VI. Sufriendo por amar tanto, luchando contra el impulso
𝕄𝕠𝕣𝕘𝕒𝕟.
Inhala seis segundos.
Reten por dos.
Exhala por otros seis.
Inhala seis segundos.
Reten por dos.
Exhala por otros seis.
De nuevo.
Esa era una de las técnicas que me funcionaban para sentirme levitar y soportar las cosas abrumadoras circundantes en dichos momentos. Creo que soy experto en mandar al carajo los elementos que provocan felicidad a mi realidad, los sucesos de mi pasado no son nada. Precedentes idilios corresponden a las insignificancias abismales de mi razón, en comparación al inmenso amor que jamás sentí, gracias a la dulzura de aquella majestuosa mujer, de la cual, estaba deseoso por seguir conociendo hasta el fin de mis días.
Era mi amiga, la primera persona a quien consideré como mejor amiga, misma a la que le confié miles de raciocinios, planes, valores. Lo pesado de haberla hecho mi novia, es que me conoce cada comportamiento, cada pensamiento, mi personalidad, sin dejar atrás que sabe todos mis secretos desde que tenía quince años y ella trece.
Tener una mejor amiga es como ser dueño de una gallina, tarde o temprano ansiaras probarla.
No me agradó que me creyera erróneamente como alguien que se convertía dependiente de ella, yo no soy esclavo de nadie, mucho menos de un sentimiento, incluso del mismo amor de mi vida. Me molestó que pensara así de mí, por eso propuse terminar para olvidarme del encadenamiento causante del roce abrasante en mi piel. Cuando me enamoro, es difícil que esa persona me haga estable, sin embargo, Ada Leo es el huracán de categoría cinco en mi vida, haciéndome padecer grandes alteraciones de naturalidad.
Hace años, sentí que tarde o temprano, algo me separaría del aparente primer amor que tuve. Presentía que en algún momento terminaría con Victoria, no quería estar con ella, la quise, pero no la amé con locura como lo hago con Leonora. Con esa provocativa chica de cabello castaño, alisado en dichas circunstancias, cuerpo esculpido por los mismo dioses, hecha con indudable amor, de esplendida personalidad, nunca auguré que solo la vería bailar con lejanía.
Ya no podía sacarla de su momento centellante para agasajarla, solo se me permitía observar de lejos, era imposible creer que no podría volver a acariciar esa hermosa figura, sin embargo, ella jamás lograría deshacerse de mis rastros en su piel e interior. Nuestro ADN se fusionó, no de manera engendradora, solo significativa y fisiológicamente.
Aunque yo sugerí finalizar con esto, era difícil comprender la realidad del suceso. Bebí del coctel que ordené para intentar ahogar mis errores, como si eso fuese a solucionar algo. Percibía libertad, aunque sin ella, mi percepción ante todo lo que me rodeaba en esos instantes, se marchitó tomando un color gris.
Me acompañaban mis conocidos del aula, todos ellos me daban sus opiniones a pesar de no habérselas solicitado. Mi heroína Eloísa no estaba ahí para salvarme de ellos, se encontraba entre la multitud, bailando con la amiga de Leonora. La susodicha danzaba entretenida a unos cuantos centímetros de cercanía con Eloísa y Merry, manteniéndose al lado de Diego y Suzy, quienes le daban ánimos entre un alboroto enfiestado.
— No puedo creer que hayas terminado con ella —comentó Thiago, uno de mis fieles acompañantes—. ¡Y en San Valentín!, Leonora debe estar derrumbándose por dentro.
— Es obvio que no lo va a mostrar —agregó Adrián a la opinión de Thiago—. Por eso está ahí, moviéndose... acariciándose...
Noté la lujuria en cada una de sus expresiones, le lancé una mirada carcomida por la ira, de la cual ya no podía evidenciar ni una gota de su esencia, puesto que no tenía derecho a hacerlo. Ella y yo no éramos nada, todo tipo de relación se rompió, lo arruiné, pero sin importar que yo lo inicié, no quería perderla de verdad. Ganas me sobraban de ir corriendo hacia ella para pedirle perdón de rodillas, sin embargo, la dignidad ya me dolía mucho como para terminar de corroerla con una humillación de ese tipo.
— ¡Que pendejo eres, Morgan! —manifestó Adrián—. Si tu ya no la quieres, yo sí.
— ¡Fórmate, yo la vi primero! —añadió Thiago con firmeza.
— ¡Cierren la boca! —exclamé lleno de cólera, impactando la palma de mi mano sobre la superficie de la mesa, ocasionando que los vasos sobre esta se tambalearan.
— Idiota, terminaste con ella, lleva pocos minutos libre y si uno de nosotros se acerca insinuante, por el despecho no se negará a abrir las piernas —explicó Adrián haciéndose el sabiondo, como si la conociera, sentí escuchar a Sebastián quien la insultó en el pasado y aún así quería tirarsela—. Si todavía la celas, ¿por que le diste fin a su relación?
— No la celo, la amo —dije con profundidad, no se que me hizo creer que lo entenderían, solo recibí burlas.
— ¡Aguanta, maricon!, si la Leo está más abierta que... —no dejé a Thiago terminar con sus acusaciones hacia Leonora, me levanté sosteniéndolo amenazante de la camisa.
— Deja de juzgar a mi novia.
— Morgan, ella ya no es tu novia —respondió él con su expresión burlona frente a mis ojos—. No se porque lo tomas tan a pecho... Adrián tiene razón, ¿por que si dices amarla, terminaste?
Analizando la única conclusión sensata que sus diminutas mentes crearon, me di cuenta de que actué por impulso, otra vez. Me lamentaba haberla perdido así como así, no hice nada por detenerla, se me escapó de las manos y todo por una completa imprudencia de mi parte. Llevaba una hora contemplándola divertirse, despues de lo que ocurrió, no la vi por otra hora entera, hasta que apareció en la pista ubicada frente a la mesa, en la cual yo y mis amigos reposábamos.
Tampoco quería irme, deseaba arreglar las cosas entre nosotros, buscaba encender la ultima chispa de la electricidad relacionada entre ambos, no podía abandonarla. Intenté armarme de valor para volver a acercarme, bebí con moderación para evitar embriagarme, de lo contrario empeoraría el asunto.
— ¿Y tu, Martin? —cuestioné al chico que se mantenía silencioso entre nosotros—. ¿Que quieres echarme en cara por cometer semejante estupidez?
— ¿Ah? —él estaba distraído, cuando intenté observar la razón de su entretenimiento, me percaté de que curioseaba el espectáculo que Leonora daba al bailar despreocupada.
— ¡¿La estás viendo?! —volví a gritar, de repente creí que el alcohol comenzaba a hacer su efecto en mis neuronas, bochorno que evitaba a toda costa.
— ¡A ver, te sigue gustando!, ¡Sigues impregnado a esa preciosura de mujer! —refirió Martín—. ¡¿Por que no vas y hablas con ella?!, ¿Que tan difícil es aceptar que la cagaste?
— ¡Eloísa! —llamé a mi amiga en un alarido más—. ¡Eloísa!
— ¡Ya cállate, pendejo! —advirtió Adrián—. Leonora va a darse cuenta de como estás.
Me calmé un poco, decidí olvidar el coctel, me abstuve de beber una gota más de alcohol para evitar hacer el ridículo. Si quería mantener mi dignidad, eludiendo el impulso de rogarle de rodillas a Leonora, lo mejor era olvidar las bebidas y así no resultaban contraproducentes mis planes.
Guardé silencio por unos segundos, pensando en una manera de acercarme a ella. En ese preciso instante, sonó una canción que provocó un bullicio envuelto en gritos emocionados de mujeres. "Soy soltera y hago lo que quiero" entonaban la única frase de la canción, llenas de energía, todas las chicas del lugar sincronizaban su canto al unísono. Roté mi cabeza, dirigiendo la vista hacia Leonora, notándola realmente contenta y vigorizada, mientras daba saltos junto a Diego y Merry.
Eso no será por mucho, hermosa. Pensé para ella, como si contara con la habilidad de postrar mis pensamientos en su mente.
Devastadora sensación irrumpió la poca estabilidad emocional que aún mantenía, según yo. Ella ama recibir las miradas de todos, es una estrella que llama la atención con su destello, ahora no era dichoso de presumir que esa interesante chica era mi novia. Contemplé con cuidado la manera en que Leonora hacía notar sus atributos, mediante sus dotes de baile, el cual lucía provocativo.
Paseaba sus finas manos por aquella melena planchada, descendía a su cuello, su busto, abdomen, deteniéndose en sus caderas, mismas que oscilaba de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo con habilidad y voluptuosidad. Entre sus movimientos, no podía dejar de notar el magnifico arco de su espalda, mi ruina total de cada noche.
En un instante de mi distracción postrada sobre el cuerpo lejano de Leonora, apareció Eloísa quien corría presurosa hacia nuestra mesa, con un entusiasmo visible en su rostro.
— ¡Cuarteto de lerdos!, adivinen que me pasó —ella nos alentó a descubrir el asunto que provocaba una gigantesca sonrisa en su rostro—. ¡Vamos, pongan ese diminuto cerebro a trabajar!, veamos que tan resistentes son sus memorias despues de todas esas bebidas.
— ¡Que pereza, Eloísa! —quejumbroso respondió Thiago—. La ardilla de mi mente se quedó descansando en casa, suficiente tuve con la clase de Calculo de hoy.
— A ver, ¿Que sucedió? —cuestionó Adrián—. ¿Encontraste una billetera?
— ¡No!, ¡Mejor aún! —ella continuaba vigorizada, con sus antebrazos sobre la mesa apegando su torso a esta misma—. ¿De verdad no tienen ni idea?
Yo permanecía en silencio, verla feliz me hacía sentir bien, pero en mi interior ninguna otra emoción tenía dominio, solo el arrepentimiento.
— San Valentin, estás sonriendo, hay brillo en tus ojos —dijo Martín a Eloísa mientras enumeraba con sus dedos—. Creo saber la razón... Merry, la chica de estilismo, ¿cierto?
— ¡Sí! —respondió ella en un grito repleto de felicidad—. ¡Ya es mi novia!
Ellos comenzaron a congratularla y aprobaban su recién nacida relación, solo pude pensar "lo que le espera". No respondí a la noticia, enredaba mis pensamientos sobre Leonora y no podía sacarla de mi cabeza, mucho menos si se hallaba a unos cuatro metros de cercanía, sacándome de mis casillas con su manera de bailar. Eloísa se dio cuenta de mi nula contestación, chasqueó los dedos posicionándolos frente a mi rostro, su acción me hizo reaccionar con lentitud, encontrando así mi vista con la suya.
— Ahora, ¿a ti que te pasa? —preguntó mi amiga, me sentí aguafiestas al notar que su sonrisa se desvaneció, quizás al verme desanimado—. No me digas que volviste a discutir con Leonora.
— Peor aún, Eloy —intervino Adrián en tono de burla—. El muy imbécil terminó con ella y ahora se lamenta haberlo hecho, al mismo tiempo que se la come con la mirada por la manera en que está bailando, tambien la sigue llamando "su novia" cuando ya no es así.
— ¿Es en serio, Morgan? —ella me observó enfadada—. Debes estar bromeando.
Sabía lo que me esperaba, preferí no desasir ni una sola palabra. Solo me dediqué a esperar cabizbajo, el inicio de sus sermones.
— ¡¿Por que hiciste eso?!, ¿Sebastián si estaba con ella?, ¡Te dije que no fueras, sabes que Leonora es la mujer más fiel con quien has salido! —escuché los regaños de mi amiga—. Te dije muchas veces que pares de ser tan infantil, ni creas que me tragare el cuento de que terminaron definitivamente, ¡Ya basta con sus berrinches!
— Dice que la ama, es lo que yo me pregunto —agregó Thiago—. ¿Por que si siente eso por ella, terminaron?
— No terminaron, solo están haciendo sus rabietas de niños, en diez o veinte minutos se reconcilian —comentó Eloísa con seguridad, en serio deseé que tuviera razón, puesto que intuía a Leonora rechazando mis disculpas—. Aunque, tal vez Leonora ya no se ande con niñadas y esta vez no quiera escucharte.
— Eso es lo que temo.
— Debiste pensarlo dos veces antes de terminarla —dijo mi amiga, mientras se llevaba un cigarro a la boca—. Y yo que venía contenta a pedirte consejos, duraron demasiado tiempo juntos, tres años desde el colegio no se dicen fácil, me parece una idiotez que su relación se acabe por una discusión ridícula.
— No sabes lo que ocurrió —respondí afligido sin brillo en mis expresiones—. Me porté como un completo imbécil.
Les conté a detalle la manera en que traté a Leonora, el modo en que se la arrebaté a Sebastián de sus sospechosos planes y como ella se defendió de mi fuerza con un golpe. Horas atrás, cuando me acerqué a mi grupo de amigos, vi a Sebastián con ellos, conversamos por unos minutos hasta que este chico comentó que debía irse para hacer algo urgente. En conjunto cuestionamos que era tan importante como para abandonar a su grupo, él no quiso confesar la razón, solo se fue con prisa y desconocimos hacia donde se dirigía.
Luego de una charla enriquecedora y divertida, noté que las amigas de Leo se acercaron a la pista de baile junto con Diego, me pareció extraño no haber visto a mi novia seguirlos ya que a ella le fascina bailar, es la razón por la acude a las fiestas. Preferí no angustiarme, deduje que podría encontrarse en el baño y despues los alcanzaría, pero toda calma se derribó cuando Martín volvía de la barra y me dijo.
— Te están comiendo el mandado, amigo, Sebastián está hostigando a Leonora y ella no se ve muy cómoda.
Los abandoné para ir en busca de mi novia, la sangre me hervía ya que en una diminuta distracción, el tipo doble cara decidió ponerse en marcha sobre Leonora, llevándome a intervenir entre los dos con el impulso venciéndome.
Eloísa continuó con sus consejos y reclamos, del "habla con ella", "acepta tu error", "dile que lo sientes" no la saqué. Sabía a la perfección lo que debía hacer, sin embargo, me inquietaba la idea de que probablemente, alcancé destruir la paciencia que la caracteriza. En la universidad, ella arregló el embrollo con su preciosa compresión y amor. Ahora, nada me aseguraba que fuese a ocurrir lo mismo, mis esperanzas se alimentaban derivando que me perdonaría, al igual se destripaban con pensamientos contrarios.
Adrián, al verme angustiado por mi relación, expresó que esa era la razón por la cual no deseaba una novia, prefería ahorrarse las perezosas discusiones. Volví a dar un trago a mi bebida, razoné mientras escuchaba la charla de mis amigos, hasta que algo pasó.
— Morgan, mira hacia allá —me dijo Eloísa, señalando con lo castaño de sus ojos la dirección a la cual me ordenaba ver—. Pero, hazlo sin sobresaltos.
— ¡No puede ser cierto! —expresó con sorpresa Thiago, él y mis demás acompañantes ya observaban con atención y sus bocas abiertas hacia donde Eloísa indicó.
La intriga entró en mi, al notarlos impresionados. Imité su acción, rotando mi cuerpo hacia la derecha con calma sobre mi asiento, siendo capaz de contemplar ese suceso encantador.
Leonora ya se encontraba de pie sobre una plataforma decorada con luces de colores, en medio de la oscuridad, con el brillo de los reflectores sobre si. Ella bailaba al ritmo de una melodía energética. Parecía aprovechar el ritmo, seguía vacilando sus caderas haciéndolas bajar con lentitud, ahora con muchísima más agilidad y elasticidad.
Arqueaba sus lumbares de adentro hacia afuera, extendía el torso, mientras recostaba su columna en el aire y no paraba de hacer movimientos provocadores con su cresta iliaca. Asimilaba con su expresión corporal sentirse extasiada al danzar, mientras se palpaba el cuerpo, enderezó la espalda y ahora continuó con el movimiento de su abdomen, de adelante hacia atras, flexiblemente.
Esos pasos eran característicos de la danza del vientre, producto de las pasadas vacaciones en donde tomó un curso de danza oriental y vaya que consiguió avanzar.
Nunca la había visto implementar su destreza en el baile oriental, tampoco me animé a pedirle hacerlo cuando estuviésemos a solas. Siendo el caso en que transcurrían las horas desde nuestra supuesta desunión, la desilusión se escapó de mi interior para darle paso a la firmeza. Decidí llenándome de valentía a arreglar nuestro problema.
Al rededor de ella, al pie de la plataforma, muchas personas la alentaban a seguir bailando, creando un bullicio aclamado. Como dije, ama ser el centro de atención y lo obtiene sin barreras, todos los presentes en el nightclub la contemplaban sin siquiera parpadear, una que otra chica se le unió, pero ninguna la superó. Leonora sabe ser el núcleo de una escena, se da a destacar única y originalmente, con naturaleza.
Entre todas esas miradas concentradas en su cuerpo, se encontraba una que me hizo tomar seguridad sobre recuperar a mi novia. Noté a Sebastián en una orilla del lugar sin apartar esa nociva mirada de la piel de Leonora.
— Te lo repito, Morgan —indicó Eloísa, arrancándome la concentración e incandescencia que Leonora me provocó con solo verla—. Aun tienes oportunidad de redimir su noviazgo.
Permanecí en silencio analizando detenidamente las palabras de mi amiga, tenia razón, no debía perder tiempo. Cuando la canción terminó, continuó otra en donde Leo calmó los ojos postrados sobre ella, olvidó sus pasos insinuantes y regresó a tomar aquel baile despreocupado con el que se divertía antes de subir.
Me levanté de mi asiento despues de tomar un sorbo más de mi bebida, emprendiendo el plan de hablar con ella, pedirle la más sincera de mis disculpas y decirle cuanto la amo. Así lo hice, caminé entre todas las personas que se encontraban en medio de la pista, me abrí paso dócilmente hasta aproximarme a la posición de Leonora.
No hice nada más que observarla desde abajo, encontrando mi vista con sus piernas descubiertas y su falda dorada. Leo no me vio, aproveché su distracción para sostenerla de sus extremidades inferiores con suavidad, poco a poco la sostuve entre mis brazos haciéndola descender de su ubicación.
— ¡Bájame!, ¡Suéltame! —ella no tardó en resistirse con indignación a mis acciones—. ¡Déjame en paz!
No la culpo por esa manera de responderme, la verdad es que al bajarla traté de ser delicado, en mi tacto no implementé intenciones dañinas, de hecho, me atrevería a comparar el momento como si bajara a una niña de un juego. Sus gritos y pataleos provocaron que Diego y Merry llegaran de inmediato con la furia notándoseles en el rostro.
— ¡Aléjate de ella, no vuelvas a lastimarla! —ordenó Diego apartándola de mis manos, la posicionó detrás suyo e inició a enfrentarme con coraje—. No te permitiré que le hagas daño, con ella no te atrevas a alzar la mano, ni a ninguna otra chica.
— Solo quiero hablar —respondí con insistencia, haciendo lo posible por evidenciar mis intenciones honestas—. Quiero arreglar las cosas y no lo conseguiré si no me permites entablar conversación con ella, creo que no tienes derecho a obligarla a callar.
— ¡No me digas que hacer! —agregó Diego, se veía realmente molesto.
— Leonora ya no es nada para ti —intervino Merry—. Bórrala de tu mente y ¡ah!, mírala bien por ultima vez porque a partir de hoy, ella desaparece de tu camino.
Era lo que menos quería, su circulo social a veces se entrometía de más y no le permitían decir una sola palabra, lucían más sobreprotectores que Luis y Escarlata, negándole su libertad de expresión. En la mirada cabizbaja de Leonora, noté tristeza y opacidad, me dolía verla en tal estado. Mi propósito nunca fue estropear lo nuestro, solo quería protegerla de alguien más, en mi pasado ya perdí a alguien, no quería que con Leonora ocurriera lo mismo, sin embargo, la situación se me escapó de las manos.
— ¿Al menos la dejaran expresarse? —pregunté para los dos amigos molestos—. La opinión que me interesa y necesito es la de ella, Leonora es con quien deseo volver, no con ustedes dos.
Diego y Merry se quedaron pasmados, intercambiaron miradas y en un descuido, Leonora se abrió paso entre los dos para acercarse a mí. Quedé desconcertado al encontrarme con sus ojos recobrantes del brillo, traspasó los míos con ilusión y una sonrisa enternecida escapándose de sus labios rojos.
— ¿En serio quieres volver? —cuestionó con una esperanza manifestada en su tono de voz encantador.
— ¿Olvidas que tenemos una promesa?, Leonora, eres lo único que me trae verdadera felicidad —quizás nos veíamos como una pareja que discuten y despues regresan a los brazos del otro como si nada hubiese ocurrido—. Ya he perdido demasiado, no me perdonaría si te dejo ir, así, tan fácilmente... Me arrepiento de lo que hice, sé que no tiene perdón, no es algo que yo haría y en el momento me dejé dominar por la ira. Tambien sé que soy un idiota.
— Leo, no lo escuches —comentó Diego—. Es lo mismo que todos dicen.
— ¡Cállate, Diego!, consíguete una relación, en lugar de que te entrometas en la mía —respondió ella irritada—. Son mis amigos, creí que querían verme feliz.
Ellos mejor guardaron silencio, posibilitando a Leonora de hablar conmigo.
— Yo sé que lo de hoy, fue algo tonto —prosiguió, regresando a encontrar nuestras miradas—. Me dolió que me lastimaras, pero confío en que fue la primera y ultima vez que me tocas así, Tu no eres malo, Morgan, mucho menos un hombre que se desquita.
— Perdoname por ser quien soy —respondí—. Siento que no doy lo suficiente para ti, eres como una diosa y yo un simple mortal que solo comete errores contigo, no te merezco.
— No es de merecer, amor —la verdad, volver a escuchar ese apodo salir de sus palabras, me devolvió la vida. Leo se acercó colocando sus manos en mis mejillas—. Para alguien, nadie es menos, nadie es más. Ambos somos personas insignificantes que juntos se suplementan y son capaces de hacer ¡todo!, creo que somos imparables si vamos de la mano, funcionamos como engranajes.
— Así jamás dejaré de amarte.
Bien, acepto que soné muy ostentoso, pero es como mi Leonora me hace ser. El momento ameritaba un beso, así fue, la envolví en un abrazo y nos dimos un beso pausado en donde procuré libar el extracto de su miel que recubría la sedosa tela de su boca. Permanecimos adheridos por unos segundos, hasta que Leonora alejó su rostro con ligereza, sentí sus finos dedos sobre mis hombros, aprecié su boca entreabierta y esos pardos ojos desorientados elevarse, haciendo un recorrido desde mi cuello.
Luce tan adorable y seductora cuando observa desde abajo, como si fuese la mirada de un cachorro, aunque no literalmente, ya que en su rostro veía la pasión desencadenarse en lo más recóndito de su organismo. Con las sombras decorándole los parpados, más engrandecidos y encantadores percibí el lucero de sus retinas. Ella hizo lo que tanto acostumbra, recobrando sus cinco sentidos, acarició mi cuello con sus dedos y preguntó confundida.
— ¿Cuánto has bebido?, me pasaste todo el sabor a alcohol.
No pude detener la risa, sonreí para ella. Siendo honesto, no recordé eso, solo quise besarla para apaciguar la dificultad, olvidando que quizás le daría aroma a alcohol. Descuidándome por escasos segundos, me di cuenta de que sus amigos ya se encontraban bailando en otro sitio cerca de nosotros, Suzy había vuelto y se divertían en conjunto.
La nueva novia de mi amiga Eloísa, Merry, parecía ser la más feliz, deduje que nos dejaron estar en nuestro momento reconciliador, apartándose y otorgándonos espacio. Permanecí con Leonora entre mis brazos, ella tampoco mostraba deseos de alejarse.
— ¿Quieres bailar? —le pregunté, debido a que me sentí un estorbo para su diversión, luego de haberla agobiado, supe que fue así ya que sentía la tensión de su espalda desvanecerse.
— Se me ocurre algo mejor... Aún no termina San Valentín, todavía podemos hacer este día algo inolvidable, vayámonos de aquí.
No dudé dos veces la propuesta de Leonora, por la forma en que acarició mis hombros y me lanzó su mirada provocativa, comprendí lo que estaba por venirse. Nos preparamos para marcharnos, ella avisó a sus amigos, yo me dirigí a la mesa que Leo me indicó para recoger su bolso, cuando volvió me retiró el pequeño objeto negro de las manos y confirmé lo que intuí.
— Eres tan gentil, mi amor —murmuró cautivadora, rozando sus labios contra los míos sin siquiera dar un beso completo, incitándome a algo que debía aguardar por tenerla en un lugar escondido.
Aparentó burlarse de lo que me provocó, sostuvo mi mano y lideró el camino, a través del pasillo llegamos a la mesa donde se encontraba mi grupo, al parecer, Leonora planeaba pasarse de largo o tal vez no los vio. Mis amigos comenzaron a llamarme, se reían, notando el parabién en el tono de los cuatro. Sebastián había vuelto a la mesa y cuando transitamos cerca, se hizo el distraído.
— ¿A donde lo llevas, Leonora? —cuestionó Adrián desde su lugar—. ¿Tan rápido hubo reconciliación?
— ¡La habrá pronto!, si es lo que te interesa saber —respondió Leo con fastidio—. Cosa que tu nunca podrás tener, ¡oh, lo siento mucho!, ¿lastimé tu miseria?
— ¡Oye, yo no te dije nada malo!
Los demás reían sorprendidos por las palabras de Leonora y la respuesta enfadada de Adrián.
— Que eres virgen, dice —expresó Thiago para Adrián, en medio de las burlas.
— A donde sea que vayan, no olviden los globos para seguir con su fiesta —comentó Eloísa—. Fuera de bromas, me alegra que tan rápido hayan solucionado sus diferencias, no dejen que nada más averíe su relación.
Indirecta bien directa para el pendejo de Sebastián.
— Gracias Eloy —respondí con una sonrisa—. Y disculpa por echar a perder tu momento feliz, felicidades por lo tuyo con Merry.
— ¡No tienes idea de en lo que te metiste! —bromeó Leo dramática, hizo una expresión graciosa de preocupación para luego soltar una sonrisa—. Te daré un consejo, procura leer sus libros de twilight, si es que quieres enamorarla más, copia algún dialogo.
— ¡No había pensado en eso! —Eloísa se sorprendió—. ¡Gracias, gracias!, Leo eres increíble y te prometo que cuidaré de Merry, así como tu cuidas de mi mejor amigo.
Mientras ellas conversaban, a mi me alimentaba el ego ver como Sebastián se portaba nervioso, una vez más, se le demostró quien manda en el corazón de Leonora. Esperé que tomara eso como una validación de las miles de veces que le advertí no acercarse, sin embargo, aún quería golpearlo, no me sentiría satisfecho si no lo hacía.
Por prudencia y para no rebajarme a su nivel, prometí no ejecutar mis deseos de darle su merecido, solo me propuse que si para la próxima se le ocurría entrometerse, lo lamentaría.
Me despedí de mis amigos y dejé que mi novia me guiara hasta la salida. Al exterior, comenzaba a llegar la dulce brisa, caminamos por la extensa acera mientras sobre esta superficie sonaba el tacón de los zapatos de Leonora. Igualamos nuestro avance.
Con ella a mi lado, saber que de la mano me sostenía una chica repleta de belleza natural, glamour y poderosa a simple vista, me sentía orgulloso. Muchos de nuestros amigos han dicho que juntos damos de que hablar, físicamente, en términos más aduladores, han mencionado que somos como "la pareja de moda", lo cual suena gracioso.
— ¡Perdoname por haberte golpeado, amor! —suplicaba Leonora con ternura, durante nuestro camino—. Es que me asusté mucho, creo que fue en defensa personal, ¡discúlpame!.
— Me lo merecía, Leo, además con eso me quedo más tranquilo.
— ¿Ah, sí?, ¿Por qué?
— Porque sé que ante cualquier tipo, serás capaz de defenderte —dije con serenidad, ambos guardamos silencio durante nuestro camino, sin soltarnos de la mano—. Además, no me dolió.
— ¿Quieres intentarlo de nuevo? —ella bromeó, alzó la mano como si se alistará para darme un golpe más.
— Claro —respondí apático, desde luego estaba jugando.
Le acerqué mi mejilla retándola, Leonora comenzó a reír y en vez de su mano, sentí sus labios. Evidentemente toda diferencia se espumó y eso me hacía más feliz que el hecho de llevarla de la mano, tanto a ella como a mi, nos gusta la paz. Ella me platicaba como fue la propuesta de Eloísa con Merry, presenció el momento, dijo que mi amiga solo le dio un collar con una supuesta "leyenda vampírica", le pidió ser su novia y Merry aceptó.
Nos trasladábamos por todo el camino repleto de centros nocturnos, no éramos los únicos caminando por ahí con nuestras manos entrelazadas. Muchos autos pasaban por la calle. Leonora ama conversar, yo tambien, así que al estar juntos, es complicado que algo nos haga callar.
Adrián me ha dicho que mi novia y yo, hablamos y hablamos y hablamos.
Es obvio que fuimos, somos y seguiremos siendo amigos en el alma, adjuntando el amor que sentimos.
Llegamos finalmente a la esquina cercana al nightclub, la oscuridad del cielo cubría la ciudad, emanando aquella vibra trasnochadora con toque juvenil, sucesos que permanecerían en memoria de ambos para siempre y los contaríamos a nuestros descendientes hasta envejecer. Las luces de la calle eran el destello alumbrador que brindaba seguridad, en otra esquina se hallaba un puesto de cenas, Leonora y yo nos detuvimos al encontrarnos con los taxistas agrupados que esperaban por clientela.
— ¿A donde desea ir, señorita Castañeda? —cuestioné en broma para mi novia.
— A las estrellas —contestó ella confiada, con su voz encantadora.
— ¿Las estrellas? —recordé su referencia, una película de romance clásico en donde un barco se hunde y el novio de la protagonista moría ahogado—. ¿En serio, Leonora?
Ella explotó en carcajadas, recargaba su cabeza en mi brazo y se retorcía de la risa. Me contagió su alegría y reí con ella, éramos los únicos raros que se desternillaban, en medio de la acera y con quienes nos rodeaban observándonos confundidos.
— ¿No sabes donde es, cierto? —me preguntó persistente, mostrándome su impecable dentadura expandiéndose por su hermoso rostro.
— No —dije sin borrar mi sonrisa y asintiendo ligeramente con la cabeza, eso pareció causarle más gracia a mi novia.
— ¡Entonces nos vamos a divertir mucho!
𝕃𝕖𝕠𝕟𝕠𝕣𝕒.
No fue como lo planeé, pero, lo importante es que después de discutir y discutir, por fin conseguiríamos una reconciliación que pintaba ser bastante prometedora. A las primeras horas del día, cuando Morgan fue a mi salón de clases en la universidad para ofrecerme disculpas, supe que no servía de nada comportarme a la ofensiva. Así que, suavicé el problema intentando comprender las razones de mi novio, siempre y cuando las tuviera.
Lo de la fiesta me dolió, sin embargo, tal parece que no somos capaces de durar más de tres horas en pelea. Volvemos el uno con el otro, él me busca o yo lo hago, de manera sana.
¿Que importaban los errores?, solo se cometen para mejorar. Lo hecho, hecho está y no hay manera de remediar nuestro pasado de hace una hora, todo lo que permanece en tiempo posterior, se convierte en historia y no vuelve a repetirse. ¡Era nuestra noche!, ¡Nuestra noche de San Valentín!
Durante el trayecto en taxi, volví a prometerme como cada noche junto al hombre de mi vida, ha disfrutarlo como si al siguiente día no fuese a despertar. Aunque mi plan se arruinó, de todos modos, sería capaz de implementar una sola gota de mi organización, en donde le diría a Morgan: "soy toda tuya", autorizándole obrar a su gusto con mi cuerpo. Entregarme al cien porciento.
Había planeado que para no tener distracciones, el sábado próximo nos diéramos una escapada a un motel de lujo, ese era uno de los regalos de mi parte para Morgan. Compré una lencería preciosa, de mi color favorito, rojo. Anhelaba sorprenderlo y dejarlo boqui abierto, pero no esperé que todo se adelantara.
Claramente, no habría lencería, no sería hasta el día sábado, sino, esa misma noche y a improvisación, siendo la reconciliación que merecíamos para sellar nuestro cariño mutuo y terminar de pedirnos disculpas, por la manera en que actuamos. Era el momento adecuado para desconectarnos del mundo y perdernos en el precipicio esplendoroso de la pasión.
Motel "Las Estrellas", es el lugar al que mi novio y yo arribamos juntos. No jugaba al decirle mis deseos de ir a las estrellas.
De milagro hayamos habitación, temí porque no fuesen a haber disponibles, por fortuna, la casualidad se encontraba de nuestro lado. El lugar era de los mejores, de lujo, magnifico y encantador por dentro, la alcoba ni se diga, era muy espaciosa con una cama enorme decorada en pétalos de rosas rojas y entre otras cosas más, con las cuales era imposible aburrirse.
— ¿Todo esto para nosotros dos? —cuestioné boquiabierta mientras me paseaba por toda la habitación, observando cada detalle.
— Y sin hermanas que lleguen a interrumpir —respondió Morgan, él me seguía a todos lados por donde yo pasaba, se le veía paciente—. Por cierto, ¿no será extraño para tus padres notar que no llegas a casa?
— Me quedaré a dormir contigo, amor —dije con tranquilidad, él no sabía esto—. Inventé una mentirilla, mis padres creen que Krystal nos recogerá en la fiesta e iremos a dormir en tu casa, tambien mentí diciendo que tus papás estarían con nosotros.
— ¿Así que ya tenías esto planificado? —Morgan esbozó una sonrisa cautivadora—. Que astuta.
— Lo sé —me expresé vanidosa, lanzado mi cabello hacia atrás—. Solo no esperé que fuésemos a pelear de nuevo, pero eso ya no importa, lo relevante es... que esta noche es nuestra.
Continué deambulando por la habitación, veneraba con mi vista todos los sitios del dormitorio, ni un solo detalle se me escapó. Mis tacones hacían ruido por toda la superficie, ahí estaba yo, de un lado a otro observando con emoción una simple habitación de motel, como si fuese una pequeña en un parque de diversiones. Era Disneylandia para los degenerados.
Mientras yo jugaba con cualquier cosa que se topara en mi camino, Morgan iba tras de mi con paciencia, esperaba a que terminara de averiguar el funcionamiento de todos los componentes. Además de la cama, había un sofá grande y cómodo de cuatro piezas, con una mesa al centro y sobre de ella, un menú de bebidas y objetos para el acto.
Otro pasadizo, nos llevó hasta un jacuzzi circular, con velas en sus bordes y al rededor, en el suelo. Dentro lucía pétalos como en la cama, incluso nos dejaron sales de baño.
Cerca de la cama había una silla tántrica, de esas leí una vez en internet y al echarle un vistazo, recordé las abundantes posiciones que se podían tomar en él. Sin importar los toques vulgares, la decoración moderna y elegante, el pulcro mármol envoltorio de los bordes de las paredes y demás superficies, daba una esencia acogedora. Las luces blancuzcas irradiaban una claridad hermosa.
Dejé mi bolso sobre el sofá, extraje mi cosmetiquera y el teléfono. Si iba a pasar varias horas en tal lugar, prefería sentirme cómoda, olvidándome de todo al exterior, así que, antes de cualquier movimiento en que Morgan me atrapara, preferí entrar al sanitario para darme un respiro. Sabía lo que me esperaba, Morgan se encontraba actuando con mucha calma, bien sabía que esa paz la desecharía en cualquier instante. El reloj de pared, señalaba las once con ocho minutos de la noche.
— Morgan, amor —lo llamé desde mi posición, estaba de pie frente a la puerta del sanitario, antes de girar la perilla para ingresar—. Cuando estés listo, dímelo, voy a refrescarme un poco.
En mi tono de voz, además de la benevolencia, liberé mi toque coqueto e insinuante. Mi novio se detuvo a descansar sobre el sofá, ojeaba el menú, su concentración me transmitía una pizca de misterio e intriga por conocer lo que leía y cual de todos esos componentes, le agradaban para emplearlos. Él no sabía con certeza mis intenciones sumisas para el momento, lo noté en su tranquilidad.
— Para ti, Leo... Estoy listo a cualquier hora del día —respondió sugestivo, la severidad en sus ojos me transfirió un escalofrío, como un tomacorriente que se internaba en mi, con una simple mirada—. Puedes tomarte todo el tiempo que necesites, no hay prisa, pasaremos toda la noche juntos... Anda, entra a refrescarte, la ultima vez que pasaste el sanitario, saliste sin nada y el resto es historia.
— ¿Eso piensas?, ¿Crees que entraré para desnudarme? —cuestioné juguetona, lo observé sobre mi hombro, irradiando mi feminidad—. Tienes una imaginación increíble.
— ¿Quién supones que desató eso?
— Tengo la respuesta, pero no te daré el gusto de escucharla.
— ¿Vas a entrar al sanitario o no? —preguntó él, dejó caer el menú de regreso a la mesa y se cruzó de brazos, mientras me observaba—. No me cansaré de recordarte lo preciosa que te ves así, luces como de mi edad... Hazlo antes de que me levante a quitarte esa falda.
— ¿Es lo que quieres? —sus palabras me hicieron sentir poderosa, los halagos que me regala continuamente me dan fortaleza, a la vez, él sabe que son mi debilidad—. No demoraré, podrás cumplir tus promesas en unos segundos.
Ingresé al sanitario, hice mis necesidades, asegurándome de que estuviese lo suficientemente limpia en mi intimidad. La verdad, es que nunca había cuidado esos detalles de mi cuerpo, hasta que Morgan me pidió por primera vez en nuestra relación, algo más que besos y abrazos. Me llamarían rara, pero aseé con un poco de agua mi zona. Lavé mis manos y dí un pequeño retoque de mi maquillaje, luego de reponer los cosméticos sobre mi rostro, revisé mi teléfono.
¡Tenía treinta mensajes!, abrí mis ojos espantada, de inmediato les dí un vistazo. Habían dos de mi hermana Esme donde decía: Iba a pedirte que si te portabas mal, me invitaras, pero quizá sea entre tu y Morgan. ¡Disfrútalo!, papá y mamá están muy tranquilos, no te preocupes por nada.
Los demás eran veintiocho mensajes de Merry, notificaba: Leo, Leo, Leo. Tenemos un treinta y tres doce, treinta y tres doce, amigo desconsolado, corazón roto, amigas cercanas procedemos a la operación apoyo, tu diviértete con Morgan. Te mantendré al pendiente.
¿Amigo desconsolado?, ¿Corazón roto?, esas oraciones no sonaban para nada bien, me preocupé de solo pensar que esto involucraba a Dieguito. Llamé a Merry, no respondió, recibí su contestadora en vez de escucharle a ella.
— Merry, ¿Que ocurrió?, ¿Está todo bien? —cuestioné angustiada, luego de percibir el tono y dejar mi mensaje, esperando que lo escuchase para despues—. No me asustes, estaré con Morgan, si necesitan algo...
Me detuve a pensar, era mi momento, prometí que nada sería distracción, así que dudé sobre si decir lo que estaba apunto de escaparse de mi boca. ¿Lo comprendería si decía que no?, tampoco deseaba sonar egoísta, mis amigos me preocupan y cuando me necesitan, busco la manera de ayudarles.
— Si me necesitan, pueden llamarme —complementé el mensaje de voz y colgué.
Me arrepentí de haberlo dicho. La crisis acechaba con carcomerme, aunque, yo era más fuerte que una emoción. Me dí un respiro, intenté calmarme y salí del sanitario, posterior a rociar gotas de fragancia en mi piel. Encontré a Morgan recargado en la pared del pasadizo, el cual llevaba a la parte del jacuzzi, él estaba ahí, tan sereno, con la mirada perdida y postrada en las velas que cercaban la cúpula invertida, llena de agua en su interior.
Mi novio se veía distinto, no sé que pretendía al comportarse con sosiego. Resguardaba sus manos en ambos bolsillos de su pantalón, no me sintió llegar hasta que me posicioné frente a él, noté la manera en que regresó a sus cinco sentidos, dirigió su vista hacia mi, pero me adelanté a que pudiese decirme algo. Le dí un beso cándido en su cuello, tuve que estirarme un poco para conseguirlo, al mismo tiempo que lo hice, percibí como se le erizaba la piel.
— ¿Ya estás preparada? —me preguntó con su voz seductora.
No respondí, solo le acepté el beso que me dio en los labios, fue una muestra de afecto pacifica. De repente, sentí sus cálidas manos en mi espalda y yo ascendí las mías por sus brazos fuertes, rocé mis dedos por las puntas de su cabello, de solo sentirlo ya quería que me hiciera suya, pero, no pude evitar pensar en mis amigos.
En un abrir y cerrar de ojos, el casto beso trascendía hasta el punto de hacernos suspirar con fascinación, sin embargo, detuve todo, al notar como Morgan me acorraló con sus brazos, recargándome en la pared contraria. ¿En que momento me hizo caminar de espaldas?. Separé mi boca de la suya, arrancándome un gemido que sonó más fuerte de lo que imaginé.
Él se detuvo un poco, sentí su mirada, por lo cual elevé la mía para entrelazarlas.
— ¿Que sucede? —preguntó mi novio con extrañeza, aunque su respiración ya sonaba entrecortada—. No te ves muy cómoda, ¿no hice algo bien?
— Nada de eso —respondí intentando controlar mis suspiros—. Es que... No quiero sonar aguafiestas...
— ¿No quieres seguir?, esto apenas es el comienzo, Leonora.
— Te dije que no es nada de eso —insistí, luego de recapitular los mensajes de Merry en mi memoria, di una exhalación y continué—. Lo que sucede, es que recibí demasiados mensajes de Merry, al parecer algo no está bien en el nightclub... No especificó que era, solo dijo algo como "amigo triste" y "corazón roto".
— ¿Amigo triste?, ¿Insinúas que algo ocurrió con Diego?
— No lo sé, amor —incliné mi cabeza, llevando la vista al suelo—. Le dejé un mensaje de voz a Merry, notifiqué que me avisara si requerían ayuda... ¿Me creerás si te digo que me arrepiento de haberlo hecho?
— ¿Por qué? —Morgan soltó una risa, acompañada de una sonrisa cautivadora que mostró luego de darme un beso en la frente—. No quieres interrupciones, ¿cierto?
Asentí con la cabeza, posterior a mi expresión, Morgan levantó mi rostro con su mano, tomándome sutilmente de la mandíbula. Traspasó mis ojos con los suyos, siendo capaz de percibir el deseo acumularse en si mismo, comprendí con sus acciones que buscaba decirme un "olvídalo todo" luego de retornar a relacionar nuestros labios. Morgan revivió el momento enardecido, con su lengua atravesando mi boca y su cuerpo chocando conmigo. Poco a poco fui postergando una angustia que no era mía, sino, de mis amigos y de ahí no debía salir.
— Solo omítelo, nena —susurró con dificultad, durante nuestro beso, pudo hablar sin siquiera detener la caricia de ambas bocas—. Disfruta de la velada... Recuerda que aún puede ser el San Valentín inolvidable que juramos, autorízame hacerte mía, sin inquietudes.
— Entonces, de ser así... —musité dejando mi oración incompleta, al detener la muestra de afecto por unos segundos, vi que Morgan ya estaba sentado en una silla y me hacía reposar sobre su regazo—. ¿Me estás manejando sin darme cuenta? —pregunté, olvidando lo que iba a decir antes.
— ¿Quieres mantener el dominio otra vez? —me sonrió con picardía, unificábamos rostros con cariño y como siempre, la respiración alterada nos invadía—. ¿Viene mi leona?, ¡Sí!, quiero verla.
Escuché su voz ronca abocar mi oído, encontrándonos de frente, sobre un solo asiento, nuevamente me besó con mucha más pasión.
— Quítate todo —me susurró, excitándome cruelmente y erizándome la piel entera—. O ¿esperas que lo haga yo?, porque sería un placer para mí.
— Morgan... mi amor —ya estaba perdiéndome, casi me quedo sin voz—. De hecho... es algo que tambien quería decirte.
— ¿Ahora que, nena?
— La leona se quedó en casa, de manera intencional —comenté en medio de una risa—. ¿Olvidas que ya lo tenía planeado?, bien, pues hoy te visita la gatita... Amor, esta noche, soy toda tuya.
Me levanté de sus piernas, posicionándome delante suyo y retrocediendo cuatro pasos, ubicándome de pie. Como sería completa sumisión, comencé a hacer lo que me pidió. Obedecí retirándome los accesorios, mientras trazaba una seriedad en mi rostro, dejaba caer al suelo las cosas que adornaban mi piel, sin importar a donde fuesen a parar.
Continué con los zapatos, mi novio prestaba atención a las acciones que con mansedumbre, ejecutaba. No me apartaba los ojos de encima, se cubrió la boca con su mano y fruncía el ceño, me percataba de la intranquilidad céntrica en él, dispensándose en el resplandor de aquellos iris color avellana. Iba a bajar el cierre trasero de mi blusa, pero Morgan me detuvo.
— ¡Espera! —expresó desde su lugar—. Déjame hacerlo por ti.
— Encantada de acatar tus ordenes —bromeé provocadora, girando mi cuerpo, dándole la espalda.
No tardó ni dos minutos en levantarse, sentí su acercamiento detrás mio y como inició a bajar el cierre de mi blusa con lentitud, pero a su paso, fue propinándome besos en la espalda, lo cual terminó por excitarme aún más. Conforme descendía su boca por mi piel gradualmente desnuda, más fuertes se hacían mis suspiros, me hallaba de pie, aunque no sabía por cuanto tiempo soportaría mantenerme en la misma posición.
No solo percibía los labios de mi novio, tambien su templada lengua y rozaduras sutiles de sus dedos recorriendo el camino de mi columna vertebral, deteniéndose en mis lumbares, causando que me retorciera. Arqueé la espalda al aceptar su estimulo, elevando mi rostro con estasis hacia el cielo, mis piernas se tornaban cada vez más débiles, la fortaleza salía huyendo de mi interior. Morgan hurtaba mi firmeza.
Terminó retirándome la blusa, siendo honesta, para el tipo de prenda, no usé sostén, así que mi busto ya se encontraba liberado, gracias a Morgan. Noté un beso más, cerca de mi oído, por encime de mi cabello. Seguido de una minúscula ráfaga de viento, con un sonido de resoplo, derivado de lo más intrínseco de mi novio. Pequeña exhalación alargada, que hizo danzar uno de mis mechones alisados, deteniéndose en la mitad de mi cara.
— Eres un deleite, hermosa —continuó murmurando, me abrazó por detrás y acarició con suavidad mi abdomen, llevando los dedos de ambas manos a los bordes superiores de mi falda.
— Realizas esto con calma para hacerme sufrir lentamente, ¿Verdad?
— ¿Con calma?, ¿Hablas en serio, nena? —cuestionó, me di cuenta de su diversión—. Si me tienes corrompido por completo.
Descendió la tela de mi falda dorada con tardanza, en segundos, ya me tenía plenamente despojada de mis prendas, las cuales yacían en la superficie. Me dí la vuelta, descansé los antebrazos en sus hombros y apegué mis pechos contra su tórax, ver su turbación me hizo experimentar una sensación regocijante.
— Ahora me toca a mí —reí atrayente, escuchándome atrevida—. Hay que hacerlo justo, amor, ya lo sabes.
— Muéstrame como lo harás —me retó.
Caminé, obligándole a retroceder y haciéndolo derrumbarse sobre la misma silla cómoda, las velas nos rodeaban, aumentando el calor que principiaba a nacer entre ambos cuerpos. La noche en la ciudad, con su cielo estrellado visible a través del ventanal polarizado, me transmitía el mensaje en donde intuí que solo existíamos Morgan y yo en la faz de la tierra, sin interrupciones brutales.
Reposé mi intimidad en sus muslos, asestando tenues oscilaciones sobre de él, lo cuál aparentaba instigarlo. La expresión en su rostro trascendió de diversión a impaciencia. No le interesó que hubiese cero contacto piel a piel, fricciones obstaculizadas por su ropa. Debajo, él sincronizaba los movimientos, evidenciando las ansias.
Inicié por quitarle el saco oscuro, durante todo el proceso, no supo estar quieto, adentraba de nueva cuenta, sus exquisitos besos en mi busto, mientras yo con dificultad lo desposeía de las prendas. No sé como es que logré desabotonar a duras penas, su camisa. Preferí cubrirme con ella, en lugar de arrojarla a otro sitio. Visualizarme con su ropa, lo hace sonreír más de lo común.
— Anda, Leonora —él reía enloquecedor—. Hagamos esto rápido, no puedo resistirme más a ubicarme, entre tus pétalos, que anhelo saborear.
— ¿No habías mencionado que no teníamos prisa? —bromeé, contradiciéndolo con sus propias palabras.
Fue cuestión de segundos para conseguir rozar nuestra corteza, recubrimiento contra recubrimiento. Abandonamos la silla que Morgan expresó como su tormento, dijo sentir que los minutos no avanzaban ahí, lo cual me hizo reír. Morgan me quitó su camisa y finalmente, llegamos al jacuzzi arropado en pétalos, donde la frialdad del agua, estropeó un poco el trance que creamos. Aunque, debido a la misma pasión, aprisa nos familiarizamos con la temperatura.
— Pensé que podríamos venir el sábado —comenté, llevábamos cerca de treinta minutos, tomándonos un descanso dentro del agua con pétalos flotantes, contorneando nuestros cuerpos abrazados—. Compré aquel babydoll que vimos cuando mamá nos envió al supermercado, ¿recuerdas?
— ¿El rojo con aberturas en tus...? —preguntó, guardó silencio mostrándome lo anonado que le hice quedar.
Quizás me imaginó con la lencería cubriendo escasamente mi piel. El conjunto del que le hablé, era una especie de vestido corto, transparente en tela rojiza, los pechos eran descubiertos con una apretada y delgada cinta a la mitad de estos, con anillos en la parte de la aureola. Demasiado sensual, la verdad es que, cuando me lo medí en casa, terminé masturbándome en mi cuarto de baño. Se lo conté a Morgan.
— ¿Por eso fueron los audios gimiendo? —cuestionó una vez más maravillado—. ¿Por qué no me enviaste fotografía?, preciosa, no sabes cuanto sufrí ese día, quería ir corriendo a tu casa... Si hubiera sabido que fue por ello, no lo dudaría.
— Era sorpresa, pero hoy fue imposible mostrártelo.
Nos manteníamos apegados entre el agua del jacuzzi, Morgan reposaba en una orilla y yo me posicioné sobre de él, como en el asiento del exterior, donde empezamos todo. Habíamos tomado unos instantes de serenidad, para conversar y disfrutar el liquido vital impregnarse en ambos. Los pétalos se untaban por si solos en mi piel.
Muy dentro de mi, anhelaba sentir a mi novio introducirse, pero al mismo tiempo, quería tranquilidad, juntos sin sobresaltos o prisas. La candela nativa de aquella cera moldeada con solidez, desprendía una esencia a cacao y terminaba de otorgar el ambiente romántico. Incluyendo la radio que encendí, donde transmitían melodías de amor por el crepúsculo de San Valentín.
Perdí la mirada al seguir abrazándome de Morgan, nos envolvíamos en una caricia placentera, mojados por completo. La musica un poco distorsionada del dispositivo de radiodifusión, era el único ruido que se emitía, en medio del apacible silencio de poca duración, eso y los chasquidos suaves, surgidos de los besos que Morgan me regalaba en los labios.
Yo me había paseado por toda el agua, estaba empapada, pero Morgan no, así que con mis manos comencé a deslizar el liquido transparente por sus hombros, propinándole suavidad con mi tacto. Pasé mis dedos desde arriba, humedeciéndole hasta las clavículas y el pecho. Él me sonrió y yo proseguí a jugar con su cabello, haciendo lo mismo con mis manos ahuecadas, le mojé su cautivadora melena, él liberó una risa al darse cuenta de que prácticamente lo estaba bañando.
— ¿Te diviertes, no es así? —intentó averiguar, mientras estiraba su brazo con lejanía, para dejar caer otra sal de baño sobre la bañera.
— Y mucho, mi amor —respondí, dándole un beso apasionado, luego de sentir la efervescencia de la esfera desasiéndose—. Amor... follame ya, por favor, no puedo más.
— ¿Solo eso?, ¿Qué pasó con el cariño? —reía, dándome tortura—. Dijiste que eras toda mía, y ¿si quiero tenerte en balsa?
— Si tu no lo haces, entonces yo puedo hacerlo sola —me expresé decidida, emprendí con la misión de propinar movimientos ligeros en la zona de mi novio—. ¡Ah, Morgan! ¡Mi vida!, ¿Por qué me privas de esto?
Se me escaparon los lamentos apenas desplacé mi intimidad por la suya, eso lo sacó de su control, tal vez desechó el raciocinio, porque al sentirme, apegó nuestros torsos con corpulencia. Indagando en la fusión mutua al colisionarnos, me observó con la boca abierta durante sus jadeos, en los ojos notaba su entusiasmo, al igual que en el tacto delicado me acechaba ardor.
— Mo-Morgan... Mi amor, pff —resoplé sin sentido, eso lo incitaba porque en segundos noté como entraba—. ¡Te amo!
—Carajo, Leonora, harás que terminé más rápido si sigues así —poco a poco, intentó colocarse encima de mi cuerpo, buscaba hacerme recostar, a lo cual le detuve.
— ¡No, cariño! —exclamé entrando en fervor—. Así, sentados... Te noto por completo.
Así fue, la verdad es que posicionados de la misma forma, más profundo era su paso por mi ojal. El placer fue en incremento, Morgan fue consciente del porque le solicité que lo hiciéramos de tal modo. Dejó escapar toda su fuerza, lo cual provocó una emoción más poderosa que mis suspiros. Él me tocaba sin detenerse, el panorama cambió de romántico a lo más erótico posible, cuando mi novio me soltaba los brazos, yo misma me acariciaba el cabello.
De arriba a abajo, una y otra vez, con más vigorosidad, era literalmente sabroso, no podía con tanto. Incluso, hice algo raro, que fue dar vuelta a mi cabello en un movimiento alocado de mi cabeza, no paraba de gimotear y Morgan tampoco.
— Leonora, nena —él susurraba mi nombre cerca de mi oído—. Leonora, delicia, mi amor, ricura... ¡Mierda, no puedo! —recargó su frente en mi hombro izquierdo y lo percibí temblar sin cesar.
— Quédate conmigo, Morgan... —expresé abrazándolo, sentí mis mejillas ruborizarse cada vez más—. Jamás me abandones.
— Eso nunca... Eres... increíble, majestuosa —continuó alagándome, proseguía entrando y acariciaba mi espalda, al mismo tiempo me mordía la piel—. Solo para mí, solo eres mía... Esto es por lo del video, y por lo del baile que hiciste en la fiesta.
Eso me recordó mi habilidad, así que la implementé poco a poco, durante todo.
— ¿Por qué? —preguntó él con debilidad—. Quieres matarme, ¡Leo!
Mis agiles meneos, causaron una destructora revolución. Además de nuestros quejidos sincronizados, era posible escuchar la salpicadura del agua, impactándose contra los dos amantes descomedidos de su profundidad. El mismo liquido facilitaba el proceso de Morgan haciéndome suya, además de confeccionar un embeleso jamás antes imaginado.
Entre tanta agitación excesivamente lujuriosa, pero gozosa, Morgan continuó besándome con aumentada vehemencia, me robaba gemidos impetuosos, como yo a él. Le seguí la corriente en todo, era imposible no hacerlo, ante demasiada satisfacción. Mi Morgan me mordió los labios, yo le ronroneé inconscientemente.
Besó con persistencia todos los sitios de mi cuerpo, llegando a mis puntos débiles que él conocía a la perfección y los usaba a su favor, pulverizándome, dando batalla. Nos retorcíamos sin freno, me absortaba sentir las manos de mi novio contornear mis curvas con frecuencia, era difícil detenerse.
— Más fuerte, mi amor —le ordené—. No te detengas.
— ¿Que crees que estoy haciendo? —respondió disfónico—. Reitero, quiero casarme contigo... Hacerlo así cada noche...
— ¡Acepto! —mis fuerzas se perdían, apenas y pude exclamar, mis palabras se entorpecían en gimoteos incesantes.
Las velas podrían encender más, vivificar su flama al tenernos cerca, incrementando el incendio en la cúpula de ambos. Las cosas se iban a dar, me sentí cerca del final, Morgan se dedicaba a apreciar y valorar por completo mi ser. Despues no le importó lo de permanecer sentados, se lanzó sobre mi cuerpo, echándome hacia atrás en el agua. Me cobijó con los pétalos flotantes, recogió mi cabello del rostro y siguió vigoroso.
Lo sentía cerca, mi novio fortaleció la velocidad y eso fue la ruina de los dos, coexistíamos en cada detalle, para llegar a culminar con nuestras manos entrelazadas. Era magnifico, desde luego nos sentí emerger de la superficie, llegando a un universo alterno, en el cual anhelé palpar las estrellas. Elevé uno de mis brazos en el aire, estiré mi extremidad en dirección al cielo con fragilidad en mi extensión, Morgan no me permitió ni siquiera hacer eso, me bajó el brazo con suavidad y cariño.
El sudor descendiente de nuestra canícula adolescente, se igualaba desapareciendo entre liquido, diluyéndose en un solo fluido. No eran los únicos componentes aliándose, Morgan y yo imperábamos como monarcas entre tanta naturaleza arraigada en dichos instantes. El fuego, calor, el agua, evaporación, humidificación, aire, ventisca innata del hombre de mi existir, flora, pétalos trajeando nuestra desnudez. Amor entretanto elemento, que la madre naturaleza obsequió para la pasión desbordada de ambos.
— Me encantas, nena, te amo —musitaba mi novio, durante los besos y placer—. Quiero estar contigo de por vida.
El cansancio principiaba a invadirme, mis ojos pesaban, no quería dormitar y Morgan lo consiguió. Despojándome de un ensordecedor lamento, el cual estoy segura, resonó hasta el pasillo del exterior, tal vez llegó a percibirse en la acera del motel, sin embargo, a él le erizó la piel, lo sentí. ¡Jamás en mi vida había sollozado así!, porque sí, además del placer, me dolió, sentí mi parte adormecerse, envolverse en un calor más vaporoso.
Fue la primera vez que Morgan me sacó lagrimas, las cuales no le permití ver, me cubrí los ojos, disimulando mi dolor con suspiros. Culminamos una noche más, no le bastó con eso, hicimos cuatro posterior a su diseminación en mi saco muscular blando, donde corría el peligro de formarse una vida. La noche transcurrió hasta llegar a la una de la mañana, entre descansos, fuimos a dar a la silla tántrica, en donde Morgan me pidió que le enseñase a "la leona". Entre posiciones desenfrenadas, nos hicimos el amor.
Sin distracciones, de nuevo jugueteé con él en mi boca, luego fue mi turno, mi novio se deleitó con mi sabor, haciéndome gemir con más fuerza, no quise que se detuviera. Cuando lo hizo, refirió que estaba "deliciosa" en todos los sentidos.
Yo quería la velada para él, pero terminó siendo de ambos. No tengo idea de como logramos llegar tan lejos, a un punto en donde la concupiscencia nos ganó, derrotándonos a la una con treinta y cinco minutos de la mañana. Todo al lado del hombre que amo, mi Morgan magnifico, el amor de mi vida.
— Leonora, si esto no fue suficiente para decirte lo mucho que te amo, no se que más puedo hacer para reiterarlo... Sabes que no permitiré que alguien más te toque —me decía con su voz hechicera, apegada a mi oído, me abrazaba por detrás, descansando sobre la cama que mantuvimos intacta— Ya lo decidí, te quiero a mi lado, quiero protegerte y compartir mi vida a tu lado... Beber de ti, cada día.
Lo único que envolvía nuestros cuerpos descubiertos, eran las frazadas cómodas del colchón.
— Verás que así será, amor —balbuceé, comenzaba a quedarme dormida—. Descansa un poco, ¿quieres?
— De acuerdo —soltó una risa serena, percibí sus labios en mi mejilla y descendió con ligereza a mi cuello, lo cual me hizo fruncir el ceño ligeramente—. Está noche fue imborrable.
— Lo sé, Morgan, la mejor de todas —continué hablando con mi voz agotada—. Ahora duerme, solo unas dos horas y después nos vamos a tu casa... Reposa los ojos por un lapso, ¿sí?
— A mi reina lo que pida.
Reviví, morí y volví a revivir esa noche, con la fuerza de mi novio, terminé realmente cansada postrándome en la cama para dormir, sin olvidar el sufrimiento que me causó en la bañera, donde me lastimó haciéndome exclamar como nunca. No le hice saber esto en ningún momento, no quería desilusionarlo, además, recordando cada una de las sensaciones, creía que valió la pena, ¡La mejor noche de mi vida!, ¡El San Valentín memorable que deseé!.
Sufrimos por amar tanto, luchando contra el impulso sexual, aunque ambos perdimos ahí, desatándose una experiencia divina. Por fin, Morgan cesó su afecto, ya no lo sentí abrazarme, así que, me giré en mi lugar de la cama para descansar mi cabeza en su tórax. Él me abrazó y posterior a ello, nos quedamos dormidos.
Concluyó un inigualable momento de nuestra vida juntos, de las miles muestras de amor pertenecientes a la historia de estos jóvenes y... La ultima, antes de todo.
Si tan solo lo hubiese sabido.
¡Give it away, give it away!, soy Denny Dion.
Espero que hayan gozado el capitulo de esta semana. Quería agradecer a mi bellísima Yanirg23_ que me da todo su apoyo en este libro, siempre comenta y se moja con los diálogos de Morgan jsjs (no se si debía ahorrarme ese dato vergonzoso, pero Yani, tu sabes que me vale xD) además, ¿Quién no va a hacerlo? 🌝🥵
Tambien quiero enviarle mis infinitas gracias y amor 💋, a mi querida Karin_Siames257 que es mi "secretaria de escritura", titulo asignado por mí, ya que ella es la hermosa personita detrás de las ideas candentes, las cuales yo me encargo de desglosar en la descripción y redacción del momento. Ella me da el empujón a sacar una escenas dignas de los dioses del olimpo. Con sexo fuerte y potente 🌝🤣
Por cierto, ahí disculpen los horrores de ortografía que probablemente se toparon en la lectura, el equipo de edición de "ℍ𝕒𝕤𝕥𝕒 𝕖𝕝 𝕗𝕚𝕟 𝕕𝕖𝕝 𝕞𝕦𝕟𝕕𝕠" (osea yo ;-;) se está encargando de las correcciones y pronto los errores serán modificados, para así evitarles el cringe.
Sin más que aclarar, ¡Gracias por leer!, ¡Nos vemos en el próximo capitulo!
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