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19. Verano de los 17 años

{Verano de los 17 años}

―¿Estás segura de que me dijo eso? ―le pregunté a Gina por enésima vez.

Estábamos en su habitación luego de la fiesta, yo estaba acostada en el colchón que ella tenía debajo de su cama, mirando al techo. Estábamos hablando de todo lo que había pasado durante la noche y habíamos llegado a la parte donde mi novio me pedía que me alejara de mi mejor amigo. Por un momento, pensé que seguía drogada y lo había escuchado mal.

―Sí ―contestó Gina desde su cama―. Lo oí fuerte y claro, pero lo que más me asustó fue tu respuesta.

Fruncí el ceño. Todo ese momento estaba borroso en mi cabeza.

―¿Qué dije?

―¡Nada! Te quedaste en silencio.

La miré.

―¿Y qué querías que le dijera? ¡Me tomó por sorpresa!

―Esperaba que lo mandaras a la mierda, por lo menos ―confesó, haciendo una mueca.

―Gina, Joe es mi novio, y está celoso, no puedo mandarlo a la mierda.

―¿Tú crees que solo lo dijo porque está enojado? ―se notaba en su voz que eso no era lo que creía ella.

Estaba a punto de responderle cuando comenzó a sonar mi celular que tenía al lado de la cama. "Cole". Sentí algo extraño en el estómago, pero lo ignoré y atendí.

―Hola ―contesté bajito.

―¿Estás bien? ―preguntó, su voz sonaba seria y era extraño escucharlo así.

―Sí, sí. ¿Tú?

―Sí. Ya estoy en mi casa ―Hizo una pausa―. No cumpliste tu promesa.

Pestañee tratando de entender a que se refería. De repente, la garganta se me secó y sentí un miedo recorrerme entera; porque el verano pasado habíamos hecho una promesa, borrachos, luego de la fiesta de despedida. Lo habíamos hecho entre risas, y al día siguiente prometí no volver a pensar nunca más en eso. Por la mañana, ya no me había causado gracia, solo un nudo en el estómago que se intensificó a medida que me alejé de El Monte para volver a Wellington.

No podía estar hablando de eso. ¿Cómo lo sabía...?

―Dijiste que ibas a llamarme ―volvió hablar Cole ante mi silencio―. No lo hiciste.

Exhalé aliviada y con el antebrazo me sequé el sudor de la frente.

―Perdón ―logré decir―. Llegué a la casa de Gina, me bañé y me distraje hablando con ella.

―Bueno, pero entonces, ¿estamos bien?

Cole estaba preocupado, parecía como si supiera exactamente lo que Joe me había pedido, aunque no se lo hubiera contado.

―Estamos bien ―asentí.

🌊🌊🌊

Por la mañana, cuando volví a mi casa, no podía sacarme la sensación de angustia en el pecho. Sentía que todo había salido mal la noche anterior y no tenía idea en qué humor iba a encontrar a Joe.

Cuando entré a mi casa, mi madre estaba hablando por teléfono y ni siquiera me prestó atención. Algo que agradecía, porque estaba segura de que, si me veía entrando a mi casa con los tacones en las manos y con pinta de haber estado toda la noche afuera, me hubiera gritado hasta que no hubiera un mañana.

Abrí la puerta de mi habitación y vi a Joe en mi cama, tecleando en su celular. Cuando me vio entrar, bloqueó su teléfono y me sonrió. Le devolví la sonrisa, un poco insegura. Me parecía extraño que pareciera de buen humor. El día anterior no habíamos dejado las cosas mal específicamente, pero sin lugar a duda había sido extraño y él no estaba para nada contento con mi amistad con Cole. Sin mencionar la pelea que habían tenido y el hecho de que me pidió que me alejara de él. No tenía idea como iba a abordar esa situación, anoche apenas había podido dormir pensando en todo lo que había pasado. Mis ojeras eran reflejo de eso.

―Ven aquí ―me dijo y me recosté al lado suyo en la cama.

―Vengo de la casa de Gina ―por alguna razón sentía que tenía que aclararlo.

―Lo sé, ¿de dónde más vendrías?

Suspiré y fui al grano. Era un manojo de nervios y no podía alargar la incomodidad que estaba sintiendo.

―Ayer me pediste que me alejara de Cole...

Su sonrisa se borró.

―No me gusta ese amigo para ti.

Lo miré frunciendo el ceño.

―Joe, Cole es mi mejor amigo desde que tenemos once años, no es cualquier amigo. ¿Por qué querrías que me alejara de él? No te hizo nada.

―Kaia, ese tipo casi me pega.

―Me estaba defendiendo...

Yo te tengo que defender. Además, ¿quería defenderte de mí? ¿Cree que no soy bueno para ti?

Cole piensa que nadie es bueno para mí, no te preocupes Joe.

―No es eso, solo que Cole puede ser demasiado protector. Solo tiene que conocerte mejor ―traté de convencerlo.

―No quiero conocerlo mejor ―se negó de forma rotunda.

―Solo lo veo los veranos ―improvisé.

No tenía opción más que minimizar mi relación con Cole.

―¿No es tan importante para ti? ―me miró Joe fijamente.

Las palabras se me trabaron en la garganta y el nudo que sentía se intensificó. ¿Cómo podía mentirle y decirle que no cuando Cole significaba tanto para mí?

Sin embargo, me sentía entre la espada y la pared. Un parte de mí pensaba que tenía que priorizar los sentimientos de mi novio, entender por qué lo hacía sentir mal y tratar de cambiarlo. Quería negociar con él para que le dé otra chance a Cole, pero Joe estaba negado. Además, a Cole tampoco le caía bien Joe. Estaba segura de que el sentimiento de rechazo era mutuo. Entonces, la única solución que encontré en el momento fue mentir.

―No, no lo es ―murmuré.

Joe volvió a sonreír y su postura se relajó.

―¿No?

Negué con la cabeza y me mordí el interior de la boca para no decir nada.

Esas palabras parecieron aliviar a mi novio y dejar el tema atrás. Joe me abrazó y me acercó a su cuerpo. Definitivamente, él tenía ganas de dejar el tema atrás. Comenzó a besarme y a acariciarme. Yo traté de corresponderle, pero sentía que mi cabeza no estaba en el momento, que hacía las cosas de forma automática. Pensé que tal vez yo no era de esas personas que demostraban su cariño a través del contacto físico, aunque cuando veía películas románticas, me derretía ante ese tipo de escenas. Sostuve el momento hasta que Joe quiso avanzar más de lo que acostumbrábamos. Ya lo había intentado en alguna ocasión, pero yo... no sabía cómo definirlo. No es que no me sintiera preparada, pero siempre había algo que me lo impedía. No podía decir cuál era la razón ese día, pero para distraerlo y me enfoqué en el placer de él. Joe no se quejó para nada. Puso los brazos debajo de su cabeza y dejó que yo me ocupara. Realmente a mí no me importaba mientras yo no tuviera que hacer algo que no tenía ganas.

🌊🌊🌊

Me pasé todo el día sintiéndome extraña. Me había bañado, había tomado un litro agua, había dormido un poco, pero nada parecía sacarme la resaca. O la angustia que sentía en el pecho. Joe y yo no volvimos a hablar de Cole ni de la fiesta. Él salió a pasear por el centro con los chicos que había conocido en la fiesta, quería comprar ropa, pero yo decidí quedarme y descansar. Chequeé mi celular para ver si tenía mensajes de Cole, pero no. Solo tenía mensajes en el grupo que compartíamos con todos mis amigos, hablando de cosas sin importancia. Me reí de los videos que pasó Gina de Matt meneándole a Ryan quien estaba con cara de que lo iba a asesinar.

Cuando Joe volvió del centro, ya estaba atardeciendo. Me preguntó si quería mirar una película, pero yo, de repente, tenía muchas ganas de salir de mi casa.

―¿Quieres ir a la playa?

Joe frunció la nariz.

―No. Recién vengo de caminar por horas.

Asentí.

―Yo voy a salir.

―Bueno, entonces voy a dormir ―se encogió de hombros.

Agarré mi bolso y me lo puse en el hombro. Me calcé las sandalias y estaba por salir cuando mi madre se interpuso en mi camino.

―¿A dónde vas?

―A la playa.

―¿Sin Joe?

Encaré una ceja.

―Joe salió toda la tarde sin mí.

―¿Y eso te parece bien? ―me espetó, reconocía su tono. Me estaba juzgando.

―Excelente ―sonreí de forma irónica―. Tal vez papá lo tendría que hacer más seguido.

Supe en el segundo que lo dije que me iba a arrepentir. No porque no lo pensara, sino porque mi madre siempre buscaba la manera de devolver el daño que yo le provocara, aunque no fuera mi intención hacerlo. Esta vez, mis palabras fueron filosas porque ya estaba harta de sentir el resentimiento de mi madre hacia mí.

Los labios de mi madre formaron una fina línea.

―Tienes suerte de la madre que te ha tocado. Otra te hubiese dado una cachetada por esa boca sucia.

Me reí.

―Otra ni siquiera se le hubiese cruzado por la cabeza ponerme una mano encima ―dije y salí de la casa dando un portazo.

🌊🌊🌊

El cielo estaba teñido de naranja cuando bajé las escaleras de madera hacia la playa de dos en dos. La brisa me revolvía las ondas rubias y la arena tibia me acompañaba a medida que caminaba hacia la orilla del mar. Todavía se escuchaban risas de grupos de amigos, gritos de niños jugando y despedidas de aquellos que ya estaban emprendiendo el camino a sus hogares.

Cuando mis pies chocaron con el agua azul, me quedé mirando fijamente como la espuma del mar avanzaba y retrocedía a mi alrededor. La caracola de mi tobillera parecía resaltar debajo del agua. Pensé en el hecho de que esta playa y este lugar siempre había sido un constante en mi vida. Mis primeros recuerdos, los más preciados habían sido aquí. Todos los años esperaba con ansia a que llegara el verano, porque era sinónimo de felicidad, de libertad, de surf, de playa y de Cole. Dormir hasta tarde y quedarme despierta toda la noche. Días enteros riendo y discutiendo con mis amigos, con Ryan, Gina y Matt. Tardes tomando batidos y comiendo papas fritas en Samurai. La primera vez que tomé alcohol y me emborraché. El nacimiento de la idea de empezar a estudiar biología. Mi adolescencia. De alguna manera, aunque pasara casi todo el año alejada de El Monte, cuando volvía todo seguía igual. Mis amistades, la playa, los lugareños. Yo.

Por alguna razón, sentía que eso estaba empezando a cambiar. Yo ya no me sentía la misma. Este verano estaba siendo muy diferente a los anteriores y sentía que algo faltaba, o algo nuevo empezaba. No sabía cómo sentirme al respecto. De hecho, no me estaba sintiendo nada bien. ¿A eso se le llamaría crecer?

Me saqué el vestido rojo que llevaba y dejé mi bolso en la orilla. Me adentré más en el mar hasta que me cubrió el estómago. Era la primera vez que me metía al mar desde que había llegado ese verano. Algo impensable, dado que mis pies solían tocar el agua y la arena en el minuto que llegaba al Monte.

Me quedé un buen rato allí, saltando las pequeñas olas y flotando en el agua, escuchando el sonido de las olas romper. Pensando lo mucho que extrañaba esa sensación.

No sabría decir cuánto tiempo había estado así hasta que alguien se colocó a mi lado. La piel bronceada de Cole contrastaba con mi piel blanca. Sus rizos estaban alborotados y tirados hacia atrás. Tenía puesta una malla amarilla que era una de mis favoritas porque hacia resaltar su piel dorada.

Lo miré y se me cortó el aliento. Quería guardar esa imagen en mi cabeza para siempre: él mirándome con una pequeña sonrisa, con el cielo naranja oscuro detrás, usando el collar que compartíamos. Sus pestañas tenían pequeñas gotitas que trató de restregar con el dorso de su mano.

―Es extraño verte aquí ―dijo.

¿Y no era esa afirmación extraña? Debería ser todo lo opuesto.

―¿Cómo va el entrenamiento para la competición? ―cambié de tema. Si Cole se molestó por haberlo hecho, no lo demostró.

―Duro. Estoy despierto desde las cinco de la mañana. Tuve entrenamiento, gimnasio y clase de estiramiento.

―Pero... no dormiste nada.

Creía que nos habíamos ido de la fiesta alrededor de las tres de la mañana.

―Ya estoy acostumbrado ―dijo y estiró su mano para que yo la tomara.

Lo miré extrañada.

―Ayer no bailaste conmigo.

Me reí.

―Ayer fue un caos ―contesté, tomando su mano.

Cole se encogió de hombros.

―No me pareció.

Sonreí. Me aliviaba que bromeara sobre el día de ayer, yo todavía seguía angustiada.

Cole me acercó a él y yo alcé la barbilla para verlo. Todavía me sorprendía lo que había crecido en altura. Me dio una vueltita en el mar y yo lancé una carcajada porque era difícil bailar entre las olas. Seguimos bailando hasta que volvió a acercarme a su cuerpo y su cabeza quedó por encima de la mía.

―¿Alguna vez te dije lo que me gusta tu aroma a coco?

Mi corazón empezó a latir más fuerte. Usaba el shampoo de coco desde que tenía uso de razón.

―Nunca me lo dijiste ―dije en voz baja.

―Bueno, no siempre uno dice todo, ¿no?

Nos miramos fijamente hasta que un relámpago iluminó el mar a lo lejos. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que ya la playa estaba casi vacía y había oscurecido.

―Ven a mi casa ―me invitó Cole― Anoche no lo hiciste al final.

Muchas cosas no había hecho anoche: ir a su casa, llamarlo, decirle la verdad.

Me mordí el labio.

―¿No te parece que está mal? A Joe no le caes particularmente bien.

―A mi Joe no me cae particularmente bien y yo no te pido a ti que no duermas con él ―masculló.

Tragué saliva. Su voz era tensa. Imaginaba que siempre que saldría el tema de Joe él iba a ponerse así. Mi cabeza era un lío. ¿Por qué Cole había dicho que él no me pide que no duerma con Joe y no simplemente que no esté con él? ¿Tenía algún sentido mi pregunta? ¿Tenía una respuesta? ¿Era infidelidad si iba a la casa de Cole sabiendo que Joe quería que me aleje de él? Aunque solo fuera mi amigo. No. No le podía hacer eso a mi novio. Estaba mal.

―Joe vendrá a buscarme en un rato ―mentí.

Era la única excusa que se me ocurrió. Mentí porque sabía que, si Cole escuchaba esa respuesta, no iba a insistir tanto. Porque si insistía, le iba a terminar diciendo que sí.

Cole asintió y comenzó a retroceder para salir del agua.

―¿Quieres que te acompañe hasta la entrada? Ya está oscureciendo.

Negué con la cabeza.

―No, me quedaré un rato más.

Cole se detuvo.

―¿Quieres que me quede contigo?

―No ―respondí demasiado rápido. Vi el dolor en sus ojos ante mi negativa y me apresuré a hablar― Es que Joe seguramente esté por llegar...

Cole asintió, pero vi que le resultaba difícil alejarse. Sabía que no le gustaba la idea de dejarme sola en la playa cuando estaba oscureciendo, pero no podía hacer nada al respecto. Le di la espalda para que fuera más fácil para él irse. No sabía si lo había logrado.

Unos minutos después, cuando me di vuelta, ya no estaba. La imagen de la playa vacía hizo que se me llenaran los ojos de lágrimas. En realidad, la playa no estaba vacía. Seguía habiendo bastante gente, pero ver que él ya no estaba, me hizo sentir un vacío, como si de repente la playa estuviera totalmente desierta sin él.

No lo pude aguantar más y comencé a llorar. Escondí mi rostro en mis manos y todo mi cuerpo se sacudió debido al llanto. El vacío y la angustia que sentía se intensificó, como si un agujero se estuviera abriendo paso en mi pecho. Pensé que llorar iba a liberarme, pero la ansiedad seguía creciendo. Como si el cielo se mimetizara conmigo, la lluvia comenzó a caer sobre mi rostro. Miré hacia el cielo nublado. Tal vez este lugar seguía conectado conmigo después de todo.

Me obligué a moverme y salir del agua. Me puse el vestido rojo y el bolso al hombro con desesperación. La lluvia comenzó a caer más fuerte y corrí hacia la salida. No sabía si estaba corriendo de la lluvia o de qué exactamente.

Supe en el instante en el que salí de la playa, que no quería volver a mi casa. No quería volver con Joe. ¿Eso me hacía mala persona? ¿Mala novia? Probablemente. Incluso me hacía mala hija porque no quería estar en el mismo techo que el de mi madre.

Mis piernas, o mi corazón, decidieron por mí cuando me dirigí a la casa de Cole.

Llegué a la puerta de su casa hecha un desastre. El pelo enmarañado, el vestido empapado y pegado el cuerpo, la respiración agitada, los ojos rojos. Golpeé la puerta con urgencia porque su timbre nunca funcionaba bien.

Cole abrió la puerta y se quedó paralizado al verme así. Imaginaba que la imagen que estaba dando no era para nada bonita.

―Dijiste que me recibirías de cualquier forma, ¿no? ―dije con la voz entrecortada.

Cole me agarró del brazo y tiró de mi para que entrara.

―De cualquier forma, en cualquier estado ―aseguró.

Me puse a llorar de nuevo.

El rostro de Cole se transformó y me miró con preocupación.

―¿Qué pasa Kai? ¿Estás bien?

No podía respirar. No podía hablar.

Negué con la cabeza una y otra vez. Mi pecho subía y bajaba más rápido de lo que había hecho nunca. No podía hacer llegar aire a los pulmones lo suficientemente rápido.

Los ojos de Cole se empañaron al verme así y sentí mis piernas ceder. Cole se movió con rapidez y me agarró de la cintura antes de que me desplomara en el piso. Se agachó con cuidado para depositarme en el suelo. Movió mi pelo del rostro y me movió un poco más para que mi espalda quedara apoyada contra la puerta y mi cabeza también. Se acuclilló frente a mí. Puso sus manos en mis mejillas y me miró a los ojos. Miles de sentimientos se arremolinaban en ellos, pero el más predominante era la preocupación. Y el miedo. Sí, estaba muerto de miedo.

―¿Sientes que estás teniendo un ataque? Trata de respirar profundo.

No. ¿Sí? No lo sabía. Nunca había tenido uno.

Cole miró a su alrededor y agarró una revista que estaba en la mesita de la entrada y empezó a ventilarme con ella. En otra situación, me hubiese reído y eso hizo que me calmara un poco. Cerré los ojos y me concentré en la respiración y el alivio que era sentir un poco de aire en el rostro. Sentía la transpiración en mi frente. Cole me murmuraba frases tranquilizadoras y, por momentos se quedaba en silencio, lo que agradecía. Creía que necesitaba de ambas.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero cuando logré calmar mi respiración y dejar de llorar, abrí los ojos.

―¿Estás mejor? ―preguntó Cole sin sacarme los ojos de encima.

―Sí ―logré decir.

Cole exhaló con fuerza y se dejó caer al lado mío.

―Ahora tú vas a tener que ventilarme a mí. ―Me reí―. Kaia, casi me agarra un puto infarto ―me dijo con seriedad.

Hice una mueca.

―Lo siento.

Realmente lo sentía, yo también me hubiese muerto de miedo si Cole aparecía en mi casa así.

―¿Qué pasa? ―quiso saber.

―No lo sé.

Mentira. Sí lo sabía, pero no podía decirlo en voz alta.

―¿Comiste algo hoy?

No mucho, pero, de todas formas, no era eso.

―Sí.

―Ahora voy a cocinarte algo ―aseguró.

Miré a mi alrededor y me llamó la atención que con todo el escándalo que habíamos hecho no se había acercado ni su padre ni su hermano. Me moría de vergüenza.

―¿Y Levi? ¿Y tu padre? ―pregunté.

―Levi se fue a dormir a lo de un amigo. Y mi padre hoy tiene una cita, no volverá hasta tarde.

Giré la cabeza para mirarlo sorprendida.

―¿Una cita?

Cole se encogió de hombros.

―Salieron un par de veces ya.

Tragué saliva.

―¿Y tú como te sientes?

Se encogió de hombros. Fingía que no le importaba, yo sabía muy bien que lo hacía.

―Me da igual.

Apreté los labios. No quise insistir con el tema porque se notaba que él no quería hablar de eso.

Escuchamos un relámpago lejano y Cole me volvió a mirar y maldijo.

―Mierda ―se levantó en busca de algo.

Yo aproveché para levantarme también. Dejé mi bolso en una silla y traté de arreglarme un poco el cabello.

Cole volvió a aparecer con una toalla en la mano. Sonreí y extendí las manos para tomarla, pero él hizo algo que me dejó muda. Comenzó a secarme el cuerpo él mismo con la toalla. Me quedé completamente quieta mientras me pasaba la toalla con suavidad por el cuerpo. Mi pecho subía y bajaba mientras contemplaba lo cerca que estaba su rostro del mío. Su respiración parecía afectada mientras ponía toda su atención en secarme con cuidado. Cuando llegó a mi nuca, nuestras miradas se encontraron y mi corazón dio un vuelco. Tenerlo tan cerca se sentía tan normal y a la vez tan peligroso de una forma que nunca había experimentado hasta el momento. Pasó la toalla con suavidad por mi nuca y mi pelo. Cuando bajó un poco por mi espalda, mi cuerpo se pegó al suyo instantáneamente. Sentía su calor corporal y sin pensarlo bajé mi mirada a sus labios. Cole se tensó y bruscamente se alejó de mí. Sentí la ausencia de su cuerpo contra el mío al instante.

―Maldita sea ―masculló y se dio la vuelta.

Pestañeé tratando de procesar el momento y no entendiendo nada. Ni lo que sentía ni su reacción.

―Cole ―mi voz sonó agitada.

―Dame un minuto ―su voz sonaba ronca.

Fruncí el ceño.

―¿Qué pasó?

Cole no habló. Puso una mano contra la pared y bajó la cabeza para respirar hondo. Mis nervios aumentaron. ¿Había hecho algo mal? Tal vez me dejé llevar por el momento, pero no fue a propósito.

―Lo siento ―susurré, asustada, mirando fijamente su espalda―. No quise molestarte, yo...

―Kaia. No me molestaste ―replicó con cierta dificultad.

―¿Entonces qué? ―pregunté con urgencia.

Cole exhaló con frustración y se dio la vuelta. Sus manos bajaron a sus pantalones, como si se estuviera acomodando y... Oh. De repente, lo entendí. El calor subió rápidamente a mis mejillas.

―Lo siento, joder ―dijo. Quité mis ojos de sus pantalones para mirarlo, él también estaba rojo y parecía mortificado―. Kai, perdón. Perdón. Mierda. No quiero incomodarte ―dijo, desesperado―. Siempre trato de controlarlo contigo ―Abrí mucho los ojos y él palideció―. ¡No! No quise decir eso. ―Cole negó con la cabeza y se alejó más de mí.

―¿Te suele pasar seguido con las chicas? ―pregunté en voz baja.

Cole me miró horrorizado.

―No. Claro que no. No me pasa a menos que esté en esa situación--

Me entraron náuseas y lo interrumpí.

―¿Te ha pasado alguna vez conmigo?

Dios, Kaia, ¿qué diablos estás preguntando?

Esta vez Cole cerró la boca y desvió la mirada.

―No ―musitó.

Estaba mintiendo. Y no sabía como debía sentirme al respecto, pero sí sabía cómo me sentía. Feliz. ¿Y no era algo completamente extraño y que me debería de incomodar y horrorizar? Era mi mejor amigo, pero a mi mente retorcida le gustaba saber que lo excitaba. Porque a mi también... tragué saliva y detuve esa línea de pensamiento que siempre reprimía.

Respiré hondo e intenté fingir que no pasó nada. Traté de reírme. Aunque mi risa salió medio estrangulada, pareció relajar a Cole. Tuve un escalofrío por el frío y a Cole se le borró la sonrisa. Se dio cuenta de que yo seguía con el vestido mojado.

―Subo a buscarte ropa ―y con eso desapareció de un segundo a otro.

Exhalé y miré al techo, refregándome el rostro con las manos. ¿Qué mierda había sido todo eso? Decidí borrarlo de mi cabeza. 

Me froté los brazos y traté de mirar un punto fijo sin pensar hasta que Cole volviera. Mis ojos se plantaron en los trofeos que Cole tenía en la repisa y recordé que en pocos días él iba a experimentar la competencia más difícil de su vida hasta el momento y yo estaría ahí para apoyarlo por primera vez. Eso me emocionó y me relajé.

Cole volvió con unos joggins que a él ya le quedaban pequeños, pero guardaba para que los usara yo en su casa. La camiseta que me trajo me iba a quedar grande, pero no me importaba. Me dirigí al baño a cambiarme y mojarme la cara.

Cuando salí, encontré a Cole en la cocina preparando omelettes, mis favoritos, con queso y verduras salteadas. Me subí a la encimera y lo observé mientras cocinaba. Se estaba mordiendo la lengua y su ceño se fruncía un poco. Me relajé un tanto más. Cole era familiar, me sentía segura con él, en casa.

―¿Y Sheila? ―pregunté. No sabía de dónde había venido esa pregunta.

Cole me miró con una sonrisa de diversión.

―Ahora la llamo para que baje a comer.

Me reí y le golpeé el hombro.

―¿Vas a llamar a Joe también? ―bromeé y él lanzó una carcajada.

―A Joe le estoy haciendo su especial: esnob a la Wellington.

Me volví a reír y me tapé la boca. No debería estar riéndome de mi novio.

―No es esnob ―repliqué, aunque no se me ocurrió más justificación para defenderlo.

―Nah, solo tiene la nariz estirada ―dijo mientras le daba una vuelta al omelette en el aire.

Puse los ojos en blanco y cambié de tema.

―¿Estás nervioso por la competencia?

Sus movimientos se detuvieron por un segundo, dándome la respuesta.

―Sí ―admitió de todas formas.

―Te irá bien ―aseguré―. Y pase lo que pase, lo importante no es ganar.

El objetivo, en realidad, era que patrocinadores lo fichen para comenzar a construir su futuro profesional.

―Sí, no sé si es eso lo que me pone nervioso ―dijo y lo miré extrañada.

―¿Qué es entonces?

Se aclaró la garganta.

―No sé, habrá muchas personas. Tú estarás allí...

Sonreí de oreja a oreja.

―¿Te pone nervioso que vaya a verte?

Las mejillas de Cole se tornaron rojas.

―Tú me pones nervioso.

🌊🌊🌊

¡¡¡Feliz año!!!

Sé que las actualizaciones de esta historia van lentas, pero mi objetivo es retomarla y terminarla para el año que viene. 

Les deseo un año increíble, lleno de emociones, experiencias y nuevas historias. 

Tengo muchas metas este año, espero poder contárselas pronto <3

🌊🌊🌊

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