27. Tal Como Tiene Un Principio...
Todo en esta vida tiene un final. Pero depende de nosotros, la mayoría de la veces, decidir en que momento se lo daremos.
Yo debo darle un final ahora mismo a esto. No puedo seguir dañandome. No puedo seguir así.
Esa mañana, sin saberlo, viví uno de los últimos días a su lado. Sabía que esto llegaría a su fin, sabía que yo sería quien le pusiera un final. Pero mi corazón nunca creyó que fuera tan pronto. Aún así, algo me decía que eso pronto llegaría a su fin, y que yo no sería al cien por ciento el causante de ese final.
Ambos tendríamos que ver, ella un poco más que yo.
Me moví al ritmo de la música que está sonando en este momento por mi teléfono. Es un grupo buenísimo que está empezando a ser muy sonado, creo que se llama Cloud-4.
Dímelo, dime cuanto estas dispuesto a dar por mí.
Dime si es lo que yo daría por ti.
Dímelo.
Dímelo.
Me puse mi sudadera, metí las cosas a mi mochila. Unos dulces que le compré a los niños y otras cosas. Tomé mi teléfono y quite la música.
Ya la pondré en el auto cuando esté de camino.
Un sentimiento raro me atacó. Ese sentimiento que te avisa que algo malo puede pasar.
Negué.
Voy a tener un día precioso hoy. No dejaré que esos pensamientos locos me interrumpan mi felicidad.
Respiré profundamente y salí de casa. No me despedí de papá porque sé que no está, y ahora que la existencia de mi querido abuelo salió a la luz, pasa más tiempo en la oficina tratando de que mi abuelo no me haga sentir mal.
Y sé que él y Lucas han hablado mucho del tema. Y papá está esperando un tiempo para que mi abuelo se junte conmigo. Gracias a Lau que me contó todo lo que escuchó.
A la cual de hecho pasaré a recoger para llevarla a comer antes de ir al hospital. Ayer hizo un turno hasta la una y le dieron el permiso de llegar a las once, y yo entró justo a esa hora. Así que decidimos que desayunariamos juntos.
Subí a mi auto y empecé mi travesía.
No tarde tanto tiempo en llegar a la casa de Lau, quien ya estaba parada fuera hablando por teléfono. Subió al auto tratando de que no se le cayera ni el teléfono ni su suéter que lleva en la mano.
—Así que te gusta conquistar a las chicas —dijo a la persona del otro lado del teléfono.
Frunci el ceño y la miré curioso.
Hizo un ademán con la mano para restarle importancia.
—Oye corazón, solo estaba jugando. Debo colgar, mi amigo llegó por mí. Nos hablamos mas tarde ¿sí?
Colgó la llamada, puso el teléfono en su pecho y sonrió. Sonrió. Lau sonrió.
Ella sonrió y yo sonreí con ella.
—Buenos días Math.
—Buenos días a mi Lau enamorada.
Un golpe en el hombro me llegó segundo después.
—Deja de decir esas cosas.
—Pero es cierto.
Negó. Asintió y volvió a negar.
Soltó un gran suspiro y se dejó caer en el sillón. La vi de reojo para no causar un accidente.
—Bueno, si pero no.
—¿Si pero no? ¿Cómo es eso?
Soltó otro suspiro.
—Qué me parce super atractivo pero es que el chico es distinto a nosotros.
—¿A qué te refieres con eso?
Apretó sus labios un segundo y vio hacia la ventana.
—Es menor que yo—susurró—. Pero me parece super curioso el niño ¿sabes?
—Laura, ¿eres asalta cunas acaso?
Se carcajeo y golpeó mi brazo.
—No seas idiota.
—¿Por qué te acercaste a él?
—Tiene un hermano pequeño que tiene autismo y yo le ayudé a calmarlo.
—Oh, claro. Pero ahora viene la pregunta dle millón.
—Dila.
—¿Cuántos años tiene?
—¿El hermano? Cinco. Él, dieciséis.
Abrí mi boca asombrado.
—Es como tres años menos que tú, guau. Es super joven —dije con sarcasmo.
Me hizo una cara rara.
—No haré nada de todos modos. Me acerqué a él solo por su hermano no por nada más.
Sonreí.
—Dejaré que viva su vida y yo la mía —dijo finalizando la conversación.
Asintió como para convencerse a sí misma. Reí.
Minutos después llegamos al restaurante, nos sentamos y ordenamos.
—Math, ¿puedo preguntarte algo?
Asentí.
—Lo que quieras.
—¿Qué harás con Helen?
Suspiré.
—Le di tiempo, este tiempo que me quedé no sólo fue para hacerla feliz. Quería saber si era capaz de decirme la verdad. Pero cada vez me mentía más y más.
Suspiró.
Tomó mi mano y le dio un suave apretón.
—Papá siempre me ha dicho algo cada que termino con alguien. Me ha dicho que hay veces que nos cansamos de dar mucho y recibir poco.
—Me cansé.
—Lo sé, lo sé corazón. Pero ya no puedes seguir así.
Apreté mis labios tratando de no llorar.
—Es que quería que se sintiera feliz. Que dejara de llorar y sufrir. Quería salvarla.
—Lo sé, pero no podemos salvar a quien no desea ser salvado.
Suspiré.
Siempre he temido amar, me ha dado tanto miedo amar a alguien y que no me corresponda. Y justo cuando decido dejar ese miedo a un lado se hace realidad.
El amor es un sentimiento tan grande que no se debe dejar a la deriva, y es que conlleva muchas cosas. El tiempo, el respeto y la honestidad. Yo le di mi tiempo a ella, le di mi respeto y fui honesto. Pero ella hizo todo lo contrario.
Duele, duele dar todo y recibir nada. Duele dar mucho y que te den lo más mínimo.
—Debes darte la vuelta. En la vida no sólo nos enamoramos una vez, podemos hacerlo miles y miles de veces. Tienes muchas oportunidades de sentir lo bello que es amar.
Sonreí.
—Creo que he tomado una decisión Lau.
—¿Cuál?
—Terminaré lo que sea que tengo con ella.
Sonrió.
—Está bien Math, yo voy a estar allí para ti.
Asentí.
—Te quiero.
—Yo más.
Desayunamos y salimos del restaurante minutos después. Empezamos nuestro viaje al hospital.
Estacione en cuanto llegamos y bajamos del auto, Lau se adelantó y yo bajé algunas cosas del auto. Sentí una pequeña opresión en el pecho cuando estuve en la puerta.
¿Qué me está pasando?
Probablemente la razón ya sabe las cosas y trata de avisar al corazón. Pero que necio es este cuando lo ciega el amor.
Suspiré y entre. Saludé a algunas enfermeras que se que trabajan con Lau, a un enfermero que he visto con Amara y... ¿Esa es Amara?
Esta al lado del enfermero furiosa viéndolo, pero aparece que a él le divierte porque tiene una gran sonrisa.
—Buenos días Mathew —saludó el enfermero.
—Buenos días —hablé, mire a Amara —. Buenos días Amara.
Me sonrió.
—Buenos días Math.
Seguí caminando y subí al elevador.
Tararee la canción que estaba escuchando antes. En serio que necesito que esos chicos saquen ese álbum, quiero escucharlo completo o ir a uno de sus conciertos. El elevador paró y salí.
Me dirigí al salón. Y ordené las cosas para empezar a jugar con los niños.
Mi día fue normal, o bueno, eso creí. Pasé el resto de la tarde escribiendo algo en la cafetería. No pare hasta tener un “discurcito”. Me pasé la tarde ocupado que dieron las ocho de la noche. Mi estómago protestó por hambre.
Sí, ya sé que haré.
Me puse de pie y tomé todas mis cosas. Caminé hacia la habitación de Helen.
Las manos y el corazón me temblaron. Suspiré.
Puedes hacerlo, Math. Hazlo. Hazlo por y para ti.
Cerré mis ojos un instante antes de tocar a su puerta. Di dos toquecitos lo suficientemente altos para que abriera en cuestión de segundos.
Una Helen con una gran sonrisa abrió la puerta.
—Tenía ese presentimiento de que eras tú.
Sonreí.
—Vengo a invitarte a salir ¿puedes?
Asintió con una sonrisa.
—¿Iremos a comer algo?
Asentí.
—¿Comida china?
La verdad es que la comida china es mi comida favorita y no confío mucho en las personas a las que no les gusta.
Negó.
—Es que no me gusta la comida china.
Abrí mi boca asombrado.
—Ya no confío en ti.
Que triste es saber que esa afirmación se la digo en verdad. Pero ella no tiene ni la más mínima idea.
Se adentró de nuevo a su habitación para tomar su abrigo y su cartera. Arrastró su tanque de oxígeno y salimos del hospital.
Al final decidió ir a un restaurante de sushi. Me pareció super raro eso la verdad. Entre comida china y japonesa. Elige la japonesa. Perfecto.
Desde aquí me doy cuenta que no es la indicada.
Tuvimos nuestra comida en cuestión de minutos. Sonreí cuando la vi.
—Me muero de hambre que puedo comerme diez elefantes en este momento.
Se carcajeo.
—No miento —respondió sonriendo.
Apretó sus labios ocultando su sonrisa, aunque se le fue imposible.
Y ahí estaba, la sonrisa por la cual decidí sufrir. La cual preferí ver que mantener la mía.
Bajé mi mirada y le di una mordida a mi comida.
—¿Sabes que me gusta de estar contigo Math? —preguntó llamando mi atención.
Negué.
—Iluminame.
Sonrió.
—Me olvido de absolutamente todos mis problemas y soy feliz aunque sea por un momento.
Sonreí.
A mi me pasaba igual. Tristemente esa noche todo llegaría a su fin.
Porque tal como cada cosa tiene un principio tiene un final. O bueno, si es que alguna vez tuvo un principio.
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