21.
JACE
No puedo creer que ella esté junto a mí, yendo a un baile y como mi pareja. Definitivamente, esto es un sueño hecho realidad, es tal como lo imaginé. Aunque esperaba otro tipo de entrega cuando llegara a su casa, así como que su padre saliera y me amenazara de muerte si algo le pasaba a su hija, pero no ha sido así. Ella parecía enojada y su padre ni siquiera las buenas noches salió a darme. He estado a punto de preguntar qué había pasado, pero he decidido que esta noche sus padres no son los protagonistas, solo lo somos nosotros.
Y como nosotros somos los protagonistas, me atrevo a decir que ella está sumamente hermosa: su maquillaje delicado, su melena perfectamente arreglada, su piel blanca y levemente bronceada, que contrasta tan bien con su vestido Y, aunque lleva tacones, no llega a alcanzar mi altura y eso gusta.
Esta va a ser una noche perfecta, una que no olvidaré nunca. No solo la voy a hacer inolvidable para mí, sino también para ella, haré que siempre que piense en este baile me recuerde y viceversa. De eso estoy seguro. Solamente quiero disfrutar todo de esta noche, no desperdiciar ni un solo minuto de este sueño.
—¿Estás emocionado? —pregunta por lo bajo.
—Muchísimo. ¿Y tú?
—Me da igual.
Mi sonrisa se borra y la miro algo confundido.
—Es broma, en realidad siento que vomitaré de los nervios, pero sí, estoy feliz y emocionada.
—Casi me asustas, de verdad me he creído que te daba igual.
—Si me diera igual, no me hubiera arreglado tanto, probablemente llevaría mi gorro de los Cowboys.
—Ese gorro es una basura por el equipo que lleva bordado, pero en ti es como un gran diamante, todo lo haces mejor.
—¿Eso se supone que es un cumplido?
—Quería que lo fuera, pero creo que lo formulé mal
Ríe con diversión y se acurruca en mi hombro.
—Tengo sueño.
—Pero si aún no hemos bailado.
—Sí, pero mi proceso de embellecimiento dura más que el tuyo. Seguro que te has metido a la ducha solo una hora antes de venir.
—Bueno, tienes razón, pero que conste que he tardado dos horas. Me fui a cortar el cabello. ¿Es que no lo has notado? —Me paso la mano por el cuello.
—Con que eso era. Ya decía yo que te veías más guapo.
—¿Has dicho más?
—No voy a subir más tu ego repitiéndolo
Sonrío y suspiro. No sé con exactitud el momento en el que nuestra relación ha cambiado. Ahora nos tratamos con mucha más confianza, como si nunca nos hubiéramos separado, y eso no me molesta en absoluto, al contrario, me encanta, porque eso quiere decir que ella se siente lo bastante bien a mi lado como para sacar su verdadero yo. Y eso es lo que siempre he querido, tener una relación a su lado libre de rigidez, toxicidad y maldad. Es tal como lo he imaginado.
Después de varios minutos hablando de cosas triviales, por fin la camioneta se detiene. Hemos llegado al salón que la escuela ha alquilado para nuestra noche de Homecoming. Por lo que puedo ver, se han esmerado mucho en la decoración exterior, ya que parece que estemos en los Óscars; hay cámaras, luces y una gran alfombra roja que llega hasta la puerta de entrada. Todo esto nos hace sentir como los perfectos seres humanos que somos, en especial a mí, me hace verme como todo un famoso, como esos que salen en las revistas, con la vida resuelta y sin problemas.
Bajo de la camioneta y los flashes comienzan a cegarnos. Sin importarme esas luces extiendo mi mano para ayudar a Charl a bajar.
El contacto de piel con piel es mágico, tanto que me ha puesto la piel de gallina y una descarga eléctrica me recorre la espalda.
Tengo que respirar o me desmayaré aquí mismo.
Caminamos hacia el inicio de la alfombra con su brazo entrelazado con el mío, nos piden que posemos para una foto digna de unos premios, así que pongo mi mano un poco más arriba de su cintura y ella coloca una mano en mi pecho. Estoy tan nervioso porque parecemos una pareja. Posamos con nuestras mejores sonrisas y, una vez dentro, la música resuena por el lugar. Las luces bajas le dan un ambiente de fiesta y diversión, como en las películas.
Recorremos la estancia observando a todos y siendo observados. Hay chicas bastante bonitas y bien vestidas, pero ninguna logra hacer que no quiera separar la mirada de ella como logra Charlie. Y también hay chicos bien vestidos, pero ni uno solo me supera.
Nos dirigimos hacia la mesa donde están Leo, Ken y Daphne acompañados de sus parejas.
—¡Chicos! —Todos dan un gritillo para saludarnos.
Nos ponemos a su lado y los miramos con una sonrisa.
—Sucy, Mel, Charl, vamos al baño, dejemos que los chicos hablen de lo hermosas que nos vemos hoy, ya sabemos que nos vemos bien, pero ellos lo tienen que hablar solos —dice Daph, sonriendo.
Charlie se suelta de mí brazo, levanta un poco su vestido y se va con las chicas al baño; las cuatro van abriéndose paso entre todos, como si fueran las dueñas del lugar.
—Eh, hombre, un sueño para ti y la envidia de muchos, no cualquiera logra salir con Charlie Hans —dice Ken.
—Es que yo no soy cualquiera. Estoy muy emocionado de poder bailar el vals con ella, ensayé durante toda la noche con el trapeador.
— ¿Con el trapeador? —preguntan los tres.
Asiento sin vergüenza.
—Tiene una altura similar a la de una chica, es
—Es un palo.
—Oh, deberían intentarlo, es fácil aprender.
—Yo aprendí con mi mamá —comenta Ken.
—Yo con Daph —le sigue Karl.
—Y yo, obviamente, sé bailar desde que era un embrión —alega Leo con una gran sonrisa.
Leo tenía que ser. Y se lo creo, es tan buen bailarín que en los festivales musicales de preescolar siempre era el protagonista, mientras que Ken y yo hacíamos de árboles y pastos.
—Solo espero con ansias el vals —murmura Leo—, y sé que Jace lo espera igual. Siempre ha soñado con bailar con el amor de su vida, decirle lo mucho que la ama, que se quiere casar con ella, tener dos hijos y un perro, amarla hasta el final —le interrumpo cubriéndole la boca porque las chicas se están acercando y no quiero que Charlie escuche mis sueños. Seguro que se han tomado alguna foto en el espejo.
No es ningún secreto entre mis amigos que sueño una vida con ella, pero no lo puedo revelar hasta que Charlie sepa mis sentimientos, y aún no estoy muy seguro de declararme.
Cuando las chicas llegan a nuestro lado, pasamos a sentarnos a la gran mesa, donde cabemos solo los ocho. Los camareros entran con las bandejas en sus brazos y comienzan a repartirnos la cena; todo se ve delicioso. Antes de comenzar a comer colocamos una gran servilleta de tela blanca en nuestras piernas para evitar ensuciarnos; al menos ya nos han tomado fotos totalmente limpios.
Charlie comienza a comer con tranquilidad y sin hablar mucho, no como nosotros, que no paramos de hablar y reírnos de cualquier tontería que sale de la boca de Leo. Aun me parece interesante que a pesar de que con Daphne ya ha reanudado su amistad, aun siente temor de unirse a las conversaciones, como si tuviera miedo de nosotros cuando estamos todos juntos. Sin embargo, cuando estamos ella y yo solos, hasta se le suelta la lengua. Supongo que con el tiempo se le quitará el miedo, tal como lo hizo conmigo, y para que eso pase tenemos que esperar a que ella siga su proceso.
Después de un rato, por fin los meseros llegan a retirar todo para dejar la mesa libre. Todos estamos llenos.
—Muy bien, chicos, ya que han terminado sus cenas, es hora de bailar el vals con sus parejas. Por favor, pasen a la pista —anuncia el director por el micrófono.
El cambio de música se hace muy notorio, las luces bajan de tono y la pista comienza a llenarse de parejas. Me levanto de la silla y le tiendo la mano a Charlie, ella la mira y después la toma con la delicadeza que la caracteriza.
Caminamos de la mano hasta la pista y nos colocamos junto a las demás personas, justo en el centro, como si fuéramos los protagonistas. Coloco mis manos en su cintura atrayéndola a mí, ella coloca las suyas sobre mis hombros logrando que un escalofrío me recorra el cuerpo. Cuando sus hermosos ojos sostienen los míos, la boca se me seca por completo, pero aun así sostengo su mirada y no tengo intención de soltarla ni un segundo.
Una melodía suave comienza a sonar y empezamos a mecernos de un lado a otro. Mis ojos no se apartan de su belleza. En este momento siento que solo somos ella y yo contra el mundo cruel que nos rodea.
Lentamente bajo mi mirada a sus labios y me acerco poco a poco. No estoy cien por ciento seguro de besarla, y no sé porqué si ya lo hemos hecho. Supongo que no quiero que este pequeño momento se quede en un beso, sino en el baile y en nuestros cuerpos, que comparten una química inexplicable. Así que solo me giro y ella, al ver que no hago nada, recarga su cabeza en mi hombro. Aprisiono más su cuerpo contra el mío siguiendo el baile con tranquilidad.
¿La noche puede ser más perfecta?
Si seguimos así, mi corazón se me va a salir del pecho. Lo siento muy acelerado.
—Te ves hermosa —le digo acariciando su mejilla y miro sus ojos con la misma intensidad con la que me gusta.
—Tú te ves muy bien con tu moño Y con tu traje. —Pasa su mano por mis hombros haciéndome suspirar—. Y tus ojos brillan mucho. —Sonríe ligeramente y acaricia mi mejilla.
—No dejarán de hacerlo mientras tú estés cerca, mientras estés frente a mí.
Sus mejillas se ponen rojas. Se acerca pasando un brazo por mi cuello y el otro toma un extremo de mi traje, se coloca de puntillas y besa mi mejilla con delicadeza.
Me deja como un tonto, suspirando.
Este momento lo voy a recordar hasta que me haga viejo. Contaré a mis hijos aquella mágica noche de baile al lado de la chica que me gustaba. Les diré que su abuelo era un loco enamorado sin remedio alguno.
Quiero gritarle que nunca se vaya y lo enamorado que estoy. Solo quiero hacerle la importante pregunta para no tener más miedo de que algún día se aleje, para que se quede cerca de mí toda la vida, como si de un vals se tratase.
CHARLIE
A veces una persona puede ayudarte a reconstruir tu vida y hacerte olvidar lo malo que te atormenta. Durante toda mi vida nunca me di cuenta de que esa persona para mí era Jace, el chico con el que estoy bailando. Me ha hecho sonreír en mis días malos, me ha sacado del pozo en el que me encuentro y de mis problemas familiares y hace que me olvide de todo. Es el chico perfecto, solo tengo que mirarlo para darme cuenta de ello.
La melodía del vals termina y el director toma el micrófono de nuevo.
—Hora de cambiar de pareja —dice.
Pero ¿qué le pasa a este señor? ¿No sabe que tengo ansiedad social y carencia de amigos?
Sin más remedio volteo a ver como Leo se acerca con Melanie de la mano y nos ofrece el cambio de parejas. Miro a Jace y él me ofrece una sonrisa reconfortante que me da una ligera confianza. Hace mucho tiempo que no hablo con Leo, desde secundaria, para ser exactos. Él ha sido un chico carismático y feliz desde siempre, además de que nunca me olvidaría de él, porque me dio mi primer beso y yo a él. Eso ocurrió en secundaria. Estábamos en casa de Jace, irónico, jugábamos a la botellita y así pasó, fue un beso insignificante. Nunca hubo sentimientos, solo la vergüenza de dos preadolescentes experimentando besar por primera vez.
—Creí que me rechazarías el baile —confiesa colocando su mano más arriba de mi cintura.
—¿Por qué habría de rechazarte?
—Es que con Jace te ves más segura que con cualquiera de nosotros. Si no quieres bailar conmigo, lo entiendo.
—No, estoy bien. Jace me da cierta calma, y me ha demostrado que le puedo tener confianza. —Sonrío ligeramente.
—¿Hay algo más que amistad y confianza entre ustedes? Perdón por ser tan entrometido —me pregunta alzando una de sus cejas.
Me encojo de hombros y esto le provoca una sonrisa.
Ni yo misma sé si hay más que amistad y confianza, y si lo supiera no se lo diría. Leo es su mejor amigo, obviamente se lo contaría, y no pienso correr ese riesgo.
Después de esa pregunta no vuelve a decir ni preguntar nada sobre ese tema. De vez en cuando cuenta chistes que me hacen reír. Su humor sigue siendo bastante malo, pero él continúa siendo divertido.
La fiesta está en su máximo apogeo en salón: Hay personas bailando como locos, algunos han logrado meter alcohol en el baile, otros se besan como si no hubiera un mañana. Jace y yo encontramos un pequeño balcón para hablar en paz. Desde aquí se puede ver una de las partes más iluminadas de la ciudad. Es como una linda escena de las novelas románticas que decoran mi librero y me hacen suspirar.
—Nunca imaginé que sería tan destructiva —dice a mi lado con una sonrisa.
—Tampoco yo.
—Por cierto, gracias por aceptar venir al baile conmigo.
—De alguna manera tenía que pagarte, ya sabes, me has ayudado demasiado en muy poco tiempo.
El cambio de una sonrisa abierta a una fina línea en sus labios ha sido muy notable. Me mira después de un rato y pregunta:
— Entonces, ¿por eso aceptaste, solo para «pagarme?». Yo creí que tú y yo
Coloco mi mano sobre la suya y miro sus ojos de forma cálida para calmar ese miedo que he comenzado a notar en su mirada.
—Es una de las razones. Vengo por voluntad propia, porque... quiero estar aquí, porque quiero pasar esta noche inolvidable contigo. —La sonrisa desaparecida hace unos segundos vuelve a aparecer, acompañada de sus perfectos dientes.
Se acerca a mí con lentitud, con una de sus manos traza suavemente círculos en mi mejilla, lo que me provoca una sensación de emoción en el estómago. Las famosas mariposas se hacen presente alrededor de los dos. Su mirada no se aparta de la mía, esos ojos que en este momento brillan mucho. Su mano pasa de mi mejilla a mi cuello y, de ahí, a mi nuca. Y siento un escalofrío que recorre mi cuerpo y me hace saber que esto es real.
Mirándonos bajo la luz de la luna nos comenzamos a acercar. Sé que ha llegado la hora del beso, uno inolvidable y digno de recordar cada noche. Nuestras respiraciones se mezclan en una sola. Puedo sentir su corazón latir desenfrenadamente.
—Soy tan cobarde —murmura.
—¿Por qué?
—Porque tengo mucho que decirte, pero me da miedo
—Dímelo. Estamos solos.
—Prométeme que no te irás después de lo que te voy a decir.
—Te lo prometo, Super J. —Acaricio su nuca haciéndolo suspirar. Estoy bastante nerviosa porque creo saber a dónde quiere ir a parar con sus palabras, y la verdad es que miedo no siento, tan solo emoción.
—Te quiero — suelta—. Te quiero tanto que estoy seguro de que no es solamente de palabra, sino que te quiero como para ser algo más que amigos que se besan de vez en cuando, te quiero para ser tan felices que no existan los días malos cuando estemos juntos, que podamos bromear con toda confianza, te quiero para amarte y respetarte, para hacerse sentir bonito. Te quiero para darte todo el amor que necesites y yo necesite darte, para cuidarnos mutuamente, para sonreírnos, prestarnos atención, para hacerte ver la vida. Te quiero más allá de la mismísima palabra.
Termina con el pecho acelerado y entrecortado por los nervios. Quiero llorar porque es la primera vez que me dicen que me quieren de una forma romántica y sincera, y sin duda estoy dispuesta a quererlo de la misma forma, y voy a luchar contra mí misma para poder darle todo lo que merece.
—Y yo te quiero como para luchar contra mis problemas, contra mi ansiedad, te quiero tanto como para dar todo de mí al recibir todo de ti. —Sonrío acariciando su mejilla con mi pulgar, sus pómulos al instante se ponen rojos, pero no se aleja ni intenta cambiar de tema avergonzado.
Es él quien acorta los últimos centímetros que hay entre nosotros. Un beso ansiado flota a nuestro alrededor, rozamos nuestros labios con delicadeza, tratando de recordar cada centímetro de nuestra piel. Jace se agarra más a mi cintura y yo a su nuca. Siento su piel muy suave a mi tacto, y puedo notar cómo se eriza. La emoción que existe es extraña, tiene un toque tierno y romántico, pero también el sensual y tímido.
Y no me molesta, la verdad.
Cuando estamos muy centrados en no separarnos, él recargado en el barandal sosteniendo mi cintura con mucha comodidad, la puerta del balcón se abre de par en par y aparece Leo con cara de sorpresa. Nos separamos al instante, algo avergonzados. Bajo la mirada y me aclaro la garganta.
—Voy adentro —digo y salgo del balcón casi corriendo de la pena.
Qué vergüenza, pero de verdad ese beso ha sido de película romántica, digno de recordarlo toda mi vida, y estoy segura de que, si no hubiese sido por Leo, seguiríamos subiendo el tono a aquella muestra de afecto
JACE
Maldigo el momento en que Leo ha decidido venir buscarme.
Charlie sale del balcón y Leo entra.
Lleva el cabello despeinado, la playera arrugada y un poco de labial en la cara, seguro que ha estado en algún lugar apartado con su pareja.
—¿Se estaban besando? —pregunta mi buen amigo mientras entra al balcón conmigo.
— ¿Tú qué crees? —digo con ironía. Estoy muy molesto, y no solo porque nos ha interrumpido el mejor beso que hasta ahora hemos tenido, sino porque se llevó todo lo bonito de este momento, nuestra sinceridad, las caricias, la sensualidad y la comodidad.
—Lo siento mucho, hermano, ese beso era tu primer beso con ella y lo he estropeado.
—Siéntelo mucho, Leo. Pero ese no era mi primer beso con ella.
Me mira, sorprendido. Parpadea un poco y se acerca.
— ¿Qué dices?
—Ya nos habíamos besado antes.
—¡¿Qué?! ¿Cuándo? ¿Por qué Ken y yo no nos hemos enterado? —Mientras habla, me hace unos ademanes medio extraños que no entiendo. Tampoco es para tanto.
¿O sí?
—Sucedió antes de la propuesta para el baile —explico recargándome en el barandal del balcón y mirando la calle. Se acerca y toma la misma postura, solo que él no está tan relajado, parece muy emocionado y feliz.
—Estoy orgulloso de ti, Jace, y no porque la hayas besado, sino porque estás consiguiendo conquistarla de una manera muy simple, no necesitas coquetear descaradamente con ella, decirle que eres guapo cada segundo, quitarte la camisa, o tener que darle celos: eres la persona que ha logrado acercarse a Charlie de una manera muy oportuna, eres el chico.
Nunca he tenido intenciones de ganar su atención con ese tipo de acciones; no soy ese tipo de chico, prefiero lo sentimental. Mis padres me han educado tan bien para ser un caballero con cualquier chica, y ni se hable de la chica de mi vida. Ella se merece el cielo, y con todos sus problemas lo que menos quiero hacer es darle otro más.
—Sí, creo que lo he logrado— digo con una sonrisa.
— ¿Te digo algo? —pregunta con una sonrisa.
— ¿Qué?
Se acerca a mí y se recarga en el balcón.
—Cuando hemos cambiado de pareja, le he preguntado algo a Charlie: si había más que amistad en su relación. No me ha dicho nada en concreto, pero se ha encogido de hombros con un «no sé, pero sí».
—¿Cómo sabes que se ha referido a eso?
—Sé diferenciar entre uno «yo» de un «no lo sé» y de un «vergüenza que te grita un sí», definitivamente ha sido el último.
—Pues la verdad es que acabo de confesarme
—¿Qué tiene que ver aquí la iglesia? —pregunta haciéndome reír.
—No es ese tipo de confesión. Le he dicho que la quería para ser más que amigos.
—¿Has bebido?
—No —me quejo—. Solo me he sentido con mucha confianza, y no me arrepiento porque ella me ha dicho que siente algo muy similar por mí.
—¿Qué? Pero pero ¿No te has muerto?
—Pues no, estoy más vivo que nunca, no me moriría cuando estoy a punto de tener algo con la chica dueña de todos mis sueños. Aunque aún me pongo muy nervioso, siento que ya estamos caminando tomados de la mano hacia otro nivel.
—No lo puedo creer. —Sonríe con orgullo para luego tomarme en un abrazo desprevenido—. Jaceito va a tener su primera novia.
—La primera, y quiero que sea la única. Realmente me veo con ella en un futuro, los dos juntos por toda la eternidad. Me siento seguro de dar ese paso, pero lo haré después del juicio de sus padres. Quiero que, si ella se pone triste por ese juicio, mi propuesta pueda hacerle feliz al menos una parte de sus días.
—Por el momento disfruta del ahora —dice—. Solo recuerda que cuanto más rápido subes, más peligroso es caer; ve lento y seguro, al paso que vas. —Me ofrece una sonrisa y me da unas palmadas en la espalda—. Vamos dentro, que hay más de cinco chicos tratando de bailar con Charlie.
—Sabes que no soy una persona celosa —digo, relajado, mientras salimos del dichoso balcón.
—Algún día estarás tan celoso que te desconocerás, Jace Grey, algún día me llamarás y te pondrás el teléfono en la oreja con enojo y me dirás: «Leo, estoy celoso».
—Lo dudo, tendrán que pasar años para que eso ocurra.
Mientras caminamos hacia la mesa donde estaban las chicas miro mi celular, es la una menos diez de la madrugada. Ha llegado la hora de llevar a Charlie a casa de su padre, tal como prometí. Nos despedimos de todos y salimos del gran salón. Al final de la alfombra nos entregan nuestras fotos. Subimos a la camioneta, donde nos espera mi papá. Seguro que ha ido a algún lugar a pasar el tiempo mientras salíamos. Charlie y yo hemos acordado que cada uno se quede con una foto de recuerdo.
Esta foto estará en mi habitación siempre.
—¿Cómo lo has pasado? —le digo tomando su mano y envolviéndola con una mía.
—Genial, estoy muy feliz de haber venido contigo.
—Ah, ¿sí? ¿Por qué? —Me hago el tonto para que lo diga.
—Porque me diste mi escena de libro.
—Pues yo estoy muy feliz de haberme animado a invitarte —susurro para que no nos escuche mi papá.
—Qué valiente.
—Supongo que lo soy. —Sonrio y suelto una pequeña risa por lo bajo.
—¿Y puedo saber qué escena de libro fue tu favorita? —pregunto sin dejar de mirar sus brillantes ojos. Es que estoy tan enamorado que me es imposible adivinarla.
—La escena del balcón
—Supongo que también fue la mía, porque la leería una y otra vez.
—¿Qué es lo que susurran? —pregunta papá.
—Nada —le digo sin dejar de mirar a Charlie, que ahora aguanta una risa.
Después de unos cuantos minutos llegamos a la casa del padre de Charlie, abro la puerta del auto y la ayudo a bajar. Llamamos al timbre y esperamos unos segundos.
—Gracias por regalarme esta noche tan linda —confiesa Charlie jugando con sus dedos.
—Ha sido linda por ti —digo deteniendo sus movimientos nerviosos.
—Y por ti, no olvidemos que fuiste muy valiente al dejar la cobardía de lado.
—Bueno, tenía que animarme algún día. Estoy seguro de que tú no me hubieras dicho lo que me dijiste si yo no lo hubiera hecho primero.
Tomo sus manos y las subo hasta dejarlas en mis hombros. Ella las pasa por mi cuello y me obliga a ponerlas en su cintura.
—Tal vez tienes razón —musita mirando mis ojos.
—¿Y cómo terminamos este día? —susurro.
—Como acabamos el 14 de febrero
Sonrío y trato de darle un beso, pero se aleja.
—Mejor no, tal vez tu papá nos esté mirando.
—Mmm. ¿Uno pequeño? —propongo intentando no irme con las manos vacías. Por suerte asiente, así que me inclino y le doy un casto beso en los labios, y no me importa que no sea largo, el simple hecho de que sea con ella me basta.
Vuelvo al coche de mi padre con una sonrisa de idiota enamorado.
—Suelta ese suspiro, hijo —dice mi padre.
Estoy tan enamorado de ella, de sus virtudes, defectos, talentos, rasgos, de absolutamente todo No hay algo en ella que no me logre enamorar cada día de mi vida. Oficialmente, no nos queda ni una pizca de amigos.
Y es que cada maldito día que la vuelvo a ver es como la primera vez que sentí algo por ella, me vuelve a llegar ese chispazo al corazón que me pone la piel de gallina. Y me encanta.
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