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Capítulo IV



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Era otro jueves de sesión, sabía que las consultas con el señor Kwan ya me estaban gustando más de lo que podía permitirme. Allí podía sacarme las espinas sin temor a verme envuelta en una demanda de parte de HIBE, podía hablar de lo que fuera y de la forma que quisiera. Podía decir lo que nadie me iría a creer, lo que ninguna ARMY querría escuchar, que Jungkook, a quien amé con el sentimiento más bonito que pudo haber salido de mí; y, posiblemente los demás miembros, se ocultaba bajo una máscara.

Se acercaba el día de la boda de Taehyung-ssi. Todas las parejas debíamos tener una. Convertirnos en esposos frente a las cámaras era el chiste principal del show, pero no podían preparar una boda de 14 en una sola noche, sería divertido de ver, pero no sería viable para la producción, debían mantener el rating a costa de lo que fuera. Y una semana de bodas completa era el disparador perfecto. Una boda por día y Taehyung y su pareja serían los inauguradores.

Se suponía que todas las parejas nos reuniríamos por primera vez en la ceremonia, me ponía nerviosa encontrarme de nuevo con los 7 integrantes de la banda juntos. Mis 6 compañeras ARMY no me preocupaban mucho, pues daba por hecho que debían estar en la misma situación que yo. Pero sucede que tuve que conocer un poquito mejor a Taehyung antes que a los otros chicos.

Jungkook y yo estábamos actuando nuestro papel de pareja simpática frente a las cámaras de su departamento cuando recibió una llamada de Taehyung, era medio día y la profunda voz del castaño se escuchaba lloriqueando en el altavoz. Diciendo que estaba antojado de comida casera.

—Estoy en aprietos... por favor sálvame, Jungkookie. —Resultaba que Tae no era de mucho gusto por la practica en la cocina y su pareja era aún peor que él.

—Espéranos, llegaremos en unos minutos. —Jungkook colgó y corrió hacia el mueble de su habitación, Se puso un reloj y algunos accesorios en la otra muñeca.

Él pudo haber hablado en singular... pero no, dijo "Espéranos" y no sabía qué sentir. Pudo haberse deshecho de mí al menos por el resto del día con la excusa de visitar el apartamento de Taehyung. Pero decidió no hacerlo. Y volví a caer como una tonta enamorada cada vez que hacía algún gesto lindo conmigo.

Lo observé mientras sacaba una camisa de su closet y se la ponía encima de su polo. Agarró unos pantalones y se metió en el baño. Cuando salió con el cambio de pantalón se me quedó mirando.

—¿Por qué sigues ahí? —cuestionó sonriente e inocente, pero yo sabía que, si no estuvieran las cámaras, habría sido tosco y frío.

Un escalofrío me hizo sacudir el cuerpo. Me moví para sacar un par de piezas rápidamente, antes de que le agotara la paciencia al pelinegro. Me dirigí al baño sin saber que él me seguía de cerca.

Vi que lanzó el pantalón que se había quitado sobre la cámara que se ubicaba cerca del lavamanos, eso me hizo acelerar el corazón, cuando hacía eso era para lograr privacidad, iba a hacer algo. Me apresuré a entrar al baño para cerrar la puerta, pero él fue más rápido que yo, había evitado que me encerrara interponiendo un pie entre el marco el borde del madero.

—Perdona mi lentitud —susurré para que no llegara hasta el micrófono de la cámara más cercana— es que me sorprendió que quisieras llevarme contigo.

—¿Y dejarte sola en mi apartamento? —Enarcó una ceja con una mirada penetrante y escudriñadora, casi acusadora—. ¿Eso te gustaría, ¿verdad? —sonrió con cinismo antes de retirar su pie.

—Cariño, date prisa ¿Sí? No quiero que Hyung espere mucho tiempo —le escuché decir, su voz se escuchaba entusiasta y lejana a través de la puerta. Otra vez estaba actuando.

Me estaba volviendo loca.

Pasaban de la una de la tarde. Al llegar al apartamento de Taehyung, él y su pareja nos recibieron gustosos y se presentaron -Como si ya no conociéramos nuestros nombres-. No tardaron en invitarnos a la cocina, sí que tenían hambre.

—¿Sabes cocinar? —me preguntó el castaño entusiasmado.

Debí verme muy pusilánime y dubitativa porque él miró a Jungkook con interrogación y el otro solo se encogió de hombros.

—Yo me encargo —puntualizó Jungkook con naturalidad, haciendo sonreír ampliamente a su mayor.

—Pero yo quiero cocinar para mi osito —insistió Jina—. Ella sabe cocinar bien, se le nota. Que sea mi asistente mientras ustedes se relajan.

—Noooo —intervino Taehyung —No tienen por qué hacerlo, me gusta mucho la comida de Jungkookie.

Por no decir que solo confiaba en la comida de alguien de confianza.

—Sé cocinar —dije—. No es uno de mi fuerte y tampoco es que practique muy seguido, pero se cocinar.

Taehyng se puso feliz y Jina rio y aplaudió alegremente.

Había kimchi en el refri. Así que decidimos hacer algo fácil arroz frito y ramen. Jina hablaba mucho de sobre moda, se sabía todo acerca de las marcas de todos los productos que existían, o eso dijo. Me entretuvo hablándome del por qué deseaba perdidamente que J-Hope fuera su pareja –aunque nunca vi que se quejó cuando Taehyung la eligió- estaba segura de que Taehyung sabía mucho de moda también, pero sus gustos se contrariaban con los de ella, en cambio, todo hubiese sido distinto con J-hope.

La chica no paraba de hablar y hablar, era tanto que idiotizaba, en un momento me pidió que la acompañara al baño y el otro estábamos en la habitación de Taehyung recreando un muestrario de sus prendas. Nos olvidamos del mundo por un rato, hasta que la alarma detectora de humo empezó a timbrar. Cuando llegamos a la cocina, ya los chicos se habían encargado de controlar el desastre.

Nunca me sentí tan patética al recibir una mirada de desaprobación. Tragué seco y me disculpé abochornada. Suspiraba decepcionándome de mí misma cada tanto. No me atrevía a volver a mirar a los ojos a Jungkook. Nunca pensé que pudiera ser tan cierto que una mirada dijera más que mil palabras, en el caso más de mil insultos. No resistiría mirarlo y sentir eso de nuevo.

—Pidamos una pizza y comida china —Se notaba que Taehyung estaba decepcionado por no tener su comida cacera, pero hizo lo posible por evitar que la tensión se volviera más filosa.

—No, yo quiero pollo con cerveza, osito, no me gusta la comida china y ayer comimos pizza.

Escuché una risita ahoga que venía del doctor Kwan.

—Esa parte no salió en el capítulo —El psicólogo me descolocó con ese comentario—. Hubiese sido divertido.

Me senté asombrada sobre el mueble para poder mirarlo.

—¿Está viendo el programa? ¿Desde cuándo?

—Desde que dijiste que todos los capítulos estaban en Weverse y no soporté la curiosidad.

—Oh por Dios... —Mi desconcierto, no era mayor que mi vergüenza, no más del que él percibía.

—No me mires así. No hay de qué preocuparse. Seguiré siendo objetivo. No odiaré ni amaré a nadie.

Le eché una mirada escéptica

—No te preocupes, solo estoy estudiando la magia que hacen los editores eliminando escenas que entorpecen lo que ellos buscan proyectar.

Mi boca se abrió involuntariamente por el desconcierto de ser burlada descaradamente. Me levanté del sillón y tomé mi mochila.

—No lo sé, creo que pensaré si es conveniente volver por aquí.

—¡Hasta pronto! — canturreó cuando me vio llegar a la puerta—. Sé que vas a volver.


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Llegué a casa con los hombros caídos y la decepción marcada en el rostro. Má no había llegado. Por lo visto mi sesión con el psicólogo terminó más temprano de la cuenta. Ahora me sentía peor que antes de ellas. Debí parecerle una estúpida y mentirosa a ese señor desde el principio, mientras que yo le estaba agarrando aprecio por ser la única persona con la que me podía permitir hablar de mis frustraciones sin ser demanda por intento de difamación. Era imposible que estuviera de mi lado.

Me fuí a llorar en paz en la soledad de mi habitación y lo primero que me encuentro es el bendito paquete junto al sobre de todas las semanas. Los empujé hasta que cayeron al piso y me eché en la cama abrazando mi almohada, humedeciéndola con mis lágrimas ahogadas y solitarias.

La depresión puede ser un monstruo, uno muy silencio. Consume por dentro. Desde ese jueves pasaron otros tres sin salir de casa. Prácticamente me la pasé encerrada en mi habitación, ya ni me importaba cuanto estaba preocupando a mamá, ni siquiera sabía qué me importaba. Eché a perder el semestre al final y mamá se cansó de interceder por ella misma y decidió buscar ayuda.

Así fue como mi psicólogo llegó a estar en mi habitación. En cuanto entró prensó su nariz con sus dedos como si estos se trataran de una pinza.

—¿Hace cuánto que no te bañas?

—Buenas tardes, noche, día, lo que sea. Se saluda primero, ¿no? —el sarcasmo se me daba natural en el estado en que me encontraba. Mi humor no estaba para soportar ni escuchar sermones y esta visita inesperada apestaba a precisamente a esas intenciones.

El psicólogo volteó a ver a Má enarcando una ceja.

—¿Ni siquiera sabe si es de noche o si es de día? Esto es crítico.

—No se baña, no limpia su habitación apenas habla —la voz de Má se oía entrecortada. Estaba a puntito de llorar—. Se lo dije, señor Kwan, en verdad esto es un SOS.

—Pero usted no me dio estos detalles. Pensé que solo se trataba de un berrinche nada más.

Y Ahí estaba, lo que más odiaba escuchar cualquiera que se estuviera sintiendo como yo. Solo sentí que tuve la razón en no volver a sus consultas, ese hombre no sabía cómo ser un profesional.

—No necesito esto ¿Sí? —Me salí de la cama con mucho enfado, uno que desconocía en mí—. Me voy a bañar y cuando salga del baño no quiero encontrármelos aquí.

Me tardé un largo tiempo en el baño, no solo para compensar los días sin haber tomado una ducha, sino para darles la oportunidad de que se cansaran de esperarme. Cuando cerré el grifo, se escuchaban sus voces en mi habitación. Definitivamente esa invasión a mi privacidad me estaba cabreando. En un principio pensé en quedarme encerrada en el baño hasta que ellos se cansaran y dejaran mi habitación, pero muy pronto escuché tres toques suaves en la puerta. Estaban esperando a que terminara de bañarme.

—Cariño tienes que ver esto —la voz de Má se escuchaba ¿emocionada?

Tomé mi bata de baño y salí dispuesta a sacarlos a los dos de mi habitación, jamás esperé ver lo que estaban haciendo. Estaba a punto de saber cómo se sentía perder el control en medio de un ataque de cólera.

—¡¿Qué creen que están haciendo?! —grité a todo pulmón con una voz desconocida que no pareció haber salido de mí.

Sentí que mi corazón se había movido e instalado en mi garganta, lo escuchaba retumbando justo en mis oídos. Mis ojos fueron testigo de cómo todo aquello por lo que tanto me esforcé en ocultarle a mis padres y a mis amigas estaba siendo objeto de estudio del psicólogo justo en presencia de mi madre.

Aceleré mis pasos hacia ellos arrebatándoles mis cosas en cuanto tuve alcance.

—Momento, jovencita, esa no es la manera en la que te educamos —retó mamá.

No me importaba su reproche de mamá, nunca fui de esa manera, pero no lo pude evitar, estaba muy enfadada. Sin mi permiso, habían abierto los paquetes que estaban tirados en el piso desde hacía semanas y también los dos que habían llegado después de eso. Todo estaba esparcido sobre mi escritorio.

—Está bien —dijo el psicólogo tocando el hombro de mamá para tranquilizarla—. Ella tiene derecho de sentirse furiosa. Yo le debo una disculpa.

Su gesto me pareció tan cínico.

—No trate de quedar bien ahora. Usted carece de profesionalismo.

Lo que en verdad quería reclamarle era que él sabía de mi gran temor de que mamá supiera toda la verdad, que él fuera quien le hubiera contado todo y no yo. Lo había expresado más de una vez durante las sesiones. Él lo sabía bien.

Má se adelantó unos pasos entregándome una mirada severa.

—Hija, el señor Kwan es un hombre muy ocupado. Me costó mucho convencerlo de que viniera a verte. Yo...

—¡No me importa! —grité a punto de perder la razón.

Me sentí mareada y mi estómago se contrajo con un revoltijo extraño. Me dejé caer sobre la alfombra que yacía delante de la cama, tapando mi rostro para desbordarme en llanto al ver la expresión desconcertada de mamá ante mi reacción.

»Realmente ya no hay mucho que me importe... no sé por qué... —agregué entre sollozos.

Sentí los brazos de mamá rodeándome y eso me hizo pensar en la mierda que me estaba convirtiendo. Extrañaba mucho sus abrazos, extrañaba a mis amigas, extrañaba mi vida antes de conocer a Jungkook. Extrañaba a mi antigua yo.

—¿Por qué duele tanto? —pregunté a la nada mientras le devolvía el abrazo a mi madre—. ¿Por qué duele tanto mi pecho, mamá? —pregunté acongojada atragantándome con mi propia saliva.

Cuando estuve más calmada mamá y yo nos sentamos en la cama y el psicólogo se acomodó en mi silla rodante de escritorio, sobre el que reposaban todas las piezas de rompecabezas, la colección de post it's y también los sobres junto a las hojas en blanco donde siempre venían pegados los post it's, bueno solo las tres hojas de las últimas semanas porque las anteriores las había botado pensando que solo eran basura.

—Señora Han. ¿Nos podría dar un momento a solas, por favor?

—¿Por qué sigue aquí? —le cuestioné al hombre con antipatía.

—Porque vine a pedirte disculpas y no me iré sin antes haber hablado contigo.

Mamá se puso de pie acarició mi cabeza, me dio un beso en la frente y salió sin decir palabra de la habitación.

—Escucha: la predisposición hace que las cosas no marchen bien entre las personas, al contrario, las empeora. Confieso que también me pasó contigo y puedo deducir que estás predispuesta con relación a mi profesionalismo, además de otras cosas.

—Okey. Si eso es todo. Ya puede irse.

—¿No escuchaste lo que acabo de decir?

—Por supuesto. No estoy sorda.

—Necesito que hagamos a un lado las presuposiciones para que todo esto se aclare de la mejor manera. Podría decir que me estás tratando como lo hizo Jungkook contigo.

Eso me hizo sentir extraña, lo primero que pensé es que estaba jugando conmigo ¡Cómo se atrevía?

—¿Qué quiere decir con eso? —hice un silencio de unos 3 segundos—. O sea, ¿hago de cuenta que usted no me toma por una idiota que alucina cosas que nadie me iría a creer? Usted cree que soy una mentirosa.

El psicólogo me echó una mirada severa.

—No, pero más o menos eso vamos cerca la primera opción.

Lo miré escéptica y cuando iba a rebatir su punto él se arrastró sobre la silla para acercarse a mí.

—A veces las cosas no siempre son como uno las ve. Una vez que empiezas a ver el lado equivocado de algo o de alguien, ya no puedes parar.

—¡Lo sabía!, sabía que pensaba eso de mí.

—Señorita Han, ¿puede prestar atención a lo que digo? —Nunca había escuchado a alguien así levantando la voz—. Estoy tratando de explicarte algo muy importante. ¿Puedes dejar de estar a la defensiva por un momento?

El hombre se encorvó y se tomó la frente con los dedos. Parecía reflexionar por su reciente comportamiento. Se puso de pie y buscó una de las cajitas que habían abierto sin mi permiso.

—Te mostraré que no hay nada de qué preocuparse, pero debes poner atención —dijo volviéndose a sentar frente a mí.

—Tal vez todo el paisaje no era completamente como tú lo veías —dijo entregándome una hoja en blanco y un pincel. El mismo que vino en el primer paquete—. Hay partes que no has visto aún.

—¿Qué se supone que haga con esto? —Me encogí de hombros confundida. Tomando el pincel y el papel con desgana.

—¿Jungkook sabía que te gusta el jugo de uva?

Resoplé, viniéndome a la mente que esa información debió haberla sacado de mamá, de lo contrario, le puso mucha atención a los capítulos del Reality Show.

—Anja.

—¿Y a él le gustan mucho los crayones? —se nota que estaba muy seguro de que lo sabías.

Definitivamente le puso atención de más a los capítulos. Ni yo me acordaba de eso.

—Sí, le gustan, le gusta mucho pintar, dibujar, en fin, sí sabía que le gustan mucho los crayones, pero nada de eso viene al caso.

No era información importante, lo que necesitaba era hablar con alguien acerca de cuántas veces fui herida por él, porque eran mis sentimientos, era algo que se anudaba en la garganta y que no podía hablar con nadie.

—Es por eso que busqué los capítulos del reality. Él se portaba muy lindo contigo, hacían una bonita pareja, incluso ganaron el segundo lugar en los votos de la audiencia.

Solté una risa corta con ironía.

—Y usted no se imagina como me miró porque no ganamos el primer lugar por mi culpa, fue tan doloroso. No soy mejor actriz que él e hice que perdiera, es muy competitivo, ¿sabe?

—Sí, pero no sabemos lo que pensaba. Solo te miró de x manera y tu sacaste tus conclusiones.

Ahí estuvo de nuevo... Respiré hondo y tendido. Solté el papel y el pincel sobre la cama, dispuesta a terminar con aquella conversación.

El hombre muy desentendido se puso de pie una vez más, pensé que había decidido irse de mi habitación por cuenta propia, así que no dije lo que estaba a punto de decir. Sin embargo, en vez de salir fue otra vez a mi escritorio, tomó un vaso plástico y me lo acercó. Me le quedé mirando sin entender. Él miró el pincel sobre la cama.

—¿Qué? ¿A qué está jugando? —inquirí con poco interés.

—Esto es jugo de uva. ¿Aún no lo entiendes? —cuestionó enarcando una ceja y reprimiendo una sonrisa.

Pasaron cinco segundos, diez, veinte, treinta...

Pestañeaba cual tic nervioso cuando fui cayendo en la cuenta de lo que el señor Kwang trataba de hacerme entender. En un acto apresurado tomé con brusquedad el pincel y lo sumergí dentro del vaso que aún estaba en manos del psicólogo. Rápidamente lo pasé por la superficie de la hoja en blanco y ahí las vi... eran sus hermosas letras hechas con crayón blanco, ¡era un mensaje de Jungkook!

"Hola, princesa.

Soy yo otra vez.

Esta semana no haré la visita al que fuera nuestro lugar favorito, pues estaré de viaje. No te preocupes por la pieza, seguiré enviándolas una a una hasta que decidas venir a buscar el resto de ellas.

Tuyo... hasta la tumba,

jk".

—¡Oh por Dios! —Exclamé incrédula y feliz a la vez.

Leí, releí y volví a leer el mensaje, totalmente llena de sorpresa. No se trataba de un engaño, era su letra. Lo que me hizo pensar en que nunca debí botar las hojas en blanco, aunque le restara importancia, ahora nunca iba a saber qué decían las otras. Un nudo que se sentía distinto al anterior apretaba mi garganta. Percibí como se elevaba la temperatura de mi cuerpo y una sensación particular en mi estómago empezaba a cosquillear.

—Por favor, disculpa que tu madre y yo hayamos leído la que está por allá —. El señor Kwon señalaba mi escritorio.

Corrí hacia allá y efectivamente, una de las hojas ya tenía el mensaje revelado:

"Hola, princesa. Soy yo otra vez.

Espero que te estés saludable y que estés estudiando mucho. Confío en que lo estás haciendo bien, porque sé que eres buena. Estaré el próximo domingo en nuestro lugar favorito.

Tuyo... hasta la tumba,

jk".

—¡Es que... es que no me lo creo!

Mi garganta exhalaba suspiros involuntarios, abracé aquel papel pegándolo a mi pecho sin importar que el jugo de uva estuviera manchando mi pijama. Me sentía tan feliz como nunca lo había sido en los últimos meses.

—Supongo que ese debe ser su verdadero yo, ¿No lo crees?

No supe qué responder, quería decirle que no estaba loca y todo lo que viví fue real. Pero ya no estaba de humor para rebatir ese tema. Estaba feliz.

—Una cosa es cómo percibimos nuestro entorno, otra como lucen cuando guardan las apariencias, y otra que puede ser muy distinta es cómo son en realidad. Pues todos llevamos una máscara.

Ladeé la cabeza haciendo una mueca de confusión hacia el señor Kwan. Me hubiese gustado decirle que debía quitarse la suya.

»Tu madre tiene una impresión equivocada de ti. Pero hoy ya se te cayó la máscara frente a ella. Le mostraste a esa niña histérica y malcriada que eres cuando las cosas no salen como deseas.

Mi rostro empezó a arder. Juro que iba a prenderse en fuego por la vergüenza que sentí. Tragué duro y agaché la mirada. Si lo pensaba con más cuidado, aquellas palabras eran una gran verdad.

Él había quitado mi mascara primero y ni cuenta me estaba dando.

—Ay, cielos. Lo soy, ¿verdad? —No iba a negar lo innegable.

—Le debes una gran disculpa y deberías estar agradecida de tener por madre a esa gran mujer.

—No puedo sentirme peor —lloriqueé apenada. Iba a costarme mucho disculparme después de mi comportamiento anterior.

El psicólogo depositó el vaso plástico en la superficie de mi escritorio, tomó una de mis manos en medio de las suyas.

—Mientras más amas a una persona, con más intensidad brilla su máscara. Hay escalas, valores que premian las máscaras, es como poner un sticker cuando te felicitan o haces algo extraordinario, en vez de eso, una gema costosa y brillante, según el valor que le otorguemos a las acciones de nuestros seres amados. Mientras más amor y aprecio le entregas a una persona, más peso toma su máscara y si algún día ésta se cae, se rompería menos o más que otras dependiendo de su peso acumulado. Y mientras más pesada esté en ese momento, más irreparable será el estado en el que quedará la máscara caída. Así de roto quedará tu corazón.

Era la primera vez que el psicólogo me hablaba de esa manera. Era la primera vez que tuvo mi absoluta atención.

»Si la máscara de un transeúnte se cae frente a ti , no hará ruido ni daño palpable, porque será ligera como pluma, tú corazón no sentirá nada. En cambio, cuando amas a alguien duele mucho más la decepción.

Con aquellas palabras el señor Kwang soltó mi mano y fue a abrir la puerta para salir.

—A propósito... ese chico quiere verse contigo. Lleva mucho tiempo espetándote. Deberías buscarlo, bueno al menos tratar de seguir la indicación. Él sabe lo difícil que sería lograr verlo. Y creo que por eso te deja esa fecha y dirección en clave.

¿Fecha y dirección? ¿Buscarlo?

—Usted siempre me decía que lo mejor era buscar algo qué hacer. ¿Cree que no entendía su indirecta de que dejara de pensar en él? ¿Ahora me pide que lo busque?

—Era muy obvio que me percatara que tienes un enamoramiento y no uno cualquiera, sino con una celebridad de semejante calibre. Para esos casos solo existe una solución, olvidarse de ese imposible y continuar con la vida. Pero ahora creo que tu caso podría ser otro.

—Si usted cambia tanto de consejo, ¿Cómo cree que voy a hacerle caso?

—Es que escuchándote citar tu versión de la historia, empecé a creer que tenía que analizar si se trataba de alguna obsesión peligrosa, no lo podía deducir a ciencia cierta. Lo mejor era aconsejarte para que ocuparas tu vida y fueras hallando la forma de olvidarte de él. Ahora conozco un tanto la versión del chico, una que nunca supiste ver correctamente.

El silencio reinó en mi habitación, pero aquellas últimas palabras retumbaban con un eco en mi mente.

La cabeza de Má se asomó por la puerta al menos unos cinco o seis minutos después. Abrí la boca para pronunciar una larga disculpa, pero ella habló primero.

—No te preocupes. El señor Kwang me dijo que no fuera dura contigo, él ya te regañó lo suficiente.

No era tan cierto... creo que merecía mucho más que eso para escarmentar. Todo ese tiempo fui una tonta, me hice daño y estaba dañando a todos los que amo. Incluyendo a mis amigas, pero principalmente a mamá. Corrí a través del poco espacio que nos separaba y la abracé con fuerza posando mi cabeza sobre su hombro.

—¡Má! no merezco ser perdonada —sollocé con el corazón inundado de arrepentimiento—, por favor, castígame como se debe, he sido muy mala hija.

—¡Por supuesto que sí! —concordó separándose del abrazo—. Ahora mismo deberás empezar a armar ese bendito rompecabezas que me ha tenido tan intrigada y bajo tanto estrés.

—¿Solo eso? pero qué fácil.

—No lo creo... hay algo más...

Su expresión era igual a la de una niña a punto de hacer una travesura.

—¿Armamos el rompecabezas?

Quería decirle que lo había intentado antes y que no pude descifrar nada porque tenía muy pocas piezas que conectaban, aún faltaba más del ochenta por ciento para ver la imagen. Pero vaya sorpresa que me llevé cuando me percaté de que no hacían falta más piezas para que pudiera adivinar que era la imagen de una foto de boda, probablemente, nuestra foto de la boda falsa en el Reality Show.

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