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8.

CHARLIE

Muchos odian los lunes porque es el día en que volvemos a la escuela; yo lo odio porque tengo que irme de casa de mi papá. Cuando estoy aquí me parece haber subido a la cima de la felicidad, y luego llegan los lunes y me empujan hasta el suelo de nuevo.

Saco los libros de las siguientes horas del casillero y, tras guardarlos en la mochila, me miro en un pequeño espejo que tengo pegado en la puerta. Las ojeras, los labios pálidos y los ojos ligeramente enrojecidos no me gustan para nada. Son características que casi siempre trato de ocultar, secuelas de la depresión que arrastro desde niña.

Cierro la puerta del casillero y camino por el pasillo observando a la gente. Algunos ríen, otros estudian y algunos pocos solo están solos. Me pregunto qué estará ocurriendo en sus vidas. Tal vez algo peor que en la mía, o simplemente les gusta la soledad. Porque, para ser sincera, cuando estás solo nadie te juzga, nadie se mete en tus asuntos y no tienes que dar explicaciones de nada. Todo es solo para ti y, sobre todo, nadie sale lastimado.

Entro a clase y camino hasta mi asiento habitual, acomodo mis libros y meto la cabeza entre los brazos. No quiero mirar a nadie.

No me apetece estar aquí hoy.

Suena el timbre y todos, incluido el profesor, entran. Él espera a que nos coloquemos en nuestros sitios sentado en el borde de su escritorio. Parece muy contento.

—Chicos, les recuerdo que en dos semanas tenemos el baile de bienvenida. Así que comiencen a pensar en cómo van a invitar a la chica o al chico con quien quieren ir. Hagan y den todo por ello, es algo que no se vive muchas veces. —Sube y baja las cejas.

Otra fiesta a la que no pienso ir. El año pasado, por más que me dolió, rechacé dos propuestas que fueron muy tiernas: una de Dylan Wilson, que me mandó flores rojas con un signo de interrogación en flores blancas; sencillo pero lindo; y otra de Asher Hudson, flores con una cajita negra en la que había una tarjeta blanca con un mensaje: «¿Quieres ir al baile conmigo?».

Me apetece mucho ir a un baile, vivir un momento de novela romántica, divertirme y ser feliz como cualquiera que celebra un momento tan memorable como este. Pero también pienso en que el mundo se me vendría encima, que sentiría angustia y me arruinaría la noche, y puede que no solo a mí, sino a varias personas.

Es tan estresante

—Hola —hablan a mi izquierda. Giro la cabeza. Es Daphne, luce una sonrisa grande y la emoción contenida en su rostro.

—Hola.

—Perdón que venga a hablarte por sorpresa, yo solo

—No te preocupes. —Sonrío ligeramente haciendo que suelte el poco aire que había contenido.

—¿Qué tal lo pasaste en la fiesta?

—Fue extraño, nunca había ido a una fiesta en preparatoria.

Me sentí horrible dentro de la casa, no entendía nada. Me sentía encerrada, sin voz y sin aire. No me agradó tener que vivir eso. Por suerte Jace salvó la noche, porque, de no estar él, me hubiera desmayado por un colapso.

—Lo noté, pero te confieso que yo estaba muy emocionada porque estuvieras allí.

—¿Sí?

Asiente sonriendo.

—No sé, sentí que el tiempo retrocedía, aunque no hablaste mucho.

—Tenía un poco de sueño.

O no sentía la confianza de poder integrarme a una conversación, y tampoco sentía su confianza al hablar cerca de mí.

—Oh, te entiendo. ¿Vas a ir al baile?

Hago una mueca y ladeo la cabeza.

—¿Qué te parece esto del baile? ¿No te gusta?

—Pues es una gran oportunidad para ¿bailar?

Para convivir, comenzar de cero con personas, integrarme. Pero Dios, que difícil suena todo, suena a que me van a dar diez ataques de pánico, un desmayo y mucha ansiedad. Quisiera ir, pero me da mucho miedo no soportarlo.

Ríe un poco y se acomoda en la silla para mirarme cómodamente.

—¿Ya sabes con quién quieres ir? ¿O tienes ganas de que alguien te invite?

—No voy a ir.

— ¿No? ¿Por qué? Hay como diez chicos pensando en invitarte ¿De verdad no irías con nadie nadie nadie en la faz de la tierra? —frunce el ceño.

¿A dónde intenta llegar?

—Una fiesta es más casual, me puedo ir cuando quiera. Un baile es muy formal, con protocolos de cena y baile.

—¡Pero es un sueño hecho realidad! Puedes hacer realidad tu noche soñada con quien más desees.

—Es que no deseo ir con nadie.

Frunce los labios y luego habla.

—¿Y si te invitara Leo? ¿O Ken?

—No lo creo, no hablo mucho con ellos desde hace bastante tiempo.

— ¿Y si te invita Jace? Con él sí que has hablado. —Alza una ceja.

Jace.

Lo miro por unos segundos, está hablando con Ken y Leo. Con Jace probablemente sí iría, porque comenzamos a ser buenos amigos de nuevo, tenemos cosas de que hablar, cosas que recordar. Un par de bailes no cambiarían mucho nuestra confianza.

Además, ¿quién no quisiera ir al baile con el mismísimo Jace Grey? Es lindo, y eso nadie lo puede negar.

—Poco probable. —Alzo los hombros.

Daphne compone una sonrisa, frunce el ceño y parece pensar un par de cosas.

—Pero no es imposible, ¿verdad?

Niego. No, no es imposible que acepte, pero sí poco probable que me invite: hay muchas chicas lindas a su alrededor.

JACE

—¿A quién vas a invitar, Ken? —pregunta Leo.

—Estaba pensando en Sucy Ellen, es linda. —Sonríe—. Planeaba dejarle un regalo en su casillero, cinco cupcakes, con un cartelito pequeño haciéndole la dichosa pregunta. ¿Les parece buena idea? A ella le gustan mucho.

Leo y yo asentimos. Si a la chica le gustan, entonces eso le dará muchos puntos, porque a las chicas les agrada que sepan sus gustos.

— ¿Tú, Leo?

—Había pensado en Melanie. Tengo planeado llevarla a cenar, regalarle un ramo de rosas con una tarjeta en la que esté escrita la pregunta. No es tan original, pero a ella no le gusta llamar la atención en la escuela. Así que quizá podamos ser algo más que amigos.

Y se supone que el único enamorado soy yo.

—Eso es muy lindo, eres como un bebé—Ken se ríe abombando sus mejillas y ganándose un par de manotazos de Leo. Al terminar su burla intercambian una mirada cómplice. ¿Qué estupidez planean decir o hacer?

—Y Jace ¿a quién invitará, Ken? —pregunta Leo.

Aquí van

—¡Oh!, no tengo ni idea, Leo. —Se toca la barbilla y se hace el pensativo—. Tal vez a una chica que casi nunca menciona, creo que su nombre es Charlie, ¿o es Charlotte?

—Ni idea, es que casi no habla de ella

Pongo los ojos en blanco y suspiro pesadamente.

—No iré al baile.

Todos se giran para mirarme con los ojos muy abiertos y las cejas alzadas.

—¿Por qué no? Deberías invitar a Charlie, os lleváis bien, ¿no? —murmura Ken, para que nadie nos escuche.

—Sí, hablamos, pero no lo suficiente, no creo que acepte. Y, si no es con ella, no quiero que sea con nadie más —respondo, viéndola hablar con Daph, mientras que mi mejor amiga casi grita de lo emocionada que está.

—¿Te vas a rendir? Ese no es nuestro Jace. Mi Jace no descansa hasta conseguir su objetivo.

Tienen razón, nunca me he rendido en nada. Siempre lucho por sus sueños, nunca dejo algo a medias.

—Está bien, está bien. Voy a tomarme las cosas con normalidad. Si yo siento un cambio, más confianza, la invitaré; si no es así, no me voy a arriesgar a tirar todos mis avances por la borda.

—Me parece buena idea. ¿Cómo se lo pedirías? —pregunta Ken.

—Mmm. —Gran pregunta—. No lo he pensado realmente, me gustaría decírselo con algo referente al arte. Siempre lo recordaría porque es algo que le apasiona — digo encogiendo los hombros.

—Aaah. —Es lo único que sale de las bocas de mis dos mejores amigos.

—Pero cuando pintas parece que lo haces con los pies —comenta Leo, aún utilizando ese tono tierno.

—Ya lo sé.

Es arriesgado, pero me gusta el riesgo. Acepto este reto llamado Charlie&Jace4ever. Sí, he pensado el nombre en un segundo, ¿se nota?

Suspiro, mirándola soltar una pequeña risa con Daph. Aparto la mirada y me digo a mí mismo: «Deja que fluya con naturalidad. No apresures las cosas, llegan a su debido tiempo, porque si es tu destino serás feliz, sin tener que agilizar nada».

Camino solo por el pasillo mientras giro la argolla de las llaves en mi dedo como distracción. A lo lejos veo una melena que conozco perfectamente. Charlie camina a paso lento mientras mira el piso. Los nervios me corren por la sangre, quiero acercarme, quiero hablarle

—Hey, Charlie.

—Hola, Jace.

Me acomodo a su lado y la miro.

—¿Quieres que te lleve? —pregunto tratando de sonar tranquilo.

—No quiero molestarte — murmura.

¿Molestarme? ¿Ella? Para mí es un honor llevarla, que toque mi auto, ser su chófer. Incluso llevar su mochila ya sería un completo privilegio.

—Tú nunca me molestas. Anda, hace mucho frío hoy. ¿No prefieres estar calentita en mi auto? Porque yo definitivamente sí, ¡qué frío! —Me abrazo, fingiendo estar congelado.

Sonríe mirándome por primera vez. Veo sus ojeras marcadas con un leve color rojo y sus labios pálidos. Hoy no lleva maquillaje, y aun así se ve hermosa, me acelera el corazón. Estoy enamoradísimo de ella.

—Está bien, acepto la deliciosa calefacción de tu auto.

Le quito el cuadro que tiene en sus brazos y cargo con su mochila. Espero que no se enfade.

—Gracias, es un lindo gesto de tu parte —bisbisea.

Su voz me relaja tanto Hasta el susurro más inaudible. Es como colocar tu canción favorita cuando estás triste, esa que te hace sonreír y separarte de la realidad y te transporta a un escenario feliz. Eso siento cuando la escucho reír, susurrar o alzar la voz, aunque esto último no suele ocurrir.

Salimos de la cárcel en la que recibimos clases y caminamos en silencio hacia mi auto. Al llegar le abro la puerta y me lo agradece con una leve sonrisa. Me subo al asiento de piloto y conecto mi teléfono al auto.

—Ten, pon la que tú quieras. —Le tiendo el celular.

Me mira con algo de miedo y luego busca una canción.

—Gracias. Pondré algo neutro para disfrutar ambos.

Sonrío y casi quiero gritar de la emoción, pero obviamente me contengo. Retendré en mi cabeza este momento tan preciado para mí el tiempo que sea necesario.

Tras dejarla en su casa, inmediatamente llamo a Daphne. No puedo esperar a hablar con ella, así que, mientras conduzco hacia mi casa, pongo el manos libres.

—Acabo de dejar a Charlie en su casa.

—Uy, que romántico —bromea.

—Déjame ser, estoy emocionado, ya van ¿Qué? ¿Dos o tres días?

—Pues si eso te emociona, lo que te diré hará que mueras.

—Si es el regalo perfecto para San Valentín de Karl, dudo mucho que me emocione hasta morir.

—No es eso, aunque ya te lo digo, ese jersey firmado que tardé tres horas en conseguirlo en línea será el mejor regalo de San Valentín.

—Daphne, dime ya, estoy muriendo, pero de la intriga.

—De acuerdo, toma asiento.

—Estoy sentado, estoy conduciendo.

—Oh, mejor te lo cuento cuando llegues a casa.

—Dime ya.

—Bueno, bueno. Cuando el profesor habló sobre el baile y fui a conversar con Charlie, salió al tema las citas. Ella primero dijo que no iba a ir porque le parecía algo muy formal, pero luego hablé de ti.

—¿De mí?

—Sí, de ti. Le dije que qué pasaría si tú la invitaras.

—¿Qué dijo? ¿Que vomitaría si eso pasaba?

—Claro que no, dijo que probablemente iría.

—Me estás gastando una mala broma.

—Claro que no, tienes que creerme, lo dijo. Vamos, Jace, tienes que invitarla, es una gran oportunidad para ambos, será un gran paso para ambos..

Grita a través del teléfono, haciéndome sonreír.

—Me tengo que ir, nos vemos mañana.

—Claro, trata de no morir después de lo que te acabo de decir.

La llamada termina y la música comienza a reproducirse.

¿Sería buena idea invitarla? Comenzamos a hablar un poco, tuvimos momentos divertidos, pero en un tiempo demasiado corto. ¿Sería prudente? ¿Estoy preparado para hacerlo?

La invitaría como amigo, por supuesto, pero no sé si esta nueva confianza que tenemos se estropearía por precipitarlo todo con el baile. Haga lo que haga, sé que no quiero perderla.

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