Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

T r e i n t a y t r e s | Reencuentro

Capítulo treinta y tres | Reencuentro.

Tardo más de quince minutos en llegar a su bloque de pisos.

Cuando paso al interior del portal, me detengo durante un minuto. Tan pronto como diviso las escaleras, me siento en el segundo escalón y recupero el aliento. Toco mi pierna y no puedo hacerlo sin poner una mueca de dolor. No puedo más.

—Disculpe, ¿a qué piso va?

Ladeo la cabeza para verlo. Un hombre de unos treinta y muchos está a un par de pasos de mí. Debe de ser el nuevo compañero de noche de Jett. Lleva el mismo uniforme.

—Vengo a ver a mi amigo —me pongo de pie con dificultad, sosteniéndome a la barandilla—. El portero anterior me conoce de sobra.

Él se interpone en mi camino.

—El portero anterior no está aquí. ¿A qué piso va?

Pretendo responder, cuando un ruido rompe el silencio. Ambos miramos hacia arriba, pero no vemos nada. Al mismo ruido le sigue otro similar.

—¿Qué es eso? —le pregunto.

Él portero continúa mirando escaleras arriba. Después, camina a la garita, no sin antes señalarme.

—Espera aquí.

Si no hice caso de Jett, no le haré caso a él.

En cuanto entra en esas cuatro paredes, echo a correr como puedo hasta la primera planta. Pulso el botón del ascensor, con la fe de poder avanzar desde ahí, pero como de costumbre, no funciona. Me toca continuar por las escaleras.

Tan pronto como piso el suelo del tercer rellano, me apoyo contra la pared. Inhalo profundamente e intento calmarme. El dolor de mi rodilla está rozando lo insoportable.

Es ahí cuando vuelvo a oír el mismo ruido de antes. Mucho más de cerca.

Proviene de ahí. Sale de su casa.

Camino despacio, sintiendo como las dudas me avasallan a cada paso que doy. Vuelven a mi mente todas aquellas crueles palabras que me dedicó. La forma en que me rechazó. El último recuerdo que tengo sobre él, marchándome con enfado de este mismo lugar hace más de un mes.

Trago con dificultad. No soy capaz de llamar, pero entonces, también vienen a mi cabeza las palabras de Jett. Lo mal que dice que está. La preocupación que veía en su rostro cuando me hablaba de él.

Gracias a él es que consigo llamar.

Pero el reencuentro que pensaba que sería dista mucho de la situación en la que me encuentro cuando abre la puerta.

Un chico, aproximadamente de la edad de Jett, me mira fijamente con expectación. Tiene el cabello castaño oscuro y los ojos claros. Es robusto, y su mirada intimidante. No veo sus brazos por la chaqueta que lleva, pero sí sus manos y el comienzo de sus tatuajes.

—¿Hola? —tiene el ceño fruncido, pero intenta sonreír—. ¿Querías algo?

Me obligo a reaccionar.

—Estoy buscando a Neithan. ¿Está en casa?

—Me temo que no. ¿Quieres que le dé algún recado?

Miro atrás, planteándome la idea de volver. Pero no puedo. Necesito verle esta noche.

—Me gustaría esperarle aquí.

El chico, que hasta este momento había mantenido solo una pequeña franja de la puerta abierta, la cierra un poco más, impidiéndome ver más allá de él.

—Eso no va a poder ser. Pero puedes volver en otro momento.

—¿Puedo preguntar quién eres y qué haces en su casa?

Tensa los hombros visiblemente.

—Soy un amigo suyo. Él ha salido hace un rato. Dudo mucho que vuelva pronto.

No entiendo nada. Neithan me dijo que no tenía amigos.

—Bueno, yo también soy una amiga suya. No le importará que me quede aquí a esperarle. ¿Abres la puerta para que pueda pasar, por favor?

—Me ha dicho que no deje entrar a nadie, lo siento.

—Te aseguro que cuando te dijo eso no me estaba incluyendo a mí. Abre la puerta.

Cuando nota la firmeza en mi voz y que no voy a marcharme a ningún lado, su expresión cambia y toda la amabilidad que había estado usando hasta este momento desaparece.

—Estás empezando a acabar con mi paciencia, guapa. Lárgate si no quieres problemas.

Me quedo tan atónita por su disimulada amenaza que casi me cierra la puerta en las narices. Casi. Pongo una mano para impedirlo y clava su afilada mirada de nuevo en mí. Me armo de valor para no dejarle ver que, en realidad, está consiguiendo asustarme.

—¿Vas a irte por las buenas o quieres que te saque yo por las malas? —masculla.

—Amenázame lo que quieras. No pienso marcharme hasta comprobar que está bien.

—Es la segunda advertencia. Si tengo que darte una tercera no voy a ser tan amable.

Paso saliva con dificultad. Me tiemblan las piernas.

—He dicho que no voy a irme —murmuro.

Él lanza una rápida mirada al interior de la casa. Después, asiente para sí mismo con una sonrisa irascible. Abre un poco más, pero solo lo justo para poder salir y sujetar mi brazo con fuerza. Me arrastra hasta el comienzo de las escaleras.

—Neithan no me contó que vendría una chica a meter las narices donde no le llaman —por más que intento deshacerme de su agarre, no lo consigo—. Deberías haberte quedado en casa hoy, porque acabas de empeorar las cosas.

—¡Suéltame! —mascullo—. ¡No tienes ningún derecho a tocarme!

Para mi sorpresa, me suelta de forma brusca. Me hace una seña con la cabeza para que camine. El miedo me impide moverme.

—¿Necesitas que te ayude a bajar las escaleras? Porque dudo mucho que quieras arriesgarte a eso.

—Dime dónde está —insisto.

—Lejos. Ahora, lárgate.

Él no va a decirme nada por más que continúe insistiendo. Me resigno y abro mi bolso, pero da un paso adelante, desconfiado.

—Solo quiero llamar a un Uber —dejo claro en voz baja—. No... no puedo volver andando. Vivo lejos de aquí.

Cuando ve el pequeño inmovilizador de mi rodilla, me hace una seña con la cabeza para que llame de una vez. Saco el teléfono torpemente y pulso el primer contacto de mi lista. El corazón se me detiene en seco cuando el tono de llamada de Neithan comienza a sonar en el interior de su casa.

El chico que tengo delante se gira al escucharlo, pero vuelve a mirarme enseguida. Parece sumar dos y dos, porque da otro paso hacia mí.

—Hija de puta —masculla.

Intenta sujetarme del brazo de nuevo, pero soy más rápida que él y le asesto un golpe con la pierna buena en el centro de su pantalón. No lo detiene, pero consigo dejarlo rezagado el tiempo suficiente como para salir corriendo, entrar en su casa y cerrar la puerta.

Respiro profundamente cuando siento que estoy a salvo. Cuando me giro, me detengo en seco. El suelo está lleno de sangre.

La persona a la que pertenece está dentro de la habitación.

Cuando mis ojos recaen sobre él, me olvido por completo de todo lo que ha ocurrido entre nosotros. Mis piernas se mueven solas hacia donde está, y me agacho como puedo a su lado.

Está sentado en el suelo, apoyado en la pared. Se sujeta el abdomen y mantiene los ojos cerrados y la cabeza baja. Cuando dejo una mano sobre su hombro, su mirada se encuentra con la mía. Empieza a negar con la cabeza, como si esto no fuera real. Yo, simplemente, no puedo aguantar más las lágrimas al verlo en este estado.

—No... —su voz suena débil—. Tú no puedes estar aquí.

—¿Qué te ha hecho? —susurro.

Intento girar su rostro para ver con claridad la herida que tiene en su frente y que no deja de sangrar, pero no me lo permite. Intenta incorporarse y se lo impido, manteniéndolo sentado.

—No te muevas —le pido—. Tengo que llamar a alguien... hay que llevarte a un hospital.

Un fuerte golpe a la puerta principal provoca que ambos miremos en esa dirección. Desde la habitación no podemos ver nada, pero no hace falta para saber que han roto la cerradura.

Noto su mano sobre mi rostro, pidiéndome que lo mire.

—Madeleine, vete de aquí. Tienes que irte.

Niego con la cabeza, sin poder dejar de llorar. Nunca he tenido tanto miedo por alguien.

—Joder, escúchame por una vez —suena desesperado—. Por favor, vete. Por favor.

—No pienso dejarte. No voy a...

Me interrumpo a mí misma cuando alguien me sujeta por el codo, levantándome a la fuerza y sacándome de la habitación. Ahogo un grito cuando intento soltarme, pero esta vez no tengo tanta suerte como la anterior. Tiene muchísima más fuerza que yo, y me lo demuestra de la peor forma posible. Su mano impacta contra mi cara, arrojándome al suelo.

—Te dije que te fueras —camina hacia mí y solo intento retroceder—. Deberías de haberme hecho caso.

Se agacha e intenta sujetarme. Forcejeo, intentando librarme de él, pero no lo consigo. Su paciencia se termina y vuelve a golpearme, solo que esta vez, el golpe es tan fuerte que me deja aturdida durante varios minutos. Justo cuando consigo enfocar la vista de nuevo, veo al chico. Solo que esta vez, también veo a Neithan.

Lo está sujetando contra la pared.

Mientras me incorporo con cuidado, no puedo apartar la mirada de la inquietante escena. Lo sostiene por el cuello, ejerciendo fuerza en su agarre. Demasiada.

—Creo que no estás pensando en lo que estás haciendo —escupe el chico de cabello oscuro.

—Tienes razón —masculla—. Ahora mismo no puedo pensar.

—¿Todo esto por ella?

Contrae la mandíbula. Su mirada se oscurece.

—Todo por ella.

El desconocido intenta librarse de él, pero Neithan no se lo permite. No se mueve. No le deja respirar.

—Pienso joderte la vida por esto —amenaza, soltando cada palabra con dificultad.

—El único que está jodido aquí eres tú, Chase.

Apoyándome en la pared, consigo ponerme de pie. Camino hacia ellos, con el cuerpo tan tembloroso que siento que podría desfallecer en cualquier momento.

—Neithan —pronuncio en un hilo de voz, pero ni siquiera me mira—, no hagas esto. Déjalo en paz. No puede respirar.

—Bien.

Mi corazón late a mil por hora.

—Le estás haciendo daño. Por favor.

—Él también te lo ha hecho a ti.

—Yo estoy bien —insisto, desesperada—. Mírame, estoy bien.

No cede.

—Estás haciendo lo mismo que él. Tú no eres así.

Como si tuviera un momento de lucidez, aparta sus manos de él. Chase cae al suelo al instante, tosiendo e incapaz de sostenerse en pie. Al igual que yo soy incapaz de apartar mi mirada de él. Al menos, hasta que Neithan da un paso hacia mí. En ese instante, reacciono por instinto.

—No te acerques a mí.

Su expresión me dice que no comprende nada, y también que esas palabras son lo último que esperaba. Pero no puedo evitarlo. No lo reconozco. Nunca lo he visto comportarse así.

—No hagas eso. No me mires como si me tuvieras miedo.

—Ibas a...

Me corto a mí misma.

—No iba a matarlo, Madeleine. Sabes que yo no haría algo así.

—Le has hecho daño —susurro.

—Solo intentaba mantenerlo alejado de ti. Solo eso.

No puedo retroceder más cuando mis pies chocan con el sofá. Mi pecho sube y baja con intensidad y él se detiene al ver que su cercanía está poniéndome aún más nerviosa.

—Siento mucho que hayas tenido que ver esto. Perdóname.

Niego una vez más con la cabeza. Mi mirada solo se mueve para ver a ese chico. Ahora está en el suelo, consciente y no me quita los ojos de encima. Darme cuenta de eso provoca que empiece a perder el control.

—Madeleine, tienes que tranquilizarte. No me acercaré si no quieres, pero...

Se interrumpe cuando se da cuenta de que no tiene que ver con él. Cuando lo ve observándome, se sitúa delante de mí, cubriéndome de Chase.

—No sé porqué coño no has salido todavía de mi casa. Lárgate de aquí de una vez.

No veo nada. Solo escucho su respiración silbante y la forma en que intenta ponerse de pie.

—No sabes lo que has hecho —dice en voz baja.

—Te he dicho que te vayas de mi casa.

—¿A qué tanta prisa, Neithan? ¿No vas a dejar que le diga adiós a tu amiga?

Cuando se mueve un poco para verme, inconscientemente me apego más a Neithan, sosteniendo su camiseta. Escucho una pequeña risa cruel.

—No vas a volver a acercarte a ella. Ni siquiera la mires.

—No sé qué he hecho para ganarme esta reputación —por la forma en que lo dice, sé que está sonriendo.

Estoy tan cerca del castaño que noto como tensa los hombros, reuniendo paciencia.

—Chase. Vete.

El tono de voz de Neithan no deja espacio a más bromas por parte del otro chico. Lo escucho salir de la casa, cerrando con fuerza. Cuando me doy cuenta de que estamos los dos solos, siento que puedo volver a respirar.

Cuando se da la vuelta hacia mí lo suelto enseguida. Él me repara sin acercarse más.

—¿Me dejas que... puedo...?

Sé a lo que se refiere y no soy capaz de negárselo. Toma mi rostro con ambas manos. Tensa la mandíbula cuando permanece observándome, comprobando que todo esté bien.

—¿Te ha hecho daño?

Mi pecho se encoge al sentir su preocupación por mí. Justo antes de recordar que todo era mentira.

—Tú me has hecho más daño que él.

Baja sus manos lentamente.

—Madeleine, tenemos que hablar.

—Ya hablaste suficiente por los dos.

—Ahora sabes que tenía un motivo para hacer lo que hice —al ver que ni siquiera lo miro, se impacienta—. Vamos, no pudiste creer todo lo que te dije.

—Fuiste demasiado convincente.

—No quería alejarte de mí. Solo intentaba cuidarte.

Me trago el nudo que tengo en la garganta con dificultad.

—No me hables como si estuviéramos bien —susurro—. No lo estamos.

—Por favor, solo escúchame. Déjame que te explique porqué tuve que hacerlo. Sé que te herí, pero tengo una explicación para eso.

—No me heriste, Neithan. Me destrozaste. Una explicación de mierda no va conseguir que vuelva a confiar en ti.

—No digas eso. Me dijiste que confiabas en mí.

—Tú me dijiste que me querías. Ahora ya sabes lo que se siente.

Veo el dolor en sus ojos y me obligo a no dejar que me afecte.

—Dime que puedo hacer para que confíes en mí de nuevo —me pide en voz baja.

Lo encaro, luchando porque el rencor que siento no me domine.

—Cuéntame quien era y qué quería. Dime porqué te ha hecho esto.

Cuando veo que se toma tantos segundos para hablar, sé que la respuesta será negativa.

—Necesito un poco de tiempo para hacer eso. Unos días, al menos. Pero te juro que te lo contaré. No voy a guardarte más secretos. A ti no.

No lo entiende. No puedo aguantar más. Ni un solo día más. Ni una maldita hora.

—La que necesita tiempo soy yo.

Da un paso hacia mí. Debe sujetarse a la pared.

—Lo estábamos arreglando —insiste, desesperado—. No puedes enfadarte conmigo por no saber como hacerlo.

—No estoy enfadada contigo. Pero no puedo seguir así. Me has hecho más daño que cualquier otra persona en toda mi vida... Me dejaste sola cuando más te necesitaba.

Vuelve a sostenerme para limpiar mis lágrimas. Cómo si no pudiera aguantar más, me atrae del todo hacia él, dejando su cabeza sobre la mía. No me resisto porque, no mentiré, necesitaba esto. Lo necesitaba a él.

—Y no me lo perdonaré en lo que me quede de vida.

Envuelvo mis brazos en torno a él. Me sostiene con más fuerza. En este momento, donde el tiempo no avanza a nuestro alrededor, me siento como si nunca me hubiera marchado de aquí.

No puedo irme. No otra vez.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro