Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

V e i n t i d ó s | La única verdad

Capítulo veintidós | La única verdad.

La decepción es inmediata.

Jett me lanza una mirada de arriba a abajo y suspira pesadamente.

—Menos mal que te pedí que te tranquilizaras.

—¿Cómo pretendes que me tranquilice si no sé si está bien? ¿Qué ha pasado?

—Baja la voz. Está bien.

La paz que me transmiten esas palabras es indescriptible.

—¿Seguro que...?

—Sí, seguro. Pero ahora, siéntate y cálmate antes de que te dé un infarto.

Paso de él y me pongo de pie a la velocidad de la luz. Choco con su brazo al salir de la habitación.

No está en el pasillo. Tampoco está la sangre que había en el suelo.

Camino hasta la sala de estar, escuchando mi propio latido en mis oídos.

Cuando lo veo, el miedo desaparece. La preocupación continúa ahí, pero todo en lo que puedo centrarme es en la calidez que inunda mi pecho.

Está sentado en el sofá. Está bebiendo un vaso de agua con bastante dificultad. Tiene una expresión decaída.

Pero está bien. Está ahí. Está bien.

Cuando doy unos pasos más hacia él, su mirada se encuentra con la mía. Me observa cómo si tuviera mil cosas que decir, pero también, mil motivos para guardar silencio.

Aún así, lo hace.

—Madeleine, yo no... perdóname, te juro que no pretendía...

Lo último que quiero es que se sienta mal. Él no tiene la culpa.

Acorto el espacio entre ambos, sentándome en el sofá a su lado. Sé que se sorprende cuando sin previo aviso, rodeo su cuello con ambos brazos.

Después de unos segundos, él me imita. Cada movimiento es lento y torpe, pero no me importa. Está aquí conmigo. Está bien.

Me separo un poco para poder verlo. Cuando lo hago, sonrío casi sin darme cuenta.

Recorro con la mirada las diminutas pecas que dibujan constelaciones en su piel. Las olas que rompen en el océano que forman sus ojos. Presencio cada exhalación que sale de sus labios y la forma en que me observa contemplándolo, ensimismado.

Acaricio su mejilla fugazmente y no puedo contenerme a llenarle la cara de besos, antes de volver a abrazarlo.

—Te quiero mucho —sollozo—. No vuelvas a hacerme nada así nunca más.

Lleva su mano a mi nuca, cómo hace siempre que nos abrazamos.

Me gusta tanto que haga eso.

—Madeleine.

Así cómo me gusta que pronuncie mi nombre.

Dejo escapar un sonido de mi garganta como respuesta y me centro en continuar con mi tarea, que no es otra que disfrutar de su aroma.

—Creo que vas a tener que darme la razón en una cosa.

—¿Qué cosa?

—En que eres emocionalmente inestable.

Tiene que estar quedándose conmigo.

—¿Me explicas eso?

—Estás llorando por mí —sostiene mi cara para limpiar mis lágrimas—. Creo que te has ganado el título a pulso.

Entreabro los labios y esboza una pequeña sonrisa.

—Eres un idiota.

—Eh, no me llames idiota, idiota.

—Te juro que no entiendo cómo consigo aguantarte.

—¿Qué tú me aguantas a mí? Tendrás valor.

—Yo soy un encanto de persona. No puedes tener quejas de mí.

—Tengo toda una lista que dice lo contrario.

Frunzo el ceño.

—¿Has hecho una lista con todo lo que te molesta de mí?

—Claro. Pero mental —me mira con burla—. No tenía tanto papel a mano.

Golpeo su hombro con suavidad y su pequeña sonrisa deja de ser tan pequeña.

—¿Se puede saber desde cuando piensas tanto en mí?

—Desde que te conocí en aquel cine intentando absorber el fondo del vaso de refresco.

Abro mucho los ojos y me vuelvo escarlata en segundos.

—¡Siempre te metes conmigo por eso!

—Y lo que te queda.

Espero que sea mucho.

—Yo también podría sacarte defectos, para tu información.

—Para sacarlos, primero hay que tenerlos.

—Eres un maldito creído.

—Me da igual si no te gusta. Es lo que hay.

—¿Quién ha dicho que no me gusta?

Primero me mira con sorpresa. Después, cuando ve que me estoy burlando de él, lo hace con una pequeña sonrisa.

—Tú quieres volverme loco.

Pretendo preguntarle que demonios significa eso, cuando escuchamos a alguien aclararse la garganta al otro lado de la sala.

—¿Todavía no te has largado? —pregunta el chico a mi lado.

Creo que a ambos se nos ha olvidado que Jett seguía aquí.

—Pues no.

—¿Y a qué coño esperas?

—No le hables así —le pido—. Te ha ayudado.

—Eso es discutible.

—No lo es. Acaba de salvarte la vida, por si se te ha olvidado. Lo que se merece es que le des las gracias, pero cómo sé que no lo harás, lo mínimo es que te comportes con él.

—En eso tiene razón —dice el aludido cuando cruza la sala—. Deberías escuchar más a tu novia, Neithan. Te vendría bien.

Él lo entierra con la mirada.

—Qué te largues.

Jett levanta ambas manos en señal de rendición, encaminándose a la puerta.

—Espera —lo detengo—. ¿Vas a marcharte de verdad?

—No me importaría pasar el tiempo contigo, pero desde luego no quiero pasarlo con él.

Neithan rueda los ojos, dejándose caer en el respaldo.

—Me refiero a que puede volver a encontrarse mal. ¿No puedes quedarte un rato?

—No hace falta —masculla Neithan.

—Sí hace falta.

—Madeleine, estoy bien.

Si estuviera bien, no arrastraría cada palabra al hablar. Ni tampoco estaría tan agotado.

—No lo estás. Y hace un rato estabas mucho peor. ¿Y si vuelves a...?

—Si pasa algo, estaré abajo. Pero no te preocupes por eso —me interrumpe Jett y acto seguido, mira a Neithan—. Que no se te olvide lo que hemos hablado.

Mi confusión no hace más que aumentar cuando los miro a ambos. Jett lo observa mortalmente serio. Neithan, lejos de dedicarle un comentario cruel, se limita a sostenerle el contacto visual. Después, asiente levemente y aparta la mirada.

—Vete de una vez —dice en voz baja.

Eso sí que no es propio de él.

—Eh, no te muevas de ahí. ¿Qué le has dicho? No habrás vuelto a meterte con él, ¿no?

Jett esboza una sonrisa burlona.

—Claro que no. Eso solo puedo hacerlo cuando no está consciente.

—¿Entonces, qué os pasa? Y no me digas que nada, que no soy idiota.

Jett alterna la mirada entre ambos. Luego, vuelve a dejarla sobre mí.

—Ya te lo contará él. Será mejor que me vaya.

Sale por la puerta sin dejarme refutar.

Me centro en Neithan y niega despacio con la cabeza.

—No, ¿qué?

—Que conozco esa mirada. No voy a decirte nada.

—Oh, venga ya.

—Qué no.

—¿Te ha dicho algo malo? Porque si me ha mentido y si lo ha hecho, voy a matarlo.

Esboza una pequeña sonrisa.

—¿Estarías dispuesta a defenderme? —se burla.

—No te rías de mí. Claro que te defendería, aunque no necesites a nadie para eso.

Y menos a alguien cómo yo a quien el valor le falta y el miedo le sobra.

Su expresión se relaja y no me quita la mirada de encima. Siento sus ojos traspasarme y paso saliva.

—¿Por qué me miras así?

Se encoge de hombros.

—Estaba pensando.

Me acomodo en el sofá cómo ha hecho él. Quedamos a la misma altura.

—¿En qué?

—En ti.

El corazón me late más rápido.

—¿Qué piensas?

—La curiosidad mató al gato.

—Pero murió sabiendo.

Va a más aún cuando lo veo sonreír casi imperceptiblemente.

—Me preguntaba por qué querrías estar aquí, siendo tan increíble como eres.

—Quiero estar aquí por ti.

—Lo sé. Pero no consigo entenderlo.

—No hay nada que entender. Me gusta estar aquí. Me gusta estar contigo.

—Te das cuenta de que soy un puto desastre, ¿verdad?

La naturalidad con la que lo dice me hace sonreír.

—Por eso no puedo marcharme. Tengo que asegurarme que no te metes en líos.

Aparta la mirada y se pasa una mano por el pelo. Mi sonrisa desaparece cuando me doy cuenta de que hablaba en serio.

—Jett tenía razón —suspira—. Estando cerca de mí no acabarás bien.

—¿Nos escuchaste?

Asiente cabizbajo.

—Casi todo —murmura—. Desde que el imbécil me despertó. Está borroso, pero recuerdo algunas cosas. Cómo esa. Aunque dudo que me dure mucho.

—Jett está equivocado.

—No lo está.

—Está equivocado en tantas cosas que no sé por dónde empezar, y si de verdad crees que lleva razón, tú también lo estás.

—No deberías estar rodeada de esto. Y esto es lo que soy. No quiero que te veas envuelta en esta mierda.

—No te atrevas a decidir por mí. Ni tampoco te atrevas a volver a decir que tú eres esto. No eres así.

Suelta una risa ahogada.

—¿No? ¿Entonces por qué lo hago, si yo no soy así?

—Porque se te ha olvidado quién eres.

Esta vez, sí me mira. Lo hace con verdadera curiosidad.

—¿Eso crees?

Asiento.

—No creo que nunca haya sabido quién soy, en realidad —reflexiona en voz baja—. No sé qué es peor. Si perderte o saber que nunca has estado ahí.

—Pues yo no sé que es mejor. Si poder encontrarte o tener la oportunidad de construirte.

Aprieta los labios en una línea, pensativo.

—¿Qué pasa si no sé hacer eso? ¿Construirme?

—Que puedes aceptar la ayuda de las personas a las que le importas.

—No hables en plural. No hay nadie. Ya lo sabes.

—Estoy yo. Puedes aceptar mi ayuda. Porque quiero ayudarte.

—¿Por qué?

—Porque tú lo harías por mí. ¿O no es así?

Me observa cómo si la respuesta para él fuera totalmente obvia.

—Voy a ayudarte siempre que lo necesites.

La forma en que me habla y la convicción de sus palabras consigue erizarme la piel. Y la manera que tiene de contemplar mis ojos consigue cautivarme.

Nunca me habían mirado así.

Me gusta hablar así con él. Aunque mi ánimo decae un poco al recordar por qué estamos manteniendo esta conversación.

Si no hubiera tomado nada, si estuviera completamente sobrio, no se atrevería a decir una palabra de la forma en qué lo está haciendo.

—Tengo que decirte algo —dice en voz baja.

Recojo mis piernas, sentándome al estilo indio. No le retiro la mirada.

—Puedes decirme lo que quieras.

Me estremezco de pies a cabeza cuando, sin previo aviso, lleva su mano hasta mi cara. Acaricia desde mi sien hasta mi mejilla lentamente y ese gesto, sumado a su cercanía, no es una buena combinación.

—¿Neithan? —lo hago volver a la realidad—. ¿Vas a decírmelo?

—Algún día.

Me pregunto por qué no ahora.

Pero soy incapaz de articular palabra cuando lo veo acercarse lentamente. Tan solo unos centímetros, pero es suficiente para que su cálido aliento choque con el mío.

No sé en qué momento decido no apartarme.

Mi pulso va a toda velocidad. La forma en que sus dedos acarician mi cara me gusta demasiado, pero no es mejor que cuando decide sostener mi mandíbula de forma cuidadosa. Cómo si fuera algo delicado.

Cierro los ojos inconscientemente.

—Neithan —susurro, intentando apelar a su lado racional.

Su nariz roza la mía.

—Eres la chica más bonita que he visto en toda mi vida. ¿Te lo había dicho alguna vez?

Mi corazón está a punto de desbocarse.

—Has consumido mucho y... no sabes lo que dices...

—No hay una sola droga en el mundo que pueda hacerme ignorar lo preciosa que eres.

No puede estar diciéndome esto. Él no.

No me da tiempo a pensar cuando sus labios rozan los míos durante un instante.

Pero me echo unos centímetros atrás cuando recuerdo que ahora mismo no está en sus cinco sentidos. Esto está mal.

Y solo somos amigos. Eso hace que esté peor.

—Estás confundido —murmuro—. Y me estás confundiendo a mí.

—Te prometo que no lo estoy.

—Apártate —no lo hace. Intento apartarme yo, pero no me lo está poniendo fácil—. Por favor, Neithan. Esto no está bien.

Lo noto pasar saliva.

—Madeleine, de verdad que necesito decirte esto. Es complicado admitirlo en voz alta porque... porque nunca me he sentido así, pero yo creo que estoy...

—¡Perdón, voy a entrar! ¿Habéis visto mis llaves?

Nos separamos a toda velocidad y nos giramos hacia la puerta.

Jett está dentro, mirándonos con el ceño fruncido.

Espero que no haya visto nada, porque no sé cómo demonios explicar lo que fuera que estaba pasando.

—¿Las habéis visto o no?

Neithan se incorpora un poco y pretende levantarse, pero dejo una mano sobre su hombro para que no lo haga. Dudo que sea buena idea.

—Dime que no has usado las llaves de la portería para allanar mi casa o te juro que te... —masculla.

Pongo una mano en su boca para que no siga por ese camino, pero la quita al instante.

—Claro que no, idiota. La puerta estaba entreabierta. Creo que no la cerré bien.

—Y has entrado sin llamar porque te sale de los cojones.

—He avisado a voces por si estábais haciendo cosas indebidas en el sofá. No quería entrar y encontrarme con una escena para mayores de veintiuno.

Me sube el calor a las mejillas y no puedo evitar ojearlo fugazmente antes de bajar la mirada.

—¿Quieres no decir gilipolleces? —le pide Neithan.

Jett pone los ojos en blanco y empieza a buscar sus llaves por donde ha estado antes.

—La gente normal folla, Neithan. Tú no y créeme, entiendo el por qué. Pero te prometo que es algo natural.

—Tú sigue.

—¿Qué? Pregúntale a Maddy. Ella es normal, seguro que sabe de lo que hablo. O lo sabéis los dos —nos mira y vuelvo a bajar la cabeza—. Ya me entendéis.

Quiero desaparecer.

—O dejas de incomodar a Madeleine o te juro que sales de aquí con la nariz rota.

Jett detiene lo que está haciendo y lo mira.

—¿Sabes que puedo denunciarte por agresión si lo haces?

—En ese caso tendrías que añadir también intento de homicidio, porque te busco y te mato.

Jett pasa saliva.

—Maddy, siento haberte incomodado —murmura—. Y si encuentras mis llaves, dímelo, por favor. Será mejor que me vaya de aquí antes de que cumpla con alguna de sus amenazas.

—O con todas.

Miro mal a Neithan.

—¿No te parece que es suficiente?

—No. —Mira a Jett—. Fuera de mi casa.

Él suspira pesadamente mientras se encamina a la puerta.

—Vaya mierda todo. A ver cómo entro en casa hoy —masculla en voz baja—. No sé para qué coño vine a ayudarte. No me ha caído ni un maldito gracias. Ni uno.

—Si vas a seguir quejándote de cosas que no me importan una mierda, te agradecería que lo hicieras fuera.

—Capaz que me agradezcas por eso y no por salvarte la vida.

Neithan solo lo mira mal y Jett lo mira peor.

Finalmente, sale del apartamento. Y esta vez, si cierra bien la puerta.

Un silencio un poco incómodo inunda el ambiente.

—No le hagas caso. Es un imbécil —suspira Neithan y me alegro de que sea el primero en hablar, aunque sea para insultar al pobre de Jett.

—Un poco —intento bromear—. No sé en qué estaba pensando para insinuar que nosotros teníamos algo.

—Sí —reacciona rápido—. Lo sé, ha sido una gilipollez. En fin, él es gilipollas. Tiene sentido.

Sonrío, un poco más relajada.

—Está claro que no ocurriría nada así entre nosotros —me mira y correspondo—. Porque solo somos amigos. Ya está.

—Claro —lo noto tensar la mandíbula y baja el tono de voz—. Solo amigos. Qué más íbamos a ser.

Asiento, como si necesitase confirmarlo una vez más. Él clava la mirada en el suelo.

—¿Quieres algo de cenar? —le pregunto—. Es bastante tarde. Tienes que tener hambre.

—No tengo.

—Aún así deberías comer, te vendría bien. ¿Puedes hacer eso?

No se mueve más que para encogerse de hombros.

—Neithan, ¿estás bien?

Intento encontrar su mirada, pero gira la cara y observa por los cristales de la terraza.

—¿Cuándo he estado bien?

No sé cómo interpretar eso.

—Sabes a qué me refiero... quiero saber si te encuentras mal.

—Estoy cómo siempre.

Lo dudo mucho.

—Oye... creo que estabas a punto de decirme algo. Ya sabes, antes de que entrara Jett.

—No era nada importante.

—Me da la sensación de que sí lo era.

—No era nada —insiste—. Era... una estupidez. Está claro que siempre tengo que decir cosas de las que luego voy a arrepentirme.

Me acerco un poco más a él y me atrevo a entrelazar mis dedos con los suyos.

—Eh, eso no es verdad. Parecía importante para ti, y si para ti es importante para mí también lo es. Sabes que puedes contarme lo que...

—¿Qué vas a hacer de cenar?

¿Qué ha sido eso? ¿Ha desviado el tema de conversación?

—Lo que quieras —murmuro, un poco perdida.

—Creo que hay varias cosas precocinadas en la nevera. Solo tienes que calentarlo.

—No me importa cocinar. Sé que no lo hago muy bien, pero...

—Eso es más rápido —vuelve a cortarme—. Cuánto antes cenemos, antes se acabará este maldito día.

No me habla de mala manera, ni tampoco de forma cortante. Pero hay algo en su voz que no consigo identificar. La forma en la que se dirige a mí es distinta a otras veces.

—Cómo quieras —digo en voz baja.

—Gracias.

No entiendo su comportamiento.

—Neithan —lo llamo, pero no me responde.

Dejo una mano sobre su antebrazo y eso lo hace reaccionar. Mira mi gesto y luego a mí, impasible.

—¿Estás molesto conmigo?

—No.

—¿Estamos bien? —insisto.

—Claro que sí.

Bajo la mirada un momento, asintiendo. Suena convencido, pero su forma de verme me transmite algo diferente.

—Estoy cansado. Hoy la he cagado más de lo normal y me encuentro cómo la mierda —suspira—. Pero no estoy molesto ni nada, ¿vale? No te comas la cabeza.

—No hago eso —miento.

—Siempre lo haces. Por absolutamente todo.

—Pues esta vez no.

Las comisuras de sus labios se elevan casi imperceptiblemente.

—Hablar de comida me ha dado hambre. Te aseguro que si no te levantas en cinco segundos para rebuscar en la nevera, lo haré yo.

—Tú no puedes. Necesitas descansar.

—Lo sé, y mi caída sería muy patética. Era una indirecta para que fueras tú.

Eso me hace sonreír.

—Si no me queda otra —me pongo de pie.

—Siempre me puedo quedar sin cenar...

—Qué te lo has creído.

Lo veo sonreír de soslayo antes de encaminarme a la cocina.

Por mi bien y por el suyo, decido que lo mejor es olvidar lo que ha pasado hoy. Enterrarlo y no volver a mencionarlo. Absolutamente todo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro