lo escuché fuerte y claro. 

Comenzó a llorar... Y lo hizo al igual que todas aquellas veces en que buscaba mi consuelo bajo las sabanas para poder esconder su rostro húmedo por las lágrimas. Pero esta vez fue diferente... Leon no escondió su rostro ni tampoco cubrió sus sollozos. Lo hizo, soltando aquel sonido desgarrador que pareció lastimar su garganta y quebrar su corazón. 

Leon solía decir que escuchar mis palpitaciones lo tranquilizaban, y por eso, su cabeza se hundió justo en el centro de mi pecho, buscando refugio y calor. 

—¿Qué ocurrió? —pregunté nuevamente, esta vez utilizando un tono de voz más apacible para transmitirle mi tranquilidad. 

Mis dedos pasearon por su espalda con lentitud una y otra vez, sintiendo los temblores de su cuerpo. 

—Mi... madre... —dijo con palabras entrecortadas. —. Mi madre está... en el hospital. 

En ese momento, pude sentir el vuelco dentro de mí al oír sus palabras.

Su madre lo era todo para él, su más grande debilidad y la única capaz de provocar la caída de Leon hasta el punto de hacerlo colapsar. Cuando se trataba de ella, su mundo se detenía por completo. 

—Si hubiese contestado sus llamadas... si tan solo... hubiese ido cuando me lo pidió... —sollozó con más fuerza, apretando sus dientes entre sí. —. Quizás lo habría detenido de lastimarla...

 Su corazón estaba lleno de enojo, pero también de tristeza y frustración. 

—No pude ayudar a mi madre, Mimi. Todo esto es mi culpa... Dejé que ese desgraciado la hiriera y ahora por eso ella...

Volvió a perder el control de su respiración, mientras su mente imaginaba los peores escenarios. Pero sabía que la única forma de que pudiese estar tranquilo, era que lo viera con sus propios ojos...

—¿En donde está?

—En el hospital general...

—Entonces... vamos. Tienes que verla y asegurarte de que... esta vez podrás acompañarla —dije, arrodillándome en el suelo para quedar a su altura. —. Ahora es cuando más te necesita y tienes que estar ahí para ella, Leon. 

Sus ojos vidriosos me observaron y asintió lentamente. 

—Yo iré conduciendo, así que... —corrí a mi armario para tomar un abrigo sin importarme estar con mi pijama puesto. —, venga, debemos apresurarnos.

Dicho eso, tomé las llaves y su mano envolvió la mía, mientras ambos nos dirigíamos fuera del edificio. 

Leon jamás me había dejado conducir su auto, pero justo ahora se comportaba más dócil que nunca debido a la conmoción. Y una vez dentro, recordé por qué no había pasado mi examen de conducir, pero aún así, seguí todos los pasos para hacerlo arrancar.  

Por suerte, no se me apagó y logré conducir, tomando varios atajos hasta llegar a la calle Cambridge, estacionándome en mitad de la acera, pero consiguiendo llegar a salvo.

Ambos nos bajamos, apresurándonos en llegar a la sala de urgencias, y nuevamente tuve que tomar el mando ya que la crisis de Leon pareció empeorar al estar allí dentro. 

—Vengo por la señora... Beesley. Angela Beesley... —recalqué a la enfermera. —¿Cómo está ella? 

Observé a Leon tomando asiento a un costado de mí, mientras sus manos sujetaban su cabeza.

—Ella está en cuidados intensivos... —contestó. —. Llegó con múltiples heridas en el tórax y la cabeza. Así que, van a tener que someterla a cirugía —explicó.

Sabía que esto era grave y que la condición de Leon empeoraría tras saber esto. Su madre entraría al quirófano en poco tiempo, y tendría que permanecer aquí esperando por una respuesta. 

Me acerqué a él, tomando asiento a su lado y con palabras suaves, intenté calmarlo a pesar de que la situación definitivamente era preocupante. Aún así, uno de los dos debía mantenerse firme, y a pesar de todo, me preocupaba su reacción. 

—Tendremos que esperar... —murmuré, observando como los enfermeros seguían moviéndose alrededor apresuradamente. —. Sé que todo va a estar bien, Leon. Tu madre es fuerte al igual que tú, y por eso, esta vez las cosas serán diferentes...

—No creo poder hacer esto solo... —respiró agitado, con sus manos temblando. —¿Podrías entrar conmigo? siento que me derrumbaré si la veo así... Y no sé de lo que soy capaz...

Sus manos se empuñaron e imaginé que la ira podría desatar que fuese tras su padrastro para acabar con él y por lo que le hizo a su madre. 

—Por favor... no me dejes solo esta noche... —suplicó. —. Por favor... quédate conmigo...

Su rostro reflejaba el peso de todos esos sentimientos acumulados y creo que jamás lo había visto tan devastado como ahora. 

Nuevamente me sentí... en el límite, sin saber qué hacer o decir.

Si me quedaba con él esta noche, le daría la esperanza de ser otra vez su salvavidas, pero ¿qué sería de él cuando ya no estuviera a su lado y no pudiese sujetarme? 

Me di cuenta que aún me preocupaba por él, y podía entenderlo porque a pesar de todo, esto era algo que no podía ignorar. Sin embargo, no significaba que me detuviera o me hiciese retroceder en mi decisión...

Simplemente le di algo más de tiempo a mi lado, para darse cuenta de que me necesitaba incluso más de lo que creía. 

No pensé que mi noche estrellada... terminaría de esta forma. 

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