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30.

JACE

Todo es extrañamente oportuno ahora.

Después de tratar de convencer a Charlie de ir a un psicólogo y de que ella se negara no lo he vuelto a sugerir. A ella parece molestarle o incomodarla, como si no quisiera ayuda, pero supongo que es porque siente que puede sola. Y, aun así, está intentando volver a ser la que era.

Creí que Charlie no podría sorprenderme más, pero lo ha hecho.

Es casi imposible de creer para todos que Charlie haya hablado con nosotros como si nunca nos hubiéramos separado, que se haya reído de todos los chistes de Leo, haya dado su opinión en cada una de las anécdotas de Ken, y en ningún momento me haya soltado la mano. En la hora de descanso se ha sentado junto a nosotros y no ha dejado de hablar, reír, compartir su opinión o tomar mi mano. Debo decir que me asusta, porque es muy extraño este cambio repentino, pero a la vez me gusta esta nueva etapa de Charlie Hans. Espero que no sea solo eso, una etapa.

No sé si es bueno o malo, ni como sentirme con certeza, pero parece feliz y eso es lo que cuenta, ¿no?

Salimos de la escuela, ignorando las miradas de los curiosos a nuestro alrededor, y nos montamos en mi coche. La miro con una sutil sonrisa y se extraña por ello.

—¿Qué? —pregunta con una ligera risa al final.

—¿Qué ha sido todo este día?

—Un cambio.

Sacudo la cabeza. Hay algo más.

—Solo uno, solo un psicólogo, Charl, no más

—Jace, para, no iré a ningún psicólogo, te lo dije, ni siquiera con Ámbar.

—¿Por qué no? Pero dímelo convencida.

—Porque estoy bien. —Toma mi rostro entre sus manos para que la mire fijamente a los ojos—. Estoy mejor que nunca, lo de hoy solo es un comienzo —Aprieta los labios y luego suspira para seguir hablando—. Solo quiero ser feliz con mis amigos, quiero vivir lo que viví antes, quiero sentirlo de nuevo, estoy bien, estoy bien

Trato de encontrar algo en su mirada, pero la verdad es que está tan apagada que me es difícil saber si miente o dice la verdad. Así que sin más suelto un suspiro y asiento.

—Está bien, pero si te sientes mal no dudes que

—Siempre estás para mí, lo sé. —Sonríe y me da un beso en los labios para zanjar el tema.

—Charl

—En serio, estoy bien, te quiero y eso es lo que importa.

Supongo que sí. El amor prevalece sobre todas las cosas, y si ella dice que está bien es porque así lo siente, aunque voy a estar atento.

Me quiere y la quiero.

No puedo creer que ella sienta lo mismo que yo, tal vez no en el mismo grado, pero he logrado que me quiera sin necesidad de comportarme como idiota. Me siento como un campeón, como un verdadero capitán que ha llevado a su equipo a la victoria.

Quiero que ya sea mañana y poder compartir tiempo con mis amigos como en el pasado, cuando la vida era más fácil para todos, cuando nuestro único problema era no haber conseguido el videojuego más nuevo.

La edad lo cambia todo, y es triste, porque se supone que los años te hacen más sabio, y yo siempre creí que lo eran por cada buena experiencia que vivía cada año. Sin embargo, la realidad es que las personas más sabias son las que menos experiencias buenas tienen; al contrario, son ellas las que más desgracias sufren, por eso son conocedoras de la vida y de su realidad. Y es muy triste que así sea.

CHARLIE

Pintar es muy relajante. Es la forma en la que puedo expresarme sin decir ni una palabra y me hace sentir exultante.

Llevo tres pinturas en total: una de Leo, otra de Ken y la última de Daph. Toda la mañana he estado sentada frente al lienzo con diferentes imágenes en mi cabeza, pero siempre con la misma musa. El objetivo no cambia.

Mi madre llegó tarde ayer. Ni siquiera vino a ver si estaba bien o algo; aunque no me hubiera gustado que lo hiciera, porque no quiero verla, no por el momento. Hoy se ha ido muy temprano al trabajo, y nuevamente no me ha dirigido la palabra, ni siquiera cuando nos hemos encontrado en la cocina. Prefiero que sea así, de esa manera no peleamos ni gritamos, aunque no entiendo por qué lo hace. Ha ganado, ¿no es lo que ella quería? No, lo único que quería era lastimar a mi padre, no volver a comenzar conmigo.

En la escuela he estado todo el día al lado de Jace. Él ha tratado de que yo estuviera cómoda, y ha sido un lindo gesto. Sé que cree al cien por cien que me siento mejor, pero me alegra que ya no insista tanto con el tema del psicólogo.

Al terminar de secarse la pintura de Daph, la tomo con cuidado y la coloco sobre un papel café para envolverla. Cubro cada espacio con delicadeza y luego tomo un listón color amarillo para que sea más presentable. Así hago con cada uno de los cuadros que voy a regalar, cada uno con papel café y listón amarillo. En una tarjeta blanca y con rotulador negro, escribo una dedicatoria en cada uno de los regalos:

Una pequeña parte de mi vida siempre estará a tu lado con este regalo. Siempre estaré contigo y tú conmigo, no importa cuántos kilómetros nos separen.

C. H. D.

Después de colgar cada tarjeta en cada cuadro busco una caja grande. Cuando termino de armarla, meto todos los cuadros con cuidado de no maltratar la envoltura. Al terminar dejo todo mi trabajo, pongo una canción tranquila que quiero escuchar, me recuesto en mi cama mirando al techo y suspiro.

Desaparecer de la faz de la tierra a veces suena tan tentador

JACE

Al finalizar la última clase todos salimos directos a mi casa, pero Charlie me ha pedido que recojamos algo en la suya, así que allá vamos. Ahora estoy doblemente asustado porque su ánimo ha cambiado de nuevo, ha estado callada y no ha tomado mi mano, ni siquiera ha querido poner una canción.

La miro cuando hacemos un alto en un semáforo. Coloco mi mano sobre la suya haciendo que me mire, me dedica una sonrisa melancólica que no parece genuina. Pero supongo que es por sus padres, por qué más puede ser, no ha pasado demasiado tiempo desde el juicio. Está triste y eso es entendible, así que no hago preguntas, solo la dejo pensar. No quiero abrumarla más con mis preguntas y mi insistencia en algo que evidentemente no quiere hacer.

Cuando llegamos a su casa, sale del auto. Al verla entrar en casa, suspiro.

Aunque sus cambios de humor son extraños, no me molestan, pero no me gusta que aparente que está bien cuando no lo está. Ella sabe perfectamente que sus amigos nunca la juzgaremos, aunque creo que no quiere compasión o piensa que sus problemas no nos importan. Cuando es todo lo contrario, al menos para mí.

Quiero que ella sonría, que esté sana, feliz y estable

Unos cuantos segundos después sale con una caja grande llena de algo envuelto en papel café y listones amarillos. Pone la caja en el suelo, abre la puerta trasera, y mete la caja en el auto.

— ¿Qué es eso? —pregunto cuando ya está en su asiento. Arranco y mientras se coloca el cinturón contesta a mi pregunta.

—Regalos.

¿Regalos?

—Un muy lindo detalle.

—¿Crees que les gustarán? —pregunta mordiéndose el labio.

—Si es lo que creo que es, obviamente les encantará. —Le dedico una sonrisa.

Después de muchas canciones cantadas juntos, por fin llegamos a mi casa. Ambos bajamos del coche y ayudo a Charl con la caja. Tocamos el timbre de la puerta y en menos de un minuto mamá ya nos tiene envueltos en sus brazos.

—Qué bueno que llegan. Los pasteles acaban de salir del horno, vayan con los demás y en un rato voy a llevarles su rebanada. Vayan, vayan.

Nos lleva hasta el patio, donde los chicos ya están sentados en unas sillas de campo bajo uno de los tantos árboles que hay allí, en el más grande, que da la mejor sombra de todas.

— ¡Hey! —saluda Leo. Está extremadamente feliz porque va a comer pastel de chocolate.

—Espero que no hayáis empezado a comer sin nosotros —dice Charlie sentándose a un lado de Daph y una silla vacía que es para mí.

—Estamos a punto —dice Ken, sonriendo.

—Leo, ya tienes con quien compartir el pastel de chocolate, a Charlie también le encanta —digo mientras me siento y dejo la caja entre la silla de Charl y la mía.

Leo se coloca una de las manos en el pecho y se hace el ofendido. Muy típico de él.

—¿Disculpa, Charlie? La mitad del pastel de chocolate es mía, y eso nadie me lo quita, ni aunque me demandes.

—Ya no más, tendrás diez demandas de mi parte —le reta Charlie.

—No se peleen, recuerden que si le doy la mitad a uno queda otra mitad. —Mi madre aparece con una bandeja llena de rebanadas de pastel de diferentes sabores y colores.

Nos hace entrega a cada uno de un platito blanco con nuestro pastel favorito.

— ¡La adoramos! —exclama Daph tomando un trozo de pastel de vainilla.

Todos comenzamos a comer, a hablar, a reír, a contar chistes, anécdotas, etc. Me siento como en secundaria, cuando todos nos sentábamos a comer helados debajo del árbol más grande del patio de la escuela. Eran momentos realmente felices, y solo importaba que tu equipo favorito de americano ganara.

—¿Cómo van con el tema de la universidad? —pregunta Leo, lo que me sorprende, pues nunca ha sido el más preocupado por este tema—. Yo estoy asustado, quiero ser doctor e ir a Los Ángeles, porque Dios, es mi sueño vivir en la playa

—Yo voy a Boston, arquitectura es mi sueño. Desde niño me llama la atención todo sobre el diseño y la creación de edificios, y la ciudad es un sueño, ahí están los Red Sox y los Patriots —dice Ken con una sonrisa orgullosa.

—Yo iré a Nueva York y diseñaré los mejores vestidos, tendré mi propia línea de ropa y seré una excelente diseñadora —explica Daph con emoción.

—Ustedes saben que iré a Columbus a estudiar medicina, porque ese siempre ha sido mi sueño, ser una persona que salva vidas sin importar la situación, quiero ser alguien en quien la gente se apoye, lo tengo decidido —digo yo.

Todos miran a Charlie, quien se mantiene seria.

—¿Y tú, Charlie? —pregunta Ken.

Levanta la mirada y hace una mueca de no entender.

—¿Qué hay de tu futuro?

—Quiero ser una artista mundialmente conocida y aclamada, como Van Gogh. Aunque a él nadie lo conoció hasta que murió, y eso es triste. Solo el tiempo dirá

Nos mantenemos en silencio sin saber muy bien cómo seguir con la conversación. Es raro hablar del futuro y que estar juntos no esté en nuestros planes

— ¿Qué es eso? —pregunta Ken apuntando con su tenedor a la caja y cambiando de tema repentinamente. Algo que se agradece por el largo silencio.

Todos la miramos y también a Charlie.

—Son regalos para ustedes.

Charlie deja su plato a un lado de la silla y coloca la caja frente a ella. Toma el primer regalo y se lo da a Ken.

—Este es tuyo. No lo abras hasta que todos tengan el suyo.

El siguiente se lo da a Daphne la cual le sonríe con emoción, y luego le da otro a Leo, quien lo toma y lo admira como un niño pequeño recién levantado y con los pelos revueltos una mañana de Navidad.

—Ya los pueden abrir —anuncia.

Todos rompen el papel como niños. Al sacar los cuadros se quedan asombrados. Me recuerda a la primera vez que vi una de sus pinturas.

—Buah, esto es precioso. —Daphne muestra su regalo, una pintura de su cara que se centra en sus ojos azules, y con algunos trazos dispersos de amarillo.

—Eres asombrosa —halaga Leo mostrando el suyo. Una pintura en blanco y negro, también con trazos amarillos, de una foto reciente que él ha él subido a Instagram.

—¿Cómo pudiste hacer esto? Es hermoso. —Ken muestra su pintura, un retrato de cuerpo entero, es muy buena. Demasiado. E igual que las otras, también tiene toques amarillos.

¿Qué significa esto?

Todos admiran sus retratos contemplando cada detalle. Charlie los observa con dulzura y nostalgia, lo puedo notar porque sus ojos están vidriosos, pero, aun así, tiene una sonrisa en su rostro.

—¿Qué ocurre? —pregunto en un susurro y tomando su mano.

Niega dando a entender que no pasa nada, cosa que no creo. Sin embargo, decido dejarla disfrutar el momento y darle el significado que ella quiera. Casi de inmediato se para haciendo que todos la miremos; sin decir ni una sola palabra corre hasta la cama elástica que hay en el centro del patio. Miro a mis amigos, quienes a su vez me miran sin saber con exactitud qué sucede, pero ni yo mismo lo sé. Así que me encojo de hombros y me levanto de la silla para correr hasta donde está ella. Me quito los tenis y subo a la cama, me sonríe y entrelaza una de nuestras manos. A los pocos segundos nuestros amigos se nos unen y es entonces cuando nos veo a todos en la misma situación, tengo un déjà vu y recuerdo a los cinco niños que éramos jugando a ser inseparables.

Somos niños de nuevo por un rato, comenzamos a brincar y a jugar, reímos sin parar y disfrutamos del momento. Quisiera tener una cámara para documentar cada una de nuestras risas, cada carcajada y cada brinco. Quiero que esto no acabe.

—Como cuando éramos niños —murmura Charlie con una sonrisa nostálgica.

—No necesitamos ser niños para ser mejores amigos de nuevo —dice Ken.

—Somos y seremos los inseparables cinco para siempre —añade ahora Leo.

—Así es Charl, ya no nos va a faltar ninguno —dice Daph tomando su mano y haciéndola sonreír.

No más separaciones.

La tarde se va yendo al igual que los chicos, solo quedamos Charlie y yo. Así que decidimos subir a la habitación porque el viento frío molesta un poco. Ahora estamos recostados en mi cama viendo su película favorita en el portátil. Todo es tranquilo y silencioso, hasta que habla.

—Oye, Jace.

—¿Qué pasa, Charl?

—Tengo otro deseo, por así decirlo, además de la galería.

— ¿Cuál es? Te ayudaré a cumplirlo.

— ¿Me dejarías pintar en tu espalda? Siempre he querido hacerlo, es una nueva tendencia entre los artistas.

—¿Traes contigo tu pincel?

—Mmm, no pensé en eso, soy artista, pero no siempre llevo conmigo mi pincel.

—No importa, mi madre tiene material para pintar en el closet, iré a buscarlo, tú prepara lo que necesites. En mi escritorio hay vasitos, si necesitas agua o algo para los pinceles ahí está el baño. Vuelvo pronto —digo, y salgo en busca de las pinturas.

Bajo las escaleras rápido y voy al closet; en una caja de madera hay pinturas y pinceles de varios tamaños, así que supongo que esto le servirá. Subo a paso rápido para no hacerla esperar más. Entro a la habitación y dejo la caja en una de las mesillas de noche.

—He encontrado todo esto, tú eres la artista, tú sabes cómo utilizarlos. Solo dime qué hago, recuerda que soy tu musa.

—Si quieres, quítate la playera y luego te tumbas boca abajo —tartamudea mientras sus mejillas se ponen rojas.

Su tartamudeo me parece tan tierno que me hace sonreír.

Hago lo que me pide, me quito la playera y la doblo, noto como baja la mirada con discreción, y cuando la miro la sube de nuevo. Me siento como una chica francesa.

Voy a la cama y me acuesto boca abajo, tal como me lo ha indicado. Escucho movimiento en la habitación y luego un ligero peso sobre mí.

—Te hará un poco de cosquillas, pero será rápido y también te va a relajar — advierte.

Unos segundos después siento el pincel y la pintura en mi piel, hace un poco de cosquillas y da una sensación rara, pero a la vez es como si te hicieran un masaje con una pluma.

Estos son momentos que nunca imaginé vivir y mucho menos con ella. Mi vida desde el momento en que la ayudé se ha vuelto como un libro de fantasía, donde todo lo que sueñas se hace realidad. Ahora tengo a la chica de mis sueños conmigo, y no dejaré ir tan rápido esta historia. Si todo sale bien, he pensado en dar el siguiente paso, incluso he aprendido una canción para pedírselo este fin de semana. Estoy nervioso, pero me siento confiado. Es el momento perfecto, y no quiero esperar más.

—¿Estás cómodo?

—Bastante.

—Me alegra, yo también.

Sonrío.

—¿Qué estás pintando?

—Es una sorpresa.

—¿Qué significa?

Suspira y responde.

—Mmm En el arte cada persona le da un significado diferente, yo podría darle uno y tu otro.

— ¿Y cuál es el tuyo?

—El fondo del mar me da mucho miedo, y cada vez siento que estoy más cerca de él. Algunas veces quiero alcanzar la superficie, pero por más que lo intento no puedo, porque cuanto más lucho más lejos estoy del aire tranquilo, siento que, aunque quiero dejar de sentir que me ahogo, ya no hay vuelta atrás, y mi destino está muy claro: quedarme en el fondo para siempre, sin molestar a la gente de la superficie, donde nadie puede ayudarme, porque por más que traten de salvarme terminaría trayéndolos al fondo conmigo.

Hago un silencio tratando de asimilar todo lo que dice, pero me cuesta un poco. Nunca he sido bueno en la comprensión lectora o auditiva, y eso no está muy a mi favor en este momento. Quiero comprender qué pasa por su cabeza, qué siente y qué está pensando hacer, pero

—Listo

Interrumpe mis pensamientos y ya no vuelvo a concentrarme más en lo que me ha dicho, porque está soplando mi espalda, causando una relajación exagerada en mí.

—Solo espera a que se seque y lo podrás ver.

—Está bien, espero lo que sea necesario.

Espero hasta que ya está seca y Charlie deja de soplar y dar aire con su mano.

—Ya te puedes levantar —susurra, se levanta de la cama y corre a por su celular para hacer una foto antes de levantarme

—Quiero esa foto —digo al levantarme.

Teclea un poco en el celular y luego me mira con una pequeña sonrisa.

—Enviada. —Sonríe.

Miro mi espalda como puedo a través del espejo. Un mar, una persona, la superficie muy lejos, y un poco de oscuridad. Es una pintura perfecta.

—Jace —me llama, sacándome del trance de admiración que tengo.

—Mmm —murmuro girando mi cuerpo hacia ella.

Se acerca, pone su mano en mi cuello y me mira a los ojos con intensidad.

—Te amo mucho —dice en un susurro.

Sus ojos se ponen un poco vidriosos, pero no deja de sonreír.

—No llores, por favor, odio verte llorar, me hace creer que no puedo hacer nada o hago todo mal. ¿La frase también tiene un significado profundo?

Ella trata de contener unas lágrimas, asiente y apoya su cabeza en mi pecho. Siento mi corazón acelerarse por dos cosas: me ha dicho que me ama, y estoy sin camisa frente a ella. Beso su cabeza y aprieto más su cuerpo al mío, así estamos durante un buen rato. Me siento tranquilo, ella me hace bien, quiero pensar que causo el mismo efecto en ella.

Se separa de mí mientras limpia sus lágrimas y toma uno de los regalos.

—Este es tuyo. —Extiende sus brazos.

Lo tomo y comienzo a abrirlo lentamente.

Saco todo el papel y miro la pintura con una sonrisa. Dos personas abrazándose, una de rojo y otra de azul. Sin duda esta es mi favorita de todas las pinturas que he visto. Y vuelvo a observar el color amarillo en el cuerpo de la chica.

—No hay nadie mejor que tú. —Dejo el cuadro en una silla y la abrazo. Suelta una risa y eso me alegra. Su risa es música para mis oídos. La bajo y tomo su mejilla para poder así darle un beso en los labios. Nos separamos y junto nuestras frentes.

—Te amaré por toda la eternidad —susurro sonriendo y limpiando las traicioneras lágrimas que salen de sus ojos.

No puedo pedir más ahora, lo tengo todo.

Pasan las horas y se hace de noche, así que es hora de dejarla en su casa. Conduzco hasta la casa del papá de Charlie, me ha pedido como favor llevarla, ya que los últimos regalos son para ellos. Luce una sonrisa melancólica en su cara, mientras una de sus manos está entrelazada con la mía, mira por la ventanilla y mueve constantemente una pierna.

Al pasar unos minutos llegamos a la casa del señor Hans y ambos bajamos. Charlie lleva los cuadros en sus brazos, así que yo toco el timbre y esperamos a que abran. El señor Hans abre lentamente la puerta, sus ojos se iluminan al igual que los de Charlie, con cuidado le quito los cuadros para que pueda abrazar a su papá.

—Pasen, chicos —dice él con una gran sonrisa.

Entramos y nos dirigimos hasta la sala de estar, saludamos a la esposa del papá de Charl y después saludamos a la pequeña Camill.

— ¿Tu madre te ha dejado venir?

—No, estaba en casa de Jace, me llevará a casa, pero quiero entregarles esto antes.

Les tiende los regalos y ellos comienzan a abrirlos. Sus reacciones son iguales a las nuestras al ver sus obras. Una pintura muestra el rostro de su padre y la otra es un retrato de familia, el padre, la madre, y dos hermanas, con pinceladas amarillas por todas partes.

—Son preciosas —dice él papá.

—Las hice con mucho cariño. No quisiera irme nunca, pero tengo que hacerlo papá, así que les regalo esto para que cada vez que los vean me recuerden.

Charlie se levanta y abraza a su familia un buen rato, finalmente se separan y se para junto a mí.

—Adiós, papá. Adiós, Jess. Adiós, Camill. Los quiero mucho, nunca lo olviden, quiero que sepan que a pesar de que no nos vamos a ver en mucho tiempo, yo los quiero mucho.

—¿No nos vamos a ver en mucho tiempo? —pregunta la pequeña Charlie.

Charlie se arrodilla frente a su hermana y toma sus manos.

—Sí, claro que sí.

—¿Y por qué te despides de mí?

—Porque son momentos difíciles, las despedidas no son para siempre, solo son un hasta pronto, además, tendrás a mamá y papá, no estás sola.

—¿Vas a venir otra vez a visitarme?

—Sí —susurra.

—¿Y me llevarás a comer un helado? —pregunta Camille con emoción.

—Claro—susurra Charl—. Lo prometo. Recuerda que te quiero mucho Camille, y siempre seré tu hermana mayor, no importa lo lejos estemos.

Charlie la abraza y llora con fuerza mientras los pequeños brazos de Camill tratan de rodearla. Se pone de pie y con el dorso de su mano limpia las lágrimas y mira a su padre.

—Yo también te quiero, te aseguro que trataré de hacer todo lo posible para que vengas conmigo.

Charl sonríe y niega ligeramente. Ya nos vamos, pero la voz de Camille nos detiene.

—Toma Charlie. —Le da un papel, una pintura para ser exactos, es de acuarelas y representa a ella y a Charlie tomadas de la mano en la playa—. Yo soy pintora como tú y quiero que tengas mi primera obra de arte.

Charlie suelta un par de lágrimas y le sonríe.

—Vas a ser la mejor, ya lo veras Adiós, nos vemos.

Después de una larga despedida, salimos de la casa de su padre y partimos camino a casa de su madre. Charl va callada, ha tenido un cambio repentino. Por la tarde feliz y horas después triste y callada, como si le hubieran vuelto a bajar el interruptor.

—¿Te sientes bien? —pregunto con la mirada en el camino.

—Sí, sí, estoy bien, no te preocupes.

Su respuesta me hace fruncir el ceño, pero rápidamente lo deshago pensando que está así por su papá y la despedida. Debe sentirse muy cansada de todo, triste y ahogada como ella dijo, tal vez a eso se refería, se siente cansada y piensa que ya no hay mucho que hacer.

Creo que ese era el significado de la pintura que aún llevo en mi espalda.

Estaciono el auto frente a la casa de su madre y un silencio nos inunda.

—Gracias por llevarme a ver a mi padre —dice después de unos minutos en silencio.

—Siempre para ti

Me voltea a ver y hace un puchero con sus labios.

—No me quiero ir, Jace, porque sé que si lo hago y entro a casa no habrá vuelta atrás —susurra con un tono angustiado.

La miro por unos segundos, su nariz está roja y su expresión me hace saber que tiene mucho miedo.

—Sé que no te gusta la situación en este momento, pero no pasa nada, mañana vendré por ti para ir a la escuela y volveremos a mi casa a comer pastel y nieve de pistacho, ver películas, lo que quieras.

Me abraza y sus sollozos son más fuertes. Acaricio su cabello y beso su cabeza cuando me tira de la camisa.

—Tengo miedo. —Llora.

—Eres la persona más fuerte que conozco en este mundo. —Acaricio una de sus mejillas cuando nos separamos.

Trato de limpiar sus lágrimas y arreglar su cabello.

—Tengo que entrar ya, es la hora, estoy cansada y quiero descansar de todo.

— Está bien

Toma sus cosas y me mira con tristeza.

—Adiós, Charlie, te amo, y te amaré por toda la eternidad. —Me acerco y le doy un ligero beso en los labios.

—Adiós, Jace, te amo, y te amaré hasta el último de mis días —murmura para después acercarse y darme un beso largo. Baja del auto, cierra la puerta y corre a la entrada de su casa. Antes de entrar me mira y se despide con un ademán.

Me ama

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