29
El día que terminé con Helen llegué a pensar que terminaríamos en buenos términos. No tendría que alejarme por completo de ella. Llegué a pensar que la tortura de no tenerla se me haría más fácil. Pensé que ella me pediría perdón, admitiría su error y juntos solucionaríamos todos los problemas que tuvimos. Que tontería.
La verdad es que fue todo lo contrario.
No he ido al hospital desde ese día, han paso cuatro días desde la última vez que la vi. Anoche no pude dormir, pasé todo la noche viendo el techo de mi habitación pensando. Pensando en ella. Traté de ver las cosas desde su perspectiva pero, por más que lo intenté no encontré una razón lógica del porqué me mintió y me dañó. Solo encontraba razones egoístas, y cada vez más dolorosas.
La alarma empezó a sonar, la apagué y suspiré. No he dormido nada. Pasé mis manos por mi rostro. Me puse de pie y me dirigí al baño.
Debo ir al hospital, no puedo faltar. Y se que correré el riego de ver a Helen de nuevo, pero la verdad es que necesito hacerlo. Necesito verla al menos una última vez.
Salí del baño y me arreglé. Dos toques a la puerta me hicieron volver a la realidad.
—Math, buenos días —saludó papá abriendo la puerta.
—Buenos días papá.
Me vio intrigado.
—¿Está todo bien?
Apreté mis labios y asentí.
—Súper bien, no te preocupes.
Asintió.
No sé creyó ni una pizca de lo que dije. Pero se que me darái tiempo para que cuando esté listo le cuente todo.
—Quiero hablar contigo sobre algo.
Se sentó en mi cama y yo me senté junto a él.
—¿Qué pasa?
—Tu abuelo quiere verte y conocerte mejor. Si tú quieres puedes hacerlo, yo no puedo impedirte eso.
Mi abuelo. Se siente muy raro saber que tengo uno cuando pase casi todo mi vida creyendo que no tengo uno. Y la verdad es que si me encantaría conocerlo mejor.
—Me gustaría hablar más con él papá.
Asintió y luego me sonrió.
—Entonces hablaré con él para que se pongan de acuerdo ¿está bien?
Asentí.
Se puso de pie y empezó a caminar. Abrió la puerta y antes de salir volvió a hablar.
—Math, no sé qué te pasó, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti. Y además, hijo, todo pasará.
Sonreí.
—Muchas gracias papá.
La verdad es que lo que menos quiero es hablar, solo quiero verla una vez más. Quiero que me diga que todo fue una mentira y que me ama.
No quiero contarle, por el momento, este problema a papá. Desde que mamá murió he tenido miedo al abandono, le he tenido miedo a tener que sacar personas de mi vida cuando no me benefician, por eso simplemente decidí no dejar entrar a nadie. Y ahora que dejo entrar a alguien, me daña. No quiero que papá sepa de ello.
Salí de mi casa después de despedirme de papá y emprendí mi viaje al hospital, pasé comprando un café para poder despertarme y poder olvidar al menos un poco de todo lo que estoy viviendo.
Bajé del auto en cuanto me estacione. Entre al hospital y saludé a algunas enfermeras y pacientes. Caminé al elevador y presione un botón. Las puertas se abrieron al minuto. Rayos, presione el piso 4, donde está la habitación de Helen.
Cerré los ojos un momento suspirando. Si lo hago no creo que me pase nada, una miradita no está mal ¿o sí?
Claro que sí. No seas idiota.
Pero como yo nunca le hago caso a mi conciencia salí del elevador.
A veces me da muchísima pena ser tu conciencia, la verdad.
Y claro que debía pasar algo, Helen está saliendo de su habitación. Se dio la vuelta y cuando lo hizo me vio. Después de casi cinco días de no vernos.
Sus ojos se siguen viendo igual de bellos. Su sonrisa ha desaparecido. Pero se sigue viendo muy bella. Su cabello está suelto, y ese si es su cabellos natural. Lleva maquillaje, y va vestida como siempre con un vestido de flores, aunque este es negro con flores blancas. Lleva un vestido a pesar que hoy es uno de los días más helados del año.
El invierno ya casi acaba, la nieve dejará de caer, el amor dejará de crecer y su sonrisa dejaré de ver.
Ay, esa sonría que me enloquece. Seguí mi camino, no quiero que piense que huyo de ella. Creo que pensó lo mismo porque sacudió levemente su cabeza y siguió caminando.
Su rostro transmite tristeza. Tiene la pequeña arruga que se forma en su frente cuando está triste h va a llorar. La tiene desde que es pequeña. Si la veía sabía que estaba a punto de llorar y me preparaba para ayudarla.
Pero ahora no puedo hacerlo. ¿Cómo? ¿Cómo puedo ayudar a alguien que no quiere ser ayudado?
Se detuvo a un medio metro de mí. Tal vez esperaba que me alejara, cuando vio que ni lo iba a hacer, caminó.
—Perdón —susurró cuando estuvo frente a mí.
Levantó su mirada. Sus ojos están cristalizados por sus lágrimas. Verla así me hace sentir muy mal.
—Perdón —susurró de nuevo antes de abrazarme.
Correspondí gustoso ese abrazo. En serio necesitaba esto. Necesitaba poder sentirla una vez más junto a mí.
—Tú sabes que debo irme.
Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos.
Asentí.
—Lo sé —susurre contra su cabeza.
—Pero regresaré —agregó rápidamente.
En ese momento me sentí esperanzado, de verdad. Sentí que ella podría llegar a amarme. Que iluso fui.
Se apartó de mí y me vio. Limpio la lágrima que caía por su rostro.
—Pero no quiero verte más.
Y todo se rompió en cuestión de segundos.
—¿Qué dices?
—Voy a volver y sé que te enteraras pero yo no quiero verte, ni quiero volver a saber de ti. Porque yo... —Su voz se quebró —. Porque yo no te amo. Lo siento, pero no creo que pueda hacerlo ni ahora ni nunca.
Sentí una opresión en el pecho, no se si es de dolor o de furia. Apreté mis labios un instante.
—¿Por qué haces esto?
—Porque sé que me buscaras si sabes que he vuelto.
—Ten pro seguro, Helen, que en mi vida volveré a buscarte. No lo haré.
Y he cumplido mi promesa. Tú lo sabes rojita.
Cerró un momento sus ojos. Suspiré y volví a hablar.
—Te una buena vida Helen. Sé feliz. Te lo deseo de corazón.
Apreté mi mano al mango dei mochila. Me di media vuelta y camine hacia el elevador.
El corazón me duele a morí. Me duele tanto.
Ahora tendré que aprender a vivir sin ella, tendré que aprender a aceptar que soy fácil de abandonar porque todos los que entran en mi vida se van fácilmente. Y debo aprender a vivir con un corazón roto. Porque ahora tengo mi corazón partidos completamente en dos.
Porque sí, nuestro amor duró lo que la nieve tardó en caer. Y cuando el último copo de nieve caiga dejaré de luchar por ella.
Prometí darle hasta mi último latido. Pero no malgastare el esfuerzo de mi corazón en alguien a quien no le interesa.
Ese día fue el último día que la vi.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro