T r e i n t a y o c h o | La delgada línea
Capítulo treinta y ocho | La delgada línea
Los rayos de luz entran por las cortinas entreabiertas, consiguiendo desvelarme. Pero yo estoy tan cómoda que no quiero que empiece el día.
Me muevo un poco, notando que no estoy completamente sobre el colchón. Estoy dormida sobre el hombro de Neithan.
Lejos de apartarme, me acurruco más contra él. Me doy cuenta de que lo he despertado cuando empieza a acariciarme la nuca suavemente. Eso solo consigue que me dé más sueño aún.
—Esta noche no has tenido pesadillas —susurra. Adoro su voz de recién levantado. Adquiere un deje ronco que consigue erizarme la piel.
Niego con la cabeza, sin abrir los ojos.
—¿Cuántos días llevas sin tenerlas?
—Hoy... —murmuro.
—¿Solo hoy?
Asiento. Él aparta las hebras de cabello que caen por mi rostro de forma cuidadosa.
—Madeleine, necesito levantarme. Tengo que salir un momento.
Lo abrazo un poco más fuerte. No quiero que se vaya todavía.
—Sigue durmiendo —me pide, acariciando mi cabello con suavidad—. No te preocupes, cuando te despiertes voy a estar aquí.
Quería insistir en que se quedara en la cama conmigo, pero continuó con la maniobra de acariciar mi cabello, mi piel, continuó hablándome en voz baja... Por lo que, muy en contra de mis deseos, terminé quedándome dormida.
♡
No sé cuanto tiempo ha transcurrido cuando abro los ojos vagamente de nuevo.
Noto el colchón hundirse a mi lado. Aún adormilada, su aroma inunda el ambiente. Él es quien se acerca a mí, con la misma delicadeza que antes, provocándome una descarga eléctrica por todo mi cuerpo cuando su piel roza la mía.
—Madeleine. —Hago un sonido de persona dormida, invitándole a continuar—. ¿Puedo besarte?
Esa maravillosa pregunta es lo último que me esperaba. Intento asentir con la cabeza, y creo que es notable ya que, segundos después, noto sus labios sobre los míos.
Se separa de mí, esta vez, besando mi frente antes de intentar que me levante del todo.
—Te he traído algo. ¿No quieres verlo?
Lo miro con los ojos entrecerrados.
—¿Un regalo? —pregunto, emocionada.
—La palabra regalo le queda grande. Lo siento.
Vuelvo a cerrar los ojos.
—Entonces puede esperar... Tengo sueño.
—Es comida. —Me incorporo sobre la cama al momento. Cuando lo veo, está esbozando una sonrisa divertida—. Me encanta que eso siempre funcione contigo.
Frunzo el ceño, desconfiada.
—Sabes que si me has mentido no podré confiar en ti nunca más, ¿verdad?
—¿No quieres ir a ver lo que es?
Me lo pienso. No quiero levantarme de la cama en todo el día, pero la curiosidad me puede, por lo que termino pasando por encima de él para bajar de la cama, pero me detiene. Justo cuando estoy sobre él.
Desliza sus manos por mis piernas, recorriendo mi piel con una lentitud insinuante. Sube por mis muslos y me tenso cuando no se detiene. Parece que pretende llegar a un lugar muy concreto de mi anatomía, cuando desvía el camino de sus dedos hasta mi cintura. Debe notar mi miedo, porque sonríe maliciosamente mientras me estrecha más hacia sí.
—¿Decepcionada?
Me atrevo a acercarme a su rostro y tomar sus manos, aún sobre mí, para bajarlas considerablemente. Él no desaprovecha la oportunidad y hunde sus dedos en mi piel mientras dejo un suave mordisco en su cuello, seguido de besos ardientes que provocan que su respiración se vuelve irregular. Lo escucho exhalar con pesadez tras unos minutos y me enderezo, victoriosa.
—Ahora voy a levantarme a ver que es eso que me has traído... —lo beso fugazmente— y tú vas a quedarte con las ganas.
—No sé si sabes que te detesto.
—No es eso lo que decías ayer —sonrío—. ¿Cómo era, por cierto?
—Sabes tanto como yo que no voy a repetirlo.
—Oh, venga. Por favor.
Intento apelar a su compasión, y parece que en una pequeña parte lo consigo.
—Me encanta verte sonreír —murmura.
Enredo mis dedos en su cabello, desordenándolo.
—No te pongas cursi, que no me van esas cosas —lo pico.
—Lárgate ya y ve por tu comida, por lo que más quieras.
Me encanta exasperarlo. Y se me da tan bien hacerlo.
Me pongo de pie del todo y salgo de la habitación. A medida que cruzo el pasillo, el olor de mi desayuno favorito inunda mis pulmones. Cuando abro la bolsa que hay sobre la isla de la cocina, confirmo mis sospechas.
—¡Son gofres con chocolate!
Parece que mi grito lo ha atraído, porque noto su silueta a mi espalda, así como sus manos en mi cintura.
—¿He acertado? —pregunta, dejando un beso sobre mi hombro.
—Pues claro que has acertado. Dios, hay un montón de chocolate —empiezo a sacar las cosas de la bolsa—. Voy a comer gofres con chocolate después de despertarme contigo. Este es el mejor día de mi vida.
La risa que se escapa de su garganta consigue erizarme la piel. Me aguanto las ganas de pedirle que no vuelva a hacer eso o, definitivamente, me hará perder la cordura.
Neithan continúa abrazándome desde atrás mientras preparo el desayuno sobre la isla. Creo que esta es justo la definición de felicidad. De mi felicidad.
—Quieres, ¿verdad? —le pregunto.
—Lo he traído para ti.
—Pero quiero compartirlo contigo.
Giro un poco mi cabeza para mirarlo. Él asiente, apoyando la barbilla sobre mi hombro, observando cada cosa que hago.
Dejo los gofres en ambos platos, uno para cada uno. Me gustaría poder compartir un solo plato para los dos, pero necesito cerciorarme de la cantidad que come. Mientras abro la tarrina, mancho mi dedo de chocolate con leche. Estoy apunto de usar una servilleta, pero él se me adelanta y lleva mi dedo a su boca. Respiro profundamente.
—Vas a matarme si vuelves a hacer eso —murmuro.
Él se relame los labios, divertido.
—¿Qué vas a dejar para cuando haga algo que sí merezca la pena?
Sus labios me tientan demasiado, pero entonces recuerdo que me he despertado hace menos de veinte minutos y que aún no he pasado por el aseo. Demasiado he dejado que me bese esta mañana, por lo que decido ser yo la que se lleve un poco de chocolate a la boca esta vez. Toda expresión valiente desaparece.
—¿Piensas seguir provocándome o prefieres que desayunemos? —pregunto.
—¿Por qué no ambas?
—Neithan... —sonrío.
Retira la silla para que pueda sentarme y toma asiento a mi lado. Pasamos la mañana desayunando y leyendo, pero también le convenzo para recoger un poco la casa y preparar el almuerzo. Estando aquí con él siento como si el tiempo se detuviera, aún haciendo las cosas más básicas. De alguna forma, consigue hacer cada segundo especial.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro