18.
CHARLIE
Hoy he decidido venir en autobús, lo cual ha sido una idea pésima. El caos era total; los chicos llevaban en sus brazos miles de flores, que han provocado miles de estornudos a todos los alérgicos hasta llegar a la escuela. La verdad, hubiera preferido pasar el ligero frío de afuera, caminar unas cuadras y cansarme mucho, pero no quería llegar desarreglada a la escuela. Hoy por primera vez en los tres años que llevo en preparatoria me he puesto linda para un día de San Valentín: por la noche me he hecho una mascarilla para tener la piel más suave, me he arreglado las cejas, alisado el cabello y me compré ropa nueva para la ocasión.
Y no sé por qué Bueno, sí lo sé.
Cuando pongo un pie en la escuela, los colores rojo, blanco y rosa inundan mis ojos. Todos van de aquí para allá con regalos mientras los profesores tratan de calmar el revuelo que hay. Tras esquivar a varias personas, tomo mis libros del casillero, pero un grupo de chicos del coro vestidos como vendedores de palomitas de los años cincuenta me detienen.
—Uno, dos, tres —cuentan para luego comenzar a cantar a capela—: Girl you're my angel, you're my darling angel. —Todos nos miran con sonrisas emocionadas, pero definitivamente lo último que yo siento es emoción, esto es tan vergonzoso—. Closer than my peeps you are to me, baby
—Gracias, adiós —susurro, luego huyo de allí sin terminar de oír su vergonzosa serenata.
He llegado casi corriendo al salón de clases, solo quiero esconderme ahí para que el coro no me encuentre. Veo a Jace sentado con una sonrisa, que viste una camisa blanca con un minicorazón rojo bordado en el bolsillo del pañuelo. Me siento en mi mesa habitual esperando que venga a sentarse a mi lado.
—Fuiste tú.
—¿Yo? ¿Qué hice? —Sonríe fingiendo no entender de que hablo.
—Tú me mandaste esa serenata.
—Ah. —Finge entender—. Sí, fui yo —se burla.
—Ha sido tan vergonzoso —Lo miro quisquillosa—. Gracias, pero ha sido vergonzoso.
Suelta una carcajada, cuando se calma sonríe chispeante.
—Dijiste que nunca habías pasado un día como este, era necesario que pasaras esa vergüenza que todos sentimos alguna vez para que oficialmente comenzara tu San Valentín al estilo escolar.
—Eso no es digno de un superhéroe.
—Solo lo hice para que tuvieras la experiencia completa. El día apenas comienza.
—Espero que no vaya a haber más serenatas.
—Habrá cosas mejores. —Guiña un ojo y se va a su lugar justo a tiempo para que la campana de entrada suene. Daphne entra sonriente con una cajita de chocolates en su mano.
—Hola, feliz Día de la Amistad, te compré estos chocolates. —Los deja sobre la mesa y me sonríe cálidamente. Miro los bombones encantada, no por el dulce en sí, sino porque son de su parte, de mi amiga. Creí que nunca más iba a poder celebrar o recibir un regalo el Día del Amor y la Amistad, pero ya veo que me equivoqué y mucho. Y eso me hace feliz.
—Daphne, muchas gracias. Feliz Día de la Amistad para ti también, pero yo no te compré nada — respondo, angustiada. No pensé que me daría algo.
—Ya me diste el mejor regalo de todos, eres mi mejor amiga de nuevo, no necesito nada material. Me he enterado de que te han dado una de esas serenatas —dice en voz baja.
—Jace.
—Lo sabía, pero creo que no lo hizo de mala fe.
—Un poco sí, me ha dicho que me la organizó para que yo tuviera la experiencia completa.
—Dudo que vaya a ser el único regalo, Jace es todo un romántico.
—Romántico, cursi y coqueto, muy coqueto —confieso en un susurro.
—¿Tú le compraste algo?
—Le hice un minicuadro con un corazón pintado con su silueta de fondo, y compré galletas de vainilla en forma de corazón. Hubiera sido más significativo hornear yo misma, pero
—No sabes cocinar. Aún recuerdo cuando quisimos hacer galletas en una pijamada y terminaron como piedras. Tal vez porque teníamos solo doce años
—¿Crees que le gustará? Es muy sencillo.
—Yo creo que le encantará.
Espero que sí, he pensé mucho en si regalarle algo o no, no porque no quisiera, sino porque me sentía muy intensa al hacerlo. Aun así, decidí abandonar esa idea y regalarle algo. Es un detalle, pero lo hice con el corazón, excepto las galletas porque las compré, aunque no de una tienda, las mandé a hacer en una confitería que tienen muy ricos postres y sé que están hechas con amor.
El día se ha pasado muy rápido; las clases han sido cortas por todas las interrupciones para entregar flores, osos, bombones y dar vergonzosas serenatas. Los profesores están a poco de tirarse de los pelos si vuelven a escuchar Beautiful Girl a capela.
Daphne se despide de mí cuando comienza el receso, ya que lo pasará con su novio, y yo haré algo similar con Jace. Él no es mi novio, pero pasaremos el descanso juntos. Salgo del salón de clase y, en el umbral de la puerta, ya está él esperándome con una sonrisa.
—¿Lista?
—Sip.
Ambos caminamos a través del pasillo mirando a todas las personas compartir regalos, algunos haciéndose novios y otros, los más desafortunados, siendo rechazados. Es como si la escuela tuviera el doble de alumnos. No entiendo por qué me parece ver a más personas que de costumbre. Tal vez sea el barullo o tanto movimiento, gente de aquí para allá hablando muy alto. Lo único que quiero es llegar a mi casa para tomarme una pastilla y dormir para siempre.
Subimos los escalones de las gradas en silencio, mirando a las pocas parejas que están ahí, unos riendo, otros peleando y los más comiéndose la boca. Nos sentamos en la última fila, alejados de todos, ya que no queremos escuchar ni una pelea sobre el regalo que tenía el nombre de otra chica en vez del de la chica en cuestión. Qué hombre
—El día ha sido muy ajetreado —dice Jace, rompiendo el silencio.
—Mucho, quiero llegar a mi casa y dormir mil años —bromeo haciéndole sonreír.
—Pues tu siesta tendrá que esperar porque el día aún no se ha acabado.
—Ya sé, todavía hay clases.
—No me refiero a la escuela, saldremos después de clases porque te tengo un regalo.
—¿Es vergonzoso como la serenata?
—No, para nada. De hecho, estoy seguro de que te encantará, pero antes de darte ese gran regalo iremos a divertirnos.
—¿A dónde?
—Haces muchas preguntas, Charlie, es una sorpresa. —Sonríe. Toma su mochila y saca un sobre rosa y una flor amarilla. ¿Cómo es que esa flor tan frágil ha sobrevivido unas horas ahí guardada? ¿Es Jace un descendiente de Mary Poppins?
Tomo la flor con una sonrisa, sin decir nada, pues él está enfrascado abriendo el sobre, que tiene un papel con algo escrito. Me inclino un poco para mirar, pero lo gira para que no logre leer lo que pone. Aclara su garganta y comienza a leer con voz melodiosa.
—No recuerdo mis días sin ti Cuando comprendí lo que era el romanticismo no hubo vuelta atrás, me enamoré ciegamente, dejé volar mis emociones y creí morir. . Pero, cuando me miraste, volví a la vida más encendido que nunca. La forma en la que me aceleras el corazón; la chispa que nuestros labios crean; las sonoras risas que se escuchan cuando estamos juntos; cómo me haces sentir con cada palabra Todo eso me hace saber que no hay una mejor vida que esta.
No recuerdo mis días sin ti, y no quiero hacerlo.
¿Qué acaba de pasar? ¿Acaso Jace Grey es tan cursi y lindo que me acaba de leer algo escrito por él?
Me mira, ansioso y emocionado, tal vez esperando que le diga algo sobre lo que acaba de leer, pero es que no tengo nada, no se me ocurre nada. Estoy sintiendo tantas cosas dentro de mi corazón, cabeza y estómago que me cuesta ordenar las ideas para poder decirle algo coherente.
—¿Lo has escrito tú? —pregunto sin saber qué más decirle. Aun así, con toda mi frialdad, su emoción no desaparece. Mira el papel y luego regresa a mí asintiendo.
—Sí, lo escribí anoche. Me costó mucho porque no soy nada bueno en estas cosas de arte. Estaba a punto de comprarte algo y olvidarme de esto —levanta el papel un poco—, pero decidí no hacerlo porque creo que algo hecho por mí sería más valioso que algo comprado. Batallé mucho contra mis emociones hasta que logré ordenarlas y comencé a escribir. Sé que es pequeño y no es muy bueno. pero puse todo mi corazón en él
Lo miro directamente a los ojos, no puedo dejar de escanearlos, ya que están muy temerosos, pero a la vez emocionados. Escuchando sus palabras, mis ideas se ordenan casi al instante.
—Es perfecto, es simplemente perfecto. —Sonrío con ternura, y parece ser que ese simple acto lo calma porque que suelta una bocanada de aire y sonríe grande.
—¿De verdad te ha gustado?
—Mucho. No tenía idea de que fueras un poeta, parece ser que es uno de tus talentos. Es muy lindo que te esforzaras tanto, al punto de casi dejarlo, pero qué bueno que no lo hicieras porque el resultado ha sido hermoso, es el regalo perfecto. Yo también te hice algo. —Tomo mi mochila y saco el pequeño lienzo y las galletas.
—¿Soy yo? —pregunta componiendo una cara coqueta.
—Sip.
—Veo que alguien se grabó mi silueta a la perfección —alardea haciendo una pose de modelo con el puño en su barbilla y mirando a la nada.
—La verdad es que sí, es muy cómoda de pintar.
Sus mejillas se encienden cuando termino mi frase. Me divierte lo fácil que es ponerlo nervioso, porque sus humos de modelo inalcanzable caen en cuanto le digo algo bonito. Su mirada baja al lienzo y lo analiza mientras muerde ligeramente su labio con emoción.
—Y horneaste para mí —Mira las galletas.
Bueno
—Eh, no. A diferencia de ti, si lo hubiera intentado, tal vez me hubiera quedado sin casa. Se las mandé hacer a alguien que cocina delicioso; nunca te daría algo tan artificial como galletas envasadas.
—Bueno, con eso me conformo, pero definitivamente mi favorito es el minilienzo. Lo colocaré al lado de mi cama para mirarlo cada mañana y recordar que Charlie Hans, la artista número uno de los corazones del mundo, no puede borrar mi silueta de su cabeza. Soy la musa perfecta.
Suelto una carcajada, pero al instante cubro mi boca al notar la mirada de todos alrededor. Jace ríe por lo bajo.
La tarde en la escuela pasa muy rápida después del receso; todo el colegio es un caos, con tanta celebración de San Valentín. Ha hecho más frío, así que quedamos sobre las tres y nos despedimos para ir a cambiarnos a casa. No sé a dónde iremos, pero Jace me ha pedido que no lleve vestido. Seguro que será divertido.
Entro a casa con mi flor amarilla en la mano, cuidando de que no se rompa. Cierro la puerta tras de mí y dejo mis pertenencias en el recibidor para poder ir a mi habitación y cambiarme, pero, justo cuando voy a subir las escaleras, la voz de mi madre me detiene.
—Charlie, te quiero presentar a alguien.
Su novio
Me giro a regañadientes y los miro a los dos. Ella va con un vestido ceñido a su figura, tacones negros y muy arreglada en general. El hombre a su lado es guapo, la verdad, viene vestido formal y con una sonrisa tímida. Creo que lo que más me gusta de él es su pelo color caramelo, sus ojos son almendrados y negros, sus cejas gruesas y tiene una nariz recta pero respingona.
Me pongo a la defensiva, pero, aun así, siento una vibra muy buena por su parte.
—Hola, mucho gusto, me llamo Julian. —Extiende su mano con una sonrisa amable en el rostro. Dudando, miro a mi madre rápidamente, luego la mano del hombre y, sin pensarlo mucho más, acepto el saludo.
—Hola, yo soy Charlie.
—Tu madre me ha contado muchas cosas de ti, me ha mostrado fotografías de tus pinturas y estoy bastante impresionado con tu talento. ¿Sabes? Tengo un amigo que es artista también y podría hablar —Se detiene al instante al ver mi cara de incomodidad. No es que me esté cayendo mal o algo parecido, sino que la forma tan rápida en la que me habla me ha incomodado—. Perdón por ser tan intenso, solo estoy nervioso —se disculpa al instante.
—Charlie es muy callada, le lleva tiempo tomar confianza —explica mi madre, lo cual me sorprende porque tiene razón. No creí que me prestara la suficiente atención como para conocer mi personalidad.
—No hay problema con eso, seré muy paciente y no iré más allá de donde Charlie no quiera. —Voltea a verme —. No hablaremos si tú no quieres.
—Gracias —susurro.
—Justo te estábamos esperando —habla mi madre llamando mi atención—. Vamos a ir a comer para celebrar el día, pero queremos que vengas con nosotros, así Julian y tú se pueden conocer mejor, comemos todos juntos
—Solo si tú quieres, no te sientas presionada a aceptar —aclara Julian de inmediato. Creo que quiere caerme bien y eso lo aprecio, además de que no quiere rebasar los límites.
—En realidad estaré ocupada, tengo una cita —explico por lo bajo.
—Oh, no me lo habías contado, pero está bien, puedes llamarme si necesitas algo. ¿De acuerdo? He dejado comida en el horno, puedes calentarla en el microondas —dice mi madre. ¿Quién es esta mujer? ¿Qué ha hecho Julian con ella? Nunca creí escucharla decir eso de nuevo. Llevo tantos años arreglármelas sola que esas palabras que me parece raro que me diga eso.
—Bueno —susurro, no muy convencida. Siento que no estoy hablando con mi mamá.
—Mucho gusto en conocerte, Charlie, espero que podamos hablar en otra ocasión.
—El gusto es mío —digo muy bajito.
Los dos se dan la vuelta y se dirigen hacia la puerta principal. Él le ofrece a mi madre su mano con una sonrisa bastante tierna; ella le acepta el gesto y le dedica una mirada enamorada.
¿Ha encontrado su propio Jace Grey?
Pero esa no es la pregunta más importante, sino: ¿con la llegada de aquel hombre aparentemente bueno y amable también llegará una buena madre para mí? Porque, si es así, sería lo mejor. Es decir, sigo queriendo ir a vivir con papá, pero tener una buena relación con mi madre es uno de mis sueños frustrados, que no me desagrada ni en lo más mínimo.
Con una media sonrisa en mi rostro subo a mi habitación para darme una ducha y ponerme lo suficientemente bonita en esta primera cita de San Valentín. Sinceramente, me emociona mucho todo el misterio de Jace. Él se ha estado esmerando mucho durante el día, sobre todo con su lectura romántica en las gradas.
No he podido dejar de pensar en ese lindo momento. Definitivamente, guardaré esas palabras siempre en mi corazón.
Maldito Jace Grey, se metió como una gota de pintura entre mis pensamientos y ahora no puedo sacarlo ni un solo segundo. A veces pienso en otra cosa, pero él siempre está en segundo plano, no desaparece, y eso es muy extraño. No sé en qué momento pasamos de amigos a algo más que amigos, porque los amigos no se besan. De eso estoy muy segura, pero realmente no me incomoda hacerlo
Después de tontear leyendo una y otra vez el poema se me ha hecho tarde, por lo que una ducha muy rápida ha sido la mejor opción. Al salir me he puesto unos jeans algo bombachos, un suéter beis y tenis blancos. Sé que no es lo más elegante para una cita, pero, si él sugirió evitar vestidos y faldas, no quedan muchas opciones. Al terminar de alistarme bajo hasta la cocina y justo escucho el timbre.
Abro la puerta para encontrarme con él, con Jace Grey. Lleva una sonrisa en su rostro como de costumbre, está vestido entre lo formal y lo casual, un pantalón de mezclilla, una camisa azul marino, un suéter beis y unos tenis blancos. Lo miro de pies a cabeza, luego me detengo en su rostro con una mirada divertida.
—¿Tenemos que vestirnos iguales? —pregunto mientras me hago a un lado y entra.
—Estamos conectados. ¿Estás lista o te espero?
—Lista para todo tu misterio.
—Te va a encantar, estoy seguro de que te vas a divertir.
—Bueno, entonces podemos irnos.
Ambos salimos de mi casa para luego dirigirnos hasta su auto. Antes de llegar a la puerta del copiloto él se adelanta y la abre por mí. Con una sonrisa le agradezco el gesto y subo, se acerca un poco antes de cerrar la puerta y susurra:
—Te ves muy bonita
Jace es la recompensa por todo lo que he tenido que vivir y sufrir; él le quita todo lo malo a mi día y, cuando eso no sucede por cualquier motivo, simplemente está ahí apoyándome, y eso hace que me interese mucho más en él.
Es un rayo de luz en medio de una tormenta.
Estoy segura de que él no tiene ni idea del impacto que generan sus palabras en mí. Ni siquiera me reconozco, estoy en un proceso de cambio para bien, y sigue siendo extraño dejar de estar todos los días por los suelos. Ahora esos sentimientos se mezclan con estos pensamientos. Solo espero que llegue el día en el que la felicidad y la emoción predominen en mi vida y que Jace sea parte de ello.
—¿A dónde vamos? —pregunto cuando él está dentro del auto y lo enciende.
—Es una sorpresa, te va a gustar.
—¿Cómo estás tan seguro?
Alza los hombros y me mira.
—Te gusta el frío.
—Ajá
—Esa es la única pista que tendrás, Charl.
¿Qué será? Quizá ir a por un helado, es todo lo que se me ocurre, pero eso es tan cotidiano que no creo que sea una sorpresa, pero no se me ocurre nada más.
Mientras Jace conduce, me hace reír con los chistes de toc-toc más tontos del mundo, pero me hacen mucha gracia. No entiendo cómo una persona puede esmerarse tanto en hacer feliz a otra, cuánto amor tiene que haber de por medio para que eso suceda.
Después de conducir durante unos treinta minutos, llegamos a un estacionamiento que no conozco de nada. Debe ser un lugar público. Bajamos y comenzamos a caminar hasta un gran arco azul cielo que nos da la bienvenida a
—Sorpresa, la pista de hielo.
Trato de sonreír, pero simplemente no puedo. Jamás he patinado sobre hielo y no quiero hacerlo. Me da mucho miedo. No entiendo cómo la gente puede encontrar divertido patinar sobre hielo obviamente duro con cuchillas en sus pies. Amo el frío, pero no esto.
—¿Te gustó?
No quiero ser una malagradecida, se esforzó mucho, eso es seguro.
—Eh, ejem —murmuro.
—No te gusta —dice con cara de angustia.
—Es que no sé patinar sobre hielo y me da miedo.
—Oh, creí que sí sabías. De haberlo sabido, hubiera planeado otra cosa
—No te preocupes, es algo que le puede pasar a cualquiera. Yo jamás mencioné que no sabía patinar, así que puedo verte desde aquí.
—No hemos venido a este lugar para que me veas patinar desde lejos. —Toma mi mano y me jala hasta la carpa donde están los patines y pagas por una hora de patinaje unos cuantos dólares—. Te enseño a patinar.
Niego varias veces y trato de alejarme de la carpa de patines.
—No, me da terror, tienen cuchillas en los pies, me niego.
—Por favor, no soltaré tu mano nunca
Hace un puchero pequeño y pone ojos de cachorro para convencerme, lo cual le funciona de maravilla, pues termino cediendo. Sonríe con emoción y se dirige hasta la casilla para pagar dos boletos. Luego me pregunta mi talla y vuelve con dos pares de patines; unos azules con fuegos rojos y amarillos para él, y unos lila con chispas para mí.
—Si muero hazme un funeral bonito, escríbeme una carta o algo —murmuro, me siento en las bancas que hay al lado de la carpa y comienzo a quitarme los tenis para ponerme los patines.
—No te vas a morir, yo te cuidaré, te juro que no te vas a caer.
—¿Lo prometes? —Me coloco el primer patín. Tengo miedo.
—Lo prometo.
Ambos terminamos de colocarnos los patines. Jace viene despacio y me ofrece ayuda, y la tomo porque no sé cómo caminar con esto. Al entrar en la pista, sin problema se para sobre el hielo y desde allí me ofrece su mano. Con una tomo la suya y con la otra me agarro de la barandilla que rodea la pista de hielo.
—No te vas a caer, lo prometo.
En cuanto pongo los dos pies en el hielo, me resbalo hacia atrás y, de no ser por Jace y la barandilla, hubiera tenido mi primera caída. Miro un poco mal a Jace, pero él sonríe inocentemente.
—No te has caído.
—Y más te vale que no lo vaya a hacer.
Pongo ambas manos en la barandilla para sostenerme con fuerza porque me tiemblan las piernas.
—Toma mi mano y comienza a deslizarte poco a poco —me explica.
—Pero tómame las dos manos.
Me aferro a sus manos y me separo de la barandilla; me tiemblan un poco las piernas, pero por la seguridad que me da Jace comienzo a deslizarme poco a poco. ¿Cómo puede estar tan tranquilo?
—Así, muy bien, solo cuenta en tu cabeza uno y dos
Patino cantando como una niña pequeña que está aprendiendo los números.
Uno y dos, tres y cuatro, cinco y seis.
—¿Lo estoy haciendo bien? —pregunto, sonriendo.
—Estupendo, ahora trata de levantar solo un poco el pie con cada deslizamiento y hacer los pasos más largos, pero solo si te sientes segura.
Tomo una bocanada de aire y me relajo, creo que deslizarme normal ya lo domino, así que levantaré un pie. Error, el pie se me va muy lejos y casi me caigo si no es por Jace, quien me jala de las manos hacia arriba evitando, una vez más, que toque el hielo.
—Mejor continúo con lo básico —me aclaro la garganta con pena.
Él sonríe y asiente. De vez en cuando mira sobre su hombro para no chocar con las personas, pero de igual manera la gente se va abriendo paso. Mientras trato de patinar, me miro los pies, pero Jace alza nuestras manos haciendo que voltee a verlo.
—Jamás mires al suelo, puedes chocar o perder tu camino. Te voy a soltar una mano
—No, no, no.
—Sí, sí, sí. — Comienza a soltar una de mis manos.
—Me voy a caer, dame la mano —lloriqueo.
—Claro que no, lo estás haciendo superbién, solo respira y piensa en otra cosa, hablemos del baile. ¿Ya tienes tu vestido?
—No, aun no, Daphne y yo iremos mañana —contesto tratando de disminuir los nervios y clavándole las uñas.
—Genial. Yo ya he ido y me he comprado un traje, es negro y la corbata igual, para que combine con cualquier color que elijas. ¿Y ya estás lista? ¿Emocionada?
La verdad es que sí que estoy muy emocionada de vivir mi primer baile al lado de un gran chico. Estoy segurísima de que Jace hará que sueñe con esa noche. Sé que la va a hacer inigualable de todas las maneras posibles, porque es obvio que él está más emocionado que yo.
—Estoy lista. ¿Tú ya has ensayado el vals?
—Obvio que ya sé bailarlo
—Yo creo que eso es mentira.
—Ya lo verás cuando quedes impactada por mis pasos de baile, sé bailar regetón también.
—No te imagino bailándolo. —Rio.
—Te sorprenderías, te lo dice un exintegrante del grupo de elite de competencias de la señorita Abby Lee.
—¿De quién?
—¿Acaso no ves programas de televisión con tu? —se detiene al instante dejando las palabras al aire—. Perdón.
—No Jace, no veo programas de televisión con mi mamá —contesto de forma normal para no hacerlo sentir mal, porque con su pregunta no ha conseguido incomodarme.
—No quise preguntar eso, me ha salido sin más —se excusa haciendo ademanes con su mano libre.
—No te preocupes. —Volteo a verlo sonriendo ligeramente para que se relaje.
Nos quedamos en silencio un rato, solo patinando alrededor de la pista, tomados de la mano. Atraemos todas las miradas porque somos como una pareja de novios en un día de San Valentín. Pero qué importa, si me concentro mucho, parece que estuviéramos los dos solos con «How Deep Is Your Love» de fondo. Los dos juntos damos una vuelta completa sin decir ni una sola palabra, luego otra siendo solo él y yo con un fino contacto entre nuestras manos entrelazadas, y no es hasta la tercera vuelta cuando me doy cuenta de que estoy patinando muy rápido, de verdad muy rápido.
—Estoy patinando —murmuro, asustada.
—Así es, estoy muy feli
—Estoy patinando muy rápido, Jace, ayúdame. —Alzo la voz mientras el pánico aumenta.
—Tranquila, pensemos en ot
—Ayúdame, me voy a caer. —Comienzo a deslizar los pies torpemente haciendo que mi cuerpo se desequilibre.
—No, no, te dije que no vas a —trata de tomar mi otra mano para no dejarme caer y volver a la posición anterior, pero mis pies comienzan a patinar en el mismo lugar haciendo que pierda el control de mi cuerpo hasta que me desequilibrio y termino cayendo al hielo. Pero no sola, arrastro a Jace conmigo: damos una vuelta y Jace cae primero, de espaldas, y yo sobre él— tocar el hielo.
—Nos caímos —digo como si no fuera obvio.
Suelta una risa y me mira a los ojos, divertido.
—Bueno, realmente tú no has tocado el hielo, me has tocado a mí. Eso no ha sonado bien —musita sin dejar de mirarme. ¿Por qué se ve tan guapo ahí tirado bajo mi cuerpo?
—Siento haberme caído sobre ti.
—Tampoco me molesta mucho —Y, cuando dice esa frase, me doy cuenta de que tengo mis manos pegadas a su pecho y él las suyas en mi cintura. Seguro que mis mejillas son dos tomates justo ahora.
Miro su rostro un par de veces con mucho detalle: sus mejillas están tan rosadas como las mías, sus ojos brillan sin separarse ni un segundo de los míos y sus labios están ligeramente entreabiertos
—¡Adolescentes inmorales! —grita una señora acercándose a nosotros mientras toma de una mano a su hijo pequeño y con la otra le cubre los ojos.
—¿Qué? —preguntamos ambos sin comprender nada.
—¡Siempre tienen que arruinar los lugares familiares con sus hormonas alborotadas! ¿Sabían que mi hijo tiene solo ocho años? ¿Por qué no piensan en él y en los otros niños, eh?
—Señora, nosotros no —comienza a decir Jace, que se pone de pie para luego ayudarme a levantarme. La señora aún le cubre los ojos a su hijo y sigue gritándonos y atrayendo las miradas de todas las personas dentro y fuera de la pista.
—¡Son unos irrespetuosos!
Antes de poder defendernos, un hombre se acerca a nuestro lado y nos defiende.
—Señora, los chicos solo se han caído, no están haciendo nada indebido. Yo también estoy con mis hijas, pero no creo que ellos nos estén faltando al respeto
—¡Claro que lo hacían! El chico le ha puesto las manos en la cintura a la chica y ella a él en el pecho. Eso es un acto sexual público. ¡Yo no quiero que mi hijo tenga pesadillas con estos inmorales sin respeto!
—Lo sentimos si se ha molestado por —dice Jace, pero no lo deja terminar.
—Déjenlo terminar—grita un hombre.
—¡Voy a llamar a seguridad y luego les pondré una demanda por actos impuros en público! ¡Voy a volver aquí y van a decir sus nombres completos para la demanda! —grita cerca de nuestros rostros haciendo que nos alejemos un poco de ella e incluso que el hombre que nos defiende se aleje también. La señora se va hecha una furia con su hijo casi en volandas al no poder seguirle el paso.
La gente vuelve a lo suyo cuando se terminan los gritos, pero nosotros nos quedamos pasmados en el centro de la pista sin saber con exactitud que acaba de suceder. A lo lejos vemos como la mujer comienza a pelear con un guardia, al que le exige algo, pues apunta varias veces en nuestra dirección, y es ahí cuando ambos volteamos al mismo tiempo a vernos.
—Hora de irnos.
Hasta el miedo de patinar rápido se me ha quitado cuando vamos hacia la puerta de salida. Con la rapidez de un rayo, nos quitamos los patines y nos colocamos nuestros respectivos zapatos, nos escabullimos entre la gente para que la mujer no nos vea, mantenemos un perfil bajo mientras caminamos y nos vamos escondiendo entre los objetos que nos entramos a nuestro paso, hasta que logramos salir con éxito del lugar. Es entonces cuando corremos hacia el auto a toda velocidad, entramos en él y nos agachamos en los asientos para pasar desapercibidos.
—Eso ha sido de terror —susurro—, y me ha encantado.
—¿En serio? —Asiento—. ¿Incluyendo la caída y la señora gritona?
—Ella le ha dado un toque de adrenalina a la cita.
Ambos nos sentamos correctamente en los asientos y nos colocamos los cinturones de seguridad. Jace enciende el auto y me mira sonriente.
—Puedes dejarme en mi casa y será la mejor primera cita de San Valentín del mundo entero.
—Me alegra escuchar eso, pero no vamos a tu casa, aún tengo una sorpresa más.
—¿Más?
—Esta sin duda te encantará. —Comienza a conducir para salir del estacionamiento.
—Eso dijiste hace rato y todo ha terminado siendo extrañamente divertido. ¿Me das una pista?
—No, no sería una sorpresa entonces.
El camino es tan tranquilo como de costumbre, hay una canción tranquila de fondo y nosotros vamos hablando y riendo. Me siento realmente feliz, jamás creí merecer el amor y el cariño de una persona, pero tampoco esperaba conocer a Jace. Detiene el auto frente a un edificio desconocido. Lo observo desde su base hasta su cúspide, lo que hace que me duela el cuello de lo alto que es.
— ¿Qué hay aquí?
—Una galería de arte. Supuse que te gustaría ver algunas obras de otros artistas.
Bajo la cabeza de golpe y me mareo un poco, pero cuando me recompongo lo miro con sorpresa y sin poder controlarme doy un par de brincos, tal como lo hace Camill cuando le compran helado de chocolate.
—Es un gesto muy lindo, me encanta ver arte y me relaja muchísimo admirarlo. Vamos, no esperemos mucho. —Tomo su mano y corremos hasta la taquilla. Jace le dice algo a la señorita de la entrada y logra que nos dejen pasar sin la pulsera especial de acceso. Algo que me parece extraño.
Entramos al gran lugar, que es inmenso. Sonrío observando toda su arquitectura. El mismo edificio parece una obra de arte, su interior debe de contener grandes obras de grandes artistas, y así es. Le voy mencionando a Jace el nombre de los creadores de cada una de las pinturas y esculturas que vemos, y no parece molestarle; al contrario, solo sonríe y asiente con atención aunque probablemente no comprende nada de lo que le explico.
Continuamos caminando hasta que llegamos a una enorme puerta. Al entrar me sorprendo mucho más de lo que ya estoy. Accedemos a una sala gigantesca con un piso de mármol. En todos lados puedes ver todo tipo de arte genial hecho por grandes artistas.
¿He muerto y he llegado al cielo de los míos?
—Genial —me limito a decir.
Jace me tiende la mano y yo con gusto la tomo. Comenzamos a recorrer el lugar con calma, dándonos tiempo de observar cada una de las obras de arte que vemos. Me siento como una niña en una dulcería donde te compran cada uno de los dulces que ves. Esto es alucinante, por unos momentos me olvido del mundo, porque ahora solo importan el arte, Jace y yo, nada más.
—Mira esta pintura —murmura Jace, apuntando a un cuadro con un rostro pintado. El trazo es tan preciso que parece una fotografía pegada en un lienzo; sus tonos son veraniegos y mi observación tiene mucho sentido porque se llama Verano en el paraíso.
—Es una muy buena pintura, tiene mucho detalle —comento mirándola de cerca. Es de Hanna Bower, la creó en una sola tarde en la cabaña de sus padres. Según sé, en ese momento se sentía tan tranquila y plena que quiso plasmar todo su paraíso.
—Es casi tan buena como la tuya.
—¿Bromeas? Ya quisiera yo pintar con toda esa precisión. Mira, por la ventanita de la cabaña se alcanza a ver una televisión encendida. Yo quisiera ser así de buena.
—Aun así, tú pintas muy bien. En unos años expondrás en alguna galería de arte y verás tus pinturas en ella y a personas diciendo: «Quisiera pintar como la artista Charlie Hans». Sería genial, ¿verdad?
Tan genial como lo que él me hace sentir.
—Sería un sueño que una de mis pinturas estuviera en una galería —digo en voz baja.
Creo que mis ojos brillan por pensar tal cosa. Uno de mis propósitos de vida es tener mi propia galería, donde todas mis obras de arte estén expuestas, poder dar grandes galas y que la gente ame tanto mi trabajo que paguen un precio justo para llevárselas a sus casas y colocarlas en la entrada como su pieza más valiosa.
— ¿Eso crees? —pregunta apretando mi mano.
— ¡Sí! Que existan personas que aprecian tu arte es como encontrar una Coca-Cola en el desierto para los artistas en las sombras.
Su sonrisa se hace más grande, se aferra más a mi mano y después tira de mí. Corremos por los lugares más tranquilos de la galería haciendo que todos nos miren con extrañeza, alteramos la paz de muchas personas, y aunque trato de disculparme por cada roce y empujón que da Jace, no se detiene hasta que llegamos a un lugar donde hay mucha gente hablando entre sí, tomando fotos, etc. Nos abrimos paso entre las personas para poder llegar hasta primera fila. Ahí es cuando me doy cuenta de lo que trama Jace Grey.
Mi Super J.
Lo miro sorprendida y él me mira con una sonrisa.
—Una pequeña parte de tu sueño se ha cumplido, que muchas personas observen y admiren el arte de una artista desconocida. —Me toma de ambos hombros y me sacude sacándome del trance que supone para mí esta sorpresa.
La pintura de la exposición es la que hice de Jace en la escuela, esa pintura con la que saqué un diez perfecto, y justo está siendo presentada por un hombre bien vestido frente a todas las personas aquí reunidas.
—Ahora les presento Silencio Romántico. Esta pintura está hecha por una chica de esta localidad, que se llama Charlie Hans. Tan solo tiene diecisiete años y ya nos ha hecho entrega de una gran obra de arte. Podemos apreciar que sus trazos y detalles son muy precisos. Como dato les digo que esta bella obra fue pintada en un salón de clases para un proyecto de Arte, y que merece mucho más que un diez. La obra estará en exposición a todo el público a partir de mañana para que puedan observarla y deleitarse con ella de cerca.
— ¿Qué hiciste para que la colocaran aquí? Estamos rodeados de grandes obras —pregunto muy bajo mientras veo cómo las personas se amontonan para observar mi pintura.
Aún no comprendo todo esto.
—Le dije a la señorita Rose Mary que no te la entregara —Por eso vi a todos mis compañeros con las suyas, pero a mí me dijeron que la utilizarían para otra cosa —. Me la dio a mí y la llevé a mi casa y se la mostré a mis padres. Mi papá es amigo del dueño de todo esto, me dijo que se la mostraría, aunque no era seguro que la expusieran, ya que según mi padre su amigo es muy exigente con lo que muestra al público. Sin embargo le gustó, le gustó tu arte, tus trazos, tu paleta de colores, le gustó el nombre de la obra. Y así fue como vino a parar hasta aquí, porque merece estar en este lugar y ser admirada por todos, no escondida en tu habitación.
Sonríe con nerviosismo y juega con sus dedos. Detengo sus movimientos con una mano y hago que me mire.
—Dos cosas. Uno, jugar con los dedos cuando hay nervios es lo mío, no me lo robes. Dos, eres una persona que nadie merece, eres una persona que no duda en ser un caballero, se da el tiempo de pensar en los demás y ayudarlos sin tener en cuenta lo grandes que son sus problemas. Sin duda, no te merezco en mi vida.
—Daría lo que fuera por verte sonreír. Lo único que quiero es que seas feliz nuevamente y que no olvides este día jamás. Y para celebrarlo te llevaré a una heladería, te compraré un helado tamaño gigante.
Lo abrazo con mucha fuerza haciéndolo reír, me separo un poco y lo miro a los ojos.
—¿Puede ser de pistacho?
—Claro que sí, pero antes te tomaré una foto con tu obra de arte.
Me coloco junto al cordón rojo de terciopelo y muestro mi mejor sonrisa a la cámara del celular de Jace. Me quedo embobada con él, hace fotos en diferentes ángulos, mueve el celular de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, se agacha un poco, luego se pone de puntas y cada una de las fotos las hace con una sonrisa en su cara.
—¡Listo! Has salido perfecta en todas. Tal vez coloque alguna de fondo de pantalla. —Se detiene en seco y me mira con los ojos bien abiertos. Alzo una ceja, pero no dice nada, solo me tiende el celularpara poder ver las fotos.
Deslizo el dedo sobre la pantalla viendo cada una, hasta llegar a un selfi que ha tomado por accidente. Sorprendentemente sale muy bien, y con una sonrisa y brillo en sus ojos.
Suelto un suspiro pequeño y sonrío a la pantalla.
Jace no para de enamorarme
Doy otro sorbo a mi helado de pistacho y miro al chico perfecto que tengo frente a mí hacer lo mismo.
—Jace —llamo su atención—, siempre hemos hablado de mí y de mis problemas. Ahora quiero saber cosas sobre ti. Han pasado años y tal vez algunas cosas han cambiado —le digo, y doy otro sorbo al helado.
—Déjame pensar. No soy hijo de Christian Grey. No me gusta perder nunca así que jamás lo hago. Quiero ser doctor y ser muy rico. Amo ser capitán y mandar a todos. Odio cuando una persona hace de menos a otra. Me encanta pasar tiempo en mi patio y con mis amigos. Me gusta estar contigo. Amo incondicionalmente la pizza de pepperoni con doble de aceituna negra. Por si no lo recuerdas, cumplo años el 29 de abril. Soy pésimo en Historia y he reprobado una vez. Mi película favorita es Son como niños porque me recuerda a mi amistad con mis dos mejores amigos. Y creo que es todo
— ¿Solo eso? —pregunto.
—Creo que sí. Normalmente, cuando me preguntan cosas de mí, se me olvida hasta mi nombre.
Ambos reímos por su comentario.
El día se va más rápido y la noche nos alcanza. No quiero que se acabe este día, ha sido uno de los mejores de mi vida como para que una absurda pelea me quite mi felicidad.
—Se hace tarde —dice Jace—. Tenemos que irnos, están a nada de cerrar.
Mientras conduce, trato de sonsacarle más sobre su vida y conocer más sobre él, pero veo que muchas cosas no han cambiado, y eso me alegra un poco porque no me siento tan desubicada al hablar con él.
Cuando llegamos a mi casa, me acompaña a la puerta. Me paro frente a él muy cerca de su rostro, notando como sus nervios comienzan a crecer pues toma largas bocanadas de aire que no logra retener por mucho tiempo.
—Me acabas de dar el mejor día de mi vida, lleno de todo, de miedo, de risas, de cariño —Paso las manos por su cuello sintiendo como su piel se eriza a mi contacto—. Eres el mejor, y por eso y por muchas cosas más creo que el día tiene que terminar con una muestra linda de cariño y no con un simple adiós.
Me paro de puntillas para ponerme a su altura y comenzar un largo beso entre los dos. Parece sorprenderse a pesar de que ya nos hemos besado, pero se relaja al instante cuando doy le acaricio suavemente el cabello; sus manos se deslizan por mi cintura y se pega más a mí y haciéndome volar todavía más alto.
Ahora sí que suena «How Deep Is Your Love» de fondo, porque estamos en nuestro momento de película y no hay señora gritona que nos lo arruine
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro