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20.

CHARLIE

El día del baile es mañana y estoy muy emocionada. Quiero bailar, soñar y pasarlo genial al lado de Jace y mis amigos, quiero olvidarme de todo y ser parte de algo. Creo que por ir acompañada de Jace todo eso será fácil de conseguir, pero obviamente pondré de mi parte para que él no tenga únicamente la tarea de hacerme la noche muy buena, sino también que yo le ofrezca una noche que lo haga suspirar.

Justamente ahora estoy en casa de mi padre, porque mi madre esta de un humor maravilloso gracias a Julian y me ha dejado pasar este día donde yo quisiera, y obviamente he elegido la casa de mi padre. Quiero que esté presente en el momento en el que yo baje totalmente arreglada, cuando Jace llegue y también cuando regresemos del baile. Aunque me siento un poco mal por mi mamá, ya que la he visto emocionada, pero no quería que su humor cambiara repentinamente y me arruinara el momento.

Pero en fin, todo está listo para mañana. Por el momento solo me relajaré para calmar las incontrolables mariposas de mi estómago.

—Charlie. —Camill abre la puerta de mi habitación.

—¿Qué pasa? Linda gorra —digo al mirar su nueva gorra de los Red Sox. Entra a la habitación y trepa mi cama hasta sentarse a mi lado.

—Te quiero. —Me abraza tomándome por sorpresa. Creo que alguien está sensible hoy.

—Yo también te quiero, eres mi hermanita.

—¿Y si te digo te quiero muchas veces te quedas a vivir conmigo? —pregunta en medio del abrazo.

—No puedo, no por ahora

—Pero ¿por qué? Los hermanos de mis amigos sí viven con ellos, yo quiero que vivas conmigo, no quiero que te vayas. —Me abraza con fuerza.

Qué más quisiera yo que vivir y pasar todos los días con mi hermana, porque de verdad quiero ser parte de su crecimiento, quiero que ella tenga recuerdos recurrentes de mí, no solo experiencias vagas. Aunque en este punto de mi vida estoy muy confundida respecto a dónde quiero vivir: aunque mi padre sigue siendo mi prioridad, que Julian me haya explicado cómo se siente mi mamá y todo lo que quiere hacer, me hace sentir mal al pensar que está tratando de cambiar por mí y yo solo quiero irme de su lado.

Me siento culpable de dejar de lado a uno de mis padres, y antes no sucedía eso, solo quería huir de casa de mi madre para siempre. Pero ahora no sé, no sé qué hacer ni a dónde quiero ir.

—Tal vez en unos días o en unas semanas pueda venir a vivir contigo.

Se separa del abrazo y me mira sonriente.

—¿De verdad? —Salta de la cama y comienza a brincar en el suelo mirándome con una gran sonrisa—. Le voy a contar a Dawson que mi hermana va a vivir conmigo —grita con emoción para luego correr a su habitación. Me levanto y la sigo para seguirle el rastro, a los segundos escucho unas risillas.

Tal vez en unos cuantos días ambas brinquemos en la cama en pijamadas constantes, porque podríamos vivir juntas.

Con una sonrisa bajo las escaleras, camino hacia la sala, donde está mi padre junto a Jess viendo la televisión, y me siento en un sofá individual.

—Por fin bajas, princesa. —Sonríe—. ¿Camille no estaba contigo?

—Sí, pero se ha ido a su habitación.

—He escuchado su grito de felicidad. ¿Qué le has dicho? —pregunta Jess mirándome con una sonrisa tierna.

—Cosas de hermanas

—Me encanta verlas y escucharlas juntas, y muy pronto estaremos juntos siempre —murmura papá. Ojalá sus palabras se cumplan.

—Espero que sí, aunque —me contengo y aprieto los labios. Papá frunce el ceño y trata de hablar, pero Jess lo interrumpe al instante.

— ¿Ya sabes cómo te vas a peinar?

—No soy muy buena con eso, así que no —confieso.

Por más que he tratado de imaginarme un buen peinado, no logro visualizarme muy bien. Además, no sé manejar mi cabello, por algo utilizo casi siempre mi gorro de los Cowboys. Si por mí fuera, iría con él al baile para evitar el lío del peinado.

—Si quieres puedo hacerte unas ondas. —Jess me regala una sonrisa cálida.

—¿De verdad? Es que no sé si quedarían bien con el tipo de vestido que llevo. ¿Lo has visto?

—No, lo iré a ver e idearé algunos peinados. Me encargaré de preparar un digno salón de belleza aquí en casa. —Se levanta de un brinco y se olvida de mi padre, sube las escaleras y entra a mi habitación. Con una sonrisa me vuelvo para ver a mi padre, que sigue mirándome con el ceño fruncido.

—¿Qué?

—¿Qué ha sido eso?

—¿Qué cosa?

—Eso, el «aunque» cuando hemos hablado sobre vivir todos juntos. —Me mira con frialdad a los ojos, una seriedad que nunca había usado conmigo.

—No ha sido nada, solo se me ha escapado

Mentira, iba a decir algo sobre lo mal que me siento ahora al pensar en el cambio que quiere hacer mi madre y yo, aun así, sigo pensando en dejarla sola.

—¿Me estás diciendo la verdad?

—Sí, solo estás un poco paranoico.

Si se lo digo podría hacerlo sentir mal. Y este es precisamente el lío, no quiero lastimar a nadie.

—Está bien —dice, no muy convencido—. ¿Qué tal te sientes para mañana? —pregunta, algo raro, creo que no me ha creído ni la mitad de mis palabras.

—Estoy muy emocionada.

—¿Jace vendrá por ti?

Asiento, sonriendo.

—¿Y él cómo está? ¿Emocionado?

Creo que mil veces más que yo. Me ha estado mensajeando todo el día sobre el baile, me ha contado que siente mariposas de la emoción y no puede esperar a ponerse su traje.

—Tan feliz como yo.

—Me alegra que estén felices por pasar su noche juntos. También, ser partícipe de la noche al entregarte y recibirte. No entiendo muy bien cómo tu madre ha accedido a dejarte venir este fin de semana, sobre todo, con todo el lío que hay. Es bipolar —dice con tono burlesco al final.

Me quedo callada unos segundos pensando en si es buena idea, y finalmente decido que no tiene nada de malo mencionarlo.

—Está de buen humor cuando está con su novio.

—¿Novio? Cómo se llama el desafortunado —bromea. Hago una mueca.

—Se llama Julian, es doctor.

—Oh, ya lo conoces

—Algo, hemos hablado dos veces.

—Mmm ¿Y cómo te cae?

—Hasta ahora bien, es muy educado conmigo y se esfuerza tanto por caerme bien que me causa risa. Me ha dicho que él llegará a la vida de mi madre y a la mía para bien, lo cual me hace en cierto modo feliz.

La mirada de mi padre cambia por completo mientras voy contando lo poco que sé de Julian. Tiene el ceño y los labios fruncidos, ha juntado las manos y se ha erguido, como si tratara de lucir dominante.

—¿A tu vida? ¿Como un papá? —pregunta de forma directa y seca.

—No lo sé, pero creo que se va a venir a vivir a nuestra casa, aunque tal vez no por el momento, porque —Miro a los lados y luego me centro de nuevo en el—. Se van a casar —digo en voz baja, emocionada.

—Oh —se limita a decir.

—Julian me lo contó, me dijo que mi mamá me quiere y que él me ayudará en todo. La verdad es que me cae bien, y estoy feliz porque veo un gran cambio con mi madre, aunque sea únicamente cuando está él

Papá se pone de pie firmemente y se aclara la garganta, lo miro desde abajo un poco confundida.

—Estoy cansado, me voy a mi despacho —dice con un tono que jamás había utilizado conmigo, muy distante. Me parece raro, ya que él siempre me ha escuchado cuando le he hablado del tema que sea.

Lo veo caminar hasta la puerta de su despacho y cerrar de un portazo la puerta. Se hace un enorme silencio y el ruido de la puerta resuena por toda la casa.

¿He dicho algo malo? ¿Es que no debería haberle hablado de Julian?

Bajo la mirada algo triste. El comportamiento de mi padre me ha conmocionado. Parece que nunca puedo tener un equilibrio entre mis padres: si uno está feliz, el otro está enojado conmigo; nunca puedo estar en paz. Por estas cosas me cuestiono si, en realidad, la que falla soy yo, porque siempre me pasa, no importa qué haga ni dónde esté, no me puedo librar de un mal día.

—Charl —me llama Jess, viniendo hacia mí—. He escuchado lo que le has dicho a tu padre y lo que él te contestaba.

—¿Por qué se molesta, Jess? Solo le he contestado a lo que él me ha preguntado , no creo que hablarle de Julian sea algo malo.

—Está estresado, cariño.

—¿Y por qué descarga su estrés conmigo?

—El juicio lo tiene loco, estoy segura de que no te ha querido responder así. Solo se le ha ido la mano

—El juicio no es excusa. Estoy cansada de que todos descarguen su enojo en mí por cosas que no son mi culpa. El problema es de ellos dos, yo ni siquiera quería que hubiera un juicio, sino que estuvieran de acuerdo y en paz. Pero no, tienen que hacer de todo una guerra y ponerme en medio. —Me levanto y comienzo a subir las escaleras escuchando cómo Jess me llama. Ignorando sus llamadas entro a mi habitación, me acuesto en la cama y miro al techo, respiro un par de veces para poder calmar mi respiración.

Ojalá pudiera decirle eso a mis padres y no a Jess, que no tiene la culpa de nada.

Me cubro el rostro con las manos y suspiro.

Ojalá todo esto acabe pronto, o yo lo acabe pronto.

Hoy es el día del baile. Me emociona mucho. Siento mariposas, y la mayoría se producen al pensar en el famoso vals en parejas

Mi momento de libro de romance ha llegado. Por un día podré ser la protagonista de mi vida, podré disfrutar cada uno de los instantes con una sonrisa al lado de mi coprotagonista. Quiero verlo ya y bailar con él, lo anhelo.

Salgo de mi habitación con muchísimo entusiasmo. Es un poco tarde porque me he concedido unos minutos más de sueño. Voy a la habitación de mi papá y abro la puerta y me encuentro con un minisalón de belleza improvisado. Jess ha puesto una silla frente a su gran espejo. En el tocador hay pinzas, broches, una rizadora, cepillos, ligas, una plancha, espejos pequeños, etc. Todo lo necesario para dejarme deslumbrante para esta noche.

—¿Estás lista para arreglarte para el baile y hacer suspirar a un chico? — pregunta Jess tomando el respaldo de la silla y mirándome a través del espejo. Camino hacia ella y me siento con una ligera sonrisa.

—Nerviosa y lista. Por la noche te mandé las fotos del maquillaje y del peinado, espero que no sean muy difíciles de hacer. Si es así, podemos cambiarlos

—Para nada, haremos lo que tú quieras y quedarás perfecta.

Comienza tomando un peine y mira su celular para tratar de recrear el peinado que le he mandado, me toca con la mayor delicadeza posible para no tirarme del cabello, y se lo agradezco porque odio peinarme y una de las razones es lo mucho que duele hacerlo. Con cada uno de sus movimientos descendentes en mi melena, su sonrisa cálida y emocionada se marca en su rostro, porque probablemente disfruta compartiendo este momento conmigo. Y todo esto no me hace nada bien, no porque no me guste lo que hace Jess, sino porque me recuerda a mi madre antes de que todo lo malo nos sucediera; me hacer recordar todos aquellos días en los que nos sentábamos en la sala a ver un programa mientras desenredaba mi cabello después de ducharme. Amaba esos momentos, me relajaba mucho porque lo hacía delicadamente para no jalarme porque sabía que yo odiaba eso. Después, de un día a otro, al terminar una pelea tuve que comenzar a peinarme yo sola; la parte delantera me quedaba muy bien, pero la parte de atrás era un desastre repleto de nudos. Y en vez de ayudarme, mamá me decía que me veía mal. Desde entonces, mi gorro de los Cowboys comenzó a ser mi mejor amigo.

—¿Qué sucede? —Se detiene y me mira a través de espejo.

—No es nada

—¿Segura?

Guardo silencio sin dejar de mirarla hasta que decido contarle la razón de mi cambio de humor.

— No es nada muy importante, solo un recuerdo.

—Pero he notado que ese recuerdo te ha puesto triste. ¿No prefieres contármelo?

—Es un recuerdo sobre mi madre. Ella siempre me peinaba y ese era de mis momentos favoritos. Luego llegaron las peleas y ya no me peinó más, y yo no comprendía por qué no quería hacerlo, hasta llegué a pensar que ya no me quería. Aunque soy mayor, aún anhelo el momento en el que ella vuelva a acariciar mi pelo Es extraño volver a sentir esas cosquillas extrañas cuando alguien más me peina

—Sabes, Charlie, puede que no conozca mucho a tu mamá, pero sé que ella te quiere, y tal vez no se ha dado cuenta de lo que se ha perdido en estos años, y tal vez no lo haga porque tu padre y ella aún se quieren destruir mutuamente, pero —suspira— yo puedo ser esa madre que te sientes que te falta. Puede que no compartamos sangre, pero yo te quiero como si fueras hija mía, te quiero tanto como a Camill. Me siento muy feliz de que me dejes peinarte para un baile. Es muy emocionante para mí compartir estos momentos contigo. Si me lo permites, puedo llamarte hija sin tener miedo a que te enojes.

—Jamás me enojaría Jess, tú has demostrado quererme a pesar de las malas contestaciones como las de ayer.

—Yo también fui adolescente y tenía mis altibajos. Soy muy consciente de tu situación, sé cómo te puedes llegar a sentir. ¿Sabes? He pensado mucho en ti y estoy dispuesta a verte crecer, por eso he buscado unos psicólogos muy buenos aquí en Austin.

—¿En serio?

—Sí, lo hablé con tu papá y

—Se molestó, ahora está de mal humor.

—Sí, se molestó, dijo que tú no eras ninguna loca ni tenías nada grave, pero yo creo que es mejor descartar cualquier trastorno. ¿Qué te parece si vamos solo tú y yo un día?

—¿De verdad? ¿A escondidas?

—Sí, yo hubiera deseado que mis papás me llevaran a uno. Yo no voy a cometer esos errores con mis hijas. Me fijé en tu comportamiento, y lo de ayer lo confirmó todo.

—Eres mi salvación. Estuve con la psicóloga de la escuela y me sugirió que fuese a un psicólogo externo, pero no me parecía buena idea mencionárselo a mis papás. Cuando se lo dije a mi mamá, me llamó exagerada, y por lo que me dices las palabras de papá no eran muy diferentes a las de ella.

Acaricia mis brazos y sonríe ligeramente.

—Te prometo que iremos, y vas a ser una chica feliz y llena de luz. —Me da un beso en el la cabeza y me hace sonreír. Continúa peinándome sin volver a hablar, solo la música de fondo nos acompaña.

¿Será posible que Jess y Julian se casen y luego me adopten?

De verdad que Jess es el apoyo parental que necesito, me comprende a pesar de no haber pasado por lo mismo que yo. No me tacha de loca o exagerada, solo se pone en mis zapatos, y eso es lo único que he buscado en toda mi maldita existencia, que mis padres me miren y reflexionen. Sin embargo, solo parece que sirvo para que sigan luchando entre ellos.

Si un día yo desapareciese, ni se darían cuenta de ello por lo centrados que están en su guerra

—¿Cómo van mis princesas? Aquí les traigo a una pequeña.

—Estamos comenzando —responde Jess con una sonrisa, pero yo ni siquiera lo volteo a ver. Jess comienza a tomar mechones y a pasarlos por la pinza rizadora. Por el espejo veo a Camill jugar sobre la cama mientras papá nos mira desde el umbral.

—Desearía que estos momentos pasaran todos los días —susurra.

Ya no sé qué pensar de él, no sé si realmente es un papá bueno o solo finge quererme para ganarle a mi mamá. Me siento muy extraña, no tengo idea de nada ya. Siento que no pertenezco a ninguno de mis dos hogares, a ningún amor de mis padres. Ahora actúa como si ayer no me hubiera hecho daño, como si no me hubiera dejado con la palabra en la boca

Alzo los hombros sin verlo.

—¿Estás enojada? ¿Qué te hice? —pregunta.

Decir que soy una exagerada por las cosas que él mismo provoca

No le respondo ni con un movimiento de hombros, solo me miro los dedos y juego con ellos. Jess se da cuenta de la incomodidad que siento con mi padre y voltea a verlo.

—¿Te puedes ir, Mike? Esta es una tarde de chicas.

—¿En serio? Solo quiero hablar con mi hija, parece que está enojada por algo.

—Sí, muy en serio.

—Solo quiero que me responda si le hice algo o es algún berrinche momentáneo por cosas del baile.

Y yo creí que viniendo aquí no se me arruinaría la noche. ¿Por qué los papás se hacen las víctimas después de comportarse de lo peor con sus hijos?

—¡Solo vete! —grito, frustrada, y me cubro el rostro para evitar llorar.

—No me obligues a castigarte por tus malas contestaciones, yo no te he hecho nada y me atacas.

—Mike ya, solo vete.

—No lo puedo creer. —Cierra la puerta.

Quisiera golpear algo.

—Respira, yo estoy aquí —me dice en voz baja.

Hago lo que me aconseja y cierro los ojos. No puedo permitir que mis padres sigan arruinando mi vida. Ya se han llevado toda mi adolescencia como para darles algo más, por ejemplo, mi noche del baile. Ahí afuera hay un chico lindo dispuesto a quererme y hacer de esta noche un sueño, no voy a dejar eso en manos de mis papás

Después de todo el lío, Jess termina de peinarme e incluso de maquillarme. Gracias a sus manos me siento hermosa, me ha dejado perfecta para sacarle suspiros a Jace.

— ¿Qué te parece? —me pregunta.

Unas ligeras ondas caen por mis hombros como una cascada. Las puntas están rizadas y por la parte de la cabeza liso y peinado, perfectamente controlado, no se sale ni un pelo. Se ve realmente bien, me gusta mucho. Me siento linda.

—Me gusta mucho, Jess, muchas gracias. —Me levanto de la silla y le doy un abrazo—. ¿Qué hora es?

Mira su celular.

—Las siete menos veinte —responde con tranquilidad.

¡¿De verdad?! Jace no tardará nada en llegar y yo aún no tengo mi vestido ni mis zapatos puestos.

Corro a mi habitación y tomo el vestido. No dejo que mi papá o Jess lo vean, quiero que se sorprendan aunque sea un poco.

Meto la cabeza por la falda del vestido, obviamente cuidando el peinado y de que no se me manche de maquillaje. Ahora solo falta subir la cremallera de atrás, tengo brazos largos y puedo alcanzar fácilmente, por lo que no es necesario que Jess me lo vea puesto antes de tiempo. Busco la caja de mis tacones donde los he guardado durante toda la semana. No son muy altos, son de color negro. Me los calzo y después los ajusto para que no pase nada durante el baile.

Me detengo frente a mi espejo, analizo todo. No quisiera decepcionar. Jace me ha ayudado tanto que no sería muy lindo de mi parte hacerlo sentir triste cuando él me ha dado tanta felicidad estos últimos días.

Salgo de la habitación con los nervios a flor de piel, bajo las escaleras lentamente hasta que me encuentro con Jess y Camille, sorprendidas y emocionadas. Me parece que estoy en un cuento, justo cuando nombran a la princesa en el baile, todos la miran y ella comienza a bajar con elegancia.

— ¡Una princesa! ¡Mi hermana es una princesa! —grita Camill dando brincos de felicidad mientras me señala con su dedo.

Jess tiene una sonrisa gigante llena de orgullo y se acerca para abrazarme.

—Te ves hermosa Charlie, sin duda lo haces todo más lindo. Jace se va a desmayar de amor.

Sonrío y suspiro por los nervios.

—Estoy nerviosa. ¿Y si bailo mal? ¿Y si no le gusta cómo me he arreglado?

—Claro que bailarás bien, y si no le gusta cómo te has arreglado es porque, muy probablemente, es un tonto. Tú te sientes bonita y eso es lo importante.

—De verdad, te lo agradezco.

Apenas alcanzo a terminar la frase cuando el timbre de la entrada suena. Veo a Jess emocionada porque ya es hora

—Yo voy. —Jess se apresura y corre a abrir.

Volteo a la sala de estar, ahí está mi padre viendo la televisión. Tal vez no ha notado mi presencia, o tal vez me esté ignorando. Me acerco y me detengo detrás de él.

—¿No vas a ver cómo me he arreglado? —murmuro con algo de tristeza.

—No.

—¿No? ¿Por qué?

—Estoy enojado, no me quisiste hablar y yo no te hice nada.

—Estás actuando como un niño, estás actuando como mamá.

—Me dijiste que me fuera. Eso hice —se limita a decir.

—Creí que eras el bueno de los dos, pero eres igual a ella.

Me doy la vuelta y voy hacia la puerta, me despido de Jess con un simple vuelvo pronto y luego salgo de casa y me encuentro con Jace, que viste un traje negro y un moño a juego. Realmente está muy guapo. Parece todo un príncipe de cuento de hadas, se ve tal como lo imaginé.

Quiero estar feliz, pero

—¿Qué sucede? ¿Estás triste? —Se acerca preocupado por mi mueca de impotencia.

—¿Podemos irnos ya?

—Claro que sí. Pero ¿todo está bien?

—Jace, me quiero ir y olvidarme de todo.

—De acuerdo, no pasa nada, empecemos de cero. Te ves hermosa

Tres, tan solo tres palabras han bastado para hacerme sonreír.

—Me encanta cómo se te ve tu moño

—Por eso lo elegí —alardea, acomodándolo un poco. Con una sonrisa toma mi mano y me ayuda a caminar con los tacones a través del jardín hasta la camioneta negra estilo presidencial aparcada frente a nosotros. Él se apresura a ayudarme a subir y se sienta a mi lado.

—Ahora sí, papá, al baile —le indica.

—Buenas noches, señor Grey —saludo con un poco de desconfianza, hace mucho que no hablo con un miembro de la familia Grey que no sea Jace.

—Buenas noches, Charlie. Aún te recuerdo de pequeña, aunque eras más alta que el hombre que va a tu lado. —Suelta una risa al final.

Lo recuerdo a la perfección. Daphne y yo les ganábamos en altura a Leo, Ken y Jace por unos cuantos centímetros, hasta que meses antes de alejarme de ellos, comenzaron a crecer como jirafas.

—Pero ahora no lo es —dice Jace mientras me mira con una sonrisa, lo que hace que yo también le sonría.

Sin más de que hablar, el señor Grey se pone en marcha.

Y ahí estamos, camino al baile soñado, nosotros dos, los pequeños chicos que solían jugar al escondite, llenarse de lodo y ser amigos, ahora van a un baile rodeados de mariposas y muy juntos, y sobre todo se dirigen hacia un sueño en el que olvido la realidad.

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