22.
CHARLIE
Ahora mismo Jace y yo nos encontramos frente a la puerta de su casa esperando a que alguien nos abra, porque sí, ha vuelto a perder su llave. Estamos aquí porque él me ha invitado a una cena con sus padres y, sin pensarlo, he aceptado. Con tal de no estar en ninguna de mis casas, porque la realidad es que ya no sé dónde me siento bien, aunque si tuviera que elegir me iría con mi padre. La noche del baile al entrar a mi casa estaba esperándome, me dijo que me veía muy linda y hubiera deseado no estar enojado por la tarde. También dijo que lo perdonara porque no era su culpa que yo me tomara a mal sus comentarios, lo cual me confundió un poco. Pero finalmente he entendido que tiene razón, no es su culpa que me tome las cosas de manera tan personal, estoy segura de que él no quiso ignorarme de aquella mala forma
Al final le perdoné, ha insistido en dejarme claro que, de mis padres, él siempre será el héroe, y yo siempre seré su princesa. También me ha prometido que será la última vez que me ignora por un enojo. Me ha explicado que me ha ignorado para protegerse de las palabras que podría decirme al estar enfado, y que necesitaba un tiempo para respirar entre todo ese caos. Porque él me quiere.
—¿Todo bien? —pregunta Jace, volteando a verme.
Creo que he desconectado durante un segundo al pensar en todo lo que me ha dicho mi papá.
—Sí, solo estaba pensando en cosas tontas. ¿Por qué sigues perdiendo tus llaves?
—No sé, son pequeñitas. La que acabo de perder me la han dado hoy por la mañana; mi mamá me va a matar. —Y como por ensalmo, la puerta se abre y aparece la señora Grey con una sonrisita—. Mamá yo no sé cómo pasó
—Hablamos más tarde, Jace Grey —sentencia sin quitar su sonrisa, me mira e inmediatamente sonríe mostrando los dientes—. Bienvenida Charlie, no sabes lo feliz que estoy de que vayas a cenar con nosotros. He preparado la cena más deliciosa de toda mi vida, y también pastel de chocolate porque Jace me dijo que te encantó.
—Charlie, es bueno verte de nuevo, he disfrutado de ser su chófer. —Estrecha mi mano aquel hombre de cabello castaño y facciones marcadas al que se parece tanto su hijo.
—Muy buenas noches, señor Grey, también es bueno verlo a usted de nuevo.
—Tenemos hambre, comencemos la cena —dice Jace interrumpiendo los saludos.
Los cuatro nos dirigimos al comedor principal, donde ya está toda la comida sobre la mesa, incluyendo ese delicioso pastel de chocolate.
—¿Cómo ha ido tu vida? —pregunta la señora Grey una vez que nos sentamos. Los señores Grey se han situado a mi derecha y nosotros a mi izquierda, frente a ellos. Parecemos los protagonistas de una foto de revista en la que todo aparenta ser ideal, pero en la perfecta familia Grey todo es real. Qué ganas tengo de quedarme para siempre aquí.
Me gustaría decirle la verdad, que mi vida es un completo caos, mis padres pelean cada vez que se ven hasta en fotografía, tengo ansiedad, tengo ataques de pánico, no me va muy bien en las clases desde hace un tiempo aunque me esfuerzo, estoy triste la mayoría del día, etc. Pero realmente no me gusta hablar sobre estos temas con la gente porque no me apetece que me tengan lástima, él único que lo sabe todo es Jace.
—De maravilla —miento con una sonrisa ganándome una mirada de Jace, la cual ignoro.
—Me alegra que así sea. Estamos muy emocionados de que hayas venido, mi esposa lleva todo el día horneado y cocinando, y yo he estado buscando fotos de cómo arreglar una mesa para una cena —dice esta vez el señor Grey.
—En lo que más me he esmerado ha sido en el pastel.
—A todos nos encantan tus pasteles, mamá.
Ella sonríe y me mira.
—Leo está loco por mis pasteles de chocolate, siempre se pide la mitad de todos ellos, Ken de los de zanahoria y Jace de los de vainilla. Tú los ves de lejos y piensas que no comen, ya sabes, parecen palitos. Siempre le pido a Jace que engorde más, pero él dice que le gusta estar en forma; supongo que son ondas de chicos jóvenes, o ondas mías, de mamá que siempre ve a su hijo delgado, pero realmente está bastante bien. Ya sabes, la vejez.
Suelto una risilla al ver como la señora Grey descubre secretos de los tres chicos sin ningún problema.
—Supongo que, por la edad en la que estamos, todos queremos tener cuerpos de revista; las chicas, una cintura fina y los hombres, cuerpos delgados y musculosos, cueste lo que cueste. Así se han construido los estereotipos, que, la verdad, son muy tontos —explico.
—En mis tiempos todo era más natural. Si nacías como un palo, como un palo te quedabas; si tenías la nariz grande cual tucán, le encontrabas el lado bueno y se quedaba así de por vida.
Suelto una risa por el comentario del señor Grey. Había olvidado que él siempre nos hacía reír de niños.
—Los jóvenes se preocupan mucho por sus apariencias, y no digo que esté mal, solo que a veces eso genera tanto revuelo que llegan hasta el punto de tener ansiedad y muchas enfermedades por ello. Espero que estés bien en todos esos aspectos. Y si alguna vez tienes alguno de esos problemas, no dudes en pedirme ayuda —dice la señora Grey.
¿Por qué mis padres no pudieron ser así?
Ellos tienen una vibra demasiado buena, llena de amor y cariño. Se nota que todo lo que hacen es por Jace, que se preocupan por su bienestar y su felicidad. Definitivamente, no todos tuvimos la buena suerte de formar parte de una verdadera familia.
—¿Cómo les fue en el juego de hace unos días, Jace? Esas ratas de campo se han quedado con ganas de más —dice su padre—. Hubiera deseado estar allí para gritarles.
—De maravilla, estuvo algo reñido, pero logramos sacar adelante el marcador. Les concedimos un poco de confianza al principio para después darles en su talón de Aquiles, su capitán, la liebre más escandalosa del mundo. Yo, el mariscal de campo más inteligente de todos, diseñar una estrategia buenísima y cayeron en mi trampa —responde Jace, egocéntrico con los deportes como siempre. Dudo que eso vaya a cambiar algún día.
—Un deportista nato y muy competitivo —comenta su madre, y señala a Jace.
—¿A ti te gusta el fútbol americano? —pregunta el señor Grey dirigiéndose a mí.
—Sí, me llama la atención, me gustaba verlo con mi papá, él es un gran fanático y siempre me sentaba con él a ver los partido. Aunque antes no entendía mucho de ellos, con el tiempo lo hice y me convertí en una seguidora como él. Soy fan de los Cowboys.
—Por fin alguien digno —dice la señora Grey llamando mi atención—. ¿Puedes imaginar lo difícil que es ver un partido de fútbol con estos dos fans de los Eagles? Una total tortura.
—Ya tienes una acompañante, mamá. Charlie tiene un gorro de los Cowboys que luce de maravilla, es la única razón por la que me gustaría ese equipo
—Qué interesante situación. Nunca había conocido a una chica a la que le gustarán. Sé que hay muchas así, pero yo nunca me había topado con una —responde el padre.
— ¿Y aún pintas? —pregunta la señora Grey.
—Sí, trato de hacerlo lo mejor que puedo.
—Es buenísima, mamá, sin duda tiene un don que el mundo tiene que ver, su precisión, sus paletas de colores, su imaginación para crear, es genial, es una artista nata que merece ser conocida —explica Jace con una sonrisa mientras hace ademanes un poco extraños pero muy tiernos.
Me da un total vuelco a mi corazón, lo orgulloso que está de mí y mi arte. Me giro a mirarlo y él me devuelve la mirada.
—Gracias —susurro.
—Solo es la verdad —dice con una sonrisa muy tierna.
La cena continúa entre risas y preguntas. La comida de la señora Grey es deliciosa, pero al fin llega el momento de probar ese delicioso pastel.
Sale de la cocina con el refractario en las manos, lo coloca en el centro de la mesa y con el cuchillo comienza a cortarlo en dos mitades y luego parte una de las ellas en pequeños pedazos. Toma un cartelito con el nombre de Leo y lo pincha en el centro de la mitad más grande.
No creí que la historia de Leo y el pastel fuera tan literal.
Jace me tiende el plato con el pastel y un tenedor. Cuando ya estamos todos servidos, comenzamos a comerlo. Con el tenedor tomo un trozo pequeño. El pastel está delicioso, el chocolate es delicado, el pan es esponjoso y simplemente perfecto. De verdad comprendo a Leo, esto es digno del cielo.
—Está muy rico.
—Muchas gracias, Charlie, cuando quieras te puedo preparar el postre que más te guste, me encantará hacerlo.
—Muchas gracias por su deliciosa oferta —bromeo haciendo reír a Jace a y sus padres.
Al terminar de comer pastel, los señores Grey se levantan y nos miran.
—Bueno chicos, nosotros vamos a terminar trabajos pendientes, ustedes pueden ver alguna película o hablar —propone el señor Grey.
Nos quedamos solos sentados en nuestras sillas.
—¿Quieres ir a mi cuarto? Al menos ahí tendremos privacidad, mi madre es muy meticona —explica mientras sus mejillas se ponen rojas. Ya he entrado en su casa, pero veo que sigue poniéndose muy nervioso.
Rio por su comentario y asiento. Entramos a la habitación y cerramos la puerta tras nosotros.
—Es lindo que se emocionen porque estoy aquí contigo. —Me siento en la cama. Él toma el control remoto de su escritorio y se acerca a mí.
—Yo soy el más emocionado de todos. —Se recuesta en la cama y palmea a su lado para que haga lo mismo. Sin pena alguna tomo mi lugar a su lado y recargo la cabeza en su hombro. ¿Qué quieres ver? —pregunta cuando enciende la televisión.
—En realidad nada. —Me acurruco más contra su cuerpo, me abraza por la cintura para que no me mueva ni un centímetro.
—Entonces
—Solo quiero estar contigo y hablar.
—No digas eso, me pongo rojito —susurra haciéndome reír. Estoy tan cerca de su pecho que puedo escuchar su corazón acelerado, y eso solo hace que el mío busque sincronizarse con el suyo.
—No importa, te ves tierno cuando estás rojito.
Ambos reímos por lo bajo.
—Jace, sé que no hemos vuelto a tocar el tema desde el baile, pero, de verdad, las palabras que me dijiste en el balcón fueron muy lindas
—Porque son reales, adoro ser tu amigo, pero si tú quieres me gustaría ser más que eso.
—¿Y qué significa para ti ser más?
—Es querer ver todos los días a esa persona y sentir que te enamoras como la primera vez, es sentir pasión, intimidad más allá de lo sexual, como la confianza y la seguridad, el compromiso es de las cosas más importantes, es tener la suficiente madurez de saber que vas a dar todo.
—¿Todo eso?
—Sip, y mucho más. Yo jamás te diría que estoy enamorado de ti sin sentir todo eso. Y sabes, estoy muy enamorado.
Guardo silencio un rato mientras trato de calmar mi corazón y mi respiración para que no me salga un hilo de voz temblorosa. La mitad de mi vida he estado hundida, pensando en que nada bueno me pasaría nunca, pero ahora tengo a alguien que constantemente me sube los ánimos, que me quiere, que me apoya y me entiende. Jace es de lo mejor que me ha pasado, y no importa que ya lo conociera de antes. El chico de diecisiete años, capitán de fútbol americano y amante de la pizza es a quien yo necesito en estos momentos.
—Te pusiste rojita —dice en voz baja apretando una de mis mejillas. Le retiro la mano y lo abrazo.
—Si me dices que estas enamorado de mi obviamente que me voy a poner roja.
—Pues vete acostumbrando porque te lo voy a decir todos los días.
—¿Así?
—Entonces ¿qué? ¿No quieres que te lo diga?
—Pues mira, yo te lo diría como algo más nuestro.
—No te entiendo
Dejo de abrazarlo y me pongo de rodillas a su lado mirándolo con una sonrisa, él pasa uno de sus brazos por detrás de su cabeza como soporte y luego me mira a los ojos con atención. No entiendo que esté tan guapo sin hacer nada, literalmente, solo está acostado mirándome. Me hace sentir tantas cosas que a veces lo odio, pero también lo amo.
—Yo te amaré hasta el último de mis días.
Sonríe lentamente poniéndose rojo, pero sin retirar la mirada de la mía.
—¿Puedes repetirlo?
Me acerco a su rostro casi tocando su nariz con la mía y se lo repito.
—Te amaré hasta el último de mis días. Eso quiere decir que el último latido de mi corazón te va a pertenecer siempre.
—Y yo te amaré por toda la eternidad, eso quiere decir que no importa donde esté o lo que pase, mi amor siempre te va a pertenecer.
Lo tomo de las mejillas.
—Tú y yo ya no tenemos nada de amigos —musito, y le doy un casto beso en los labios haciéndolo sonreír con ternura. Mueve sus manos escurridizas hasta mi cintura dando un ligero apretón y haciendo que sienta un escalofrío por todo mi cuerpo, y yo por comodidad paso una de mis piernas por encima de la suyas y me quedo ligeramente sentada en su abdomen.
—Qué crees que dirían los pequeños Jace y Charlie al vernos así.
—Creo que no dirían nada, vomitarían.
Ambos reímos por lo bajo. Por alguna razón sentimos que estamos haciendo algo secreto que no queremos que sea descubierto.
—Definitivamente, es como si Leo y Daphne estuvieran juntos.
—¿Te lo imaginas? Sería como una bola de vanidad —bromeo.
—Son iguales, no los veo juntos nunca. Pero a ti y a mi nos veo juntos por mucho tiempo, así vayas a otra universidad, por algo existen los aviones.
La universidad No es algo en lo que haya estado pensando mucho. No me emociona demasiado mi futuro, no me siento conectada a él, y es que no estoy muy segura de llegar a ese punto de mi vida. No es por algo muy malo, pero con todo lo que está sucediendo con mis padres, los cambios que ellos me dan, las nuevas caras que he descubierto de ellos Tengo tantas emociones encontradas que no estoy segura de que mi mente esté preparada para eso. Tal vez necesite un año sabático.
—¿Ya has aceptado la oferta de Columbus? —me intereso, tratando de centrar la atención en él para que no me pregunte por mí.
—Sí —suspira con una gran sonrisa. —Voy a ser doctor y seguiré haciendo lo que más me gusta. ¿Estás feliz por mí?
—No te imaginas cuanto, mira Me alegro tooodo esto.
Alzo mis manos y las muevo en el aire, él sonríe y toma mis brazos, pero entonces mis mangas caen dejando al descubierto mi brazo y mis heridas. Creo que puedo esconderlas antes de que se dé cuenta, pero él me detiene, me giro para mirarlo, asustada, y lo único que me encuentro es su rostro serio observado mi brazo.
—Charlie.
—Jace, yo no —murmuro en un hilo de voz.
Con su pulgar acaricia las cicatrices y las nuevas heridas.
—Lo puedo explicar
—No lo expliques, sé las razones, solo prométeme que no volverás a hacerlo. Es peligroso, sé que puede ayudar a mitigar el dolor, pero hay otras formas, como el arte. No te hagas más daño, sobre todo por ti, no por nadie, ni siquiera te lastimes por el dolor que te provocan los demás, no lo vale. Ellos no lo merecen.
Mis ojos se humedecen al instante y mi respiración se acelera, con ambas manos cubro mi rostro y trato de calmarme. El ambiente de la habitación ha cambiado tan repentinamente que el golpe ha sido intenso, pasamos del romance y la felicidad a la incomodidad y la seriedad.
—Siento que sepas esto así, todo esto es mi culpa, sabes —me detengo para tomar aire—, tal vez ellos no lo merecen, pero yo sí, porque de alguna manera me he ganado lo que me pasa, los regaños, las mal
—No, tú no mereces nada de lo que te está pasando porque no has hecho absolutamente nada. —Detiene mis vagas palabras sin sentido. Me baja las mangas y toma mis manos.
—Perdóname, no quise hacerlo, no te enojes conmigo, no me odies, y sabes, si quieres dejarme y alejarte está bien, porque es lo que merezco por hacer todo esto, que es lo que me distrae del dolor interno
—Respira, todo está bien, no estoy enfadado. No pasa nada, sé que estás atravesando por momentos difíciles.
—Me los merezco.
—No. —Tomo sus manos y las cubro con las mías—. No mereces nada de esto, no digas eso; nadie merece sentir dolor, ¿de acuerdo?
—Entonces, ¿por qué tengo que hacer esto, hacerme daño, para que deje de importar? Es mi culpa, porque, si yo no estuviera, mis padres no pelearían, vivirían sus vidas felices.
—No, Charlie
—Sí. Soy la culpable de lo que pasa en la vida de mis padres, de que mi madre se estrese tanto y se enfade, de que mi padre se enoje y me ignore —Mi voz se quiebra. Siento una gran presión en mi pecho, me duele.
—Vamos a respirar juntos, necesitas calmarte, ¿sí?
Toma mis manos con más fuerza y comienza a respirar por la boca para que le siga. Poco a poco me deja de doler el pecho, mis manos no tiemblan y mis ojos ya no lloran. Entrelaza nuestros dedos y les da un beso corto.
—Perdón por arruinar el momento de felicidad
—No pasa nada, no pidas perdón por esto.
—Ha sido el comienzo de un ataque de pánico —aclaro —. Nunca había tenido a alguien cerca durante uno. Gracias.
—Cuando sientas que el mundo se te cae a los pies, recuerda que ahí estoy yo. ¿de acuerdo? No quiero que tengas miedo de que yo te deje por descubrir cosas de ti. ¿Como podría dejarte sola? Sería muy cobarde de mi parte no luchar a tu lado para salir adelante juntos. Si hiciera eso, no te amaría. Y ya te lo dije, pero te lo repetiré, te amaré toda la eternidad, así como tú a mí hasta el último de tus días. Yo solo quiero quedarme contigo y cuidarte, y todavía hay una infinidad de cosas que conocer uno del otro, algunas malas y otras buenas. Esta solo es una de ellas, y juntos podemos superarla y dejarla atrás.
Le quiero tantísimo. Solo deseo quedarme a su lado abrazados y sentirme segura, porque Jace es una de mis motivaciones para salir adelante y del pozo en el que estoy.
—No te imaginas lo bien que me hace escucharte. No quiero que te vayas nunca, por favor, nunca te separes de mi lado; no importa donde estemos, a cuantas horas o kilómetros, no te vayas nunca de mi vida, no te olvides de mi —Me recuesto en su pecho abrazándolo con fuerza sin evitar que tiemble mi voz.
Quiero, ahora y siempre, que sea él.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro