31.
CHARLIE
Dejo el último cuadro en la habitación de mi mamá y después me voy a mi habitación. Ya es hora de descansar, estoy exhausta de todo, y creo que el mundo ya está cansado de mí
—Mamá —la llamo, pero no me mira, solo continúa metiendo cosas en su bolso y preparándose para ir a trabajar—, mamá
—¿Qué quieres, Charlie? —pregunta con enfado.
—Te quiero —murmuro sin obtener respuesta de su parte—, te quiero mucho, mamá.
—Sí, Charlie, ya te he escuchado, déjame pasar que se me hace tarde para trabajar. —Evita mis palabras y me aparta a un lado para salir de casa y cerrar la puerta.
Desaparecer de la faz de la tierra a veces suena tan tentador
Llegas a un punto de la vida en el que ya nada te produce sentimientos, en el que ya no te cuestionas nada y te da igual absolutamente todo. Estoy en ese punto. No quiero morir, solo que la felicidad suena tentadora. Tengo tanto por hacer, tantos sueños y propósitos por cumplir, pero tal vez no corresponden a esta vida.
JACE
Duermo tan plácidamente como de costumbre, soñando cosas tranquilas y relajando mi cuerpo para tener la suficiente energía y poder levantarme por la mañana. Todo está bien, hasta que mi profundo sueño es interrumpido por mi mamá. Entra haciendo mucho ruido, encendiendo las luces y moviendo mi cuerpo para que logre despertar. Me despierto de golpe y lo primero que hago es mirar el reloj digital al lado de mi cama, 2:54 am.
— ¿Qué pasa? —pregunto frotándome los ojos.
Es demasiado tarde para que mi mamá venga a despertarme.
—Es Charlie.
Me levanto rápido y me mareo un poco, pero cuando me recompongo me acerco a mi madre.
—¿Qué pasa con ella? ¿Está bien?
¿Qué ha pasado para que me despierte? ¿Qué es tan importante? ¿Qué le ha pasado a mi Charl?
Mi madre me mira con preocupación y eso es suficiente para saber que algo anda mal. Tarda en hablar, tal vez está tratando de encontrar las palabras correctas, pero yo necesito que me diga ya lo que pasa.
—Quiero que mantengas la calma
— ¿Qué es lo que sucede?
—No quiero que te asustes, la madre de Charlie me ha llamado para que te dé un menaje sobre ella, Charlie
—Mamá
Suelta un suspiro pesado y toma mi mano.
—Trató de suicidarse con sobredosis de pastillas, pero su madre la encontró y ahora está en el hospital. Está grave. Jace
El alma se me baja al suelo y siento la respiración pesada de un segundo a otro. ¿Cómo ha dicho? Pero ¿por qué?
—Estás bromeando.
Siento mi garganta secarse y mis manos comienzan a temblar tanto que me dan ganas de comenzar a jugar con mis dedos.
—No, jamás bromearía con eso.
Yo tengo que ir con ella, tengo que estar con ella.
— ¿En qué hospital está, mamá?
—Jace
—Dímelo.
—David's South Austin Medical Center, pero tienes que
—No esperaré a que sea de día. Ella está mal y juré estar a su lado en sus malos momentos, tengo que ir.
A paso rápido me pongo calcetas y tenis deportivos. Mi apariencia importa poco en estos momentos, solo me importa saber que ella está bien. Esquivo a mi mamá y corro hasta la entrada para tomar las llaves del auto e ir al hospital, sin escuchar los gritos de mi madre, que me dice que espere, o a mi padre preguntando qué sucede. Subo al auto y enciendo, no dejo que se estabilice un poco porque salgo rápido del garaje.
Siento un gran peso en mi corazón, mi pecho sube y baja sin control. Ella tiene que estar bien.
Las calles están vacías y eso me hace manejar con tranquilidad, porque si hubiera tráfico seguro que provocaría un accidente. En menos de diez minutos llego al hospital, aparco en el lugar más cercano y bajo corriendo. Me encuentro con su madre en la sala de espera, está llorando desconsoladamente y un hombre de cabello castaño que no conozco la abraza con consuelo.
—Señora, Dillar —llamo su atención con voz temblorosa.
Levanta la vista y comienzo a acercarme hacia la silla libre que hay a su lado.
—Jace, perdóname
— ¿Cómo está Charlie? ¿Qué fue lo que pasó?
—Yyo llegué tarde a casa, y cuando subí eella estaba en su cama, desvanecida y con botes de pastillas en su mesita de noche, enentonces le llamé y ella no se levantaba y ahí comprendí qué había tratado de hacer, intentó suicidarse, y todo porque no fui una buena madre, la hice sufrir por vengarme de su padre. Todo es culpa mía y si la pierdo no me lo perdonaré porque todo será por mi culpa, y no le he dicho que la quiero. —Rompe en llanto de nuevo y el hombre que está a su lado la abraza más fuerte mientras le susurra cosas al oído.
Intentó suicidarse
Ella realmente no había cambiado cuando habló tanto con nosotros ayer, cuando se reía con nosotros, cuando me abrazaba y me decía que me amaba, sus lágrimas, realmente se estaba despidiendo, lo había pensado ya, por eso dijo que tenía miedo. Lo tenía planeado, solo intentaba despedirse con alegría y yo no disfruté lo suficiente.
Tomo mi cabeza entre mis manos, quiero gritar. Si yo no la hubiera dejado sola, si la hubiera hecho más feliz, si la hubiera ayudado más, tal vez ella no estaría aquí.
No le puede pasar nada, no puede pasar nada. Si eso sucede, me va a destrozar por completo, me arruinaría la vida
Las puertas eléctricas del hospital se abren y aparecen el señor y la señora Hans junto a la pequeña Camill, la cual tiene una cara somnolienta y va en pijama.
—¡¿Para esto querías alejarla de mí?! —grita el señor Hans atrayendo las miradas de las pocas personas que estamos en la sala.
—Mike... —susurra, suplicante.
El señor Hans se acerca peligrosamente a ella, pero su esposa le toma del brazo con cara de temor.
No
—¡Mi hija tenía que estar conmigo. Si así hubiese sido, estaría bien! —le grita nuevamente.
No ahora...
—Basta... —digo en voz baja.
—No le grites. —El hombre que está con la señora Dillar se levanta en su defensa y se pone entre los dos.
—Tú no te metas, no es tu asunto —le responde el señor Hans. Sin prestarle mucha atención al hombre se vuelve a dirigir a la mamá de Charl—. ¡¿Querías a Charlie para esto?! ¡¿Para que ingresara en el hospital?!
No es el lugar
—Basta... —vuelvo a decir.
—No le grites. Seguro que no te gustaría que yo le gritara a tu esposa, no es el momento
—Te lo repito, no te metas, no es asunto tuyo, no es tu hija la que está en peligro. —Deja al hombre con las palabras en la boca y se vuelve a dirigir a la señora Dillar—. ¡Contesta! —le grita de nuevo.
—Mike, tranquilo, por favor —suplica su esposa.
El hombre se acerca al señor Hans y ambos se encaran.
—¡Basta! —grito mientras me pongo de pie. Ahora sé lo que sentía Charlie.
Todos me miran con sorpresa e, increíblemente, se callan. Tal vez el señor Hans me odie y todo lo que él quiera, pero tengo que detener esto. No es momento de peleas.
—Ninguno de los dos se da cuenta que por estas estúpidas peleas Charlie está aquí, por lo que llora cada maldita noche. Seguro que ni siquiera sabían que se hacía cortes en los brazos, ninguno ponía realmente atención a los pequeños detalles, los pequeños guiños. Ambos están enfrascados en su pequeña guerra por ver quién es el mejor y Charlie es su arma de ataque, siempre lo ha sido. Ella ha sufrido demasiado y miren hasta qué punto hemos llegado. Si querían lo mejor para su hija, habrían llegado a algún acuerdo con tal de hacerla feliz. Así que con mucho respeto ahora les pido que se guarden sus palabras, que no es el lugar ni el momento de discutir —digo con todo el valor del que dispongo. Me alejo de todos ellos y observo cómo se tragan sus palabras y se sientan algo separados.
Al menos están reflexionando un poco.
Mando mensajes a mi madre para que sepa que estoy bien, ya que he salido muy agitado de casa. También envío uno a Daph, Leo y Ken para que sepan lo ocurrido, dudo que los vean hasta la mañana siguiente, son las tres y veinte de la madrugada.
La puerta se vuelve a abrir y aparecen mi mamá y mi papá. Voy hasta ellos y los abrazo.
—Como dijiste, mamá, se ha intentado suicidar, y en parte es mi culpa. —No puedo evitar llorar, es algo que me parte el alma, creí que la hacía feliz, creí que estaba mejorando.
No fue así.
—No, no Jace, no es tu culpa.
—Sí lo es, porque yo dudaba de su bienestar y, aun así, no hice más de lo que intenté.
—No pienses eso, Jace, no es tu culpa, hijo, has hecho muchas cosas por ella —murmura mi padre acariciándome la cabeza.
—No hice lo suficiente
La tenía en las manos y la dejé ir...
Las horas pasan sin ninguna noticia de ella, solamente se escuchan los sollozos de su madre, los murmullos de los señores Hans mientras se turnan para cargar a la pequeña Camill, y mis suspiros, que sustituyen a mi llanto.
Ahora mismo son las seis de la mañana, y nos han dejado verla antes de que la ingresen. Y me han permitido hablar con ella. Abro la puerta de su habitación y la cierro tras de mí. Ahí está, con sus cables, una mascarilla en su rostro, y sus ojos cerrados. Inmediatamente mis ojos se vuelven vidriosos y la presión en mi garganta aumenta. Me acerco a ella a paso lento y luego me siento en una silla al lado de la cama.
Pero ella dijo que estaba bien, y no seguí insistiendo en ayudarla. Es mi culpa que esté en este estado.
La puerta se abre y aparece el doctor que atiende a Charl.
—Ya nos la tenemos que llevar.
Me levanto porque no quiero quitarles tiempo. Me acerco a Charl y le doy un beso en la frente. Me despido de ella con una leve sonrisa. Paso a un lado del doctor y camino por el largo pasillo blanco que conduce hasta la sala de espera. Mientras pienso en ella, siento un escalofrío y un ligero viento helado por el cuello y la espalda.
Cierro los ojos con fuerza y los vuelvo a abrir para seguir caminando.
Cuando llego a la sala de espera, mis padres están esperándome para irnos a casa, ya que me han obligado a ir a dormir, ducharme y ponerme ropa decente; no he tenido más opción que dejar a Charlie por unas horas.
Sé que me esperará
Después de hacer todo lo que mis padres me han obligado, por fin regresamos al hospital. Son alrededor de las once de la mañana. Me he negado rotundamente a ir a la escuela, no pienso perder ni un segundo mientras Charlie está en el hospital, ni siquiera lograría concentrarme. Los doctores no han salido en toda la noche a dar alguna información de ella, y eso es frustrante. Ni siquiera he podido cerrar los ojos porque el miedo se apodera de mí cuando lo hago. Lo único que necesito es verla de nuevo, pero solo a sus padres los han dejado entrar varias veces.
Cada vez que pienso que ella puede desaparecer de mi vida y del mundo, brotan de mis ojos algunas lágrimas. ¿Qué pasaría si eso sucediera? Sencillo: me quedaría solo y roto, pero ella sería libre y feliz.
Daph, Leo y Ken me han dicho que vendrán después de las clases, tal vez cuando vengan no me sienta tan triste.
Mis padres y yo llegamos al hospital. En la sala de espera está la madre y el hombre que la acompañaba ayer, los señores Hans y su hija, también hay más familias. El ambiente del hospital es tenso y melancólico; yo solo quiero que termine esta pesadilla.
En cuanto nos sentamos, llega el doctor y todas las familias presentes en la sala se ponen de pie esperando noticias de su familiar, y yo solo espero que sean de Charlie. No sé nada de ella desde que me fui, necesito saber que está bien, que despertará en poco tiempo y podremos irnos de aquí.
—Noticias de la joven Charlie Hans Dillar —anuncia. Las demás familias se sientan y nosotros continuamos de pie esperando que hable, se acerca a nosotros y luego habla—: Hace unas horas hicimos un lavado estomacal, pero eso no ayudó mucho Ella está en un estado muy delicado y grave, pero estamos haciendo todo lo posible.
—Pero va a mejorar, ¿verdad? —pregunta el señor Hans con un evidente tono de terror en sus palabras.
El doctor suspira y nos mira a todos firmemente.
—Estamos haciendo todo lo que podemos, pero —El doctor deja las palabras en el aire cuando sabe que comprendemos lo que quiere decir.
—¿Puedo entrar de guardia y ayudar ahora? —pregunta el hombre que viene con la señora Dillar.
—Doctor Julian, es eso imposible, tiene que esperar.
—Entonces quiero que mis internos, mis compañeros y absolutamente todos en este hospital hagan lo que esté en sus manos, al máximo.
—Lo estamos intentando.
—Pues quiero que lo hagan, no que lo intenten —ordena con firmeza. De reojo logro ver cómo el señor Hans mira de pies a cabeza al señor Julian.
El doctor asiente y entra a la zona de hospitalización nuevamente.
Los sollozos comienzan a escucharse por la gran sala. La señora Dillar se desvanece mientras el hombre que la acompaña la consuela. El señor Hans se sienta en la silla de nuevo, coloca los brazos en las rodillas, sostiene la cabeza entre sus manos y se echa a llorar.
Puedo escuchar mi corazón bombear fuertemente. Miro a mi mamá con los ojos vidriosos, voy hacia ella para abrazarla y rompo en llanto.
—Ella no, mamá, ella no puede estar en esta situación. La tengo que ver de nuevo, la necesito ver y decirle que la amo y todo lo que significa en mi vida, que para mí ella es todo —Me sale una voz afligida y casi no se me entiende.
—Tranquilo, cariño, ella estará bien, es muy fuerte. —Mi madre me abraza con fuerza.
No se puede ir, me quedaría solo, ella no me dejaría solo, no ahora
Después de calmarme me he mantenido sentado y alerta, y sin darme cuenta ya han pasado tres horas desde las once, la hora en que nos dieron esa noticia, y ya no hemos vuelto a saber más, y quiero gritar de la desesperación, no sé qué pasa detrás de esas puertas y en esa habitación, no sé qué pasa con su cuerpo, en su cabeza
Solo quiero gritar
Los chicos no tardan en llegar, tal vez ellos me alegren un poco. Mientras tanto yo estoy recargado en el hombro de mi mamá, ella acaricia mi cabello para poder mantenerme tranquilo, ya que se me hace imposible contener las lágrimas, cada dos minutos siento un gran nudo en la garganta imposible de aguantar.
Si ella se va..., ¿con quién voy a pasar las tardes? ¿Con quién iré a comer un helado de pistacho y chocolate? ¿Quién me pintará en un retrato? ¿Quién... quién me amará hasta el último de sus días?
—Mamá —hablo sin quitarme de su hombro.
—Dime, Jace.
— ¿Prometes hacerle un pastel de chocolate a Charlie cuando salga de aquí?, para que se sienta mejor.
—Te lo prometo, cariño, le haré un gran pastel de chocolate cuando salga de aquí, y podrán comerlo debajo del árbol del patio.
O en el mirador
Una sonrisa sale de mi boca después de unas horas sin rastro de alguna noticia. La gente que me conoce sabe que siempre sonrío, soy un chico bromista y risueño, pero nunca falta una situación que te robe hasta la más pequeña de las sonrisas.
Parece ser que mi discurso de hace unas horas les ha dado una lección a los padres de Charl; no han peleado, no se han dirigido la palabra para nada, ni siquiera se han mirado. El señor Hans ha estado callado y distraído desde que nos llegó la mala noticia, la señora Dillar no ha dejado de llorar y echarse la culpa de que Charlie no esté aquí. Me siento muy mal por ellos. Tal vez ahora estén pensando en que si hubiesen hecho las cosas bien y a las claras ahora estaríamos todos en una situación diferente; ellos tranquilos, y yo con Charlie comiendo pastel y nieve, viendo películas, tal como prometí.
Miro mi reloj de muñeca. Mis amigos ya han salido de la escuela, tal vez ya vengan en camino. Daph me ha contado por mensaje que el director ha explicado la situación a nuestra clase y a los profesores. Además, les ha dado la idea de escribir una carta a Charlie. Eso explica por qué ha llegado una caja con el nombre de la escuela a la recepción.
Antes de que pueda seguir pensando para distraerme, la puerta de la zona de hospitalización se abre y aparece el mismo doctor de hace horas. Se acerca a nosotros y nos llama.
—Familiares y amigos de Charlie Hans Dillar. —Me pongo de pie inmediatamente al escuchar su nombre.
—¿Cómo está mi hija? —pregunta el señor Hans con firmeza mirando de reojo a Julian. Qué exasperante.
—Han hecho todo, ¿verdad? —dice el acompañante de la señora Dillar.
— Sí, hemos hecho de todo, pero —hace una pausa mientras mira al hombre y después a las demás personas— a las 2:30 pm del 3 de marzo del 2017, la joven... —suelta un suspiro pesado y baja un poco la mirada para después volverla a subirla— la joven ha fallecido, su corazón se ha detenido.
Su corazón se ha detenido
Esto tiene que ser una broma. Me quedo paralizado al escuchar la noticia, siento mis ojos vidriosos y mi corazón detenerse, pero no me puedo mover, mi cuerpo no me lo permite.
Los gritos desconsolados de su madre, los sollozos de su padre, los llantos de la familia y los murmullos de los demás se concentran en un solo grito en mis oídos, todo desaparece a mi alrededor.
Ella... se fue, me esperó, pero se fue.
Las puertas del hospital se abren una vez y aparecen Leo, Ken y Daph. Esta última mira la escena y sus ojos se llenan de lágrimas, me mira asustada y niega con la cabeza. Con todas mis fuerzas para salir del trance en el que me encuentro, le digo que sí con la cabeza y mis ojos se humedecen aún más, comienza a llorar y vuelve a negar, las lágrimas se desbordan de mis ojos y vuelvo a asentir.
Corre a mí y me abraza, lo hago con toda la fuerza que me queda. No puedo evitar llorar.
Ella se ha ido, el amor de mi vida se ha ido.
—Por favor, Jace, dime que no, ella está ahí y puedo entrar a decirle que es la mejor amiga de todas y que eso nunca ha cambiado. —Llora en mi pecho.
—Quisiera que fuera así, Daph, pero ella se ha ido. —Mi voz apenas es audible.
Leo y Ken se acercan hasta nosotros y nos abrazan.
Se ha ido y me ha dejado roto; la peor de mis pesadillas se ha hecho realidad.
Es horrible, me siento vacío, siento que me acaban de quitar el corazón, me siento incompleto y acabado.
Lo tenía todo y no necesitaba nada, ahora no tengo nada y lo necesito todo. La necesito a ella.
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