Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

V e i n t i c u a t r o | Desde el mismo punto de vista

Capítulo veinticuatro | Desde el mismo punto de vista.

Lo que se suponía que sería un pequeño descanso de la presión a la que estoy sometida en casa, se ha convertido en una especie de retiro y estoy en mi cuarto día.

Sí. Cuatro días sin pasar por casa.

Pero es que estar aquí es adictivo.

Me lo paso demasiado bien con Neithan. Además, desde que hablamos y nos sinceramos sobre cómo nos sentíamos, todo a fluido muchísimo mejor entre los dos. Hablar es lo mejor que podíamos haber hecho, porque ahora solo queda sentirnos un poco mejor y ser más considerado con el otro.

Supongo que la sinceridad y la comunicación es la base de cualquier amistad.

O de cualquier otro tipo de relación.

—¿Quieres ver otra o estás cansada?

Cabe mencionar que en estos cuatro días lo que más hemos hecho ha sido ver películas. No ha sido un mal plan. Es algo que a los dos nos gusta mucho.

—En realidad, no hace falta que me respondas —se incorpora un poco y casi me tira al hacerlo—. Solo con verte la cara sé que estás muerta de sueño.

—No es verdad —miento—. Podemos ver otra.

—Madeleine —advierte.

—No me apetece ir a dormir —me apego a él—. Estoy bien aquí.

Suelta un sonoro suspiro, dejándose caer de nuevo. Me encanta la forma en que me rodea con su brazo para estrecharme contra él. Últimamente lo hace siempre.

—No vas a aguantar otras dos horas de película —dice.

—Qué sí.

—Vas a quedarte dormida a los cinco minutos.

—Qué no.

—Y me tocará llevarte a la habitación a mí.

—Me quedaré despierta.

—Veamos cuanto duras.

Posiblemente poco, pero no quiero romper el ambiente.

Para poder quedarme aquí, tuve que hablar con Max sobre esto. Es el único que sabe que a veces me quedo con Neithan.

Cuando le dije que quería no pisar por allí durante un par de días, resumió todo en qué estaba loca y que volviera enseguida. Pero cuando le expliqué como me sentía, me entendió y me dijo que le parecía bien.

Aunque me dejó claro como veinte veces que no le hacía gracia no conocer a Neithan en persona para darle un par de advertencias. Yo ponía los ojos en blanco cada vez que repetía lo mismo.

Lo cierto es que Max se preocupa por mí, pero de forma racional. Además, sabe que todos los demás me agobian demasiado. Por eso ha accedido a cubrirme las espaldas y le ha puesto la excusa a mi madre de que he ido a una pequeña escapada con Amy y sus primos.

En cuanto a la convivencia con Neithan... es simplemente perfecta. Es limpio, fuma en la terraza casi siempre, me hace de comer todos los días a pesar de que insisto en que no se moleste y calma mis pesadillas. Siempre me habla hasta quedarme dormida después de tener una. Me cuenta cosas de su infancia o de sus gustos.

Quitando lo malo... es mi momento favorito del día.

Y el tema de la ropa y de las duchas... Bueno, fue un poco incómodo el primer día, pero pasó de la incomodidad a la diversión al instante cuando le dije que saldría a comprar algo de ropa con tal de no ir a casa, o no me dejarían marcharme.

Él insistió en pagármelo o al menos, venir conmigo.

Hasta que le dije que iba a comprar ropa interior.

En cuanto oyó esas dos palabras, retiró su idea de acompañarme y me dio unas llaves de su piso para mí. Me dijo que me largara de una vez.

Me encantaría saber qué significa cuando actúa así.

—Madeleine, eh —aparta mi pelo dejándolo a mi espalda—. Si es que lo sabía. Te estás quedando dormida.

Niego con la cabeza, acurrucándome contra él.

—Vamos a la habitación —insiste—. Allí estarás más cómoda. Venga.

Me incorporo un poco y me froto los ojos, cansada. Me pongo de pie y voy con él a la habitación. Yo me adelanto un poco en lo que él apaga la televisión y cierra la terraza.

Me distraigo viendo los libros que tiene en la estantería del dormitorio. Llega hasta el techo casi y no hay un solo recoveco vacío. Está llena de historias. Es el paraíso.

Sé que me dijo que no cotilleara, pero no lo hago, ¿no? Es decir, no estoy tocando nada. Aunque rompo esa regla cuando veo algo que llama mi atención de sobremanera.

No puede ser.

Lo saco de la estantería y vuelvo al salón, donde él está recogiendo un par de cosas de la mesa. Pero no me centro en eso, sino en el lugar donde está el libro que le traje. Sigue en el mismo sitio, en un mueble cerca de la televisión.

Está ahí.

Mi cerebro está a punto de explotar al ver mi libro ahí delante, y tener el mismo ejemplar en la mano.

—Mucho estabas tardando en cotillear mis cosas —escucho detrás de mí.

Me giro y levanto la mano en la que sostengo su libro.

—¿Por qué no me dijiste que ya lo habías leído?

—Porque no me lo preguntaste.

Odio esa respuesta.

—Podrías habérmelo dicho en lugar de fingir que lo habías leído. Ha estado feo, que lo sepas.

—¿Fingir? —repite, burlón—. ¿Yo desde cuándo finjo nada?

Espera a que mi mente sume dos y dos.

—¿Lo volviste a leer solo porque te lo traje?

—Premio.

Eso me descoloca. Él sigue con lo suyo como si nada.

—Pero... si ya lo habías leído... ¿por qué?

—Porque te imaginé en tu casa buscando un libro que pudiera llamar mi atención. Te tomaste un momento para pensar en mí y no quería joderlo diciéndote que ya lo había leído mil veces.

—¿Y lo leíste de nuevo solo por eso?

Se encoge de hombros. Sigue recogiendo.

—Tampoco es para tanto, solo me apeteció —dice, indiferente—. Además, es mi libro favorito.

Esbozo una sonrisa que contrasta con su expresión cuando se gira despacio.

—Deja que matice eso...

—¿He averiguado cuál es tu libro favorito? ¿Y sin pretenderlo?

—No, no quería decir que...

—Si es que soy increíble.

—Eh, tú —me señala con el mando de la televisión—. Que no se te suba. No me gusta la gente creída.

Suelto una risa, apoyándome en la pared.

—Pero si tú eres el creído número uno.

—Por eso. No me gusta la competencia.

—Pues lo siento, pero ahora la tienes.

—No tendría que haberlo leído.

—Pero lo has hecho —le recuerdo.

—Y ni sé por qué —masculla.

Me planto delante de él.

—Porque te importo —le doy toquecitos en el hombro que lo sacan de quicio—. Eres el hombre de hojalata pero he conquistado ese corazoncito —canturreo.

—Que te calles.

—Estás amargado pero aún así te importo —insisto.

—Deja de tocarme o pierdes la mano.

—Venga, admítelo.

—Ya lo admití el otro día. Desgraciadamente.

—Pues admítelo otra vez, venga. O mejor... dime lo otro que me dijiste el otro día —sonrío.

Me mira fatal.

—Que te den.

—Venga —suplico—. Quiero oírlo.

—Yo no quiero oírte.

—Dímelo y me callaré.

—También puedo callarte tirándote por el balcón... —murmura.

—Porfa, porfa, porfa, por...

—Madeleine, si sigo escuchando tu voz a cinco centímetros de mí me hago la eutanasia.

Retrocedo un paso.

—¿Y ahora?

—Sigues siendo molesta.

—Venga, repíteme eso de que me quie...

— Ahí te quedas. Me voy a dormir.

Pasa por mi lado y choca mi hombro al hacerlo.

¿Por qué será que me gusta tanto molestarlo?

A pesar de eso, prefiero no tentar a la suerte. Camino detrás de él y al entrar en la habitación, dejo el libro en su sitio.

Cuando me giro, lo veo. Está cambiándose de espaldas a mí.

Paso saliva. No consigo acostumbrarme a esto.

Voy hasta su armario a elegir algo que ponerme esta noche. Cuando escojo una camiseta, me voy a la otra punta de la habitación y me cambio de espaldas a él.

Es algo que empezamos a hacer unos días atrás. Me prometió que no me miraría y así no tendría que ir al baño específicamente para esto.

Y aunque me muero de la vergüenza cada vez que me veo en esta situación... creo que me gusta. No sé por qué. Es el simple hecho de estar en una situación así con él. Consigue que me hormiguee el estómago.

—¿Puedo girarme?

Vuelvo a la realidad de golpe.

—Sí.

Y como cada noche, él ocupa su lado de la cama y yo el mío. Apago la luz y nadie dice nada más.

Es entonces comienza mi infierno personal.

Las imágenes no tardan en llegar a mi mente. Aquella noche se repite una y otra, y otra vez. Sin descanso. Sin clemencia.

Y lo que más se repite es el momento del choque.

Los gritos de Lay inundan el ambiente. Extiende un brazo delante de mí, buscando protegerme a pesar de llevar el cinturón de seguridad. Pero no sirve de nada.

El coche sale de la carretera. Gira mil veces sobre el césped. En cada vuelta, chocamos con algo.

El primer giro es tan brusco que mi cabeza choca contra mi ventana.

Ahí empiezo a perder el conocimiento, y hubiera dado lo que fuera porque hubiera sido rápido.

Pero no fue así.

En el segundo giro, mi mano se tuerce de una forma horriblemente dolorosa cuando intento apoyarme contra el salpicadero.

En el tercero, Lay aparta su brazo de mí. Se ha cortado con los cristales rotos de mi ventana.

Pierdo la cuenta de cuantas veces se repite antes de llegar abajo. Antes de que el coche choque de frente contra un árbol. Antes de que toda la parte frontal quede inservible y que el golpe empuje el motor hacia nosotras. Antes de que mi pierna queda atorada bajo el salpicadero.

Quiero gritar con todas mis fuerzas. Me duele. Me duele mucho. Nunca nada me ha dolido tanto como esto. Mi pierna me arde. No me siento la mano. La cabeza me da vueltas. El corazón se me quiere salir del pecho.

El costado me palpita. Sé que tengo algo roto.

El pecho me quema. Los pulmones me arden. No puedo respirar. El oxígeno se me escapa. Me atraganto con el sabor metálico que inunda mi garganta.

Entonces, Lay grita. Grita mucho.

Noto sus manos en mi cara y me duele. Vuelve a doler, esta vez toda mi espalda, cuando gira mi cabeza para que la mire.

Apenas puedo mantener los ojos abiertos.

—Maddy —la escucho lejana. Está temblando—. Maddy, mantente despierta. Voy a.... mierda... voy a conseguir ayuda, tú solo...

No puedo escuchar más. Mis ojos se cierran solos y únicamente vuelven a abrirse cuando lo noto. Cuando lo siento.

El fuego.

Desesperada, abro los ojos. Ya no hay nada.

—Ya está —dicen a mi lado—. Estoy contigo. Cálmate. Estás a salvo.

Estoy aferrándome a algo con todas mis fuerzas. Es... es su camiseta.

Respiro muy rápido y siento que el dolor no se ha desvanecido del todo. Sigue latente y mi miedo también.

—Estaba... estaba allí y pensaba que era real...

—Ya sabes que tienes que respirar despacio.

—Estaba pasando otra vez... —susurro.

—Madeleine, respira despacio.

Mi pecho sube y baja a toda velocidad. Quiero impedirlo, porque me duele. Respirar tan rápido hace que el pecho me duela mucho, pero no puedo. Siento el miedo que sentí aquella noche. No puedo calmarme.

—Ven aquí —no me muevo, pero me atrae hacia él.

Me deja entre sus piernas y me dejo caer sobre su pecho. No lo suelto.

—Necesito que me escuches —repite con voz sosegada—. Toma aire profundamente y suéltalo.

Niego, dejándole claro que no puedo hacer eso.

—¿Recuerdas lo que has hecho otras veces? —me pregunta y tras pasar saliva, asiento—. No fue tan difícil cómo creías, ¿verdad?

Cierro los ojos con fuerza y me apego de un todo a él. Acaricia mi cabello y trato de hacer lo que me dice.

—No...

—Ahora tienes que hacer lo mismo. Tienes que tomar aire muy despacio. Es muy fácil. ¿Puedes hacer eso por mí?

Dudo, pero termino asintiendo. No sé cuántos minutos transcurren, pero lo consigo. Muy poco a poco. Muy torpemente, pero lo logro.

—Eso es —acaricia mi nuca—. Lo estás haciendo muy bien. Tranquila.

—Lo... lo siento...

—Deja de disculparte.

—Siempre te despierto y no quiero...

—Ahora mismo lo único que me importa es que estés bien, no que me hayas despertado.

Lloraría de frustración sino fuera porque ya estoy llorando. Odio esto.

Me siento mal por no poder controlarlo. Apenas hay días donde esto no se repita. Dónde mi mente no me traslade inconscientemente de nuevo allí.

Y es que hoy, precisamente hoy, ha sido de las peores pesadillas. Porque no solo he revivido mi desesperación y mi miedo. También he sentido los de mi hermana.

Esa mirada se me quedó grabada a fuego. No sé como debía verme para que me mirara tan horrorizada como lo hizo.

Me cuesta que mis hombros dejen de temblar. Estoy manchando su camiseta de lágrimas.

—No quiero seguir recordando aquello —se me rompe la voz y un sonido desagradable sale de mi garganta—. No quiero... acordarme todas las noches...

—Créeme, si pudiera me cambiaría por ti para que no tuvieras que hacerlo.

No le desearía eso ni a mi peor enemigo. Mucho menos a él.

—Puede que hablarlo te ayude —dice en voz baja—. ¿Has probado a hacerlo?

—No puedo. No puedo hablar de eso.

—¿Nunca lo has hablado con nadie?

Niego y trato de calmar el llanto.

No miento. Aquello ocurrió y tal como pasó, se quedó guardado. Yo no he pronunciado palabra acerca del accidente.

Mis padres saben lo que pasó gracias a Laila. Al principio era reacia y no decía nada. Pero nada de nada. Estuvo sin hablar durante una semana. Pero no pudo más. Un día se derrumbó y mi hermano le buscó un psicólogo al que acudir.

Ahora está mejor. Puede conciliar el sueño, al menos.

A mí me gustaría imitarla, de verdad. Pero... es demasiado... difícil. Hablarlo es revivirlo. Yo no quiero revivirlo.

Pero por otra parte, sé que lo necesito. No puedo seguir así.

Igual que no puedo pensar con claridad en este momento.

—Quiero salir —digo en voz baja.

—Son las seis de la mañana. Necesitas descansar.

—No quiero dormir otra vez —me incorporo un poco—. Voy a salir un rato. Necesito que me dé el aire.

—No es buena idea.

—Volveré enseguida. No voy a tardar.

Duda, pero asiente finalmente.

—Vale. Como quieras.

Me pongo de pie con cierta dificultad por mi rodilla y camino a donde tengo mi ropa. Abro el cajón donde lo guardé todo y escojo un par de prendas. Me voy al baño a cambiarme y a refrescarme la cara, con tal de no molestarlo para que pueda seguir durmiendo.

Pero cuál es mi sorpresa cuando al volver, está de pie y vestido.

—¿Qué haces? —le pregunto.

—No creerías que te iba a dejar sola, ¿no?

No respondo. Estoy demasiado confusa.

—Sí, lo creías —suspira—. Vaya visión que tienes de mí.

—No, no, es solo que... quería que siguieras durmiendo.

—No puedo dormir sabiendo que no estás bien, que estás sola fuera y de madrugada. No digas estupideces —camina a la puerta—. Venga, vámonos.

En lugar de llevarle la contraria, voy tras él.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro