Capítulo dos
Estaba rota. Y no solo mi corazón estaba lastimado, sino también, todas esas cosas que hacían de nuestra relación algo tan valioso para mí. Él rompió mi confianza, mi cariño, mi alegría y la creencia de que él romance puede ser hermoso...
No dormí nada durante la noche, porque todo lo que podía hacer era llorar contra la almohada, mientras mi agrietado pecho ardía de dolor. Intenté buscar una respuesta a su traición, incluso llegando al punto en que creí que yo había tenido la culpa. No podía soportar el peso del engaño mezclado con las imágenes de los textos que rondaban cada rincón de mi mente, recordándome que en el corazón de él no había espacio para mí.
Ni siquiera había tenido fuerzas para levantarme esa mañana. Solo quise acurrucarme y abrazarme a mí misma, escondiéndome debajo de las sabanas como si eso pudiese aliviar tan siquiera un poco mis heridas.
Me pregunté tantas veces si todo lo que salió de sus labios eran solo mentiras en las que creí ingenuamente.
Cuando me decía que era hermosa... en realidad miraba a alguien más en mis ojos.
Cuando me decía que yo era todo lo que quería, pero lo cierto era que no fui suficiente para satisfacerlo ¿no es así?
Y cuando susurraba que me amaba, lo que en verdad trataba de decirme era que no podía corresponderme de la misma forma, porque mientras yo entregaba todo de mí, él me daba solo migajas...
Volví a llorar tras saber aquello, dejando que las lágrimas continuaran cayendo silenciosamente por mi rostro, queriendo desaparecer y diciéndome a mí misma "ojalá pudiese ser tan fuerte como tú para fingir frente a los demás y sonreír como si no estuviese rompiéndole el corazón a alguien más..."
—Mimi... —Dana se sentó junto a mí y sus dedos acariciaron mi cabello con delicadeza. —. No sé que es lo que pasó contigo, pero... quiero que sepas que aquí estaré para apoyarte. Estoy muy preocupada por ti... —murmuró.
Me arrollé, aferrando mis dedos a las sabanas.
—Estoy aquí... —continuó. —, y no necesitas levantarte, puedes llorar todo lo que quieras si eso te hace sentir mejor. Incluso, puedo ir a la tienda a comprar lo que sea que te apetezca comer...
No tenía apetito en lo absoluto y el nudo en mi garganta me impedía poder pasar saliva.
La oí suspirar con pesar, dándose por vencida al no escuchar respuesta de mi parte. Pero aceptó mi espacio y eso fue suficiente. No tenía valor para revelar la verdad, así que preferí esconder todo eso solo para mí misma.
Dana salió de la habitación para ir a su trabajo al mediodía, así que me quedé encerrada en la habitación sin ánimos de levantarme. Sin embargo, tuve que hacerlo, obligándome a caminar hasta el baño para tomar una ducha.
Me detuve frente al lavabo, observándome frente al espejo. Me veía demacrada, con los ojos hinchados de tanto llorar y mis ojeras formaban dos bolsas enormes. Cepillé mis dientes con desgano, mientras veía que mi mirada comenzaba a aguarse otra vez y escupí con enojo, comenzando a maldecirme a mí misma por tantas cosas... Quizás, si fuese más bonita, más delgada, más divertida, habría hecho una diferencia...
Si tan solo fuera un poco más...
Apreté mis ojos con fuerza, sujetándome del lavabo y mojé mi rostro con agua fría intentando dejar de martirizarme con mis propios pensamientos.
****
El sábado me lo pasé prácticamente enferma y metida en cama. Pensé que los ojos se me secarían, pero al parecer, aún no encontraba mi propio límite para llorar.
Dana estaba profundamente preocupada por mí y mi silencio solo la ponía aún más histérica al no saber que hacer para ayudarme. Si tan solo supiera cómo abordar toda esta situación, quizás podría darle una respuesta, pero lo cierto era que me sentía tan vacía, tan lastimada, que ni siquiera podía pensar con claridad.
Estaba tan triste y a la vez, tan enojada, que me quedé atónita esa mañana en la que lancé con tanta fuerza aquel cuadro con una foto de nosotros dos en el parque Six Flags. El vidrio se rompió en miles de trozos pequeños, pero la imagen continuó intacta... así que tuve que recoger el desastre, sintiendo la punzada en mi dedo al cortarme.
Rasgué la foto una y otra vez hasta no dejar nada y quise hacer lo mismo con todo lo que le perteneciera a él. Había tantas cosas de Leon en mi habitación y todas ellas estaban ahí para atormentarme.
Metí todo dentro de una bolsa de basura; fotos, camisetas, regalos y cartas que aún conservaba conmigo. El dolor que cruzaba mi pecho seguía latente y dolía más con cada cosa que lanzaba en el interior. Estaba intentando depurar su falso amor.
Cogí entre mis dedos la camiseta del equipo con mi nombre, recordando sus palabras cuando me la regaló.
"Tú eres mi amuleto en cada juego, Mimi".
Y yo solía colocármela en todos sus partidos de baloncesto, sintiéndome orgullosa de usarla, de tener su nombre y su número grabado en la espalda y de ser reconocida como su amuleto... Dios, que tonta por creerle.
La empuñé entre mis dedos y solo entonces me di cuenta de que... hacer esto no serviría de nada. Porque aún que botara todo de él, mis sentimientos seguirían allí. Incluso si ya no era amor, permanecía el odio hacia él, hacia ella, hacia mí misma...
Yo necesitaba mucho más...
Es cierto, justo ahora estaba rota, pero quería ser más fuerte para poder sanar, sin resentimientos, sin odio, sin dolor...
Observé la camiseta nuevamente y la mantuve conmigo por breves segundos.
Yo no quería amar a Leon. No quería sentir nada por él... Pero terminar no era la solución. Quería conocer su verdadera cara, ver su lado oscuro para al fin abrir los ojos y darme cuenta de que en realidad él no era lo que yo quería para mí.
Siempre lo tuve sobre un pedestal en el que lo adoraba, pero... lo cierto era que él había caído tan abajo, que incluso mis expectativas decayeron.
Lo cierto era que Leon aplastó mis ilusas ideas sobre lo que era amar, y yo ahora quería aplastar todas esas mentiras hasta borrarlas de mi pecho, curando las grietas que él dejó.
Por eso, tomé una dura decisión esa misma noche:
Comenzaría a contar los días que me harían dejar de amarlo. Y una vez que ya no hubiese nada de él en mi corazón, terminaría con lo nuestro. Porque ya no habría nada que me atara a él, ya no quedaría amor que me hiciese aferrarme a su corazón, y ya no quedaría coraje ni remordimiento...
Ese era mi plan para arrancarlo de mi pecho, de mi piel y de mi alma.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro