Hasta el final.
Acabo de notarlo, siento como si hubiese pasado los últimos seis años en piloto automático. Mi cerebro se esfuerza para recordar, pero apenas logro tener pequeñas ráfagas de malos tiempos y mi corazón se retuerce. Es doloroso, me deja sin aire.
¿Cómo es posible que el tiempo pase tan rápido? Quiero que se detenga, que se vuelva más lento.
Miro a mi pasado, es borroso, es doloroso y a la vez no puedo sólo ignorarlo. Es todo lo que hice y lo que fui, son mis errores, mi poca experiencia. Dolió, sí, y también fui feliz en algún momento. Pero lo que me hace perder el aliento es que todo está tan atrás, tan lejos.
Estoy en una larga carretera, al parecer voy a toda velocidad. Me tiemblan las manos en el volante, por poco me salgo del camino pero logro estabilizarme.
Y tengo miedo.
Mi vista se empaña, el temblor es peor. En breve podría girar sin querer y todo el camino recorrido iría a la basura.
Debo seguir, ya lo sé. Sólo temo lo que vendrá más adelante.
No quiero ver qué hay más allá y notar que no puedo con eso. Lo último que deseo es fracasar en el final del camino.
Lo he trazado durante tanto tiempo, el mapa está junto a mí y me recuerda lo que debo ser constantemente. Es un plan de vida, es una meta a cumplir.
¿Y si no lo logro? ¿Será todo una pérdida de tiempo?
Tengo miedo a crecer, tengo miedo a ser una adulta fracasada.
Un ataque de pánico se apodera de mí, comienzo a ir en zig zag mientras intento respirar. No lo lograré, es lo único que pienso. Lo haré mal, no sobreviviré a esto. Intento tragar saliva y respirar hondo pero es inútil, el miedo se ha apoderado de mi y estoy a poco de salir del camino.
Todo mi plan parece ser una mierda, apenas le doy una corta mirada al retrovisor. Mi versión de niña está sentada en el asiento trasero, me dedica una sonrisa con sus dientes de leche.
Y el tiempo al fin se ralentiza.
— ¿Qué te sucede?
Río por oír mi voz tan aguda e infantil, hace tiempo que ya no suena así.
—Estoy haciéndolo mal, lo sé —respondo sintiendo las lágrimas resbalar hasta mi mandíbula.
—Claro que no, sigues en el camino.
—Voy a salirme.
Otra mirada confundida de su parte, se cuela entre el espacio de los asientos y pasa a mi lado. Toma el mapa entre sus manos y lo observa.
— ¿Por qué?
—Porque no puedo con esto —admito, contorsiono el rostro por mi llanto—. Soy un fracaso.
Ella baja las cejas con tristeza y niega sacudiendo la cabeza.
—Sí puedes, no habrías trazado el camino si no pudieras con él.
—Lo hice por idiota e ilusa —digo a duras penas, luego sacudo el volante—. ¡Mírame! ¡Es un desastre!
Sollozo cerrando los ojos y me inclino hacia adelante. El dolor atravesaba mi cuerpo y apenas podía con él.
—Quise tanto cuando no puedo con tan poco...
—Estás haciéndolo bien —repite, siento que pasa una de sus pequeñas manos por mi mejilla.
Abro los ojos para verla, vuelve a sonreírme mientras seca mis lágrimas.
—Llegaste muy lejos, debes estar orgullosa de esto. No cualquiera supera todo eso y sigue de todas formas —hace un gesto hacia atrás—. Yo creo en ti.
—Pero si tú eres... —balbuceo, pues ella se trataba de mí.
—Exactamente.
Sonrío como idiota, el temblor desaparece. Al fin puedo tragar saliva y respirar hondo. Saco una mano del volante durante unos segundos sólo para secarme el rostro.
Vuelvo a mirar el camino, y cuando me hallaba al borde de éste hago una maniobra que me devuelve al centro.
Se siente bien. Se siente seguro.
Y me río sin poder evitarlo, porque sí puedo con esto. Yo creo en mi potencial, iré tan lejos como lo desee. Soy capaz, soy exitosa y lo haré tal como he planeado.
— ¿Me acompañarás?
Extiende el mapa sobre sus piernas.
—Hasta el final.
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