Capítulo V
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Pasaron dos semanas y llegó el día en que Jungkook estaría de regreso en nuestro país. Me sentí ansiosa por la noticia y Má también, incluso creo que ella estaba más ilusionada que yo, ya que durante esas dos semanas que él estuvo fuera solo llegó el paquete con la pieza del rompecabezas y el post it con la nota de siempre: "Hasta la tumba". Cero carta escrita con algún crayón blanco.
—Veremos si durante el viaje compró más crayones blancos —bromeó mamá.
Llegó el siguiente paquete y ambas estuvimos mirándonos por mucho tiempo porque yo no me decidía a abrirlo. Má tenía un abrecartas en su mano y me estaba amenazando en broma con el mismo cuando papá entró al comedor.
—¿Ahora se están disputando al enamorado secreto? —Pá fingía demencia con el tema, pero estaba segura de que en algún momento se percató de que había un ambiente diferente respecto al mismo— ¿Cariño, tengo competencia?
—Solo espero que algún día lo podamos conocer —Má se apartó de mi lado para ir al encuentro de Pá.
—¿Por qué me da la impresión de que ya lo conociste? —cuestionó Pá enarcando una ceja de una manera muy graciosa, causando que la risa escandalosa de Má se escuchara hasta el otro lado del vecindario.
Má le dio una nalgada a Pá y eso me causó gracia y vergüenza al mismo tiempo. Él le dio un casto beso en la mejilla y subió las escaleras a paso lento.
Má y yo nos pusimos en lo nuestro. Abrimos el paquete y el sobre y efectivamente esa vez sí hubo carta. El corazón me latía a cien mil por minuto mientras Má iba corriendo a la cocina por el jugo de uva y yo la seguí para ayudar. Los nervios y la incertidumbre no me permitían quedarme esperando. Vertimos un poco de jugo de uva en un vaso y luego subimos las escaleras casi corriendo, parecíamos dos niñas jugando en toda la casa. Reíamos como dos tontas cuando entramos a la habitación. Yo alcancé el pincel mientras ella acomodaba el papel sobre el escritorio:
"Hola, princesa. Soy yo otra vez.
El viaje fue largo y extrañé mucho escribirte. Te traje un regalo pequeño que sé que te va a gustar, te lo daré junto con las piezas faltantes del rompecabezas si vienes esta vez a nuestro lugar favorito. Yo estaré allí el domingo.
No importa si esta vez tampoco vienes, igual seguiré siendo tuyo... hasta la tumba,
jk".
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Después de viajar en metro hacia Seúl, mi madre y yo tomamos un taxi para llegar directo a la cafetería que Jungkook y yo solíamos frecuentar durante la filmación del reality show.
Siempre que podíamos, nos sentábamos en la misma mesa junto a la ventana, en el segundo nivel.
La verdad me hacía ilusión los recuerdos que me traía el lugar aunque sabía que el trato especial que recibía de Jungkook en todos aquellos momentos eran mera actuación.
La planta baja estaba más concurrida que de costumbre y esperaba que el segundo nivel no estuviera tan plagado de personas como el primero.
Mamá tomó mi mano y me colocó detrás de ella cuando nos topamos con un hombre alto y fuerte, vestido de negro desde su gorra de béisbol hasta sus lustrados zapatos.
El hombre bloqueaba nuestro paso al pie de las escaleras.
—Lo siento, pero no pueden pasar —dijo el hombre con voz grave.
—Como todos los domingos —se quejó una chica que provocó la risa de sus acompañantes, era un grupito que venían del área del baño.
—Será mejor que se rindan, señora —advirtió otra chica de aquel mismo grupo—. Nosotras ya nos cansamos de intentarlo.
Apreté la mano de Má y y tiré con suavidad tratando de movernos para que dejáramos de hacer el ridículo. Pero ella se rehusó a dejarse llevar.
—Dile a ese cretino que nos hizo viajar desde Busan hasta aquí, que dé la cara.
El hombre abrió los ojos como platos ante la exigencia de mi madre. De inmediato, sacó un papel blanco del bolsillo delantero de su camisa. Me miró apenado antes de inclinarse de forma repentina.
—Señorita Han, lo siento mucho —Se hizo a un lado dejándonos el paso libre para subir por las escaleras—, perdóneme por no haberla reconocido.
Má agradeció al hombre de negro, me arrastró enseguida hacia arriba y las chicas que nos hablaron se quedaron atónitas de asombro.
Cuando distinguí la figura de un hombre de espalda ancha y encapuchado que se estaba justo en la mesa especial, Má me dejó seguir sola, pero decidió sentarse muy cerca y por si la necesitaba. El hombre estaba distraído, miraba el paisaje que le ofrecía el ventanal. Má tomó asiento a sus espaldas a dos mesas de distancia.
—Hola —dije al acercarme lo suficiente, provocando que la figura se sobresaltara sobre su asiento y volteara hacia mí.
Su semblante se suavizó casi de inmediato al verme.
—Viniste, al fin —observó con una gran y hermosa sonrisa al ponerse de pie.
Me agarró desprevenida al rodear mi cuerpo con sus brazos de forma repentina. Má se quedó tranquila cuando le hice señas de que no se moviera.
Él me ofreció asiento como todo un caballero y yo acepté, él también se sentó al mismo tiempo que me consultó:
—¿Pido lo de siempre?
A lo que me negué. Su amabilidad parecía tan genuina que empezaba a confundirme como cuando estábamos filmando para el reality show. Pero en aquellas ocaciones lo entendía, teníamos que actuar todo el tiempo. Sin embargo, en ese entonces era distinto, no entendía su amabilidad, ya no tenía necesidad de fingir. Ya no estábamos siendo filmados.
—No, no es necesario. No vine hasta aquí para comer —aclaré mientras observaba detenidamente las cosas que ocupaban la mesa.
—Viajaste desde muy lejos y debes estar hambrienta. No te preocupes por todo esto, podemos ocupar otra mesa —dijo señalando una gran bolsa de papel.
—Jungkook. Solo quiero aclarar nuestro asunto.
Él sonrió con un ápice de picardía y asintió más relajado.
—Si tienes tanta prisa —dijo sacando una caja cuadrada y plana de adentro del bolso que ocupaba la mesa—, pues empecemos.
Dentro de la caja se encontraba una buena cantidad de piezas de rompecabezas. Eran las piezas que faltaban.
—Ya sé lo que es —me apresuré a decir, provocando que él detuviera sus movimientos y se mantuviera paralizado por unos segundos—. Es una foto de nuestra falsa boda, ¿no es así?.
Él suspiró con los hombros caídos y sonrió titubeante.
—Te aburrí con mis mensajes, ¿verdad?
—¿¡Aburrirme!? Aburrir no es la palabra que yo usaría. No hay palabra para describir todo lo que tus mensajes me han causado.
Él me miró confundido, su sonrisa se fue borrando de a poco.
—¿Y por qué estoy teniendo el presentimiento de que no te han gustado?
Saqué el paquete de piezas de rompecabezas de mi bolso y las dejé sobre la mesa antes de ponerme de pie.
—Solo vine a devolverte esto y a decirte en tu cara que puedes dormir en paz y dejarme ser. Tus secretos están bien guardados y me aseguraré de llévamelos hasta la tumba. Puedes detenerte con tus mensajes.
Él me miraba aún más confundido, las palabras no lograban salir de su boca a pesar de que se me hacía obvio que tenía algo que decir.
Sus brillantes ojos se estaban humedeciendo y pensé que su actuación ya estaba llegando muy lejos, su expresión estaba a punto de hacerme quebrar. Empezaba a tener el estupido deseo de abrazarlo y pedirle perdón, pero no podía permitir que me viera como a alguien tan débil y manipulable.
Me alejé antes de que mis impulsos me arrebataran mi momento de valentía, dejándolo a él y a mi madre atrás.
En el primer nivel, llegué hasta el baño de la cafetería y sentí los pasos de alguien acercarse, pensé que era mi madre que me había seguido, sin embargo, reconocí a la persona como una de las chicas de grupito de más temprano.
—Nos quedamos a averiguar qué tenías de especial para que te permitieran subir al segundo nivel.
La chica se paró detrás de mí con los brazos cruzados.
—¿Y ya lo averiguaste? —respondí tomando servilletas para secarme las lágrimas mientras la veía a través del espejo.
—Sí. Eres Hani Han. Y supongo que quien ha estado retando el piso de arriba es Jungkook.
Mis nervios se dispararon ye n cuanto escuché esa declaración. La chica me brindó una sonrisa de triunfo.
—No estás ni cerca de la realidad. Estás muy equivocada. Jungkook no sabe que existo.
Me moví para tirar las servilletas en el bote de la basura. La chica también se movió. Traté de salir del baño, pero la ella me sostuvo por la muñeca retorciéndola un poco en el proceso. Eso dolía.
—No, quien se equivoca al creer que puede engañarnos eres tú.
Las otras chicas entraron al baño y me rodearon cual pandilleras. No lo pensé dos veces antes de patear la entrepierna de la primera chica, provocando que me soltara, salí corriendo empujando a una de ellas en cuanto me vi libre, pero todas me siguieron.
Al final del pasillo miré a todos lados buscando desesperadamente ver a mi madre, no la vi y seguí corriendo antes de que aquellas locas me alcanzaran y me arrastraran devuelta al baño. Salí de la cafetería con ellas detrás de mí, tomé mi celular pero no pude hacer la llamada porque durante el apogeo se ralentizó mi velocidad y estaban a punto de alcanzarme.
En algún momento las perdí y pude marcar al contacto de mamá. Me faltaba el aliento y le di una breve indicación de lo que me estaba sucediendo.
—Quédate dónde estás y escóndete lo mejor que puedas, te buscaremos.
No presté atención a la parte de escuchar a mamá hablando en plural. Llevaba minutos corriendo, era difícil perder a esas locas. Traté de esconderme cuando dos de ellas pasaron muy cerca de donde me había detenido. Pasaron de largo y otras dos también pasaron sin verme, en un momento todas se juntaron maldiciendo y buscando aire, también estaban cansadas.
De pronto mi celular sonó y todas descubrieron mi ubicación, estaba atrapada en un callejón sin salida. Solo tuve tiempo de citar el nombre de la tienda de conveniencia que había en la esquina, cuando una de ellas me asestó un golpe en el estómago que me hizo soltar el celular.
El dispositivo impactó contra el asfalto de la callejuela, quise recogerlo, pero al instante fui derrivada a patadas antes de llegar a tocarlo.
—¡Mamá!, ¡ayúdame! —grité en medio de mi dolor y desesperación.
Fui golpeada por esas jóvenes delincuentes hasta que ya no pude mantener el conocimiento.
Cuando desperté me encontraba sobre una camilla en la sala de emergencias de un hospital.
Vi el rostro de mi madre y creí alucinar la figura encapuchada de Jungkook detrás de ella. Las enfermeras solicitándole a ambos que abandonaran la sala.
—Vas a estar bien, mi pequeña —era más voz trémula de mi madre—, vas a estar bien.
Las voces y las imágenes se difuminaron poco a poco y empezaron a desaparecer.
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Desperté en medio de un suspiro, me encontraba en una habitación. Me sentía agotada y no tan adolorida como cuando desperté en la sala de emergencias.
—Qué bueno que despiertas —necesitas comer algo. Tu estómago está rugiendo como un Leon.
Era la voz de mamá. Tranquila y reconfortante.
—No siento hambre. Má.
—Jungkook estuvo aquí y se ocupó de la cuenta, se sentía muy culpable. Si hubieras visto lo preocupado que estaba.
Revoleé los ojos, y jimoteé con amargura.
—Se que le preocupa su reputación, pero firme un contrato de confidencialidad, sus abogados pueden encargarse si falto, no debería preocuparse tanto.
Mamá chistó negando en desaprobación.
—La predisposición de lleva a malinterpretar todo lo que escuchamos y lo que vemos. Nos imponemos una visión cuadrada sobre un hecho, sobre una situación o sobre alguien.
Creo que un primer malentendido ha creado una serie de otros tantos y ya que nunca lo hablaste con Jungkook, esto ha conllevado a una cadena de terjiversaciones de la realidad, solo de tu parte.
Al inicio de todo, Junkook nunca estuvo molesto porque le tocó hacer pareja contigo, al contrario estaba feliz, en cambio, se molestó porque él te reconoció y tú a él no. Pero luego lo entendió y se dedicó a cuidar de ti y a conquistarte.
—Espera, Má.
—No, déjame terminar. Ese es uno de tus problemas, cariño, tienes que escuchar más y juzgar menos.
Me atraganté con mi propia saliva. Pero guardé silencio ante esa afirmación un poco hiriente de parte de mi madre.
»Jungkook y tú fueron compañeros de preescolar y el primer año.
—¿¡Qué!? —intenté sentarme por la impresión y eso me provocó mucho dolor.
Mamá me acomodó la almohada y al rodar la sábana noté que mi pierna izquierda estaba enyesada.
—Él me dijo que trató de ser el mismo contigo —continuó mamá mientras acariciaba mi cabello—, de mostrase cómo nunca lo hace ante el mundo, mientras que tú malinterpretaste cada cosa que hacía o qué decía.
»En algún momento pensó que lo estabas castigando por no decirte que te había reconocido y creyó que tu actitud hacía él se debía a ese motivo.
—Entonces... quiere decir...
No pude completar la oración, mi mente iba a toda velocidad recordando cada momento junto a Jungkook, cada detalle. Me sostuve la cabeza pensando en lo idiota que habia sido por todos estos últimos meses.
—¿Qué te pasa? ¿Te duele la cabeza? —Mamá sonó preocupada—. ¡Enfermera! —La escuché llamar.
—Estoy bien, má —tranquilicé. No obstante, no tarde en empezar a llorar a lágrima suelta—. He sido una gran idiota, Mà. Tengo bien merecido todo lo que me está pasando.
Imaginé a Jungkook decepcionándome de la clase de persona que descubrió que era. No podía sentirse más decepcionado.
Fuimos compañeros de primaria y yo no lo recordaba, en cambio, ¿Él sí se acordaba de mí?
No lo iba a culpar si no quería volver a verme.
Ma me hizo tomar uña caldo desabrido y frío que me habían servido en el hospital. Me consoló hasta que me quedé dormida de nueva cuenta.
Al otro día desperté sola en la habitación del hospital, sintiendo menos agotamiento, mi cuerpo se sentía un poco mejor, pero mi corazón y mis ánimos estaban por el suelo. Pensar que pude haber sido el interés romántico y mínimo haber mantenido una amistad con mi bias de bias y que lo arruiné como la idiota que soy.
Lágrimas no tardaron en brotar de mis ojos. Quería salir a buscar al grupo de delincuentes para que me golpearan otra vez, quería devolver el tiempo para reglarlo todo entre Jungkook y yo.
Lo había perdido todo, mis amigas, mi amor membresía en el fandom, mi semestre de n la universidad, mi vida. Me había perdido en el camino, todo por mi estupida d y negativa manera de ver las cosas a partir de un momento significativo.
El señor Kwan tenía razón, siempre la tuvo. Pero yo no lo entendía.
—¿Por qué no fue más rudo conmigo? Me pregunté, pensando en qué si el señor Kwan hubiese sido más directo conmigo tal vez lo hubiese comprendido todo sin haber tenido que llegar tan lejos.
Pero solo lo estaba haciendo de nuevo, tergiversaba mi realidad. Buscaba la manera de culpar a otros por mis errores.
—Puedo ser rudo, si así lo prefieres.
Me sobresalté al escuchar esa voz sedosa y masculina.
—¿¡Qué!? No... no es lo que piensas.
Jungkook traía un ramo de Magnolias blancas y lila entre sus manos. Se adelantó hasta quedar cerca de mí. Los nervios me hacían templar prácticamente. Él sonreía y la vez me brindaba una mirada reconfortante.
—Puede que así sea. Tengo mucho para hablar contigo —concordó acercando su mano a mi rostro para limpiar los rastros de lágrimas con su pulgar.
—Mamá me contó que nos conocíamos de antes.
—Yo le conté a tu madre. Fue muy fácil hablar con ella. Es mejor conversadora que tú.
Me acarició el cabello y me sonrió juguetón. Y yo no pude evitar deshacerme en llanto. Él soltó el ramo de Magnolias a los pies y tomó una de mis manos sobre las suyas. En ese momento mamá abrió la puerta, luego de sorprenderse de encontrar a Jungkook allí conmigo, decidió no entrar.
—Soy una tonta —me desahogué—, lo malinterpreté todo, todo.
Jungkook acariciaba mi mano y no sabía cómo hacer o qué decir para que yo parara de llorar. Era tan tierno, ¿cómo pude haber pensado tan mal de él? ¿Cómo?
—No eres una tonta, solo fuero muchos malentendidos.
—No merezco que estés aquí conmigo. Merezco otra paliza por idiota.
—¡No digas eso! En un futuro hablaremos de lo que nos pasó y nos reiremos de todo.
—¿En un futuro? ¿Tú aún vas a querer verme?
—Por supuesto que sí. Eres mi primer amor y la única para mí. Es nuestro destino.
Y ante aquellas palabras dejé de llorar en modo automático. Me sonrió como solo él sabe hacerlo.
—¿Eso quiere decir que me perdonas?
—No necesitas disculparte, no ha sido tu culpa, si yo me hubiese sincerado y n algún momento, tu cabecita no hubiese llegado tan lejos entretejiendo do. Pero todo ha sido cosa del destino.
Otra vez estaba mencionando el destino, como si n verdad lo creyese así.
—¿El destino?
—No puede ser otra cosa. El destino nos volvió a unir y me aseguraré de que nos mantengamos juntos, si estás de acuerdo.
Asentí hipando y sonriendo con el rostro lleno de lágrimas.
El levantó mi mano y enganchó su meñique con el mío.
»¿Hasta la tumba?
—Hasta la tumba.
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