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Capítulo 2 (El inicio)

Después de los estragos que ha sufrido la Tierra por parte de la avaricia de la humanidad, nuevamente llega un día más.
En ese sitio, donde alguna vez se llamó "El santuario" ahora solo quedaban escombros y maleza que crecía por todo el lugar, un sitio totalmente abandonado con el paso de los años, todos se fueron olvidando de esos  nobles caballeros que protegieron al santuario, todo parecía estar en orden. h
Hasta ahora.

En el olimpo el grandioso Zeus discutía con Hera.

- Estoy harto, he pasado muchas cosas en alto con los humanos, no sé como pude dejarme convencer por Athena, proteger a  la humanidad. Ahora resulta que no me consideran deidad divina.

- Tranquilo Zeus, quizá sea hora de que liberes  a Athena del sueño donde la tienes desde que ese humano Seiya se enfrentó ante Apolo, la tienes cautiva desde lo más alto del monte olimpo. Quizá si la liberas ella puede poner en orden a la humanidad.

- No lo haré, es hora de que yo el gran imponente Dios Zeus le de una lección al los humanos... Acabaré con toda la raza humana. Ya no hay ningún poder que me detenga.

A lo lejos la Diosa Artemisa escuchaba esa discusión  entre Hera y Zeus, no era novedad que entre ellos dos siempre se suscitaba pleitos sin sentido.
Tal vez ella al principio ambicionaba lo mismo que su padre Zeus, sin embargo el espíritu de ese chico caballero de pegaso por proteger a su diosa, mostró su convicción y era más fuerte que cualquier cosa, primero está el deber. Ahora lo entendía, Athena solo protege a la humanidad, quizá ellos también tengan derecho a vivir y creer en lo que ellos crean correcto, ser libres de creer y decidir.

En su mano derecha aún llevaba a Niké, era hora de buscar algún humano que sirva de recipiente para Niké, tranferir  ese poder a alguien más sin que Zeus se dé cuenta, de lo contrario destruiría a Niké y no tendrían oportunidad de salvar a la humanidad.

Sin hacer mucho ruido, salió de ese lugar dejando al gran Zeus y a Hera en su discusión, bajaría a la tierra para buscar a la persona perfecta para este trabajo.

Cuando Artemisa llegó hasta la entrada del olimpo, se encontró con Hermes.

- A donde vas con tanta prisa Artemisa y sobre todo lo más importante... ¿A donde llevas a Niké? - Preguntó con curiosidad.

- ¡Oh! Hermes esto es grave, Zeus ha perdido la cabeza, quiere acabar con la humanidad por el simple hecho de que los humanos han olvidado a las deidades divinas, quiere acabar con la tierra- Respondió la Diosa de la Luna muy preocupada ante la situación.

- Quizá sea lo mejor, los humanos solo son más que simples mortales que se han revelado contra los dioses, un buen escarmiento los haga cambiar de parecer.

- No me refiero a eso Hermes, que caso tiene que Zeus desate su ira en contra de los humanos, si después no existirá vida alguna que rinda pleitesía a los dioses, todo quedará en tinieblas, solo obscuridad.

- Ahora suenas como la odiosa de Athena.

- Hermes esto es serio, sabes que Zeus no mide la consecuencia de sus actos.

- Y que propones tú ¿Crees que con bajar a la Tierra ya se solucionó todo?.

- Tengo que buscar algún humano que sirva de recipiente para resguardar a Niké, si Zeus se llega a dar cuenta, la humanidad no tendrá oportunidad, es su única esperanza.

- Entiendo tus razones Artemisa, pero ¿No se te hace algo muy burdo que Niké interfiera sola entre los humanos y Zeus?

- Quizá tengas razón pero... es la única esperanza que les queda, a menos que liberemos a los caballeros dorados que estaban al servicio de Athena, quizá puedan ayudar en algo. Además ellos son la élite más fuerte de los ochenta y ocho caballeros al servicio de su diosa.

- Su deber será liberar a su diosa de la prisión donde duerme enclaustrada, Niké solo los guiará al Olimpo, y cuando lo haga, la esencia de Niké regresará al cetro dorado, para estar a lado de Athena.

- ¿Y cuando pase eso, después que harán?

- Athena debe tomar el mando que le corresponde en la tierra, enfrentar a su padre y hacerlo entrar en razón.

-Es algo arriesgado ¿No lo crees?

- Quizá, pero no tenemos opción... sin humanidad, no tiene caso que estemos los dioses, si no hay quien crea en nosotros.

- La humanidad es repugnante pero debo admitir que en eso tienes razón, dime como piensas liberar a los caballeros dorados, ellos necesitan de una deidad divina que los reviva, Hades no creo que quiera hacer semejante favor.

- Se necesita la sangre divina de un dios, para prolongar la existencia de la humanidad,  así que usaré la mía para despertar a sus caballeros - Agregó Artemisa con esmero.

- Si vas a la Tierra, ten mucho cuidado. No sabemos como son ahora los humanos, tiene más de doscientos años que no ponemos un pie en la Tierra.

- Solo te pido un favor Hermes... no dejes que Zeus se dé cuenta que no estoy.

- Si dices que estaba discutiendo con Hera, créeme que tardarán mucho en decirse sus verdades, así que aprovecha el tiempo, yo no hablaré nada.

La Diosa de la Luna aprovechó ese momento único, comenzó a descender a Tierra firme, para su fortuna llevaba consigo una túnica negra para pasar de manera desapercibida entre los lugareños. Así comenzó su búsqueda, necesitaba alguien de buen corazón, puro y de buenos sentimientos y sin malicia alguna. Al menos esperaba que después de todos los estragos que ha pasado la tierra encuentre alguien que sea candidato para esa labor.

Comenzó a caminar entre aquellos escombros y maleza de lo que alguna vez fué el santuario, se miraba desolado, sin alma alguna. Sin el cosmos de una deidad divina, como Athena, el lugar estará en ruinas.

Cerca de donde se situaba, se encontraba un gran lago, pudo lograr divisar auna chica de cabellos largos y obscuros cómo la noche, ella se encontraba frente al lago para poder llevar algo de agua a su cabaña.

Se acercó a esa joven de vestido azul, primero necesitaba ponerla a prueba, de no ser así, tenía que seguir en su ardua búsqueda. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de ella intentó hacer una ligera plática con ella.

-Buen día señorita, dime ¿Eres de este lugar?

- ¡Oh! disculpe, buenos días - La joven le regaló una sonrisa, claro, vivo cerca del lago ¿Puedo ayudarla en algo?- Preguntó de manera cortés.

- En realidad, solo quiero un poco de agua. Mi viaje por estas tierras ha sido muy largo, muero de sed ¿Podrías  regalarme un poco de agua?

- Claro, con gusto. En mi bolsa traigo un vaso pequeño, permítame - La chica de vestido azul, buscaba en su bolsa que había dejado en el suelo.

La Diosa de la Luna la inspeccionaba desde la cabeza hasta sus pies usando la habilidad de mirar su aura, aunque muy en el fondo lograba presentir un pequeño cosmos. No desprendía ninguna maldad... Era muy buena candidata para llevar esa responsabilidad.

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