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Capítulo 2: La locura de los hermanos Lowell.

Descansar era lo único que quería, pero fue lo que menos hice.

No pude dormir mucho. No podía pasar tiempo en la cama. Era como si fuera un títere y alguien estuviera tirando de mis cuerdas. Una y otra vez, repetía el proceso, caminaba por mi habitación haciendo cosas sin sentido o bajaba a la cocina para tomar agua.

Siempre terminaba frente a la ventana, espiando la casa de la señora Jones.

Sin dormir como corresponde y con los síntomas de una gripe, mi día escolar es una mierda. No estoy dispuesta a soportar los malditos problemas de física, así que me dirijo a la oficina del director.

La secretaria me sonríe apenas me ve entrar e intento con todas mis fuerzas devolverle el gesto, pero no logro levantar mis comisuras que ya suelto un estornudo. Ella hace una mueca y continúa tecleando en la computadora al mismo tiempo que lee unos documentos que tiene en su escritorio.

No me molesto en llamar, solo me adentro esperando que se encuentre solo y en efecto, así está.

Vuelvo a estornudar.

— No te ves muy bien.

Cierro la puerta a mis espaldas y procedo a sentarme en la silla que está frente a su escritorio.

Mi padre se quita sus gafas de leer.

— Bueno, tampoco me siento así —siento una molesta humedad en mis fosas nasales— ¿Tienes pañuelos? Dime que sí. No quiero caminar hasta la enfermería —hago una mueca.

Abre uno de los cajones y saca un paquete de pañuelos previamente abierto. Estiro mi mano y saco uno rápidamente para sonarme la nariz.

— Creo que cogí un resfriado.

Hago bolita el papel y lo arrojo en el basurero que está en una esquina de la oficina. Sonrío al encestar.

— ¿Crees? —repite mi padre, sarcástico.

Siento que la cabeza me arde. Ahora posiblemente estoy teniendo fiebre.

— Odio a mi sistema inmunológico —declaro divirtiendo a mi padre— Me voy a ir.

— ¿A qué clase vas a faltar?

Aquella pregunta me detiene. Hago un gesto de desinterés.

— Solo a física —contesto.

Papá sonríe por unos segundos y luego vuelve a estar serio.

— ¿Estás segura de que no estás fingiendo para faltar? —ladea la cabeza, desconfiado.

— ¿De verdad crees que sería capaz de fingir una gripe para faltar a física? —pretendo estar indignada ante la acusación.

La realidad es que, en efecto, soy muy capaz de fingir una gripe para no asistir a física, matemáticas y todo lo que esté relacionado con los números. No son mi fuerte.

El silencio acusa a mi padre y ante su mirada reprendedora, decido continuar:

— Bueno, esta vez no estoy mintiendo —Él sonríe al tener la razón— Solo mírame. Parezco un zombie.

Mi padre vuelve a colocar sus gafas y hace un gesto con la mano, como si estuviera estándole importancia al tema.

— Puedes irte, pero recuerda que debes llamar a tu madre. Ya sabes cómo se pone cuando no le contestas las llamadas.

Asiento y me despido de mi padre, prometiendo y haciéndome un recordatorio mental de que debo llamar a mi madre, el cual posiblemente olvide en unos treinta minutos porque mi memoria es pésima, pero bueno.

Una vez en casa dejo las llaves sobre la encimera y ya en el piso superior, justo al terminar de subir las escaleras, el espejo del pasillo me muestra que tal mal me veo.

Mis ojos están algo rojos, mi piel pálida, mis ojeras más marcadas y oscuras que hace rato. Entorno los ojos, detesto estar enferma.

Me deshago de mi ropa, quedando en ropa interior frente a mi espejo. Procedo a colocarme mi pijama, este consiste en una vieja y desteñida remera que mi padre me dio hace unos meses. Es unos talles más que el mío, eso hace que la ame porque es muy cómoda.

En mi reflejo noto una mancha en uno de mis brazos. Las marcas rojas ahora son grandes hematomas que son una mezcla de colores; mucho peor que como estaban hace rato; lo violeta creció, lo morado es muy poco y lo amarillo desapareció.

Lo toco con mi dedo y hago una mueca al sentir dolor.

Esta mañana apenas lave mi rostro y cepille mis dientes. Ni siquiera recordé revisar cómo seguían esos golpes.

Desconcertada, intento recordar cómo pude habérmelos hecho y cuándo, pero es en vano, no me acuerdo.

Dejo pasar eso y me coloco unos pantalones holgados, normalmente duermo solo con la remera, pero esta vez tengo frio así y no quiero empeorar, así que es mejor abrigarme.

Ahora sí, me siento y cubro con el acolchado. Tomo una píldora, teniendo la certeza de que me va a hacer efecto rápido y voy a sentirme un poco mejor en unas horas.

Recuesto mi cabeza en la almohada y quedo viendo el techo de mi habitación. Por reflejo miro hacía la ventana, lo que inevitablemente me lleva a recordar mi pesadilla de la otra noche.

"Debes encontrarme."

"¡No puedo protegerte más!"

El suelo temblando, los estruendos a lo lejos, la desesperación de la señora Jones, sujetándome con fuerza... los brazos.

Estiro mis brazos para ver nuevamente mis hematomas. Frunzo el ceño. Esto es demasiada coincidencia.

Tal vez solo me apreté los brazos mientras dormía, por eso no los tenía antes de dormir y por eso concuerda con lo que pasó en mi pesadilla.

Algo dentro de mí se siente inquieto, mi estómago da vueltas.

"¡Tienes que encontrarme!"

Me doy vuelta, dándole la espalda a la ventana y cierro los ojos, obligándome a no pensar más en ello.

-.-.-.-.-

Mi tono de llamada y mi celular vibrando a un lado de mi cuerpo, me despierta. Contesto ver previamente quién es, pero al escuchar la voz aguda de Holly, alejo el celular para ver qué hora es. A mí alrededor todo está oscuro y tiene sentido.

¿Qué pasó contigo hoy?

— ¿Eh? —pregunto desconcertada.

La práctica.

Agh, cierto.

— Yo... —me quedo en silencio al escuchar mi voz congestionada. Aclaro la garganta—...cogí un resfriado.

Estiro una de mis manos y enciendo la lámpara que tengo a un lado de la cama.

¡Oh, pobrecita! Meg está enferma... —baja la voz, posiblemente contándole a Brid. Al instante escucho la voz de mi otra amiga, pero no entiendo lo que dice— Bueno, le pregunto... ¿Quieres que vayamos?

Me incorporo en la cama con flojera.

— No, estoy bien. Solo necesito descansar —contesto.

¿Segura?

— Sí.

Si cambias de opinión, nos llamas.

— Claro.

Me despido de mis amigas y sigo me pongo a revisar mis notificaciones. La mayoría son publicaciones que mandamos en el grupo de Instagram que tenemos, después varios mensajes, pero de mi padre son los que llaman mi atención:

Papá: Estás mejor?

Papá: Reunión con el consejo directivo, posiblemente termine en cena. Ordena comida. No intentes incendiar la casa.

Papá: !!!

Sonrío al leer los dos últimos mensajes. Soy muy mala cocinando, así que cuando más alejada de la cocina me mantenga, mejor está la casa y posiblemente el resto de la humanidad.

Me levanto desganada y estiro mis brazos, soltando un leve quejido por la flojera que tengo. Me siento mejor, aunque mis hematomas, siguen igual de horribles.

Hago una mueca.

Las cortinas están abiertas y no recuerdo haberlas abierto antes de dormir. Me acerco a la ventana para cerrarlas, pero me detengo al ver a la señora Jones en el patio trasero.

— ¿Qué diablos?

Está parada en medio del patio, viéndome desde abajo sin expresar ninguna emoción. Al ver que captó mi atención comienza a caminar, haciendo que la pierda de vista rápidamente.

Voy hasta abajo con rapidez, esperando saber que quiere. Cuando voy bajando los últimos escalones puedo ver su sombra negra reflejarse por la ventana. Abro las cortinas y la veo cruzando la calle.

— Agh, maldita vieja.

Salgo de mi casa y cierro la puerta. Afuera, el cielo nocturno se encuentra apagado sin la presencia de las estrellas. Pero lo que más me llama la atención, es que por primera vez las luces de la casa de la señora Jones están encendidas.

Mi boca se abre de la sorpresa.

La señora Jones se adentra a su propiedad y así lo hago yo también, pero cuando cruzo el portón ella ya está llegando al pórtico. Diablos, ¿cómo camina tan rápido? Corro para alcanzarla, aunque es tarde. Ya entró a su casa.

Cuando llego, doy dos golpes en la puerta con mis nudillos más impresionada que dudativa.

Se abre casi al instante, pero la persona que me atiende no es la que esperaba ver.

Un chico de cabello castaño, peinado hacía arriba y ojos verdes me observa desconcertado. Eleva una de sus gruesas cejas, posiblemente esperando a que hable, pero por alguna razón mi lengua parece no querer cooperar.

Es muy apuesto, sin dudas parece un modelo o uno de esos chicos que aparecen en las películas y son inalcanzables, pero algo dentro de mí me impide apreciar su belleza, siento algo... malo en él.

— ¿Sí?

Carraspeo la garganta.

— Em... —le miro con un parpadeo sorprendido, obligándome a mí misma modular algo— Necesito hablar con la señora Jones.

Aprieta los labios al mismo tiempo que niega con la cabeza.

— No puede atenderte. Lo siento —abro la boca para reprochar, pero al verme hacer esto continua— Que tengas buenas noches.

— Pero... ¿Por qué no puede? —cuestiono acercándome más a la puerta.

Baja las cejas y desvía la mirada hacía un costado.

— Sufrió un infarto esta madrugada. Ella falleció.

Ahora soy yo quién se ve desconcertada.

— ¿De qué hablas? Acabo de seguirla hasta aquí... —señalo el piso— La vi entrar...

Los ojos del chico miran hacía donde señale, pero luego suben hasta mis brazos y entrecierra los ojos, su boca se abre en confusión.

— Estás jugándome una broma —afirmo comprendiendo lo que está pasando.

El chico vuelve a verme a los ojos y frunce el ceño, pareciendo fastidiado.

— ¡Eleonor! —exclama.

Un rostro de piel aterciopelada y grandes ojos celestes se asoma con una sonrisa simpática. La chica de brillante cabello negro, me observa con una especie de adoración, como si estuviera viendo una criatura en extinción o el diamante más hermoso del mundo.

— Lo escuché —susurra al chico que suavizó su expresión— Soy Eleonor Lowell, un placer conocerte.

Extiende una de sus pálidas manos hacía mí.

Hay algo distinto en ella, no siento la misma sensación extraña que sentí con el chico.

Acepto su mano. Su piel está helada o quizás yo estoy ardiendo en fiebre.

— Meghan Holloway —contesto extrañada— Necesito ver a la señora Jones.

— Oh, claro, pasa.

El chico le mira de la misma forma que yo lo miro a él; con confusión.

¿Con qué motivo me miente diciéndome que la señora Jones falleció? Ahora sé porque algo no me cierra sobre él. Es un mentiroso.

Me adentro por primera vez en la casa de la señora Jones. El piso de madera resuena con nuestras pisadas y más con los tacones de Eleonor. Ella va por delante con el chico diciéndole cosas que no logro escuchar porque va susurrando, pero no escucho una respuesta así que ni siquiera ella debe estar escuchándolo.

Las paredes son de color beige con repliegues blancos y a medida que vamos caminando hay cuadros sin nada dentro. Aquello me desconcierta, pero, siendo sincera, toda la situación es confusa y extraña.

— ¡Vincent! ¡Ven aquí! —exclama Eleonor, llamando a alguien— Oh, por cierto, él es River —señala al chico que me atendió.

El chico de ojos verdes, ahora llamado River, da un pequeño asentimiento de cabeza con una forzada sonrisa antes de volver a su hermana.

— No creo que ella...

River es interrumpido por la presencia de un chico de ojos avellana. Tiene el cabello oscuro como el de Eleonor, pero las mismas cejas que River, salvo por la diferencia de que en una de ellas tiene un pequeño y delgado corte, como si se la hubiera afeitado, aunque estoy casi segura de que es una cicatriz.

Se queda viéndome durante unos segundos, no puedo distinguir que clase de mirada es, pero sí puedo reconocer el mismo sentimiento de inseguridad que sentí con River.

— Él es Vincent —me dice Eleonor con una pequeña sonrisa— Disculpa los modales de mis hermano. Normalmente son más educados.

Vincent ignora lo que dice Eleonor, se fija en mis brazos y eleva el mentón, desconfiado.

— ¿Ella es...? —deja la pregunta en el aire.

— Sí.

— No.

Eleonor y River se miran al escuchar sus respuestas contradictorias.

— Es ella, River.

— Eso no lo sabes. Solo le preguntaste su nombre.

— ¡Puedo sentirlo!

— ¿Sentirlo? ¡Han pasado años!

Me percato de que Vincent está viéndome fijamente con los brazos cruzados, sin prestar atención a la disputa de sus hermanos. Intento ignorarlo.

— ¿Y qué? ¡Eso es algo que jamás se va! —suelta Eleonor indignada. Vuelve a tomar mi mano— Ven conmigo, Meghan.

Desconcertada, sigo a Eleonor. Nos abrimos paso en medio de River y Vincent. Puedo sentir la mirada molesta del primero a medida que pasamos a su lado, pero no es hacía mí, sino hacía su hermana.

Caminamos con los chicos siguiéndonos. River sigue intentando que Eleonor cambie de opinión sobre llevarme con la señora Jones. Sigo sin entender por qué tanta discusión al respecto, solo voy a hablarle unos segundos.

A medida que caminamos por el pasillo, los cuadros sin fotos siguen repitiéndose, pero no me siento cómoda para preguntar al respecto. Tal vez a la señora Jones le gusta tenerlos así.

Cuando por fin llegamos a la puerta correcta, Eleonor abre la puerta. La habitación es espaciosa y parece el set de una película victoriana, bueno, toda la casa parece. Hay un candelabro hermoso, similar al de la sala. La cama tiene un gran respaldo negro que llega casi hasta el techo y sobre ella está la señora Jones durmiendo.

— ¡Ahí está! —exclama Eleonor, soltándome la mano y señalándome a la mujer durmiendo— Toda tuya.

Frunzo el ceño.

— Ella está durmiendo... —digo sin dejar de ver el cuerpo pálido de la señora Jones, tendido en la cama, vistiendo exactamente el camisón que tenía cuando estuvo afuera de mi cama.

Eleonor ladea la cabeza.

— Si quieres llamarle así —se encoje de hombros.

— ¿Cómo que si quiero llamarle así? —pregunto muy confundida.

La sonrisa de Eleonor disminuye al ver mi reacción.

— Ya lo sabes cómo funciona esto... —espera que diga algo más, pero me quedo en silencio esperando a que continúe—... ella está muerta y tú tienes que...

Mis ojos casi salen de lugar.

— ¡¿Está muerta?!

Camino hacia atrás, sorprendida sin dejar de ver el cuerpo de la señora Jones en aquella cama. Choco con el pecho de Vincent y él se mueve para permitirme alejarme lo más posible. Ellos se quedan parados frente a la puerta de la habitación y yo recostada la puerta de la habitación de enfrente.

Eleonor quiere acercarse a mí, pero antes de que pueda dar un paso, tomo un adorno de sirena que tiene un pequeño tridente, la punta bastante puntiaguda y me pude servir como arma.

— ¡Aléjate de mí! —grito, asustada— ¡Todos! —apunto a los hermanos también— ¡¿Qué diablos está pasando?!

Vincent tensa la mandíbula, pensativo. Eleonor intenta decirme algo, pero es interrumpida por River.

— ¡Te dije que no era ella! —exclama River, volteando a ver a su hermana— ¡Pero siempre haces lo que quieres y no escuchas a los demás!

— ¡Pero puedo sentir que es ella! —contesta Eleonor con seguridad— ¡Y mi instinto no falla!

— ¡Además ni siquiera le hiciste preguntas para confirmar que sea ella!

— ¿Y qué pregunta debo hacerle? ¿Acaso debo pedirle su currículo antes de la transacción? ¡Ella dijo que vio a Mendax!

— ¡Pero ella preguntó por la señora Jones!

Esto es suficiente.

— ¡Ella está escuchándolos! —ambos giran sus rostros para verme— ¿Y quién es Mendax?

Eleonor suelta un bufido y se cruza de brazos, al mismo tiempo que River exclama "¡Te lo dije!", satisfecho con ello. Vincent les da una mala mirada a sus hermanos e intenta acercarse a mí.

— ¡Si te acercas, te saco un ojo! —le amenazo apuntándole con el adorno de la sirena.

Vincent me mira a mí y luego al adorno, elevando la ceja donde tiene la cicatriz. Su mirada desinteresada hace que endurezca mi expresión, esperando que no dude de que lo lastimaré si da un paso más. Él suelta un pequeño suspiro, como si la situación lo cansara, pero no intenta acercarse otra vez.

— ¿Cómo conoces a Men... la señora Jones?

Noto que quiso decir Mendax, ¿será ese el apodo de la señora Jones? Después de todo, es parecido a su nombre; Merissa.

— Ella es mi vecina desde siempre —contesto viendo sus pies a lo lejos.

— ¿Solo eso? ¿No eran amigas? ¿Hablaron alguna vez? —sigue cuestionando.

— No —lo veo a los ojos— Nunca hablamos.

Vincent frunce el ceño y baja la mirada, pensativo.

— No lo entiendo —dice Eleanor— Puedo sentir que es ella.

— Han pasado trecientos años... —le dice River.

— No importa. El instinto nunca se va.

— ¿Trescientos años de qué? —pregunto, más confundida que antes.

Ellos me ignoran.

— Miren sus brazos —Vincent intenta acercarse a mí, pero vuelvo a apuntarlo con firmeza— No voy a hacerte daño —me dice elevando las cejas.

— Si das un paso más, yo voy a ser la que te haga daño —contesto entrecerrando los ojos, muy segura de mis palabras.

A Vincent le parece divertido.

— En realidad, me gustaría verte intentarlo —dice sonriendo levemente.

Intenta caminar hacia mí, pero Eleonor lo sostiene del brazo impidiendo que lo haga. Ella me dedica una mirada dulce, la típica que le das a un cachorro abandonado.

— Meghan, no vamos a hacerte daño. Queremos ayudarte.

Bien, la situación es extremadamente rara y todo me indica que no debo confiar en estos chicos, mucho menos en Eleonor que me llevo con el cuerpo sin vida de la señora Jones, que por cierto todavía ni siquiera me dijeron cómo murió.

Sin embargo, algo dentro de mí —la parte menos racional— me impide desconfiar de ella. Me siento segura cuando está cerca, un sentimiento completamente distinto a lo que siento por River y Vincent.

— ¿Ayudarme cómo? —pregunto bajando de apoco el adorno de sirena.

Eleonor suelta a Vincent.

— ¿Qué te pasó en los brazos? —me pregunta, ignorando lo anterior.

— No lo recuerdo —soy honesta.

— ¿Desde hace cuánto los tienes?

— Son muy recientes.

— ¿Por qué viniste aquí?

— Seguí a la señora Jones —clavo mi mirada en su cuerpo en la cama.

— ¿Y por qué la seguiste?

— Porque necesito hablar con ella.

— ¿Por qué?

— ¡Porque tuve un extraño sueño con ella y hace solo unos minutos estaba parada en el patio de mi casa! ¡Y ahora está muerta! ¡Y no entiendo nada!

Mi paciencia se termina, no solo porque no me están ayudando para nada, sino porque todo esto es tan confuso. De los nervios, quizá, estornudo.

— ¿Desde hace cuánto estás enferma?

Me río sin gracia.

— ¡¿Qué diablos tiene que ver eso?!

Eleonor sigue calmada, esperando mi respuesta.

— Contesta —me ordena River.

Trago duramente. Detesto que me digan que hacer.

— Desde... ¿Ayer?

Entrecierra los ojos y se mantiene en silencio durante unos segundos.

— Una pregunta más y terminamos —me avisa elevando su dedo índice— ¿Puedes contarme que soñaste?

Me abstengo de rodar los ojos.

— La señora Jones estaba en mi habitación, me dijo que estaba muriendo y que no podía protegerme más, luego me sostuvo con fuerza...

— ¿Justo en tus brazos? —me interrumpe Eleanor.

Asiento con la cabeza.

— Comenzó a incendiarse, podía sentir el calor recorrer mi cuerpo también porque en ningún momento me soltó. Dijo "Tienes que encontrarme" y luego desperté.

Eleonor sonríe y da pequeños aplausos.

— ¡Es una transfusión de poderes! —se gira a River— ¡Me debes un litro de AB negativo! —le dice con una sonrisa triunfal.

— ¿Qué...? ¿En qué momento hicimos la apuesta? —pregunta confundido.

— En el momento que desconfiaste de mi intuición.

Vincent no le permite a River quejarse.

— Bien, es una transfusión —admite con pesadez— Pero, ¿Qué hacemos con ella?

— Ustedes no van a hacer nada conmigo porque me voy a ir en este momento.

Camino con rapidez, enojada y sintiendo que la espalda me suda. Las manos y las piernas me tiemblan de los nervios. Está situación es un chiste y uno para nada gracioso.

Voy a llamar a la policía para reportar que tienen el cuerpo sin vida de alguien en la casa. No pienso lidiar más con esto.

Cuando voy a acercarme a la puerta, alguien más me gana con una velocidad inhumana, apareciendo casi de la nada misma, como si estuviéramos hablando de un truco de magia o un efecto especial.

— ¿Cómo diablos hiciste eso?

Vincent aprieta los labios.

— Todavía no te vas a ir.

Ahora tengo miedo.

— Voy a gritar si no me dejan salir en este momento.

— Puedes gritar todo lo que quieras. Nadie va a oírte.

Entre enojada y asustada, comienzo a gritar con todas mis fuerzas, esperando que esto los alerte y me dejen salir, o que al menos algún vecino me escuche y vengan a ayudarme.

— ¡AYUDA QUIEREN MATARME! ¡AUXILIO!

Me alejo un poco, apuntándole con el adorno de sirena que todavía no suelto y que posiblemente tampoco ayude de mucho teniendo en cuenta que... no sé qué diablos son.

— ¡AUXILIO! ¡VAN A MATARME!

Mis gritos son fuertes, casi como si estuvieran lastimándome y mi garganta duele, pero parece ser en vano.

Eleanor y River me dan un poco más distancia que Vincent. Sin embargo, él no da un paso más, pero tampoco retrocede. Solo se queda viéndome gritar, sin mutarse. Me esfuerzo por gritar más alto y lo hago, pero siento a mis cuerdas vocales protestar, así que me callo.

Él intenta nuevamente acercarse y asustada —también por reflejo— le lanzo el adorno de sirena. El tiro es bastante alto y cerca de su cabeza, pero lo esquiva perfectamente.

— Eso no fue muy amigable de tu parte, Meghan —me dice fingiendo estar dolido.

— Y era un lindo adorno —comenta River con los brazos cruzados, sin moverse de su lugar, viendo los pedazos esparcidos por el suelo.

No sé cómo, pero Eleanor aparece a mi lado, bastante cerca.

— Debes calmarte. Solo déjanos explicarte...

— Aléjate —utilizo mi brazo para medir la distancia entre nosotras y sigo retrocediendo, choco con la puerta— Por favor, aléjense...

Pero ella no me hace caso. Toma mi mano con fuerza, sobresaltándome y poniéndome los pelos de punta.

— ¿Sientes eso? —me pregunta, pero no siento nada— No voy a lastimarte. Puedes confiar. Siéntelo. Concéntrate.

Aprieta nuestras manos y en un instante, todo sentimiento de seguridad que sentía sobre ella se intensifica. Cada parte de mi cuerpo vuelve a estar en calma. Ya no siento miedo sobre ellos, tampoco enojo o desesperación.

Eleanor sonríe levemente al verme más tranquila y relajándome.

— Ven —me dice con voz dulce.

Sigo a Eleanor hasta la sala y los chicos van detrás de nosotras. Sinceramente preferiría que no estén aquí, pero es mejor tenerlos cerca para asegurarme de que no intenten hacer nada. No confío para nada en ellos.

— ¿Quieres algo? ¿Té? ¿Café? ¿Un trago? —me pregunta cuando nos sentamos en el sofá más largo, mientras que River y Vincent toman los individuales frente a nosotras.

Junto ambas manos sobre mis piernas.

— ¿Cómo hiciste eso? —pregunto ignorando lo anterior— ¿Por qué de repente confío en ti?

— Ese es tu instinto —sonríe— Está desarrollándose.

Niego con la cabeza sin entender.

— ¿Mi instinto...? —digo esperando que me explique a qué se refiere,

Eleanor asiente con la cabeza.

— Tu instinto de bruja.

Quiero reírme, pero algo dentro de mí siente que está diciéndome la verdad.

— ¿De bruja? —miro a Vincent y River para ver si están aguantando la risa, pero están serios, casi tanto como Eleanor o más— ¿Así que soy una bruja? —frunzo las cejas.

— Aún no. Estás en proceso.

— En proceso para convertirme en bruja... —digo lentamente.

— ¡Exacto! —exclama contenta.

Me quedo viéndole. Eleanor no parece estar bromeando. Se ve bastante convencida de lo que está diciéndome y aunque hay una pequeña parte de mí que le cree, la otra —la cual es la mayor parte de mí ser— cree que está demente.

— Perdón, pero no puedo seguir con esto...

Me pongo de pie, ellos se ponen de pie casi al instante, pero no me volteo para esperar que me sigan. Al contrario, sé que lo están haciendo y al verlos solo me acobardaré. Es mejor apresurarme.

— ¿A dónde vas? —me pregunta River.

— A mi casa —contesto— Ustedes pueden seguir con esto... con el cuerpo de la señora Jones. No voy a acusarlos por necrofilia. Solo olviden que vine, ¿sí?

Abro la puerta y el viento frio me golpea, calmando mis nervios. Mi casa está enfrente. Lo único que debo hacer es salir de aquí, cruzar la calle y voy a estar a salvo.

— Viniste aquí porque Mendax quiere que la encuentres.

"¡Tienes que encontrarme!"

— Pero yo no quiero encontrarla.

Cuando pongo un pie en el pórtico, la voz de Eleanor me detenerme.

— Debes aceptar sus poderes y convertirte en bruja.

— ¿Quién diablos le dijo a ella que quiero ser una bruja? —volteo con el enojo sobrepasando el miedo.

— Nos preguntamos lo mismo, pero ya está hecho —ahora habla River— No hay vuelta atrás. El ritual debe ser completado.

— Si no aceptas sus poderes, morirás Meghan —me advierte Vincent.

Ninguno intenta acercarse a mí, pero me miran desde adentro con preocupación. Por más real que se vea aquel sentimiento en sus rostros, no logran convencerme.

— Ustedes están locos.

Voy corriendo hasta mi casa y no miro atrás. 

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