Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

V e i n t e | Lo nunca dicho en voz alta

Capítulo veinte | Lo nunca dicho en voz alta.

Nada ha salido de su boca después de pronunciar esas tres palabras. Solo me ha dedicado un leve asentimiento, y después ha parecido perderse en sus propios pensamientos.

Me intriga y quiero preguntarle en qué está pensando, pero descarto la idea. Odia que le pregunte ese tipo de cosas.

Entonces, de la nada, se pone de pie.

—¿Dónde vas?

—A la cocina.

Desaparece por el pasillo y automáticamente me pregunto si estará molesto por algo que he podido decir, pero no. Creo que lo único que pasa es que es su actitud.

Neithan es como si tuviera una batería social. Cuando se agota, necesita un rato para recargarse y volver a ser el de siempre. No le doy mucha importancia.

Me pongo de pie también y camino tras él. Está haciendo algo en la encimera.

No dudo en asomarme. Sonrío al ver que está cortando verduras en una pequeña tabla de madera. También tiene una sartén en el fuego.

Me apoyo en la encimera observando lo que hace.

—¿Por qué no me habías dicho antes que cocinas? Se te da muy bien.

—No me has preguntado.

—Bueno, tienes razón. ¿Desde cuando sabes?

—Desde siempre.

Vuelca la tabla con casi todos los diminutos trozos de verdura dentro de una pequeña batidora.

—¿Qué estás haciendo?

Me mira cansado y antes de que pueda preguntarle algo más, pulsa el botón de la batidora. El ruido impide que mi voz se escuche por encima.

Al darse cuenta, esboza una sonrisa complacida.

Entonces, la detiene.

—Eres...

Vuelve a encenderla. Vuelvo a mirarlo mal cuando vuelve a sonreír con satisfacción.

Segundos después, la para.

—¿Cómo es posible que prefiera escuchar el ruido de una batidora que a ti?

Me cruzo de brazos.

—Eres malo.

—Gracias por el cumplido.

Se centra en terminar lo que sea que esté haciendo y yo sigo cada uno de sus movimientos con la mirada, como una niña pequeña que ve algo por primera vez.

Un rato después, deja un plato sobre la encimera.

Solo uno.

—Neithan —murmuro. Ya sabe a lo que me refiero.

—No tengo hambre. No empieces.

—No pienso comer si tú no lo haces.

—Madeleine, deja ya de...

—Por favor —insisto.

Me mantiene la mirada, hasta que finalmente se da cuenta de que no daré mi brazo a torcer y acaba suspirando.

—Apenas queda comida y no voy a hacer más. Solo come y no insistas.

Paso de él y alcanzo otro plato del mueble. Aparto todas las patatas fritas que han sobrado, algunas verduras y también uno de los dos filetes de pollo con salsa que me ha hecho.

Que por cierto, huele increíble.

Se lo cedo, sonriente. Él enarca una ceja.

—¿En serio? —pregunta.

—Come y calla.

Por una vez, me hace caso. Vamos hasta la sala de estar y comemos sentados en el sofá, con el plato entre las piernas y la vista clavada en la televisión, viendo un programa cualquiera.

No puedo evitar girarme hacia él cuando casi he terminado.

—¿Se puede saber como cocinas tan bien? —pregunto—. En serio, es lo más rico que he comido en mi vida.

—Es algo que cualquiera puede hacer. Literalmente.

—Yo no puedo.

—Cualquiera que tenga dos gramos de inteligencia.

—Ignoraré el insulto solo porque te has molestado en hacer esto para mí.

—Es un puto filete con patatas fritas. Deja de exagerarlo todo.

Ya empieza con el mal humor. Mucho estaba tardando.

Pero no pienso contribuir a fastidiar el ambiente. Así que intento relajarlo.

—Podrías cocinar otros días. Así da gusto.

—Cocina tú, no te jode.

Paciencia.

—Pues podrías enseñarme y así yo también podría cocinar para ti —propongo, sonriente.

—¿Tengo pinta de dar clases particulares? Apúntate a MasterChef y déjame en paz.

Dejo el plato sobre la mesita que tengo delante y lo miro.

—Vale. ¿Vas a contarme qué te pasa?

—Ah, ¿qué me pasa algo?

—Estás enfadado por algo y no sé por qué.

—Yo siempre estoy enfadado.

—No es verdad —lo contradigo—. Antes no lo estabas. Y ayer menos.

—Que finja soportarte y que aguante tu compañía durante un par de días no significa que estuviera de buen humor. Y ya me estoy arrepintiendo de eso último.

Me giro hacia la televisión al instante en que noto una punzada en el pecho.

—Si lo que intentabas era ser cruel, enhorabuena —murmuro—. Acabas de conseguirlo.

Sé que no siempre dice ese tipo de cosas en serio. Es decir... él es demasiado callado. Yo hablo demasiado, soy consciente. No hacemos una muy buena combinación en ese aspecto y sé que odia cuando insisto sin parar, pero esta vez... ha sonado realmente convencido.

Puede que sí que le moleste. Que le moleste de verdad.

Escucho como deja el plato con brusquedad sobre la mesa. Lo oigo maldecir en voz baja, pero no me giro.

—Sabes que no pretendía decir eso.

—¿Lo sé?

—Joder, Madeleine. Ya sabes como soy.

—¿Y eso es excusa para que me trates mal?

Me atrevo a mirarlo cuando no dice nada. Parece... sorprendido.

Más molesto que sorprendido, a decir verdad.

—¿Crees que te trato mal?

Paso saliva. Su tono es frío y me mira como si estuviera decepcionado conmigo.

—A veces sí.

Ni siquiera sé si estoy siendo sincera o solo quiero desahogarme con él de alguna forma.

Él aparta la mirada. Aprieta los labios con fuerza y mueve la cabeza como si no se creyera lo que acabo de decir.

—Pues enhorabuena a ti también —masculla—. En estos tres meses no me has conocido una mierda.

Se pone de pie y no me da margen a responderle o a seguirlo cuando se encierra en el baño.

Creo que acabo de cagarla.

Decido dejarlo estar unos minutos, pensando que ha ido al baño porque necesitaba usarlo o simplemente para estar solo.

Pero después de un rato, sigue sin salir.

Entonces es cuando viene la idea a mi mente y me doy cuenta de que soy una estúpida.

—Joder, joder, joder —mascullo, poniéndome de pie de forma torpe.

Corro a la puerta del servicio. Intento abrir, pero ha echado el pestillo.

Respiro hondo, intentando contener la calma. Golpeo la puerta con una fuerza moderada, tratando de que no suene hostil.

Pero no responde.

—Neithan —vuelvo a llamar. No abre—. ¡Neithan!

Nada.

Durante un maldito segundo me olvido de que mi mano tiene un estado deplorable y empiezo a golpear con fuerza la puerta con ambas manos, como si quisiera tirarla abajo. Me detengo cuando el dolor es insoportable y los ojos se me colman de lágrimas. De dolor físico y emocional. De frustración. De miedo.

—Neithan, sé lo que estás haciendo —me tiembla la voz—. Por favor, abre la puerta. Esto no tiene gracia.

Empiezo a hiperventilar cuando sigue sin pronunciar palabra.

Y si... ¿y si está ocurriendo como aquella vez? ¿Y si ha tomado demasiado y se ha desmayado?

Mierda, podría necesitar ir al hospital ahora mismo. Tal vez necesita ayuda, pero tiene el pestillo echado y no puedo...

Mi línea de pensamiento se corta cuando el sonido del cerrojo resuena y la puerta se abre.

No llego a ver sus pupilas por el ángulo y la poca luz del pasillo, pero no me hace falta. Tiene un aura diferente. Desenfadado. Tranquilo. Lleno de pasotismo.

Entonces sé que lo ha hecho.

Pero como si buscara una confirmación, desvío la vista de sus ojos a la pequeña encimera cuadrada del lavabo.

Los restos de polvo blanco que yacen sobre el mármol lo confirman, definitivamente.

Alterno la mirada entre la asquerosa sustancia que permanece en el mismo lugar, como una amenaza latente, y él.

Intento no llorar porque no quiero parecer una niña con la sensibilidad a flor de piel, pero me cuesta. Así como me cuesta dejar de temblar. O hacer que mi pecho deje de subir y bajar sin control.

¿Y lo peor?

Lo peor es que parece darle igual. Le da igual que esté así por él. Le da igual lo que acaba de hacer.

No le importa absolutamente nada.

Entonces, habla con toda la tranquilidad del mundo.

—Eso me pasaba.

Tiemblo de pura impotencia.

—Estarás de broma —murmuro.

—¿No querías que fuera más simpático y todas esas mierdas? —gesticula una débil y amarga sonrisa que consigue destrozarme—. En este momento lo soy. Estoy feliz. ¿No estás contenta?

Se está burlando de mí.

Como si no estuviera viviendo uno de los peores momentos de toda mi vida.

Como si no estuviera viendo a alguien que me importa haciéndose daño de una de las maneras más crueles que existen.

Su actitud me sobrepasa por completo. Me desarma. Me hiere demasiado. Pero sobretodo me cabrea.

No pienso lo que hago cuando mis puños se cierran solos y me voy contra él golpeando su pecho.

Intenta apartarme, pero no le dejo. Las lágrimas me bañan las mejillas y me da igual. Estoy llorando y apenas puedo respirar, pero me da exactamente igual.

De la nada, me veo con ambos brazos pegados a mi pecho y sus manos rodeando mis muñecas. Intento soltarme ciega de ira y me acorrala contra la pared.

—¡Eh, eh! —me sujeta con más firmeza—. ¿Se puede saber qué coño haces?

—¡Eres un mierda! —grito a pleno pulmón y forcejeo con todas mis fuerzas—. ¡Quítame las manos de encima!

—¡Te quitaré las manos de encima cuando te calmes de una puta vez!

Dejo de forcejear. Respiro tan rápido que me duele el pecho, pero no hago cuenta de eso. Solo me centro en el chico que tengo delante.

—No te atrevas a decirme que me calme —mascullo entre dientes—. No tengas los cojones de decirme que me calme. Tú no.

Frunce el ceño, como si mi reacción fuera irracional.

—¿Se puede saber que mierda te pasa para ponerte así?

—¿Que qué me pasa? ¿Me estás vacilando?

—Es una simple pregunta.

Qué esté tan calmado solo me hace estallar de nuevo.

—¡Eres un niñato inmaduro! ¡Un maldito egoísta!

Trato de soltarme, pero me pega de nuevo con cierta brusquedad a la pared haciéndome callar.

Entonces, se acerca más y habla en voz baja.

—Sabías perfectamente en qué te metías. Te lo advertí, y aún así lo hiciste. Ese no es mi problema.

Es en ese momento cuando el nudo de mi garganta se rompe por completo.

—Eres un idiota —niego. Forcejeo pero ya no tengo fuerza—. No eres capaz de entender nada.

—Lo entiendo perfectamente. No quieres que lo haga, pero eres tú la que no comprende que lo seguiré haciendo te guste o no.

—Me dijiste que querías dejarlo —le recuerdo—. Me mentiste.

—Lo he dicho tantas veces que he perdido la cuenta. Deberías haber entendido ya que haré lo que me dé la gana.

—Lo sé —sorbo la nariz—. Sé que lo seguirás haciendo. En realidad, no me molesta saber que lo has hecho.

—¿Entonces?

—Lo que me molesta es que me hayas manipulado de esa forma para hacerlo —me tiembla la voz—. Has provocado una maldita discusión y me has atacado solo para victimizarte y tener una excusa para meterte esa porquería.

No dice nada. Niego con la cabeza, decepcionada, cuando me deja claro que llevo razón.

—Me has hecho sentir que soy un maldito problema solo para largarte y poder drogarte sin sentirte culpable.

—No ha sido así.

—Claro que sí, y lo peor es que aunque lo sabes, te niegas a admitirlo. Porque no vas a darme la razón en esto.

—Porque no la llevas.

No puedo controlar las lágrimas y aparto la mirada.

—No te importo —susurro.

—Madeleine, venga ya —intenta tomar mi cara y lo impido—. Joder, claro que me importas.

—Me preocupo por ti y pasas por encima de eso. Tratas esta situación como si fuera una maldita broma. Te da exactamente igual que hace unos minutos pensara que te había ocurrido algo —paso saliva—. Te da igual que esté así porque tengo pánico de que acabes mal.

—Sabes que eso no es verdad.

—Eres un egoísta y odio eso de ti. Yo no te importo una mierda.

Como si le hubiera tirado un jarro de agua fría, se queda congelado en su sitio. Aparta sus manos lentamente de mis brazos hasta dejarlos a los lados de su cuerpo.

Yo no me atrevo a decir nada más cuando me doy cuenta de la magnitud de las palabras que acabo de soltar sin pensar.

Pero es lo que siento. Ahora sé que me siento así.

Agacho la cabeza, triste. Paso por su lado, pero estira su brazo hasta que toca la pared, impidiéndome el paso.

—Espera.

—Neithan, no puedo más. Hoy ya no puedo más. Solo quiero salir de aquí.

—¿Quieres irte?

—Ahora mismo no quiero estar contigo. Necesito estar sola.

Lo intento de nuevo, y esta vez sujeta mi muñeca. Me giro hacia él y aguardo a que me diga lo que tenga que decirme para poder marcharme.

Pero no lo hace. Solo me observa de forma distintiva. Con cierta desesperación.

Miro su agarre y lo miro a él, pidiéndole que me suelte sin mediar palabra. No lo hace.

—Sé que no lo he hecho bien, pero tengo una explicación para eso —admite en voz baja.

—Muy bien. ¿Cuál es?

Exhala profundamente, nervioso.

—Es complicado. Nunca he tenido que decir esto, pero si me das un poco de tiempo yo...

—Tendrás tiempo a solas para pensarlo, no te preocupes por eso.

Me suelto a las malas y paso por su lado, pero vuelve a interponerse.

—Madeleine, espera, por favor...

—Deja que me vaya. No me hagas esto más difícil.

—No quiero que te vayas sabiendo que te he hecho daño.

Me siento ridícula cuando las lágrimas vuelven a aflorar. Ni siquiera puedo mirarlo a la cara.

—Haberlo pensado antes de hacerlo —murmuro.

Acuna mi cara y su tacto me quema. Hace que lo mire, pero me aparto de inmediato.

—Lo siento, en serio —dice en voz baja—. Sé que lo hago mal con todos pero tú siempre me perdonas.

—Pues eso se acabó.

—Sabes que me importas —insiste.

—Ese es el problema, que no lo sé.

—Te lo estoy diciendo, maldita sea. Me importas, Madeleine.

—¿Crees que con esas dos palabras vas a conseguir algo? No es suficiente con decirlo.

—Quédate y déjame que te lo demuestre —me pide en voz baja.

Niego con la cabeza. Por mucho que me duela, pongo ambas manos en su pecho para alejarlo un poco.

—No puedo con esto... no quiero sentirme de esta forma cada vez que vayas a consumir eso. No te he pedido que dejes de hacerlo, porque sé que no es fácil, pero sí que hables conmigo. Que te sinceres y que confíes en mí, porque entiendo que lo necesites, por mucho que odie que lo hagas. Pero prefieres montar todo esto antes que hablar sobre cómo te sientes y yo no... no puedo seguir así.

Me destroza verlo así. Está roto.

—¿Qué estás diciéndome?

—Que creo que a los dos nos vendrá bien...

—¿Qué? ¿No volver a hablar? ¿No volver a vernos?

—¡No hablo de eso! Hablo de tomar un poco de... distancia. Creo que ahora mismo necesitas aclararte. Esto no es sano.

—Y una mierda. Lo único que necesito es que te quedes aquí conmigo. Estábamos bien...

—No estaremos bien hasta que no demuestres confianza. ¿No lo entiendes?

Se pasa una mano por el pelo. Siempre lo hace cuando está agobiado. Pero es que yo también me siento así y no puedo pensar con claridad.

—Todo lo que me dijiste aquel día en la terraza fue para que me callara, ¿no? —masculla.

—¿Qué?

—Ese puto cuento de que no estaba solo porque te tenía a ti. Fuiste muy convincente. Me lo creí como un gilipollas.

Lo miro con lágrimas en los ojos y llena de impotencia.

—¿Estás de broma? ¡Yo solo... solo intento hacer lo mejor para ti!

—¿Quitarme lo único que me importa es lo mejor para mí? ¿Me estás vacilando?

—¡Intento ser justa pero nada te parece suficiente!

—¡No estás siendo justa, estás siendo cruel! ¡Quieres pasar de mí solo porque no soy capaz de sincerarme, pero no es fácil, joder!

—¡Ni siquiera lo intentas!

—¡Tú qué coño sabrás de si lo intento, si nunca me escuchas!

—¡¿Qué yo no te...? ¿Qué crees que estoy haciendo ahora?

—Pegar la espantada porque es lo más fácil.

Quiero gritarle lo equivocado que está una y otra vez, pero cuando recupero la capacidad de pensar durante dos segundos, cuando veo sus ojos con lágrimas, me veo incapaz de seguir discutiendo con él.

—Dime lo que querías decirme —pido con voz temblorosa—. Si tan importante es, dímelo.

—¿Para sentirme cómo un imbécil cuando te vayas? —niega con la cabeza—. Va a ser que no. Paso de...

—Neithan —sujeto su antebrazo—. Cuéntamelo.

El enfado desaparece y solo veo desesperación.

—No te vayas —me pide en voz baja—. No me hagas eso. Por favor.

—Dijiste que tenías una explicación. Cuéntamela.

Asiente, nervioso. Acaricio su antebrazo en pequeños círculos, intentando no ser impaciente.

Pero pasan los minutos y no dice nada.

—Neithan, sé que no lo entiendes pero quizás si tuvieras tiempo para pensar, podrías aclararte y...

—Me he dado cuenta de que te quiero.

Juraría que no ha dicho esas dos palabras. Juraría por cualquier cosa que no acabo de oírlo.
Pero su expresión me dice lo contrario. Se ve dolido, y me duele pensar que es por mi culpa.

Ni siquiera parece él. Nunca había mostrado tanto como ahora. Nunca había visto más allá de una mala cara o una pequeña sonrisa sincera.

Esto es nuevo y no sé como gestionarlo. Ni él tampoco.

—¿Qué has dicho? —susurro.

—No me hagas repetirlo.

—Pero quiero oírlo.

No es capaz de decirlo de nuevo, pero esas dos palabras aún reverberan en mi cabeza y con su intento es suficiente.

—Sé que soy un imbécil —dice en voz baja—. Sé que no me merezco que te quedes ni que me trates tan jodidamente bien. Pero... yo nunca he tenido algo así y ahora que lo tengo no quiero perderlo.

Tiene los ojos cristalinos y yo me veo incapaz de articular palabra.

—Sé que no lo parece pero... te prometo que lo estoy intentando. Intento tratarte bien porque tú sí te lo mereces. Y sé que a veces hago este tipo de cosas y que crees que no me importas, pero es que no sé cómo hacerlo. No sé cómo comportarme con alguien a quién quiero. No recuerdo la última vez que quise a alguien.

—Neithan...

—No sé exactamente que siento por ti, pero sé que me importas más de lo que me ha importado nadie en toda mi vida —da un paso hacia mí—. No te vayas. Por favor, no me hagas esto.

Acorto el poco espacio que queda entre ambos y hundo la cara en su pecho. Me rodea con sus brazos al instante, de una forma distinta a las otras veces.

—Perdóname —susurro—. Me he pasado mucho.

—¿Podemos olvidar todo esto? —me pide—. Solo quiero estar bien contigo. Estoy cansado de que no estemos bien.

Asiento, apegándome más a él.

A veces se me olvida quien es. Él no me ha contado nada, pero no hace falta. Puedes conocer la historia de alguien solo con mirarle a los ojos.

Ha tenido una vida difícil, no tengo dudas acerca de ello. Ha conocido la tragedia en todas sus formas. El dolor. La desesperación.

Lo he podido ver en sus ojos hace pocos minutos. Ese sentimiento no es nuevo para él. Me siento demasiado mal porque lo haya revivido por mí.

Por si lo que guarda en su pasado fuera poco, tiene problemas en su presente. Problemas graves. Adicciones. No es fácil pasar por esto. Su mente quiere alejarse de todo eso, pero su sistema nervioso es un maldito caos por culpa de todas esas sustancias, y en estos momentos es el que manda.

Esto no es fácil para él. Es doloroso. Y ha sido cruel por mi parte haberle presionado de esta forma, por mucho que me hayan herido sus palabras.

Maldita sea, lo conozco. Lo conozco mejor que a muchos miembros de mi familia. Es una persona que me aprecia. Cuida de mí a su manera. Pero tiene un pronto muy desagradable y tiende a apartar a las personas como si fuera una especie de mecanismo de defensa. Como si intentara no salir herido.

Quiero ayudarle a salir de todo esto. Quiero que se sienta bien de nuevo.

Lo necesita. Se lo merece.

Porque a mí también me importa y pienso hacer lo que esté en mi mano para que lo consiga.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro