27.
JACE
Estoy muy preocupado por Charlie. Ya hace dos días que no asiste a clases, y no solo eso, no responde a mis llamadas o mensajes, ni siquiera los de los buenos días. Sé que todo lo de sus padres la tiene mal, pero me da miedo que no me responda y no por lo que tenemos, sino por su estado emocional y mental.
No sé qué hacer, no sé si ir a buscar la ayuda de la señorita Ámbar o de la señorita Rose Mary, de sus padres o de un psicólogo especializado. Ya he investigado en miles de páginas y no sé cómo ayudarla a mejorar sus días. No quiero verla así, ni que se lastime a sí misma
—Hola, Jaceito —mi madre me saluda y me acaricia el cabello, rodea el sofá y se sienta a mi lado con una ligera sonrisa.
—No me digas Jaceito —me quejo por lo bajo sin prestarle mucha atención.
—¿Qué te ocurre hijo? Has estado muy tenso y preocupado estos días. Si se trata de una prueba de Historia, no te
—No es eso, es sobre Charlie.
—¿Va todo bien con ella?
—Si, bueno no, ya te había contado que su madre ganó el juicio, que pelearon fuera de los juzgados y todo lo que le hacen sus papás.
—Oh, recuerdo que antes ellos parecían muy enamorados y que amaban mucho a Charlie. Aún sigo sin creer que la están manipulando cada vez que pueden y ella no se dé cuenta.
—En realidad, no se quiere dar cuenta de que su padre la manipula, porque él insiste en que es el único bueno y que su madre siempre será la mala. Pero es por todo eso, ya no sé cómo ayudarla, no sé a quién recurrir mamá.
—Ayudarla no te corresponde a ti, para eso están los psicólogos.
—Pero tendrían que llevarla sus padres y ellos la tachan de loca, no ven lo malo de sus propias acciones ni cómo le pueden afectar a ella.
—Llámala y pregúntale cómo está, invítala aquí si lo que quiere es estar lejos de ese ambiente.
—No me responde ni los mensajes, no ha ido a clases y eso me preocupa mucho, no sé qué cosas pueden estar pasando por su cabeza.
—Ve a su casa, pregúntale cómo está y en qué puedes ayudarla, no puedes romperte la cabeza pensando en cómo ayudar a alguien que probablemente no quiere ser ayudado.
—¿Y si no me quiere ver? ¿Y si no quiere que la ayude?
—Entonces solo puedes aceptarlo y resignarte. Ya te lo he dicho, no puedes desvivirte pensando cómo ayudar a alguien que ya no siente que puede mejorar en su vida. No te desanimes si no quiere tu ayuda.
Asiento no muy convencido y tomo el coche para ir a casa de Charlie, rezando en cada semáforo para que ella quiera verme. Siento la necesidad de ayudarla, porque sé que puedo hacerlo, tengo las herramientas suficientes, y algo muy dentro de mí me dice que ella sí quiere ayuda.
Estaciono el auto frente a la acera de su casa y bajo con rapidez, atravieso el jardín y llego hasta la puerta principal, toco un par de veces con los nudillos, al instante la puerta se abre y aparece la señora Dillar.
—Buenas tardes.
—Hola, Jace. Vienes a ver a Charlie, ¿verdad?
Asiento, un poco incómodo. Desde el juicio y días antes de que se celebrase, no veo a los padres de Charlie de la misma manera. Solo veo sonrisas y caras falsas.
—Pasa, su habitación está arriba, no es muy difícil encontrarla, solo que no sé si te deje pasar. —Se hace a un lado para que pase. Cuando entro lo suficiente, veo a un hombre sentado en el sofá.
Subo con rapidez las escaleras y camino hasta la puerta que tiene algunas manchas de pintura. Toco un par de veces sin obtener respuesta alguna de ella. ¿Estará dormida? Abro la puerta lentamente y, con mucho cuidado, asomo la cabeza. Al no verla en su cama, entro por completo. Está acurrucada en un rincón. Su habitación está desordenada y oscura, ya que las cortinas están echadas, hay un lienzo maltratado con manchas de pintura y a su lado un pincel aún más maltratado, un plato de sopa de pollo sin tocar, botes de pastillas y un ambiente tenso y triste.
—Charl —susurro sin acercarme. No quiero ir a abrazarla y hostigarla, aunque quiero darle todo mi apoyo y cariño no deseo que se enfade o se sienta aún peor. Ella levanta la mirada y me mira sin decir nada, su rostro está algo hinchado por las lágrimas, sus ojos rojos y ligeramente manchados de negro por el rímel. Baja la mirada y se queda como en trance observado la pared de enfrente—. ¿Me puedo acercar? —pregunto con un poco de miedo a su respuesta.
Nunca pensé verla así, digo, la he visto llorar y se ha desahogado conmigo, pero esta vez es diferente, parece ida, como si solo estuviera aquí su cuerpo, pero su mente y su espíritu no.
A paso lento me voy acercando, me agacho lentamente hasta quedar de rodillas frente a ella. Desde este lugar puedo percibir su respiración muy tranquila, por lo que creo que ha pasado lo peor, pero estoy equivocado, de la nada su respiración se acelera, se entrecorta y comienza un llanto imparable.
—Ellos no me quieren. —Trata de tomar aire entre el llanto—. No les importa, yo, yo no les importo nada. —Llora sin separar la mirada de la pared.
—Charlie
—¿Por qué no me quieren mis papás?
—Ellos sí
—¡No! —grita con la voz quebrada—. Alguien que te quiere no te lastima de esta manera y menos un padre, ellos tienen que amarte, eres una parte de ellos, alguien que te quiere no te maneja a su antojo para ser parte de una venganza. Ellos no me aman lo suficiente, no soy nadie en este mundo, no tengo un propósito bueno aquí
—Mucha gente te quiere, yo te quiero
—Es que me duele. —Llora desconsoladamente moviendo el pecho con cada sollozo—. Cuando todo en mi vida se estaba pintando de otro color, regresó el amarillo. No quiero el amarillo.
¿Amarillo?
—¿Qué hice? Nada, he sido buena persona, he tratado de ser buena hija y obedecerlos en todo, y ellos me pagan así, como si fuera un juguete. No valgo nada —susurra en un sollozo.
Charlie está tocando fondo. Yo no voy a profundizar en nuestra relación cuando ella no está mentalmente estable, cuando sus sentimientos y pensamientos no son serenos, no voy a hacerla sentir cosas que la confundan más. No voy a ser así de egoísta con ella, no voy a ser parte de ese círculo. Obviamente, voy a luchar por salir de esto juntos y dejar todo atrás.
Me acerco y la abrazo con fuerza. Su pecho sube y baja incontrolablemente por el llanto y mi playera se moja un poco en la parte del hombro derecho. Acaricio su espalda tratando de tranquilizarla y, al notar un cambio positivo por su parte, también acaricio su cabello.
—Soy una basura en este mundo, si no valgo para ellos no valgo para nadie —murmura con su cabeza escondida en mi pecho, como si de un refugio se tratase.
—No eres una basura, vales mucho, eres una persona genial, bella, inteligente, capaz de hacer todo lo que se proponga sin que las personas te puedan detener. ¿Sabes cuánto vales para mí? —Deshago el abrazo y tomo sus mejillas entre mis manos haciendo que me mire, su nariz esta roja y sus labios componen un ligero puchero—, vales demasiado, eres lo más hermoso que he llegado a conocer, eres la felicidad de cada uno de mis días. Cuando te miro, no puedo evitar emocionarme. Me haces sentir vivo cada vez que me sonríes, mi corazón late muy fuerte solo con pensarte, eres mi amor, mi felicidad, mi seguridad, eres todo para mí. Y nunca me voy a cansar de recordarte lo valiosa que eres, con miles de virtudes, cualidades incontables; aunque te cueste verlo por ti misma, yo lo haré por ti, y lo seguiré haciendo durante mil años.
Se sorbe la nariz una vez que se calma y trata de sonreírme, aunque ese gesto es casi nulo.
—Ven. —Me pongo de pie y la ayudo a levantarse—. ¿Quieres comer tu sopa? —Señalo el plato que está en la mesita de noche, pero ella niega con la cabeza—. ¿Cómo te sientes?
—Triste y débil —musita.
—Acuéstate un rato, necesitas descansar.
La ayudo a acostarse y arroparse, ella se mantiene callada mirándome de un lado a otro mientras trato de que se encuentre lo más cómoda posible en la cama. Una vez que está lista, me quedo en un lado mirándola con una sonrisa ligera.
—No te vayas, quédate, prometo no llorar —murmura.
Me siento en el borde de la cama y acaricio su cabello.
—No pasa nada si lloras, y no me iré, me quedaré contigo, Charl.
Se hace a un lado y aparta las cobijas para que me acueste con ella, y sin pensarlo un segundo lo hago, porque lo único que quiero es que sienta el calor de mi cariño. Me quito los zapatos y me acuesto a su lado, me cubre con las cobijas y luego recarga la cabeza en mi pecho.
—¿Cómo te puedo ayudar, Charlie? ¿Por qué no vamos juntos a un especialista? todo sería más fácil para ti al no sentir la carga de sanarte a ti misma.
—Jess, la esposa de mi padre, también lo mencionó, las señoritas Ámbar y Rose Mary también, pero no sé, me da miedo.
—¿Por qué? —comienzo a acariciar su cabello para que se relaje y no se altere al pensar en esas posibilidades.
—¿Y si no logro sanar?
—Pues buscaremos otro y otro, los que sean necesarios.
—Sería agotador
—¿Cómo te puedo ayudar? —repito.
—Cántame una canción, Super J, solo eso.
Solo eso
—¿Cuál?
—La que llegue a tu corazón.
Tomo una gran bocanada de aire y comienzo a cantar.
—«Amar de verdad a una mujer, abrazarla, hasta que aprenda cómo necesita que la toquen
Así continúo cantándole la letra de «Have You Ever Really Loved A Woman», de Bryan Adams. La canción perfecta para describir cuánto la amo. Cuánto la necesito y cuánto la apoyaré.
Porque soy Super J, el fiel superhéroe que lucha contra los pensamientos negativos.
De verdad quiero ayudarla, y no solo cantando hasta que se quede dormida. Quiero que salga adelante para alcanzar sus sueños, quiero que sea más de lo que ella se cree capaz de ser, quiero que sonría, que sea feliz
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