Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

C u a r e n t a | Problemas

Me acomodo un poco mejor sobre el sofá, apegándome a él para tener más espacio.

—¿Qué tal si te estás quieta?

Resoplo con frustración y vuelvo a intentarlo.

—No estoy cómoda.

—Vaya.

—Y no veo bien el libro —protesto—. Lo tienes solo para ti, egoísta.

—Porque soy yo quien lo está leyendo. Tú te has acoplado conmigo y no sé muy bien porqué.

—Porque me apetece. No te quejes, que tú has hecho lo mismo conmigo mil veces. Además, leer juntos es muy bonito.

Rueda los ojos con pesadez.

—Sí, aguantar como una pesada se retuerce sobre mí mientras tambalea mi libro es absolutamente precioso.

Me quedo quieta en el lugar en el que me encontraba, aunque todavía no he encontrado la postura ideal, solo porque deje de quejarse de una vez.

—Tienes que contarme tu secreto para estar tan amargado... —murmuro.

—Te he oído.

—No pienso retractarme.

—¿A que te echo de mi casa, maleducada?

—Vale. Échame.

Nos batimos en un duelo de miradas donde ambos pretendemos intimidar al otro. Al final, es él quien termina bajando la vista de nuevo al libro, negando con la cabeza.

—¿Ves? Sabes que no podrías vivir sin mí —sonrío.

—Que tengas razón no quita que seas inaguantable.

—El otro día estabas más simpático. Y romántico. Y amable.

—El otro día me pillaste con las defensas bajas.

—Ajá.

Lo veo intentar esconder una sonrisa y me esfuerzo por no estamparle un beso, porque sé que me echará del sofá si lo hago.

Pasan las horas y mi cabeza no deja de darle vueltas a lo que Max me comentó el otro día. No sé como decírselo, y por más que intento buscar una forma disimulada de preguntárselo, no se me ocurre ninguna. Por eso decido no darle más vueltas. Mientras Neithan está concentrado en su libro, yo suelto la bomba:

—Mi hermano quiere conocerte.

Su expresión se congela y pasa de mirar las páginas a no enfocar en nada. Entonces, se gira hacia mí con una expresión neutra, excepto por sus cejas arqueadas.

No dice ni una palabra. Me aclaro la garganta.

—El otro día me preguntó si... En realidad no me preguntó, me insistió en proponerte venir a casa a cenar. Y Amy también me hizo saber que quería que os presentase. Tú... ¿cómo lo ves?

Retira su mirada de la mía y cierra el libro para dejarlo sobre la mesita. Yo me incorporo un poco sobre su pecho, y él hace lo mismo en el sofá.

—¿Le has hablado de mí a tu familia?

—Claro. Es decir... somos amigos.

Su ceño se frunce.

—Amigos —repite. Por su tono de voz, diría que no le ha gustado en absoluto ese término.

—Bueno, éramos amigos. Ahora que estamos saliendo no...

—No estamos saliendo.

Su confesión me deja atónita, provocando que lo observe al instante. Noto como su piel enrojece bajo sus numerosas pecas.

—Deja de mirarme así —masculla.

—¿Cómo quieres que te mire después de soltarme eso?

—Creo que no he dicho nada malo.

—No, solo has dicho que no estamos juntos. ¿Por qué no quieres estar conmigo?

Neithan se pasa una mano por el pelo.

—En ningún momento he dicho que no quiera estar contigo. Es solo que no te he pedido salir.

—Ni que eso tuviera importancia, después de todo lo que ha ocurrido...

—Claro que la tiene.

Parpadeo varias veces, perdida.

—Pero entonces... ¿Tienes intención de formalizar esto, o es que tú no...?

—Madeleine, ahora no es el mejor momento.

No me puedo creer lo que estoy oyendo. Me incorporo sobre él, quedándome sentada en sus piernas.

—¿Puedo saber al menos qué soy para ti?

—Sabes perfectamente todo lo que significas para mí.

—¿Entonces? ¿A qué viene esto? ¿Por qué me besas, me dices todo lo que sientes y me tratas así, si no estamos juntos?

Se pasa ambas manos por la cara, frustrado.

—Te he dicho que no quiero tener esta conversación justo ahora.

—¡Me da igual! Yo pensaba que querías tener algo serio conmigo. Que... te haría tanta ilusión como a mí que fuéramos algo más. Pero veo que no es así.

Se incorpora hasta quedar sentado tan de golpe que casi me tira.

—¿Por qué tienes que hacer siempre las cosas así? ¿Por qué tienes que ponerle etiquetas a absolutamente todo?

—La pregunta es porqué tú tienes que complicarlo todo de esta forma.

—Solo intento ordenar las cosas. —Cuando ve mi expresión al usar esa palabra, se corrige—. Me refiero a que... Joder, no entiendo a qué viene todo esto. Estábamos bien. No hace falta ponerle un nombre a lo que tenemos.

—A mí sí me hace falta, Neithan. Me gustaría saber si puedo considerarte mi novio o tengo que resignarme a asumir que eres mi amigo. Necesito saberlo.

Me retira la mirada.

—Yo necesito que me dé el aire.

Retira mis piernas de encima de él con suavidad y se pone de pie para marcharse a la terraza. Por un momento creo que se dará cuenta de la horrible decisión que es marcharse en mitad de una discusión importante, pero no parece percatarse de que estoy apunto de estallar.

No vuelve. El idiota se ha ido de verdad.

Intento dejarle su espacio y centrarme en tener el mío, pero después de cuarenta minutos no aguanto sin volver a intentar hablar y comprender su forma de ver esto. La preocupación me carcome a cada segundo que transcurre ahí fuera.

Neithan continúa en la terraza. Cuando pongo un pie fuera y camino hacia él, me percato de que tiene un cigarrillo entre los dedos, como de costumbre. El problema viene cuando mis ojos recaen sobre el cenicero. Hay seis colillas.

—Suficiente, ¿no te parece?

—Si quieres que nos llevemos bien, no intentes controlar cuanto fumo.

—Es demasiado, ¿no te das cuenta?

—Tú te quejas demasiado y no te digo nada.

—Podría repetirte por enésima vez que tienes que dejarlo, pero como sé que no me escucharás porque nunca me escuchas acerca de nada de lo que me preocupa...

—Ven aquí.

Enarco ambas cejas.

—¿Qué?

—Tienes derecho a estar molesta conmigo. Lo fastidio todo y es algo que quiero cambiar, pero no quiero que estemos mal otra vez. Ven aquí.

Dejo caer mis brazos a ambos lados de mi cuerpo, agotada. Aún así, hago lo que me pide. Me siento a su lado en el sofá de exterior, pero por su expresión deduzco que la distancia que he puesto entre nosotros para que note que aún sigo molesta no le ha gustado, porque pega un saltito hasta que mi cuerpo roza el suyo por multitud de partes. Tiene una sonrisa orgullosa en la cara cuando me ve negar con la cabeza.

Entonces, me rodea los hombros con su brazo, acercándome aún más a él. Deja un beso en mi sien. Después intenta hacer lo mismo sobre mis labios, pero me aparto de golpe, provocando que me mire con perplejidad.

—¿Acabas de hacerme la cobra, maleducada?

—¿Has intentado besarme?

—La pregunta ofende.

Tiene que estar quedándose conmigo.

—¿Sabes lo que eres, Neithan?

—Muchas cosas. Si tienes que nombrar todos mis defectos se nos va a hacer de noche.

—Eres un hipócrita.

—Sí, ese es uno de los muchos que tengo.

Le doy un manotazo en el brazo. Él sonríe.

—Sé que te los sabes todos —añade.

—Neithan, no tiene gracia. No voy a dejar que vuelvas a besarme.

En ese instante, toda expresión divertida desaparece.

—Pero yo quiero besarte. Mucho. Todo el tiempo.

—Ese no es mi problema.

—Madeleine, vamos, solo te he dicho que no quiero tener esta conversación hoy. ¿Por qué no podemos hablarlo cuando estemos preparados?

—Yo estoy preparada.

—Quizás yo no lo estoy.

Entreabro los labios para debatir, pero vuelvo a cerrarlos de inmediato. Ahí me doy cuenta. He sido una insensible.

—Vale... Avísame cuando quieras hablar sobre esto. No volveré a insistir.

—Pero ¿estás enfadada conmigo?

Me encojo de hombros. Pero cuando lo veo esperando una respuesta, me doy cuenta de que no puedo enfadarme con él.

—No estoy enfadada. Pero te repito que no voy a dejar que me beses.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque ahora mismo eres un cenicero.

Frunce el ceño, pero una sonrisa maliciosa se dibuja en su cara.

—Tus intentos de insultos son adorables.

—Sería genial si en lugar de burlarte de mí tuvieras la decencia de fingir estar ofendido.

—Igual que sería genial que dejaras de perder el tiempo enfadándote en lugar de aprovecharlo de una mejor forma conmigo.

Lo dice con tanta naturalidad que me quedo sin palabras. Su sonrisa se acentúa y cuando se acerca más a mí, despierto del trance y lo vuelvo a separar.

—No me líes. Y no intentes acercarte, pesado.

—Me gustas demasiado como para pedirme eso.

Más me vale desviar el tema de conversación o terminaré cayendo.

—Déjame tu móvil un momento —le pido.

Lo coge de la mesa para dejarlo en mi regazo y abro la lista de Spotify para poner una canción, pero entonces me percato de algo. Levanto la mirada hasta encontrarme con la suya y percibo el miedo en su rostro antes de formular la pregunta.

—¿Se puede saber porqué no tenemos ninguna foto juntos?

Por su expresión, deduzco que esto era lo último que se esperaba.

—¿Tú me estás viendo? —Intenta bromear—. No quieres inmortalizar esto, créeme.

—¡No seas tonto! Eres muy guapo. Saldrás genial.

—Madeleine, no voy a hacerme fotos. Ni lo intentes.

Como tener una foto juntos después de todos estos meses acaba de convertirse en una necesidad, hundo las cejas, saco a relucir mi maravillosa vena dramática y le muestro mi mejor expresión triste.

—Por favor... —insisto.

—No.

Se me humedecen los ojos.

—Por favor, Neithan...

—Que no.

Bajo la mirada, fingiendo limpiarme las lágrimas. Cuando vuelvo a encontrarme con la suya, mi labio inferior tiembla con naturalidad.

—Me haría tan, pero tan feliz...

—Estás intentando apelar a una parte sensible de mí que no existe.

Una lágrima rueda por mi mejilla y cuando mis hombros empiezan a temblar, le cambia el color de la cara.

—¿Estás llorando porque quieres hacerte una foto conmigo? ¿Me estás jodiendo?

—Me apetece mucho —murmuro.

—Madeleine, si es que a mí no me gustan las... —Se interrumpe a sí mismo para limpiar la humedad en mi cara. Un momento después, exhala lentamente—. Hazla de una vez, venga.

—¿En serio?

—Tienes cinco segundos antes de que me arrepienta.

La sonrisa se escapa de mis labios y lo abrazo con fuerza justo antes de abrir la cámara. En la pantalla nos veo a ambos. Me parece una imagen tan sumamente perfecta que no hace otra cosa que reiterar que estaba destinada a conocerle. Aunque sería mucho mejor si no estuviera mirándome con su poética expresión de pocos amigos.

—Deja de mirarme a mí —le pido—. Tienes que mirar a la cámara. Y sonreír.

—¿Sonreír para qué?

—Para que en un futuro, cuando veas esta foto, recuerdes que estabas feliz.

—Estoy bastante seguro de que en el futuro, cuando vea la foto, te tendré al lado hablando sin parar sobre lo felices que somos. No hace falta que sonría para eso. Y ahora, haz la foto de una vez.

Lo suelta como si nada, como si no acabara de decirme una de las cosas más bonitas que me han dicho nunca. Como si no acabara de hablar sobre mí en su futuro. Como si no acabara de admitir, por primera vez, que es feliz.

—Te quiero mucho —susurro.

Para mi suerte, durante un instante su expresión se suaviza lo suficiente como para poder hacer varias fotos decentes antes de que se dé cuenta de ello y me arrebate el móvil de las manos.

—Ni se te ocurra borrarlas.

—No soy tan estúpido como para hacer eso.

Menos mal.

—¿Cuándo me las vas a enviar?

—Nunca.

Frunzo el ceño cuando su sonrisa se acentúa.

—Neithan, por tu bien más te vale enviármelas —le advierto.

—Están en mi móvil, ¿no? Pues estas fotos son mías. Buena suerte para conseguir que vuelva a aceptar esto, porque tu chantaje emocional no va a volver a funcionar.

—¡Neithan, no tiene gracia!

—Porque no es una broma.

Aún en el sofá de la terraza y con la paciencia al límite, le empujo con fuerza, pero consigue atrapar mis manos con la suya, dejándome a centímetros de él.

Trato de soltarme de su agarre, pero tiene más fuerza que yo, por lo que no consigo que se mueva. Se muerde el labio inferior antes de esbozar una maliciosa sonrisa, provocando que me pierda en su boca.

—¿Has intentado pegarme? —Niega con la cabeza, despacio—. Eso está mal.

—Igual de mal que retenerme como lo estás haciendo, ¿no te parece?

—Me parece que si hubieras querido soltarte y entrar en casa, lo habrías hecho. Los dos sabemos que podrías conmigo si quisieras.

Me callo porque tiene razón.

Neithan acorta la distancia lo suficiente como para que no pueda evitar rememorar como me sentía cuando nos besamos. Está a punto de inclinarse sobre mí, cuando su teléfono suena en un mensaje.

Desvía la mirada al momento, claramente preocupado. Va aflojando el agarre sobre mis muñecas hasta que caen en mi regazo. Él duda durante unos segundos sobre si responder, y comprendo que es por mí.

—Iré dentro —le hago saber en voz baja—. Esperaré a que termines de...

Antes de que pueda levantarme del todo o terminar la frase, él sujeta mi mano y vuelve a sentarme. Lo siguiente que hace es desbloquear el teléfono delante de mí.

—Chase siempre me habla desde un número oculto —murmura—. Sabe que si lo hiciera desde el suyo podría meterlo en problemas.

Me quedo helada cuando lo menciona de esa forma; con tanta tensión. Con... rencor.

—Aún así... ¿No podrían rastrear el número?

—Son teléfonos desechables. No se pueden rastrear.

Dos mensajes se abren delante de mí. El primero consigue meterme miedo en el cuerpo en cuestión de segundos; pero el segundo consigue hacerme entender porqué Neithan quería mantenerme al margen de todo lo que tenga que ver con ese chico.

Desconocido: espero que los golpes que me diste el otro día te merecieran la pena, porque tu querida madre va a pudrirse en la cárcel. Es cuestión de tiempo que consiga meterte allí con ella, hijo de puta.

Desconocido: no creas que me he olvidado de la puta que se metió en medio el otro día. Vas a acordarte de que a mí no puedes joderme cada vez que la mires a la cara.

El ambiente se vuelve tan pesado que resulta asfixiante.

Es como si el oxígeno se hubiera evaporado. Neithan parece estar a años luz de mí.

Dejo mi mano sobre su hombro, pero mi tacto no cambia nada. Continúa con la pantalla del móvil bloqueada y la mirada perdida.

—No le escuches —le pido—. Solo... intenta asustarte.

—Madeleine, te ha amenazado. ¿Comprendes eso? ¿Comprendes lo que significa esa puta palabra?

Por mucho que me intimide cuando está tan alterado como ahora, mantengo mi mirada sobre la suya.

—Solucionaremos esto —le aseguro en voz baja—. Pero tienes que mantener la cabeza fría para pensar con claridad.

Se deja caer por completo en el respaldo del sofá, pasándose las manos por el pelo. De pronto, es como si se viniera abajo. Da la sensación de que lleva en esta lucha más tiempo del que puede soportar.

—Chase siempre me decía que mi padre no nos quería a ninguno de los dos —confiesa en voz baja—. Dice que me dejó su herencia a mí porque le daba lástima. Nada más.

Los ojos se me humedecen y un nudo horrible cierra mi garganta.

—Lo hacía para herirte. Sabes que eso no es cierto.

—¿Y si lo es? —me mira—. ¿Y si nunca me quiso?

—Es tu familia. Claro que te quería. Estoy segura de que eras lo más importante para él.

Tras unos segundos, vuelve a bajar la mirada, afectado.

—He pensado que, si se lo doy, puede que nos deje en paz.

No puede hacer eso.

—Si tu padre te dejó todo a ti es porque quería que lo tuvieras tú, no él. No vas a darle todo lo que tienes.

—Tú eres todo lo que tengo. Te ha amenazado y...

—Neithan —hago que me mire. Noto como el miedo le consume—, vamos a encontrar una solución. Pero olvida la idea de darle lo que quiere. No puedes dejar que siga manejándote como le interesa. Eso se acabó.

Parece que mi actitud decidida lo convence, porque termina asintiendo y bloqueando el número de teléfono.

—Pensaré en algo —murmura—. Seguro que se me ocurre algo.

Está tan inquieto que lo convenzo para dar un paseo por la ciudad. Al cabo de unas horas, lo noto más tranquilo, más despejado, como si los problemas hubieran desaparecido en gran parte. Me quedo un poco más tranquila al saber que puedo calmarlo en cierta forma cuando las cosas van mal.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro