24.
CHARLIE
Después de haber hablado una hora extra con la señorita Ámbar, he vuelto a casa para escuchar los reclamos de mi madre, que dice que está muy estresada por el juicio. Esta vez no le he respondido, la sesión con la señorita Ámbar me ha dejado agotada, solo me he quedado quieta mirándola gritarme en la cara, porque tampoco me dejaba ir a mi habitación. Y ahí me he quedado durante diez largos minutos en los que solo me ha gritado lo inútil, inmadura, mala hija y tonta que soy.
Ya no la soporto más.
Al subir a mi habitación he intentado llamar a mi padre para decirle lo que había pasado, pero no me ha respondido. Las primeras veces los tonos han sonado hasta que las llamadas se han cortado automáticamente, y en las siguientes simplemente ha saltado el buzón de voz. Así que solo me ha quedo hundirme en mi soledad porque no quería molestar a Jace con las peleas. Además, él iba a querer verme, y yo no quería que viera a mi madre así de enojada y que pudiera decirle algo hiriente. Sin embargo, ha sido casi peor quedarme sola.
El juicio está a la vuelta de la esquina y yo ya llevo dos días sin ir a clases. No puedo levantarme de la cama más que para ir al baño y a tomar agua, porque los nervios ni siquiera me dejan comer sin que me den ganas de vomitar. Definitivamente, esta es la peor situación que he vivido.
Esta vez sí he hablado con Jace, pues no merece que lo ignore por algo que no es su culpa. A fin de cuentas eso es lo que mis padres dejan de hacer, no puedo ser igual que ellos. Ha prometido venir a verme hoy y traerme los apuntes.
El timbre de la puerta principal suena, así que me levanto de la cama envuelta en una cobija delgada. A paso lento bajo las escaleras y voy hasta la puerta, la abro y dejo a la vista el desastre en el que estoy inmersa ahora mismo.
—Te ves muy bonita. —Sonríe de forma sincera.
—Mentiroso. Pasa. —Sonrió ligeramente por su intento de hacerme sentir un poquito mejor. Él entra y me mira serio.
—¿Cómo estás? —pregunta con una mirada tierna.
—Mal, me he hundido yo sola —confieso con pena en mis palabras.
—Eso no es
—Sí es cierto, me encerré en mi burbuja y me hundí otra vez.
—Recuerda que voy a acompañarte en todo este proceso. —Toma mi cabeza entre sus manos y me da un beso en la frente.
—Me siento mal porque tengas que pasar todo esto conmigo
—Te quiero tanto que no me importa hundirme también. —Mete la mano en su chaqueta y de esta saca un cuaderno como por arte de magia, me lo entrega y lo hojeo al instante.
—Escribí todo lo que pude, están todas las tareas y las respondí para que no trabajes tanto y te abrumes más. Aunque sí deberías ver un poco la de Geografía, es que no sé muy bien quiénes son nuestros vecinos de México.
—Pero si es muy fácil.
—A ver, es ¿Tulipanes? Sí, eso, algo de León, luego algo como cacahuate combinado con agua, y
—En realidad es Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Chihuahua.
—Eso, y el nombre de un perro, entonces sí está mal, puse Dóberman.
—¿Es broma?
—No, son nombres muy difíciles. —Ríe.
—Siempre me ayudas mucho
—Para eso estoy, para ayudarte en todo. —Me sonríe con la boca cerrada—. ¿Ya saben la fecha del juicio?
Bajo la mirada y asiento.
—Es en tres días. ¿Puedes creerlo? —Me paso las manos por la cara y luego las dejo caer con pesadez a los lados.
— ¿Cómo te sientes? —pregunta dejando los cuadernos en una mesita.
—Nerviosa, y ¿triste?
—Todo va a ir bien, Charl. Estaré contigo cada segundo, y no te dejaré sola.
Sonrío con la boca cerrada.
—Muchas gracias, eres justamente la persona que necesito en mi vida. —Me acerco y le doy un besito en la mejilla. Creo que la vergüenza se me ha quitado un poco.
—¿Tengo que ir formal?, ya sabes, como adulto —Bufa con una sonrisa.
—Sí, tienes que llevar un traje o algo formal. Como un adulto.
—Está bien. Estaré allí con un traje como los de los años cincuenta, aunque los odio. Me veo genial con ellos, pero son muy incómodos; no volveré a usar uno de nuevo después del juicio.
—Yo haré que te vuelvas a poner uno.
—¿Cómo planeas hacerlo?
Me encojo de hombros con una sonrisa tierna.
—Ya lo verás.
Ambos vamos hasta el sofá y nos sentamos juntos, casi abrazados. No hacemos nada, solo nos quedamos ahí escuchando la suave música que sale de mi habitación.
—No estés tan tenso —murmuro al sentir su espalda rígida.
—Siento que tu mamá me odia.
—Mi mamá no está, así que relájate. Además, no creo que te odie. Siempre dice y hace las cosas para molestarme a mí, no a las demás personas.
Poco a poco recarga su espalda en el sofá y pasa su brazo sobre mis hombros.
—¿Has hablado con ella desde ese día?
—No, ni siquiera está en casa, sale siempre, o cuando yo salgo de la habitación ella entra a la suya.
—¿Y con tu padre?
—Bueno, con él tampoco he hablado mucho. Jess dice que tiene mucho trabajo, pero yo creo que solo me protege para no lastimarme. Aun así, quiero que él gane. Sé que cuando todo lo del juicio acabe, cambiará de actitud.
¿Qué pasará si no le dan la custodia a mi papá? ¿Lo dejaré de ver por mucho tiempo? ¿Mi madre cambiará su forma de ser?
Son tantas las preguntas que me hago que me han dado como tres ataques de pánico. No le he dicho nada a Jace porque tiene mejores cosas que hacer que ser el hombro de lloriqueo de alguien. Merece mucho más.
Todo esto me pone nerviosa. Normalmente las custodias se las dan a las madres; si no es así, es porque han cometido actos muy malos. Mi papá también ha estado nervioso, se la pasa en su despacho y hablando con su abogado, por eso ha estado tan ausente. Nunca creí verme envuelta en este tipo de casos, pero todo en la vida es una caja de sorpresas.
Solo el juicio dirá
JACE
Odio que ella crea que su padre no la manipula. Mike Hans me cae muy bien, siempre ha sido una persona respetuosa, amable y divertida, pero eso ha sido solo frente a mis ojos y los de la gente exterior. No tengo idea a ciencia cierta cómo es su comportamiento dentro de su familia. Pero, por lo que me ha dicho, está muy claro que no solo uno, sino sus padres tratan de manipularla a su antojo para que ella les crea y terminen lastimándose mutuamente a través de su hija. Es un comportamiento inaceptable.
Quisiera ayudarla a darse cuenta del daño que le hacen sus padres, pero cada vez que trato de decirle algo que mancha la imagen de su padre que ella tiene en la cabeza, me cambia de tema o se pone activa y muy feliz, como para distraerme con su cambio repentino de humor.
No quiero ser una persona que la lastime, no quiero pertenecer a esa lista; al contrario, quiero darle todo el cariño que al parecer ha sido deficiente durante años.
No pienso quedarme de brazos cruzados a esperar que abra los ojos mientras sus padres la apuñalan por la espalda con cada una de sus acciones. Por eso durante la noche anterior he investigado en una infinidad de páginas de psicología sobre cómo ayudar a una persona con depresión, ansiedad, ataques de pánico y problemas familiares. Sé que esto no es fácil, y hablo de tratar de ayudarla, porque, aunque quiero ser su héroe, cada uno de sus trastornos y problemas se tratan de una manera diferente. No puedo llegar y disparar todos mis conocimientos. Tengo que entrar con sigilo, cuidado aún más mis acciones y sobre todo mis palabras, elegir las frases correctas para ayudarla a darse cuenta.
Porque algo que leí y no quiero que suceda es que ella pueda sentir que es mejor dejar a un lado a sus amistades y a sus relaciones amorosas. No quiero que retrocedamos, quiero sacar adelante nuestra relación y que ella renazca, que vea la vida de otra forma.
Ya tengo planeado como hacerle la primera propuesta importante en una relación, tengo listo el lugar, la canción, las actividades, las palabras, todo. Solo necesito que el día del juicio pase. La verdad es que tengo miedo de lo que sucederá entre nosotros, tengo miedo que ella crea que lo mejor es dejar de hablarme o ignorarme porque es lo que su padre hace para evitar lastimarla. No quiero que ella piense que eso es lo correcto y eso es lo que hace una persona que ama a otra.
—¿En qué piensas? Estas muy serio.
—En nada, solo estoy relajado.
—¿Seguro?
—Sip, no te preocupes.
—Mmm, bueno, te voy a creer Jace.
Sonrío ligeramente.
—Te quiero, te quiero mucho y no quiero que lo olvides nunca, no importa lo mala que sea la situación
—Estás sentimental. Yo también te quiero, aprecio que estés conmigo. —Me abraza con fuerza. No de manera sentimental, asustado y abrumado
Ojalá el juicio acabe en buenos términos porque si no es así será como tocar una bomba, todo explotará en gritos y peleas, y obviamente la más lastimada será mi Charlie
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