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VII. La justicia no se hizo a sumisión

𝕃𝕖𝕠𝕟𝕠𝕣𝕒.

Un destello blanquecino, escarchas decorando la base oscura del anochecer, con velos de tela vaporosa pálida, circulando frente a la enorme e inalcanzable luna. Dicha luz reflectora sobre la acera de la calle, hacía resaltar las nubes juguetonas de la calmante madrugada. La suave brisa entumecía mis extremidades, al rozar una tenue velocidad de su corriente por mis piernas desnudas, lo cual entorpecía mi andar. A pesar de todo, amo el aire, es refrescante y el elemento primordial para sentirme fluir. 

Morgan nació cuando los omnipresentes luna y sol, residían en el undécimo signo del zodíaco, lo cual, según sus conocimientos, le hace una persona del elemento aire. Creo que por eso sentí atracción hacia él cuando le conocí, mi novio dice que yo soy del elemento fuego. Es capaz de decirme la posición exacta de los planetas en el momento del primer respiro que dí al nacer, pero casi nunca lo comprendo, es demasiada ciencia para mí.

Enmedio de nuestra caminata dirigida a su casa, luego de haber pasado unas cuantas horas en el motel, comencé a temblar, debido al helado viento que chocaba con la desnudez de mi cuerpo. La ropa no alcanzaba a cubrirme toda la piel, solté la mano de Morgan para encogerme y abrazarme a mi misma, no detuve mis pasos, continué avanzando con mi novio al lado. Llevábamos la misma ropa con la cual salimos de casa, para ir a la fiesta de esa misma noche.

Esperaba que con la fricción de mis manos sobre ambos brazos, regularía el cambio brusco de temperatura presente en mi organismo, no obstante, evidentemente no era suficiente para calmar la rigidez casi congelada. Morgan me vio, soltó una risa encantadora y retirándose el saco que le cubría, me lo colocó a mí sobre la espalda, no quería que él pasara frio tambien, yo era apta de soportar un clima como ese.

— Soy más fuerte que un simple cambio de clima, ¿sabes? —le dije al recibir su prenda.

— ¡Claro! —respondió él, notándose el sarcasmo—. Dile eso a tus dedos morados.

— ¡No están morados! —protesté ligeramente molesta, de todas formas acepté su amabilidad y cubrí un poco más mi pecho—. Gracias, amor —expresé en un susurro de cariño para él. 

Esa tranquilidad con la que salí del motel era toda fingida, no sé como lo hice, la verdad es que mi intimidad ardía como nunca lo sentí. No era para exagerar, sin embargo, cada paso que daba por la calle, era una sensación de cumulo dolor al friccionar mis piernas. Sé que Morgan lo causó cuando estábamos amándonos e hizo mucha más fuerza lastimándome, aunque me pulverizara los doscientos seis huesos de mi esqueleto, descifraría que valió la pena. 

La satisfactoria herida ya era una razón más para enloquecerme, los recuerdos del momento me hacían sonreír. Además del rubor en mis mejillas, la huella que Morgan siempre deja en mi ser con cada encuentro intimo, me incitaba a coquetear con él. Posterior a un largo recorrido que parecía no terminar, controlé mi temperatura cuando entramos al edificio donde se ubicaba el hogar de los padres de mi novio, el portero le saludó con generosidad permitiéndonos entrar, ese amable hombre ya me conocía.

— Buenos días, joven Morgan —le saludó el hombre a mi novio—. ¿Que tal su día de San Valentín?

— ¿Días?, ¿Que hora es? —cuestionó Morgan asombrado.

— Es muy temprano aún —respondió el elegante portero, noté un poco de ironía en su comentario, elevó la mano derecha para visualizar el reloj plateado que poseía—. Quince grados centígrados del día quince de febrero, son exactamente las cuatro con diecisiete minutos de la mañana... Hora de ir a la universidad.

— ¡Ay, mierda! —intervine con mi expresión angustiada—. ¿Cuánto tiempo estuvimos fuera, Morgan?

— Veo que cuando el amor existe, las horas que pasen no importan —comentó el hombre frente a nosotros.

— ¿Mis padres no han llegado? —preguntó Morgan, supe que intentaba buscar una manera de ignorar el tiempo que se nos escapó de las manos. 

— No y sus hermanos tampoco, pero la señorita Krystal llamó, dijo que dormirían en el hotel donde se está hospedando su tía Madison para hacerle compañía. 

— ¿A donde fueron Krystal y Karl? —curioseé para mi novio, parecía extraño que estuviesen fuera, no hablé nada con su hermana sobre si nos dejarían el departamento para nosotros solos.

— Krystal quería ir a cenar, no tenía quien la llevara así que Karl se ofreció a acompañarla —explicó mi novio con paciencia—. No creí que en serio fuesen a salir, pero veo que tanto se atrasaron que prefirieron dormir con la tía... Pensé que podrían estar en casa.

— Pues ya ve que no —dijo el portero—. Que suerte, tiene la casa sola para usted y su novia, aprovechen que están jóvenes y se les presenta la oportunidad. 

— Ya nos adelantamos al postre sin siquiera cenar, descuide —bromeó Morgan, me lanzó una mirada con la cual me despojó de una sonrisa vanidosa, sin dejar atrás que mis mejillas se enrojecieron más. 

El portero tambien comenzó a reír sorprendido por el comentario de mi novio, además, se burló con amabilidad de como Morgan me hizo sonrojar, eso nos delató sobre lo que hicimos en toda la noche. Nos despedimos de aquel benévolo hombre y proseguimos con nuestra caminata, en dirección a los elevadores del edificio, en la planta baja no había ni un alma, era obvio que todos los residentes dormían.

En la sala de ingreso solo se encontraba una mujer trapeando el suelo, mientras en el escritorio de la recepcionista, sonaba en la radio la misma estación que estuve escuchando en el motel. La musica del dispositivo ambientaba aunque fuese un poco, matando el silencio rotundo de la planta baja. A causa de la serenidad del lugar, encontramos los elevadores solitarios y subimos al primero en llegar.

Morgan me permitió pasar primero, yo le obedecí, sin embargo, aún me sentía radiante por lo cual roté mi cuerpo al subir, coloqué mis manos con delicadeza sobre su cuello y le hice entrar al elevador de golpe, jalándolo con mi fuerza. Junté nuestros cuerpos, él empezó a reír de lo que hice, aunque sus risas no duraron mucho, di inicio a un beso impetuoso que podría terminar en algo más.

Percibí sus manos acariciar nuevamente mi espalda, adentró sus extremidades superiores por la prenda de su pertenencia que me protegía del exterior, durante el beso, pasé una de mis manos por su cabello y él descendía las suyas por mis lumbares. Ahí estábamos, besándonos con calidez al interior del elevador, yo lo comencé y fui quien lideró todo el tiempo, aunque Morgan esta vez si se pasó de más con sus caricias.

— Morgan —musité su nombre con un tono provocador, al mismo tiempo que reía—. Quita tus manos de ahí.

— No creo que quieras eso —aseguró para despues apegarse más a mi y continuar con el beso.

Había conseguido situar sus manos en mis glúteos, una la regresó a mi cintura y con la contraria apretó sobre mi falda. Podía detenerlo, pero siendo honesta, me encantaba sentir el ardor que me causaba con su toque. En respuesta a su caricia, elevé ligeramente mi pierna por la suya, percibí como él bajó la misma mano desde mi glúteo, pasando por mi muslo mientras ceñía sus dedos a mi piel, parando a sujetar por debajo de mi rodilla. 

Parecía imposible soltarnos, ese beso era como una droga a la que rápidamente nos hicimos adictos en segundos, mordí el labio de Morgan, me aferré a su espalda y permanecí paseando mis dedos por su cabellera. Poco me importaba que las personas encargadas de seguridad nos vieran por las cámaras, más les valía que estuviesen disfrutando de la vista, así como nosotros gozábamos ese corto instante.

— Ya fue suficiente, amor —dije cortando el beso. 

A él no le interesó, es costumbre suya que en las ocasiones donde deseo parar, a propósito me abraza con más firmeza, me retiene con sus brazos y al mismo tiempo, siento como los dedos le tiemblan al pasar varios minutos así. Es como si se agotara de tenerme cerca, como si fuese mucho para él, como si se excediera y al final termina derrotado, es difícil de entender. 

Aún recuerdo el primer enfrentamiento entrañable que tuvimos, el día que dije adios a mi pureza, Morgan fue sencillo conmigo, delicado y atento. Lo hicimos en una habitación desocupada de la casa de Eloísa, ella hizo una fiesta y nos invitó, no existían reglas en dicha celebración, así que, mi novio aprovechó el panorama.

Recuerdo el temor de ambos, era mi primera vez y para Morgan lo más importante era no lastimarme o forzarme, duramos como diez minutos charlando antes de todo, al final, me atreví y dimos comienzo a la primer mejor noche de mi vida. Al día siguiente, Morgan expresó no poder creerse que mi cuerpo le perteneciera, comentó que era como un "sueño hecho realidad" o una fantasía de la que sentía pronto despertar. 

Finalmente llegamos a la casa de Amanda y Christian, se encontraba vacía, el único ruido en presentarse fue mi quejido de alivio y el tintineo de las llaves de Morgan. Lo que más deseaba era descansar luego de las miles de emociones que viví en nuestra noche de San Valentín, la tercera de infinidades que deseaba pasar con él. Desde luego, el reloj que colgaba de la pared marcaba las cuatro con veinticuatro minutos de la mañana, Morgan entró enseguida de mi y cerró la puerta. 

— ¡Por fin!, una casa que no es mía —exclamé agotada, caminé por el corto pasillo de la entrada para llegar a la sala principal del departamento—. Sin recibir sermones sobre llegar tarde y el típico... ¡Mi casa, mis reglas!

— Disfrútalo mientras dure, cuando nos vayamos a vivir juntos, lo extrañaras —respondió mi novio quien siguió mis pasos.

— ¿Irnos a vivir juntos?

Me dejé caer en el sofá, mientras me retiraba el saco de mi novio y lo arrojé al mueble contrario.

— Claro, quiero planificar mi futuro contigo, ya lo sabes —tomó asiento al lado mio en el sofá—. Pero, tambien quiero saber lo que te gustaría hacer, para organizarnos.

— Comenzar por unión libre suena bien —respondí, subí mis piernas a su regazo y me puse cómoda, él instantáneamente acarició mis rodillas—. ¿Sabes?, ¡No requerimos un documento legal que avale lo nuestro!, una boda no es necesaria.

— ¿Quieres que solo nos juntemos? —cuestionó mi novio ligeramente extrañado. 

— Morgan, aún somos jóvenes para una boda, mis padres no lo aceptarían... Sí mostramos lo responsables que somos, demostramos ser adultos sensatos, tomaran en cuenta mi voto y entonces seré libre de decidir. 

— Entonces, lo que buscas es desprenderte gradualmente de ellos, para despues aceptar ser mi esposa, ¿Es eso?

— ¡Correcto, mi amor! —elogié su hipótesis con mi tono conmovida, sin decir más me comprendió—. Por eso te amo porque siempre me entiendes... Además, yo sé que muy en el fondo, por más que digas quererme, tienes miedo de dar un paso tan grande.

— ¡¿Que te hace pensar eso, Leonora?! —él se sobresaltó, enderezó su espalda y me observó con estupefacción.

No puede engañarme, lo conozco como la palma de mi mano. Sé que es difícil para él tomar decisiones a la ligera, necesita meditarlo y si se siente listo, pone manos a la obra sin importar el tiempo que tardó en determinar lo que exactamente desea. En pedirme ser su novia tardó seis meses, en comprometerse ya estaba demorando los tres años que llevamos juntos, ¿ahora me entienden?

Amo su precisión, desde mi punto de vista, demuestra que toma las cosas en serio. Tarde lo que tarde, siempre me atesora a su lado, espero con paciencia a su indecisión, tiempo hay demasiado, puedo esperar lo suficiente. Contemplé a mi novio en medio de su asombro, con mi observar soy capaz de transmitirle un "niégamelo" sin abrir la boca y desasir esa simple oración, es como magia.

— Bien, tienes razón —aceptó dócilmente, me dedicó una sonrisa y descansó su rostro sobre mi pecho—. De todas formas, eso no quita que aspiro a envejecer contigo, de eso estoy más que seguro, nena. Dame un año para conseguir un trabajo estable, despues buscamos un departamento para ambos, ¿te parece?

— Me parece excelente, en ese caso, yo tambien buscaré un trabajo y no me detendré con lo de mis patrocinadores.

Morgan esbozó una sonrisa, él sabe que una pequeña marca de cosméticos me patrocina para hacerles promoción en mi cuenta de Instagram, donde actualizo con frecuencia mi trabajo de estilismo. No acepto cualquier marca, primero investigo para confirmar que no prueben sus productos con animalitos y que tan buena es su calidad, al igual las reseñas del consumidor en internet, si pasa todas mis pruebas, acepto el patrocinio y gano dinero. 

Los frutos de mi diminuto esfuerzo los protejo en mi alcancía, mamá y papá están encantados con que, desde mis inicios de carrera busque la manera de sobresalir. Ellos y mi hermana Esme presumen a su "pequeña emprendedora" y piden a sus conocidos que me sigan en dicha red social, donde doy a conocer mi empeño en estilismo. Me siento alagada de que estén orgullosos de mí, pero en ocasiones, sus alabanzas son excesivas para mi persona y terminan por incomodarme ligeramente.

Volviendo a tiempo real, Morgan reposaba su cabeza en mi busto, sentí como me obsequió un ligero beso sobre el encaje de mi prenda, en uno de mis pechos. Consiguió sofocarme la estabilidad que me costó mantener, con el mínimo roce, tiene el poder de erizarme la piel. Le abracé, adhiriendo su oído a mi corazón, esperando que escuchase la guerra que le ocasiona a mi pobre órgano vital, el cual Morgan se encarga de ganarse día con día. 

Nos mantuvimos en la misma posición, aproveché para acariciar su cabello y en cortos segundos, notaba su respiración encima de mi piel, eso y los gentiles besos que propinaba. Posterior a conservarnos en aquella muestra de afecto, Morgan encendió el televisor frente a nosotros, al parecer le gustó mi cariño porque de inmediato volvió a recostarse sobre mi tórax y yo encantada, seguí entreteniéndome con su terso cabello largo, sé que eso le relaja. 

No había mucho que ver en la televisión, en la mayoría de los canales transmitían infomerciales y en otros noticias. Resultaba un poco aburrido.

— Ya son las cinco en punto —dijo mi novio sin separarse de mí—. ¿Iremos a la universidad?

— ¿Es un chiste, amor? —reí un poco—. ¡Es super tarde, Morgan!, ah no ser que pretendas lucir como un zombie si ni siquiera hemos dormido bien. 

— ¿Que hay de malo?, aunque dices toda la verdad —respondió mientras reía conmigo—. Y apuesto a que muchos faltaran, Martín y Adrián una vez bebiendo ya no pueden detenerse, Diego y Merry tambien, considerando lo que comentaste de ellos...

— ¡Cierto!, ¡Ya no supe nada sobre lo que Merry dijo! —expresé interrumpiéndolo.

— ¿Ya no recibiste un mensaje de ella?, quizás siguen por ahí bebiendo... Descuida, Leo, deben estar bien, déjalos divertirse así como ellos te lo permitieron a ti. 

Reconocí la picardía en su comentario, sin pasar por alto que en su hermoso rostro se perfiló esa sonrisa que me mata. Continuamos viendo televisión sin prestar atención a las noticias trágicas que informaban, hasta que, un ruido proveniente del interior de la alcoba de Krystal nos desconcentró. 

¡La ratita!. Pensé al instante, en ese preciso momento me lamenté por ser tan estúpida y haberme olvidado de él.

— ¿Qué... —mi novio ni siquiera pudo terminar su pregunta, noté una confusión bañada en ímpetu en sus ojos.

Morgan se alejó de mis brazos e iba a levantarse, no dejaba de dirigir su mirada extrañado hacia la puerta de la habitación de Krystal, fruncía el ceño y entretanto, se elevaba sigiloso desde su asiento. Ese semblante ya lo alternaba, supe lo que estaba pensando, lo más probable es que creyera a un intruso dentro de casa y con lo intrépido que es, se daba aires heroicos.

Yo sabía que no se trataba de ningún intruso, eso era parte de mi plan. Me organicé con mi hermana Esme y Krystal para que me dieran su apoyo, le había preparado una sorpresa a Morgan que estaba segura, le encantaría, pero desde luego no podía enterarse. Mi hermana y yo resguardamos su sorpresa en el desván de mi casa, para el día de San Valentín entregarle a mi novio ese desencadenante a una alegría vivaz. 

— Morgan, mi amor, déjamelo a mí —dije imitando su acción, solo que le hice sentarse de nuevo en el sofá, mientras colocaba mis manos sobre sus hombros—. Tengo una sorpresa para ti. 

— ¿Una sorpresa? —preguntó con interés, al tenerme de pie frente a él, acarició mi muslo izquierdo y me observó cautivador desde abajo—. ¿Qué otro obsequio puede ser mejor que la oportunidad de haberte dado contra todo?

—Morgan... —volvió a excitarme, casi me orino ahí mismo, me derritieron sus palabras simples—. ¡Agh, papito!

— ¡Leonora! —dijo mi nombre con sorpresa, además en su rostro se dibujó un estupor gracioso.

No lo dejé terminar, la verdad, es que hasta yo me sorprendí por mi expresión. No obstante, me olvidé de lo que tenía que hacer, rodeé la cadera de mi novio reposando sobre sus piernas para comérmelo en un beso vigoroso. Ahí está más que obvia la manera en que me despoja de los modales. Si hubiese sido por mí, sucedería que le pidiera por unos minutos más de unión en su alcoba, sin embargo, me detenía el persistente dolor en mi zona intima que luchaba por ignorar.

— Leo... —susurró durante nuestro beso, yo no le permitía ni respirar—. Amor...

— ¿Puedes callarte? —solicité con dominio, no paraba con mi repentino plan de atacarlo a besos—. No me vas a negar que esto te fascina.

— Solo un idiota lo negaría —reía—. Me encantas, pero... te recuerdo que hay ruidos de desorden en la habitación de mi hermana.

— ¡Ay, es verdad! —exclamé angustiada, mi novio me hizo retornar al propósito de sorprenderlo.

Me alejé de él, desentendiéndome del incendio que estoy segura, dejé en el sofá, carcomiéndose a mi Morgan. Admito que a veces solo le altero para hacerlo sufrir, despues cobro lo que causé y es sumamente satisfactorio, pero en esta ocasión, el truco tambien fue perjudicador para mí al saber que a causa del dolor, no sería posible una ronda más en toda la noche. Tomando en cuenta la conclusión prudente, del exceso en nuestra alma unificada y pecaminosa.

Conduje mis pasos en dirección a la habitación de Krystal, sin antes pedirle permiso a mi novio de ingresar a tal sitio, solo por educación. Le exigí que no husmeara a hurtadillas y luego de cerrar la puerta, mientras le lanzaba tras de esta, una mirada de vigilancia a la cual respondió con una carcajada, giré mi cuerpo para ver si la sorpresa no había resultado muy alborotadora.

Por fortuna, las pertenencias valiosas de Krystal, como botellas refinadas de fragancias o... toda la alcoba en realidad, se encontraba intacta. Su decoración era un tanto minimalista con colores azules y grises, encima de la cama, noté al regalo de mi novio deambulando por las frazadas con curiosidad, fuera de su lugar donde se suponía, debía esperarme.

— ¡No, bebé!, ¡Bájate de ahí —le dije al individuo sobre la cama de Krystal, lo mencioné en voz baja para evitar que Morgan me escuchase—. Ya voy a sacarte de aquí, pero promete que te portaras bien de ahora en adelante.

Miaw!

¡Ssh!, ¡Vas a arruinarlo!, y nuestro esfuerzo de haberte resguardado por días, será en vano... ¡Sobre todo ayer que fue a mi casa!

Se trataba de un minino esfinge, sé que regalar una mascota no era buena idea, pero, Morgan me dijo una vez que desde pequeño anheló tener un gato, solo que desconocía la razón por la cual nunca le permitieron adoptar uno. Indagué mucho con Krystal para descartar que alguien en su casa fuese alérgico a los gatos, por suerte, nadie lo era, así que, inicié con la adopción de ese lindo y único gatito.

No tenía pelo, solo una piel blanca como la leche tiernamente arrugada con ligereza, unas orejas puntiagudas y sus ojitos eran de un color azul grisáceo. Lo apodé de cariño "ratita" porque parecía como una. Cuando fui al centro de rescate, me enamoré de él, la chica que me habló del gatito, dijo que había sido encontrado en pésimas condiciones, sus hermanos y madre fueron torturados en un laboratorio, por ser de raza.

Unos tipos malos mataron a la familia del michi, él era el único sobreviviente ¡por eso decidí terminar por rescatarlo!, para despues darle un hogar en donde le trataran como se debe y creciera lleno de amor. Morgan y sus hermanos eran los indicados para eso, cuando Krystal lo conoció quedó maravillada, después se los presenté a mis padres y al principio se asustaron por su apariencia.

Lo primero que mamá dijo fue: "¡Yo no quiero esa cosa dentro de mi casa!", me duele que sea tan dura con un ser vivo inocente. Papá se familiarizó con el gato, él al contrario de mamá, es más cariñoso con cualquier animalito, creció hasta su adolescencia rodeado de un ganado de campo. Les dije que el pequeño inquilino sería para Morgan y entonces mamá se calmó un poco más, ambos me ayudaron a darle de comer, al menos hasta la fecha que tenía prevista para presentárselo a mi novio.

Fue duro para papá despedirse de ratita, por ello decidí acudir al centro de rescate en otra ocasión para adoptar una mascota. Sé los regaños que recibiré de mi madre, pero, papá estará sumamente feliz y si él lo está, yo tambien.

— ¡Cierra los ojos! —exclamé ordenándole a Morgan desde la habitación, sostuve con suavidad al gato entre mis manos ahuecadas, cabía a la perfección—. ¡No hagas trampa!, ¿De acuerdo?

— ¡De acuerdo! —respondió divertido—. ¿Estoy propenso a que me dé un infarto con tu sorpresa?

— ¡No quieras pasarte de listo, Morgan! —me carcajeé tras la puerta, le eché un vistazo al gato en mis manos y noté que estaba muy inquieto—. No tengas miedo, aquí serás muy feliz —le susurré a ratita para luego obsequiarle un beso en su cabeza—. Créeme.

Salí de la habitación de Krystal y me encontré con Morgan sentado en el sofá con los ojos cerrados, recargaba su cabeza en el respaldo del mueble, notándosele muy relajado. "¡No tiene ni idea!" pensé emocionada. Me aproximé hacia él con lentitud, aunque anhelaba correr a presentarle su nuevo y primer compañero, conforme percibió mi caminata cerca, trazó una sonrisa ansiosa en su rostro, al mismo tiempo que desasía una risa de intriga, todo esto sin desobedecer a mi orden.

El gato en mis manos se aserenó gradualmente, no obstante, continuaba observando a todos lados y deslizaba sus cortas uñas por mis dedos, haciéndome cosquillas. Cuando llegué a Morgan, le pedí que se levantase de su lugar, sin descubrirse las retinas, él no paraba de reír, eso evidenciaba su nerviosismo. Solicité que juntara las manos como si sostuviera una cantidad de semillas dentro, tan dócil mi novio, hacia todo lo que le ordenaba.

Podía aprovecharme de la situación, pero lo primordial era presenciar el primer encuentro de dos mejores amigos del alma, un chico y un ser vivo que le acompañaría en todo momento, ¡no podía estar más enternecida!. No le hice esperar más y coloqué exageradamente lento al gato en las manos de Morgan, antes de que hiciera al gato reposar en él, mi novio alejó las manos con desconfianza.

— ¡Morgan, no! —le reprimí asustada, sí lo hubiese hecho antes de tiempo, la historia sería otra—. ¡No hagas eso!

— ¿Qué vas a darme? —seguía riendo nervioso, mientras retornaba sus manos a la misma posición—. ¿Me va a picar?, ¿Es una broma?

— ¿Acaso sueno como si estuviera bromeando? —contesté irritada—. Si no paras de hacer preguntas, no descubrirás de que se trata.

— Bien, hagamos esto rápido.

Sin rodeos, coloqué al gato en sus manos y la sonrisa se le desvaneció de inmediato, acarició al animalito con los dedos, poco a poco tenía contacto con él, me mostró una expresión de confusión a la cual yo solo respondí riendo. Al fin, Morgan abrió los ojos y permaneció realmente sorprendido cuando conoció a ratita. 

— ¿Q-Qué?, ¿Mio? —cuestiono titubeante, sonaba como un niño impresionado—. ¿Para mí?, ¿Un gato?

— ¡Feliz San Valentín, amor! —expresé regocijante, ahora yo era quien reía y Morgan estaba desconcertado. 

En un abrir y cerrar de ojos, el gato se adaptó a Morgan, comenzó a subir con sus garritas por la camisa de mi novio, él le ayudó dándole impulso en su trasero, con solo la palma de su mano. Yo me divertía de ver como ratita olfateaba a mi novio, estaban conociéndose, el gato ascendió por su tórax y se desvió para subir a su hombro, husmeó su cabello, postrando ambas patitas delanteras sobre la cabeza de Morgan.

— ¡No, no, no! —exclamó mi novio con desesperación y dolor, más no hizo algo por detenerlo—. ¡Mi cabello no!, ¡Auch!

Más me reí de él, lo contemplaba inclinado con un minino paseándose por su cuello y dorsales, fue gracioso el primer encuentro.

— Creo que le gustaste demasiado, amor —comenté sin detener mis risas.

— Supongo que tienes razón, se parece a ti, no me deja en paz el pelo.

— Ha-ha, que gracioso Morgan —dije apática, dejando salir mi sarcasmo, aunque decía toda la verdad.

Improvisamos un lecho para el nuevo integrante de la familia Hudson, mi novio extrajo de una alacena de la cocina, una canasta para frutas que su madre ya no usaba, la llevó a su alcoba y ahí le realizó un colchón en su interior hondo, con un pequeño bulto de tres camisas antiguas. El resultado, una cama para gatos acolchonada y calientita, por pura diversión, cubrí una parte de la canasta con una de las prendas viejas, que Morgan acercó para la cómoda del minino. 

Simulaba un tipi con forma de canasta, una casa amorfa. El gato se habituó muy rápido a su espacio suave, paseó de un lado al otro, dentro de la canasta por casi un minuto y finalmente decidió descansar. Morgan continuaba ilusionado con él, le dio una lata de atún luego de que el pequeño comenzó a morderle el cabello, ahora nos hallábamos ambos tirados en el suelo, vigilando al gato. Mi novio lo acariciaba esperando a que durmiese un poco, mientras estudiaba del cuidado en el teléfono.

— Gato sphynx, aquí dice que puede llegar a vivir catorce y veinte años —comentó Morgan asombrado—. Tendré que contactar una veterinaria para sus vacunas, tambien requeriré comprar alimento y productos especiales, su piel es delicada.

— Creo que no fue buena idea obsequiártelo, gastaras mucho —respondí ligeramente apenada.

— ¡¿Bromeas?! —preguntó, me observaba con esos ojos desorbitados—. El dinero es lo de menos, ¡es lo mejor que ha llegado a mi vida! y lo has traído tú, gracias Leonora.

— Ahora me siento celosa, me llamaste "Leonora" —empecé a hacer una pequeña escena de celos y drama, me llevé la mano al pecho como si estuviese dolida—. Ya mejor tirame una patada, ¿no?

Él solo se dedicó a burlarse de mis comentarios fingidos.

— Discúlpame, nena —acercó sus labios a los míos, propinándome un beso suave, cálido y calmante—. Dueña de mi alma y muy pronto de mis quincenas.

— No puedo disculparte con un solo beso —bromeé con picardía, llevé mis dedos a los botones de su camisa y me entretuve con ellos.

— Leo, y me preguntas a mi de donde saco tanta energía para comerte —me sonreía, al mismo tiempo que unía nuestras frentes—. Yo quiero hacerte el mismo cuestionamiento.

— Es que... eres tan irresistible, mi amor —musité intentando seducirlo.

Atrevida deslicé mi lengua por sus labios con serenidad, esa fue su oportunidad para en un ágil movimiento, ser capaz de juntar ambas y casi atragantarnos. Incluso le mordí el labio, estábamos atreviéndonos demasiado el uno con el otro. Llevé mis manos a su cabeza, acariciando su cabello, en respuesta, sentí sus manos palpar mi espalda, haciendo hincapié en mis lumbares.

— Este camino, siempre hace que me pierda —comentó refiriéndose a mi espalda, lo supe ya que noté sus dedos bajando por mi zona lumbar—. Eres peligrosa, como una carretera llena de curvas, ahí voy yo sin freno por tu cuerpo.

— ¿Terminaste, poeta?

— Terminaré cuando vuelva a libar el nectar de tu rosal —susurró en medio de una risa tentadora, me dio un beso en la mejilla con blandura—. Me dejas sin palabras, eres mucho para mí...

— Ajem... —me aclaré la garganta, intentando con dificultad ignorar sus palabras endulzadas—. Alguien nos está viendo.

Nos habíamos olvidado de la presencia del gato, cuando ambos retornamos la mirada a la canasta, en su interior vimos un gatito contemplándonos con atención, hasta parecía comprender lo que hacíamos. Ambos quedamos paralizados, entrelazando nuestros ojos con aquellos diminutos iris azul grisáceo. Morgan ya conocía la historia del pequeño ser vivo, le relaté la odisea que sufrió y eso terminó por conmoverlo, tenía una razón más para adorarlo.

— Tu madre la leona tiene muchas cosas que explicarte —le comentó Morgan al gato, como si fuese a entenderle.

— ¡¿Madre?!

— Sí, tú Leo, somos los padres de este gato ahora... —respondió en broma mi novio, luego iniciamos un pacifico modo silencio del habla, el cual interrumpió—. ¡Por cierto!, ahora que lo recuerdo... yo tambien tengo un regalo para ti, aunque, tal vez, no sea lo suficientemente bueno.

— Morgan, con el simple hecho de haber pensado en mí, cualquier detalle que planes obsequiarme, será hermoso y valiosísimo para mí.

Sé cuando es conmovido, traspasó mis ojos con los suyos resplandecientes de ternura, no mencionó una sola palabra, solo sonrió y reanudó un casto beso en donde acarició mi mejilla con sus dedos. Ahora él me daba ordenes para recibir mi regalo, pidió que me quedase en donde estaba y emprendió camino a su habitación, no fue tan estricto como yo. El gato se me acercó sin salir de su cama, olfateo mi mano y de repente se entretuvo mordiéndome sin lastimar mi piel, lo dejé divertirse, mientras recordaba que tenía dos meses y aún no tenía un nombre.

Morgan estaba tardándose en elegirle un nombre o quizás lo olvidaba, cuando se lo presenté solo se preocupó por su bienestar, no mencionó nada sobre un apodo. Los cuatro días que lo tuve en mi casa, solo lo llamábamos "el gato", yo le decía "ratita", pero no lo hacía tan frecuente, él no elevaba su cabeza al escuchar un llamado en especifico, no reconocía una sola palabra como un "me hablan". 

Comencé a indagar sobre la nueva vida del gato, desde que acometí con la idea de entregárselo a Morgan, hice su adopción sabiendo que sería feliz. En mis momentos de distracción y silencio, percibí a mi novio volver, lo noté sentarse en el sofá cercano y en consecuencia, yo roté mi cabeza para dirigirle la mirada. Lo vi desde el suelo y me di cuenta de que regresó trayendo consigo una caja en su totalidad negra, hecha de un cartón impecable y reluciente, sin una sola magulladura o grieta, sobre la tapa llevaba un lazo de regalo bañado en un rojo metálico. 

— Tengo mucho que decirte —expresó desde su lugar, mientras me daba la mano para levantarme, respondí a sus acciones y tomé asiento a su lado—. Me diste algo que siempre quise, ahora es mi turno de cumplirte un sueño... Espero te guste.

Pasó la caja a mis manos y me permitió abrirla. Por la emoción, fue imposible para mí decir algo, obedecí a todo y con tan solo retirar la cubierta de la caja, me encontré con un papel delgado blanquecino, que aparentaba ocultar algo y sobre de él, una nota escrita con tinta negra, reconocí su letra. 

"Eres perfecta de cualquier modo, eres mi diosa, pero conozco lo encantadora y vanidosa que eres, te obsequio esto para que puedas recorrer la pasarela que conduce a nuestro futuro. Te amo, feliz San Valentín".

Sostuve la nota en mis manos y la apegué a mi pecho, observé a Morgan con ilusión, mientras dibujaba una sonrisa conmovida en mis labios, él respondió a mi gesto. No hice nada, con sus palabras escritas me dejó desconcertada, únicamente, fui capaz de retirar el papel del interior, encontrándome con la mejor de las sorpresas. 

— ¡No es verdad! —exclamé estuporosa, poco a poco se fue trazando una sonrisa de oreja a oreja en mí—. ¡No es verdad!, ¡No es verdad!

— Sí, si es verdad —contestó Morgan, se reía de mi expresión.

No lo pude soportar, fue complicado resguardar mi alegría, me rendí soltando un grito de felicidad que resonó en toda la casa, tal vez hasta se escuchó en todo el piso del edificio. Me volví torpe de la exaltación, no sabía que hacer, lo primero que se me ocurrió fue lanzarme a los brazos de Morgan para rebosarle de caricias vigorizadas y besos.

— ¿Si te gustaron? —cuestionó a mitad de su carcajada. 

— ¡¡Es el mejor regalo del mundo!! —clamé llena de regocijo. 

Me sentía perdida, realmente entorpecida, Morgan me pidió que me probase el regalo y le hice caso todo el tiempo. Me había obsequiado unos tacones Chanel , y de temporada, eran altos y repletos de un brillo plateado, la correa del zapato hacía lucir mis pies pálidos. Estaba embobada, en serio fue un sueño hecho realidad, sin dejar atrás que me subían la autoestima, debido a que se me veían hermosos.

— Me has dejado sin palabras, mi amor —comenté para mi novio, no paraba de verme los zapatos y modelar con ellos estando de pie—. Esto es... ¡Increíble!, no sé que decir. 

— Con tu simple sonrisa basta para sentirme satisfecho —respondió Morgan desde su lugar, él aparentaba disfrutar visualizarme haciendo todo tipo de poses—. Además, los luces mucho, no imaginé lo bien que se verían en tus pies.

— ¡Gracias, Morgan! —repetí por milésima vez—. No era necesario que gastaras tanto en esto, los cuidaré como a mi virginidad.

Morgan soltó una carcajada tan gigantesca que me la contagió, en segundos, ambos nos encontrábamos partiéndonos de risa. Es malvado, se reía al saber que él fue el ladrón de mi virginidad, es un descarado, sin embargo, es mi descarado. Por otra parte, los regalos materiales para nosotros eran como un capricho que de vez en cuando nos dábamos, lo importante y primordial era pasar tiempo juntos, conversar y seguir conociéndonos día con día. 

Al igual, lo relevante es que sigamos sintiendo amor el uno por el otro, aunque, para eso no hay problema, con lanzarle agua crece como esponja. Con Morgan y yo, es en realidad que, el incendio se agranda. Estamos realmente unidos, nuestra compañía es impredecible y nos da calma, paz, tranquilidad, encontramos todo en una simple persona. Algunos tardan en conocer a esa persona, a pesar de que Morgan sea el primero en mi vida, su conexión es tan fuerte que me hace sentir segura de lo que quiero para mi futuro, me llamaran tonta, sin embargo, así es.

Y seguimos sin deseos de dormir, ya eran las cinco con cuarenta minutos de la madrugada y el cansancio se retrasaba en visitarnos. En la televisión se continuaban reportando las mismas notas en el noticiero, el gato ya se llamaba Silver, no era gris, pero a Morgan le gustó el nombre. Veíamos televisión, permanecíamos en el sofá con pereza, Silver se paseaba en el tórax de mi novio y él le respondía con caricias apaciguadas.

Me dieron ganas de orinar, además percibí algo cálido en mi zona intima y no, no era Morgan. Acompañado de esa sensación roja, me invadió un dolor en el vientre, enardeciendo el que ya tenía en mi vagina debido a la fuerza de mi novio. Morgan me vio retorcerme dañada, de inmediato se preocupó y me ofreció pasar al sanitario, no paró de hacerme preguntas en las cuales cuestionaba por mi estado.

— ¿Estás bien?, ¿Que te duele? —preguntaba angustiado—. ¿Que pasa, Leo?, dime algo.

— Tranquilo, amor —respondí, intentaba controlar con mi respiración las sensaciones que me pesaban—. Descuida, solo pasaré al sanitario, debe ser un cólico... Quizás mi periodo.

— ¿Tu periodo? —le noté el alivio en los ojos, me lo confirmó cuando soltó un suspiro—. Ahora entiendo... te confieso que, cuando te probé, sentí un sabor a sangre, pero fue poco. 

— ¡Lamiste mi regla! —comenté con ligeros aires de mención honorifica, luego dejé salir de nuevo mi risa.

— ¡Yo no sabía!, aunque, eso tambien me dice que no hay posibilidad de haber creado una vida nueva, ¿No crees?

— Eso espero...

Me levanté e ingresé al cuarto de baño con mi bolso en mano, efectivamente, fue mi periodo. Sentí calma por la suposición que mi novio compartió conmigo, sin embargo, el dolor que sentí desde nuestro más reciente encuentro, no desaparecía. Creí que podría irse en cuestión de días, no era lo suficientemente fuerte como para evitarme caminar, era capaz de hacerlo, no obstante, ahí permanecía haciéndome el andar difícil.

Regresé al living, le aclaré a Morgan que todo estaba en orden y volvimos a entablar una conversación amena. Durante nuestra charla, llegamos a tocar el tema del club, por lo cual aproveché para platicarle a mi novio de lo incomoda que me hizo sentir Sebastián. Morgan se enfadó más con su amigo, él alegaba que eso fue acoso sexual, ya que planeaba tocarme sin mi consentimiento y creo que tenía razón.

Él prometió que a la próxima, no se detendría y le daría una lección a golpes a Sebas, suelo detenerlo cuando planea alguna imprudencia, está vez hice una excepción, en serio quería que ese chico sufriera. Hablando de tan desagradable persona, más fue mi repudio hacia él cuando Morgan me confesó algo del colegio.

Sebastián dijo muchas cosas ofensivas y malsonantes hacia mi persona cuando yo era solo una puberta de secundaria, no pude creer que aún así yo le gustara. Ahí fue evidente que Sebas me hablaba con modestia porque buscaba solo una cosa de mí, aún sabiendo de lo mio con Morgan, supe que era un maldito falso.

— Si vas a golpearlo... Invítame, yo tambien quiero darle un mensaje —le pedí a mi novio con la ira acumulándose dentro de mi corazón.

— Será un placer —sonrió alegre ante mi comentario—. Ten cuidado con él, es doble cara, muchas veces me ahorré advertirte sobre Sebastián, como le querías mucho. 

— ¡Yo jamás le he querido!... Genial —bufé molesta—. Ahora me siento estúpida por defenderlo de ti y de Diego... Espera un momento, ¡Diego!

— ¿Que pasó con él?

— Promete que no dirás nada —solicité casi rogándole a Morgan porque guardara el secreto que estaba apunto de compartirle—. A Diego le gusta Sebastián.

— ¡No! —exclamó espantado, no por el secreto, por algo más de lo que yo tambien temí—. Sebastián va a destrozarlo si se entera, ¿Por qué se interesó en él?, ¿Por qué no en Martín?

— ¿Martín?, ¿Como por qué?

— Ahora tu guárdame un secreto —decretó mi novio, picándome el estomago con su dedo índice—. A Martín le gusta Diego.

— ¡¿Qué?! —me sorprendió demasiado, sabía de la orientación bisexual de Martín, sin embargo, nunca imaginé que Diego fuese la persona de su interés—. ¡Santo cielo!, ¡Que lio!, ¡De primera plana para el periódico de la universidad!

— Leo... Dijiste que a alguien de tus amigos le rompieron el corazón, según palabras de Merry, ¿Cierto? —cuestionó Morgan, yo respondí de inmediato asintiendo con mi cabeza y continuó—. ¿No supones que tal vez fue a Diego?, ¿Que tal si se le ocurrió confesarle a Sebastián de sus sentimientos?, Merry especificó "amigo" y lo que Diego siente hacia él, no es algo a lo que Sebastián está familiarizado.

— ¡Ay, no!, ¡Espero que se encuentre bien!... Si resultas tener la razón, habrá una excusa más para golpear a Sebas.

— Será literalmente un todos contra el doble cara de Sebastián —comentó Morgan de manera graciosa—. ¡Oh sí!, ¡No tienes idea de cuanto soñé con este día!, ¡Esta noche no hace más que mejorar!, ¿Verdad, Silver?

Levantó al gato con ambas manos y juntó su nariz con la de él, Silver respondió lamiéndolo.

— Ya sabes lo que dicen, amor —intervine riendo—. Tarde o temprano, todo cae por su propio peso y ahora todos le odiaran.

Los problemas amorosos de nuestros amigos pasaron a segundo plano, en el noticiero, reportaron algo que llamó mucho mi atención y la del chico a mi lado, además de interés, me provocó un temor inverosímil. Una mujer reportera relataba los hechos de lo que más adelante, sería un problema feroz, pues resulta que una banda delictiva había escapado de la cárcel y en el interior de la prisión, comenzaron a avivarse disturbios entre los presos. 

Me encuentro aquí a unos metros de lo que es la liberación de la banda delictiva, encabezada por Emiliano Silva, este delincuente el cual lo más que sabemos de él, es que tiene un vinculo de corrupción con los politicos que se han postulado para la gubernatura de nuestro estado —decía la reportera en el televisor, hablaba muy rápido y se le veía asustada—. La banda delictiva que lidera, misma que se hace llamar como "utopistas", recientemente han conseguido fugarse de las celdas, tras provocar varios disturbios ya en el interior del penal de "agua ardiente", dejando aproximadamente cien uniformados fallecidos y a su paso, les acompañan reos, hombres y mujeres que a ultimo minuto se unieron a este grupo de delincuentes. 

Tras la joven reportera se veía lo que ella narraba con aparente temor, el penal de "agua ardiente" estaba aislado, puesto que resguardaba presos a los delincuentes más espantosos e intimidantes, entre ellos el temido Emiliano Silva. A espaldas de la mujer que hablaba, podía notarse un bullicio en donde resaltaban gritos, insultos de pelea entre hombres, golpes y por supuesto, armas, todos provenientes del interior del penal. No sé como se les ocurrió enviar a esa reportera a exponerse ante semejante momento de terror, lo consideré de inmediato como una irresponsabilidad, claro estaba que mandaban a los más jóvenes para salvar a los experimentados, una brutal injusticia que me hervía la sangre. 

Nadie sabe a donde se dirigen o que buscan con tanto coraje, se les vio escapar con ira y armados —prosiguió con su voz temblorosa aquella reportera, incluso fui capaz de notar el sudor en su frente, en su mirada concentrada a la cámara habia terror—. Las autoridades correspondientes ya arremeten en contra de los presos que siguen causando perturbaciones en el lugar, sin embargo, los refuerzos se retrasan. 

¿Saben como se dio esta catástrofe? —cuestionó el conductor del noticiero, él se hallaba en el estudio muy cómodo—. ¿Con que intenciones se dieron a la fuga de esta manera tan violenta?, ¿Será que la policía tiene un tratado con Emiliano Silva y por ello no acudan al penal a  interponer orden?

¡No se sabe, Julio! —luego de un silencio de casi cinco segundos, la reportera respondió—. No se sabe con certeza tras de que plan se han dado la fuga, pero si aquí en "agua ardiente" han dejado un lio terrorífico, imagínate como será cuando lleguen a la ciudad, por que hacia allá se dirigen y respecto a tu pregunta de las autoridades, se especula que debido a los antecedentes de corrupción propios de este delincuente Emiliano Silva, que efectivamente, tiene una especie de tratado o acuerdo con los policías. 

Aquí confirman lo que dicen, la policía no protege a la ciudadanía —dijo el conductor del noticiero, la verdad, yo le odiaba por que él descansaba en su asiento relajado y la reportera corría riesgo a la intemperie—. Esperemos que esto se resuelva, porque no puede quedarse así, por el bienestar de nuestras familias, no sabemos que es lo que quieren estos delincuentes... Gracias por el reporte, Estrella. 

La televisión lo dijo todo, me dejaron estupefacta y llena de miedo, fue como si la reportera me hubiese compartido su emoción del instante. Al saber que a altas horas de la madrugada, el terror en la ciudad acechaba con dañarnos a todos, muchos dormían, quizás, las personas que trabajan se hayan enterado del problema al mismo tiempo que nosotros. 

Era la noticia de ultima hora y estaba sucediendo en ese preciso instante, no era una nota repetida, era lo más reciente en minutos y el tiempo transcurría, así como nuestras horas de aparente felicidad, eso creía. Tal vez fui muy evidente con mi miedo, de inmediato percibí una cálida mano en mi espalda, me obsequio una caricia reconfortante, misma que me recordó no estar sola. 

— Descuida, Leo —sentí a Morgan abrazarme, no pude hacer más que recibir su cariño e intentar protegerme en sus brazos—. No creo que pase a mayores, todo tiene solución y el gobierno no tiene porque ser tan lento en hallar un plan, sería el colmo. 

— Conozco su estado —respondí con mi rostro recargado en su hombro, no deseaba alejarme de él—. Conozco su clase, pertenezco a ellos, nací en lo más humilde, el esfuerzo de papá me dio una mejor vida y oportunidades cuando crecí... Supe lo que era verdadera felicidad, la vida nos presentó —dije lo ultimo dándole un beso corto a mi Morgan. 

— No temas, Leo —comentó él, mientras seguía proporcionándome calor y protección con su abrazo—. Siempre te angustias de más y al final todo se resuelve con sencillez.

— Amor, sé como son... —insistí refiriéndome a los delincuentes—. Todo mundo sabe que Emiliano Silva es una maldita escoria, además, son pobres, mi verdadero lugar es en el mismo que sus familias... ¡Conozco su pensamiento a la perfección!, son fuertes y no se detienen cuando una idea se les mete en la cabeza, son persistentes y sin importar su calidad de vida, saben luchar por sus objetivos.

— Leonora, las clases sociales son una maldita farsa, deja de centrarte tanto en eso —respondió Morgan, sentí en su tono que buscaba hacerme entrar en razón—. Bien, lo viviste, estuviste en su situación y ni siquiera por ello te das cuenta de la realidad.

— Morgan... —no me solté de sus brazos, a pesar de que aparentaba principiar a regañarme por mi pensamiento tercermundista.

— Nena, el ser humano es fascinante —comentó con más calma, bajó el tono de su voz—. Somos la única especie capaz de razonar, pero, ¿de que sirve?. Los animales actúan por instinto, lo sabemos... El hombre fue el creador de las injustas clases sociales, ellos clasificaron hasta los seres vivos, y estos ni siquiera saben su papel en la tierra, solo actúan... Las personas somos clasicistas por naturaleza y eso no debería de ser.

Morgan tiene una mente muy abierta, es muy culto y educado, tenía toda la razón, hablar con él es como si te aventaran una enciclopedia de tres tomos a la cara. Mi novio compartió su filosofía conmigo, mi momento favorito de cuando pasamos tiempo juntos, sin duda alguna es este, cuando abrimos nuestros repentinos e interesantes debates. 

Explicó que nacemos por igual, con o sin suerte, la suerte no existe y para él, es otra estupidez creada por la sociedad limitante. Dijo que todo es una mentira, no se puede confiar en nadie, me hizo razonar sobre las clases sociales que solo son un invento para amurallar a las personas, aquellas que no quieren ver crecer a otros. Mi novio no hacía más que escupir toda la sinceridad del mundo. 

— ¡Un tigre puede sentir que es un pingüino y vivirá feliz! —seguía hablando Morgan con emoción, al mismo tiempo que compartía su pensamiento conmigo—. ¡Pero no!, tiene que venir alguien a decir que eres y como deberías serlo, se entrometen en lo que nos les concierne. 

— Totalmente de acuerdo, amor —avalé sus palabras, mientras reía con serenidad ante sus expresiones.

— Ahora bien, los humanos nos destruimos entre nosotros, como los animales —prosiguió—. Y tienes razón, toda persona puede ser persistente y si esos delincuentes, planean corroer contra nosotros... No los culparé, soy consciente de lo que probablemente vivieron antes, yo no lo viví, pero tu si pasaste por las limitaciones de quienes están más arriba... Lograste llegar a esa cima, puedes comprenderlos y dejar de verlos inferiores.

— Sí, es verdad —respondí ligeramente apenada, me quedé sin palabras otra vez—. Pero, nadie sabe que puede ocurrir mañana, como sociedad somos una mierda, lo sé... Aun así, es imposible que no sintamos miedo, no todos piensan de ese modo justo, la gente de mente cerrada son quienes pueden correr peligro y quizás no se salven de las garras de los delincuentes.

— Leonora, la justicia no se hizo a sumisión... En los libros de historia, siempre relatan un conflicto, una horrible catástrofe y despues la felicidad, la repartición que otorga a cada quien lo que le corresponde, en todos lados es así.

— ¿Crees que los utopistas estén planeando algo así? 

— No lo sé, es probable —dijo Morgan con seguridad, cuando se siente inequívoco, suele llevarse los dedos entre el cabello—. Y si ocurre, espero que solo hagan pagar a quienes los dañaron y dejen intactos a inocentes... Disfruta mientras tanto, al menos, hasta que el asunto termine. 

No hallé una mejor manera de agradecerle por sus palabras de aliento y charla enriquecedora, que con un beso y una caricia en su mejilla. Una vez más, me sentí agradecida por el tipo de persona que el destino escogió para mi felicidad. Morgan, es para mí, el novio perfecto, más que amor, cariño, apoyo y compañía, es grato pasar tiempo juntos, no solo por el afecto, sino, por que siempre terminamos aprendiendo algo nuevo con nuestros debates. Me encanta verlo tan cultural y abierto, como cada vez, hice caso a sus ideas y me prometí mantenerme positiva.

Lo que se avecinaba, era el verdadero problema.

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