Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

V e i n t i o c h o | Grietas

Capítulo veintiocho | Grietas.

Hay conversaciones que prevalecen en tu mente durante días. A mí jamás se me olvidará nuestra conversación en la playa.

Nunca había hablado con alguien de esa forma. Nunca me habían comprendido tanto.

Él entiende cómo me siento.

—¿Madeleine?

Levanto la mirada de mi libro —que, en realidad, es suyo— para prestarle atención.

—¿Qué te pasa?

—Me pasa que no me has hablado en más de media hora.

La preocupación natural con la que lo suelta hace que las comisuras de mis labios se eleven notablemente.

—¿Y eso es malo? Pensaba que odiabas que hablara.

—Y lo odio. ¿Qué tendrá que ver?

Niego con la cabeza, divertida. Él camina hacia el sofá de la terraza y se sienta a mi lado.

—¿Qué lees?

Le enseño la portada de su libro.

Asesinato en el Orient Express. Los tengo mejores, lo sabes, ¿no?

—Este está bien. Me gusta.

Sigo centrada en lo mío, cuando noto que no me quita el ojo de encima. Suspiro y levanto la cabeza.

—¿Qué te pasa? —insisto.

—¿Has salido aquí para no estar conmigo dentro?

—¿Por qué eres tan paranoico?

—Si es que tú nunca sales aquí.

—Hace un día bonito y me ha apetecido leer aquí fuera.

—¿Por qué no me has pedido que venga contigo?

Su insistencia me provoca mucha ternura.

—Estabas con el móvil. Te pregunté si querías hacer algo y te faltó poco para mandarme a la mierda cuando te insistí.

—Porque me propusiste tonterías. Te habría dicho que sí a venir aquí a leer.

—Vale. Lo siento. ¿Contento?

Se encoge de hombros y yo vuelvo a lo mío. Él se queda observándome unos segundos más, justo antes de bajar la mirada y sacar el paquete de tabaco de su bolsillo. Se lo quito y lo dejo a un lado.

—Estoy aburrido. Déjame fumar, al menos.

—No sé a qué esperas para leer conmigo, la verdad.

—No me lo has pedido. Paso.

—Daba por hecho que querías —me encojo de hombros.

—Y quiero, pero si no me lo has pedido es porque tú no quieres —vuelve a coger la cajetilla—. Me iré a fumar allí. Sé que te molesta el humo.

También cabe destacar que desde que tuvimos aquel momento en la playa, está mostrando su parte más insegura.

—Neithan —lo llamo y se detiene—. Quiero que te quedes aquí y que leamos juntos, cómo hacemos siempre. ¿Puedes quedarte, por favor?

Duda, pero termina guardando de nuevo el tabaco y sentándose a mi lado. Doy un saltito en el sofá para quedar más cerca.

No pasan ni dos minutos cuando empieza a quejarse. Suspiro. Aquí vamos.

—¿Se puede saber por qué te mueves tanto? —me pregunta—. ¿Tienes frío?

—Llevo una de tus sudaderas, por si no me ves. Estoy abrigada.

—¿Entonces por qué tiemblas cómo si tuvieras sesenta años y estuvieras en decadencia?

—¿Y yo qué sé?

Me mira mal y me quita el libro de las manos para sujetarlo él.

—Acércalo un poco —le pido—. Lo tienes solo para ti.

—Es que es mío.

—Pero lo he cogido para mí hoy.

—Lo sé. Podrías haberme pedido permiso para eso, por cierto.

—Acércalo y cállate de una vez.

Se gira hacia mí con ambas cejas enarcadas.

—A mí no me mandes a callar. No seas maleducada.

Abro los ojos de forma exagerada cuando veo que lo dice completamente en serio.

—¡Pero si tú estás todo el tiempo diciéndome que...!

—Qué te calles.

—¡¿Es en serio?!

—Pienso cerrarlo e irme a fumar si no me dejas leer tranquilo.

Voy a matarlo.

Muevo sus manos un poco hacia mí. No le ha gustado, pero al menos lo deja así.

Empiezo a leer también. Pasa la página que él estaba terminando cuando yo apenas acababa de empezarla, pero me muerdo la lengua o entraremos en otra tonta discusión. Cuando termino la siguiente, lo miro.

—¿Ya? —pregunto.

Niega con la cabeza y espero. Él siempre tarda un poco más, así que me avisa cuando está listo.

—Ahora sí.

Paso la página.

Así transcurren las próximas horas. Es algo que podría hacer cada día sin cansarme ni un poco.

Estamos terminando el capítulo número ocho cuando su móvil suena en un mensaje. No le hace ni caso.

—Neithan.

—Sht.

—Ha sonado tu móvil.

Se encoge de hombros con indiferencia. Bueno, si a él no le importa, a mí menos.

Intento centrarme en el libro de nuevo, cuando vuelve a sonar. Neithan se tensa cuando hay una tercera vez. Me da el libro en las manos y saca el teléfono de su bolsillo. Su expresión no es buena.

—¿Neithan? ¿Qué pasa?

—Nada.

Ya. Nunca pasa nada.

—Te ha cambiado el color de la cara —dejo el libro a un lado y en cuanto me acerco, apaga el móvil—. No va a pasar nada porque te abras un poco conmigo.

—No empieces otra vez.

—¿Quién es el que te habla siempre?

No dice nada.

—O la que te habla siempre —murmuro.

Me mira tan de golpe que casi retrocedo en el sofá.

—¿Ese tono a qué viene?

—¿Qué tono?

—¿Qué pasaría si fuera una chica?

Paso saliva y me encojo de hombros.

—Pues nada. Qué va a pasar.

—Ya.

—Es solo que me dijiste que no tenías amigos, así que... me extraña que haya alguien hablándote de esa forma.

—Dije que no tenía amigos, no que no tenía vida.

Mentiría si dijera que no me ha puesto mal cuerpo.

—¿Tienes novia o algo así?

Sus cejas se arquean y me apresuro a corregirme.

—Porque no querría que malpensara las cosas. Pasamos mucho tiempo juntos.

—Si tuviera novia, me habría dejado hace mucho. No hago otra cosa que estar contigo.

—¿Eso es que no?

—¿A qué tanto interés?

Me callo y suspira.

—Madeleine, te dije que nunca había salido con nadie. No te mentí. Pensaba que nunca tendría que aclarar esto, pero no tengo novia.

—Con novia me refiero a... bueno, si tienes una persona con la que... ya sabes, si...

—No estoy liado con nadie.

Estoy metiéndome donde no me llaman, maldita sea.

—Vale. ¿Y los mensajes, entonces?

—Sigo sin querer contártelo.

—Tienes que confíar un poco en mí.

—¿Otra vez con el tema de la confianza?

—Eso no es normal, Neithan.

—Ah, que ahora no es normal recibir un mensaje —ironiza.

—No es normal recibir un mensaje, abrirlo y cerrarlo en cuanto me ves acercarme. No es normal no querer decirme quién es. Y tampoco es normal que cada vez que esa persona se pone en contacto contigo, estés mal. Eso es lo que no es normal.

El móvil vuelve a sonar antes de que responda. Lo ojea y vuelve a impedirme ver nada.

—Solo no te metas.

Se pone de pie y camina al otro lado de la terraza a encenderse un cigarrillo y responder, pero yo no he terminado. Camino tras él, que tiene la vista clavada en la pantalla.

—Esto es muy injusto —le recrimino—. ¿Es alguien que me conoce? ¿No le caigo bien? ¿Es eso?

—Olvídalo.

—Otra vez vuelves a comportarte cómo cuando acababa de conocerte. ¿No piensas decirme nada de eso nunca?

—Que lo dejes estar de una puta vez.

No sé si siento impotencia, o si simplemente es cabreo.

—Vete de aquí —señala el salón—. Ve dentro.

—¿En serio me estás echando? Te recuerdo que yo estaba aquí primero.

—Y yo te recuerdo que es mi casa.

—No sabía que te molestaba que estuviera en la terraza, que no la usas más que para fumar.

—Tengo que llamar. Fuera.

—Claro, tienes que llamar después de que esa persona te hable por mensaje. Lo haces siempre. Se me había olvidado.

—Madeleine, suficiente.

—Esto es muy raro, estoy preocupada y tú no...

—Yo no tengo por qué contarte todo de mi vida. ¿Entiendes eso o es demasiado complicado para ti?

—Sigue sin ser justo.

—Me importa una mierda. Te lo dije hace un tiempo y te lo digo ahora. No voy a contarte todo de mí.

—¡Yo sí te lo he contado todo de mí!

—No te lo he pedido en ningún momento.

Lo miro como si no lo reconociera. Él se frota el puente de la nariz, cansado.

—No quería decirlo de esa forma.

—Seguro que no.

—Sabes que me gusta que me hables de ti —suspira—. Estoy agobiado, ¿vale? Necesito que salgas un momento. Por favor.

Esta vez, hago lo que me dice.

Desde el sofá de la sala de estar veo la escena que se ha repetido tantas veces delante de mí a la perfección. Solo que esta vez hay una diferencia.

Neithan no está cabreado. Está ausente.

Cuando cuelga, tarda unos minutos en reaccionar. Está pensativo. Se enciende un cigarrillo y, lejos de apoyarse en el muro y mirar la ciudad como hace siempre, se queda recostado en la pared, con la mirada clavada en el suelo.

Vale, esto es nuevo.

Camino hacia él y me quedo a su lado. Estiro mi mano hacia él, pero me aparta de malas formas antes de rozarlo.

—No me toques.

Me quedo paralizada. Solo con eso podría llorar.

—¿Estás bien?

—Me estás mirando. Compruébalo tú misma.

Paso saliva, nerviosa.

—¿Qué ha pasado? —pregunto en voz baja.

—¿No piensas dejar de preguntar en ningún puto momento, Madeleine?

—Solo quiero...

—Saber que me pasa, sí. Me lo has dicho mil veces.

—Estoy preocupada por ti.

—Eso también lo has dicho.

—¿Y qué quieres que haga? Si no me cuentas qué te ocurre. Mira cómo estás —lamento en voz baja.

—Ah, ¿qué contándote lo que pasa voy a estar mejor? ¿Vas a solucionar mis mierdas ahora?

—Puedo ayudarte, aunque no te lo creas.

Niega repetidas veces, dándose la vuelta. Se pasa ambas manos por la cara, claramente agobiado.

—Lo siento —murmuro—. No volveré a insistir. Lo prometo.

—Eso dijiste la otra vez.

—Solo... tú dime qué quieres que haga por ti, y...

—Vete a casa.

Me corta la respiración.

—¿Qué?

Que se demore en responder solo empeora como me siento.

—Necesito que vuelvas a tu casa.

—Pero...

—No hay peros. Solo recoge tus cosas. Llévatelo todo.

No puede estar haciéndome esto.

—Ya te he pedido perdón —me tiembla la voz—. No hace falta que te pongas así.

—No estoy de ninguna forma. Solo te estoy pidiendo que te vayas porque quiero estar solo.

—¿Para estar solo necesitas que me lleve todas mis cosas?

—¿Tienes que discutirlo absolutamente todo?

—¡Si es que no te entiendo! —respiro profundamente—. No me dejas entenderte. No es justo, maldita sea.

—Cómo no es justo que intentes meterte en mis asuntos de esa forma.

—Pero yo solo intento...

—Si no quieres recogerlo ahora no me importa. Puedo llevártelo cualquier otro día.

Esbozo una sonrisa irónica, amarga y deprimente.

—¿Tanta prisa tienes porque me vaya?

Ni siquiera me mira. Da una calada y expulsa el humo. Su tono es firme, pero desde aquí veo como le tiemblan las manos.

—Yo ya he dicho todo lo que tenía que decir. Paso de seguir repitiendo lo mismo.

Lo miro y no lo reconozco.

Me trago el nudo que tengo en la garganta y camino al interior. Cruzo la sala de estar y entro en la habitación, recogiendo todas mis cosas, tal como me ha pedido.

Me quito su sudadera, me cuelgo mi bolso del hombro y observo a mi alrededor, con el corazón en un puño.

No me creo que esté haciéndome esto.

Camino fuera, pero antes de salir veo el libro que traje de casa. El visitante. Lo dejo donde está. Lo traje para él. Quiero que se lo quede.

Cuando entro en la sala de estar, lo veo con las llaves del coche en una mano y el móvil en la otra.

Da un paso hacia mí y mi mirada hace que se detenga.

—Supongo que tienes que ir a algún sitio —mascullo.

—Quiero llevarte.

—Tienes mucho valor para echarme de esta forma y luego decirme que no quieres dejarme ir andando.

Pasa saliva, impaciente.

—Deja que te lleve.

—Ni muerta me encierro quince minutos en un coche contigo después de esto.

—Madeleine —me llama y lo miro.

—¿Qué te falta por decir?

Da la sensación de estar asfixiándose con las palabras que no puede pronunciar.

—No quiero que vayas caminando —murmura finalmente, decepcionándome de nuevo—. Tienes mal la pierna y no puedes cargar con peso.

—Parece que la preocupación no te molesta si la ves solo desde tu lado.

—¿Puedes dejar de estar así? Solo te he dicho que quiero estar solo, joder. Tampoco es para tanto.

—¿Herir mis sentimientos de esa forma no es para tanto? ¿Echarme de tu casa tampoco? ¿Ocultarme cosas no es para tanto, Neithan?

—Lo estás exagerando todo.

—No estoy exagerando nada. Estoy intentando decirte cómo me siento.

—Te he oído a la primera.

Se acabó. He llegado al maldito límite.

—¿Sabes qué? Vete a la mierda.

Cruzo la sala de estar y salgo de su casa, cerrando con un portazo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro