3.
CHARLIE
Corro lo más rápido que puedo hasta la parada del autobús, pero a apenas unos pocos pasos de distancia, este arranca y se pierde entre las calles. Suspiro y agacho la cabeza con derrota. Tal vez lo hubiera alcanzado si Jace Grey no hubiera chocado conmigo; aunque no fue completamente su culpa, vi que Ken y Leo lo empujaron.
No ha sido la mejor forma de volver a hablar con ellos.
Leonardo Evans, Kenneth Fallon y Jace Grey.
Los conozco desde la secundaria; antes éramos muy buenos amigos y Daphne y yo siempre estábamos con ellos porque nos hacían reír por tonterías. Siempre estábamos los cinco para todo: salidas, trabajos en equipo en los que repartíamos las tareas para terminar más rápido Era muy divertido. Pero, cuando todo pasó, los abandoné, por más que me buscaran y trataran de hablarme.
Los inseparables cinco dejaron de estar juntos y se convirtieron en cuatro.
Eran buenos tiempos. A veces pienso en cómo sería nuestra vida si siguiéramos juntos.
Bueno
Seguro que siguen siendo igual de amables, respetuosos y divertidos. No digo esto por el que se le ocurrió decir que los Eagles son mejores que los Cowboys. ¿Cómo es posible que el capitán de americano de nuestra escuela tenga como equipo favorito a los Eagles? Obviamente, los Cowboys son mejores, su defensiva es mejor, más agresiva y, rápida y sus estadísticas son mejores. No sabía que Jace tuviera tan mal gusto.
Camino por la calle mientras voy pisando las líneas que se me ponen enfrente, cada una de ellas sin excepción, solo para distraerme del frío y el ruido de los pocos autos que pasan.
Es bastante divertido pisar las líneas en vez de saltarlas, y aún más cuando la gente se enoja porque lo hago. Normalmente la gente decide evitarlas, pero eso es aburrido, están ahí para ser pisadas, y me gusta ver el mundo arder.
Después de un largo camino, al fin llego a la calle de mi casa, que se ve a través de los árboles de los jardines vecinos. Mientras me acerco, dejo de jugar con las líneas y me coloco de manera que no me vea. Siempre me regaña cuando me descubre jugando con ellas, dice que parezco una niña.
Solo estoy buscando un poco de diversión en mi oscura y triste vida.
Entro al jardín cruzando el camino de piedras compactas hasta llegar a la puerta principal, me quito la mochila y me agacho para poder buscar mis llaves. Deben de estar atrapadas entre el libro de Matemáticas y el libro de Historia, o tal vez las tiré cuando me deshice de todas las bolas de papel que guardaba en mi Ah, no, ya las encontré.
Abro la puerta, entro y dejo las llaves colgadas en un pequeño ganchito junto a la puerta, luego me quito el gorro y el abrigo para colgarlos en el perchero. Dejo la mochila junto al sofá de la sala y comienzo a caminar en busca de mi madre. Parece que no está, porque solo se oyen mis pies arrastrándose con cada paso.
Lo bueno de todo esto es que tengo un poco de tiempo tranquilo y sin gritos. El único problema aquí es ¿Hay comida?
No soy la mejor en la cocina, cada vez que he intentado cocinar pasa algo malo: si es sopa, se seca; si es pollo, se quema; si es un cereal, la leche a veces se corta. Sufro algún tipo de maldición, pero también hay que aceptar que, en ocasiones, la comida me sale bien; por ejemplo, cuando me preparo un sándwich de mayonesa y salchicha. Eso es mejor que un hueco rugiendo en el estómago.
Voy hasta la cocina para ver cuánto pan queda y prepararme con él algo comestible, pero el pósit del refrigerador hace que deje de pensar en eso. Lo despego y me lo acerco para leerlo con más facilidad.
Hay comida en el microondas.
MAMÁ
En el microondas encuentro un plato con un filete de pescado y un poco de ensalada, lo saco y lo coloco sobre la isla para examinarlo, lo toco con el dedo índice y me aseguro de que esté caliente, y lo está. Parece que mi madre hace poco que se ha ido, tal vez antes de que yo entrase en nuestra calle.
Saco del refrigerador una botella de agua y tomo el plato para llevarlo hasta la mesa, jalo la silla hacia atrás para sentarme, tomo el tenedor y el cuchillo, y comienzo a comer tranquilamente, dando de vez en cuando un par de sorbos al agua. Suspiro y continúo comiendo.
Comer sola es una costumbre que tengo desde los catorce años. Mi madre siempre está trabajando así que solo me deja platos en el microondas, sartenes con comida en la estufa, o a veces nada. A veces prefiero que sea así porque, cuando estamos las dos juntas, solo habla de trabajo por teléfono, me regaña por algo que ni siquiera recuerdo haber hecho, o se queja de mi padre y su nueva vida. A veces desearía tener una simple conversación con ella para que me preguntara qué tal me fue mi día. Quiero que sea una plática sincera, claro, y no una conversación en la que hablemos de manera forzada y lo que yo diga, probablemente, no le importe ni lo más mínimo.
Aunque no siempre nos hemos comunicado de esa manera. Antes de su separación con mi padre todo resultaba diferente. Yo era su pequeña Charl, ahora solo soy Charlie.
Remuevo la ensalada con el tenedor un par de veces hasta que me canso de estar sentada sin hambre; apenas he acabado la mitad del filete y he dado un par de mordidas a la lechuga. Me levanto, subo a mi habitación y coloco en el reproductor de música una canción con una melodía tranquila para no alterar la paz que estoy sintiendo justo ahora. Por una vez tengo tiempo para mí y no pienso desperdiciarlo. Me dirijo hasta mi estantería, donde hay unos cuantos libros ya leídos y otros aún en su empaque transparente. No me apetece mucho iniciar una nueva lectura, así que solo tomo unos de mis favoritos, Wonder, que ya he leído diez veces.
Me dejo caer sobre un enorme puf azul cielo que está en la esquina de mi habitación, me acomodo y comienzo a leer la primera página del libro. Es el momento justo con el ambiente perfecto para concentrarme y sentir que me meto dentro del libro con el protagonista.
Me gusta el arte, sí, me hace desahogarme mucho y soy muy buena, pero la lectura me hace sentir demasiado, esa es otra de las cosas que me encanta de este hobby. La lectura es una acción tan simple de ejecutar y sin embargo tan intensa que te puede llevar a mundos diferentes en el momento que quieras desaparecer de tu feliz o triste realidad. Los personajes te harán sentir vivo y fuera de órbita. Las palabras escritas por un autor te hacen sentir cosas que, probablemente, nunca podrás vivir, esa es la magia de la lectura.
Si yo tuviera la capacidad de inventar una historia o contar la mía, sin duda lo haría, pero no paso del «Había una vez».
Conforme el tiempo avanza, me voy acercando a la mitad del libro. Lo he leído tantas veces que me lo sé desde la primera letra hasta el último punto.
Han pasado horas desde que comencé a leer sin darme cuenta y veo que ya casi se esconde el sol. Estoy a punto de levantarme para ver el atardecer, pero me detengo cuando un grito desvanece toda la felicidad y tranquilidad que albergaba en mi cuerpo. Como si una copa de cristal se hubiera roto.
— ¡No, Mike! ¡Ella no quiere ir contigo! Entiéndelo, se lo pregunté y ha dicho que no. —Un silencio se interpone—. No tendrás a Charlie esta semana y punto. No me importa si es el día que te corresponde, ella no quiere.
¿No quiero?
Ni siquiera me lo ha preguntado, y si lo hubiera hecho, definitivamente, la respuesta hubiera sido un rotundo sí. Sí quiero ir con mi padre, porque con él me divierto, porque con él no me siento encerrada en una bola de regaños y siempre me recuerda cuánto me quiere. Otra pelea por mí, por ver quién me tendrá, estúpida custodia compartida.
Ella lo odia tanto que pretende hacer ver que yo lo odio también.
La puerta se abre de golpe, me sobresalto y es entonces cuando veo su semblante serio.
—Baja, traje cena.
—No tengo hambre.
—Charlie, te espero abajo. He visto que no te has acabado el filete.
—Cenaré luego.
Me mira, seria, aún sujetando el pomo de la puerta.
—¿Cómo te fue en la escuela? —pregunta con una leve sonrisa. Eso pasa siempre que pelea con papá y sabe que lo he escuchado. Me resulta dulce que me pregunte por mi día, como si le importase, pero ambas sabemos que no es así. Ella simplemente trabaja y hace sus tareas, y no le importa mucho lo que haga o deje de hacer yo. Si me fuera de casa, tal vez lo notaría una semana después.
—Normal, tuve taller de Arte
—Genial. ¿Algo más?
—La señorita Rose Mary me sugirió algo.
—¿Qué cosa? Espero no sea una tontería.
—Pues me dijo que tal vez yo podría concertar una visita con el psicólogo.
—¿Para?
—Pues ella cree que me pasa algo, que tengo un problema conmigo misma
Frunce el ceño y luego suelta una risa en un resoplido.
—¿Qué problema puedes tener? Eres una chica que estudia, tiene una casa, eres bonita y no te falta nada. Solo son cosas que tu maestra trata de meterte en la cabeza. No le hagas caso, como si ella estuviera todo el día contigo.
«Tú tampoco».
—Si te da hambre, la comida está en la cocina.
¿Que no me falta nada? Me falta todo. De qué me sirve tener lo que sea cuando no lo puedo disfrutar. Me hace falta sentirme feliz, y no hablo de a ratos, hablo de siempre. Pero, obviamente, ¿qué problema puedo tener si me lo dan todo?
Me tumbo en la cama y miro el techo como si fuera lo más interesante del mundo, aunque no hay nada más en él que un foco y un fondo blanco.
Viviendo así no disfruto mi adolescencia, como le decía a Daphne. Qué lamentable es la vida de un adolescente ilusionado. Esas películas, esas pláticas de futuros prometedores y llenos de sueños por cumplir. ¿Por qué nadie nos habla de lo que conlleva la realidad? Nadie nos dice que los adolescentes no son como en las películas, que no cantamos o bailamos canciones ensayadas, y que nuestro peor problema no es perder un partido de fútbol; nadie nos prepara para sobrellevar problemas como la ansiedad.
¿Cómo puede una persona de solo diecisiete años llevar la ansiedad sola?
A mí nadie me dijo que la peor etapa de mi vida sería esta. Me ilusionaron de la peor manera.
JACE
Dejar de sonreír no es precisamente mi plan. No he podido parar de hacerlo desde lo que sucedió en los pasillos de la escuela. De acuerdo, la situación no fue la más linda del mundo ni mi comportamiento el mejor: le dije a la chica que me gusta que su equipo favorito es un asco.
¿Yo? El más conquistador de todo Texas.
—Pero ya quita esa sonrisa —Leo se burla cuando se tumba a mi izquierda en la cama.
—No puedo, acabo de hacer contacto visual y hablar con mi amor platónico, aunque no fue como quería, lo hice. — suelto un suspiro, de esos cargados de sentimientos cursis.
—Es verdad, Leo, déjalo que sueñe un poco más. No todos los días se está sudoroso, chocas con la persona que te gusta y le dices que su equipo apesta en lo que hace. —Ken sale en mi defensa. O algo así. Se recuesta a mi derecha y ahora los tres estamos en la cama mirando al techo.
—Si tuviera la oportunidad de cambiar todo, lo haría. Sin embargo, no puedo. Así que déjenme ser feliz con lo poco que conseguí.
Nos quedamos en silencio mirando arriba.
—¿Qué tiene el techo de interesante? —pregunta Ken.
—Lo mismo me pregunto yo —añade Leo.
—Es relajante, puedes pensar mucho.
—¿Y en qué piensas? —pregunta Leo.
—En ella. —Suspiro—. ¿Qué estará haciendo? ¿Estará pensando en el ridículo que hice hoy?
—Tal vez.
—¿Y si le mando un mensaje? Ya saben, algo así como: «Hey, viste que los Eagles ganaron a los Cowboys». No, eso es estúpido.
—Mandarle un mensaje también. Apenas compartieron unas palabras, espera a crear un vínculo más fuerte. Pero por favor, no dejes de lado las oportunidades que se te presenten, y sobre todo relájate y no hagas el ridículo de nuevo; nos das pena cuando eso pasa —murmura Ken levantándose de la cama.
Definitivamente, me vería como un maldito psicópata acosador. No puedo ser más ridículo, tal vez lo que menos quiere es que el chico apestoso que ha chocado con ella le hable. No le contaré a nadie ese pequeño detalle. Pero a quien sí le contaré con todo lujo de detalles es a mi madre y, sin duda, a Daph. Ellas son las fans número uno de mi loco enamoramiento, sé que se emocionan tanto como yo, y eso que fue un fracaso.
—Te imaginas que un día se hacen novios —dice Leo, aún recostado a mi lado.
—Llevo un año imaginándomelo, Leíto.
—¿Y cómo se ve?
—Muy lindo, nos veo juntos caminando de la mano, riéndonos de cosas sin sentido pero que nos hacen gracia porque al otro le divierten, comiendo juntos, compartiendo secretos y nuestros más profundos sentimientos; me imagino toda una vida con ella, de verdad quiero conquistar su corazón y ser más que un amigo para ella.
—Confío en ti, sé que eres sincero. Además eres tan cursi que me das nauseas.
—Wow, tus palabras son muy alentadoras —digo con ironía. Si te echas atrás entonces, te voy a empujar más fuerte, y sabes que no estoy bromeando.
—Leo tiene razón, somos tus amigos, y solo por eso te vamos a empujar mil veces si es necesario, no literal como antes, pero te vamos a empujar. Y sí, eres tan cursi que das diabetes.
Después de pasar toda la tarde juntos, mis amigos se van a sus respectivos hogares dejándome solo en la tranquilidad de mi habitación. Pero esa calma no dura mucho porque la llamada de Daphne ilumina mi celular. Estoy seguro de que uno de mis dos amigos le fue con el chisme.
—¿Quién fue? —pregunto mientras me dirijo al balcón.
—Ken. ¿Por qué has tardado tanto en contármelo? Deberías haberlo hecho nada más llegar a tu casa.
—Porque quería esperar a estar solo para hablar tranquilo.
—Bueno, ya estás solo. Así que no esperes más para contármelo con todo lujo de detalles.
—Lo arruiné.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Choqué con ella. Nos quedamos literalmente tirados en el piso. Luego le ayudé a recoger sus cosas, pero para rematar le dije que su equipo era malo y los Eagles eran mejores.
—Pero ¿cómo le dices eso? Los Cowboys son su equipo favorito desde que nos conocemos. ¿Y qué te dijo?
—Me miró con desprecio, como si yo fuera la aberración más grande de este mundo.
—No seas exagerado, al menos te miró.
—Lo sé, y eso me emociona. No he podido dejar de sonreír, pero me arrepiento tanto de no haber dicho algo coherente No sé, algo como que si le gusta el arte, o cosas que ya sé pero que solo preguntas para mantener una conversación a flote.
Mi amiga suelta una carcajada y pongo los ojos en blanco.
—Deja de reírte de mis tragedias.
—Es que es imposible, quiero ser positiva contigo, pero es que sí fue una situación un poco extraña.
—Ya lo sé. Quizá ya me vea como un bicho raro para siempre y mis nulas posibilidades de estar con ella sean aún más nulas que antes.
—No seas tan paranoico. Tal vez no piense así y crea que todo ha sido un accidente.
—¿Y qué dices del tema de los Cowboys y los Eagles?
—Ahí sí que no sé cómo ayudarte. Pudiste decir cualquier cosa, pero decidiste decir eso. Puede que lo olvide, o puede que ya seas enemigo personal de todo el grupo de fans de los Dallas —dice entre risas.
—Adiós Daphne, hablamos mañana cuando mis tragedias amorosas ya no te causen risa.
—No, espe
Dejo el celularen mi bolsillo y me pongo a mirar el patio de mi casa.
¿Por qué ella se habrá separado de nosotros?
¿Acaso hicimos algo mal?
Lo único que sé es que sus padres se divorciaron, pero no creo que ese haya sido el motivo para apartarse de todos. ¿Qué culpa tenemos nosotros de eso?
Al día siguiente, al entrar a clase de Historia, la observo desde la puerta. Ahí está con su gorro de los Cowboys y su chamarra roja, dibujando con algunos marcadores en una hoja, abstrayéndose de toda la gente que habla a su alrededor.
Paso por su lado lentamente y la miro de reojo. Ella se detiene y me devuelve la mirada por unos segundos. Tal vez esté pensando: «Dios, este bicho raro está demasiado cerca, me repugna la existencia de un ser tan despreciable como él».
Tengo que dejar la paranoia.
Me siento y suspiro sin apartar la mirada de su cabello, ya que es lo único que puedo ver por el momento. ¿Debería disculparme por el incidente de ayer? Tal vez de esa manera logre algo diferente, cambiar su perspectiva, o incluso que me sonría.
—Hola —Leo me saluda cuando se sienta a mi lado.
—Hola, Leo.
—¿Sigues preocupado por lo de ayer? Solo fue un pequeño accidente, no le has echado pintura encima.
—No fue un accidente, claramente ustedes me empujaron.
—Queríamos hacer una buena acción, no nos salió bien, pero solo queríamos ayudarte.
—Pues no lo hicieron, gracias.
—Ella no te odia. Ya verás, pídele perdón y aclara la situación, incluyendo lo de los equipos de americano; ahí sí que te pasaste.
Suspiro y asiento ligeramente. Claro que me disculparé, no pienso vivir con esta sensación en el pecho que me hace sentir que la persona a la que más amo en este mundo me odia.
—Buenos días, siéntense adecuadamente y pongan atención. —La maestra de Historia alza la voz una vez que deja sus cosas en el escritorio.
Historia, para mí, es la más aburrida de todas las clases. Sencillamente porque no me puedo aprender las fechas, ni siquiera recuerdo que cené ayer. ¿Cómo piensan que voy a memorizar todos esos datos y nombres? Me aburro, solo me parece divertida la historia de los pasteles de México y Francia. La maestra nos la ha contado porque es una de sus favoritas, es un poco rara porque básicamente se inició una guerra por un pastel. Mientras las demás guerras y hechos históricos no sean así de surrealistas, Historia seguirá siendo aburridísima.
—Pongan atención, yo sé que ustedes odian mis proyectos de Historia, pero son muy necesarios.
Es verdad, los odio.
—Este será un poco diferente ya que lo haremos por equipos. —¿Eso se supone que resta aburrimiento?—. Tendrán que hacer una exposición sobre los últimos cinco presidentes del país, sus biografías, logros y derrotas.
Genial, qué divertido. Comienzo a jugar con un par de ceras de colores que tiene Leo para distraerme de la tediosa explicación del proyecto
—Los grupos son de cinco. Pongan atención, no lo repetiré dos veces.
Con que me toque con mis amigos soy feliz. Un equipo de cuatro es mejor, hacemos el trabajo cerrado en nuestro círculo de mejores amigos. Aunque nada quita la horrible situación de tener que hacer un espant
—Jace. —Mueven mi hombro, pero sigo pensando—. ¡Jace! —susurran entre dientes. Me giro hacia Leo con cansancio.
—¿Qué?
—¿No has escuchado los nombres de nuestro equipo?
—No, solo estoy pensando en el tonto trabajo de Historia. Al final le preguntaré a la maestra.
—Pues ya te los digo yo. Ken, Daphne, tú, Charlie y yo. Desde que entramos a preparatoria no estamos en un equipo con ella. Estás de suerte, campeón.
—¿Qué? ¿En serio estamos con ella o te estás burlando de mí?
—No, para nada, tendrás la oportunidad de dar una nueva imagen, la real.
Sonrío ligeramente y comienzo a sentir un hormigueo en las manos. Jódete, estoy con Charlie en un trabajo por primera vez desde que me gusta. Nunca he tenido tanta suerte como hoy. ¿Será por haber desayunado más rápido? ¿O Cupido me está dando una segunda oportunidad?
Tal vez, la Historia ya no sea tan aburrida.
Al salir para el cambio de clase, mis amigos y yo nos dirigimos a nuestros casilleros mientras planeamos cómo haremos el trabajo.
—Estamos con Charlie, Jace está con Charlie, y la va a besar, y a tener nueve hijos con ella —vitorea Leo picando mis costillas, le doy ligeros manotazos en la mano para que deje de molestarme. Se ríe.
—Callate, esto es genial. Chicos, podré estar con ella y mostrarle que, en realidad, soy una gran persona que puede enamorarla y amarla.
—Tranquilo, Romeo, cada cosa a su tiempo, primero discúlpate —dice Ken colocando su mano en mi hombro.
—Tal vez podamos volver a ser mejores amigas, o tan solo hablar de nuevo —añade Daph con una sonrisa. Le paso el brazo por los hombros y la aprieto un poco en una especie de abrazo.
Volteo a ver a Charlie ir en dirección contraria a los vestuarios de deporte. Mientras pasa a nuestro lado, me doy cuenta de que camina cabizbaja y tratando de no toparse con nadie.
Me priva del privilegio de poder ver sus bellos ojos.
Porque sus ojos siempre me atrapan y no puedo apartar la mirada de ellos; a veces lo consigo durante unos breves segundos para que no se dé cuenta, pero me pierdo en ella tratando de descifrar qué es lo que siente y piensa.
—Debemos irnos rápido, no quiero llegar tarde a Deporte y que me pongan una falta —dice Daphne. Los tres la seguimos mientras ella va en cabeza, como toda una líder con seguidores fieles.
Al llegar a los vestuarios nos separamos de Daph; ella se va al de chicas y nosotros, a la gran cueva de sudor. Sin tiempo que perder, nos colocamos el uniforme deportivo de invierno, pantalones grises y una sudadera gruesa azul marino, y como opción propia decido colocarme mi gorro de lana, con el logo de los Eagles.
Salimos al campo para reunirnos con los demás. El profesor nos dice que podemos hacer el deporte que queramos después de dar dos vueltas a la pista de atletismo; nunca pueden faltar esas tontas vueltas. Aunque no son problema para mí, soy un chico que toda su vida ha girado alrededor del deporte, me considero competitivo y muy centrado. Un par de vueltas no son obstáculo para mí. Comenzamos a trotar los cuatro juntos, pero, conforme avanzamos, Daphne se va quedando atrás, porque es muy perezosa para correr. Si le seguimos el paso, terminaremos diez minutos después de todos. Leo, Ken y yo acabamos primeros, así que nos alejamos de la pista y nos acomodamos junto a los demás que ya han terminado para recobrar el aliento.
Mientras mis amigos van hasta la bodega de balones para tomar el de fútbol, yo me dedico a seguir los pasos de aquella bella chica. Corre a un buen ritmo, tranquilo y sereno, pero siempre con la mirada en el suelo. Si observo a mi alrededor, estoy seguro de que no seré el único que está mirándola. Así que me giro para no parecer un psicópata y me voy con mis amigos.
—Bueno, vamos a jugar un poco al fútbol, acosador —dice Leo.
—Solo la he mirado un rato.
—Por fuerza mayor; si no, hubiéramos tenido que llevarte lejos —bromea.
Pongo los ojos en blanco.
— ¿No vamos a esperar a Daph? —pregunto al comprobar que ya le falta poco. Aunque parece que en algún momento se va a desmayar, y no deja de sudar y sacar la lengua como un cachorro sediento.
—Daph dijo que jugaría al vóley con las chicas. Además, mírala, no nos necesita, está fresca como una lechuga —anuncia Ken acercándose a nosotros.
Asiento y les indico con un movimiento de cabeza que me sigan hasta el campo de fútbol. En cuanto el balón toca el suelo y ya estamos los equipos completos, comenzamos el minipartido. Comenzamos a mover el balón con diferentes movimientos, anotando goles, haciendo ligeras faltas. Mientras nosotros jugamos, al lado los gritos de las chicas en la cancha de vóley nos distraen un poco. Desvío la mirada hasta las gradas, donde Charlie observa el juego de las chicas con atención. No comprendo por qué no juega, en secundaria era muy buena. Pero la verdadera duda que tengo es: ¿por qué no mira cómo jugamos al fútbol?
Nuestro juego es más interesante Solo digo eso.
—¡Charlie! —grita Daphne—. ¿Quieres jugar con nosotras? —pregunta un poco nerviosa y con miedo. Se le nota en la cara.
Sonrío por su pregunta, y más porque el resto de las chicas animan a Charlie a decir que sí. Ella vacila un poco, pero finalmente termina diciendo que sí con un simple movimiento de cabeza. Sus mejillas parecen dos tomates. Se ve tan perfecta aun avergonzada Baja las escaleras de las gradas y se une a las chicas. Rápidamente Daphne se acerca a ella y le dice algo que no logro escuchar. Lo más probable es que le haya preguntado si quería estar con ella, ya que la ha tomado de la mano y la ha lleva a su lado.
Sabía que no perdería la oportunidad. Me quedo mirándola un buen rato, parece avergonzada. No para de tocarse los dedos, algo que hace desde que la conozco, siempre que tiene miedo, nervios o vergüenza. Algo que amo tanto de ella... Es como muy Charlie, podría notar su presencia a distancia con solo ver ese movimiento.
El balón impacta en su mano, ella le da un golpe perfecto, lo mete en el otro lado de la red y consigue anotar un punto. Es la primera vez en mucho tiempo que veo a Charlie relacionarse con más gente. El balón de vóleibol vuelve al aire, una chica lo golpea y comienza de nuevo el juego.
Estoy tan concentrado en el juego de ellas que, cuando el balón de fútbol impacta contra mi brazo, me giro y miro a los chicos con desaprobación.
—Auch —dramatizo, masajeando el lugar golpeado.
—No hay otra forma de sacarte de CharlieLand —explica Karl, riendo.
Sí, ese es el mundo en el que vivo todo el tiempo. Además de Competitivilandia.
—No podría estar más de acuerdo, vagas horas y horas por él —apoya Leo.
Miro disimuladamente a Daph y a Charlie para después continuar el partido. Hablan de vez en cuando, y lo mejor es que Daph no deja de sonreír, igual que yo. Estoy muy emocionado, y no sé bien si es por mi amiga y su avance con Charlie, o porque vamos a estar juntos en el trabajo de equipo.
Tal vez, mi emoción es por ambos motivos.
La última clase termina al fin. Hora de ir a casa, pero... tenemos un proyecto que hacer. Nunca me he emocionado tanto por un proyecto, y no soy del tipo estudioso, pero estoy dispuesto a hacer lo que sea, hasta leer un libro de Historia completo y aprenderme todos esos nombres y títulos extraños.
—Chicos, ¿a qué hora nos vemos para el proyecto? —pregunta Daph abriéndose paso entre Ken y yo.
— ¿Les parece a las cinco en mi casa? —propongo con una sonrisa.
«Linda estrategia me he armado».
—Me parece bien —afirma Leo, al igual que mis otros dos amigos—, pero tenemos que contárselo a Charlie, podemos mandarle un mensaje.
—No haremos eso, es descortés, hay que decírselo en persona —dice Daphne.
—Que Jace lo haga entonces —propone Ken mirándome.
—No, no, mala idea. La última vez que me acerqué me caí sobre ella. Será mejor que lo haga Daph —propongo rascándome la nuca con ligereza.
Parece pensárselo unos segundos y luego dice:
—Bueno, pero solo si me acompañas.
Asiento con firmeza y la sigo. Nos acercamos a Charlie, que está guardando unas cosas en su casillero. Cuanto más nos acercamos, más nervioso estoy. Ella nos mira de reojo y luego vuelve a mirar su casillero. Codeo a Daphne para que hable y no seguir perdiendo la dignidad.
—Ah, Charlie —Daph llama su atención. Ella vuelve a mirarnos y tragamos en seco, muertos de nervios—. Jace te va a contar algo —dice empujándome al frente y escondiéndose detrás de mí.
Genial.
Charlie frunce el ceño y luego alza ligeramente una ceja. Estoy muy cerca. Al menos no sudo y no apesto a los desodorantes de los chicos.
—Lindo gorro —susurro. Daphne me pincha ligeramente con un dedo en la espalda y me hace recordar a qué vengo—. Nos reuniremos en mi casa a las cinco para el proyecto. Sabes dónde es, ¿verdad? Sigo viviendo en la misma dirección, y si no lo recuerdas, te puedo hacer una no
—La recuerdo —susurra mirándome a los ojos.
Recuerda mi dirección. ¡Mi dirección! ¡Mi casa! ¡El lugar donde duermo todos los días!
—Entonces nos vemos allí a las cinco. ¿Está bien?
—Sí, nos vemos —musita, y se va. La sigo con la mirada hasta que sale por la puerta y se mezcla con el resto de la gente.
Nos damos la media vuelta y regresamos con nuestros amigos, que nos miran con una sonrisa grande y orgullosa.
—Eres una excelente amiga, Daphne —digo con cara de muy pocos amigos.
—Lo siento, Jace, me puse nerviosa. En clase de Deporte apenas hablamos. Me bloqueé, me dio miedo —se disculpa bajando la mirada.
Bueno, tengo que comprenderla, hubiera hecho lo mismo en su lugar. De todos modos, ya no había más personas a las que empujar; así que no tuve más remedio que hablarle.
—No pasa nada. —Le doy un abrazo reconfortante.
—¿Y qué dijo? —pregunta Ken.
—Que recuerda mi dirección y que irá. —Sonrío.
—Eso es genial. —Ken sonríe también.
—Lo sé, estoy emocionado. Tal vez deba practicar qué decir mientras llega la hora.
—Mejor sé natural —propone Leo.
—Cuando estoy solo frente a ella, parece que mi tema de conversación más interesante son los gorros.
—Tranquilo, Jace, no es más que un simple trabajo —murmura Daphne mientras comienza a caminar hacia la salida para que la sigamos como sus perros guardianes.
Ojalá fuera simple.
Tenerla cerca me da tanta vida que es imposible que la situación me parezca simple.
CHARLIE
Voy a comer con unas amigas. En la cocina tienes cosas, puedes preparar lo que sea, o hacer lo que te apetezca.
Te quiero,
Mamá
Arrugo la nota en mi mano, la hago una bola de papel y luego la boto a un lado.
Preferiría estar con mi papá.
Voy a la cocina para buscar comida. No me apetece comer nada de lo que mamá ha hecho; su comida favorita a mí no me gusta, así que opto por comer una manzana verde. A fin de cuentas es comida, y apetito no tengo mucho. Sin más que hacer en la planta baja, decido ir a mi habitación para cambiarme y descansar un poco, ya que el tiempo pasa rápido y tengo que ir a casa de Jace.
Me parece bastante extraño volver a convivir con ellos, y con todos, como en clase de Deporte. Hace tiempo que no participaba en clase y tengo que decir que me he divertido de verdad. Pero ahora se me hace raro volver a trabajar con ellos, no sé si son igual que antes, si tienen los mismos gustos o han cambiado. Ya no tengo ni idea.
Entro a la habitación y le doy una mordida a la manzana, la pongo sobre el escritorio y camino hasta el closet, tomo un suéter holgado y unos jeans, y para no peinarme un gorro rojo. Es solo un trabajo, no una gala.
Le doy una mordida más a la manzana, luego otra y otra hasta dejar únicamente el corazón, que boto a la basura. Aunque mi apetito no es mucho, una manzana no me ha saciado ni un poco. Quiero aunque sea una sopa, y dudo que haya algo preparado para calentar en el microondas. Trato de pensar qué hacer. Podría pedir comida a domicilio, o tal vez papá me ayude. Tomo mi celular y marco el número.
Un timbre, dos timbres, tres timbres
—¡Papá! —saludo con entusiasmo.
—Charl, ¿cómo estás, cariño?
—Normal. ¿Y tú?
—Genial, ahora que he recibido tu llamada. ¿Ha pasado algo?
—¿Estas disponible en este momento?
—Sí, ¿ha pasado algo?
—Solo quería preguntarte si podríamos ir a comer juntos. Te extraño.
Suspira un poco.
—Claro, estaré frente a tu casa en unos minutos.
Con una sonrisa, cuelgo el celular y salgo de mi habitación en dirección a la sala de estar y me pongo el abrigo para esperar a mi papá. Me siento en el sofá, junto las manos y las meto entre las piernas. Por fin, después de un tiempo, podré volver a estar con él, hablarle en persona y no a través de un celular.
Mi papá es muy bueno, no digo el mejor porque tiene sus pequeños fallos, pero sí muy bueno. Me quiere y estoy segura de que haría cualquier cosa por mí y mi felicidad, como justo ahora. Probablemente esté en su oficina trabajando, pero ha sacado tiempo para venir a verme a escondidas.
Los minutos pasan muy lentamente cuando esperas algo con ansias, pero es tiempo, y siempre pasa
El timbre de la puerta suena. Me pongo de pie al instante y voy hasta la puerta para no hacerlo esperar más. Y ahí está él, con una sonrisa y su ropa de trabajo mientras sostiene entre sus manos una flor.
—Te he traído esto.
Ignoro la flor y lo abrazo con mucha fuerza e impulsividad. No me puedo contener, llevo mucho sin verlo, lo he extrañado muchísimo.
—Te extrañé mucho —murmuro sin soltarlo.
—Yo también te extrañé, y mi flor extrañará la vida —bromea. Me separo y veo la flor apachurrada, con su pequeño tallo doblado.
—Lo siento, no me he podido contener.
—No te preocupes, Charl. ¿No está tu mamá?
Niego.
—¿Se acaba de ir?
—No, cuando llegué de la escuela no estaba. Ha dejado una nota diciendo que se ha ido con sus amigas a Dios sabe dónde.
Suelta un suspiro pesado y aprieta los labios con un gesto de reproche.
—En ese caso, vámonos. Te llevaré al sitio donde te gusta comer, donde hay juegos electrónicos y esas cosas.
—Eso era a los once —murmuro mientras caminamos a través del jardín para llegar al auto.
—¿En serio?
Asiento.
Abre mi puerta para que suba, me siento y lo miro desde abajo.
—Me siento mal padre por no saber el nuevo lugar favorito de mi hija adolescente —bromea, cierra la puerta y rodea el auto para subir al asiento del piloto.
Suelto una risa ligera.
—Eres un gran papá, eso no lo dudes jamás. Eres la única persona que me quiere en el mundo.
—Eso es una vil mentira, muchas personas te quieren en esta vida. Claro que yo soy tu fan número uno, nadie me quita ese puesto.
Cuando dice eso, suelto una carcajada.
Adoro a mi padre.
Arranca el auto y comienza a conducir a nuestro divertido destino. Miro a través de la ventanilla los grandes árboles frondosos.
—Oye, papá.
—Dime
—¿Cómo van con el proceso de, ya sabes?
—¿Hablas del juicio de custodia?
—Sí.
Ese tema me tiene muy distraída y me quita el sueño durante las noches. Es estresante tener que pensar en asuntos que no deberían ser mi problema, o ni siquiera tendrían que haber ocurrido.
—El proceso se hace lento, son muchos papeles, firmas, investigaciones, abogados
—Yo quiero ir contigo. ¿No es más fácil decirlo?
—Lo sería si tu madre te dejara ir a donde tú quieres, pero te quiere tener con ella, y yo también. Y hemos tenido que ir por la vía legal. Pero tú no te preocupes por eso, ya verás que todo va a pasar pronto y vendrás conmigo, como debería haber sido, porque yo sí te cuido
—¿Seguro?
—Te lo prometo, por los Cowboys y el fútbol americano.
Sonrío. Es justo lo que yo hubiera dicho, o tal vez «Te lo prometo, por Van Gogh y el arte».
Después de un largo rato conduciendo y escuchando música, por fin llegamos al restaurante donde pasé las mejores tardes de mi infancia. Ambos bajamos del auto y entramos al lugar. Luce exactamente igual que la última vez que lo pisé. Recuerdo cuando los tres jugábamos esperando la pizza. Acumulábamos tantos puntos como pudiéramos y los gastábamos en dulces, porque jamás alcanzaba para obtener un juguete. Entonces éramos una familia real, ambos me querían y se notaba el amor que había entre ellos. Era lindo.
—Llenemos la tarjeta de dinero para jugar —propone mi padre, emocionado. Lo sigo a donde él va.
Mi padre es un gran hombre. No puedo estar más feliz de que encontrara a Jess, su nueva esposa; es amable, carismática y lo ama mucho. No se parece nada a mi madre. Incluso la relación entre ellos es diferente, y se supone que se aman tanto ahora como mis padres lo hacían cuando comenzaron a estar juntos. Así comprendí que el primer «amor verdadero» no siempre es el indicado.
Después de recargar la tarjeta con dinero vamos hasta el juego de canasta con la esperanza de obtener la mayor puntuación en baloncesto y llevarnos la máxima cantidad de boletos electrónicos.
—Ayer vi en internet una universidad que oferta cursos de arte. Allí organizan una galería con las obras de los alumnos, y mucha gente importante va a verlas, de ahí salen muchas grandes promesas. ¿No te gustaría estudiar en ella?
— ¿En serio me dejarías ir a una universidad de arte? Pero son caras —pregunto con sorpresa.
—Claro que sí, es lo que te gusta. No te diría que estudiases Ciencias Biológicas cuando lo que te gusta es el arte. No soy tan malo. Si lo intentas, estoy seguro de que entrarás. He visto algunas de tus pinturas, son otra onda, como dicen los jóvenes de ahora. Y gastaría el dinero que fuera necesario para verte sobresalir en lo que amas.
—Ya nadie dice eso. Esa otra onda que dices se quedó en el pasado.
—Entonces yo haré que vuelva a estar de moda. ¡Sí, diez puntos!
Este hombre ha convertido un día de asco en un lindo recuerdo. Y vaya que si hace tiempo que no tengo este tipo de recuerdos y pensamientos.
Después de gastar todo nuestro dinero y ganar nada más que dulces, la pizza ha llegado, así que entre los dos nos hemos comido una de tamaño mediano. Me he quedado muy llena, y mi padre parece que también. Hasta me ha sorprendido la cantidad que he comido, y lo más probable es que me arrepienta en unas horas y tenga ese peso en el estómago toda la noche.
Tomo mi celular para mirar la hora.
Oh, oh, son las 5:27.
¡Voy a llegar tarde a casa de Jace! Mejor dicho, ya voy tarde.
—Papá, ¿podrías llevarme hasta la casa de un compañero?
—Claro, tú me das las indicaciones y yo seré tu taxi.
Asiento con una sonrisa y vamos hacia la salida para tomar el auto.
Bueno, no es para tanto. Seguro que ellos tampoco han llegado puntuales. Me recuesto y me relajo, y dejo que mi padre conduzca hasta allí.
JACE
—Llegará pronto, Jace, siéntate que me pones nervioso —asegura Leo mientras juega con un cubo de rubik.
¿Nervioso? Nervioso es lo que estoy yo, de arriba abajo.
—Tal vez no quiera estar aquí —digo mientras camino de un lado a otro.
Estaba tan emocionado Charlie siempre se caracterizó por ser puntual, y ahora ya van veintisiete minutos de retraso. Eso me carcome, porque me siento imbécil por pensar que de un día para otro ella querría volver a ser social y compartir momentos con nosotros.
Soy un maldito paranoico.
—Jace, vendrá —comienza a hablar Ken.
—Mejor hagamos el trabajo, ella no vendrá. Tal vez le caiga mal y piense que huelo horrible —comienzo a hablar, pero el timbre de la puerta me interrumpe.
¡El timbre!
Corro hasta la puerta, me detengo frente a ella, sacudo mi playera para eliminar todo tipo de arrugas y me paso las manos por el cabello para acomodarlo. Bien, estoy listo. Abro cuidadosamente y ahí está. Sabía que vendría, aunque he estado a punto de colapsar, algo muy dentro de mí lo presentía.
Se gira hacia el auto que la ha traído y se despide con la mano.
—Adelante —le digo haciéndome a un lado para que pase.
—Gracias, Jace —susurra.
Mi nombre es arte cuando ella lo pronuncia
Está en mi casa. Oh, cielos, creo que voy a morirme. Normalmente, no me pongo nervioso fácilmente. Pero ¿qué más puede pasar cuando tengo semejante belleza frente a mis ojos?
Tal vez sí soy un poco paranoico
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