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2.

CHARLIE

El arte es una de tantas formas que hay para expresar los sentimientos que no podemos gritar. El arte se goza y se ama, se respeta sobre todo, porque casi nunca se sabe qué es lo que realmente hay detrás de una obra de arte, puede que en el lienzo haya miles de colores vivos relacionados con la felicidad, pero en realidad el artista esté sumido en un sinfín de problemas. El arte no es una simple pintura, un simple baile o una simple canción.

El arte es el grito silencioso de alguien.

Entro a la clase de Arte, un gran espacio designado para todo lo creativo. Tiene mucho color, que según la maestra es para que nuestra creatividad no muera. Hay todo tipo de materiales: pinceles, pinturas, maniquíes de nieve seca, plumas, telas, todo con lo que se puede hacer arte. Es un paraíso.

—Hola, Charlie —me saluda la maestra de Arte. La señorita Rose Mary es una mujer de cabello rubio afro, que siempre lleva una pañoleta de varios colores, unas gafas de círculo verde y un despampanante labial rojo. Su forma de ser es tan peculiar que te alegra el día. Obviamente, solo si la logras comprender.

—Hola, señorita Rose Mary.

—¿Lista para seguir explotando ese don en la pintura?

—Muy lista—respondo.—Así se habla. Muy bien, artistas, pueden desahogar su felicidad, tristeza o enojo de la forma que gusten y que sea legal, son libres de contar la historia que quieran.

Tomo las pinturas que necesito del estante de madera en el que se guardan, un vaso de pinceles de todos los tamaños y formas y, finalmente, un vaso con agua. Camino hasta un caballete y lo acomodo todo cerca para que me sea más fácil utilizarlo. Me siento en un banco alto amarillo y del primer tubo de pintura exprimo una buena cantidad en la parte que sobresale del caballete, luego tomo un pincel. En poco tiempo me siento inspirada y comienzo.un cuadro más estructurado.

Me es muy fácil inspirarme, tengo muchas ideas que plasmar en un lienzo

—Hola, Charlie, ¿con qué sentimiento pintas hoy?

—Con el mismo que siempre, señorita.

—¿De nuevo? ¿Está todo bien?

—Sí, más o menos.

—Sabes, a la señorita Ámbar no le molestaría una visita tuya.

—No creo que pueda ayudarme mucho.

—Yo estoy segura de que sí, no tengas miedo, te ayudará mucho.

—No es nada, solo es el tiempo.

—¿Segura?

—Muy segura.

Asiente y me regala una sonrisa cálida. Se da la media vuelta y continúa pasando por las estaciones de mis otros compañeros.

Un psicólogo puede ser una persona aterradora, sobre todo los escolares; esos son los peores, porque al instante de verte quieren llamar a tus padres. Cuando estaba en mi primer año, visité a la psicóloga escolar que había por entonces, que no me ayudó en nada; solo asumió que mi tristeza era fruto de la etapa adolescente por la que estaba pasando. Durante meses pensé que realmente un día despertaría y ya no estaría triste ni tendría ganas de llorar a cada hora. Obviamente ese día aún no ha llegado.

Mientras pasan las horas, mi pintura avanza y comienza a tomar forma. Sin embargo, el tiempo dedicado a las extracurriculares no es suficiente para terminarlo. Así que me toca llevarlo a casa y esperar al siguiente día, ya que Rose Mary quiere seguir al detalle nuestro proceso.

—De acuerdo, artistas, tomen o guarden sus creaciones, nos vemos mañana para seguir explotando en emociones. —Alza los brazos y luego los baja lentamente a los lados, como en aquel episodio en el que Bob Esponja crea un arcoíris con las manos.

Todos tomamos nuestras cosas para irnos, la clase se vacía poco a poco hasta que solo quedo yo, porque guardo mis cosas con mucha tranquilidad y lentitud. Antes de poder salir, la voz de la señorita me detiene.

—Piensa en lo que te dije, Charlie, no te lo digo como maestra, sino como amiga

—Lo pensaré, gracias.

Salgo del salón y camino por el pasillo vacío. Supongo que todos los demás talleres han terminado ya y los alumnos se han ido casi corriendo a sus casas.

Si me doy prisa, alcanzaré el autobús y así no tendré que caminar.

Eso solía hacer

JACE

— ¿Cuándo dejaron de ser mejores amigas? ¿Cuándo dejó de hablarnos a todos? —pregunta Kenneth a Daphne mientras caminamos juntos hacia el campo de fútbol americano.

—En secundaria, un día simplemente dejó de hablarme, sin darme razones. Cuando yo intentaba hablar, ella se alejaba. Desde ese día su sonrisa desapareció, y, sinceramente, me dolió mucho. Ahora ni siquiera me mira —murmura Daph en un tono triste.

Eso fue muy raro y lo recuerdo a la perfección, éramos el mejor grupo de amigos de toda la secundaria, y de un día para otro nos faltaba la risa de Charlie. Dejamos de ser cinco, los cinco inseparables. Ninguno lograba comprender la razón de su alejamiento, y aún tenemos esa duda nadando en nuestros pensamientos. Debió ser por un motivo importante.

—Deberías hablarle, Jace —propone Daph picándome las costillas con su codo.

Tendría que estar loco para hacer eso.

—¿Estás loca? —Acomodo bien la mochila de entrenamiento en mi hombro con nerviosismo.

—Vamos. ¿Qué puedes perder? —pregunta Leo.

—Pues la dignidad. La última vez que hablamos éramos amigos y teníamos trece años, sería extraño llegar a coquetear con ella.

—Solo llegas y dices: «Hola chiquitita, estoy rifando una cita conmigo, y tú tienes todos los boletos» —propone Leo con una sonrisa coqueta. Daphne lo empuja ligeramente y lo hace desestabilizarse un poco.

—Llevas enamorado de ella desde el año pasado, ya es hora de que al menos le digas hola de nuevo, y me refiero a un hola normal. No hagas caso a Leo, eso no conquista ni a una cucaracha. No es necesario que coquetees con ella al instante, no seas confianzudo —dice Daph.

—Mi coqueteo es de la más alta calidad. Solo quiero que quede claro —aclara Leo alzando su dedo como si fuera el dato más importante en Wikipedia,

Mi amor por ella es un secreto, nadie puede enterarse, mucho menos Charlie. Me moriría de vergüenza, sobre todo si utilizo el método de coqueteo de Leo.

—Ya déjenme en paz, como ustedes están enamorados de personas abiertas al mundo se les hace fácil. Ella está cerrada a todo, mucho más a un romance. Jamás estaría conmigo.

—Pero te gustaría que viviera en JaceLand, eres guapo, cualquiera quisiera estar contigo —bromea Ken.

Suelto una risa nerviosa, creí que solo yo pensaba eso. Me encantaría que ella me fijara en mí, que al menos pudiera saludarla sin tener un colapso. Pero la posibilidad de ser rechazado me tira demasiado para atrás.

—Charlie no es cualquiera —aclaro.

No quiero tener una escena vergonzosa en mi vida, prefiero ser otro enamorado más de las sombras. En ese momento llegamos al gran campo de fútbol americano de la escuela y Daphne se despide antes de irse a su entrenamiento de porrista. Después de verla unirse al grupo de chicas con uniformes iguales y grandes moños, comenzamos a caminar hasta los vestuarios de los chicos.

—¿Qué le habrá pasado a Charlie para que se alejara tan de repente? En secundaria era una chica tan abierta, divertida y popular Realmente no comprendo qué hicimos mal —digo, un poco confuso.

Entramos al vestuario y nos encontramos con el resto del equipo. Es una clase de «cueva varonil», que huele a todo lo desagradable del mundo junto y multiplicado por tres. Aquí somos libres de hablar de cualquier tema, es el lugar seguro de los chicos de la escuela. Los tres caminamos a nuestros espacios designados por el entrenador, que para nuestra suerte están juntos, unos cubículos bastante grandes donde podemos guardar nuestras pertenencias y uniformes. Tomo el extremo de mi playera y la jalo hacia arriba para sacarla por el cuello, la dejo a un lado hecha una bola y tomo todo el equipamiento.

—Algún día saldrá a la luz, ¿no? Hasta donde sabemos, quizá ni siquiera fue culpa nuestra —murmura Leo.

Podría ser

—Entonces ¿por qué dejaría de hablarnos? —pregunto mientras me coloco los tenis para el campo.

—Porque existen trastornos como la ansiedad y la depresión —murmura Ken mientras saca algo de su cubículo.

—Sé que existen, pero no sé mucho de ellos.

—Deberías leer un poco. La ansiedad y la depresión son trastornos que afectan tanto a la mente como al cuerpo, desgastan mucho, generan tristeza, debilidad, frustración —Voltea hacia nosotros y nos mira con el ceño fruncido—. Lean más, chicos, sobre todo porque son trastornos comunes en nuestra edad.

¿Charlie padece eso?

Después de un rato de hablar y alistarnos para el entrenamiento, salimos al campo, donde ya nos espera el entrenador con un silbato en la boca y un pie que no deja de moverse sobre el pasto.

—Comiencen con cinco vueltas a todo el campo, y el que se detenga tendrá una extra —grita con una eminente voz de enfado. Tal vez es porque perdimos el último juego por un pequeño error de principiantes. Nadie se queja, solamente nos mentalizamos de que será un día pesado y comenzamos a trotar por la orilla del campo.

—Últimamente he pensado en cómo sería nuestro grupo si nunca nos hubiéramos separado —dice Leo.

—Sería el mejor: tres hombres y dos mujeres que siempre estarían en contra para molestarse, pero seríamos muy felices, incluso más de lo que ya somos —comento sin dejar de mirar al frente.

—También sería incómodo porque ella te gusta. ¿Se imaginan si uno de nosotros saliera con Daphne? Es bonita, pero parece nuestra hermana menor —dice Ken.

—Definitivamente, yo no podría. No es el tipo de mujer con la que quisiera pasar mi vida. Tienes razón, Ken, sería incómodo pero lindo ver a Jace derretirse y esconderse —responde Leo con un tono burlón.

—¿Y por qué me escondería? —pregunto mirando a Leo con el ceño fruncido.

—Porque nunca te atreverías a decirle lo que sientes. Y es justo lo que has hecho desde hace un año, esconderte

Poco a poco bajo la velocidad de mi trote hasta que me paro y todos me pasan por los lados dándome ligeros empujones.

Leo tiene un poco de razón: no me atrevo ni me atrevería a decirle lo que siento, pero no es tan sencillo. Cuando una persona está enamorada hasta la punta del cabello más largo se bloquea totalmente, porque teme el rechazo, porque no está segura de ser correspondida, porque idealiza una vida entera, que con tan solo una palabra puede ser derrumbada.

—¡Grey! —grita el entrenador, y hace sonar el silbato. Me giro y vuelve a pitar—. Una vuelta extra.

Suspiro con frustración y comienzo a trotar de nuevo.

Después de dar vueltas al campo y hacer un par de jugadas estratégicas que se le han ocurrido al entrenador, por fin nos deja marcharnos. Me apresuro a cambiarme para huir de la bomba de olor que son los vestuarios. Salimos del entrenamiento más cansados que nunca, bañados en sudor y bebiendo agua como si fuese la última que quedara en el mundo. Las playeras empapadas no nos hacen lucir tan atractivos como en las películas.

—Apestan —murmura Daphne haciendo una mueca de disgusto.

—No te parecía horrible cuando le diste un beso a tu novio —comenta Ken.

—Karl suda bonito.

—Que asqueroso suena eso —decimos Leo y yo al mismo tiempo, mirándola con disgusto. Fetiches de enamorados, supongo.

—Solo anhelo llegar al auto para dejar de olerlos.

—Yo te iba a invitar a comer a mi casa, mamá hizo lasaña —digo mirándola con una media sonrisa.

—Paso, no creo que pueda soportar el camino en auto con tres sudorosos que están bañados en desodorantes tropicales. Así que adiós, mi padre ya debe estar esperando afuera, nos vemos mañana. —Comienza a alejarse, pero los tres la tomamos del brazo y la detenemos.

—No te puedes ir sin tu abrazo —dice Leo con una sonrisa mientras se acerca lentamente a ella.

—Así es, no hay despedida sin abrazo de oso —murmuro.

—No, por favor no —Los tres nos acercamos hasta que la encerramos justo en medio de un cálido y sudoroso abrazo de oso—. Qué asco, tengo sudor de todos ustedes en mis brazos.

La soltamos y sonreímos victoriosos.

—Para que no nos extrañes —decimos cuando nos mira con enfado.

—¡Son un trío de odiosos a los que quiero! —grita mientras se aleja con los brazos separados del cuerpo, como si tuviera algo muy asqueroso pegado en ellos, más que nuestro sudor.

Mientras nos reímos de la situación, caminamos por los largos pasillos de la escuela para poder ir a la salida e ir a casa después del largo día que hemos tenido. Hacemos bromas sobre cosas absurdas y que solo nosotros comprendemos, para así distraer a nuestra mente del cansancio que nos inunda. Seguimos caminando y riéndonos a carcajadas, cuando se abre la puerta de la clase de Arte y allí aparece Charlie.

Me paro de golpe, como si su presencia fuera un freno para mis piernas. La miro desde la lejanía y observo sus torpes movimientos. Trae en las manos una cartera con pinceles mal acomodados, libretas y su mochila. Parece que estuviera a punto de tirar todo al suelo.

No sé si ayudarla o seguir mi camino, por si le molesta que me acerque.

Parece que Leo y Ken leen mis pensamientos, porque me empujan hasta llegar a ella, pero no de forma sutil, sino todo lo contrario. No puedo detenerme, me choco con ella y ambos terminamos en el suelo. Me mira con el ceño fruncido. Definitivamente, esta es la situación más vergonzosa de mi vida: acabo de caerme encima de la chica que me gusta, y además parezco el trapo con el que limpio el auto de mi padre, y apesto a deportista desaliñado.

Morirme sería lo más sencillo en este momento.

—Perdóname, he tropezado —me disculpo al instante. Me pongo de pie y tomo todo lo que, por culpa de mis amigos, he tirado al suelo.

Ella sigue mirándome con seriedad.

Le tiendo la mano luchando para que no me tiemble ante su mirada, y afortunadamente logro contener los nervios. Ha sido una gran lucha, mucho más cuando me ha aceptado el gesto y mi mano ha hecho contacto con la suya. Con un poco de fuerza, jalo su cuerpo hasta que está de pie frente a mí.

«Que alguien me pellizque, estoy frente a Charlie Hans».

Le doy su mochila para que se la cuelgue a la espalda y luego sus libros, que se acomoda perfectamente en los brazos.

—¿Te he hecho daño? —pregunto, un poco preocupado.

—No, estoy bien.

—¿Segura? Puedo llevarte a la enfermería si te duele algo.

—No te preocupes, Jace, estoy bien.

—Creí que no recordabas mi nombre.

—No es difícil, son cuatro letras.

—Claro

«¿Qué más digo?».

Miro su rostro algo apenado, luego su gorra de los Dallas Cowboys.

—Cowboys, es un buen equipo, pero son mejores los Philadelphia Eagles

Frunce el ceño con un poco de disgusto.

—Claro —murmura, un poco ¿enfado?

«Ay, no. ¿Qué he hecho?».

—¿Me das mis pinceles, por favor? —dice señalando la pequeña cartera hecha un rollo que tengo en la mano.

—Claro, aquí la tienes. —Se la doy, la toma y la coloca en un compartimento lateral de su mochila. Me regala una sonrisa forzada y luego se da media vuelta para alejarse poco a poco de mí y mi alma avergonzada.

Regreso con mis amigos sintiendo grandes ganas de darles un puñetazo en la nariz, mientras que ellos me hacen una bulla como si hubiese ganado un Grammy. Total, son mis mejores amigos, ese es su trabajo, humillarme en un intento de ayudarme.

—¡Uuuh, eso fue más que un hola! —vitorea Leo.

—Ni siquiera fue uno, fue un choque, uno totalmente vergonzoso. Estuve a punto de lastimarla, y la única oportunidad que he tenido en años de hablarle como una persona civilizada la utilizo para decirle que los Eagles son mejores que los Cowboys.

—Bueno, eso sí que fue una tontería, obviamente son mejores los Cowboys, pero ¡qué avance! Hasta tocaste uno de sus cabellos al caer —me felicita Ken con un tono burlesco—. Hablaste con ella, la miraste de cerca y, lo más importante, te miró. Uuuy.

Yo solo me limito a sonreír y lamentarme el resto del tiempo que nos queda de camino al estacionamiento. Por primera vez he hablado con ella. Aunque solo me ha dedicado un gracias y una sonrisa forzada, Ken tiene razón: es un gran avance. Me ha mirado, al menos, aunque apestaba y estaba sudado.

Tal vez por eso se fue rápido

O porque le he dicho que su equipo favorito no es tan bueno.

Mierda

No soy un chico tímido a la hora de hablar con una chica, pero con ella es diferente: me sudan las manos, mi garganta se seca, las palabras se atoran en mi garganta. Es tan difícil ser yo mismo cuando está cerca

El amor a veces es horrible.

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